Lenguaje y escritura: El arte de contar historias por Mauricio Bach. LaVANGUARDIA, CULTURA/S



Plaza de las palabras en su sección Lenguaje y escritura, presenta el texto: El arte de contar historias, escrito por Mauricio Bach y publicado en La Vanguardia,  Cultura/s. El autor presenta un texto en que responde a las inquietudes de lo que más gusta en un cuento o historia y sus probables relaciones con el funcionamiento del cerebro. ¿Cómo se atrapa al lector? En definitiva enuncia las  fórmulas que rigen los procesos mentales en la elaboración de una narración. Basa sus comentarios en su experiencia, ya que imparte  clases sobre novela en Escola d’Escriptura del Ateneu Barcelonès.


 Igualmente cita a varios autores, entre otros,   Joseph Campbell, quien se especializa en los  mitos, y el formalista ruso  Vladimir  Propp, quien estudia las estructuras del lenguaje, especialmente en la narración de historias. Se sigue auxiliando en  Eduardo Vara, autor «que explica que nuestro cerebro busca estímulos en lo nuevo e inesperado y al mismo tiempo trata de controlar el entorno.» Will Storr, quien analiza la eficacia narrativa en relación al cerebro. 


Así también el texto expone hallazgos de los neurólogos Anthony Brandt y David Eagleman. Según estos autores: «la creatividad se basa en tres elementos nucleares que ellos denominan doblar, romper y mezclar. Se trata de tomar elementos ya existentes –nunca partimos de la nada– y manipularlos, forzarlos, reelaborarlos hasta crear algo nuevo.» El autor del texto, continúa comentando la obra de tres escritores más: Albert Sánchez Piñol,  Brandon Sanderson  y Kurt Vonnegut. Autores que además impartieron clases de escritura narrativa y creativa. Sanderson en la Universidad Brigham Young, y Vonnegut, en la Universidad de Iowa, en el mítico Writer’s Workshop. Finalmente, el texto es acompañado con una breve entrevista al autor Eduardo Vara, pediatra, dramaturgo y editor en la Universitat Pompeu Fabra. Autor para quien: “Somos verbívoros y narratívoros”






Cultura/s 


¿Cómo se atrapa al lector? ¿Por qué un personaje nos gusta?¿Por qué un final sin sorpresa nos decepciona? Más allá de clásicos como Campbell, distintos libros tratan de explicar las  fórmulas que rigen toda narración


1431 palabras 


El arte de contar historias

Mauricio Bach


En 1949 el profesor norteamericano Joseph Campbell publicó El viaje del héroe, un tratado de mitología cuya relevancia no tardó en sobrepasar el ámbito académico: el llamado viaje del héroe es utilizado por guionistas y escritores. Campbell sintetizó el viaje iniciático en una sucesión de etapas o pruebas que deben superarse. Y descubrió que esta estructura se repetía en mitos procedentes de culturas sin ninguna conexión entre sí. Todos compartían una misma estructura narrativa, que sigue siendo la que, de manera diáfana o disfrazada, vemos replicada en novelas y películas de los géneros más diversos. 


Unas décadas antes, en 1928, ya lo había apuntado el formalista ruso Vladimir Propp en La morfología del cuento, con una esquematización más compleja en forma de listado de 31 puntos o funciones. Los relatos populares de tradiciones muy diversas compartían elementos estructurales comunes. Es decir, cuando narramos –sea en una novela, un cómic, una película o una serie de televisión– repetimos ciertas pautas cuya eficacia probada se remonta a la antigüedad. Algo similar pasa con la llamada estructura en tres actos, presente en el teatro griego y que sigue funcionando en cualquier película – salvo las muy experimentales–tanto si es de Hollywood como si se ha rodado en Alcarràs.


Hace años que imparto cursos de novela en la Escola d’Escriptura del Ateneu Barcelonès y siempre empiezo la primera clase con el viaje del héroe de Campbell, porque contiene sintetizada la esencia de toda narración. Se han escrito centenares de libros que tratan de explicar esa fórmula mágica y de responder a preguntas del tipo: ¿cómo se atrapa al lector?, ¿por qué un personaje nos despierta empatía?, ¿por qué un final sin sorpresa nos  decepciona? Por afición y por profesión he ido acumulando un buen número de esas obras y ahora llegan a librerías varias novedades, entre ellas algunas que dan un paso más allá del simple manual de técnicas narrativas y las que dan un paso más allá del simple manual de técnicas narrativas y las conectan con la neurociencia. Tratan de explicar por qué leemos lo que leemos y qué estímulos busca nuestro cerebro en una narración.


 Es el caso de Érase una vez en tu cerebro de Eduardo Vara, que explica que nuestro cerebro busca estímulos en lo nuevo e inesperado y al mismo tiempo trata de controlar el entorno. Con la combinación de ambas cosas debe jugar una narración exitosa, poniendo en práctica algo en apariencia paradójico: tener elementos reconocibles –piénsese por ejemplo en el lector de género policiaco, que busca encontrarse con una estructura clásica: detective investiga crimen–, pero al mismo tiempo, sobre estos elementos con los que el cerebro está familiarizado debe ser capaz de lanzar retos al lector, ofrecerle giros inesperados, chocantes incluso, sin los que no habría estímulo. Y la tercera cosa que busca el cerebro es coherencia, de modo que al final todo debe cobrar sentido, cada pieza del puzle encajar en su lugar, aunque en la vida real no siempre sea así (y tampoco tiene por qué serlo en la novela más experimental o vanguardista que sería la excepción a la regla).



Una trama no tiene por qué ser realista,

pero sí verosímil;

este es un pacto básico con el lector

que el autor no puede transgredir


La ciencia de contar historias de Will Storr es otra exploración de las claves de la eficacia narrativa conectándola con el funcionamiento de nuestro cerebro, que procesa información constantemente y está especialmente alerta al cambio. Por eso la primera regla para Storr es captar la atención del lector con la amenaza de un cambio inesperado, el tipo de arranque de novela que resulta imbatible. A partir de aquí el desarrollo narrativo debe seguir los parámetros de pensamiento de nuestro cerebro: se plantean preguntas y se responden. La narración óptima es una sucesión de causas y efectos, porque el cerebro entiende así el mundo. El autor apunta otro aspecto interesante: el hombre primitivo sobrevivió creando grupos y lo que mantiene cohesionado al grupo a través del lenguaje es el chisme, que es el origen de todas las

narraciones, el deseo de saber de las vidas de otros.


Aunque no aborda de manera específica la creación literaria, La especie desbocada , coescrito por un compositor y un neurocientífico –Anthony Brandt y David Eagleman–, puede ayudar a entender por qué básicamente estamos contando siempre las mismas historias y sin embargo estas siempre nos parecen nuevas. El libro analiza la creatividad en sentido amplio, la que sirve para crear un cohete lunar o un iPhone, pero también para revolucionar las artes plásticas o la arquitectura. Según los autores, la creatividad se basa en tres elementos nucleares que ellos denominan doblar, romper y mezclar. Se

trata de tomar elementos ya existentes –nunca partimos de la nada– y manipularlos, forzarlos, reelaborarlos hasta crear algo nuevo.


Los tres últimos libros que comentaré son manuales de técnicas narrativas escritos por autores con grandes éxitos a sus espaldas. Es el caso de Les estructures elementals de la narrativa de Albert Sánchez Piñol, cuya primera novela, La pell freda , se convirtió en un best seller internacional y desde entonces no ha dejado de estar en las listas de más vendidos. Su propuesta es muy técnica, pero servida con encomiables dosis de humor y abundantes ejemplos tanto de novelas como de películas de todo tipo. Él no entra a

explorar el cerebro, sino que se centra en proporcionar fórmulas infalibles para construir una trama eficaz. Proporciona un esquema compositivo que después cada uno debe rellenar con su imaginación y su talento. Para él son cruciales el desencadenante con el que arranca la acción, los giros narrativos bien dosificados que mantienen al lector en vilo y lo que los guionistas denominan el midpoint (el punto intermedio, también llamado de no retorno), un momento de gran intensidad dramática, que se sitúa en el centro de la historia y en el que el protagonista debe tomar decisiones trascendentales que cambiarán el curso de la trama.


Brandon Sanderson es otro autor superventas, en su caso especializado en fantasy . Su Curso de escritura creativa es la transcripción de las clases que imparte en la Universidad Brigham Young. El libro está enfocado a la fantasy, pero las reflexiones teóricas que plantea son en su mayoría aplicables a otros géneros. Explica, por ejemplo, sus celebérrimas leyes de la mágica o leyes de Sanderson, que acotan qué se puede hacer y qué no con la magia en una novela; son un buen ejemplo de cómo generar verosimilitud en una narración fantástica a partir de respetar el principio de coherencia: una trama no tiene por qué ser realista, pero sí verosímil; este es un pacto básico con el lector que el autor no puede transgredir.


A partir de elementos con los que el cerebro está

familiarizado, 

la narración debe lanzar retos al lector,

ofrecerle giros inesperados


Kurt Vonnegut también escribió literatura de género –ciencia ficción–, aunque con la ambición de romper las barreras de ese género, y también dio clases de escritura en una universidad. En su caso en la de Iowa, en el mítico Writer’s Workshop por el que han pasado, como profesores o alumnos, grandísimos nombres de la literatura americana. Él llegó allí a mediados de los años sesenta, acuciado por las necesidades económicas para mantener a su familia, cuando todavía no era un autor reconocido. Compadezcan al lector reconstruye y explica esas clases, a partir del material recopilado por una de

sus alumnas. Hay en esta obra pistas creativas explicadas con el característico humor del autor que ya insinúa el ingenioso título. Explica, por ejemplo, cómo construir personajes interesantes manejando los claroscuros que los dotan de complejidad y por tanto de humanidad. Pero sus reflexiones van más allá de las técnicas narrativas para adentrarse en para qué escribimos y cuál es el sentido de la ficción en la sociedad (les recomiendo el documental Kurt Vonnegut: a través del tiempo, que se puede ver en Filmin y les apunto que Blackie Books está rescatando su obra en una biblioteca de autor, cuyo título

más reciente es la deslumbrante Desayuno de campeones ).


Desde los mitos ancestrales de Campbell al siglo XXI, pasando por las tragedias y comedias griegas, Dante, El Quijote, Shakespeare, las películas de Hitchcock, los cómics de Tintín o la serie Breaking Bad, el cerebro humano pide ficciones que lo seduzcan. Como seres dotados de lenguaje y de pensamiento, necesitamos contar y que nos cuenten historias. Son un modo de entender y ordenar el mundo no siempre ordenado, de entendernos a nosotros mismos.





859 palabras 


Entrevista a Eduardo Vara


 “Somos verbívoros y narratívoros”


Eduardo Vara es pediatra y además se formó como dramaturgo en un taller de la Sala Beckett y como editor en la Universitat Pompeu Fabra. Érase una vez en tu cerebro no es un simple manual de escritura, también explora cómo se relaciona nuestro cerebro con las historias que narramos.



¿Necesitamos que nos cuenten historias como necesitamos comer?


Totalmente. El neurolingüista Steven Pinker nos define como una especie verbívora que necesita las palabras para dar forma concreta a las ideas abstractas y pensamientos que surgen dentro de su cerebro. Pero podemos ir más allá. Somos una especie narratívora. Las palabras aisladas no nos bastan, necesitamos articularlas alrededor de historias que hablen de sus relaciones de semejanza, contigüidad o causa-efecto y, así, entender mejor el mundo que nos rodea y a nosotros mismos. Además, guardamos esas historias en nuestra memoria, las repasamos mentalmente y, si hace falta, las repensamos con añadidos, cortes o reenfoques. Así que, para ser más exactos, somos narratívoros  rumiantes.


Hoy el cine y las series televisivas nos cuentan historias con gran eficacia. ¿Qué

aportan las narradas solo con palabras?


Lo fantástico de las historias basadas en palabras, sean escritas u orales, es que  tenemos que escenificarlas en nuestra mente usando nuestros propios recursos (comprensión lingüística, imaginación, trazos de recuerdos...). Así que nos convierten en responsables de la producción y escenógrafos, directores de casting, técnicos de luz y sonido... Hasta nos permiten jugar a vernos a nosotros mismos como protagonistas. Eso también significa que requieren más esfuerzo mental por nuestra parte, pero, si la narración es buena, aceptamos ese trabajo con gusto y, después, incluso recordamos mejor una misma historia si la leemos como novela que si la vemos como película.


¿Qué nos sigue impulsando a contar historias, de los mitos tribales a la novela

del siglo XXI? ¿Ha cambiado la razón para hacerlo?


La razón sigue siendo la misma: nuestro instinto de exploración y el sesgo de información que nos empuja a buscar el máximo de datos, aunque sea en ficciones, para adaptarnos al entorno. En ese sentido, como nuestro entorno es cambiante, siempre habrá nuevas narraciones que contar o antiguas que reescribir para adaptarlas a nuestra nueva realidad.


¿El lector y el espectador de hoy están más entrenados? ¿Es más difícil sorprenderlos?


Creo que sí. Pero seguimos cayendo en los mismos trucos una y otra vez a poco que los autores agucen el ingenio. Y nos encanta que lo hagan. Que nos sorprendan cuando pensábamos que no iban a hacerlo nos produce aún más placer porque le recuerda a nuestro cerebro que, en el juego de la supervivencia, aunque sea en una ficción, nunca podemos bajar la guardia. 


¿Hay diferencias sustanciales en cómo leemos de niños y de adultos?


El cerebro de un niño es muy distinto al de un adulto, tiene muchas más conexiones  neuronales, las llamadas sinapsis. Luego, hacia los doce años, comienza la poda sináptica, un proceso que dura más allá de la veintena y anula las conexiones poco usadas y refuerza las más útiles o entrenadas. Por eso la lectura durante la infancia y preadolescencia tiene ese componente hiperestimulador, casi mágico. Respecto a qué buscamos en la lectura como adultos, es una pregunta para la que cada uno puede tener una respuesta, pero, en general, como dijo Michael Ende, “la ficción no es una forma de huir de la realidad, sino de acercarnos a ella de una manera más agradable”.


¿Qué ingredientes debe tener una narración para interesarnos?


Debe despertar la curiosidad generando alguna expectativa, mantener la atención a través del suspense y la sensación de estar participando en una aventura emocional y, al final, rematar ese viaje de un modo coherente y, a ser posible, con un punto sorpresivo.


Héroes, antihéroes, superhéroes, villanos. ¿Qué debe tener un personaje para interesarnos?


Crear personajes cautivadores quizá sea uno de los mayores retos de los autores. Si son estereotipados, nos parecerán autómatas y poco creíbles. Así que la clave está en que los autores trasladen a esos personajes el máximo de matices humanos: nuestra vulnerabilidad, virtudes, defectos, contradicciones… Y que lo hagan de una manera evaluable, es decir, a través de esos pequeños detalles que rastreamos en la vida real cuando nos presentan a un desconocido y necesitamos etiquetarle como una persona fiable o dudosa.


Habla en el libro de la importancia de los finales. ¿Buscamos en la novela un

orden, un sentido que no siempre se da en el mundo real?


Todas las ficciones, incluso las que llevan el disfraz de la fantasía, son pequeñas recreaciones del mundo real, que es desbordante, digresivo, caótico y ruidoso. Cualquier narración es un intento de poner orden entre el caos; y al margen de su final, puede ofrecernos alguna recomendación para evitar el caos, como el cuento de Los tres cerditos, que señala el esfuerzo y la colaboración como herramienta de protección; o puede simplemente señalarnos un peligro o pregunta relevante, como los finales abiertos de muchos cuentos de Chéjov. En cualquiera de esos casos, lo importante es que tengamos la sensación de que la aventura que hemos compartido nos llevaba hasta ese lugar y ese momento.


Enlace


El arte de contar historias Mauricio Bach



Créditos


El arte de contar historias, Mauricio Bach. La Vanguardia. Cultura/s.  9 julio de 2022 


Ilustración


María Corte

Trece maneras de mirar un mirlo. Un poema de Wallace Stevens. Edición bilingüe. De imaginismo y realidad. Post Plaza de las palabras



Plaza de las palabras, en su sección Poesía,   presenta 13 maneras de mirar un mirlo. Un poema del poeta estadounidense Wallace Stevens (Reading (Pensilvania), 2 de octubre de 1879 – Hartford (Connecticut), 2 de agosto de 1955), fue un poeta estadounidense, adscrito, como T. S. Eliot, a la corriente vanguardista (modernism: modernismo anglosajón, que no debe confundirse con el modernismo hispánico, anterior cronológicamente y con un programa estético diverso) en lengua inglesa. (1) Entrada Wallace Stevens. Wikipedia



Poeta tardío

«Wallace Stevens pertenece al grupo de poetas que renovaron la poesía norteamericana del presente siglo. Contemporáneo de Ezra Pound, T.S. Eliot, William Carlos Williams, e.e. cummings, Carl Sandburg, el reconocimiento a su poesía y genio fue tardío. Todo sucedió tarde en su vida: empezó a publicar a la edad en que otros suman ya varios libros en sus  bibliografías; tenía cuarenta y cuatro años en el momento de la aparición de su primer volumen de poemas Harmonium. No siguió el camino de sus colegas que con su exilio voluntario llegaron a cultivar la leyenda de la generación perdida. Sintió como sus compañeros el deseo de ir a París y quiso estudiar algo relacionado con las humanidades. Pero su padre lo convenció para que permaneciera mejor en su país e ingresara en la escuela de leyes. Estados Unidos estaba entonces lejos de imaginar el desastre financiero de 1929; así pues, acorde con el optimismo de las primeras décadas del siglo, el joven Stevens se preparó para ser "alguien en la vida" dentro de la ortodoxa ética de su educación presbiteriana(2) 13 maneras de mirar un mirlo. Introducción Miguel Ángel Flores,  Materiales de Lectura. Poesía Moderna, UNAM 


Influencias y estilo 

«La poesía de Stevens revela una profunda lectura de los poetas franceses que  transformaron la poesía en el siglo pasado. Halló inspiración en Laforgue, asimiló la poesía de Corbière, Gauthier y Apollinaire. El simbolismo fue su escuela y el vástago de esta corriente: el imaginismo, dejaría una profunda huella en su práctica poética. Stevens no podía concebir que el yo poético coincidiera con el yo empírico como fuente de poesía. Impuso una gran distancia entre sus sentimientos y la poesía. Sus poemas nacían de una tensión entre su imaginación y las posibilidades del lenguaje poético. Quiso lograr una radical despersonalización de la poesía, y para que la poesía misma pudiera encarnar en palabras se inventó una máscara: la máscara del estilo. No hubo en él como en Williams, la urgente necesidad de expresar la realidad inmediata.» 


«Pertenece a la estirpe de poetas que trató de pensar en términos puramente poéticos. Sus poemas expresan una complejidad que da pie a las glosas y las exégesis más desmesuradas. Cultivó una ironía devastadora y que transgredió con frecuencia la lógica. Los poemas adquieren coherencia a través de un sistema propio de metáforas y la intención lúdica de su estilo se manifiesta con destacado acento en los títulos desconcertantes de los poemas, que pueden ser considerados como una respuesta a sus profundas dudas sobre la realidad percibida. (…) Su poesía puede también entenderse como el conflicto entre la experiencia intelectual y la experiencia sensible. Esto lo aproxima a la pintura en cuanto a la esfera de las formas, proceso en el que se anula toda referencia anecdótica. » (3) 13 maneras de mirar un mirlo. Introducción Miguel Ángel Flores Materiales de Lectura, UNAM 



La  Imaginación de la realidad

«Stevens es un poeta de ideas, las cuales buceaban en las interrelaciones imaginación-realidad, así como conciencia-mundo. Para Stevens, "imaginación" no es equivalente a conciencia, como tampoco "realidad" se identifica con el mundo existente más allá de nuestra mente. La realidad es producto de la imaginación, la cual conforma el mundo. Así, la realidad es una actividad, no un concepto estático. Para dar sentido al mundo es preciso elaborar un punto de vista a través de un ejercicio de la imaginación. Pero no se trata de un estéril esfuerzo filosófico, sino del apasionado compromiso de otorgar a las cosas un orden y un significado. Stevens sugiere que vivimos inmersos en una suerte de tensión entre las formas, a través de las cuales establecemos el mundo y las ideas ordenadas que nuestra imaginación propone. El mundo nos influye en toda esfera de actividad: «El vestido de una mujer de Lasa / en su lugar, / es elemento invisible de ese lugar / ya hecho visible.»[8] 


En su ensayo El valor de la imaginación ("Imagination as Value"), afirma: «la verdad parece ser aquello que vivimos en conceptos de imaginación antes de que la razón los haya fijado».[9] La imaginación es el mecanismo a través del cual inconscientemente conceptuamos las estructuras vitales, mientras que la razón es la forma en que elaboramos conscientemente dichos esquemas. Este proceso de correspondencias o abstracción lírica («Yo tenía tres mentes, / como un árbol / en que hubiera tres mirlos.»), es explicado por su traductor al español, Andrés Sánchez Robayna: «De la herencia romántica y simbolista toma Stevens gran parte de sus motivos e imágenes para llevarlos a una zona de abstracción y de teoría que ha venido considerándose (extrañamente) como la parte más enigmática y compleja de su obra.» (4) Wikipedia



Del imaginismo y la realidad: la conciencia de la imagen


Por Plaza de las palabras 


Pese a sus reconocidas influencias, resulta complejo catalogar al poeta Wallace Stevens, si bien la crítica lo ubica en el modernismo, y como un gran renovador de la poesía anglosajona, a la par de otros grandes poetas estadounidenses. Lo que sí es evidente es que es un poeta, cuyo nudo  simbolista se ampara en el uso del lenguaje y las imágenes. Abrevó en las corrientes del surrealismo y se entroncó con los contenidos  más vanguardistas que se escribían en ese momento. Uno de sus pilares constructivos se cimienta en el recurso de las dualidades o contrastes: Imaginación y realidad, Imaginación  y razón, experiencia intelectual y experiencia sensible, forma y orden,   conciencia  y naturaleza, conciencia-mundo. 


Armado en contrastes de que se vale el poeta para establecer la inmovilidad y el movimiento, el silencio del mundo y el lenguaje del mundo. El contraste del silencio de la montaña y el canto del mirlo. En que las 20 montañas nevadas son lo inmóvil, la  quietud, lo fijo, y el mirlo es el símbolo del movimiento y de la conciencia del poeta:


Among twenty snowy mountains,

The only moving thing

Was the eye of the blackbird.


Stevens se acerca a T.S.Eliot en su concepción de la despersonalización de la poesía. No confunde su yo poético con su yo empírico. Llevó esta concepción tan radicalmente, que nunca mezcló su oficio poético con su trabajo diario. Evitó como T.S Eliot, la irrupción del sentimiento en el poema, hasta cierto punto buscó una poesía objetiva; pero sin contaminarla con una realidad bastarda. Confió más en el mundo sensible que en la realidad cotidiana de las apariencias.   Distinguió entre el flujo del mundo y el flujo de la  conciencia, entre el corpus de la mente y el corpus de la naturaleza.  Para él la «poesía era un acto de la mente.»:


I was of three minds,

Like a tree

In which there are three blackbirds.


Su derrotero apuntaba  a la búsqueda de la poesía pura. Cimentada en la imagen y el flujo de la conciencia. Esa conciencia no era para Stevens, ni la realidad, ni siquiera la imaginación; sino la conciencia de la imagen y la conciencia del lenguaje como instrumento para llegar a una cierta  realidad y a oficiar la propia imaginación. 


(…)

The shadow of the blackbird

Crossed it, to and fro.

The mood

Traced in the shadow

An indecipherable cause.



En ese sentido la imagen es fundamental para Stevens, tal y como se aprecia en su poema 13 maneras de mirar un mirlo.  Pero Stevens, se vale también en esa dualidad del sentido de los opuestos, en la clásica tradición del romanticismo. Piénsese en Keats y óigase: ODE TO A NIGHTINGALE. Así se aparecía  un claroscuro de tipo pictórico. Pero Stevens aspira a la fusión de los mundos. La unión de la conciencia con la naturaleza


A man and a woman

Are one.

A man and a woman and a blackbird

Are one.


En el poema mencionado, el vuelo del mirlo es el vuelo de la conciencia. Es el flujo que se da entre mente y naturaleza. La unión y encuentro entre las formas: el orden del mundo y el propio conocimiento del poeta:


    I know noble accents   

And lucid, inescapable rhythms;

But I know, too,

That the blackbird is involved

In what I know.



La unión de la naturaleza y la conciencia del poeta. Las imágenes vuelan: 


The river is moving.

The blackbird must be flying.


El poema escrito en secuencias, pareciera cinematográfico. Una secuencia visual, de ahí el acercamiento del poeta al arte en general, pero especialmente a las formas en  la pintura y en el cine. En ese sentido las  formas comportan un orden, persigue en su poesía el orden de la naturaleza. Un ordenamiento. Una correlación. Si T.Eliot logra la objective correlation (correlación de ideas o eventos), Stevens logra la correlación de imágenes. No obstante, esas imágenes están inmersas en el mundo sensible y tiene un impacto emocional en el poeta y en el lector. 


Esa exploración lleva al poeta a experimentar un acercamiento,  no tanto de  la realidad cotidiana, ni del conocimiento. Buscaba una cierta certeza del mundo, en la realidad de las sensaciones y en la realidad de la imagen, que también forman parte estructural del lenguaje del mundo. Decía Wittgenstein: los límites  de mi lenguaje  son los límites de mi mundo, en términos de Stevens los límites de mis imágenes son los límites de mi visión. Las interpretaciones son pura imaginación. 



Thirteen Ways of Looking at a Blackbird



I

Among twenty snowy mountains,

The only moving thing

Was the eye of the blackbird.



II

I was of three minds,

Like a tree

In which there are three blackbirds.



III

The blackbird whirled in the autumn winds.

It was a small part of the pantomime.




IV

A man and a woman

Are one.

A man and a woman and a blackbird

Are one.



V

I do not know which to prefer,

The beauty of inflections

Or the beauty of innuendoes,

The blackbird whistling

Or just after.




VI

Icicles filled the long window

With barbaric glass.

The shadow of the blackbird

Crossed it, to and fro.

The mood

Traced in the shadow

An indecipherable cause.




VII

O thin men of Haddam,

Why do you imagine golden birds?

Do you not see how the blackbird

Walks around the feet

Of the women about you?



VIII

I know noble accents

And lucid, inescapable rhythms;

But I know, too,

That the blackbird is involved

In what I know.



IX

When the blackbird flew out of sight,

It marked the edge

Of one of many circles.



X

At the sight of blackbirds

Flying in a green light,

Even the bawds of euphony

Would cry out sharply.



XI

He rode over Connecticut

In a glass coach.

Once, a fear pierced him,

In that he mistook mistake 

The shadow of his equipage

For blackbirds.



XII

The river is moving.

The blackbird must be flying.




XIII

It was evening all afternoon.

It was snowing

And it was going to snow.

The blackbird sat

In the cedar-limbs.

Trece maneras de mirar un mirlo




I

Veinte picos nevados

y  el único movimiento 

era el ojo del mirlo.



II

Eran tres visiones,

como un árbol

con tres mirlos.





III

El mirlo batía los aires otoñales.

Era apenas un diminuto amaño.





IV

Hombre y mujer

Son uno.

Hombre y  mujer y un mirlo

Son uno.





V

No sé cual celebrar,

la belleza de las tonos  

o el primor de las alusiones.

El canto del mirlo   

o el silencio después.



VI

El hielo cubría  la  ventana  

con cristales atroces.

De lado a lado 

iba la sombra del mirlo.

El genio  

tramaba en la sombra, 

un origen inescrutable.




VII

¡Oh! Escuálidos hombres de Haddam,

¿Imaginan pájaros dorados?

Miren como el mirlo

ronda a  los pies

de sus mujeres. 





VIII

Sé de cadencias nobles,

ritmos geniales, inevitables;

pero sé, también,

que el mirlo respira  

en lo que sé.




IX

Al desaparecer el mirlo ,

marcó el filo

de uno de tantos círculos.



X

Al  espectáculo los mirlos

volando en luz verde.

Aún los arreglos musicales

clamarían  desafinados. 



XI

En coche cristalino 

él pasaba por Connecticut.

El miedo lo pasmó,

al enredar

la sombra de su equipaje

con las sombras de los mirlos.



XII

El río en movimiento. 

El mirlo está

volando.



XIII   

Era noche toda la tarde. 

Estuvo nevando,  

y  nevando.

Y el pico de un cedro. 

el mirlo conquistó.




*

Sobre el poema Trece maneras de mirar un mirlo, presentamos la versión de Plaza de las palabras. No obstante se le brindan al lector otras traducciones, entre ellas la de Yanina Audisio. Revista electrónica de literatura, año 12, No. 20, mayo 2020, en Círculo de Poesía


Wallace Stevens: Trece maneras de mirar un mirlo.  Traducción de Raúl Gustavo Aguirre, En Trianarts,  20 de julio de 2014. 


Trece maneras de mirar un mirlo, poema de Wallace Stevens Traducción: Adrián Viéitez, 2021. En  Zenda LAURA DI VERSO /  


Trece formas de mirar un mirlo.  Introducción. Miguel Ángel Flores.  Materiales de Lectura. Poesía Moderna CULTURAUNAM. 


Brindamos también un enlace sobre el excelente análisis del poema, cuyo contenido está en Republic. 


Y   finalmente brindamos un enlace sobre un texto de Samantha Hunt, escritora, novelista y cuentista estadounidense, quien se ha inspirado visualmente en el poema de Stevens, para escribir sus trabajos  en prosa. Literary Hub.  El enlace (ingles) 13 Ways of Looking: Samantha Hunt on the Visual Inspirations Behind Her First Work of Nonfiction, por Samantha Hunt, Literary Hub, July 28, 2022



Enlaces 


Círculo de poesía 



 Trece maneras de mirar un mirlo, poema de Wallace Stevens




Trinarts


Trece maneras de mirar un mirlo, poema de Wallace Stevens


Zenda


Trece maneras de mirar un mirlo, poema de Wallace Stevens



Materiales de lectura. UNAM 


13 maneras de mirar un mirlo unam


Republic análisis del poema



https://www.republica.com/arealibros/otros/trece-formas-de-mirar-a-un-mirlo-de-wallace-stevens




Literary Hub (inglés)


13 Ways of Looking: Samantha Hunt on the Visual Inspirations Behind Her First Work of Nonfiction





Créditos 

Trece maneras de mirar un mirlo.  Traducción de Plaza de las palabras 

Imagen de mirlo, Google Imagen