Rafael Heliodoro
Valle
Poeta, ensayista, periodista, historiador, diplomático
y profesor universitario hondureño, nacido en Tegucigalpa el 3 de julio de 1891
y fallecido en Ciudad de México (México) en 1959. (1) Vivió la mayor parte de su vida en México. En donde
llego a conocer a una buena parte de los más relevantes intelectuales
de su época. Entre ellos Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Miguel Ángel
Asturias, y poetas como Salvador Díaz Mirón,
Jaime Torres Bodet, Ramón López Velarde, Xavier Villaurrutia, y Octavio Paz. Además
de José Vasconcelos, quien lo apoyo en sus inicios, nombrándolo en un cargo en
la Secretaria de Educación. Rafael Heliodoro Valle quien contaba con un
doctorado en ciencias de la historia, e
impartió clases en la UNAM, donde llego
a tener como su alumno a Alfonso Reyes.
En
sus viajes y entrevistas conoció al poeta peruano José Santos Chocano y al
fundador del surrealismo André Bretón, a quien entrevisto. Su labor americanista
le valió que la historiadora mexicana María de los Ángeles Chapa Benzanilla, le llamara “Humanista
de América” (2) “Autor de una fecunda y variada producción
literaria, ensayística y periodística que le sitúa en los puestos cimeros de
las letras hondureñas del siglo XX, así como por su lucha activa en defensa de
la educación, la integración y el desarrollo de todos los pueblos
hispanoamericanos. (3) Escritor ubicado
entre el romanticismo y el modernismo. Sus primera obra, El rosal del Ermitaño, fue elogiada por Rubén Darío.
En
cuanto a su pensamiento filosófico, su
centro es la identidad amalgamada en el nacionalismo y regionalismo de los
pueblos centroamericanos, pero con una vocación americanista. “Esta tendencia se caracteriza por la
exaltación de la naturaleza, del sentimiento y del individuo frente a la
sociedad. Se manifiesta contra las tendencias modernas cosmopolitas,
universalizantes, conducentes a dictar leyes abstractas, válidas para todos los
pueblos, sin considerar la "nación" que significa el sentido de la
singularidad de cada pueblo; respeto a sus tradiciones propias, celosa custodia
de las particularidades de su carácter nacional; y esto es, lo que hace
precisamente al nombrar y narrar al país en su ensayo "El paisaje de
Honduras", en Flor de Mesoamérica. La nación alude al "carácter"
de los diversos pueblos, a su "naturaleza": esto es, la teoría según
la cual el carácter de los habitantes de un país depende de la situación
geográfica. (…) La exaltación de las montañas es interesante
no sólo porque preludia una actitud típica del romanticismo, sino también
porque significa el reconocimiento de la influencia de los factores naturales
en la formación del "carácter" de los hondureños. (3) (4)
Finalmente, sobre Rafael Heliodoro Valle, hay que destacar que fue un pensador excepcional, producto de su época, y de estar
en el tiempo y lugar correcto. Sobresale su talento,
su determinación inclaudicable en el oficio de escribir, y su notable capacidad de trabajo. Una lección
grabada en oro de una vida dedicada
al verdadero oficio de leer,
investigar y escribir.
Obras
de Rafael Heliodoro Valle: La nueva poesía de América (1923),Índice de la
poesía centroamericana (1941), Cartas hispanoamericanas (1945),Tres pensadores
de América: Bolívar, Bello y Martí (1946),Semblanzas de Honduras (1947),Sus
obras bibliográficas son: Índice de escritores (1928),Bibliografía Mexicana
(1930),Biografía de José Cecilio del Valle (1934),Bibliografía de historia de
América (1938),Biografía de Ignacio M. Altamirano (1939),Cronología de la
cultura (1939),Bibliografía maya (1941),Bibliografía del periodismo en la
América española (1942),Bibliografía cervantina en la América española(1950),Bibliografía
de Hernán Cortes (1952),bibliografía de Sebastián de Aparicio(1954). Flor de Mesoamérica. -- San Salvador: Ministerio de
cultura, Departamento Editorial, [1955].Historia de las ideas contemporáneas en
Centro-América. -- México, D.F. Fondo de
Cultura Económica, [1960]. La rosa intemporal. -- México, D.F. [Edit. Libros de
México], 1964 (5).
Lluvia de Peces en Julio
Tierras de Pan Llevar. Rafael Heliodoro Valle
No es alucinación, tampoco un cuento de
caminos. En el valle de Yoro –uno de los edénicos parajes del trópico– del 3 al
5 de julio de cada año hay una lluvia de peces de agua dulce. Recuerdo el
maravilloso fenómeno en charla con mi hermano, quien me lo ha descrito con
palabras de colores marinos. Este relato lo ofrezco bajo el patrocinio del
santo arcángel que, con hígado de pez, curó la ceguera de Tobías.
El suceso –increíble para quienes no lo han
presenciado– acaece en una llanura en que los guayabos florecen. Caen los peces
en un área de doscientos metros cuadrados. Al norte, a los dos kilómetros, está
la ciudad de Yoro; al sur un montículo cubierto con el pinar; al oriente, se
yerguen las montañas vírgenes; y al poniente, que es hacia donde corren las
aguas – lluvias, y como a unos cien metros, hay un lagunato de veinticinco
metros de extensión, que sólo lleva agua en invierno, y tiene escape en el
arroyo que se forma con el agua desbordada de aquél y la que cae en la lluvia
de peces.
El día que el fenómeno se efectúa, los
habitantes de la ciudad lo conocen muy bien por los grandes nubarrones negros
que se forman en la cresta de la montaña de “La Flor”, los cuales van
descendiendo poco a poco hasta cubrir toda la planicie e inmediatamente se
desata una tormenta furiosa que dura pocos instantes. Cuando esto pasa, todo
queda despejado, el sol impone su esplendor y entonces puede admirarse en la
sabana a miles de peces vivos, que brincan y se empeñan en seguir los hilos de
agua de la tormenta, escabulléndose entre los hierbales.
Y ocurre algo sorprendente, que da color y
estrépito a la escena: todas las aves que se nutren de peces acuden como si se
hubieran dado cita puntual; numerosas bandadas de clarineros y de “sanates”
llegan en algarabía bárbara; garzas morenas, blancas y rosadas forman
remolinos, atropellándose; y los alcatraces, los “ajoquines” hambrientos, sacan
su tripa de mal de año, y hasta los “pichiches” inquietos baten sus alas
encendidas, como mariposas… Y comen todos, que es un contento, metiendo ruido,
saciándose mientras los muchachos, después de presenciar en éxtasis el
espectáculo fascinador, se apresuran a recoger los peces de gran calado, los de
la carne apetecida, uniendo su bullanguería a la de los pájaros fiesteros.
–Sublime instante –dice Bernardo– en que
pájaros y muchachos conviven como si fueran amigotes, siendo partícipes de una
ganancia caída de los cielos. Algunos peces logran escabullarse, ganando su
salvación en el arroyo improvisado.
En
el relato desfilan con sus ojazos de agua dulce las sardinas, las mojarras, los
“guapotes” blancos, los sábalos y las “olominas”. Aparecen también las famosas
“sardinas papelillas” y las “guavinas” que tienen astucia singular para
burlarse de sus perseguidores, pues se entierran en la arena cuando se ven
acosadas y así logran despistar.
–Y
una vez cayó en la trifulca un tiburón jovencito. Hay que creerlo, porque yo
tampoco creía en lo de la lluvia de peces –añade mi hermano.
Después de la pesca extraordinaria es el
alboroto en las cocinas y la discusión de los sabios que –acercando las sillas–
logran explicar el fenómeno piscatorio. Y devanándose los sesos, todo lo
atribuyen a corrientes subterráneas que, al crecer las aguas-lluvias, salen a
la superficie arrojando sus peces; pero no sucede lo mismo cuando las lluvias
son más intensas.
–¡Una
tromba marina! –advierte otro sabio, mesándose la barba–. Una tromba que, al
disolverse, lanza los peces…
–Pero, ¿Cómo explicar la extraña coincidencia
de que en cierta época del año, y en el mismo paraje, se disuelve esa tromba,
arrojando peces de agua dulce y no de mar?
Otro sabio, abriéndole el pecho a una sardina:
–Tal vez hay un río, laguna o manantial
próximo al sitio maravilloso, y que, al desbordarse, los arroja hacia allí.
–No hay río ni manantial a más de media legua
del paraje, mi querido señor –responde Toño Romero–. El lagunato que se halla
al oriente, sólo en la época de las lluvias tiene agua, y por eso no puede
tener peces. Además, encontrándose hacia el lado en que se corren las aguas del
lagunato en que caen los peces, es difícil que los arroje vivos y mucho menos
hacia arriba, cuando para el agua se atiene a las aguas que llueven sobre el
célebre sitio.
¿Serán
peces excursionistas, peces trepadores de montañas que con un itinerario
siempre estricto, llevan guías para mayor seguridad? No podemos pronunciar la
última palabra sobre este fenómeno. Conformémonos con admirar el prodigio y
echar en las sartenes el regalo que en julio hacen los cielos al valle de Yoro,
que debería ser pintado en los mapas, sólo por esto, con un alborozo de peces.
Así en las viejas cartas los monstruos detienen con chorros de agua el paso de
las carabelas que en su pánico encienden las farolas y antes que un hacha el
timonel pide las albricias.
JAZMINES DEL CABO
Por qué causas misteriosas
la música de un violín
o el perfume de un jazmín
nos recuerdan muchas cosas?
Sortijas de aguas preciosas,
pañuelos de raso y tul,
cartas dentro de un baúl,
valses del tiempo pasado,
y lo del cuento azulado:
"Este era un príncipe
azul"
Esa flor nítida es una
cosa de la primavera:
un jazmín que ella nos diera
en una noche de luna.
Quién sabe por qué fortuna
esa romántica flor
puede expresar el temblor
sutil que el en alma vive,
eso que nunca se escribe
en una carta de amor.
Suave la hacen los cariños,
triste las penas secretas,
y la arrancan los poetas
y la deshojan los niños.
Si está sobre los corpiños
su perfume nos evoca
el beso, cuya miel loca
deja sobre el corazón
la inefable sensación
de una hostia en la boca.
Cuando en los días primeros
se conjuga el verbo amar
sus flores en el solar
se abren a los aguaceros...
Dias tibios y ligeros,
días de balcón y esquela
de rondar la callejuela
y de escribir madrigales;
páginas sentimentales
de nuestra mejor novela.
Días de embriaguez divina,
todo por unas pestañas
cuando se ven las montañas
coronarse de neblina.
Cuando hay una bandolina
temblando ante rejas raras,
cuando se cunden las varas
de jazmines y de rosas
y parecen más hermosas
las noches frescas y
claras...
Y cuando el alma, en su
brío,
lo que tiene el jazmín toma:
si al abrirse, riega aroma,
si al sacudirse, rocío.
Y alguien nos dice
"eres mío"
todas las cosas son bellas,
y nuestas movibles huellas,
de pálidos soñadores
van sobre puentes de flores
y bajo palios de estrellas.
Entonces en giro blando,
son envueltas en aromas
hacia el viento las palomas
jazmines que van volando...
En esos días es cuando
tenemos palacios reales
con terrazas de cristales
y bruñidos pavimentos
y son de verdad los cuentos
de los reyes orientales.
Jazmines de sedas finas
y de carnes aromosas,
y más buenos que las rosas
porque no tienen espinas.
Platas de fragantes minas,
incensarios de placer,
novios para la mujer
sin novio que haga
canciones,
quieren como corazones
cuando se dan a querer.
Y aquellos de la sumisa
edad cuando nos ensalma
la novia, el jazmín del
alma,
la hostia, el jazmín de la
misa.
Y los que peina la brisa
cuando moja los barrancos,
los que están junto a los bancos
y los parques y los muros;
jazmines bellos y puros
como algunos dientes
blancos.
Los de silvestre hermosura
que eran con piedad contrita
regados por la abuelita
en la madrugada pura.
(La abuela por su blancura
en el recuerdo me sabe
a un jazmín de los más suave
que se coge en los
sembrados,
un jazmín de los lavados
con el agua de la llave...)
Es jazmín con viejos oros
el marfil de los pianos.
Yo he visto volar dos manos
sobre jazmines sonoros!
Con sus egregios decoros,
como nacido entre brumas,
daba el champán sus espumas
en las copas champañeras,
entre un blancor de pecheras
y de abanicos de plumas...
Niña de mi devoción,
déjame que ahora duerma
viendo el brillo de la
esperma
esparcida en el salón.
Me acuerdo, con la emoción
casta del primer anhelo
de tus mejillas de cielo;
de blancura adorable
y hasta del inolvidable
perfume de tu pañuelo...
Oh, Julieta, oh, Margarita!
tu evocación es al fin,
a manera de un jazmín
de primavera bendita.
Oh, balcón de aquella cita
por lo romántica, loca,
pues cualquier palabra es
poca
para decir lo que yo
sentí cuando ella me dio
de comulgar en su boca!
Jazmines de noble cuna
los de mis cánticos; puestos
a serenarse en los tiestos
que trasplanté de la luna.
Buenas noches! En la bruna
tiniebla un surtidor mana.
Jazmines hasta mañana!...
De aroma haciendo derroche,
entrad, porque en esta noche
quedó abierta mi ventana....
ÉXTASIS HUMILDE
Vibro tan sólo por un sueño,
vibro
por realizar un simultáneo
empeño:
que leamos los dos el mismo
libro
y soñemos los dos el mismo
sueño…
Las palabras serán piedras
preciosas,
claras Ormuces, misteriosas
chinas,
rosas antiguas, delirantes
rosas,
palabras con aromas y sin
espinas.
Será la aurora fina y dulce
y clara,
y toda tarde clara, dulce y
fina
y toda noche clara y fina
para
oír a la oropéndola que
trina.
Y sabremos la voz que envía
el viento,
y será la verdad el cuento
moro
y cantarán el pájaro en el
cuento
y en la noche de miel la
flor de oro.
Nos volveremos a la sombra
suave,
a donde el invisible nos
arroja,
hacia el terror de lo que no
se sabe
y el perfume de lo que se
deshoja
Ángelus amoroso
Y nada más: para las
primaveras
tendremos en las tardes
montesinas
la intimidad del agua en las
praderas
y el ángelus violeta en las
colinas.
Campanas lentamente
cristalinas,
pétalos de dulzuras
postrimeras
y ensoñación de sol en las
cortinas
y florecer en las
enredaderas.
Y —como en las historias de
ermitaños—
que nos colme un aroma, el
de los años,
una lumbre de amor que nos
aguarde,
y un cansado balcón que mire
hacia
lo más remoto que nos dé su
gracia
el azul difundido de la
tarde...
De: Ánfora sedienta
Oración al libro
Danos el libro que todos
puedan leer,
el que sea para todos como
el sol y todos lo entiendan como el agua.
El que nos alumbre el largo
camino que se llama Vida: queremos luz.
El que nos levante en esta tierra en que nos
arrastramos; queremos resolver que haremos.
Lo queremos suave de
corazón, lleno de cantos como el árbol. Y que descanse en nuestras rodillas
como un niño. No importa que sea humilde con tal que se ofrezca a las manos
como un fruto. O que sea débil en apariencia como caña al viento, con tal que lleve un nido.
Danos, Señor, el libro
nuestro de cada día; tenemos sed de justicia: es nuestro vino; nos morimos de
hambre de amor: es nuestro pan.
Danos labios puros para
leerlo, manos limpias para tocarlo,
candor para merecerlo.
Este hecho también para que
los hombres malos lo lean: porque él es agua clara en que se purifican las
almas sucias, aroma fino para todas las llagas.
Notas bibliográficas.
1. Ver Maria de los Ángeles Chapa Bezanilla, Rafael Heliodoro Valle, humanista de América. UNAM, 2004.También Instituto
Hondureño de Antropología e Historia, 2010.
2. Los datos biográficos Rafael Heliodoro Valle, han sido tomados de wikipedía y Honduras Literaria del siglo XX. Agosto
16, 2015. También de Rafael Heliodoro Valle en un dialogo con André Bretón.
Publicada en la revista de la UNAM,
Fondo Rafael Heliodoro Valle. Reproducida en el diario El Heraldo, Allan Núñez,
7 de abril, 2014.
3. Ricardo Adán Molina
Meza. Pensamiento
Filosófico contemporáneo en la obra de Rafael Heliodoro. Monografía.com
4. Si bien, en
Rafael Heliodoro Valle, hay un componente notable del factor geográfico en su
obra poética y ensayística, esto
proviene de la vertiente común del romanticismo. Una veta que también
nutrió a otros poetas y escritores hondureños, y les decanto su amor por el
paisaje: pinos, montañas, ríos. Sin embargo la tesis de lo geográfico como condicionante del carácter del hondureño, necesitaría explorarse más. Si
bien puede haber una mancuerna entre
raigambre hondureña y factores geográficos. Lo inhóspito del paisaje, la
compleja comunicación terrestre en una geografía montañera, las selvas densas. Habría
que considerar si estas características, son positivas o negativas, y si dentro
de esa fraternidad condicionante entre lo humano y el entorno físico, hay una
verdadera y sustentable apropiación de
la naturaleza, en un sentido de coexistencia. Sobretodo, considerando la enorme degradación ambiental que ha sufrido
y sufre honduras, precisamente por carecer de una solida cultura ambientalista.
Si bien esto suena romántico; tanto esta
integración entre el sujeto humano y el sujeto naturaleza,
requiere una apropiación más sistemática
y sostenida. El paisaje hondureño en su hermosura es más romántico que una real
compenetración de amor a la naturaleza. Se requieren emprender más estudios que
exploren y validen ésta interesante fuente geográfica en la formación del carácter hondureño y la identidad nacional. Un tema que
ya de por si, también es intrincado. Sin embargo, no hay duda que Rafael
Heliodoro Valle, apunto a uno de los temas claves en lo que debería descansar
la formación del carácter del hondureño y parte de las corrientes subyacentes
que forman la identidad y el alma de los pueblos. Colateralmente, se requiere
también estudiar a fondo la literatura nacional, e identificar si
verdaderamente hay un sustrato significativo que relacione la literatura y el arte
al espacio geográfico, y sobre todo el amor a la naturaleza, y a la conservación y protección del medio ambiente.
5. Entre las numerosas obras de Rafael Heliodoro
Valle, enumeramos algunas, a sabiendas de que su prolífera obra, en revistas y
periódicos está dispersa en diferentes
países. Y aún no se conoce toda. Como
periodista llego a publicar en más de 60 revistas y periódicos a nivel nacional
y a nivel internacional.
Enlaces
Honduras literaria siglo XX.
Rafael Heliodoro Valle, el gran intelectual del siglo XX
Crédito de las ilustraciones
Retrato de Rafael Heliodoro Valle,
Mario Castillo, retratista hondureño
Lluvia de peces, Roque
Zelaya, pintor primitivista hondureño
Foto Jazmines del cabo.
Google imágenes
Joven lectora, Jean Honore Fragonard,
pintor realista francés
“EL ÁNGELUS” Jean François Millet,
pintor realista francés.
Lluvia de peces, grabado
1555, Oloaus Magnus, grabador sueco.
Libro. Bodegón,google imágenes
Rafael Heliodoro Valle, el joven poeta Octavio Paz, entrevistando al escritor norteamericanoWaldo Franko,1937. Reproducida por Diario El Heraldo.16 Abril, 2016