Cuentos Hispanoamericanos. Bienvenido, Bob. Un cuento de Juan Carlos Onetti. Post Plaza de las palabras.





Plaza de las palabras en su sección Cuentos hispanoamericanos, presenta el cuento  Bienvenido Bob (1944), de Juan Carlos Onetti, (1909-1994), escritor uruguayo, novelista y cuentistas. Como el mismo lo confiesa con una gran deuda con William Faulkner, pero también de escritores como John Dos Passos , Louis Ferdinand Cèline y Joseph Conrad. Su obra intenta responder a ese drama de  la soledad e incomunicación de la ciudad moderna. Ha sido etiquetado de existencialista pero también de un escritor de la angustia. Su estilo es directo, denso y a veces sombrío. «No obstante, piensa Rodríguez Monegal, Onetti «es algo más que un lector de Faulkner. Es un creador que usa la ambigüedad no porque esté de moda o porque haya un maestro que le indique el camino. Onetti usa la ambigüedad porque su visión del mundo es ambigua, porque toda su concepción del universo descansa en la dualidad de criterios que hace que la mayor sordidez (para el espectador, para el testigo) contenga una carga de irreverente poesía (para el paciente)» (1).Criterios que también puede ser aplicado a su obra cuentistica.  En sus novelas, se invento esa comarca literaria de Santa María, en que abunda la soledad y la desesperanza. Novelas con las que inicio un ciclo novelístico. Gano el premio Cervantes en 1980.





En esta ocasión presentamos el  cuento Bienvenido, Bob, (1944), un cuento con solo tres personajes el narrador de quien nunca sabemos el nombre, salvo que pretendía a Inés, mujer a la que el narrador alguna vez amo, pero no se caso con ella. El otro personaje es  Bob, el hermano de Inés, quien se desdobla en dos personajes, Bob el joven y Roberto el adulto. El cuento tiene el tema de la vejez y la soledad. Pero también del narcisismo por recuperar la juventud perdida, mediante el canje de un amor. Cuento en que la primera línea argumental, se vuelca la tensión entre la juventud y la madurez, entre  el idealismo o ilusionismo de la juventud y el realismo de la vejez. La segunda línea argumental, es esa relación de amor y odio. El amor del narrador por Inés, y el odio del narrador contra Bob/Roberto. Un cuento que retrata el conflicto generacional, pero también las aspiraciones convencionales de una clase social: valores que giran entre lo que es inapropiado y lo que seria lo correcto: el éxito, lo estable, lo uniforme y aceptado por la sociedad. Y el desencanto ante la pasmosa realidad. Una tercera línea argumental, quizá más invisible, es el de la salvación o retorno a lo perdido. El narrador, ve en Inés es una recuperación de su juventud perdida. Él ansía volver a ella, mas que un amor por Inés, lo que asoma es una vuelta a la identidad que antes fue. Más una necesidad urgente que un urgente amor: por eso el narrador habla de  «mi necesidad de casarme», en donde la necesidad se vuelve un imperativo.  «Mi amor de aquella necesidad había suprimido el pasado y toda atadura con el presente. » Inés, representa en la mente del narrador, su salvación futura.
 
El tema del conflicto generacional, ya ha sido abordado tanto en novela como cuento. En novela, solo recordemos Lolita de Vladimir Nabokov. Aquí nos remitiremos a brindar un par de ejemplos sacados de  la cuentistica.  Jack London, explora el problema generacional, en su cuento Por un Bistec, no lo hace en el amor, sino en el deporte: dos boxeadores, uno joven y atlético, y el otro viejo pero experimentado; se enfrentan en un pugilato. Por más artimañas, paciencia, experiencia el boxeador viejo no puede contra la renovada e interminable juventud del boxeador joven. Otro cuento, quizá más cercanos al cuento de Onetti, es el de Francis Scott Fitzgerald,  A tu edad, un cuento que también retrata el conflicto generacional entre un hombre cincuentón, empresario exitoso, que se deshace en anhelos por una veinteañera, y logra ser feliz aunque sea un par de meses.  En ese cuento, el protagonista logra arrancar con una relación a contramarea, relativamente satisfactoria con la joven, pero esa relación se cae por su propio peso.  En el cuento de Onetti, Bienvenido, Bob, sin embargo, la relación entre Inés y el narrador, aunque queda  establecida, no concluye en nada. El personaje femenino,  Inés queda desdibujado, apenas se insinúa, no es un dibujo bien hecho, sino  boceto;  porque así lo quiso el autor, quien pone el énfasis en la relación narrador Bob/Roberto. Inés es solo un  tema de conversación y conflicto entre el narrador y Bob/Roberto. 

Si se eligiera el tema, en un par de palabras, Bob,  es un cuento sobre el Tempus Fugit, En un sentido general, Bob, representa el vigor y soberbia de la juventud, el narrador representa una  madurez entre líneas, más la  resignación; pero también la ironía porque sigue detentando un rencor dosificado  contra Bob. Al cual sigue viendo, desde lejos en el mismo bar que frecuentaba en su juventud. También es posible, otra interpretación que ambos personajes sean uno solo, compuesta de dos escenas.  Una bifurcación narrativa, una en cuyo protagonista es el impulso juventud, y la otra la resignación de la adultez. En que Bob/Roberto represente el alter ego del narrador o autor. O quizá sea una combinación astuta de la teoría del doble. No hay duda que Onetti, logra resolver, de manera inteligente y original, un tema que no es fácil de tratar: el problema del  conflicto generacional en el amor.    





Bienvenido, Bob
A  H.A.T
3000  palabras

Es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silencioso en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja, e iba a sentarse bajo la lámpara, cerca del piano, con un libro o simplemente quieto y aparte, abstraído, mirándonos durante una hora sin un gesto en la cara, moviendo de vez en cuando los dedos para manejar el cigarrillo y limpiar de ceniza la solapa de sus trajes claros.
Igualmente lejos
ahora que se llama Roberto y se emborracha con cualquier cosa, protegiéndose la boca con la mano sucia cuando tose del Bob que tomaba cerveza, dos vasos solamente en la más larga de las noches, con una pila de monedas de diez sobre su mesa de la cantina del club, para gastar en la máquina de discos. Casi siempre solo, escuchando jazz, la cara soñolienta, dichosa y pálida, moviendo apenas la cabeza para saludarme cuando yo pasaba, siguiéndome con los ojos tanto tiempo como yo me quedara, tanto tiempo como me fuera posible soportar su mirada azul detenida incansable en mí, manteniendo sin esfuerzo el intenso desprecio y la burla más suave. También con algún otro muchacho, los sábados, alguno tan rabiosamente joven como él, con quien conversaba de solos, trompas y coros y de la infinita ciudad que Bob construiría sobre la costa cuando fuera arquitecto. Se interrumpía al verme pasar para hacerme el breve saludo y no sacar los ojos de mi cara, resbalando palabras apagadas y sonrisas por una punta de la boca hacia el compañero que terminaba siempre por mirarme y duplicar en silencio el desprecio y la burla.
A veces me sentía fuerte y trataba de mirarlo: apoyaba la cara en una mano y fumaba encima de mi copa mirándolo sin pestañear, sin apartar la atención de mi rostro que debía sostenerse frío, un poco melancólico. En aquel tiempo, Bob era muy parecido a Inés; podía ver algo de ella en su cara a través del salón del club, y acaso alguna noche lo haya mirado como la miraba a ella. Pero casi siempre prefería olvidar los ojos de Bob y me sentaba de espaldas a él y miraba las bocas de los que hablaban en mi mesa, a veces callado y triste para que él supiera que había en mí algo más que aquello por lo que había juzgado, algo próximo a él; a veces me ayudaba con unas copas y pensaba "querido Bob, andá a contárselo a tu hermanita", mientras acariciaba las manos de las muchachas que estaban sentadas a mi mesa o estiraba una teoría sobre cualquier cosa, para que ellas rieran y Bob lo oyera.
Pero ni la actitud ni la mirada de Bob mostraban ninguna alteración en aquel tiempo, hiciera yo lo que hiciera. Sólo recuerdo esto como prueba de que él anotaba mis comedias en la cantina. Una noche, en su casa, estaba esperando a Inés en la sala, junto al piano, cuando entró él. Tenla un impermeable cerrado hasta el cuello, las manos en los bolsillos. Me saludó moviendo la cabeza, miró alrededor en seguida y avanzó en la habitación como si me hubiera suprimido con la rápida cabezada: lo vi moverse dando vueltas a la mesa, sobre la alfombra, andando sobre ella con sus amarillos zapatos de goma. Tocó una flor con un dedo, se sentó en el borde de la mesa y se puso a fumar mirando el florero, el sereno perfil puesto hacia mí, un poco inclinado, flojo y pensativo. Imprudentemente —yo estaba de pie recostado en el piano— empujé con mi mano izquierda una tecla grave y quedé ya obligado a repetir él sonido cada tres segundos, mirándolo.
Yo no tenía por él más que odio y un vergonzante respeto, y seguí hundiendo la tecla, clavándola con una cobarde ferocidad en el silencio de la casa, hasta que repentinamente quedé situado afuera, observando la escena como si estuviera en lo alto de la escalera o en la puerta, viéndolo y sintiéndolo a él, Bob, silencioso y ausente junto al hilo de humo de su cigarrillo que subía temblando; sintiéndome a mí, alto y rígido, un poco patético, un poco ridículo en la penumbra, golpeando cada tres exactos segundos la tecla grave con mi índice. Pensé entonces que no estaba haciendo sonar el piano por una incomprensible bravata, sino que lo estaba llamando; que la profunda nota que tenazmente hacía renacer mi dedo en el borde de cada última vibración era, al fin encontrada, la única palabra pordiosera con que podría pedir tolerancia y comprensión a su juventud implacable. Él continuó inmóvil hasta que Inés golpe, la puerta del dormitorio antes de bajar a juntarse conmigo. Entonces Bob se enderezó y vino caminando con pereza hasta el otro extremo del piano, apoyó un codo, me miró un momento y después dijo con una hermosa sonrisa: "¿Esta noche es una noche de lecho o de whisky? ¿Ímpetu de salvación o salto en el abismo? ". No podía contestarle nada, no podía deshacerle la cara de un golpe; dejé de tocar y fui retirando lentamente la mano del piano. Inés estaba en mitad de la escalera cuando él me dijo, mientras se apartaba: "Bueno, puede ser que usted improvise".
El duelo duró tres o cuatro meses, y yo no podía dejar de ir por las noches al club —recuerdo, de paso, que había campeonato de tenis por aquel tiempo— porque cuando me estaba algún tiempo sin aparecer por allí, Bob saludaba mi regreso aumentando el desdén y la ironía en sus ojos y se acomodaba en el asiento con una mueca feliz.
Cuando llegó el momento de que yo no pudiera desear otra solución que casarme con Inés cuanto antes, Bob y su táctica cambiaron. No sé cómo supo mi necesidad de casarme con su hermana y de cómo yo había abrazado aquella necesidad con todas las fuerzas que me quedaban. Mi amor de aquella necesidad había suprimido el pasado y toda atadura con el presente. No reparaba entonces en Bob; pero poco tiempo después hube de recordar cómo habla cambiado en aquella época y alguna vez quedé inmóvil, de pie en una esquina, insultándolo entre dientes, comprendiendo que entonces su cara habla dejado de ser burlona y me enfrentaba con seriedad y un intenso cálculo, como se mira un peligro o una tarea compleja, como se trata de valorar el obstáculo y medirlo con las fuerzas de uno. Pero yo no le daba ya importancia y hasta llegué a pensar que en su cara inmóvil y fija estaba naciendo la comprensión por lo fundamental mío, por un viejo pasado de limpieza que la adorada necesidad de casarme con Inés extraía de abajo de años y sucesos para acercarme a él.
Después vi que estaba esperando la noche; pero lo vi recién cuando aquella noche llegó Bob y vino a sentarse a la mesa donde yo estaba solo y despidió al mozo con una seña. Esperé un rato, mirándolo, era tan parecido a ella cuando movía las cejas; y la punta de la nariz, como a Inés, se le aplastaba un poco cuando conversaba. "Usted no va a casarse con Inés", dijo después. Lo miré, sonreí, dejé de mirarlo. "No, no se va a casar con ella porque una cosa así se puede evitar si hay alguien de veras resuelto a que no se haga". Volví a sonreírme. "Hace unos años —le dije— eso me hubiera dado muchas ganas de casarme con Inés. Ahora no agrega ni saca. Pero puedo oírlo; si quiere explicarme...". Enderezó la cabeza y continuó mirándome en silencio; acaso tuviera prontas las frases y esperaba a que yo completara la mía para decirlas. "Si quiere explicarme por qué no quiere que yo me case con ella", pregunté lentamente y me recosté en la pared. Vi en seguida que yo no había sospechado nunca cuánto y con cuánta resolución me odiaba; tenía la cara pálida, con una sonrisa sujeta y apretada con labios y dientes. "Habría que dividirlo por capítulos —dijo—, no terminaría en la noche".
"Pero se puede decir en dos o tres palabras. Usted no se va a casar con ella porque usted es viejo y ella es joven. No sé si usted tiene treinta o cuarenta años, no importa. Pero usted es un hombre hecho, es decir deshecho, como todos los hombres a su edad cuando no son extraordinarios". Chupó el cigarrillo apagado, miró hacia la calle y volvió a mirarme; mi cabeza estaba apoyada contra la pared y seguía esperando. "Claro que usted tiene motivos para creer en lo extraordinario suyo. Creer que ha salvado muchas cosas del naufragio. Pero no es cierto". Me puse a fumar de perfil a él; me molestaba, pero no le creía; me provocaba un tibio odio, pero yo estaba seguro de que nada me haría dudar de mí mismo después de haber conocido la necesidad de casarme con Inés. No; estábamos en la misma mesa y yo era tan limpio y tan joven como él. "Usted puede equivocarse —le dije—. Si usted quiere nombrar algo de lo que hay deshecho en mí... ". "No, no —dijo rápidamente—, no soy tan niño. No entro en ese juego. Usted es egoísta; es sensual de una sucia manera. Está atado a cosas miserables y son las cosas las que lo arrastran. No va a ninguna parte, no lo desea realmente. Es eso, nada más; usted es viejo y ella es joven. Ni siquiera debo pensar en ella frente a usted. Y usted pretende...". Tampoco entonces podía yo romperle la cara, así que resolví prescindir de él, fui al aparato de música, marqué cualquier cosa y puse una moneda. Volví despacio al asiento y escuché. La música era poco fuerte; alguien cantaba dulcemente en el interior de grandes pausas. A mi lado Bob estaba diciendo que ni siquiera él, alguien como él, era digno de mirar a Inés a los ojos. Pobre chico, pensé con admiración. Estuvo diciendo que en aquello que él llamaba vejez, lo más repugnante, lo que determinaba la descomposición, o acaso lo que era símbolo de descomposición era pensar por conceptos, englobar a las mujeres en la palabra mujer, empujarlas sin cuidado para que pudieran amoldarse al concepto hecho por una pobre experiencia. Pero —decía también— tampoco la palabra experiencia era exacta. No había ya experiencias, nada más que costumbres y repeticiones, nombres marchitos para ir poniendo a las cosas y un poco crearlas. Más o menos eso estuvo diciendo. Y yo pensaba suavemente si él caería muerto o encontraría la manera de matarme, allí mismo y en seguida, si yo le contara las imágenes que removía en mí al decir que ni siquiera él merecía tocar a Inés con la punta de un dedo, el pobre chico, o besar el extremo de sus vestidos, la huella de sus pasos o cosas así. Después de una pausa —la música había terminado y el aparato apagó las luces aumentando el silencio— Bob dijo "nada más", y se fue con el andar de siempre, seguro, ni rápido ni lento.
Si aquella noche el rostro de Inés se me mostró en las facciones de Bob, si en algún momento el fraternal parecido pudo aprovechar la trampa de un gesto para darme a Inés por Bob, fue aquella, entonces, la última vez que vi a la muchacha. Es cierto que volví a estar con ella dos noches después en la entrevista habitual, y un mediodía en un encuentro impuesto por mi desesperación, inútil, sabiendo de antemano que todo recurso de palabra y presencia sería inútil, que todos mis machacantes ruegos morirían de manera asombrosa, como si ni hubieran sido nunca, disueltos en el enorme aire azul de la plaza, bajo el follaje de verde apacible en mitad de la buena estación.
Las pequeñas y rápidas partes del rostro de Inés que me había mostrado aquella noche Bob, aunque dirigidas contra mí, unidas a la agresión, participaban del entusiasmo y el candor de la muchacha. Pero cómo hablar a Inés, cómo tocarla, convencerla a través de la repentina mujer apática de las dos últimas entrevistas. Cómo reconocerla o siquiera evocarla mirando a la mujer de largo cuerpo rígido en el sillón de su casa y en el banco de la plaza, de una igual rigidez resuelta y mantenida en las dos distintas horas y los dos parajes; la mujer de cuello tenso, los ojos hacia adelante, la boca muerta, las manos plantadas en el regazo. Yo la miraba y era "no", sabía que era "no" todo el aire que la estuvo rodeando.
Nunca supe cuál fue la anécdota elegida por Bob para aquello; en todo caso, estoy seguro de que no mintió, de que entonces nada —ni Inés— podía hacerlo mentir. No vi más a Inés ni tampoco a su forma vacía y endurecida; supe que se casó y que no vive ya en Buenos Aires. Por entonces, en medio del odio y el sufrimiento me gustaba imaginar a Bob imaginando mis hechos y eligiendo la cosa justa o el conjunto de cosas que fue capaz de matarme en Inés y matarla a ella para mí.
Ahora hace cerca de un año que veo a Bob casi diariamente, en el mismo café, rodeado de la misma gente. Cuando nos presentaron —hoy se llama Roberto— comprendí que el pasado no tiene tiempo y el ayer se junta allí con la fecha de diez años atrás. Algún gastado rastro de Inés había aún en su cara, y un movimiento de la boca de Bob alcanzó para que yo volviera a ver el alargado cuerpo de la muchacha, sus calmosos y desenvueltos pasos, y para que los mismos inalterados ojos azules volvieran a mirarme bajo un flojo peinado que cruzaba y sujetaba una cinta roja. Ausente y perdida para siempre, podía conservarse viviente e intacta, definitivamente inconfundible, idéntica a lo esencial suyo. Pero era trabajoso escarbar en la cara, las palabras y los gestos de Roberto para encontrar a Bob y poder odiarlo. La tarde del primer encuentro esperé durante horas a que se quedara solo o saliera para hablarle y golpearlo. Quieto y silencioso, espiando a veces su cara o evocando a Inés en las ventanas brillantes del Café, compuse mañosamente las frases de insulto y encontré el paciente tono con que iba a decírselas, elegí el sitio de su cuerpo donde dar el primer golpe. Pero se fue al anochecer acompañado por los tres amigos, y resolví esperar, como había esperado él años atrás, la noche propicia en que estuviera solo.
Cuando volví a verlo, cuando iniciamos esta segunda amistad que espero no terminará ya nunca, dejé de pensar en toda forma de ataque. Quedó resuelto que no le hablaría jamás de Inés ni del pasado y que, en silencio, yo mantendría todo aquello viviente dentro de mi. Nada más que esto hago, casi todas las tarde, frente a Roberto y las caras familiares del café. Mi odio se conservará cálido y huevo mientras pueda seguir viendo y escuchando a Roberto; nadie sabe de mi venganza, pero la vivo, gozosa y enfurecida, un día y otro. Hablo con él, sonrío, fumo, tomo café. Todo el tiempo pensando en Bob, en su pureza, su fe, en la audacia de sus pasados sueños. Pensando en el Bob que amaba la música, en el Bob que planeaba ennoblecer la vida de los hombres construyendo una ciudad de enceguecedora belleza para cinco millones de habitantes, a lo largo de la costa del río; el Bob que no podía mentir nunca; el Bob que proclamaba la lucha de jóvenes contra viejos, el Bob dueño del futuro y del mundo. Pensando minucioso y plácido en todo eso frente al hombre de dedos sucios de tabaco llamado Roberto, que lleva una vida grotesca, trabajando en cualquier hedionda oficina, casado con una mujer a quien nombra "mi señora"; el hombre que se pasa estos largos domingos hundido en el asiento del café, examinando diarios y jugando a las carreras por teléfono.
Nadie amó a mujer alguna con la fuerza con que yo amo su ruindad, su definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres. Nadie se arrobó de amor como yo lo hago ante sus fugaces sobresaltos, los proyectos sin convicción que un destruido y lejano Bob le dicta algunas veces y que sólo sirven para que mida con exactitud hasta dónde está emporcado para siempre.
No sé si nunca en el pasado he dado la bienvenida a Inés con tanta alegría y amor como diariamente doy la bienvenida a Bob al tenebroso y maloliente mundo de los adultos. Es todavía un recién llegado y de vez en cuando sufre sus crisis de nostalgia. Lo he visto. lloroso y borracho, insultándose y jurando el inminente regreso a los días de Bob. Puedo asegurar que entonces mi corazón desborda de amor y se hace sensible y cariñoso como el de una madre. En el fondo sé que no se irá nunca porque no tiene sitio donde ir; pero me hago delicado y paciente y trato de conformarlo. Como ese puñado de tierra natal, o esas fotografías de calles y monumentos, o las canciones que gustan traer consigo los inmigrantes, voy construyendo para él planes, creencias y mañanas distintos que tienen luz y el sabor del país de juventud de donde él llegó hace un tiempo. Y él acepta; protesta siempre para que yo redoble mis promesas, pero termina por decir que sí, acaba por muequear una sonrisa creyendo que algún día habrá de regresar al mundo de las horas de Bob y queda en paz en medio de sus treinta años, moviéndose sin disgusto ni tropiezo entre los cadáveres pavorosos de las antiguas ambiciones, las formas repulsivas de los sueños que se fueron gastando bajo la presión distraída y constante de tantos miles de pies inevitables.




Notas bibliográficas

1. Onetti y Faulkner. Dos novelistas de la fatalidad. Omar Prego Gadea, 1997. Con el título «William Faulkner and Juan Carlos Onetti: Revisiting Some Critical Approaches about a Literary Affinity», fue publicado este análisis de Omar Prego en The Faulkner Journal, Volume XI, Number 1 & 2, Fall 195/Spring 1996 (published Winter 1996) Special Issue A Latin American Faulkner, Guest Editor Beatriz Vegh, The University of Akron, p. 139-147.

Crédito de las illustraciones

Juan Carlos Onetti, foto, Wikipedia
Nighthawks, 1942, oleo sobre lienzo,  Edward Hopper, pintor realista norteamericano.  
Café-bar, foto Google Imagen  
Mujer caminando, Brassai, fotógrafo húngaro.  


Cinco poetas griegos: Seferis, Elytis, Cavafis, Vakalo, Kazantzakis. Post Plaza de las palabras






Plaza de las palabras en su sección Poesía  presenta a Cinco  poetas griegos.  Seferis,  Elýtis,  Cavafis, Vakalo, Kazantzakis. Poetas emblemáticos de la cultura griega, dos de ellos premios nobel de literatura. Georgios Seferis, también Yorgos Seferis, (1900-1971), poeta, ensayista, diplomático. Premio Nobel de Literatura, (1963), su poesía muestra influencias de T.S.Eliot, de quien tradujo, The Waste Land,  también asimilo imperios de  W.B.Yates, Ezra Pound y C.Cavafis.  «Toda su obra madura, esta escrita en verso libre, de gran sinuosidad, sin perder el ritmo y modulación, y que nunca levanta la voz ni la dicción más allá de la conversación entre hombres intelectuales, tal y como lo hizo Ezra Pound. Su obra es un llamado a superar el narcisismo del pasado. Él ha  menudo intentado describir a Grecia como un “state of being”,  pero en el centro de cada poema esta el poeta mirando hacia atrás entre lo mitológico y los símbolos de su  historia». (1)

Odysséas Elýtis, seudónimo, (1911-1996), poeta, estudio filología en la Sorbona, critico de arte, actividad que  lo llevo a  una cerrada amistad con Matisse y Picasso. Sus primeros poemas están marcados por el surrealismo. Es uno de los principales renovadores de la poesía griega moderna. Premio Nobel de Literatura (1979).  Según el parte de la Academia Sueca, al comunicarle el galardón  «su poesía arranca  de la interioridad de la tradición griega y  describe con sensualidad pujante  e inteligencia lucida  la lucha del hombre moderno por la libertad creadora». Por otra parte, a través de su obra se pueden rastrear influencias de Hesiodo, la Biblia, y concepciones de la iglesia ortodoxa. Su obra tuvo gran influencia sobre el pueblo griego y fue llamado: «poeta del mar Egeo».

Constantino Cavafis, (1863–1933),  poeta emblemático,  egipcio por nacimiento y nacionalidad,  descendiente de una familia griega radicada en Estambul, (Imperio otomano), y que después se radico en Alejandría.  Poeta tripartito por territorio  y cultura: Atenas, Estambul, Alejandría.  Cavafis en Alejandría se unió a un grupo de poetas que querían renovar la poesía griega, a partir del  coloquialismo griego moderno. Escritor cuya obra se caracterizo por la evocación a la cultura griega y el pasado; y por la sensualidad; algunos de sus  poemas rondaban el erotismo. Escritor no tan prolifero, auto público apenas dos libros con unos cuantos poemas. Llego a escribir 154 poemas, autorizados expresamente por él, (Poemas canónicos), la mayoría en griego. 

Eleni  Vakaló (1921-2001. Poeta, ensayista y traductora. Nace en Constantinopla. Estudió Arqueología en la Universidad de Atenas y en 1948 .En Paris se ti8tulo en Arte. Luego,  en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Harvard. Ha sido traducida a varios idiomas: francés, inglés, alemán, yugoslavo y rumano. Su obra poética se sitúa en el surrealismo de posguerra. Una escritora atípica con solida formación académica, que escribe extrañamente, y aborda los temas más inesperados, como puede ser el reino vegetal, o la vida de los pólipos,  por ejemplo su poema Age of the Polyp, donde compara la vida de ese extraño ser marino,,  y lo describe, para terminar concluyendo que así es la ejecución poética. (Poema que tradujimos del ingles al español, pero que por razones de espacio ya no incluimos en esta muestra). Pero también aborda temas humanos y familiares. Poeta de gran visión y sorprendente inteligencia académica y poética
.
Nikos Kazantzakis, (1883-1957), fue un escritor griego, polifacético: autor de poemas, novelas, ensayos, obras de teatro, biografías,  y libros de viaje. Posiblemente, es el escritor y filósofo griego más importante y completo del siglo XX, y el que ha sido traducido a más lenguas. Se dio a conocer,  con la película Zorba, el griego (1964), de Michael Cacoyannis, basada en la novela homónima, (1946) y obra más reconocida de Kazantzakis. Como poeta, solo publico su monumental poema (33,000 versos), Odisea: una secuela moderna (1938), una prolongación moderna del clásico relato griego Odisea.  Y que trasporta al mundo moderno, rescatando lo significativo y convirtiéndolo en una especie de Arte de la memoria:rescatar el pasado desde los valores significativos de una visión moderna. Un par de veces a punto de ganar el nobel de literatura, poeta quizá ahora algo olvidado.

Dice Hugo Bauzá, especialista en imaginario grecolatina, «Que nos deja la lectura de Kazantzakis. Hay obras escritas por divertimiento, otras por catarsis, otras por virtuosismo estético y otras, en cambio, para sacudir conciencias a fin de sacarlas de una chatura narcotizante, y es en esta última intención donde debemos ubicar la obra de Nikos Kazantzakis en cualquiera de sus registros expresivos: poesía, novela, teatro, biografía, ensayo. No obstante la variedad de tonos y formas, deseo destacar como nota substantiva, que Kazantzakis vive en perpetuo estado de poesía, como si estuviera poseso por un daímon que guía todos y cada uno de sus pasos; es también un pensandor, un pensador de fuste. Si se me permite lo atrevido de la imagen, me aventuro a referir que estamos ante uno de esos seres que, cuando piensan, “meten ruido”, y es ése un rasgo que también lo acerca a los filósofos de la tradición clásica» (2).





Sobre las poesías y poetas seleccionados


Dice Kimon Friar, especialista en literatura griega, y quizá el principal traductor de poesía  griega al ingles, que  las líneas arquitectónicas de la antigua Grecia no se han de encontrar en las imitaciones de los edificios clásicos de Washington D.C. Sino  en las líneas y proporciones de las casa de los campesinos de las islas griegas, en las danzas como los zelbekikoa, que aún son ejecutadas en las tabernas. Los  modos Lidios y Dóricos aún son atrapados en los acordes rituales paganos y símbolos en la adoración y liturgia de la Iglesia ortodoxa griega. Y los mejores ecos del lenguaje de la antigua Grecia, son escuchados en el lenguaje vernáculo de los pastores de ovejas y cabras, en baladas que prolongan  los versos y motivos Homéricos. También hace la observación Kimon Friar, que la «racial Greek mind», ha permanecido inquebrantable con su tradición, al igual que los poetas antiguos, los  poetas modernos (hace especial énfasis en Kazantzakis y Seferis),  pero también extendible a otros poetas, aún muestra la misma cualidades de claridad, precisión, lógica y realismo, aunque temperado  con idealismo, y contrabalanceado por una romántica y simbólica gracia. (3) 

Selección de poetas y poemas por Plaza de las palabras.




Georgio Seferis

 Gymnopaedia (fragmento)

Thyra (el antiguo nombre para  Santorin), esta geológicamente compuesto por piedra pómez, y arcilla porcelana, .En su bahía…han aparecido y desaparecido islas. Estas islas fueron el centro de una antigua religión, donde en  un estricto y pesado ritmo  danzas liricas eran ejecutadas. Llamadas Gymnopedias.
A Guide to  Grecee   



I
Santorin

Inclínate si puedes al oscuro mar
y olvida el canto de la flauta caer sobre los pies desnudos
que horadaron tu sueño en otra vida, la hundida.

Si puedes, escribe en la postrera concha
el día y el nombre y el sitio
y arrójala  al mar a que se hunda.

De pronto, quedamos desnudos
sobre la piel de pómez 
mirando las islas que emergen
mirando hundirse las rojas islas
en su sueño, en nuestro sueño
aquí existimos desnudos, sosteniendo
la balanza que se iba ladeando
a la orilla de lo inhumano.

Musculo de fuerza, voluntad sin espejo, amor razonado.
Bosquejos que maduran al sol del mediodía,
ruta de destino al toque de una joven 
mano sobre el hombro;
en la tierra desarticulada  que ya no soporta,
en la tierra que alguna vez fue nuestra tierra
se hunden las islas, cenizas y polvo.

Altares desplomados,
amigos olvidados,
hojas de palma en el lodo.

Si puedes, deja viajar tus manos
ahora en el resquicio del tiempo
en el barco que palpo el horizonte.
Cuando el dado tocó la losa
cuando la lanza penetro el escudo,
cuando la mirada reconoció al extranjero
y claudico el amor
en almas taladradas.
 Por doquier reconoces los pies talados, 
las manos sucumbidas,
Por doquier las manos en tinieblas;
cuando ya no puedes elegir
la muerte que soñabas para ti
la muerte que soñabas para ti,
al oír el aullido,
aún el aullido de un lobo,
tu justicia.
Si puedes, deja que tus manos vuelen.
Desarma el tiempo infiel
            y húndete:

se hunde quien carga grandes piedras.



Argonautas

Y si el alma
a si misma quiere conocerse
el alma debe mirar:
al extranjero y al enemigo, lo hemos visto en el espejo.

Ellos eran buenos muchachos,
camaradas que no se quejaban.
Ni de las tareas, ni de la sed, ni de las heladas,
Tenían la naturaleza de los arboles y de las olas
que resistían el viento y la lluvia
que aguantaban la noche y el sol
sin cambiar a la mitad de la mutación
Ellos eran buenos muchachos,
que sudaban con los remos y la mirada cabizbajo,
respirando rítmicamente.
Y su sangre coloreaba su piel cautiva.

A veces, rompían en cantos, con la mirada caída
Cuando pasábamos las desérticas islas de las higueras
hacia el pálido ocaso,
más de los perros que nos labraban
Entonces ellos decían, si quiere conocerse
es una alma donde debe mirar
y los remos sacudías el oro del mar
en el amanecer.
Por un mar pasamos muchas islas y muchos cabos,
que nos aparecen gaviotas y focas.
A veces mujeres desdichadas,
clamaban por los hijos perdidos.
Y otras con rostros  iracundas invocaban Alejando Magno
y las glorias enterradas en lo profundo de Asia
Desembarcamos en playas exuberantes de aromas nocturnos
Y el gorjeó de pájaros.
Y aunque las aguas dejaban en las manos la memoria de un enorme jubilo.
Pero los viajes nunca acabaron.
Y los remos y toletes llegaron a ser uno con sus almas.
El rostro serio de la proa
a la estela que los conducía.
Y el agua salpicaba sus rostros,
uno tras otros los compañeros murieron
con la mirada cabizbaja,
Sus remos anuncian el sitio de la playa en que sueñan.
Y ya nadie los recuerda. Invoquemos  la palabra justicia.

Caligrama

Las pirámides
son los senos de la arena
donde mama el cielo
y esta palmera
es el falo del sol
hincado en la soledad absoluta


Odysseus  Elytis





Del Egeo

I
El amor
El archipiélago
Y la proa de sus espumas
Y las gaviotas de sus sueños
En la vela más alta el marinero hace ondear
Una canción

El amor
Su canción
Y los horizontes de su viaje
Y el eco de su nostalgia
En la roca más mojada la novia espera
Un barco

El amor
Su barco
y la despreocupación por sus vientos etesios
Y el foque de su esperanza
En su más suave oleaje una isla acuna
La llegada.

II
Juguetes las aguas
En los sombríos vados
Anuncian con sus besos el alba
Que despunta
Horizonte –

Y las palomas torcaces un eco
Hacen resonar en su cueva
Despertar azul en la fuente
Del día
Sol-

Da el mistral la vela
Al mar
Las caricias de los cabellos
A la indolencia de su sueño
Relente –

Una ola en la luz
Hace renacer los ojos
Donde la Vida boga hacia
La contemplación
Vida-

III
Murmullo beso en su arena acariciada – Amor
Su libertad azul la gaviota
Entrega al horizonte
Olas vienen y van
Espumosa respuesta en los oídos de las caracolas
¿Quién se llevó a la muchacha rubia y quemada por el sol?
La brisa con su soplo transparente
Inclina la vela del sueño
A lo lejos
Amor su promesa murmura – Bisbiseos.



La ciclista

La senda junto al mar anduve
que hacía la ciclista cada día.
Hallé las frutas que llevaba su canasto
y el anillo caído de su mano
Hallé la campanita y su chamanto
las ruedas el manubrio y el pedal
Hallé su cinturón y en una orilla
una piedra translúcida parecida a una lágrima.
Una a una guardé todas las cosas
y dónde ha de estar la ciclista me decía
La vi pasar arriba de las olas
al otro día encima de las tumbas.
Perdí sus huellas la tercera noche
en los cielos prendiéronse las lámparas.






Al beber el sol corintio

Al beber el sol corintio
Al leer sus  mármoles 
Al cruzar a trancos los viñedos del mar,
con el  arpón preparado.
A una ofrenda como  pez huidizo,
descubro las hojas que los salmos solares evocan.
La tierra viviente que la nostalgia  abre al júbilo.

Agua bebo y corto fruta,
hundo mi mano en la floresta del viento .
Los limoneros apresuran el polen,
agitan mis sueños los pájaros verdes.
Y con una mirada
me marcho, mirada total.
En que el mundo vuelve a su hermosura 
Original, conforme a su corazón



Constantino Cavafis



Itaca
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no lo llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante tí.

Pide que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes voluptuosos,
cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Más no apresures nunca el viaje.
mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.



Los sabios los hechos que se aproximan...

                                                        Pues los dioses perciben los hechos futuros;
               los hombres, los ya ocurridos; los sabios, los que se aproximan.
                                                   Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana, VIII, 7

Los hombres conocen los hechos que ocurren al presente.
Los futuros los conocen los dioses,
plenos y únicos poseedores de todas las luces.
De los hechos futuros los sabios captan
aquellos que se aproximan. Sus oídos

a veces en horas de honda meditación se
conturban. El misterioso rumor
les llega de los acontecimientos que se aproximan.
Y atienden a él piadosos. Mientras en la calle
afuera, nada escuchan los pueblos.

Eleni Vakaló






El ojo de mi padre

Mi padre tenía un ojo de cristal.
Los domingos cuando el permanecía en casa, sacaba de su bolsillo otros ojos, los lustraba con el borde de su manga y gritaba a mi madre que  eligiera uno.
Mi madre reía.
Por las mañanas mi padre lucia contento. Jugueteaba con el ojo en la palma de su mano antes de ponérselo y decía que era un buen ojo. Pero yo no se lo creía. Me echaba un chal negro  sobre los hombros, como si yo tuviera frio,  pero era para espiarlo. Al final, lo vi un día llorar. No se diferenciaba en nada a un ojo de verdad.

Este poema
No es para ser leído
Por quienes no  me quieren
Ni por  aquellos
Que no me conocerán
Si no creen que existí
Al igual
Que ellos ahora existen.

Después de este episodio con mi padre, llegue a sospechar aún de aquellos que tenían ojos de verdad.


Estudios de plantas, parte V (extracto)

Ahora miremos las plantas del jardín…
La primera impresión que hacen es
algo de paz – y más que animales domésticos.
Pero cambia esta primera impresión
porque cuando se profundiza el crepúsculo
parece como el jardín ha multiplicado
con el movimiento de formas análogos.
¿Lo entiendes?
Evito mirarlo a esa hora
con una aprensión que alguien se esconde allí
– a menos parece que es cierto.
Pero en la mañana el jardín se volverá de nuevo
como la línea que desciende en las mejillas
de niñas muy jóvenes
(cuando, del lateral, se posa la luz en ellas.)
.
En nuestro jardín plantamos gardenias.
Al principio están sembradas cubiertas por un cuenco cristal.
Nunca he intentado dejarlas expuestas
porque siempre yo tenía miedo del riesgo que
no echaran raízes.
.
Hablo sobre este tema porque quiero estar en contra de:
El humor,
El encanto,
La consistencia personal,
y El espíritu (a menos, como lo entiende la sociedad europea.)
.
Es ésto la diferencia principal que nos distingue de las plantas.


Nikos Kazantzakis




El ascenso
Fragmento
 
!Qué alegría escalar la santa soledad de las montañas 
solo, en su aire claro, con una hoja de laurel en tus dientes,
escuchar la sangre latir en tus venas desde tus talones.
Pasar a velocidad  las rodillas y la espalda para llegar a la garganta,
y allí multiplicarse como un río para lavar las raíces de tu  mente.
Nunca digas  « iré a la derecha », o « iré a la izquierda».
Deja que los cuatro vientos paseen  por la encrucijada de tu mente,
y mientras te acoplas para escuchar a Dios respirando en todas partes,
reír a tu lado, caminar, patear palos y piedras;
darse vuelta, y como un cazador al amanecer, salir por un  urogallo.
Y no  veras ni una sola alma, ni siquiera un ala en el aire,
aunque todas las laderas de las montañas a tu alrededor cacarean y graznen.
Qué alegría, cuando la tierra tiembla como una bandera en la niebla del amanecer.
Y tu alma se monta en  un corcel, espada afilada y fuerte,
tu cabeza es un castillo de gran poder, mientras desde de tu pecho
¡cuelgan el sol y la luna como hechizos de oro y plata!
    

Creditos

Notas bibliograficas

1. Modern European Poetry, Bantam Books, editor Willis Barnstone,Greek Poetry, 187-268,  1966.
2. KAZANTZAKIS, LA TRADICIÓN CLÁSICA Y NOSOTROS. A CINCUENTA AÑOS DE SU MUERTE- Kazantzakis, the classical tradition and us. fifty years after his death Hugo Francisco Bauzá CONICET – Universidad de Buenos Aires. Argentina Byzantion Nea Hellás Nº 27, 2008: 291-304
3. Modern European Poetry, Bantam Books, editor Willis Barnstone, Greek Poetry p. 187-191,  1966.

Traducciones

Georgios Seferis
Poema Gymnopedia, traducción del griego al ingles, por Kimon Fiar, Modern Europe Poetry, Bantam Books, 1966. Traducción del ingles al español Plaza de las palabras. Poema Argonautas del griego al ingles, Kimon Friar, One Hundred modern poems.  A Menton Books, 1963. Traducción de la versión en ingles al español, Plaza de las palabras. Caligrama 15-XI- 1942De "Poesía completa"  Alianza Editorial, Madrid, 1986. Versión de Pedro Bádenas de la Peña. Tomada de página web  A media voz.   

Odysséas Elýtis,  
Poema Del Egeo De "Orientaciones" Ediciones del oriente y del mediterráneo,  1996. Versión de Ramón Irigoyen. Poema             La ciclista, De El adivinador de hojas y otros poemas. Odyseus Elytis.  Poema Al beber el sol corintio, del griego al ingles por Kimon Friar, Modern European Poetry. Del ingles al español por Plaza de las palabras.

Constantino Cavafis
Poema  Itaca, Versión de Pedro Bádenas de la Peña. Poema Los sabios los hechos que se aproximan, Versión de Miguel Castillo Didier. Página web A media Voz.

Elèni  Vakaló   
Poema El ojo de mi padre. Traducción del griego al ingles Kimon Friar, Modern European Poetry. De la versión en ingles al español, Plaza de las palabras.  Poema Educación de las plantas, Zócalo Poets. Eleni Vakalo (Ελένη Βακαλό): “Estudios de plantas, parte V” / “Plant Education, V”

Nikos Kazantzakis
Poema El ascenso, fragmento Book, XIV, 1-50,  versión del griego al ingles de Kimon Friar, en Modern European Poetry. Edtada Willis Barstone, Greek Poetry. Versión del ingles al español 1-16, Plaza de las palabras.

Enlaces

Geogios Seferis  
Poemas del griego al ingles , (versiones bilingües con los originales griegos).  

Brindamos al lector otras traducciones

De: “Gimnopedia – 1936. De: “Gimnopedia – 1936”,Traducción de Selma Ancira y Francisco Segovia,Incluído en “Mythistórima – Poesía Completa”

De Argonautas , De: “Novela” (IV) – 1935. Traducción de Selma Ancira y Francisco Segovia.Incluído en “Mythistórima – Poesía Completa” – 2012
Ed. Galaxia Gutenberg ISBN: 9788481099782

Enlace a este pagina web  Trianarts con un catalogo de poemas de Yorgos Seferis , en sus versiones bilingues.(griego-ingles).


Odisseum Elytis

Versiones en español
El adivinador de hojas y otros poemas. PDF (libro), descarga.




 CulturaUNAM, Material de lectura.  No 96. El sol, el primero. La poesía surrealista de Odysseas Elytis. Nota y  traducción de Carmen Chuaqui  y Natalia Moreleón. Versión PDF (Libro). Descarga


Antologia de poetas griegos contemporáneos.



Ilustraciones 

El partenon, foto Google Imagen
Santorin, Trianart
Georgio Seferis, foto, Wikipedia
Mar Egeo, mapa, Google Imagen
Odyseum Elitys , foto, Google Imagen  
Contastino Cavafis, foto, Wikipedia
Eleni Vakalo, foto, Poetas del Mundo
Nikos Kazantzakis, foto, Wikipedia