Stephen King y su lector ideal
September 26, 2015
Por Cristián Londoño Proaño
Stephen King es actualmente el escritor norteamericano más importante del género del Terror. También tiene novelas de ciencia ficción y fantasía. Pero en el Terror es donde King alcanza niveles muy destacados.
Stephen King nace en Maine 1947. Es autor de noveles emblemáticas del género como «Carrie», «El misterio de Salem´s Lot», «Misery». Muchas de sus noveles han sido adaptadas al cine como mucho impacto. También se ha involucrado como guionista y recientemente como productor ejecutivo de una adaptación televisiva de su novela «La Cúpula». Esta superproducción televisiva es una serie desigual y con fallos en su trama que tiene dos temporadas. Por momentos, la serie cae en lo inverosímil. Algo que en muchas de las novelas de King no suele suceder.
Siempre me llamó la atención la relación que tiene Stephen King con su escritura. En numerosos entrevistas y su libro «Mientras escribo» los expone con mucha sinceridad. En las palabras del propio King: «Escribir es una labor solitaria, y conviene tener a alguien que crea en ti. Tampoco es necesario que hagan discursos. Basta, normalmente, con que crean», luego acota que la escritura es encontrar hallazgos fosilizados en el camino. Y lo aclara en una entrevista con el periódico New Yorker, donde explica que las historias son objetos hallados, como los fósiles del suelo, que le parecen «reliquias, fragmentos de un mundo preexistente que no ha salido a la luz. El trabajo del escritor es usar las herramientas de su caja para desenterrarlas lo más intactas que se pueda». Hay que tomar en cuenta dos puntos enormes. El primero, King siempre habla de la historia. Recalco, el asunto de «historia». No habla de la escritura como un acto cerebral y caótico. El maestro del Terror no habla de la escritura como un enjambre de palabras bien dichas y que no conducen a nada. Lo importante para King es entregar al lector una historia pura que la disfrute. Coincido plenamente con sus palabras, el lector tiene el suficiente derecho como para reclamar al escritor que quiere leer una historia, no quiere leer una temática. A esto debe sumarse, que el escritor debe esforzarse por gustar a varios lectores, no debe contentarse con «gustarse». Desde mi punto de vista, la escritura hecha para el disfrute del propio creador es un acto narcisista. El mismo King dice: «no se pude gustar en todo momento a todos los lectores, ni siquiera a una parte, pero por favor, esfuérzate en gustar a veces a un sector del público». Y más aún en los momentos en que vivimos, en que los gustos del público se han segmentado, y hay nichos para todos los gustos. Hay que considerar que todo lector tiene un sentido primario , que es el gusto por las historias, no por los discursos.
Otro punto interesante es que King dice que el escritor necesita de alguien que crea en su trabajo. En el caso de King fue su esposa Tabitha Spruce, también escritora y activista, que creyó en él. Incluso en los comienzos de su carrera como escritor y cuando, él mismo ha confesado en innumerables ocasiones, su carrera de escritor parecía que se iba al fracaso, y se sumaba problemas económicos, y los inmemorables rechazos de las editoriales y las revistas. Una época que la fe de Tabitha Srpuce logró mantener a flote a King y siguió creando sus historias. Y precisamente, a Tabby, como cariñosamente le dice el autor, la llama su lectora ideal. La lectora ideal es única y para cada escritor. Y tiene un papel fundamental, porque ella le advierte de que si la historia funciona o no, si sus personajes son creíbles o no, o de cualquier fallo que existiera en la historia. Pero el caso de King no es único. Otro artista que tuvo lo mismo fue Alfred Hitchcock. Su esposa Alma Reville fue su espectadora ideal. En el primer visionaje de su película «Psicosis», Hitchcock había invitado a varios amigos y colaboradores. Al termino de la película, todos comentaron maravillas. Muchas lisonjas por una película que la consideraban una obra maestra. Excepto, Alma que consideró que la película tenía fallas. Hitchcock le preguntó admirado sobre los errores. Y ella le contestó que cuando Janet Leigh tiene que estar muerta, tragaba saliva. Sí, la única que se había percatado del error fue Alma Reville.
Tabby, la lectora ideal de King, ha leído todas las obras de King y ha hecho sus observaciones. Lo interesante es que ha hecho que King cumpla su objetivo máximo como escritor. En sus propias palabras: «Mi máxima meta es la resonancia, algo que perdure un poco en la mente (y el corazón) del lector después de haber cerrado el libro y haberlo colocado en la estantería».