Cine y teatro: La página donde puedes ver 5000 documentales gratis


 Documentary Addict

Para muchos, el cine documental es un género en el que la realidad emergente es capturada por una cámara, y en el que los acontecimientos parecen ocurrir sólo para la lente del operador. Pero para Raúl Beceyro, director de cine argentino, lo que parece caracterizar mejor al cine documental, lo aporta en un pequeño texto titulado Sobre el cine documental, en el que dice: “El cine documental no es un género. Una película documental no es, en consecuencia, una estructura deliberada que se apoya en un modelo preexistente”. Entre documentales podrán parecerse, tratar los mismos tópicos, pero nunca serán una reproducción de otro, así como los fenómenos sociales no se repiten a pesar de que parezca que cumplen un ciclo. Siempre una tercera mirada aportará significados distintos a un fenómeno en particular. 




El quehacer del director y operador de cámara en un documental no radica en confabular la posibilidades que serán registradas por la cámara, pues la mano de los realizadores no está para modificar, sino para estar, solamente estar. A pesar de esto no se puede decir que cuando se filma o graba un documental, la presencia del equipo, sea grande o pequeño, no altere las relaciones que se puedan ir dando en torno a la temática. La cámara, como un tercer observador, cambia el contexto, se inserta como un antropólogo que estudia de las relaciones familiares en una comunidad remota. Lo anterior no significa que pondrá a su disposición y en beneficio del filme a los participantes. Debe aspirar a relatar la problemática no controlada, con el mínimo de inferencia posible.




Con la llegada de plataformas en las que se pueden ver materiales audiovisuales, como Youtube o Vimeo, comenzaron a surgir necesidades para indexar distintos tipos de materiales como películas y documentales. Así como en Youtube es posible ver documentales completos, también existen páginas especializadas en las que todo el contenido estás dedicado al cine documental. Aquí te presentamos Documentary Addict, un sitio en el que puedes ver más de 5 mil documentos fílmicos.



Con categorías tan variadas que van desde una especial para ver exclusivamente documentos sobre el 9/11 en Nueva York, hasta la posibilidad de navegar por la parte dedicada a la Filosofía, la plataforma también ofrece las clásicas temáticas históricas, naturales, misterio, biografías, ciencia, tecnología, o sexo.

Si ya sabes qué documental ver, puedes utilizar el buscador, insertando el título que te interesa o simplemente dejar llevarte por la casualidad y presionar el botón de Random para que la página te ofrezca algunas posibilidades para ver.

Si no sabes por dónde empezar, te recomendamos cinco documentales que están en la página y que toda persona debería ver.

1.- Nanook of the North (1922) – Robert J. Flaherty



Uno de los primeros documentales filmados en la Historia, donde se entra en contacto directo con Nanook y su familia esquimal. Un documental silente que al menos una vez en la vida debes ver.



2.- Grizzly Man (2005) – Werner Herzog


Un hombre pasa largas temporadas entre osos en Alaska. Descubre un sentido de vida fuera de la sociedad, donde su amor por la naturaleza lo mantiene.



3.- When we were kings (1996) – Leon Gast



El mítico documental sobre la mítica pelea entre Muhammad Ali y George Foreman llevada a cabo en Zaire (actualmente Congo), el 30 de octubre de 1974.



4.- Surplus (2003) – Erik Gandin

Una mirada a las formas de consumo de la sociedad de principios de milenio, con un toque de sospecha.


5.- 
Super Size Me (2004) – Morgan Spurlock’s 
Comer tres veces al día hamburguesas y papas tiene sus consecuencias. El experimento que conmocionó a toda América.


Lamentablemente, en la página aún faltan añadir documentales clásicos como, 
The man with a movie camera (1929) de Dziga Vertov, o The Gleaners and I (2000), de Agnès Varda. A pesar de esto, la oportunidad de descubrir nuevos documentales es muy amplia, así como la variedad de temas abordados en estos. La base de datos de la página suma títulos constantemente y de manera regular el equipo de curadores sube documentales para que los puedas disfrutar de manera gratuita.

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Lenguaje y escritura: La inspiración y el estilo (fragmentos), por Juan Benet Publicado por ZL

Publicado por ZL  el 20/05/2016 | 6:20 





Juan Benet

El estilo proporciona el estado de gracia; a falta de otro término más específico es preciso buscar en el estilo esa región del espíritu que se ve en la necesidad de subrogar sus funciones para proporcionar al escritor una vía evidente de conocimiento que le faculte para una descripción cabal del mundo y que sea capaz de suministrar cualquier género de respuesta a las preguntas que en otra ocasión el escritor elevaba a la divinidad.
Lo que se acostumbra a llamar un estilo suele tener una raíz popular. Pero el estilo muere de viejo, alejado del pueblo. Su momento de mayor gloria coincide con frecuencia con su máximo alejamiento de las fuentes populares de donde nació.

En cambio el grand style es único: el mismo para el dios que para el aventurero; para que un pastor se dirija a un rey y se entienda con él sin necesidad de que el monarca descienda de su sitial. Puede que esa singular y elevada monotonía del estilo no tenga su origen también en el libro que más influencia ha tenido en la formación de todas las épocas nacionales: la Biblia. El mismo Nietzsche lo dijo: El gran estilo nace allí donde la belleza triunfa sobre lo monstruoso.

En nuestro país el gran estilo se define en la vaguedad, torpeza y falta de precisión. En Inglaterra, Italia o Francia ese estilo no falla nunca. En España ninguno de los grandes clásicos coincide en el tiempo o en la acción con ese gran estilo al que, por despecho o repugnancia, han renunciado voluntariamente para echarse en brazos del casticismo. Es cierto que en nuestra literatura no falta ese énfasis que tan cómodamente se confunde con la grandeza.

Estoy convencido de que una obra no puede contar con otro abogado defensor que con sus valores literarios, su estilo. Muchas novelas han dejado de interesar porque no tienen estilo, porque el estilo es, en parte, una manera cualitativa de conocer. No supieron dar a la información un valor permanente que mantenga el interés una vez que aquella había perdido actualidad. Nunca se dejará de leer Moby Dick porque lo que Melville dijo sobre el tema no dejará nunca de tener interés gracias a la forma que le dijo. Por tanto uno de los grandes temas del problema del estilo es que la cosa literaria sólo puede tener interés por el estilo, nunca por el asunto. El interés no puede radicar en la información en sí, sino en aquel estilo narrativo que haga permanentemente interesante un conocimiento que ha dejado de tener actualidad. El estilo no es más que un esfuerzo del escritor por superar el interés extrínseco de la información para extraer de ella su naturaleza caediza y confeccionarle otra perdurable.

El escritor que inició su carrera con los comentarios de actualidad llega en un momento a descubrir que se ha hecho poseedor de un estilo, es capaz de tocar cualquier futilidad para interesar al público. En definitiva, el estilo es un instrumento con el que puede acercarse a cualquier cosa para descubrir y extraer su interés.

La madurez supone casi siempre un estilo porque es el estado que comienza con la decisión de abandonar la búsqueda del vacío para dedicarse al pulimento de la herramienta (publicó su primera novela —tras ser rechazada por varias editoriales y varias veces reescrita— con cuarenta años). Durante los años de aprendizaje es la obra quien tira del escritor remolón para arrastrarle hacia su deber. En la madurez, es el escritor quien tira de la obra.

Una de las cosas que a la larga le suele sentar peor a una prosa es la innovación. Una cosa es renovarse, hacer que una cosa sea nueva siendo la misma y otra muy distinta es innovarse, alcanzar la novedad marcando las diferencias.

Los escritores griegos de la época helenística solían designar la inspiración con el término entusiasmo, con esto querían indicar que tenía una raíz divina. Es el regalo que los dioses entregan al hombre para ayudarle a conocerlos, ensalzarlos y temerlos. Así el escritor inspirado (entusiasta o endiosado) es quien por disponer de una visión más amplia que la usual es capaz de describir y ensalzar el mundo con más precisión, generalidad y firmeza que los hombres dedicados al estudio.

Haciendo uso de la analogía de la gracia es preciso concluir que el soplo divino sólo lo recibe el escritor que se halla en estado de gracia, un estado transpuesto que al tiempo que le despierta una sensibilidad y una receptividad hacia el mensaje de las alturas le embarga un cierto número de facultades que se demuestran innecesarias en ese acto.

Una composición lírica es la única obra literaria vigente en el momento actual que puede ser totalmente inspirada o derivada en su totalidad de un dictado de la inspiración. Hasta el Romanticismo o la Ilustración no se puso nunca en duda la existencia de una fuente de conocimientos y bellezas que acudía en socorro del poeta para mitigar los rigores de su carrera.

El escritor judío no tiene ni que investigar ni que novelar; es el puro narrador y su función única es la de cantar la gloria y el poder de Dios; y quiso dar a su libro el carácter de crónica verídica para atraer la atención, la fe y la credulidad del lector. Por esto el Antiguo Testamento tiene una sola intención, un único estilo y una única fuente de inspiración.

El contenido, las fábulas son un ejemplo de una inspiración dictada por una creencia, ceñida a un estilo insoslayable y limitado a una estricta concepción del universo que es la base del estado judío y de su legislación.


En la prosa sagrada es muy raro que un pasaje bíblico comience con “Una tarde…”. Estas dos palabras no prefiguran un estilo, pero sí adelantan un modo narrativo. Y es que de ellas arranca un estilo que tiende a la ficción frente a “Y aconteció…” que se corresponde con una intención dogmática y una voluntad histórica. El empleo del artículo indefinido de “Una tarde…” lleva a adueñarse del tiempo, de aquella tarde que por ser una entre millones no tiene una configuración propia, por lo tanto, al ser extraída del conjunto innominado e infechado pasa a pertenecerle en toda su extensión.

Fuente: http://zonaliteratura.com/

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Entrevistas: PETER BURKE: “SIN IMAGINACIÓN NO SE PUEDE ESCRIBIR HISTORIA”por Berta Ares.


Berta Ares6 febrero 2013Entrevistas




Peter Burke (foto de uso promocional)

Los estudios históricos tienen relativo valor en nuestro país, poco dado a reconocer la riqueza que atesoran las ciencias humanas. No piensan así los británicos, un pueblo que ha sabido mantenerse en la élite cultural mundial y que ha alumbrado a los más brillantes historiadores. Uno de los más destacados de la actualidad, Peter Burke (1937), ha venido a Barcelona a participar en el debate organizado por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), que se celebra hasta marzo bajo el epígrafe En Común.
El debate busca reivindicar espacios que no se rijan por la medida del valor de mercado, sino por la noción de lo que es útil para toda la comunidad, y han dado en el clavo invitando a Peter Burke, un hombre tan culto y de mente abierta como generoso en conocimiento. El reconocimiento no se hizo esperar: Burke llenó el aforo.
Esa misma mañana conversé con él sobre su Historia social del conocimiento I. De Gutenberg a Diderot(Paidós, 2002) y II. De la Enciclopedia a la Wikipedia (Paidós, 2012), libros de imprescindible lectura para todo aquél que tenga curiosidad por descubrir cómo el conocimiento influye en nuestras vidas. La entrevista deriva por derroteros diferentes: el papel del historiador, la relación entre conocimiento e imperialismo, la Wikipedia, el pensamiento innovador, la República de las Letras, los servicios secretos británicos y un escritor por quien Peter Burke muestra una gran devoción: Javier Marías.

¿La Historia sólo se puede escribir desde la  objetividad?
Al contrario, la Historia no puede escribirse desde un punto de vista objetivo, porque está escrita por seres humanos. Creo que el problema de sesgo, como nosotros le solemos denominar, es muy grande; y la manera de combatirlo es presentando diversos puntos de vista, precisamente para evitar presentar uno único, que es además el nuestro personal. El historiador puede confesar su punto de vista a los lectores al principio del libro y también puede tratar de presentar los puntos de vista que son diferentes al suyo; lo que no puede hacer es ser objetivo, algo que sí se creyeron sin embargo los historiadores del siglo XIX.

¿Al historiador le mueve la verdad?
Sí, pero sabemos que nunca alcanzaremos toda la verdad; como se suele decir en la Corte británica sólo puedes aspirar a la verdad, pero la verdad completa nunca se puede obtener, por eso, los historiadores también tenemos que explicar a los lectores lo que no sabemos. El famoso historiador de arte Ernst Gombrich lo dijo en bonito en su célebre frase: “La Historia es como un queso gruyer, está llena de agujeros“. En este sentido, la verdad es como un espejismo, nunca se alcanza, pero es bueno estar orientados por ella, es como vamos a estar más cerca de lograrla.
En 1750 muchos europeos cultos seguían aferrándose a la idea tradicional de que el mundo tenía seis mil años. Sin embargo arqueólogos, paleontólogos, geólogos y astrónomos no paraban de hacer descubrimientos que demostraban lo contrario. Los arqueólogos descubrieron a la humanidad un tiempo profundo más allá del bíblico, y hubo que admitir una prehistoria.

¿Cuál es el papel del historiador en todo esto?
El de estar como absorbido o “muy metido” en un tema, y a través de la imaginación poder explicar a los lectores del siglo XXI por qué la gente de determinada época podía pensar que el mundo sólo tenía seis mil años de antigüedad. Los historiadores traducen el pasado y lo traen a su propio tiempo. Su trabajo es hacer inteligible el pasado a sus contemporáneos.
Por eso mismo, en cada generación hay que escribir la Historia, no sólo porque surgen nuevos descubrimientos, sino porque los lectores son diferentes, con distintos supuestos, y necesitan que se les expliquen las cosas sobre el pasado de otra manera, bajo otros parámetros. La Historia es emocionante porque implica intentar imaginarse a uno mismo en otra época, en otra cultura, para luego volver y explicar cómo eran las cosas antes y por qué la gente asumía como natural algo que para una generación posterior supone precisamente todo lo contrario.

Hace falta imaginación para ser historiador…
Absolutamente, no puedes escribir Historia si no tienes imaginación.
En la época de Napoleón se vivió un intenso proceso de conquista científica que llenó las arcas de museos y bibliotecas nacionales. Después de la invasión francesa de los Países Bajos se enviaron cinco vagones de tren llenos de manuscritos, plantas, fósiles y minerales a París. Después de la invasión de Holanda se envió a París una colección entera de elefantes fósiles. Tras ocupar Verona, Napoleón despachó una colección de seiscientos fósiles también a París. Escribe Burke –con cierto humor- que resulta difícil imaginarse un período, anterior o posterior en el que los ejércitos se tomaran los fósiles tan en serio.

Imaginemos pues. Napoleón se hizo acompañar por más de ciento cincuenta especialistas científicos cuando invadieron Egipto. ¿Qué buscaban?
No sé, tengo que suponer. Pero creo que querían extender el Imperio francés, y por lo general, primero se conquistaba un territorio y después se trataba de averiguar cómo era. Como cuando franceses y normandos conquistaron Inglaterra en 1066, hicieron un inventario de todo, de la gente que vivía en los pueblos e incluso de los animales. Querían conocer a fondo el territorio que a partir de entonces tenían que gobernar. Supongo que Napoleón estaba haciendo algo similar y quería saber qué tipo de lugar era el que se incorporaría al Imperio francés -lo cual finalmente no sucedió- en su afán de expansión por Argelia, Marruecos… Así que iban haciendo inventario.
Para el conocimiento es una contradicción estar al servicio del imperialismo, podríamos decir que es en parte contaminada por él; pero eso no impidió que se recogieran conocimientos valiosos. Además, muchas veces, estos científicos que acompañaban al ejército y recogían muestras desarrollaron una gran simpatía por los habitantes indígenas de estos territorios. Los antropólogos se formaban para trabajar en el Imperio británico, el Imperio francés u otro, pero ellos mismos, tras vivir dieciocho meses en contacto con los indígenas y aislados de sus culturas occidentales, desarrollaron una relación muy estrecha con ellos y, al regresar a sus países de origen, defendieron los derechos de los pueblos conquistados contra el Imperio. Así que, de nuevo, se da la paradoja pero a la inversa, ahora el antropólogo, que se formó para servir a las necesidades del Imperio, reacciona contra el Imperio al que sirven.

¿Estos antropólogos y científicos eran conscientes del saqueo cultural?
Es pillaje sólo si se llevan las cosas de allí. Por supuesto, esto sucedió, pero hay que recordar también que, por ejemplo, en algunos lugares arqueológicos en Egipto se realizó una férrea defensa contra el saqueo. Pero, por supuesto, el saqueo se llevó a cabo y a veces como británico que soy me resulta embarazoso ir al British Museum -visita que hago con regularidad porque muestra una colección impresionante de artefactos de tantas partes del mundo-, y me siento avergonzado al descubrir cuántos de esos artilugios o piezas se encuentran en el museo porque hubo saqueo, porque el ejército enviado al Medio Oriente saqueó y quemó pueblos y aldeas y se llevaron cosas que ahora se encuentran en el museo.
Tomemos el ejemplo de los antiguos mármoles del Partenón que se encuentran en el British Museum. Cuando fueron adquiridos, Grecia no existía como Estado independiente, sino que formaba parte del Imperio Otomano, y éste no estaba interesado por las antiguas ruinas griegas. Se podría incluso decir que estas piezas tuvieron una mejor oportunidad de supervivencia en el British Museum que en cualquier otro lugar. Pero, por supuesto, una vez Grecia se convierte en un Estado independiente la situación cambia, sin embargo los británicos nunca se han mostrado dispuestos a adaptarse a esto. Yo no creo que todas las piezas deban enviarse de regreso a su lugar de origen, pero sí aquellas que están particularmente próximas a la identidad nacional. Así sucedió cuando Dinamarca devolvió a Islandia hace unas décadas los manuscritos de las sagas que habían estado custodiados en la Biblioteca de Copenhague. En cuanto Islandia alcanzó la independencia los manuscritos fueron restituidos a la nueva república. Yo creo que el British Museum debería hacer lo mismo con los mármoles del Partenón.
Con todo, no creo que el British Museum tenga que ser totalmente desmantelado. Pienso que ofrece una maravillosa oportunidad para que hoy en día gente de todas partes del mundo puedan ver todas las piezas que se exponen juntas, y además, por lo general, muy bien cuidadas.

En su libro hay miles de datos, personajes históricos, referencias a libros y anécdotas. ¿Cómo ha abordado la gestión del conocimiento en este libro?
Bueno, como la mayoría de los historiadores de mi generación, soy una persona esencialmente de biblioteca, sobre todo si se eligen temas de estas dimensiones más enfocadas a síntesis que a monografías. Yo me encuentro muy cómodo trabajando en bibliotecas grandes como la de Oxford, Cambridge, Londres, París, la Library of Congress, y la New York Public Library, entre otras. En los últimos diez años más o menos, tal vez un poco menos, he comenzado a utilizar la Wikipedia, especialmente para obtener una primera idea sobre un determinado tema o área de interés y también por la bibliografía.
Pero soy muy cauteloso a la hora de reproducir o tomar algún texto o afirmación, ya sea de la Wikipedia o de la Britannica. Antes de reescribir alguna información chequeo y compruebo la información que reproduzco. Luego, cuando decido lo que quiero escribir o contar, es cuando comienzo a hacer una investigación en mayor profundidad. Wikipedia es ideal para ver las conexiones entre diferentes temas. En una enciclopedia tradicional se presentan por separado y un artículo aparece junto a otro sólo porque comienza con la misma letra del alfabeto. Eso ya no pasa con la Wikipedia.

¿Qué le parece la contribución de los wikipedistas?
Es tan grande el número de gente que colabora en Wikipedia que necesariamente encuentras diferencias en el trabajo que hace cada uno. Esencialmente, lo que me gusta de Wikipedia son dos cosas. En primer lugar, que está en constante revisión y actualización, de una manera que una enciclopedia tradicional en papel nunca podría hacer. Hace unas semanas murió uno de los más grandes historiadores ingleses; no hubo que esperar ni 24 horas y ya estaba puesta la fecha de defunción en Wikipedia. Para esta actualización en la enciclopedia en papel tienes que esperar diez años.
En segundo lugar, me gusta mucho lo que yo llamo las advertencias de ayuda intelectual (the intellectual help warnings) que señalan en el propio artículo si éste es parcial o sesgado, si no tiene suficientes fuentes, o hace falta una verificación de citas, y otras deficiencias. Nuevamente, eso no se puede hacer con una enciclopedia tradicional impresa y los editores de enciclopedias en papel deberían tomar ejemplo. Wikipedia se diferencia de las enciclopedias en papel en que además es más voluminosa, está disponible en más idiomas y está sujeta a constante revisión y reestructuración, en contraste con el desfase temporal que afecta a las ediciones de las tradicionales.
Algunos colaboradores de Wikipedia son cuidadosos, pero otros tienen una desviación muy marcada ya sea política, religiosa, hay un montón de posibilidades… Pero gracias a esos otros wikipedistas vigilantes se reduce el peligro de que dure en la Wikipedia un artículo de mucho sesgo o ideología. El hecho de que la Wikipedia tenga estas advertencias la hace más valiosa que una enciclopedia impresa tradicional, ya sea la Britannica, la Larousse o la Enciclopedia Universal.

A partir del siglo XV, la unión entre sabios humanistas y científicos de distintos puntos del mundo crean un espacio de conocimiento multicultural: la República de las Letras. Hasta entonces, lo que conocía la gente estaba estrechamente relacionado con el lugar donde uno vivía. Poco a poco, gracias a los avances en comunicación, el intercambio de conocimiento empieza a ser muy importante; tanto, que al principio la Bolsa era un lugar de intercambio de información, y no de dinero. El libro recoge la creación y transformación de la República de las Letras, y como ésta transformó los lugares del saber, y por ende, las ciudades y sus habitantes.

¿Cómo es hoy esa República de las Letras?
Ha sufrido una transformación total en el curso de ahora ya cinco siglos, sobre todo debido a los medios de comunicación. Yo la divido en cuatro períodos. La cuarta edad, que es la que vivimos ahora, aparece con la comunicación online, donde es posible un intercambio de mensajes con colegas de diversos países y continentes de forma instantánea, lo cual la hace muy activa. El diálogo entre académicos es más fácil y rápido. Esta comunicación online facilita un intercambio diferente al de las conferencias o el intercambio de papers o libros. Probablemente también tiene un efecto que se me escapa, pero encuentro esta etapa maravillosa.

¿Y dónde encontramos actualmente el pensamiento innovador?
Hoy en día se sigue produciendo innovación intelectual, sobre todo por parte de aquellas personas que pueden ver más allá de su propia disciplina de estudio. Creo que la división del mundo intelectual en disciplinas está bien y se puede hacer muy buen trabajo dentro de la disciplina de cada uno, pero la innovación intelectual la desarrollan aquellas personas que tienen el don de ver más allá de su propia formación hacia otras disciplinas, con las que pueden trabajar incluso de una forma aún más ingeniosa.
Así que, definitivamente, creo en el mundo del sabio o erudito que domina varias disciplinas, lo que llamamos hombres del Renacimiento, aunque es ciertamente más difícil hoy en día debido a la fuerte especialización y a la gran cantidad de información que nos rodea. Se hace cada vez más difícil ser un erudito, es una especie en extinción, pero felizmente todavía no ha desaparecido de la faz de la tierra.
Tenemos buenos ejemplos como Jared Diamond, un hombre de mi edad, que está formado en fisiología y luego se formó en ornitología y ecología, para más tarde interesarse en geografía, antropología y ahora en Historia Comparada, todo esto trabajando en la Universidad de California, en UCLA, que no sólo toleran sus cambios de interés sino que además le asignan una cátedra en diferentes departamentos en el mismo campus. Me parece maravilloso que esto suceda. Algunos de mis colegas historiadores piensan que sus libros son extraños (deeply fool) y que no siempre lo que escribe es del todo adecuado, pero yo creo que su trabajo es un estímulo muy valioso para los historiadores -por ejemplo, el tipo de preguntas que formula sobre el pasado-, y un ejemplo para alentar a otros estudiosos por el camino de la innovación. En general creo interesante la resolución de un problema de una disciplina a través de otra. Aplicar ideas y técnicas de otras disciplinas a una nueva situación.

En su conferencia en el CCCB, Peter Burke explica que el acceso al conocimiento se ha ampliado en los últimos siglos gracias a la difusión de la educación, la democracia y los cambios tecnológicos. Sin embargo, sentirse triunfalista puede llevar a engaño. Sostiene que es más realista ver el acceso al conocimiento como un lugar de conflictos. Tres son las amenazas: la censura por parte de los regímenes autoritarios; la privatización, a través de derechos de autor y la especialización intelectual.
Peter Burke durante su conferencia en Barcelona (foto: CCCB)

¿Cómo definiría esta época que vivimos?
Como la época de la sobrecarga de información. Es poco romántico, lo siento. Pero hoy nos encontramos con una cuestión muy importante, que es el exceso de información. Creo que es necesaria una reforma educativa, sobre todo en los primeros años de la educación de una persona, para enseñar a los ciudadanos a discriminar información y saber elegir entre numerosas y diferentes fuentes de información, porque tendrán que vivir en este mundo de sobrecarga. Las técnicas de gestión de conocimiento y de información se pueden enseñar y tiene que hacerse desde una edad temprana. También tenemos que realizar cambios para introducir perspectivas más globales en los ciudadanos, pero esa es otra cuestión.

En su libro hay referencias a los servicios secretos. Algunos comentarios me han hecho recordar la novela de Javier Marías, Tu rostro mañana.
Me gusta mucho Javier Marías. He leído varias novelas y muchos de sus artículos. Me gustó mucho, mucho esta novela. En Tu rostro mañana me sorprendió encontrar retratos de gente que yo conocí personalmente, como el profesor de Oxford y ex agente secreto Sir Peter Russell(1913-2006) y el profesor español Francisco Rico. Me gustó tanto esta novela -que considero la mejor de la primera década de este siglo- que incluso le dediqué una reseña en una columna de mil palabras que yo solía escribir en el suplemento dominical del diario brasileño Folha de S. Paulo. En el artículo señalo por qué me gustó tanto, en parte por sus técnicas narrativas para dar una ilusión de realidad más fuerte, y también porque Marías encontró en esa novela una nueva forma de hacer filosofía, sobre todo la ética.

¿El profesorado de Cambridge y Oxford sigue siendo importante para los servicios secretos británicos?
Si así fuera no lo sabríamos  -en cuanto se sabe algo, deja de ser útil-. Pero lo cierto es que ha tenido una tradición muy importante en el siglo XX. Muchos en Oxford la llamaban la Spies College, y es por todos conocido que grandes figuras de Oxford y Cambridge han trabajado durante años en el servicio secreto, durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra fría. Supongo que todavía sigue siendo importante, pero no hay que olvidar que también los servicios académicos británicos están activos en otros servicios secretos (in other people’s secret services).
Conocí al historiador de arte Anthony F. Blunt (el “cuarto hombre” de Los Cinco de Cambridge, un grupo de espías que trabajaron para la Unión Soviética durante la Guerra fría y anteriormente a ésta. Blunt trabajó para los servicios secretos soviéticos durante cuatro décadas). Todavía me siento confundido por la conmoción y el horror que causó su desenmascaramiento. Cuando tuvo acceso al servicio secreto Inglaterra era aliada de la Unión Soviética. Y para después de la guerra Blunt ya era director de una institución cultural sin acceso a secretos. Así que el hecho de que aún mantuviera contacto con los rusos es más bien una información pintoresca, pero no creo que tuviera nada interesante que pasarles, en general me parece que se armó un gran revuelo por un asunto de menor importancia.
Mientras nos despedimos, no puedo dejar de pensar en la película El topo (Tinker, tailor, soldier, spy), basada en la novela homónima de John Le Carré, quien se inspiró a su vez en Los Cinco de Cambridge, grupo al que pertenecía Blunt. La cultura británica ha sembrado de exploradores, espías, historiadores y aventureros nuestro imaginario cultural europeo. Antes de decirnos adiós le pregunto a Burke si él cree conveniente para la UK abandonar la Unión Europea. Me contesta que no. Consuela pensar que hay gente como él que aún apuesta por una comunidad de culturas unida.

Berta Ares
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Apunte biográfico de Peter Burke (tomado de la web del CCCB):
(Londres, 1937) es historiador especializado en la historia social y cultural de la primera Edad Moderna en Europa y estudioso de la historia social del conocimiento. Reconocido como uno de los grandes renovadores de la historiografía por el impulso interdisciplinar que dio a la investigación histórica, propició la mediación entre la historia, la antropología y la sociología. Es catedrático emérito de Historia cultural de la Universidad de Cambridge y miembro del Emmanuel College. Ha sido profesor visitante o investigador en numerosas universidades de Europa y América. Es miembro de la Academia Británica y de la Academia Europea, y ha sido distinguido doctor honoris causa por las universidades de Lund, Copenhague y Bucarest.
Ha publicado 26 libros, que han sido traducidos a más de 31 idiomas. Entre ellos destacan Hablar y callar. Funciones sociales del lenguaje a través de la historia (Gedisa, 1996), Formas de hacer historia (Alianza, 1999), El Renacimiento (Crítica, 1999), El Renacimiento europeo. Centros y periferias (Crítica, 2000), Historia social del conocimiento. De Gutenberg a Diderot (Paidós, 2002),Una historia social de los medios de comunicación (Taurus, 2002), Lenguas y comunidades en la Europa moderna (Akal, 2006), La traducción cultural en la Europa moderna (Akal, 2010), Qué es la historia cultural (Paidós, 2010), Hibridismo cultural (Akal, 2010) o, recientemente, Historia social del conocimiento II. De la Enciclopedia a la Wikipedia (Paidós, 2012).

Sobre el autor
Berta Ares es Licenciada en Periodismo (UPSA) y Máster en Estudios comparativos de Literatura, Arte y Pensamiento (UPF). Realizó estudios y una investigación de posgrado en Tel Aviv University (TAU), cuyas conclusiones se publicaron en la prestigiosa 'Qesher' (N. 24) que se edita en Tel Aviv y Nueva York. Trabaja en el campo de la comunicación cultural y la comunicación corporativa, y escribe su tesis doctoral, sobre Joseph Roth, en el Departamento de Humanidades de la UPF. Sus inquietudes literarias se inscriben en el campo de la memoria, el laicismo, la religión, la modernidad y Europa.

Fuente: http://revistadeletras.net/