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Literatura hondureña para el nuevo siglo: perspectivas y desafíos1



María Eugenia Ramos
Honduras

El final del siglo XX y el inicio de un nuevo milenio implica para los pueblos latinoamericanos la disyuntiva de elegir entre asumir su identidad, como un proceso forjado en un entorno social e histórico específico, o plegarse incondicionalmente a las exigencias de una globalización que pretende arrasar con nuestra memoria histórica y terminar de uniformarnos en los parámetros de una tecnología a ultranza, que en nuestros países subdesarrollados se convierte en analfabetismo tecnificado.
En estas circunstancias, la literatura y el arte, como componentes esenciales de la memoria y la identidad de los pueblos, podrían significar las tablas de salvación que nos permitan hacer-nos escuchar en los centros culturales hegemónicos y contribuir, no solo a nuestra supervivencia como pueblos, sino a la reafirmación de nuestro propio ser.
Lograr esta aspiración implica una relectura apropiada de las contribuciones universales, así como la interpretación y codificación de signos, para estar en capacidad de generar una obra con la solidez suficiente para lograr validez universal, al tiempo que reafirme el proceso de construcción de la identidad.2
Estos desafíos demandan, a la vez que una toma de conciencia individual por parte de escritores y artistas, la construcción de las condiciones mínimas indispensables en el entorno social para posibilitar la creación, difusión y consolidación de la obra artística y literaria. Tales condiciones abarcan la promulgación de políticas estatales apropiadas y coherentes; toma de conciencia de la sociedad civil sobre la cultura como un derecho fundamental; promoción de la lectura en todos los estratos y en todas las formas posibles; y apertura y consolidación de espacios para la creación, la investigación, la difusión, la crítica y el intercambio cultural.
Si el cumplimiento de estos parámetros es difícil aun en países que constituyen auténticas potencias culturales en el ámbito latinoamericano, como México, Argentina o Colombia, las dificultades adquieren grados alarmantes en los países centroamericanos, históricamente desplazados al último rincón del traspatio.
El huracán Mitch puso de relieve las debilidades estructurales, económicas, políticas y sociales de la región centroamericana. En Honduras, el país más afectado por este fenómeno natural, las características de la sociedad hondureña, la dependencia, el atraso, las desigual
dades sociales, la corrupción, la ineficiencia gubernamental y privada, la falta de conciencia sobre nuestras responsabilidades, agravaron el impacto del huracán y continúan incidiendo para que no se haya avanzado mucho desde entonces.
Una situación de desastre no es el marco más deseable para el fomento de la cultura. Sin embargo, muchos sectores han reconocido que la pregonada “reconstrucción” no servirá de nada si se limita a sustituir carreteras, edificios y redes de servicio público obsoletas por otra infraestructura igualmente deficiente. De lo que se trata es de generar y aplicar alternativas propias que comprendan como una necesidad básica el derecho a la educación y a la cultura —incluyendo la creación artística y literaria— como elementos imprescindibles del desarrollo humano.
Y aquí entra en discusión un problema esencial, que entraña una diversidad de subcomponentes y limitantes, y está íntimamente relacionado con la cultura y la creación; el sistema educativo, en sus dimensiones formal y no formal. Actualmente, las agencias de cooperación internacional y el gobierno están auspiciando una serie de encuentros dirigidos, según se ha informado, a lograr la participación de la sociedad civil y la concertación de los diversos sectores en la elaboración de las políticas educativas.3
Hasta ahora, dichos encuentros se han limitado a abordar el tema desde la perspectiva de cómo entrenar individuos aptos para competir en los mercados internacionales de la globalización, es decir, dotados de destrezas computacionales y conocimientos de inglés. No obstante, la esencia del problema es de carácter humano, y por tanto filosófico; el inglés y la computación no serán más que adornos para venderse mejor si se carece de una formación humanística integral que capacite, no solo para entender, sino para decidir sobre el uso de las herramientas tecnológicas.
La educación y la cultura deben ser democratizadas, no solo en cuanto al acceso a los bienes y servicios, sino también como parte de un proceso de democratización de la sociedad en su conjunto. La cultura (y por tanto la literatura y las artes) debería ser “el espacio en que se participa, se juzga y se escoge”.4
Teniendo en cuenta las premisas anteriores, resulta más fácil comprender el por qué en Honduras la literatura y las artes continúan luchando, no solo por romper el hermetismo de la sociedad hondureña y ocupar un espacio propio, sino por trascender las fronteras, antes geográficas y ahora comerciales.
En estos últimos años se ha manifestado un creciente interés, tanto desde adentro como fuera del país, por aproximarse a la literatura hondureña y revalorarla para subsanar los graves vacíos de que adolecen la mayoría de las antologías y textos críticos sobre literatura latinoamericana, en los que olímpicamente se ignora lo que se hace en Honduras, quizás porque es más cómodo, al estilo de los antiguos europeos, asegurar que algo no existe cuando en realidad no se conoce.
Los estudios más exhaustivos demuestran que en la narrativa, y más específicamente la cuentística, hay un número considerable de autores cuyo trabajo merece ser considerado, no solo por su sensibilidad hacia el entorno social, sino también por reflejar criterios estéticos a la altura de los parámetros universales.5 Cabe señalar, asimismo, como resultado de la correspondencia entre la realidad social y el trabajo literario, la presencia de un número significativo de autoras, sobre todo en poesía, y en menor medida en narrativa.
En cuanto a la novela, aún queda un largo camino por recorrer. No se puede dejar de destacar el trabajo de Julio Escoto, no solo por su volumen y constancia, sino por sus recursos estilísticos y su capacidad de explorar la identidad y la memoria histórica a través de los códigos lingüísticos, sin caer en lo discursivo, lo costumbrista, la linealidad ni la xenofobia. Por su parte, Marcos Carías, narrador y ensayista, sobresale por su búsqueda experimental.
La poesía es mucho más abundante y por lo mismo requiere un mayor trabajo de descombro, sin que por ello desconozcamos que, como apunta Helen Umaña, “todo es un proceso de lenta maduración en la que una etapa prepara a la otra. (…) En este aspecto, ningún autor es innecesario. Todos (…) ponen peldaños en la construcción del legado literario”.6
Es necesario decir que la reducida industria editorial hondureña no ha logrado sobrepasar los límites de un mercado cautivo, conformado por profesores de nivel medio y universitario que obligan a sus estudiantes a comprar textos cuya selección no obedece siempre a criterios estéticos, literarios ni aun pedagógicos, sino más bien atendiendo a la comisión resultante de la venta o a la comodidad de no tener que hacer una investigación más profunda para estar en capacidad de orientar a los estudiantes.
Desde esta perspectiva, en Honduras se sigue reproduciendo el cliché de que “la gente no lee”, lo cual es cierto, pero por las mismas razones por las que no escucha música clásica, prefiere un cuadro costumbrista a una instalación abstracta o vota por cualquiera de los dos partidos tradicionales: porque es lo único que le han puesto al alcance, sin restricciones.
A la par de “reeducar a los educadores”, es imperativo buscar mecanismos alternativos para oxigenar la producción editorial. En este aspecto, cabría pensar en la posibilidad de que algunas editoriales pequeñas del área centroamericana, que por lo general están más vinculadas a la creación artística y literaria porque sus objetivos van más allá del éxito comercial, participaran en proyectos conjuntos de publicación.
México, y especialmente el Estado de Chiapas, han propiciado el intercambio cultural entre los países de la región. Y aquí no podemos dejar de mencionar el importante papel desempeñado por intelectuales mexicanos como Andrés Fábregas Puig, Jesús Morales Bermúdez y su equipo de colaboradores, quienes iniciaron la tradición de estos encuentros entre intelectuales, artistas y trabajadores de la cultura, que han facilitado el intercambio de experiencias, así como la reafirmación de nuestros lazos comunes.7 Esta saludable influencia podría expandirse mediante la convocatoria a certámenes regionales y publicaciones conjuntas de obras que, a través de la literatura o la investigación social y cultural, contribuyan a reafirmar nuestras identidades como países y como región.

En conclusión, es largo el camino que la literatura hondureña debe recorrer, y no lo andarán solos los narradores, poetas, ensayistas y dramaturgos. Se tendrá que ir definiendo y recorriendo a la par de los pueblos que conformamos la Nuestramérica que predicó Martí. Tenemos conciencia de que, en el decir del poeta hondureño José Luis Quesada,

Nuestro tiempo es difícil.
Pero la vida lo rebasará.
Unos con otros nos ayudaremos. Unos con otros.8

Y, como el poeta guatemalteco Humberto A’kabal, pedimos fervientemente:
Que la luz no le dé paso a la oscuridad
para no perder la seña de nuestro camino.9

NOTAS

1 Artículo publicado en el Anuario 1999 del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Tuxtla Gutiérrez, 2000. Presentado originalmente como ponencia en el marco del tercer Encuentro de Escritores e Intelectuales Chiapas-Centroamérica.
2 Arzú Quioto, Santos (2000). “La identidad en el nuevo orden mundial y el artista que genera libertad”. En Trayectos, revista de arte, literatura y pensamiento social. Al momento de escribir este artículo, el primer número de esta publicación de gran formato (editada por María Eugenia Ramos, con un comité editorial del que formaban parte Santos Arzú Quioto, Tito Ochoa, Nolban Medrano y Ruth Helena Jaramillo) estaba diagramado y listo para impresión. Desafortunadamente no llegó a publicarse.
3 UNESCO (1999). Hacia la transformación de la educación hondureña. Tegucigalpa.
4 Licona Calpe, Winston (1995). “El debate internacional sobre las políticas culturales”, en revista Huellas No. 44, agosto de 1995. Universidad del Norte, Barranquilla.
5 Umaña, Helen (1999). Panorama crítico del cuento hondureño (1881-1999), Letra Negra - Editorial Iberoamericana. Guatemala. P. 461.
6 Ídem, p. 460.
7 Encuentros de escritores e intelectuales Chiapas-Centroamérica, realizados en la década de los noventa. Desde 2013, Centroamérica cuenta, evento anual organizado por un equipo de escritores e intelectuales liderado por Sergio Ramírez en Nicaragua, cumple un papel similar en cuanto al intercambio de visiones y experiencias de escritores y artistas de la región centroamericana.
8 Quesada, José Luis (1981). Cuaderno de testimonios. Editorial Universitaria, Tegucigalpa. P. 79.

9 En Cinco puntos cardinales (1998). Organización de Estados Americanos, Santafé de Bogotá, 1988. Ilustraciones del artista hondureño Santos Arzú Quioto 




Texto:Fragmentos de Vocación de lo Perdido, Ludwing Varela



I
Me invoco, como queriendo levantarme de la ruina de estos huesos. ¿Dónde el barco de la desdicha? Junto a mí, muchos compraron el boleto de su perdición, avorazados. Corrieron hacia los abismos y se tiraron como palomas en su vuelo de espuma. He escuchado que su canto se eleva, que las alas les han crecido, pero todavía no han traspasado el cielo de los sepulcros. Me tomo la mano y me sigo. Tropiezo con las sombras de los transeúntes. Doy de patadas al suelo y la tierra escupe mi rostro. Polvo. Si todos regresáramos al polvo la tierra sería grande; más ancha y más grande. Pero los hombres somos pequeños, apenas servimos de abono. Me acaricio, porque me duele ser yo mismo. Me acaricio la voz que se ha quebrado al pronunciar frágiles palabras, palabras que como pájaros caían heridas de altura y gravedad. Pero también el vuelo de los hombres ha caído, los he visto arrastrarse sin saber para qué los pasos, sin saber para qué el camino. Por eso somos tan terrestres, por eso nos desnudamos para intentar el vuelo, para llorar mientras nos acariciamos el recuerdo. Para volar, aunque sea a ras del suelo.

II
Iba con el hambre de la mano como quien lleva a un niño, pidiendo a los hombres una pluma. Cerraron las puertas, las ventanas, las bocas. Cerraron. Entonces maldije el pan y los peces y el hambre se multiplicó hasta enflaquecer a los hombres y mujeres habitantes de los cuatro puntos cardinales. –Mañana, los recordaré con mi memoria de muerto. -Me dije. Iba con el hambre de la mano, tocando las puertas para que me dieran una pluma. Pero cerraron todo. Hasta los sepulcros.

III
¡Abel se llamará!. No. No se puede nombrar a un primogénito con el nombre del primer muerto. Sería como poner en un mismo plato a una serpiente con un ave. Mejor que se llame Viento. Así conocerá el mundo, llegará hasta donde lo ancho de sus brazos quiera. Así se llamará. Ni la noche ni el día serán su tiempo, porque vivirá en el espacio en donde nosotros olvidamos la memoria. Que juegue a hacer pedazos los caminos, que intente hacer olas con la arena del desierto, que muerda el costado del mundo y que se desaten las lágrimas de los muertos. No. No se llamará como los hombres. Y sólo lo nombraremos en los sueños. Un día se irá, lo sabremos, cuando la asfixia nos acaricie el cuello.

VII
El mar está formado de lágrimas, por eso dicen que algunos mueren ahogados en su llanto. Los barcos no llegan a puerto porque los hombres esperan su llegada para asaltarlos. Por eso mejor el naufragio y el espantoso beso de la ola que llena de sal los huesos de los muertos. Nadie se salva del océano, los peces son almas de los que murieron y viven ahogados. Parece que naufragar es nuestro destino, barcos perdidos en el mar profundo de la vida, abandonados para herrumbrarnos y anclar a fuerza de tiempo en lodoso cementerio de esperanzas corroídas. Hasta que llegue el día en que se escuche desde el cielo "El mar está seco. El último hombre se lo ha tragado".

VII
Era pequeño cuando la voz de los hombres parecía alejar el mal augurio de los astros. El futuro se construye de presente. Las estrellas son adorno de lo alto. Y caminé sin estrellas que indicaran el oscuro camino. Los tropiezos me fueron adornando. Cada día la ceguera construía sus paredes en mis ojos hasta que ya no hubo pasos. ¿Y el grito de los hombres para guiarme sin estrellas? Se hizo el silencio. Un astro cayó de lo alto apagando las voces, las risas y los llantos. Corrí de nuevo como escapando de la muerte. Las caídas ya nunca se alejaron.

XI
Nunca soñé con una casa. Con cuatro paredes que me hablaran del pasado del que siempre he huido. Nombrar a una pared Alejandra, Bertha a la otra, nombrar a otra Cindy y que me cuenten verticalmente cada una de mis derrotas. Por eso preferí mudarme, andar de un cuerpo a otro, de un dolor a otro cual si fueran las únicas calles. Quitarme la sed con arena por mi naturaleza de serpiente. Por eso los pasos están perdidos, y no es precisamente para que no me encuentren, si no para no encontrarme.

XIV
Escribí con fuego sobre la piel de los hombres y no olvidaron sus inviernos, pero brotaron de sus bocas cenizas que cubrieron las calles. Por eso el constante picotazo a Prometeo. Por eso el frío empozado en lo más hondo. Los hombres no nacieron para calentarse con la llama, sino para ser quemados por ella. Los hombres no volverán al polvo. Ceniza serán. Quemados sin salir de sus inviernos.

XVII
Nunca entendieron los poetas su verdadero oficio. Construir casas donde pudieran guardar su tristeza, porque la tristeza es como amante que les besa y les susurra al oído a las horas que el amor duerme en otro lecho. Prefirieron los muy insensatos sacar a la poesía de paseo, adornarla con prendas y maquillarla para llevarla arrogante del brazo por las vacías calles del mundo. Que no escriban libros esos hombres. Los alimentarían de palabras uniformes y decentes que vayan alumbrando el camino para que no caigan. A las palabras hay que dejarlas sostenerse por sí solas. No llevarlas de la mano, ni cocerles la ropa a cada tropiezo. No podrían enseñar que el mundo es ancho y el mar es una gigantesca lágrima donde se ahogan los perdidos, porque ellos les mostrarían los barcos, las sirenas, pero nunca les dirían que Ulises vivió triste por haberse atado al mástil. Hoy no se puede hacer ya nada. Van por las calles con la poesía del brazo, pellizcándole para que sonría, para que la gente se anime a saludarla.

XIV
Compré un puñal para cada día de la semana. Uno a uno los dejaba reposar en mi pecho, uno a uno me besaba fríamente hasta que nos volvíamos uno solo y entonces al salir a la calle eran los gritos, las miradas de temor, la falsa adulación, el amor cruzándose a la otra acera para no chocar conmigo. Y encerrado en esta patria como en un laberinto, no tenía hilo. Una nueva Ariadna se entretenía elevando el papelote de sus sueños y la espera se hacía gigantesca, alimentándose del tiempo que ya no quería tener más tratos conmigo. Compré un puñal para cada día de la semana y no poder cortarme la carne para comer, pero sí los huesos, pero sí los huesos, pero sí los huesos.



Ludwing Joel Varela Aguilar, Tegucigalpa Honduras. Nace el 17 de Noviembre de 1984. Egresó del taller de Poesía “Edilberto Cardona Bulnes”. Es miembro del grupo literario “Máscara Suelta” y de la U.E.A.H (Unión de escritores y artistas de Honduras) Sus poemas han sido antologados en “Caballo Verde” 2007, “Honduras, sendero en resistencia” 2010 Y “Antología de poesía Honduras-Chile” 2011. Entre su obra narrativa se encuentra “Autobiografía de un hombre sin importancia” 2012 y en imprenta los “Poemas de la Piedra en el Zapato”. Su obra ha sido recopilada en periódicos y revistas de su país y también en revistas de México, Uruguay, Turquía, Guatemala, Argentina y Marruecos. Ha ganado los premios anuales de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en las ramas de poesía, cuento, fabula y fotografía. Actualmente estudia literatura en la Universidad nacional de Honduras y trabaja en el proyecto “Bocas Sagradas” en conjunto con Distrito M, Trabajo que recopila 10 video-artes de los poetas vivos más representativos del país.


Fuente: LUDWING VARELA·MARTES, 5 DE JULIO DE 2016

Texto: La epopeya del campeño (Fragmento de novela corta,1938) Augusto C.Coello (Escritor Hondureño)




VI
Frente a un comisario se ha detenido el tren. El agua sigue cayendo a poquitos, pero con tal seguridad, que en pocos momentos se cala hasta los huesos. El conductor salvadoreño de origen, nos dice: Aquí debe quedarse. Y sacando de los asientos la vieja valija, traspasamos nuestra pobre humanidad a la plataforma de madera que se abre, solicita, en aquel inmenso mar de matas de guineo. Un chorro de vapor de agua salpica nuestras piernas y el tren principia a caminar lentamente, para perderse minutos después en una de las vueltas del camino.

Y quedamos solos en aquella isla cordial, que parece un refugio en el océano verde que se dilata frente a nuestras pupilas. Y el agua cayendo fina, pero tenazmente, nos hace buscar el abrigo seguro del comisario. Y con la valija en la mano, penetramos en la pieza de madera, forrada con tela mecánica, donde un negro corpulento arroba sus ojos en las espirales de su puro. Nuestra presencia turba por algunos instantes su calma de Buda viviente y por su boca ennegrecida por el uso del tabaco, se escapa un Good Morning, tembloroso. Las diferencias raciales no imperan en nuestra patria, pero siempre un mechón de cabellos rubios y un cutis blanco, hacen sensación de conquista en los negros diseminados en los trabajos de la costa norte. Y en la claridad que da una lámpara de gasolina, hemos visto alinearse en el fondo de la pieza, una serie de letras extranjeras, otras de jabones y más allá de las necesarias botellas de whisky, al lado de medias botellas de cocacola y cervezas. En el mostrador unas letras pintadas de color negro dan algunos de los precios de las mercancías existentes. Y el silencio vuelve a envolver la pieza, el negro y a mi persona. De vez en cuando los ojos pueden ver nubes de vapor que se levantan de la tierra empapada. Y pasan las horas. A medida que el día llega a su mitad, nubes de mosquitos invaden la pieza que ocupa el comisariato. Llegan en silencio, en fila compacta, con una tenacidad digna de mejor causa. Y principian su asalto. Pican en la cara, en la cabeza, en las manos, en las piernas mal cubiertas. La mano se cansa de aventar manotazos, en la lucha desigual, mientras muchas de las picadas se van hinchando, con un escozor molesto. La voz del negro se levanta en signo de alianza y me dice: Fume, al mismo tiempo que pone en mis manos un autentico cañón rayado. Y principiamos a lanzar al aire infectado grandes copos de humo, con el deseo de extirpar la plaga. Pero es inútil, silenciosos, tenaces, continúan su carga, acompañados de accesos de tos   de mis pulmones que se han resentido por la fuerza del tabaco. De pronto en la lejanía un macho en pieza a agrandarse, jalando en la línea férrea una plataforma de madera, afianzada en cuatro ruedas de hierro. Y sobre ella la figura de un campero o campeño, perfila su silueta, aberrujado en una carpeta amarilla que pone tintes especiales en el fondo verde, que cubre el paisaje. A medida que se acerca, se escucha su voz. Una voz triste, friolenta, que intenta aumentar la velocidad del vehículo. A los pocos momentos esta frente a la plataforma. Detiene el macho y baja. No necesita inquirir por el viajero, pues yo me he adelantado con la valija. Y sin pronunciar palabra nos instalamos en el medio de locomoción, que ha de llevarnos a la terminación de nuestro viaje. Al trote del macho vamos avanzando, en compañía de los mosquitos. Un frió intenso se adentra en nuestro organismo De pronto nuestro conductor habla. Lo hace con respeto, con miedo ¿Dónde están los malhechores de la costa norte? Me pregunto interiormente, ante la infelicidad de mi acompañante Y el oído recoge las frases: Adelante nos podemos echar un trago. Es el guaro prohibido, pero conforta más que el del estanco. Y el macho para frente a una choza miserable, donde asoma una mujer sucia y harapienta, al lado de dos chiquillos y un perro flaco y sarnoso, que nos mira con ojos desconfiados. “Véndanos una media, nana” y del bolsillo de Juan, el yardero de la finca salen cincuenta centavos de lempira, para volver convertidos en un liquido claro, zarco que se hunde en nuestros estómagos, satisfaciendo apetitos ancestrales y confortando el estomago vació y frió, que no ha sabido de alimentos desde hace más de siete horas. Y seguimos rodando, en la línea interminable, siempre con el mismo cielo, la misma vista y la misma agua.
                                                             

En muchos puentes hemos tenido que bajarnos, saltándolos durmientes, mientras en el fondo agua estancada, espera la caída de alguien o algo, para agitar sus ondas dormidas. A la hora y media de marcha arribamos a nuestro destino. La casa se alza sobre pilares de cemento, pintada de verde y cubierta de láminas de zinc y aureolada por un camino de árboles. Manos amigas se agitan para darnos la bienvenida, mientras el agua sigue cayendo lenta, pero tenazmente, adentrándose en la tierra pródiga para fecundarla y sentir su entraña vigorizada en el despertar fecundo de los guineales, pletóricos de fruta. Y empapados de agua e hinchados por las picaduras de los mosquitos, hacemos nuestra entrada a la casa del mandador, que nos recibe con su cálido ambiente.
De la Epopeya del Campeño (1938).

La epopeya del campeño Augusto C. Coello Hijo, Hondulibro, Editorial  Iberoamericana, # 46, 25 de junio   de  2000. Tegucigalpa, Honduras.

Credito ilustración : El sol rojo, costa norte, (2005). Plaza de las palabras.  

Arte: Pichinguitos” El arte como memoria y resistencia cultural en Mito Galeano por Salvador Madrid

Pichinguitos” El arte como memoria y resistencia cultural

                       El artista Mito Galeano en un afiche promocional diseñado por Monx, la foto es de Dany Alvarado


Los dibujos de los niños y del artista crean un universo estético maravilloso, prueba de habilidad y de arte comunitario.


Mito Galeano, a través de su arte, dignificó la memoria de los descendientes de los descendientes de los lencas.

Su pintura interroga desde la magia de los relatos de la gente sencilla a ese relato oficialista de la historia; confronta al poder con esa otra belleza que no es pasiva, sino llamado puntual a la resistencia cultural a la que tiene derecho una tierra. Su trabajo ha dado la batalla contra la manipulación o contra la construcción de una falsa identidad nacional bajo la sutileza del deber cívico o de la decadencia del fervor folclórico tan mal entendido e integrado al sistema educativo y al canon cultural. 

Hace unos días Mito Galeano, presentó en la ciudad de Gracias, en el marco del Festival Gracias Convoca, una serie de dibujos que es un adelanto de la exposición en la que ha estado trabajando hace un año: “Pichinguitos”; este sugerente nombre designa una colección de dibujos que se hicieron en la libreta del artista, pasaron al formato virtual y luego se imprimieron. La sencillez, el humor, la versatilidad, la destreza técnica del artista al recrear un universo tan complejo bajo la premisa del dibujo infantil son apenas umbrales a un universo de inagotables significados; un hombre dibujando como un niño, un artista que transforma el dibujo académico y lo impregna de una imaginación que parece improvisada, pero que al verlo con detenimiento nos damos cuenta de los detalles, de la destreza, de su intensión pura que celebra una historia y es la siguiente: estos dibujos tienen su basamento en los dibujos realizados por niños de comunidades rurales a quienes el artista les pidió dibujar las historias que sabían del cacique Lempira, de su comunidad, de la fauna, de las leyendas; luego el artista reprodujo esos dibujos siendo fiel a su origen (es más, algunos son calcados del dibujo original) y enriquecidos con los elementos del imaginario del occidente de Honduras.

"Españolito" dibujo original de un niño del taller impartido por Mito Galeano

Este proceso de arte comunitario es ejemplar, no sólo implica una tarea de desdoblamiento, sino el intento por internarse en un relato infantil acerca de la vida; de nuevo surge Lempira, armado y vivo ante el invasor que es identificado a caballo y con la indumentaria de la conquista, aunque en algunos dibujos el invasor sea un pájaro con uniforme militar. Se resucitan las historias orales y sus personajes fantásticos, además de recrear una lucha entre el bien y el mal, entre los valores de la vida y la sobrevivencia cotidiana en un mundo lleno de retos y calamidades sociales; en cierto modo es la representación estética de un discurso infantil real, esperanzador y soñador, pues en los dibujos claramente se interpreta que gana la celebración al pesimismo y al silencio, la ternura al sufrimiento.

"Españolito" obra del artista Mito Galeano, basada en el dibujo de un niño


Los “Pichinguitos” de Galeano hacen memoria de una tierra, de su gente, de la necesidad, de la belleza y la carencia; pero sobre todo de la imaginación y en este caso la imaginación viene de las niñas y niños que dibujaron estos personajes que sirvieron de boceto y punto de partida para el artista. 

La colección está más lejos de su nombre, encierra un universo de ironías, ternura, sarcasmo y humor; guarda en su centro una visión clara: es una muestra de identidad, una forma autentica de mirar la vida y el mundo. Sin duda la propuesta evolucionará, al muralismo y al animé, además de una segunda serie que ya está sobre la mesa del artista y es trabajar directamente sobre el dibujo de los niños e intervenirlo sutilmente con colores y diseños, un reto mayor, pero de resultados estéticos profundos, totalmente lúdicos, anti formales y desacralizados de todo emparentamiento con alguna naturaleza espontánea de representación.

"Lempira" (de la Colección Pichinguitos de Mito Galeano)

A Galeano hay que reconocerle no sólo su magnífica destreza, sino lo que él representa: un referente de dignidad y de arte revolucionario. Y cuando digo que Mito Galeano es un revolucionario, alejo de esa palabra las mezquindades políticas y pienso en esos espíritus y acciones que proyectan sus vidas más allá de su circunstancia. 



Hace muchos años su ciudad, sus admiradores y sus amigos esperaban una exposición del artista, y es la primera vez que la ciudad de Gracias se dio este lujo, ver una muestra de su mayor artista, el que le ha guardado la memoria, referencia plena de resistencia cultural y del arte que al ser auténtico vitaliza a la historia o llama a la discusión puntual donde la falsedad se desbarata como se desbaratan los falsos dioses que aspiran a multiplicar el odio y la desesperanza.

"Lempira con arco" (de la colección Pichinguitos de Mito Galeano)

Libros: Exhumaciones de Samuel Triguero



Fuente :Samuel Trigeros, Facebook 

Texto: Las paradojas de la política pública cultural en Honduras:Un comentario de un ensayo del Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle por Rebeca Becerra

En un ensayo denominado Ciclos, paradigmas y modelos de política cultural 1876 a 2011: A quienes creyeron y se empeñaron…“en un constante esfuerzo por su cultura” Froylán Turcios, Oración, el Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle, realiza un recorrido por la historia de la “política cultural pública”, su institucionalidad, a partir de lo cual se crea el imaginario cultural e identitario que aún pervive en Honduras, ejemplificando en propuestas y obras lo que se realizó en cada período histórico y gobernativo (un ensayo extenso); trabajo que debe tomarse en cuenta como parte de un marco referencial para entender cualquier propuesta de política cultural pública que se proponga en Honduras.

Es un trabajo crítico que demuestra errores y aciertos, esfuerzos y obstáculos, mediocridad y medianía. Encerré entre comillas “política cultural pública” porque si no hubo presencia del Estado en el rol de la cultura en algún momento de la historia, también es una política pública; sobreentendiendo que esta ausencia acarrea una problemática y factores conflictivos más profundos que afectan directamente a la cultura, la identidad nacional y las y los creadores.

Me satisfizo personalmente el cuestionamiento autocrítico del Dr. Fasquelle sobre varios aspectos que a la luz de la reflexión lo han llevado a rectificar errores históricos. Sin embargo me quedé con la duda de sí lo planteado en su artículo hasta cierta etapa histórica, ¿fueron realmente políticas públicas, es decir, estrategias programáticas acorde a un proyecto ideológico y a un plan de nación o solamente fueron en un principio actividades a corto o mediano plazo; o actividades que obedecieron a situaciones coyunturales?, por supuesto ideologizantes; pues es hasta partir de finales de la década del 70 principios de los 80 cuando se comienza a tratar y a debatir sobre el tema de las políticas públicas culturales, durante el período de transición de las democracias, cuyo principal tema es el rol del Estado en la intervención de lo cultural.

El problema de la historia de la política pública en Honduras, no es sí la cultura, porque esta está, es y estará independientemente del Estado, sino, las paradojas que Fasquelle platea sobre cómo va surgiendo esa “política pública” y esa “identidad nacional” que, desde un principio fue excluyente atendiendo a partidos y propósitos políticos, elites y culto a la personalidad. Esas paradojas obedecen a un ambiente intelectual pobre, pese a los esfuerzos, como dice Fasquelle, modestos, de hombres de la Reforma Liberal; aunque para mí no es modestia, solo si se entiende como pobreza de recursos intelectuales y falta de visión por supuesto, enmarcado en un período de nuestra historia. Coincido con Rafael Heliodoro Valle cuando menciona que en Honduras no ha predominado una cultura ilustrada (no de Ilustración) debido a los bajos niveles educativos. En este sentido la articulación institucional entre educación y cultura es inminente, penosamente los pocos esfuerzos han sido en vano o no los correctos, si es que en algún momento se han tratado de articular o medio articular, pues esto requiere de cambios en el mismo sistema educativo nacional, y en la manera de cómo entender lo cultural y su importancia dentro del entramado social.

No podemos pensar la cultura de manera autónoma o en un espacio particular aislado, claro si con sus particularidades, como tampoco podemos hacerlo con la educación, la salud o la economía, etc., esto es lo que ha hecho la oligarquía de este país, atendiendo a un sistema capitalista, mantener un discurso di-sociativo de todas las partes de la superestructura con el fin de lograr sus objetivos políticos y explotadores. Poner la mirada solamente en lo cultural, o en lo económico, o en lo educativo, o lo político nos vuelve incapaces de comprender que se requiere interrelación con todas subestructuras que conforman lo social.

Es por eso que el Estado Socialista Democrático debe orientarse al apoyo decidido para el desarrollo de todas las manifestaciones culturales, artísticas posibles para que la sociedad sea forjada dentro de un proceso educativo y cultural que permita la construcción de una consciencia hondureña y la elaboración de la identidad socialista democrática. Una cosmovisión social para la construcción de ciudadanos y ciudadanas libres y solidarias mediante un proceso educativo-cultural-popular con todas las posibilidades de diversidad e inclusión.

Resumiendo la primera paradoja en palabas de Fasquelle, nos dice que “la política cultural reformista (Reforma Liberal) se enfrentó valiente y sutilmente a la Iglesia y logró al final prevalecer y establecer un comienzo de servicio público. (Pastor, Fasquelle, s.f.).

La segunda paradoja se centra en la construcción del sentimiento de nacionalidad bajo la necesidad de la creación de un civismo “fundamentado en un conjunto de mitos, símbolos, de fechas que pueden convertirse en efemérides, de unos textos y concepciones históricas que disponemos hacer clásicas, de unas figuras, padres ejemplares, a los que escogemos hacer héroes” (Pastor, Fasquelle, s.f.). que lleva a la creación de los cultos que hoy conocemos como cultos cívicos celebrados en fechas precisas y de forma prácticamente obligatoria. Para Fasquelle estos impulsos de búsqueda durante la Reforma Liberal en el campo de la institucionalidad de la cultura generan una política cultural con estrategias definidas que, incidirá en otros ámbitos como la concepción de una nación moderna y laica.

La herencia de los reformistas continúa heredándose a finales del siglo XIX y principios del XX, la construcción del nacionalismo se fortalece pero al mismo tiempo se personifica más, y aquellos impulsores reformistas pasan a ser figuras del mismo nacionalismo. Los aportes a la institucionalidad y al reforzamiento de este nacionalismo impulsado por el Estado contrastó irónicamente como lo explica Fasquelle en su tercera paradoja “Carías, sus ministros, sus diputados y sus alcaldes profesaban el nacionalismo en la escuela, comisionaban retratos, pinturas y bustos de los héroes nacionales exaltaban los símbolos al mismo tiempo que concesionaban tierras y aguas a los extranjeros. ¿Despojan a la nación de su patrimonio al tiempo que exaltan la defensa de la nacionalidad?”. (Pastor, Fasquelle, s.f.).

En la década del 70 se hace el primer esfuerzo oficial por la cultura: la creación de un Ministerio de Cultura y Propaganda, importando modelos ajenos a nuestra realidad nacional, pero por supuesto acorde a las políticas de gobierno de ese entonces de tendencia militarista-ultraderecha. Irónicamente nuestro ancestro de Secretaría de Cultura, Artes y Deportes no es más que la creación militarista de cultura que sirviera para la difusión de las ideas del gobierno del General Oswaldo López Arellano, un modelo nazi de difusión para la movilización de la población. “Muy claramente la idea primigenia era la de legitimar al régimen y mediatizar la oposición o cooptar a los artistas e intelectuales que suelen ser ciudadanos incómodos, críticos inclementes. Estos a su vez, se burlaban del intento apodando a la novel institución elMiniculito”. (Pastor, Fasquelle, s.f.). Las propuestas desmeritaron lo folklórico, vía que se buscó como estrategia, ¡que más se podía esperar!.

“Con todo aunque suponía una mala conciencia, el establecimiento del ministerio también conllevaba una responsabilidad. De ese entonces data una contradicción profunda entre lo que declara ser y lo que el ministerio de cultura es en la práctica. Los gobiernos sucedáneos de la dictadura militar suscribieron y ratificaron sin cumplir con los convenios, aceptando la jurisdicción en la materia de ICOMOS (1966), de UNESCO (1963,1972, 1979), de OEA (1976). Firmar era la idea.” (Pastor, Fasquelle, s.f.). Y continúan las paradojas.

Los Derechos económicos, sociales y culturales se incluyen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (DUDH) y se desarrolla su protección en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) de 1966 (http://es.wikipedia.org/wiki/). Contradictoriamente a las declaraciones internaciones sobre el derecho al acceso de la ciudadanía a la cultura,  la Constitución de 1982 “suponía un concepto elitista del servicio cultural que, por otro lado, se buscaba instrumentalizar para el mercado” (Pastor, Fasquelle, s.f.). El Miniculitopasa a llamarse Secretaría de Cultura y Turismo, ligando de esta manera la cultura con el turismo. Se toman modelos impulsados por la UNESCO como las casas de la cultura, sin embargo sembró bases para comenzar a reforzar la identidad local.

Las paradojas se acrecientan con la privatización de instituciones culturales a partir del gobierno de Callejas en la búsqueda de soluciones a las instituciones culturales desde la visión del modelo neoliberal (falsas políticas), “frente a la inoperancia del Estado, la visión del Callejas era la de privilegiar a organizaciones privadas que hicieran lo que el gobierno no podía. Era a través de las asociaciones privadas que se tenían que hacer las cosas y no le faltaba razón a ese argumento, aunque estas fundaciones funcionaban mejor en las ciudades y no siempre fueron responsables ni tuvieron vocación para movilizar recursos complementarios de la esfera privada, como se suponía que debían hacer, si no que desviaban los recursos públicos negados a las instituciones. Hubo de cal y de arena. Pero no se puede negar que trabajó duro esa administración en Cultura”. (Pastor, Fasquelle, s.f.).

Es durante el gobierno de Carlos Roberto Reina que se comienza a modernizar la política cultural —como dice Fasquelle— defendiendo su institucionalidad, a sabiendas que del legado de una política cultural de culto y la construcción de una historia por unos cuantos personajes no era correcto, fue imposible desdecir, así que se optó por comenzar un proceso de democratización de la cultura y tratar de romper el mito de que nuestra ascendencia era únicamente maya, eclipsando y robando méritos a los demás pueblos étnicos del país, lo que el Dr. Euraque ha denominado la mayanización de la cultura. Se ratifica el Convenio 169 de la OIT. Pero de nuevo las contradicciones, mientras un equipo desde la Secretaría y el Instituto Hondureño de Antropología e Historia planteaban programas y proyectos a ésta no se le asignaba el presupuesto necesario. Pese a las limitaciones económicas, lo errores que señala Fasquelle “Faltó agilidad para implementar programas con los grupos étnicos y quizás por eso en parte fracasamos en la negociación con los Chorti a los que el COPINH llevó a Tegucigalpa para tomarse la entrada a Casa Presidencial y exigir tierras de cultivo. Esos enfrentamientos reflejaban problemáticas estructurales y significaron un tropiezo importante para consolidar la política de Diversidad. En materia de apoyo a las artes, los financiamientos que se daban como “Sellos” de las compañías nacionales de teatro o danza no convencieron a los artistas porque se concentraban mucho y no tuvieron continuidad. Y en lo que respecta a las Casas dela Cultura, permitimos que se configurara una especie de feudo burocrático que desvirtuaba su carácter descentralizador” (Pastor, Fasquelle, s.f.) es durante este período gubernamental, hasta el momento, donde más se avanza en materia cultural.

El período de Carlos Roberto Flores y Ricardo Maduro fue caótico para la Secretaría de Cultura y las Artes, encima de las carencias presupuestarias, pero principalmente técnicos-profesionales, le suman el deporte, denominándose ahora Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, generando más descontento y confusión, tanto administrativamente como entre las y los creadores.

En 2001 la UNESCO adopta el documento sobre la Diversidad Cultural, que en sus cuatro partes trata de identidad: la diversidad cultural como patrimonio de la humanidad. Diversidad cultural y derechos humanos: Los derechos humanos como garantes de la diversidad cultural. Diversidad y creatividad cultural y la cuarta parte la diversidad cultural y la solidaridad internacional. La declaratoria fue adoptada en 2005. Pero a declaraciones internacionales oídos sordos en Honduras.

Durante el período del Presidente Zelaya (2006-2009) y a través de la constitución de un equipo técnico-profesional de trabajo, desarticulado durante el golpe de Estado del 2009. Se ratifica la Convensión mundial para la diversidad cultural. “Retomamos una visión de una política cultural más incluyente y abierta, curada con la experiencia, ajustada al recurso. Un poeta le llamó la política de las 4 D s. Descentralizar, proteger la Diversidad, Democratizar y Desburocratizar el servicio cultural. Había que rescatar a la institucionalidad desestimada con una visión que le diera su lugar, superar resentimientos y desconfianzas. La forja de la identidad no podía ser un proyecto burocrático, sólo sería posible cuando todos las y los ciudadanos participaran en él, partiendo desde las comunidades en su diversidad”. (Pastor, Fasquelle, s.f.). Se nombra al Lic. Salvador Suazo como Vice-ministro de cultura, originario de la etnia garífuna y encargado de la parte de diversidad cultural.El Dr. Darío Euraque asumió la gerencia del IHAH organizando y coordinando también un equipo técnico-profesional y conjuntamente con la SCAD, alcaldías, comités culturales, y otras organizaciones culturales e instituciones del gobierno trabajamos de manera profesional e intensa.

Pero no todo fue logros —dice Fasquelle— la inoperancia heredada de otros gobiernos no permitió el rescate de programas y proyectos dispersos en otras instituciones del gobierno lo cual acarreó problemas y pérdidas. “No conseguimos la ley nueva necesaria para reestructurar y modernizar a los sectores, articulando a un Consejo Nacional con los Consejos Regionales de cultura que aseguraran una participación representativa y una estructura para la descentralización y democratización. Esas iniciativas de ley fueron saboteadas en el Congreso con un guiño de la Comisión de Cultura presidida por la futura Ministra de Micheleti, Myrna Castro, y con la connivencia “opositora” del peor de los ministros de Maduro y de al menos un par de grupos de artistas capitalinos que sucumbieron a la tentación de su vanidad, se impostaron de representantes, se quejaron de no haber sido consultados y se comprometieron a entregar un nuevo proyecto de ley antes de Junio de 2009.”(Pastor, Fasquelle, s.f.).

Antes del Golpe de Estado la cultura de los grupos étnicos, se encontraba en una reafirmación de su identidad en diferentes aspectos y tomando fuerza su representatividad ante el Estado que de una u otra manera les había escuchado, se estaban reforzando las identidades locales. La Secretaría de Cultura, Artes y Deportes-SCAD impulsaba un proceso de democratización y descentralización económica-institucional de la cultura con la creación de los Consejos Regionales de Cultura, a través de los cuales se pretendía fortalecer con recursos económicos la cultura local y regional, principalmente las manifestaciones culturales populares, además de potenciar la creación y la producción cultural. En cuanto a materia de legislación se entregaron al Congreso Nacional la Ley de Fomento a la Cultura y las Artes y la Ley General de Archivos en la cual la SCAD y el IHAH participaron ampliamente en su propuesta. Se dotó de personerías jurídicas a los Consejos Regionales de Cultura y varias asociaciones o comités culturales locales a nivel nacional. Con el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, España y Portugal CERLALC comenzábamos a organizar ideas para una ley de las bibliotecas, el libro y la lecturay para un plan nacional de lectura. La cultura nacional, presa de la dinámica histórica, quedó sujeta a un voluntarismo político retrógrado.  (Becerra: El gobierno de facto y la cultura)

Hemos avanzado pero considero que seguimos envueltos en paradojas, difícil desprenderse de esos orígenes que generaron cultos, ritos, mitos, folklore complejidad de la realidad cultural hondureña, lo que se considera verdadero realmente es una contradicción lógica con la cual hay que lidiar. Quizás desprenderse no sea la palabra correcta para referirme a este conjunto simbólico que debería cohesionarnos en vez de dividirnos.

Al igual que Fasquelle y Julio Escoto comparto el criterio que “Hay que hacer la revolución para revolucionar la cultura. Y Escoto tenía razón, la cultura tiene que servir para hacer la revolución. El golpe del 2009 y la resistencia han hecho más para forjar identidad (reconocimiento de las diferencias) que la historia anterior y su placebo”. (Escoto en Pastor, Fasquelle, s.f.). ¿Entonces era necesario un cambio? ¿Un golpe de Estado? ¿Otro tipo de cambio? Una sacudida a la estaticidad de la conciencia. Considero a la cultura revolucionaria en sí misma, quizás mejor aprendamos de ella y su dinámica para hacer la revolución.

Por esas paradojas históricas nuestro proceso de construcción de identidad nacional al parecer ha funcionado al revés. Se han creado e instaurado elementos simbólicos excluyentes y se han desvalorizado aquellos que cohesionan y que se encuentran más cerca de nosotros de lo que creemos. “Los símbolos externos de la cultura oficial pueden servirle a la alquimia de la identidad nacional, pero su cultivo tiene que darse dentro de un consenso amplio y genuino. No estoy seguro si alguna vez lo hubo aquí o en qué momento se perdió”. (Pastor, Fasquelle, s.f.) Esto requiere un estudio más profundo, pero el trabajo platea propuestas y retos.

Siempre le he apostado a la cultura y al arte, por supuesto también al proceso de aprendizaje a través de la educación formal que deben complementarse. El ser humano es un producto cultural que comienza su formación a través de un proceso de oralidad, he aquí la función e importancia del lenguaje como constructor de lo que somos; he aquí las raíces de una identidad familiar, barrial, comunitaria, regional que debe desembocar en una identidad nacional, y recurro a García Canclini cuando dice “que la identidad es una construcción que se narra”.

Debemos preguntarnos entonces ¿Cómo hemos narrado nosotros la construcción de nuestra identidad? ¿La hemos narrado a partir de qué… o la hemos inventado a partir de “paradojas”? ¿La seguiremos sosteniendo sobre paradojas si no logramos consolidar un cambio político en Honduras? 
Publicado por Rebeca Becerra en  

Fuente: Rebeca Becerra, Facebook, tambien en el Blog

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