El Último Lenca* (Cuento). Post Plaza de las Palabras por Mario A. Membreño Cedillo



«Ellos caminaban como sombras al abrigo
 del manto invisible de la noche». 
La Ilíada, Homero

La noche mágica 

Él habló en lenca, movió sus manos con la pesadez de las piedras. Su voz reposada cayó como la sombra de una montaña; y se deslizo entre la bocanada del viento como si un pez se escurriese sobre las aguas de un rio. El poderío de sus palabras eran flechas lanzadas del arco de su boca. Lenguaje cadencioso, ascendiendo en olas musicales hacia los astros luminosos que parecían islas reposando en un océano de sosiego. Ella, permaneció en quietud. Luego sus labios se abrieron en los pétalos de una flor, y de su boca irrumpieron palabras lencas que volaron sobre el campo figurando una bandada de pájaros. La metáfora de la noche envolvió cada palabra con el manto de su largueza; las sembró en los jardines ancestrales de su morada, y las regó con la ternura de una mirada eterna. Los personajes de la noche 

Primer rostro

 Su pelo cenizo le caía a las sienes, cubriéndole la mitad de las orejas. Sus rasgos eran finos, pero su rostro estaba cruzado de arrugas. Las de su frente modelaban líneas de ferrocarril y las que le cercaban su boca y le llenaban sus mejías, eran un sin número de veredas esparcidas sin rumbo. Sus ojos eran lejanías y montañas. Su voz era suave y pausada, y sus movimientos eran casi intemporales. Él estaba sentado en el suelo, irguió su espalda y entonces su sombra ascendió como un árbol que brota, contra la pared blanca de la cocina. Y al mover sus manos que perecían de piedra, extendía sus dedos y sus sombras en la pared rayaban pájaros en vuelo. El cerró sus puños, y luego puso sus manos sobre sus rodillas y estiró a lo largo sus piernas, tocando con los talones de los pies el suelo. Y después de estirar sus brazos, desde los cuales le saltaban las venas como si fueran ríos. Se inclino hacia adelante, bajo su mano y con su dedo índice dibujo tres círculos en la tierra.

 Segundo rostro 

La mujer estaba agachada y sentada sobre la tierra. Ella permanecía callada y desterrando las sombras. Su cabello era negro y liso. Sus pómulos salientes, su nariz fina descendía como una ladera y sus labios eran ríos que se encontraban al amanecer. De su cuello le pendía un collar hilvanado de piedrecitas verde opaco. La luz de la fogata iluminaba a ratos su rostro. Sus ojos semejaban hondonadas metálicas, y cuando la llama del fogón subía, sus pupilas eran dos lucecitas que flameaban invictas de cara al viento. Era cuando su rostro se trasfiguraba según revoloteaban las llamas. A veces la llama iluminaba un perfil de su rostro y el otro permanecía disimulado como un valle de figuras fugitivas. Ella alargo su mano y tomo un ocote encendido, dejo quemar el ocote en sus manos; y con el cabo dibujo tres rayas en la tierra.

 La trama de la noche 

Ellos caminaban en la oscuridad, sus siluetas apenas se perfilaban contra el tono más claro de la noche. Marchaban por un sendero cercado que avanzaba hasta perderse tras la colina. La luz de la luna hacia que los postes de alambre parecieran manchas y trazos de líneas flotando en el aire. El camino no se distinguía. Ellos avanzaban a paso rítmico acostumbradas a caminar entre el filo de las penumbras y el valle de las sombras. Eran un centenar de indios y su paso era constante y envolvía el silencio y los ojos múltiples de las estrellas. Adelante, muy adelante uno de ellos iba guiándolos con una linterna. Ellos seguían a lo lejos la linterna y a veces cuando el guía tomaba una curva, su luz se perdía asaltada por la curvatura del camino; y ellos caminaban más despacio. A veces el guía volvía a retroceder y los esperaba, y al unisonó todos volvían a avanzar. Ellos viajaban en silencio, con el fondo del viento, que a veces les abanicaba el rostro. Ellos ya no veían los postes de alambre ni se distinguían los contornos del monte y del campo. Entonces el guía tenía que ir más cerca, y todos escuchaban su respiración. Y de repente se juntaban en una legión de sombras que tomaban aliento y se armaba una reunión de voces. El tiempo se fundía en la intensidad muda del negro. Y de pronto la marcha compacta volvía a ponerse en movimiento.

 «Pronto será media noche», dijo uno de los que caminaban. Pero nadie contesto. Ellos iban bastante separados unos de otros, para no chocar en la oscuridad. Formaban una larga fila, de pequeños grupos. Como una cadena de hombres, ellos caminaba rápido y sin hablar. Con sus ojos pelados para distinguir las siluetas de las sombras. Y solo se guiaban por la luz que siempre llevaban por delante de ellos. Acompañado por ráfagas de viento que esparcían los olores del bosque y el olor de tierra mojada, porque antes había llovido. Cuando salieron, bajando de las altas montañas eran cien indios que paso a paso luchaban contra la oscuridad, ellos avanzaban con la rapidez de un ejército. Adelante, cuatro hombres cargaban una camilla en que iba una mujer, que llevaban a la partera de las hondonadas grises. La mujer iba en completo silencio y solo se oían el paso uniforme de los indios, que también marchaban en incondicional silencio. Mientras que al avanzar los bosques oscuros apabullaban la cercanía y alargaban la profundidad. Y las nubes en lo alto se desplazaban y la luna permanecía descubierta y su resplandor repelía la negrura. Desde lejos, contrastaba, el perfil de los hombres en movimiento contra las sombras de los árboles y de las ramas. Y entre lo definitivo de los arboles y el movimiento de las ramas, imitaba el choque desordenado de diez mil guerreros enceguecidos.

 Ellos continuaron avanzando entre el mutismo de la noche y el plumaje de las nubes, hasta que empezaron a escuchar el rumor de aguas. Apenas el balbuceo incesante de una corriente que penetraba en sus miradas. Luego era un torrente de agua que descendía con pies presurosos desde las montañas. Rumor de aguas y perfil de sombras. Antes de llegar a la correntada, el sendero descendía y era cortado por una hondonada, luego subieron y el murmullo del agua desencadeno su poderío. Al pasar se oyó el chasquido colosal del agua y el chapotear implacable de los pies al avanzar contra el agua. El arroyo corría frenético sin detenerse como si fuesen una caravana de horas inapelables. Y los indios pasaban en formación implacable. El ruido y chasquido del agua los persiguió como una constelación de rumores por un largo tramo. Hasta que el sendero terminaba en una explanada: un pedazo de montaña y en una franja de cielo ennegrecido. 

Cuando el hombre que llevaba la linterna se detuvo, comenzó a hacer señales, moviendo con su brazo en alto la linterna de un lado a otro. Y los demás indios fueron llegando a él. Él estaba al fin del sendero en que había una bifurcación en el camino. Hubo un encuentro de sombras: Irrumpieron palabras y movimientos de manos. Una docena de ellos conversaban reunidos alrededor del hombre de la linterna. Luego un gran grupo dio marcha atrás y el resto de ellos siguieron por un camino de tierra: ancho y largo y profundo. Adelante iba el hombre con la linterna que era un reflejo minúsculo de la luz de la luna. El ladrido de lo perros había roto la nitidez del paisaje; y corría desbocado a la par de las sombras. Los indios caminaban rápido y con cuidado curveando el camino; esquivando los simulacros de las sombras y los ladridos de los perros. Hasta que toda voz, ladrido y ruido se apagaron y los sonidos del silencio fueron rotundos y concluyentes. 

«No llegaremos a tiempo» exclamó el viejo indio que iba tras la camilla. Y tras de él una cadena de hombres. Él llevaba los ojos negros fijos contra la oscuridad, él conocía bien el camino. Él pensó cuantas veces había pasado por ese camino, y cuantas veces había regresado; pero ahora era distinto, era otra cosa. Era el tiempo definitivo. Conocía cada vuelta, cada roca, cada hondonada, cada sombra, y el mapa de las nubes. Y todo lo veía como si fuera de día. Y mientras tanto, las voces trepaban con la habilidad de una enredadera el muro de la noche. Entonces el viejo indio pensó que de joven había corrido por las laderas y senderos, y recordaba lo que había pensado en cada curva del camino. Sus pies y mil pies más de su pueblo habían labrado pacientemente ese camino. Y ahora los indios perpetuaban su caminar; sitiados en la oscuridad que cada vez era más negra. El ladrido de los perros a veces crecía ladrándole a las sombras y a la luna. Ellos avanzaban en espíritu persiguiendo una silueta, conquistando un recodo, apabullando una vuelta. 

El hombre de la linterna a veces desaparecía y a veces volvía al centro de la mirada. Entonces los indios empezaban a hablar, para guiarse por las voces que alumbraban el camino. Arriba la luna era cubierta por las nubes y la luna se convertía en un nido de nubes. Y las formas de las nubes revelaban como un espejo el lenguaje de la noche. Pero ese era un lenguaje indescifrable para los indios. Y solo las palabras al viento los guiaban. Y adelante ante sus ojos la cuadratura del cosmos exhibía su imperio total. Y poco a poco la música de la naturaleza abría de par en par sus puertas, y al fondo el tambor de la tierra redoblaba numéricamente sus pasos. Y una noche sorprendida, abría intacta sus venas. Mientras que a lo lejos en un cuadrante del horizonte. Y muy lejos, una partida de relámpagos iluminaba una parcela de la mirada y desnudaba los perfiles de las montañas; y en seguida una avalancha de nubes cubría la musculatura de las montañas. Y los perros de nuevo entre ladridos y ladridos, volvían a revolverse como un viento negro. 

Y tras la vuelta del camino apareció de frente la lucecita, que ya hace tiempo venían viendo. El viejo indio sabía donde estaba y recordó la fachada de la casa y se acordó de quién era esa casa. «Pronto llegaremos» dijo el indio. «Llevamos ya mucho caminando, el camino no puede ser tan largo». Y verdaderamente que la noche se había achicado, y el tiempo se había encogido, y el camino se había acortado. Ellos viajaban en las alas de la sombras y el plumaje de las nubes batía sus formas infinitas. Y el viejo volvió a decirlo «pronto llegaremos». Pero ninguno de los indios contestó. Sin embargo, la voz del viejo seguía resonando en la memoria con la autoridad de un trueno. Su voz era la de un viejo, pero era una voz venerable. Y entre curvas y curvas del camino, entre lunas y lunas, las voces de los indios se escuchaban y el viento las reproducía y las alargaba. Y ellas luchaban entre ellas para salir victoriosas, y se producía un choque titánico de palabras que por momentos desembocaba en cantos. Pero solo era un gesto. Las palabras al final se perdían, salían derrotadas, se desmayaban; y ya no volvían a la lucha por la vida. Y quedaban sepultadas por el ruido de las sombras. Y entre palabras y palabras: La india hace rato iba despierta, y a veces los indios que llevaban la camilla, se detenían y le secaban el sudor de la frente y le daban agua. A esa hora la oscuridad también peinaba el paisaje como si las nubes amorfas estuvieran cuajadas de sueños. Y el perfil de las montañas, invencible y total, esculpía entre muecas, la sonrisa fugaz de la eternidad. Y todo se volvía tan sencillo y tan portentoso. 

La noche yacía suspendida, colgada de la nada como si el tiempo se hubiera comprimido: en el canto de un pájaro, el aria del viento, la asimetría del rumor de las aguas. Al fondo del horizonte hacia el perfil de una montaña, se divisaba otra lucecita fija, el viejo indio la había venido viendo desde hace tiempo. Y los perros volvieron a ladrar y luego de repente, volvían a callar. Pero repentinamente se escuchó un galope fuerte de caballos, que venia ascendiendo, cada vez más fuerte y más fuerte, batiendo la discreción del incólume llano. Fue entonces que se escuchó una ráfaga de relinchos. Y parecía que los relinchos empujados por el viento iban persiguiendo el galope sonoro de los caballos. Pero los indios no se detuvieron. Porque ahora oían el tambor de la tierra que los seguía guiando. 

Entonces el viejo indio recordó el rostro de su padre y 
la del padre de su padre y los veía caminar y sentarse en círculo al atardecer, 
y prender fogatas y pasar bajo el veredicto de los astros viendo el movimiento de las nubes y señalando las estrellas. Y también recordó la noche del sueño, cuando él dormía
 y llegó su padre y le despertó. Él se estremeció porque venían otros indios con su padre,
 quienes lo sacaron de la casa y lo llevaron al campo y ahí cantaron y hablaron lenca. 
Y esa noche fue cuando por primera vez vio los ojos de un jaguar,
 ojos incandescentes que lo miraba fijamente a él. Y comenzó a respetar 
a los jaguares porque eran los diez mil ojos de la noche que vigilaban
 el firmamento.

 Los indios avanzaban impecables contra la fragilidad de las sombras y el poderío de lo invisible. Y el viejo indio volvía a ver a la india en la camilla, y se figuro que ella era la bella durmiente. Y entonces pensó en la criatura que estaba por nacer. Y lo imagino grande y lo vio correr por el campo, saltar los arroyuelos y cazar las siluetas de las sombras; pero el niño todavía no había nacido. Entonces, un dolor inmenso recorría su pecho y volvía a pensar que aún quedaba camino por alcanzar. Pero sabía que el camino que restaba era generoso porque el reino de lo incorpóreo los había albergado, y que los cuadrantes de la noche iban rompiendo las ondulaciones de las montañas que se alargaban empujadas por el viento. Entonces la india se movió bruscamente y gritó, y los indios se abalanzaron sobre ella, y le dieron de beber agua y le secaron el sudor de la frente. Solo fue un solitario suspiro, una fugaz mirada, un efímero sueño. 

Después de eso, la mujer avanzo en y tranquilidad fortaleza y belleza. Fue en aquel momento que el viejo indio vio hacia un costado del perfil de la montaña, una nueva luz que a veces asomaba y otras veces se desvanecía. Nadie sabía qué era y nadie dijo nada. Y en la alta montaña una luz se apagaba y se prendía con las pulsaciones de un símbolo. Y los sonidos del silencio huían como visiones; mientras que sobre la montaña se levantaba el Alto Vigilante del Tiempo. Y cuando empezaron a subir la empinada cuesta, les asalto una horda de neblina que flotaba y progresaba con ellos, y los indios la iban atravesando como si ellos fuesen de puro aire. Pero al avanzar la neblina comenzó a disiparse y abrirse de nuevo un horizonte que comenzaba a exhibir un sembradío de miles de matas de maíz, que visto en perspectiva era un ejercito temible de sombras que agitaba sus brazos enérgicos al compas de las flautas del viento y el canto de los pájaros. Poco después, precedido de un breve silencio, un portal se había abierto: y el caudillaje de naturaleza, iba emergiendo y dando vía franca a un coro polifónico de todas las cantilenas de lo invisible.

 Entre claros oscuros y el olor de los pinos el viejo lenca, volvió a recordar su niñez, 
el olor del fogón, y de la tierra húmeda, vio los cielos limpios y atrapó la velocidad del venado, escuchó la voz del rio y el canto ensamblado de los pájaros. 
Se recordó en una noche iluminada por un circulo de voces y de fogatas, y vio entre luces y sombras los rostros de los ancianos de su pueblo. Sabía que todo era una repetición ancestral. 
El humo de las fogatas le llegaba a los ojos. Siempre había vivido entre el filo de la noche y la claridad del amanecer. Entre el incienso del copal y las luces de la candela. 
Recordó sus idas y regresos. Sus escapadas por el curso de los ríos, su inquietud por seguir la silueta de las montañas. Pero nada de eso era real, eran solo recuerdos.
 «Las piedras son piedras», pensó muy adentro. «Y a veces las nubes son más sólidas que una montaña». Mientras tanto, el coro polifónico de la oscuridad lo había envuelto en un gran manto. Entonces recordó, el nacimiento de su hijo y su entierro en un robledal. 
Sus ojos se humedecieron. Pero eso era el pasado. 
Ahora había que vivir en el futuro. Había que abrir la metáfora del amanecer. 

Poco a poco se iban cerrando los candados de la noche y abriéndose tímidamente los portales del amanecer. La india no volvió a gritar ni los indios a abalanzarse sobre ella; en cambio ellos solo miraban hacia adelante, esperando en cada vuelta ver las primeras luces del poblado, que cada vez se volvían más frecuentes, y desde lejos armaban un pesebre lleno de puntitos manchando confusamente en el horizonte. Mientras tanto, otro grupo de indios habían decidido abandonar la peregrinación. Solo quedaba un puñado de ellos que avanzaron hasta llegar al caserío, que los recibió en penumbras y absoluto silencio. La casa de la partera era una vieja construcción de ladrillos, de tres piezas con un par de corredores. Ellos entraron a la pieza pequeña, había una puerta abierta que comunicaba a otro cuarto más grande que estaba iluminado y derramaba su luz a la pieza pequeña. Ellos tuvieron que esperar hasta que salió una mujer vestida de blanco, llevaron a la india con cuidado a una cama de la pieza grande, y la recostaron. Después de examinarla, la partera les dijo que esperaran afuera en el corredor. Pero el viejo indio no le hizo caso y se quedo en el cuarto pequeño, y ahí se sentó en el suelo contra una pared, casi instintivamente toco el suelo que era de cemento y estaba frio, y áspero y húmedo.

 Ahora lo asalto el presencia de la cofradía, y el rostro de su padre aquella noche en que lo sacaron del cuarto y veía su rostro diciéndole las primeras palabras lencas que el pronuncio y así fue aprendiendo palabras.
 Un día llegó a hablar en lenca con su padre, pero ellos solo hablaban entre ellos. 
Y un día su padre lo llevo con los ancianos y todos hablaron en lenca; y fue cuando él paso a formar parte de la cofradía de la Vara de Moisés. 
Y aprendió de su padre palabras terribles y hermosas;
 y entendió el vuelo del cenzontle y el murmullo del rio y la cumbre de la noche; y él se sentía feliz siendo lenca y escuchando las historias y los actos indestructibles de su gente. 
Gestos, palabras y símbolos pasados de generación en generación, de día a día, de piedra en piedra. Pero ellos solo se reunían una vez por año, al abrigo intemporal de una noche indeterminada, larga y definitiva. Nadie sabía en dónde ni por qué. 
Algo que siempre se antecede a la palabra, algo que no ha ocurrido y que repentinamente se manifiesta, y seguirá aconteciendo intermitentemente. 
Entonces él aprendió de su padre lo mismo que su padre aprendió de su padre. 
Y así hasta llegar a las raíces de la fundación del mundo.

 Amanecía y el canto de los gallos iluminaba el horizonte. Ahora el viejo indio estaba aquí, acompañando a la joven mujer india que había luchado, que había soñado. Oyó voces en el cuarto grande. El seguía sentado en el piso y reclinado contra la pared. El era sueño y lejanía, y casi como en sueños, oyó el llanto de un niño. De golpee, erguió su espalda, y levanto ligeramente su cabeza: vio entre movimientos y luces las siluetas que iban y venían. Aunque sabía, en el fondo, muy en el fondo; que eso ya no importaba. «Ese es el misterio de la vida» murmuro el indio. Luego, pronuncio unas palabras en lenca. La luz del día a contrapelo empezaba a colarse progresivamente por los resquicios de las tejas y por las fisuras del contramarco de una ventana. En penumbras el indio vio una sombra entrar al cuarto, y de repente se abrieron las hojas de una ventana de par en par. La silueta de la sombra salió y volvió al cuarto grande. El indio creyó firmemente que había sido la partera. 

Por la ventana abierta asomaban ya tímidamente los contornos de las montañas, que cada vez es eran más definitivos y menos difusos. Sobre el borde de la ventana se había posado un pajarito, que en un destello alzo vuelo y permaneció fijo aleteando en busca del equilibrio del aire. El pajarito liviano, ágil y sagrado; miraba inmutablemente al viejo indio, pero éste ya no alcanzo a verlo porque antes había cerrado sus ojos como si se hubiese quedado dormido eternamente, y con la boca ligeramente abierta como si estuviera punto de pronunciar una sola y única palabra. 

Epílogo 

Solo quedaba una ventana con visión: la historia laberíntica de las nubes, el fondo inmemorial de una montaña, y el aleteo inmortal de un espíritu. 


*Cuento del libro Cuentos Iluminados. © Mario A. Membreño Cedillo. También hay una versión periodística que fue publicada en este blog. 

Ilustraciones

 Ellos caminaban como sombras. Dibujo por Plaza de las palabras

Pagina 10. GOODBYE CALIFORNIA. A la manera de Raymond Chandler: El sueño Eterno y El Largo adiós. Post Plaza de las palabras1


Por Mario A. Membreño Cedillo 

«Si quieres saber como es california, lee a Raymond Chandler». 
En La vida de Raymond Chandler, de Frank MacShane 


 Raymond T.Chandler, aquel espíritu reconcentrado, amalgama de lo duro de la vida y lo más puro de la poesía, educado en el rigor clásico del latín de Dulwich, periodista, cajero, contador, guionista y novelista. De padre cuáquero de Pensilvania y madre Irlandesa. De estilo ágil e irónico, esculpió con su prosa el espíritu de California. Más de un crítico ha dicho: «Si quieres conocer California, lee las novelas de Raymond Chandler». Y quizá haya algo de cierto en esa afirmación. En su prosa ágil y vigorosa, de corte rápido de la imaginación y golpe duro a la realidad. «Chandler era honesto en su modo de percibir la existencia ordinaria, pero también poseía un sentido de las posibilidades y aspiraciones humanas. Era en parte un soñador, un poeta de los ideales del amor, belleza y generosidad». Retratando lo grácil y rudo de California. Pero debajo de aquel sórdido paisaje urbano de los Ángeles, fluía in situ la poesía. «La mayoría de coetáneos de Chandler que escribían ficción normal, Fitzgerald, Hemingway y Faulkner, entre otros, se limitaban a un escenario espacial, y a un determinado tipo de personajes. En cambio la novela policíaca, le permitió a Chandler crear la totalidad de Los Ángeles de modo, como los novelistas del siglo XX, como Dickens y Balzac, crearon Londres y París, para generaciones futuras». 

Pero Chandler no era uno más de la cuadrilla. Admiraba a otro de la pandilla, el novelista Dashiell Hammett, «Chandler estudio minuciosamente la obra de Hammett y la suya propia se desenvolvía a partir de ella» Los críticos han coincidido en señalar que la prosa de Chandler y también de Dashiell Hammett, compiten y esta a la altura de la prosa de escritores como Hemingway o Faulkner. «La dicción de Chandler es formal y son comunes las frases compuestas. Su único amaneramiento es el abuso de la palabra “y”, que pudo haber copiado de Hemingway, aunque en todos los demás aspectos su estilo es diferente del de Hemingway. Lo que da a Chandler su estilo particular es el empleo simultáneo del ingles británico y un vocabulario predominantemente americano. Su prosa nunca es aburrida, porque Chandler entiende de cadencia y ritmo». 

Curiosamente, señalado en la biografía de Frank MacShane. El mismo Chandler confiesa, que en sus primeros relatos policíacos «No podía hacer entrar o salir de una habitación a mis personajes». Para luego darnos a su alter ego, su personaje Philip Marlowe. «quien da ligereza al tono. Sus agudezas crean el ambiente mitad cínico, mitad romántico que envuelve sus novelas» El fue un fino escritor en el sentido más estricto de la palabra. Y un sutil crítico social en el más preciso corte transversal de la realidad. Su educación inglesa modeló el tono de su lenguaje y el slang americano, abrió su vitalidad. Y en ese giro redescubrió California, desde esa ventana alta, tan típicamente inglesa, la novela policiaca.
En su novela El Sueño Eterno, dice: «La habitación era demasiado grande, el techo demasiado alto, las puertas demasiado altas, y la alfombra blanca que cubría el suelo parecía una capa de nieve recién caída en el lago Arrowhead». Peculiar recurso imaginativo pasar de una indeterminada habitación a la superficie nevosa del lago Arrowhead , este tipo de contrastes es típico de Chandler, contribuyen a ser una prosa imaginativa y agradable, a estar atento y cuidar cada palabra, en cualquier esquina o callejón sin salida. En esa misma novela, decía «Al diablo con los ricos exclama- me ponen enfermo» Línea que bien podría haber sido sacada de los cuentos de Gorki. Al final de la novela narra el pasaje que da título a la novela: «Que importa donde uno yace una vez muerto? En un sucio sumidero o en un mausoleo de mármol en la cumbre de una colina. Muerto uno dormía el sueño eterno». No tenemos ahí el más alambicado estoicismo de Séneca. Pero Chandler era también un escritor imaginativo y sorprendente, en su novela Adiós Muñeca, leemos: «La casa por sí sola no era mucha. Era más pequeña que el palacio de Buckingham, bastante gris para California, y seguramente tenía unas pocas ventanas menos que el edificio Chrysler». No es acaso esta descripción en prosa un eco al primer plano del cubismo de Picasso. Más adelante pinta: «Parecía como si sonriera fácilmente, pero sus ojos tenían una mirada fija, como si pensara cuidadosamente y despacio. La boca era sensual». No es acaso una descripción universal y cercana al rostro de la Monalisa de Leonardo Da Vinci.

Naturalmente remota y sonriente, la California de Chandler condensada en los 40’, es hoy más volátil. Ya en su novela El sueño eterno, —sutil critica al American Dream— entrevía detrás de aquellos pozos de petróleo, el puño cerrado e implacable de la realidad. La fuerza telúrica del paisaje. La puerta dorada de los emigrantes. Aquella California que imantizó el sueño europeo. Abriendo el surco entre el mar e incubando la larga y fatigosa marcha al oeste. El polvo quedaba atrás, el futuro germinaba en pepitas de oro. Y es que nada mueve más la ágil figura del sueño casi místico, a la espera del llamado poderoso de la tierra prometida. Y que mejor diseño que esa extraña y dispar geografía californiana. Mezcla de bosques canadienses y desiertos del Medio Oriente. Cumbres alpinas y fértiles tierras mesopotámicas. Playas bañadas por el sol y pintadas por el pacifico. Y acantilados labrados al estilo ingles y salpicada de faros escoceses. Climas en tensión y elementos naturales sin licencia. Mosaicos de razas. Una antigua crónica relata lo siguiente: «Saben Ustedes, que a mano derecha de las Indias hay una isla llamada California, muy cerca del paraíso terrenal poblada por mujeres blancas…[ ]… que vivían como amazonas. [ ]. El único metal que había era el oro… [ ]. En esta isla llamada California… poblada por grifos. Su reina era Calafia…» [Las sergas de Esplandian, García Rodríguez Ordoñez de Montalvo.]


Al tenor de este relato, resulta serio y sorprendente, que en la California actual se encuentre humo de una fogata encendida en el año de 1510. Llama la atención que California ya desde aquel entonces era considerada una isla, ecos sombríos de esa nota de gris futuridad pendiendo sobre California. Después del Big One Earthquaker California se desprenderá de la tierra continental y quedara como una isla. No sorprenden en nada las amazonas. No es acaso el Hollywood y su culto a la belleza. La cultura playera de cuerpos robustos y simétricos. El toque gay de la que San Francisco es su lebesraum. Al peso del oro y la tierra prometida, California es el estado más rico y prospero de la Unión. El 62% de sus habitantes declaran que el dinero es el principal motor de sus vidas. Más extraño resulta, imaginarse los grifos rompiendo el limpio y azul cielo de california. Esos seres imaginarios, de cuerpo de león con alas y cabeza de águila. Un diseño más propicio de la imaginería medieval gótica o del trazo babilónico. Quizá más a tono con la mente surrealista o la historia más añeja del núcleo europeo. Y no de una nación forjada en la linealidad de la imaginación. La mente americana se ha volcado a la técnica. América es el dominio de la técnica (Henry Ford) y el pragmatismo (Willian James). Pero, aún así la fabrica hollywoodense funciona. Superman y Batman son seres casi alados. Su antípoda es King Kong dulce resaca del tortuguismo darwinista. Al espejo, lo más cerca a un grifo es Dumbo, el simpaticón elefante alado creado por Walt Disney. 

Pero en esa prosa sin punto final, California es el laboratorio social más heterogéneo del mundo. Nueva York es cosmopolita. La linealidad neoclásica del Mall en Washington alienta un espíritu contemplativo. Pero California es la distracción y la dispersión. Es la vanguardia del espíritu norteamericano. Una especie de zona no prohibida en que la relajación de mente alcanza su temperatura más alta. Una hermandad de nombres santos reunidos en una misma región. Sus principales ciudades, ríos, montañas y valles ostentan nombres solemnes y píos que comienzan con San. Reminiscencia de la cultura española y mexicana. Pero sobre todo de las órdenes religiosas católicas. Y el zorro, héroe que defiende a los pobres, aparece, zaz, zas, ZZZ. Una sola ciudad lleva nombre en latín: Eureka. Paradójica región. En un estado en donde en 1991 el 57% de sus pobladores se declaraban tolerantes y sólo un 9% confesaba un temor a Dios. Natural y contradictorio. La ciudad de Los Ángeles con su cultura horizontal más cerca de la tierra que de los ángeles. Pero con un gran mosaico de razas y potencialidades. 

Bajo ese espectro California se me antoja una conciencia de matices disimiles, aun en su geografía, que de uniformidad. Debajo de esa hipercoloración de diversidad duerme una estructura uniforme y rasa. La relajación de contenidos y el andar fácil. En todo gusto a la medida. El hedonismo como primun movile. La invención del mundo cada mañana. Los californianos han llevado a su máxima realización el epojé husserliana y optimizado el lebenswelt. Han creado una cultura especulativa, no tanto contemplativa. Dispersa y no acentuada. Hasta en su manera de divertirse acusan esa tendencia. Veamos un deporte típicamente californiano, el surfing, especie de filosofía Zen, silbada entre el equilibrio del cuerpo y el movimiento de las olas. Pero esa escena bronceada parece erosionarse. La perspectiva es incierta. 

II

Así no parece venirse un boom de sueños. Y la corriente migratoria pide su parte del American Dream todos los días. El gesto multirracial y el pandillerismo hacen su agosto. Súmese el creciente peligro asiático, desplazando a afro-americanos y latinos. No sólo es cuestión de empleos o pelear las migajas del cada vez más raquítico presupuesto de los programas sociales. Es también una lucha por territorios. Y hasta en eso la pintan mal los afroamericanos y los latinos. Y es que no es lo mismo el pandillerismo juvenil con el radio a todo volumen oyendo música de los Lobos, que vérselas con pandilleros asiáticos. Los afroamericanos ya ratos la ven venir y desde hace una década, lentamente, han emprendido el retorno al Deep South Faulkneriano. Y es que es mejor vivir allí rodeado de paisaje con olor a tabaco negro, oyendo blues y jazz, que morir por las balas de una UZI o una AK 47 en una de esas grises y desabridas calles de Los Ángeles. Claro tampoco están las cosas como en la película Blade Runner, pero a estas alturas de la temporada, ni el escolar menos avispado se va a creer que la cosa es Disneylandia. 

Tampoco apostamos que el dream is over. Pero si creemos que para los ojos mojados de los latinos el sueño ha despertado, y nada de lo que ahí llueva o sople será cantar la bamba o bailar el chachachá. Situación de encrucijada para los que viven allá. No nos imaginamos a esa millonada de latinos emprendiendo el largo y fastidioso éxodo a la terra nostrum, guiados por algún chicano mesiánico que los hará cruzar el Río Bravo; y luego, extenderá su vara y abrirá en dos el mar de pobreza. Ellos están allá y nosotros aquí. Y para un latino la consigna ha de ser mejor muerto en California que vivo en ese laberinto de historias sin final llamado Latinoamérica. Vale más la vida acá que allá dice el pachuco. Así el latino en California posiblemente morirá al pie del American Dream. Mejor parientes lejanos del Tío Sam que Hijos de Sánchez. En alusión a la monumental obra sociológica de Oscar Lewis (Sociólogo norteamericano). Obra que leí como si fuera una novela. Mejor de Tepito que Mexicano. Pero aún en sus limitadas posibilidades, no hay nada que aliente más la búsqueda de espacios y soluciones que el instinto de supervivencia. Los salvadoreños son un buen ejemplo de eso. Se han inventado una segunda inteligencia social. Sin embargo los latinos tendrán que aumentar su dosis de ingenio y fortificar su piel. 

Al tiempo, California es la realidad experimental del mundo. Por eso es bueno, —de vez en cuando— dirigir una mirada a California. En una u otra manera es el termómetro de USA. Nueva York es el que sube y baja el índice bursátil. Washington es el golpe duro del poder. Boston es Harvard Square y un dejo nostálgico; en que «los Lowell solo hablan con los Cabot, y los Cabot solo hablan con Dios». Pero California parece marcar la hora de los cambios y el paso social. Si California anda bien USA anda bien. Y un pequeño malestar parece recorrer el estado. En un sentido ese malestar parece tocar las puertas de EE.UU. Y no es que llueva una crisis financiera sino la aprensión que el American Dream tiene un límite. Y ese límite aún no visto parece estar emergiendo a la vista. Precisamente, el límite sinónimo de fronteras, en una nación que hizo de su expansión de fronteras la fuerza motriz de su desarrollo. Finalmente, vale a la razón decir que no conozco california. Debo a las novelas de Chandler mi introducción a esa imaginería del homo seculorum. Mi acercamiento es indirecto y reposado, no veo un obstáculo a la ratio. El suelo más cerca de california que he pisado es el piso alfombrado del aeropuerto de Miami. A razones contrarias California no me resulta extraña. Creo que california es un poderoso imán de los sueños; y no hay nada que atraiga más la mirada del hombre moderno y postmoderno, que las promesas del sueño eterno y el largo adiós. 

Mas he de confesarlo California nunca me sedujo más de lo que atrapé en Chandler, de alguien invitarme a ir, iría. Pero de tener que escoger preferiría conocer Tahití o Kenia, Marruecos o Irlanda. California no me sabe a la verites verdadera. Palpó algo en ella que no es auténtico; si admiro ese vigor de los pioneros toda alma y futuro en manos; y de sus actuales inmigrantes, carrocería a todo terreno. Pero creo que he visto más profundidad y belleza en la superficie plana de las fotos del desierto de Mojave, que en ese espejismo ofertado por la T.V y el cine. Perfectamente claro en la última orilla de la línea es una cuestión de gustos, es el dispar mundo de los gustos y los disgustos; y allí no hay reglas pitagóricas ni cálculos infitesimales. Es el mundo abiertamente limpio y redondo. Más si algo quisiera rescatar de California seria una de esas esbeltas y bronceadas muchachas de profundas mirada azul y cabello rubio en movimiento por la playa, contra el fondo inmóvil del horizontal mar; y por supuesto, las novelas de Raymond Chandler. 

 1. Este articulo ya habia sido publicado hace bastante tiempoo en e lblog,ahora lo estamos pasando a la seccion Pagina 10 

  Créditos 
 Ilustraciones
  
http://en.wikipedia.org/wiki/File:Mona_Lisa.jpg http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Island_of_California.jpg

Sexteto: H.D, Lowell, St. Vincent Millay, Bishop, Plath, Sexton. Post Plaza de las palabras 1/2

 



Plaza de las palabras en su sección Poesías, presenta una selección de poetas y poesía de poetas norteamericanas. Ramillete que incluye a las poetas: Amy Lowell, (Brookline, Massachusetts, 9 de febrero de 1874–  Brookline, Massachusetts, 2 de mayo de 1925), Hilda Doolittle (H.D) (Bethelehem, Pensilvania, September 10, 1886–Zurich, September 27, 1961), Edna St. Vincent Millay, (Rockland Maine, 22 de febrero de 1892– Austerlitz, 19 de octubre de 1950). Elizabeth Bishop (Worcester, Massachusetts, 8 de febrero de 1911-Boston, 6 de octubre de 1979), Sylvia Plath (Boston; 27 de octubre de 1932-Londres; 11 de febrero de 1963) Anne Sexton (Massachusetts, 9 de noviembre de 1928-Weston (Massachusetts), 4 de octubre de 1974.) El post esta dividido en dos partes. La primera parte dedicada a las poetas Hilda Doolitlte (H.D), Amy Lowell y Edna St. Vincent Millay, y la segunda parte a las poetas Elizabeth Bishop, Sylvia Plath y Ann Sexton.

 

I. Datos biográficos (1)

«Amy Lawrence Lowell (Boston, 9 de febrero de 1874  12 de mayo de 1925), H.D poetisa estadounidense perteneciente a la estética del imagismo. Hermana del famoso astrónomo Percival Lowell, que predijo la existencia de Plutón, y de Abbott Lawrence Lowell, presidente de la Universidad de Harvard.1​ En 1926 se le concedió el Premio Pulitzer de poesía a título póstumo.  Hilda Doolittle (September 10, 1886 – September 27, 1961) was an American poet, novelist, and memoirist, associated with the early 20th century avant-garde Imagist group of poets, including Ezra Pound and Richard Aldington. She published under the pen name H.D.  Hilda was born in Bethlehem, Pennsylvania, in 1886, and grew up just outside Philadelphia in Upper Darby, Pennsylvania, and attended Bryn Mawr College. She moved to London in 1911, where she played a central role within the then-emerging Imagist movement. Young and charismatic, she was championed by the modernist poet Ezra Pound, who was instrumental in building her career. From 1916–17, she acted as the literary editor of the Egoist journal, while her poetry appeared in the English Review and the Transatlantic Review. Edna St. Vincent Millay (Rockland, 22 de febrero de 1892 – Austerlitz, 19 de octubre de 1950) fue una poeta, dramaturga y feminista estadounidense. Fue la primera mujer en recibir el Premio Pulitzer de Poesía tal y como se conoce. También se la conoce por su estilo de vida bohemio y sus numerosas relaciones amorosas. Usaba el pseudónimo Nancy Boyd para su trabajo en prosa.»

 

II. Breve repaso de las poetas seleccionadas:   Lowell, H.D, St. Vincent Millay, Bishop, Plath, Sexton

De la poesía norteamericana escrita por mujeres, el catalogo podría ser amplísimo y variopinto. No obstante las aquí seleccionadas pueden ser una muestra pequeña y relativamente representativa de la vigorosa y polifacética poesía norteamericana escrita por mujeres. Siempre que se habla de poesía de poetas norteamericanas uno piensa en Emily Dickson,  (Massachusetts, 1830-Massachusetts, 1886), quien podría ser a su vez la gran matrona o madona de la poesía escrita por mujeres.  Uno también pensaría en Marianne Moore (Missouri 1887-N.Y 1972), de ambas poetas hemos  publicado poemas en este blog. Y por supuesto no faltaría la   poeta  Maya Angeluo (Missouri, 1928-2014). En esta ocasión hemos elegido 6 poetas que tiene mucho en común pero igualmente muchas aristas que las diferencian. Un breve repaso nos dará algunas ideas. Tres de ellas nacen en la última década del  siglo XIX, (Lowell, H.D. St, Vincent Millay), las otras tres nacen en la década de los 30s del siglo XX,  salvo Bishop que es de la primera década de siglo XX. Casi todas llegan a la década de los 60s, menos Amy Lowell que muere en 1925 y Edna Saint Vincent Millay que muere en 1950. La más longeva fue H.D. que llego a vivir 75 años y la que menos vivió fue Sylvia Plath con solo 31 años. Cinco de ellas nacen en lo que se llama Nueva Inglaterra, (4 de Massachusetts y una de Maine) (2) y una sale de ese marco geográfico: H.D que nace en Pensilvania, su padre fue  profesor de la universidad de Pensilvania, la misma universidad en que se graduaría Ezra Pound.   

Cinco de ellas ganaron el prestigioso premio Pulitzer en el ramo de poesía. Edna V.Millay (1923), Lowell (1926), Bishop (1956), Sexton (1967), Plath, (1982);   aunque dos de los premios fueron en carácter póstumo (Lowell, Plath). La única que no lo gano fue H.D. Sexton además llegó a ser jurado del premio. Dos de ellas estuvieron vinculadas a la corriente imaginista del poeta Ezra Pound (Lowell y H.D.).  Dos además de poetas fueron novelistas: H.D y Sylvia Plath, solo una de ella fue además dramaturga: Edna St. Vincent Millay. Cuatro de ellas escribían con seudónimo H.D, Ann Sexton  su verdadero nombre era Anne Gray Harvey,  Edna St. Vincent Millay, usaba el  seudónimo de Nancy Boyd para su trabajo en prosa.  Sylvia Plath uso el seudónimo Victoria Lucas.   Una de ellas, H.D  llego a ser editora de una revista de prestigio Journal Egotist y una más fue Poeta Laureada: Elizabeth Bishop. Si Marianne Moore se había ganado elogiosas palabras de T.S.Eliot, H.D se gano la protección de Ezra Pound y luego se caso con el poeta Richard Adlington, también cultivaba la amistad de D. H. Lawrence y de la influyente escritora y protectora de escritores: la norteamericana Gertrude Stein (Pensilvania 1874-Francia 1946);  y era sicoanalizada por Segismundo Freud. Probablemente Lowell, H.D y Elizabeth Bishop fueron las más cosmopolitas del grupo. Por su parte Elizabeth Bishop además de la amistad, se beneficio de influencia de la gran poeta Marianne Moore. Mientras que Ann Sexton y Sylvia Plath asistieron y se beneficiaron de los talleres literarios del  poeta confesional Robert Lowell (Boston 1917-N.Y 1977). Dada la dispersión generacional, aunque toda eran oriundas de noreste de EEUU, (Massachusetts, Pensilvania y Maine). No  llegaron a ser amigas, salvo Sexton y Plath que coincidieron en los talleres del poeta Lowell.  Pero probablemente todas se leyeron. Al igual que Marianne Moore dos de ellas vivieron temporadas en Greenwich Village: H.D y Edna Saint Vincent Millay.

Se conoce que cuatro de ellas  se casaron y tres tuvieron hijos: H.D, Plath y Sexton. Estas dos últimas fueron poetas emblemáticas de los movimientos civilistas de la época (década de los 60), y HD, lo fue al ser redescubierta y revalorada su poesía en las décadas de los 70s y 80s. En sentido contrario Elizabeth Bishop fue una poeta más distante de las posiciones contestatarias o reivindicativas;  y sintonizaba más con el tono «frio» de  Marianne Moore. Mientras que Amy Lowell también ha sido revalorada en la década de los 80s. Desde una perspectiva de orientaciones temáticas, Plath y Sexton cultivaron una poesía  confesional.  H.D se intereso más por los clásicos griegos, y llego hacer traducciones de los coros de algunas obras de Eurípides. Elizabeth Bishop fue profesora, conferencista y profesora de Harvard University y  Sexton fue profesora titular en Boston University.  Plath y H.D vivieron en Londres, Bishop en Francia y  Brasil, donde se intereso por la poesía brasileña, los trabajos de Clarice Lispector, (ucrania, 1917-Rio Janeiro, 1978) y tradujo al ingles a poetas brasileños y a Octavio Paz.  Tres de ellas escribieron literatura infantil: HD, Plath, Sexton.  Edna Saint Vincent Millay escribió un libreto para opera y cinco dramas en verso. Lowell escribió un trabajo biográfico sobre el poeta romántico ingles John Keats.  H.D fue la primera mujer en ser galardonada con la medalla de la Academia Americana de las Artes y las Letras,   Edna St. Vincent Millay fue miembro de la academia,  y Elizabeth Bishop, fue miembro de ambas academias: Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias y Academia Estadounidense de las Artes y las Letras 

 

Dos de ellas provenían de familias financieramente sólidas, Lowell y Sexton. Dos  fueron niñas precoces, Plath escribe a los 8 años su primer poema y St.Vincent Millay lo escribe a los 12 años, a los 15 recibe su primer premio y  escribe su famoso poema  Renascence a los 20 años. Mientras que Amy Lovell es poeta tardía, publica su primer poema después de los treinta años. En lo relativo  a su preparación  académica; salvo Amy Lowell que nunca fue a la universidad porque su familia se opuso a que fuera.  El peso académico, estudios y trabajos de este grupo de poetas tocan una gama amplia y respetable de instituciones que va desde Vassar College, (Bishop, ST. Vincent Millay), Bryn Mawr College, (H.D) Smith College (Plath) Universidad de Boston (Sexton), Universidad de Cambridge, (Plath). Sebarajan Becas Fullbright y Becas Guggenheim. En cuanto a sus empleadores o lugares de trabajo, Universidad de Harvard, MIT, Lectoras del Congreso,  Universidad de Boston. Es impresionante la gama y cantidad de premios y distinciones que este grupo de poetas recibió, por supuesto unas más que otras. Tres mueren de muerte natural Lowell (51), H.D  (75), Bishop (68), una muere accidentalmente, Edna St.Vincent Millay (68), y dos se auto-malograron  Plath (31) y Sexton (45). Pese a los nudos traumáticos y angustiosos que padecieron algunas de ellas,  todas disfrutaron en determinados pasajes de su vida de una relativa aceptación y fueron puntos de referencia de la poesía de su época. Con posteridad, varias de ellas –por diversas razones–  han vuelto a ser revaloradas aún mucho más.

21 POEMAS

 Para esta muestra de las poetas reseñadas incluimos 25 poemas, que incluye 7 poemas de Amy Lowell,  7 poemas de H.D, y 7 poemas de Millay. Privilegiamos formatear poemas con su respectiva versión en ingles a fin  de presentarlo como textos paralelos;  sin embargo también hay versiones solamente en español, y una más que solo presentamos en ingles. Harp –weaver de Millay. Mientras que los traductores son un representativo, nutrido  y selecto grupo de experimentados vuelos.  

 

Primera parte

Amy Lowell

(1874-1925)


De la lectura al imaginismo poético

 

 

Portada  TIME, 1925

 

Puntos clave de Amy Lowell, ella no asistió a la universidad, pero sustituyo el mundo académico por el mundo empírico, apoyada en una vasta cultura de lectora  y de viajes por el mundo. Se adhirió al  imaginismo de Ezra Pound, decanto su gusto por la literatura y cultura china y privilegio el haiku japonés. Se apropio del  verso libre como técnica literaria y la llamó «prosa polifónica».  Aquí se presenta una breve muestra de su poemas, en que se aprecia su influencia china,  su trafico por  el  haiku japonés y su intención imaginista al acercase a  las cosas directamente: Lo concreto no lo abstracto, la imagen no la idea,  el ritmo no el metro. 

 

Plantas marinas

 

Fría cae la luna sobre la arena de las dunas

y las algas ondean y fulguran;

el tenue ritmo de mi reloj dice

que son ya las doce y cuarto;

y no oigo nada todavía

salvo los golpes del viento sobre el mar.

 

De El jardín de Sevenels

Traducción: Marta Porpetta. Ediciones Torremozas, Madrid 2007

 

La mujer del pescador

 

Cuando estoy sola

el viento en los pinos

es como el rasgueo de las olas

en los costados de madera de una barca.

 

De El jardín de Sevenels

Traducción: Marta Porpetta. Ediciones Torremozas, Madrid 2007

 

El jardín del emperador

 

Una vez, en el sofocante calor de pleno verano,

un Emperador hizo que las montañas en miniatura de

su jardín

fueran cubiertas con seda blanca,

así coronadas,

parecían refrescar sus ojos

con el resplandor de la nieve.

 

De El jardín de Sevenels

Traducción: Marta Porpetta. Ediciones Torremozas, Madrid 2007

 

AUTUMN

 

All day I have watched the purple vine leaves

Fall into the water.

And now in the moonlight they still fall,

But each leaf is fringed with silver.

 

OTOÑO

 

Todo el día vi caer en el agua

las púrpuras hojas de la vid.

Y siguen cayendo a la luz de la luna

cada hoja con un borde de plata.

 

Traducción SALVADOR

ELIZONDO, MARINA FE

Y JOSEFINA GONZÁLEZ DE

LA GARZA

 

 

UN ARTISTA

 

El anacoreta, Kisen,

escribio mil poemas

y arrojo novecientos noventa y nueve en el rio

considerando solo uno digno de preservarse.

 

Antología de la poesía norteamericana, traducciones por

Ernesto Cardenal y Coronel Urtecho

 


MADONA DE LAS FLORES DE LA TARDE

 

Todo el santo día he estado trabajando,

ya estoy cansado.

Y llamo: “¿Dónde estás?”

Solo se oye el rumor de la encina en el viento.

La casa esta en silencio,

el sol brilla en tus libros,

en tus tijeras y tu dedal que acabas de dejar,

más tu no estás aquí.

Al punto me siento solo:

¿Dónde estás ?

Ando en torno buscando.

Y de pronto, te veo

bajo un toldo azul pálido de veraneras

con una canastilla de rosas bajo el brazo.

Fría como de plata,

y te sonríes.

Pienso que las campanas de Cantorbery están tocando

aires ligeros,

me dices que las peonias ya quieren poda,

que las colombinas se han salido de su marco,

que la pirus japonica debe desenramarse y redondearse.

Me dices estas cosas,

pero yo te miro, corazón de plata,

blanca llama de corazón de plata pulida

ardiendo bajo el quiosco azul de veraneras,

y ansió en ese instante ponerme de rodillas a tus pies,

mientras en torno nuestro desgranan las campanas de

Cantorbery sus altos y dulces Tedeums.

 

Antología de la poesía norteamericana, traducciones Ernesto Cardenal y Coronel Urtecho

 

PENUMBRA

 

Mientras estoy aquí sentada en la quieta noche de verano,

de pronto, en la lejana carretera, se oye

el rechinar y el acelerar de un tranvía eléctrico.

Y, mas lejos todavía,

el fuerte resoplar de una maquina,

seguido del desgarrado arrastrar de un tren de carga

cambiando de vía.

Estos son los ruidos que hacen los hombres

en el largo ajetreo de la vida.

Seguirán haciendo siempre estos ruidos,

aun después que yo me haya muerto y ya no pueda oírlos.

Sentada aquí en la noche de verano,

estoy pensando en mi muerte.

.Que pasara contigo?

Veras mi silla

con su brillante cobertor de zaraza

iluminada por el sol del mediodía,

como ahora.

Veras mi mesa angosta

donde he estado escribiendo tantas horas.

Mis perros meterán sus hocicos en tu mano,

preguntando —preguntando—

y pendientes de ti con ojos perplejos.

La vieja casa todavía estará aquí,

la vieja casa que me ha conocido desde el principio.

Las paredes que me han visto jugar:

con soldados, canicas, muñecas de papel,

que me han protegido a mi y a mis libros.

La puerta de entrada estará mirando a los viejos arboles

donde, cuando era niña, jugaba con muertos y con indios;

mirara la ancha vereda de grava

donde yo rodaba mi aro,

y las matas de rododendro

donde cogía mariposas de pintas negras.

La vieja casa te guardara a ti,

como yo lo he hecho.

Sus paredes y sus cuartos te guardaran,

y yo susurrare mis pensamientos y fantasías

como siempre,

en las paginas de mis libros.

 

Antología de la poesía norteamericana, traducciones

por Ernesto Cardenal y Coronel Urtecho

 

"The definition of Vers libre is: a verse-formal based upon cadence. To understand vers libre, one must abandon all desire to find in it the even rhythm of metrical feet. One must allow the lines to flow as they will when read aloud by an intelligent reader. Or, to put it another way, unrhymed cadence is "built upon 'organic rhythm,' or the rhythm of the speaking voice with its necessity for breathing, rather than upon a strict metrical system. Free verse within its own law of cadence has no absolute rules; it would not be 'free' if it had."[11]

Untermeyer writes that "[s]he was not only a disturber but an awakener."[12] In many poems, Lowell dispenses with line breaks, so that the work looks like prose on the page. This technique she labeled "polyphonic prose".[13] (3)

 

 






H.D

(Hilda Doolitle)

(1886 –1961)

 

Del imaginismo poético al gusto por el clasicismo griego


 

H.D. circa 1925, photographed by Man Ray (4)

 

Puntos claves de H.D,  parte del  imaginismo de Ezra Pound y su gusto por el arte y el clasicismo griego que aprendió en su temporada en Bryn Mawr College, se acerca a los mitos. Helena y Troya están en su horizonte mental. Y trata de reinterpretar la historia. Sabe griego y traduce a Esquilo. Se enrola en el imaginismo con Aldington y Pound. Desde esos dos puntales helenismo e imaginismo escribe su poesía. Al igual que Amy Lowell se apareja con el verso libre.

 

H.D. Imagiste

Soon after arriving in England, H.D. showed Pound some of her poems. He had already begun to meet with other poets at the Eiffel Tower restaurant in Soho. He was impressed by her poems closeness to the ideas and principles he had been discussing with Aldington, with whom he had shared plans to reform contemporary poetry through free verse, the tanka and the tightness and conciseness of the haiku, and the removal of all unnecessary verbiage. In summer 1912, the three poets declared themselves the "three original Imagists", and set out their principles as:

1. Direct treatment of the 'thing' whether subjective or objective.

2. To use absolutely no word that does not contribute to the presentation.

3. As regarding rhythm: to compose in the sequence of the musical phrase, not in the sequence of a metronome.[13][14] (5)

 

 

 

 

 

Oreade (6) 

Whirl up, sea—

Whirl your pointed pines.

Splash your great pines

On our rocks.

Hurl your green over us—

Cover us with your pools of fir.

 

ORÉADE

 

Mar, arremolínate.

Revuelve tus afilados pinos,

salpica en nuestras rocas

tus grandes pinos,

precipita tu verde sobre nosotros,

cúbrenos con tus pozas de pináceas.

 

Traducciones de SALVADOR ELIZONDO, MARINA FE

Y JOSEFINA GONZÁLEZ

 DE LA GARZA

Oréade

Mar, agítate—

Estremece tus agujetas de pinos.

Esparce tus grandes pinos

En nuestras rocas.

Lánzanos  tu verdor —

Y cúbrenos con tus olas de abeto.

 

Traducción Plaza de las palabras

 

SEA ROSE

Rose, harsh rose,

marred and with stint of petals,

meagre flower, thin,

sparse of leaf,

more precious

than a wet rose,

single on a stem —

you are caught in the drift.

Stunded, with small leaf,

you are flung on the sands,

you are lifted

in the crisp sand

that drives in the wind.

Can the spice-rose

drip such acrid fragrance

hardened in a leaf?

 

ROSA MARINA

Rosa, dura rosa

lastimada, frugal de pétalos

magra flor, delgada

casi sin hojas,

más preciosa

que la rosa húmeda,

única en el tallo,

te atrapa la corriente.

Entumida, con pequeñas hojas

arrojada a la arena,

vuelas con el rizado polvo

que lleva el viento.

¿Puede la rosa aromática

rezumar esa fragancia acre

endurecida en una hoja?

 

Traducciones de

SALVADOR ELIZONDO,

MARINA FE Y JOSEFINA GONZÁLEZ

DE LA GARZA

 

 

THE POOL

Are you alive?

I touch you.

You quiver like a sea-fish

I cover you with my net.

What are you — banded one?

 

LA CHARCA

¿Estás vivo?

Te toco.

Tiemblas como pez del mar.

Te cubro con mi red.

¿Quién eres, prisionero?

 

Traducciones de

SALVADOR ELIZONDO,

MARINA FE Y JOSEFINA

GONZÁLEZ DE LA GARZA

 

 

Helena 

 

     Toda Grecia odia

los ojos quietos en el rostro blanco,

el lustre que remeda a los olivos

donde está de pie

y sus manos blancas.

Toda Grecia denigra

el rostro macilento cuando ríe,

odiándolo aún más profundamente

cuando se pone pálido y blanco,

recordando encantamientos del pasado,

males del pasado.

Grecia ve sin conmoverse,

la hija de Dios, nacida del amor,

la hermosura de sus pies frescos

y las más suaves rodillas,

podría incluso amarla

si tan sólo estuviera tendida,

ceniza blanca entre cipreses fúnebres.

 

De Heliodora, 1924 ,

traducción: María Negroni y Sophie Black

 

La vara en flor

Voy donde amo y soy amada (7)

hacia la nieve;

Voy hacia aquello que amo

sin ningún pensamiento de deber o piedad;

Voy hacia donde pertenezco, inexorable,

como la lluvia que no ha cesado de caer

hacia los surcos; 

he dado o podría haber dado

vida al grano;

pero si éste no crece o madura

con la lluvia de la hermosura,

la lluvia retornará a la nube,

quien cosecha afila su acero sobre piedra;

pero éste no es nuestro campo,

no lo hemos sembrado;

impiadosos, impiadosos, dejemos

el sitio de la calavera

para aquellos que lo compusieron.

Satisfechos, insatisfechos,

saciados o entumecidos de hambre,

he aquí la urgencia eterna,

la desesperación, el deseo de equilibrar

la variante eterna;

tú percibes este llamado insistente,

esta demanda de un cierto instante,

la vocación de gozar, de vivir,

no el mero afán de perdurar,

la vocación de vuelo, de consecución,

la vocación de reposo tras un largo vuelo;

pero ¿quién conoce la desesperada urgencia de esos otros 

–verdaderos tal vez 

ahora míticos pájaros—

que buscan, infructuosos, reposo

hasta que se desploman desde el punto más alto de la espiral

o caen del centro mismo de un círculo cada vez más estrecho?

pues ellos recuerdan, recuerdan, 

al mecerse y revolotear

lo que existió una vez

 –recuerdan, recuerdan—

ellos no se desviarán –han conocido la bienaventuranza

el fruto que satisface 

–han retornado—

¿y si las islas se perdiesen? 

¿si las aguas cubrieran las Hespérides? 

Mejor es que recuerden

—recuerden las manzanas doradas del árbol;

Oh, no los compadezcas, 

mientras los ves caer uno por uno,

pues caen exhaustos, adormecidos, ciegos,

pero en un cierto éxtasis,

pues de ellos es el hambre

del Paraíso.

 

De Trilogía, 1944-1946

Traducción Gianni Cesarini

 

         

 Eurídice

 

I.

Así que me has forzado a regresar,

a mí que podría haber caminado entre las almas vivas

sobre la tierra,

a mí que podría haber dormido entre las flores vivas

por fin;

 

así que por tu arrogancia

y tu inflexibilidad

he sido regresada

a donde líquenes muertos vierten

pavesas muertas en musgo de ceniza;

 

así que por tu arrogancia

estoy destrozada por fin,

yo que había vivido en la inconsciencia,

que casi había olvidado;

 

si me hubieras dejado esperar

habría crecido desde la indiferencia

hasta la paz,

si me hubieras dejado descansar con los muertos,

te habría olvidado a ti

y al pasado.

  

II.

Aquí tan solo llama sobre llama

y negro entre centellas rojas,

rayos de negrura y luz

que se tornó incolora;

 

¿por qué te diste la vuelta,

qué infierno tenía que ser repoblado

con mí misma así

barrida hacia la nada?

 

¿por qué miraste hacia atrás?

¿por qué vacilaste en ese momento?

¿por qué volviste el rostro,

prendido por la llama de la tierra superior,

hacia mi rostro?

 

¿qué fue lo que cruzó mi rostro

con el fulgor del tuyo

y tu mirada?

¿qué fue lo que viste en mi rostro?

¿la luz de tu mismo rostro,

el fuego de tu misma presencia?

 

Qué tenía que ofrecer mi rostro

salvo el reflejo de la tierra,

color de jacinto

prendido en la cruda fisura de la roca

de donde cae la luz,

 

y el color de iridáceas celestes

y la brillante superficie de iridáceas doradas

y la de la anémona,

rápida en sus venas como relámpago

y como blancura.

  

III.

Rosa de azafrán del borde de la tierra,

azafrán silvestre que se inclinó

sobre las afiladas aristas de la tierra,

todas las flores a cortar a lo largo de la tierra,

todas, todas se han perdido,

 

todo está perdido,

todo está mezclado con negro,

negro sobre negro

y, peor que el negro,

esta luz sin color.

 

IV.

 Borde sobre borde

de iridáceas azules,

iridáceas, amuralladas contra su propio azul,

azul de aquella tierra superior,

azul de la hondura sobre hondura de las flores,

perdidas;

 

flores,

si hubiera podido tomar de ellas mi aliento,

una vez, lo suficiente,

más que la tierra,

incluso más que de la tierra superior,

hubieran podido pasar conmigo

bajo la tierra;

 

si hubiera podido arrancarlas de la tierra,

todas las flores de la tierra,

si solo una vez hubiera aspirado en mi interior

las muy doradas iridáceas

y las rojas,

los muy dorados corazones del primer azafrán,

toda la dorada masa,

toda la gran fragancia,

me habría atrevido a perder.

  

V.

 Así que por tu arrogancia

y tu inflexibilidad

he perdido la tierra

y las flores de la tierra,

y las almas vivas sobre la tierra,

y a ti que cruzaste por la luz

y que llegaste

a inflexible;

 

tú que posees tu propia luz,

que eres tú mismo una presencia,

que no necesitas presencia;

 

pero por toda tu arrogancia

y tu mirada,

te digo esto:

 

tal pérdida no es pérdida,

un terror así, tales filamentos y bucles y precipicios

de negrura,

tal terror

no es pérdida;

 

el infierno no es peor que tu tierra

sobre la tierra,

el infierno no es peor,

no, ni tus flores

ni tus venas de luz

ni tu presencia,

una pérdida;

 

no es peor mi infierno que el tuyo

aunque pases entre las flores y hables

con los espíritus sobre la tierra.

 

VI.

Frente a lo negro

tengo yo más fervor

que tú en todo el esplendor de aquel lugar,

frente a la negrura

y el inhóspito gris

tengo más luz;

 

y las flores,

si hubiera de hablarte de ellas,

volverías tus pasos desde tus estables caminos

hacia el infierno,

te volverías otra vez y volverías tu mirada

y me hundiría en un lugar

aún más terrible que este.

 

VII.

 Al menos tengo las flores de mí misma,

y mis pensamientos, ningún dios

puede quitármelo;

tengo el fervor de mí misma como presencia

y mi propio espíritu como luz;

 

y mi espíritu con su pérdida

lo sabe;

aunque pequeña frente a lo negro,

pequeña frente a las rocas informes,

el infierno ha de romperse antes que yo me pierda;

 

antes de que me pierda,

el infierno ha de abrirse como una rosa roja

para que pasen los muertos.

 

Traducción   Rubén Martín  en Lengua Ajena, La Tribu

 

 

 

Epitaph (8)                                                            Epitafio

"Let Zeus Record":

 

So you may say,

Greek flower; Greek ecstasy

reclaims forever

one who died

following intricate song's

lost measure.[48]

 

(48) Lohr Martz, Louis. Collected

 Poems, 1912–1944, By H. D. (Hilda Doolittle). New York: New

 Directions, 1983. 

Vamos Zeus Registra  

 

Así puedes decir,

Griega flor, éxtasis Griego

lamentos eternos 

de quien murió

buscando la medida perdida

en confusos cantos.

 

 

 

Traducción Plaza de las palabras

 

 

 

Edna Saint Vincent Millay

(1892-1950)

De la libertad del Greenwich Village al feminismo

 

 

Edna St. Vincent Millay en el Vassar College, foto de Arnold Genthe, 1914.

 

Puntos claves de Edna St. Vincent Millay, junto con Marianne Moore, es considerada en antologías y por críticos como una poeta «Major». Greenwich Village al igual que a Mariane Moore le beneficio y líbero su mente hacia una poesía más autónoma y de identidad. En 1923, con su cuarto volumen de poesías, The Ballad of the Harp-Weaver, gano el  Pulitzer Prize de poesía. Fue la primera mujer en ganarlo. «Para la juventud desilusionada de post Guerra, ella se convirtió en una especie de portavoz y representante del espíritu de rebelión de su generación, por su lucha por los derechos de la mujer y la igualdad social.» (9) Otro punto clave, según los críticos y estudiosa de su obra  es que convirtió la sexualidad femenina en sujeto literario. (10)

 

 

American Bohemia was in revolt against Main Street, against the power of money, against Victorian morals. Freedom was the theme…The businessman could never understand. It was part of a world-wide revolt of artists and thinkers against a society where most of the rewards went

to people skillful in the manipulation of

money…when artists and writers found it hard to make themselves rich in industrial society, they repudiated the whole business. Greenwich Village was their refuge, the free commune of Montemarte on American soil. (Hamilton 2)  (11)

 

 

.

What Lips My Lips Have Kissed

 
What lips my lips have kissed, and where, and why,
I have forgotten, and what arms have lain
Under my head till morning; but the rain
Is full of ghosts tonight, that tap and sigh

Upon the glass and listen for reply,
And in my heart there stirs a quiet pain
For unremembered lads that not again
Will turn to me at midnight with a cry.

Thus in winter stands the lonely tree,
Nor knows what birds have vanished one by one,
Yet knows its boughs more silent than before:
I
 I cannot say what loves have come and gone,

I only know that summer sang in me
A little while, that in me sings no more.

 

HE OLVIDADO QUÉ LABIOS ME HAN BESADO

 

He olvidado que labios me han besado, donde

y por que; en que brazos he dormido

hasta el amanecer; pero en el ruido

de la lluvia esta noche han suspirado.


 

Y desde mi ventana me han llamado.

Mi corazón dulcemente ha sufrido

por los tiernos muchachos que yo olvido

y que ya no despiertan a mi lado.

 

El árbol que los pájaros dejaron,

en invierno, sin cantos, queda así,

sabiéndose en silencio y nada más.

 

Yo ya no se que amores me dejaron;

solo se que el verano canto en mi

por un instante, y ya no canta más.

 

Antología de poesía norteamericana, traducciones por Ernesto Cardenal y

 Coronel Urtecho 

 

 

 

 

 

 

First Fig

 

My candle burns at both ends;

It will not last the night;

But ah, my foes, and oh, my friends—

It gives a lovely light!

LA VELA

 

Mi vela esta prendida en ambos lados;

no durara la noche;

pero oh, amigos, oh, enemigos mios—

es tan bello el derroche!

 

 

 

Antología de poesía norteamericana,

traducciones Ernesto Cardenal y Coronel Urtecho 

 

PRIMER HIGO

 

Arde mi vela por ambos extremos,

se apagará antes de ver la aurora.

Mas ¡oh! rivales y ¡oh! mis amigos,

nunca se ha visto una luz tan dorada.

 

 

 

 

Traducción Violeta Fernández Castro Universidad de Málaga

 

La vela

 

Por ambos puntos está  prendida la vela;

No durara para siempre.

Pero ¡oh, camaradas cercanos , oh, desconocidos lejanos—

¡Libertara una luz encantadora!


Traducción Plaza de las palabras

 

 

VIAJE

 

Los rieles están lejos de mi casa,

y el día tiene siempre muchos ruidos,

pero no pasa un tren durante el día

sin que yo no haya oído sus silbidos.

Y de noche no pasa ningún tren

aunque la noche es la hora de sonar

sin que vea en el cielo su humo rojo,

y escuche sus calderas resoplar.

Mi corazón reboza de amistades,

y mejores no creo que las haya;

más no hay un tren que yo no tomaría

a cualquier dirección que el tren vaya.

En catedral, museo, claustro,

en el descanso de la escalera del palacio.

 

Antología de poesía norteamericana, traducciones Ernesto Cardenal y Coronel Urtecho 

 

 

SONETO V

 

Si descubriera, de algún modo fortuito,

que has desaparecido para no volver jamás…

Si leyera en la contraportada de un diario, digamos,

sostenido por un vecino en el vagón del metro,

que en la intersección de esta avenida y esa calle

(de cosas así están repletos los periódicos)

un hombre apresurado, que resultaras ser tú,

hubiera muerto atropellado hoy a mediodía,

no rompería a llorar –no podría romper

a llorar, ni retorcerme las manos en un sitio así–,

no haría sino ver pasar las luces de la estación

con un interés más vivo reflejado en mi cara;

o levantaría la vista y leería con aún más interés

dónde guardar las pieles y cómo cuidarse el pelo.

 

Un palacio en la arena, de Edna St. Vincent Millay (Trad. de Andrés Catalán),

Harpo Libros,  España, 2017, CONTRA EL SILENCIO,

LA VOZ DE EDNA ST. VINCENT MILLAY

 

 

EL CONCIERTO

 

No, voy a ir yo sola.

Volveré cuando acabe.

Sí, por supuesto que te quiero.

No, no se alargará.

¿Por qué no puedes acompañarme?

Eres un amante excesivo.

Te pondrías en medio

de mí y de la música.

 

Si voy yo sola,

vestida discreta y finamente,

mi cuerpo fallecerá en la silla,

y sobre la cabeza una llama,

una mente que es el doble que la mía,

distinguirá con gélida alegría

el sabio avance y retirada

de ejércitos sin patria

al asalto de una innominada puerta,

arriando terribles jabalinas

desde los chillones muros de una ciudad que canta

 

¡y en la que ninguna mujer espera!

¡Ejércitos libres de amor y de odio,

procesiones en fila de implacable sonido

que escalan la colina hacia el sol y lanzan

doradas picas a la tierra!

¡Al frente de las filas un corredor plateado

con un estandarte en el que están anotados

la leche y el acero de una herida sin sangre

sanada del todo por la espada!

 

Nada tenemos que ver ambos con la música.

No podemos hacer de ella un marco de filigrana

en medio del cual tú y yo,

tiernamente alegres por haber acudido,

nos sentemos sonrientes, cogidos de la mano.

 

Vamos, vamos, confórmate con esto.

Volveré contigo, te juro que lo haré;

y todavía podrás reconocerme.

Seré un poco más alta solamente

que al marcharme.

 

Un palacio en la arena, de Edna St. Vincent Millay (Trad. de Andrés Catalán),

Harpo Libros,  España, 2017 CONTRA EL SILENCIO,

LA VOZ DE EDNA ST. VINCENT MILLAY

 

 

WILD SWANS

I looked in my heart while the wild swans went over.

And what did I see I had not seen before?

Only a question less or a question more:

Nothing to match the flight of wild birds flying.

Tiresome heart, forever living and dying,

House without air, I leave you and lock your door.

Wild swans, come over the town, come over

The town again, trailing your legs and crying!

 

 

CISNES SALVAJES

Miré en mi interior mientras los cisnes vi pasar.

¿Y qué fue lo que vi que antes no había visto?

Solo alguna pregunta de más o alguna menos:

Nada como el vuelo de los pájaros salvajes.

Pesado corazón, viviendo y muriendo siempre,

casa sofocante, te dejo y cierro tu puerta.

Venid, cisnes salvajes, a la ciudad, venid

de nuevo a la ciudad, arrastrándoos y llorando.

 

Traducción Violeta Fernández Castro

Universidad de Málaga

 

 

 

The Ballad of the Harp-Weaver

 

“Son,” said my mother,

When I was knee-high,

“You’ve need of clothes to cover you,

And not a rag have I.

 

“There’s nothing in the house

To make a boy breeches,

Nor shears to cut a cloth with

Nor thread to take stitches.

 

“There’s nothing in the house

But a loaf-end of rye,

And a harp with a woman’s head

Nobody will buy,”

And she began to cry.

 

That was in the early fall.

When came the late fall,

“Son,” she said, “the sight of you

Makes your mother’s blood crawl,—

 

“Little skinny shoulder-blades

Sticking through your clothes!

And where you’ll get a jacket from

God above knows.

 

“It’s lucky for me, lad,

Your daddy’s in the ground,

And can’t see the way I let

His son go around!”

And she made a queer sound.

 

That was in the late fall.

When the winter came,

I’d not a pair of breeches

Nor a shirt to my name.

 

I couldn’t go to school,

Or out of doors to play.

And all the other little boys

Passed our way.

 

“Son,” said my mother,

“Come, climb into my lap,

And I’ll chafe your little bones

While you take a nap.”

 

And, oh, but we were silly

For half an hour or more,

Me with my long legs

Dragging on the floor,

 

A-rock-rock-rocking

To a mother-goose rhyme!

Oh, but we were happy

For half an hour’s time!

 

But there was I, a great boy,

And what would folks say

To hear my mother singing me

To sleep all day,

In such a daft way?

 

Men say the winter

Was bad that year;

Fuel was scarce,

And food was dear.

 

A wind with a wolf’s head

Howled about our door,

And we burned up the chairs

And sat on the floor.

 

All that was left us

Was a chair we couldn’t break,

And the harp with a woman’s head

Nobody would take,

For song or pity’s sake.

 

The night before Christmas

I cried with the cold,

I cried myself to sleep

Like a two-year-old.

 

And in the deep night

I felt my mother rise,

And stare down upon me

With love in her eyes.

 

I saw my mother sitting

On the one good chair,

A light falling on her

From I couldn’t tell where,

 

Looking nineteen,

And not a day older,

And the harp with a woman’s head

Leaned against her shoulder.

 

Her thin fingers, moving

In the thin, tall strings,

Were weav-weav-weaving

Wonderful things.

 

Many bright threads,

From where I couldn’t see,

Were running through the harp-strings

Rapidly,

 

And gold threads whistling

Through my mother’s hand.

I saw the web grow,

And the pattern expand.

 

She wove a child’s jacket,

And when it was done

She laid it on the floor

And wove another one.

 

She wove a red cloak

So regal to see,

“She’s made it for a king’s son,”

I said, “and not for me.”

But I knew it was for me.

 

She wove a pair of breeches

Quicker than that!

She wove a pair of boots

And a little cocked hat.

 

She wove a pair of mittens,

She wove a little blouse,

She wove all night

In the still, cold house.

 

She sang as she worked,

And the harp-strings spoke;

Her voice never faltered,

And the thread never broke.

And when I awoke,—

 

There sat my mother

With the harp against her shoulder

Looking nineteen

And not a day older,

 

A smile about her lips,

And a light about her head,

And her hands in the harp-strings

Frozen dead.

 

And piled up beside her

And toppling to the skies,

Were the clothes of a king’s son,

Just my size.

 

De 12 Poems by Edna St. Vincent Millay By Nava Atlas | On April 27, 2019April 27, 2019. Literary Ladies Guide. Inspiration for Readers and Writers from Classic Women Authors

 

Notas bibliográficas

 

1. Datos biográficos de esta sección tomados de Wikipedia Español y Wikipedia English   

2. Nueva Inglaterra,  región geográficamente, (si uno ve el mapa) más amontonada (una seguidilla de Estados), y arrinconada (contra la frontera  canadiense). Crisol de razas y destinos históricos, Borges había llamado a la atención de que esta región New England, en el siglo XIX  había producido una generación de genios, pensando entre otros en Henry D. Thoreu, William James, Ralph Waldo Emerson,  Edgard Allan Poe, Nataniel Hawthorne, Emily Dickinson. Por supuesto, es valida la observación de Borges, aquí tenemos una muestra de 6 poetas norteamericanas, sin duda muy talentosas y cinco de ellas son de Nueva Inglaterra. Pero tampoco podemos hacer una regla total y universal de esto. Por ejemplo  bastarían un  par de ejemplos en contrario, Marianne Moore no era de Nueva Inglaterra, sino de Missouri, la misma región en que nació Maya Angelou, premio Nobel de literatura. Y ahí en Missouri, no en Nueva Inglaterra,   tenemos a las dos más  grandes poetas norteamericanas del siglo XX.

No obstante si hay dos consideraciones que podría explicar en  parte esta alta concentración de talentos, sobretodo en Massachusetts: su red de establecimientos e instituciones educativas: Colleges y grandes universidades. Y uno no menos importante, en que se conjugan  el destino dos fuerzas bien posesionadas, irreverentes y ancestrales. Una corriente muy puritana y una corriente muy liberal. Ese  choque de temperamentos e hibridación cultural produce un refinamiento y profundidad en los debates y en las posiciones intelectuales que seguramente han contribuido a un tejido social de mayor templanza y esmero en la forja del carácter estadunidense, un juego de mayor riqueza de las ideas  y un ambiente más productivo en las acciones (pragmatismo). No deja de haber algo de romántico en el destino de Nueva Inglaterra, y de su ciudad principal Boston, aquella de la que se decía con cierto olor aristocrático e imperial: algo como esto: «La añeja ciudad de Boston,(… ) donde los Lowell solo hablan con los Cabot, y los Cabot solo hablan con dios.»  Haciendo referencia a las familias patricias o brahmines, pero también sin soslayar familias de una alta envergadura política, solo pensemos en  siglo XIX en el clan de John Adams y muchos después en el siglo XX en el clan Keneddy. Familia católico irlandesa que evoco en su momento el camelot de la leyenda del Rey Arturo. 

3. Amy Lowell (11) Lowes, Livingston John Conventions and Revolt in Poetry, 1919. (12) Alan Shucard; Fred Moramarco; William Sullivan (1990).Modern American poetry, 1865-1950. University of Massachusetts Press. p. 77. ISBN 978-0-87023-720-1. (13) Michel Delville (1998). The American prose poem. University Press of Florida. p. 6. ISBN 978-0-8130-1591-0. Lowell polyphonic prose. Con base a ENGLISH WK

4. Man Ray, célebre artista grafico y pintor norteamericano de las vanguardias. «(Filadelfia, 27 de agosto de 1890-París, 18 de noviembre de 1976), fue un artista modernista estadounidense que pasó la mayor parte de su carrera en París (Francia). Fue un importante contribuyente a los movimientos dadaísta y surrealista, a pesar de que sus vínculos con cada uno eran informales. Él era conocido en el mundo artístico por su fotografía avant-garde, y también fue un reconocido fotógrafo de retratos.» (Wikipedia)  

5. H.D. From Wikipedia, the free encyclopedia (English)

6. OREADE,  uno de los primeros poemas imaginista de H.D., frecuentemente citado y puesto de ejemplo

7. Esta apertura «Voy donde amo y soy amada hacia la nieve;» del poema La vara en flor de H.D. recuerda  la línea inicial del poema Hero de Mariane Moore,  «Donde queremos vamos./ Donde el suelo es arisco; dónde crecen. » En ingles, «Where there is personal liking we go. /Where the ground is sour; where there...» Ambas poetas fueron generacionales, H.D nace en 1886 y Marianne Moore un año después, 1887; sin embargo Moore la sobrevive 11años, mueren 1971. H.D llego a frecuentar a la poeta Marianne Moore. Ambas eran ex alumnas de Bryn Mawr College.  Aunque con criterios y perspectivas poéticas diferentes, tenían un punto más en común en la relación con Ezra Pound.  Véase Tres poemas de Marianne Moore. The COLLECTED POEMS (1951). Edición bilingüe. Post Plaza de las palabras.   

8. Fragmento del poema tempranero de H.D “Let Zeus Record”,  versos que luego sirvieron de epitafio en su tumba. 

9. Traducción libre de 12 Poems by Edna St. Vincent Millay By Nava Atlas | On April 27, 2019

10. Idem, 2019

11. Feminine Revolt and Self-Expression:A Study of Selected Poems by Edna St. Vincent Millay A Paper Presented By: Dr. Hana' Khleif Ghani Al-Mustansiriyah University College of Arts Translation

.

 

Enlaces

 

Tres poemas de Marianne Moore Collected Poems Post Plaza de las palabras

https://plazadelaspalabras.blogspot.com/2019/06/tres-poemas-de-marianne-moore-collected.html

 

LOS IMAGINISTAS, Materiales de Lectura, (DES IMAGISTES), UNIVERSIDAD

NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO, COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN

CULTURAL, DIRECCIÓN DE LITERATURA, traducciones SALVADOR ELIZONDO,

MARINA FE Y JOSEFINA GONZÁLEZ DE LA GARZA

 

 

Colección Poesía del Mundo, Serie Antologías.

Antología de la poesía norteamericana,(Libro).

Traducciones Ernesto Cardenal y Coronel Urtecho,

Selección y prologo de Ernesto Cardenal, Caracas, Venezuela, 2007, PDF

 

 

 

CREDITOS

Traducciones y textos en ingles  

·         De El jardín de Sevenels  Traducción: Marta Porpetta. Ediciones Torremozas, Madrid 2007

·         5 poemas de H. D para entender la soledad y el amor. Abril Palomino, Cultura Colectiva.

·         Un palacio en la arena, de Edna St. Vincent Millay (Trad. de Andrés Catalán), Harpo Libros,  España, 2017

·         Hilda Doolittle, hoy 1886. Sus poemas abrazan el lirismo griego. Gianni Cesarini,10 septiembre, 2018

·         BY RUBÉN MARTÍN  EN LENGUA AJENA6 FEBRERO, 2015, SEIS POETAS NORTEAMERICANAS, LA TRIBU

·         Colección Poesía del Mundo, Serie Antologías Antología de la poesía norteamericana, traducciones Ernesto Cardenal y Coronel Urtecho, Selección y prologo de Ernesto Cardenal, Caracas, Venezuela, 2007

·         De Heliodora, 1924, Traducción: María Negroni y Sophie Black

·         De 12 Poems by Edna St. Vincent Millay By Nava Atlas | On April 27, 2019 Literary Ladies Guide. Inspiration for Readers and Writers from Classic Women Authors

·         LOS IMAGINISTAS, Materiales de Lectura, (DES IMAGISTES), UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO, COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL, DIRECCIÓN DE LITERATURA, traducciones SALVADOR ELIZONDO, MARINA FE Y JOSEFINA GONZÁLEZ DE LA GARZA

·         Proyecto Investigación joven con  perspectiva de género, Instituto de Estudios de Género, Universidad Carlos III de Madrid. 2016. Traducción Violeta Fernández Castro Universidad de Málaga.


                                                                                                                             ILUSTRACIONES

 

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