Pagina 10. GOODBYE CALIFORNIA. A la manera de Raymond Chandler: El sueño Eterno y El Largo adiós. Post Plaza de las palabras1


Por Mario A. Membreño Cedillo 

«Si quieres saber como es california, lee a Raymond Chandler». 
En La vida de Raymond Chandler, de Frank MacShane 


 Raymond T.Chandler, aquel espíritu reconcentrado, amalgama de lo duro de la vida y lo más puro de la poesía, educado en el rigor clásico del latín de Dulwich, periodista, cajero, contador, guionista y novelista. De padre cuáquero de Pensilvania y madre Irlandesa. De estilo ágil e irónico, esculpió con su prosa el espíritu de California. Más de un crítico ha dicho: «Si quieres conocer California, lee las novelas de Raymond Chandler». Y quizá haya algo de cierto en esa afirmación. En su prosa ágil y vigorosa, de corte rápido de la imaginación y golpe duro a la realidad. «Chandler era honesto en su modo de percibir la existencia ordinaria, pero también poseía un sentido de las posibilidades y aspiraciones humanas. Era en parte un soñador, un poeta de los ideales del amor, belleza y generosidad». Retratando lo grácil y rudo de California. Pero debajo de aquel sórdido paisaje urbano de los Ángeles, fluía in situ la poesía. «La mayoría de coetáneos de Chandler que escribían ficción normal, Fitzgerald, Hemingway y Faulkner, entre otros, se limitaban a un escenario espacial, y a un determinado tipo de personajes. En cambio la novela policíaca, le permitió a Chandler crear la totalidad de Los Ángeles de modo, como los novelistas del siglo XX, como Dickens y Balzac, crearon Londres y París, para generaciones futuras». 

Pero Chandler no era uno más de la cuadrilla. Admiraba a otro de la pandilla, el novelista Dashiell Hammett, «Chandler estudio minuciosamente la obra de Hammett y la suya propia se desenvolvía a partir de ella» Los críticos han coincidido en señalar que la prosa de Chandler y también de Dashiell Hammett, compiten y esta a la altura de la prosa de escritores como Hemingway o Faulkner. «La dicción de Chandler es formal y son comunes las frases compuestas. Su único amaneramiento es el abuso de la palabra “y”, que pudo haber copiado de Hemingway, aunque en todos los demás aspectos su estilo es diferente del de Hemingway. Lo que da a Chandler su estilo particular es el empleo simultáneo del ingles británico y un vocabulario predominantemente americano. Su prosa nunca es aburrida, porque Chandler entiende de cadencia y ritmo». 

Curiosamente, señalado en la biografía de Frank MacShane. El mismo Chandler confiesa, que en sus primeros relatos policíacos «No podía hacer entrar o salir de una habitación a mis personajes». Para luego darnos a su alter ego, su personaje Philip Marlowe. «quien da ligereza al tono. Sus agudezas crean el ambiente mitad cínico, mitad romántico que envuelve sus novelas» El fue un fino escritor en el sentido más estricto de la palabra. Y un sutil crítico social en el más preciso corte transversal de la realidad. Su educación inglesa modeló el tono de su lenguaje y el slang americano, abrió su vitalidad. Y en ese giro redescubrió California, desde esa ventana alta, tan típicamente inglesa, la novela policiaca.
En su novela El Sueño Eterno, dice: «La habitación era demasiado grande, el techo demasiado alto, las puertas demasiado altas, y la alfombra blanca que cubría el suelo parecía una capa de nieve recién caída en el lago Arrowhead». Peculiar recurso imaginativo pasar de una indeterminada habitación a la superficie nevosa del lago Arrowhead , este tipo de contrastes es típico de Chandler, contribuyen a ser una prosa imaginativa y agradable, a estar atento y cuidar cada palabra, en cualquier esquina o callejón sin salida. En esa misma novela, decía «Al diablo con los ricos exclama- me ponen enfermo» Línea que bien podría haber sido sacada de los cuentos de Gorki. Al final de la novela narra el pasaje que da título a la novela: «Que importa donde uno yace una vez muerto? En un sucio sumidero o en un mausoleo de mármol en la cumbre de una colina. Muerto uno dormía el sueño eterno». No tenemos ahí el más alambicado estoicismo de Séneca. Pero Chandler era también un escritor imaginativo y sorprendente, en su novela Adiós Muñeca, leemos: «La casa por sí sola no era mucha. Era más pequeña que el palacio de Buckingham, bastante gris para California, y seguramente tenía unas pocas ventanas menos que el edificio Chrysler». No es acaso esta descripción en prosa un eco al primer plano del cubismo de Picasso. Más adelante pinta: «Parecía como si sonriera fácilmente, pero sus ojos tenían una mirada fija, como si pensara cuidadosamente y despacio. La boca era sensual». No es acaso una descripción universal y cercana al rostro de la Monalisa de Leonardo Da Vinci.

Naturalmente remota y sonriente, la California de Chandler condensada en los 40’, es hoy más volátil. Ya en su novela El sueño eterno, —sutil critica al American Dream— entrevía detrás de aquellos pozos de petróleo, el puño cerrado e implacable de la realidad. La fuerza telúrica del paisaje. La puerta dorada de los emigrantes. Aquella California que imantizó el sueño europeo. Abriendo el surco entre el mar e incubando la larga y fatigosa marcha al oeste. El polvo quedaba atrás, el futuro germinaba en pepitas de oro. Y es que nada mueve más la ágil figura del sueño casi místico, a la espera del llamado poderoso de la tierra prometida. Y que mejor diseño que esa extraña y dispar geografía californiana. Mezcla de bosques canadienses y desiertos del Medio Oriente. Cumbres alpinas y fértiles tierras mesopotámicas. Playas bañadas por el sol y pintadas por el pacifico. Y acantilados labrados al estilo ingles y salpicada de faros escoceses. Climas en tensión y elementos naturales sin licencia. Mosaicos de razas. Una antigua crónica relata lo siguiente: «Saben Ustedes, que a mano derecha de las Indias hay una isla llamada California, muy cerca del paraíso terrenal poblada por mujeres blancas…[ ]… que vivían como amazonas. [ ]. El único metal que había era el oro… [ ]. En esta isla llamada California… poblada por grifos. Su reina era Calafia…» [Las sergas de Esplandian, García Rodríguez Ordoñez de Montalvo.]


Al tenor de este relato, resulta serio y sorprendente, que en la California actual se encuentre humo de una fogata encendida en el año de 1510. Llama la atención que California ya desde aquel entonces era considerada una isla, ecos sombríos de esa nota de gris futuridad pendiendo sobre California. Después del Big One Earthquaker California se desprenderá de la tierra continental y quedara como una isla. No sorprenden en nada las amazonas. No es acaso el Hollywood y su culto a la belleza. La cultura playera de cuerpos robustos y simétricos. El toque gay de la que San Francisco es su lebesraum. Al peso del oro y la tierra prometida, California es el estado más rico y prospero de la Unión. El 62% de sus habitantes declaran que el dinero es el principal motor de sus vidas. Más extraño resulta, imaginarse los grifos rompiendo el limpio y azul cielo de california. Esos seres imaginarios, de cuerpo de león con alas y cabeza de águila. Un diseño más propicio de la imaginería medieval gótica o del trazo babilónico. Quizá más a tono con la mente surrealista o la historia más añeja del núcleo europeo. Y no de una nación forjada en la linealidad de la imaginación. La mente americana se ha volcado a la técnica. América es el dominio de la técnica (Henry Ford) y el pragmatismo (Willian James). Pero, aún así la fabrica hollywoodense funciona. Superman y Batman son seres casi alados. Su antípoda es King Kong dulce resaca del tortuguismo darwinista. Al espejo, lo más cerca a un grifo es Dumbo, el simpaticón elefante alado creado por Walt Disney. 

Pero en esa prosa sin punto final, California es el laboratorio social más heterogéneo del mundo. Nueva York es cosmopolita. La linealidad neoclásica del Mall en Washington alienta un espíritu contemplativo. Pero California es la distracción y la dispersión. Es la vanguardia del espíritu norteamericano. Una especie de zona no prohibida en que la relajación de mente alcanza su temperatura más alta. Una hermandad de nombres santos reunidos en una misma región. Sus principales ciudades, ríos, montañas y valles ostentan nombres solemnes y píos que comienzan con San. Reminiscencia de la cultura española y mexicana. Pero sobre todo de las órdenes religiosas católicas. Y el zorro, héroe que defiende a los pobres, aparece, zaz, zas, ZZZ. Una sola ciudad lleva nombre en latín: Eureka. Paradójica región. En un estado en donde en 1991 el 57% de sus pobladores se declaraban tolerantes y sólo un 9% confesaba un temor a Dios. Natural y contradictorio. La ciudad de Los Ángeles con su cultura horizontal más cerca de la tierra que de los ángeles. Pero con un gran mosaico de razas y potencialidades. 

Bajo ese espectro California se me antoja una conciencia de matices disimiles, aun en su geografía, que de uniformidad. Debajo de esa hipercoloración de diversidad duerme una estructura uniforme y rasa. La relajación de contenidos y el andar fácil. En todo gusto a la medida. El hedonismo como primun movile. La invención del mundo cada mañana. Los californianos han llevado a su máxima realización el epojé husserliana y optimizado el lebenswelt. Han creado una cultura especulativa, no tanto contemplativa. Dispersa y no acentuada. Hasta en su manera de divertirse acusan esa tendencia. Veamos un deporte típicamente californiano, el surfing, especie de filosofía Zen, silbada entre el equilibrio del cuerpo y el movimiento de las olas. Pero esa escena bronceada parece erosionarse. La perspectiva es incierta. 

II

Así no parece venirse un boom de sueños. Y la corriente migratoria pide su parte del American Dream todos los días. El gesto multirracial y el pandillerismo hacen su agosto. Súmese el creciente peligro asiático, desplazando a afro-americanos y latinos. No sólo es cuestión de empleos o pelear las migajas del cada vez más raquítico presupuesto de los programas sociales. Es también una lucha por territorios. Y hasta en eso la pintan mal los afroamericanos y los latinos. Y es que no es lo mismo el pandillerismo juvenil con el radio a todo volumen oyendo música de los Lobos, que vérselas con pandilleros asiáticos. Los afroamericanos ya ratos la ven venir y desde hace una década, lentamente, han emprendido el retorno al Deep South Faulkneriano. Y es que es mejor vivir allí rodeado de paisaje con olor a tabaco negro, oyendo blues y jazz, que morir por las balas de una UZI o una AK 47 en una de esas grises y desabridas calles de Los Ángeles. Claro tampoco están las cosas como en la película Blade Runner, pero a estas alturas de la temporada, ni el escolar menos avispado se va a creer que la cosa es Disneylandia. 

Tampoco apostamos que el dream is over. Pero si creemos que para los ojos mojados de los latinos el sueño ha despertado, y nada de lo que ahí llueva o sople será cantar la bamba o bailar el chachachá. Situación de encrucijada para los que viven allá. No nos imaginamos a esa millonada de latinos emprendiendo el largo y fastidioso éxodo a la terra nostrum, guiados por algún chicano mesiánico que los hará cruzar el Río Bravo; y luego, extenderá su vara y abrirá en dos el mar de pobreza. Ellos están allá y nosotros aquí. Y para un latino la consigna ha de ser mejor muerto en California que vivo en ese laberinto de historias sin final llamado Latinoamérica. Vale más la vida acá que allá dice el pachuco. Así el latino en California posiblemente morirá al pie del American Dream. Mejor parientes lejanos del Tío Sam que Hijos de Sánchez. En alusión a la monumental obra sociológica de Oscar Lewis (Sociólogo norteamericano). Obra que leí como si fuera una novela. Mejor de Tepito que Mexicano. Pero aún en sus limitadas posibilidades, no hay nada que aliente más la búsqueda de espacios y soluciones que el instinto de supervivencia. Los salvadoreños son un buen ejemplo de eso. Se han inventado una segunda inteligencia social. Sin embargo los latinos tendrán que aumentar su dosis de ingenio y fortificar su piel. 

Al tiempo, California es la realidad experimental del mundo. Por eso es bueno, —de vez en cuando— dirigir una mirada a California. En una u otra manera es el termómetro de USA. Nueva York es el que sube y baja el índice bursátil. Washington es el golpe duro del poder. Boston es Harvard Square y un dejo nostálgico; en que «los Lowell solo hablan con los Cabot, y los Cabot solo hablan con Dios». Pero California parece marcar la hora de los cambios y el paso social. Si California anda bien USA anda bien. Y un pequeño malestar parece recorrer el estado. En un sentido ese malestar parece tocar las puertas de EE.UU. Y no es que llueva una crisis financiera sino la aprensión que el American Dream tiene un límite. Y ese límite aún no visto parece estar emergiendo a la vista. Precisamente, el límite sinónimo de fronteras, en una nación que hizo de su expansión de fronteras la fuerza motriz de su desarrollo. Finalmente, vale a la razón decir que no conozco california. Debo a las novelas de Chandler mi introducción a esa imaginería del homo seculorum. Mi acercamiento es indirecto y reposado, no veo un obstáculo a la ratio. El suelo más cerca de california que he pisado es el piso alfombrado del aeropuerto de Miami. A razones contrarias California no me resulta extraña. Creo que california es un poderoso imán de los sueños; y no hay nada que atraiga más la mirada del hombre moderno y postmoderno, que las promesas del sueño eterno y el largo adiós. 

Mas he de confesarlo California nunca me sedujo más de lo que atrapé en Chandler, de alguien invitarme a ir, iría. Pero de tener que escoger preferiría conocer Tahití o Kenia, Marruecos o Irlanda. California no me sabe a la verites verdadera. Palpó algo en ella que no es auténtico; si admiro ese vigor de los pioneros toda alma y futuro en manos; y de sus actuales inmigrantes, carrocería a todo terreno. Pero creo que he visto más profundidad y belleza en la superficie plana de las fotos del desierto de Mojave, que en ese espejismo ofertado por la T.V y el cine. Perfectamente claro en la última orilla de la línea es una cuestión de gustos, es el dispar mundo de los gustos y los disgustos; y allí no hay reglas pitagóricas ni cálculos infitesimales. Es el mundo abiertamente limpio y redondo. Más si algo quisiera rescatar de California seria una de esas esbeltas y bronceadas muchachas de profundas mirada azul y cabello rubio en movimiento por la playa, contra el fondo inmóvil del horizontal mar; y por supuesto, las novelas de Raymond Chandler. 

 1. Este articulo ya habia sido publicado hace bastante tiempoo en e lblog,ahora lo estamos pasando a la seccion Pagina 10 

  Créditos 
 Ilustraciones
  
http://en.wikipedia.org/wiki/File:Mona_Lisa.jpg http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Island_of_California.jpg