Plaza de las palabras en su sección Poetas, presenta a diez poetas japoneses contemporáneos. Hemos tomado estos poemas y poetas y los datos biográficos de la antología de Poesía Contemporánea del Japón, Tetsuo Nakagami/Yutaka Osono y Coordinada editorial Gregory Zambrano, editada por Revista Alquitrave. Harold Alvarado Tenorio • Director http://www.arquitrave.com ISSN: 1692-0066 Nº 46, Cartagena de Indias, Diciembre de 2009. Al final ponemos el enlace para remitir al lector a la fuente original y brindar una mayor riqueza temática y de interpretación de los poemas y la poesía japonesa en general. Aquí solo nos limitamos a reproducir unos cuantos poemas de cada autor, pero no todos los poemas. Los poetas seleccionados en la antología son: Kazuko Shiraishi, Ruriko Mizuno, Toriko Takarabe, Yutaka Hosono, Tetsuo Nakagami, Chuei Yagi, Shoichiro Aizawa, Masaki Ikei, Toshiko Hirata, Masayo Koike.
POESÍA CONTEMPORÁNEA DEL JAPÓN
En Siena
Mi ángel cruza la plaza con un helado, deslizándose junto a un auto,
en la sombra oscura de un castaño.
La cara de un niño que revienta de felicidad, mi ángel se acerca aquí,
hacia un viejo que se desmorona,
que se cae en los escalones de una catedral donde duerme Santa Catalina.
Sonriendo, se acerca cruzando campos y montañas en medio del verano, llevando mucho tiempo aquí, yo, con el pelo veteado de gris,
el corazón rebosando de gratitud y calor.
Como si me dijera que él, también, está agotado por este largo viaje, mi ángel conciliador se acerca
con un helado en ambas manos,
aún tan fresco como el lejano día en el que nos conocimos.
Con el tiempo, la aparición del viejo desaparecerá de los peldaños de la plaza, el otoño, después el invierno. Para que no caiga una helada,
por favor, tiernísima banda de ángeles, abran sus alas de siete colores, y por mi ángel que sostiene un helado,
apóyense con amor.
Aizawa Keizo
(Traducción de Begoña Toral y Akiko Meguro)
La poesía del país de la lluvia
Fragmento
Tetsuo Nakagami
1
«Todas las literaturas, nacionales o regionales, tienen la virtud de acarrear significados locales como universales. Hay quienes piensan que el haiku es el género poético japonés por excelencia, pero en esta muestra e introducción hablamos de otro tipo de poesía. Por ello debemos hacer un breve recorrido por la historia de nuestra poesía, que nació alrededor de 1882 con la publicación de la Antología de poemas de nuevo estilo [Shintaishi-sho], la primera antología poética del país. Hasta esos años el término kanshi [poesía] indicaba la escrita en chino, debido a la influencia cultural de esa nación. Quienes escribían kanshi eran en su mayoría hombres, debido a sus profesiones de sacerdotes y samuráis letrados. Durante la era Meiji, en 1868, vino a introducirse la cultura de Europa y por tanto la modernización y europeización del país que hizo que las composiciones de versos en chino disminuyera hasta el punto de que hoy son muy pocos los letrados y poetas que escriben y leen kanshi.
Kanshi significa literalmente la poesía de China, que escrita en chino clásico se usa sólo como una lengua de eruditos y por tanto no es la poesía japonesa misma, que entendemos como el tanka y el haiku. Antiguamente el tanka se llamaba waka, que quiere decir poesía de Japón. Nació hace más de mil años y es la forma poética más antigua del país. (de cinco versos de cinco-siete-cinco-siete-siete sílabas. A estos poemas de metro fijo se aficionó la nobleza de otros tiempos, sobre todo las mujeres nobles, y aún hoy en día hay muchos poetas que se dedican a esta poesía elegante. En el siglo XVII apareció el haiku como una reacción contra el waka y se hizo muy popular entre la clase naciente de los comerciantes urbanos. Se componía de diecisiete sílabas (tres versos de cinco-siete-cinco sílabas), quitando del waka los dos últimos versos (siete-siete sílabas), y se caracterizaba por su tono cómico y gracioso, siendo una especie de juego literario de corte popular. Pero luego aparecieron los poetas de genio como Matsuo Basho o Yosa Buson que lo elevaron a la categoría de arte. Por estas razones históricas, cuando se publicó Shintaishi-sho en 1882 existían ya tres formas distintas de la versificación: kanshi, tanka y haiku. Shintaishi-sho fue compilada por Tetsujiro1) » (1)
Kazuko Shiraishi
Kazuko Shiraishi [Vancouver, 1931], una de las más conocidas poetas de hoy, ha recibido premios como el Mugen, Rekitei, Jun Takami o Yomiuri. Historia de una oveja negra es el título de su autobiografía. Otros de sus libros son Épocas del maniático sexo sagrado, Una canoa regresa al futuro, Clan de arena, Dejen a los que aparecen, Mi madre flotante, la ciudad. Traducciones de Fernando Barbosa, Jesús Vega, Atsuko Tanabe y Sergio Mondragón.
Meditación ardiente
Soy una meditación que quema
Dentro guardo una isla acuosa
pájaros marinos y la luna llena
Alquilo un hogar a los cocodrilos del Nilo
Mi meditación no es agua azulada
sino rojo deseo Creciendo en sus ojos
alimento los cocodrilos con un sol deleitable
y los dejó dormir
Vivo en una meditación que quema
oyendo la isla acuosa golpeada por las olas
callada silenciosamente
Pájaro carpintero
Aparece un pájaro carpintero que industrioso
perfora un hueco en la cabaña
Un hombre vuela y lo amenaza
Durante 8 años el hombre construyó la casa
para su esposa y dos hijos entonces
antes que el pájaro perforara el hueco otro invisible llegó
y picoteó a la esposa
De ahí la mujer
voló hacia alguna parte y no regresó más
Aparece un pájaro carpintero que industrioso
picotea la cabaña de un hombre
Lago amarillo
Puedes pescar aquí peces deliciosos y ponerlos en tu mesa
pero el lago es amarillo
Para ocultar su profundidad
los Indios que viven cerca del lago también ocultan su fondo
Quizás los peces vivan en sus ojos
o deliciosos espíritus canten al hervir con odio
las profundidades de sus ojos oscuros
nadie puede ver algo que vive en el lago amarillo
sin mostrar su forma sobre la mesa
Ruriko Mizuno
Ruriko Mizuno [Tokio, 1932] hizo estudios de literatura francesa en la Universidad de Tokio pero vive en Yokohama, donde hace parte del consejo de redacción de la revista Hyoutan. Ha traducido al japonés las Décimas de Violeta Parra. Algunos de sus libros son La enciclopedia ilustrada de los animales (1977), El caballo de Rapunzel (1987), Hermana menor de los ojos avellanados (1999), Mondaorejas de ballena (2003) y Noche de la marca conejo (2003. Traducciones de Ryukichi Terao.
El caballo desbordante
Es un terreno fangoso de primavera.
De la superficie nacen caballos,
con brío, como los melones que se maduran.
Cuando flamean sus crines,
se mueven como cachipollas...
Se meten en mi sueño,
y atraviesan todos los rincones, dejando una sensación de fuelle vivo...
(Hay un caballo que, borrado en un recodo, se convierte en una mata amarga de ortiga).
Yo siempre pensaba que
la primavera llegaba así de afanada.
(Al desplazarme en medio del sueño, dándome vueltas, uno de mis ojos
reconoce una luz de la casa vacía que desconozco, y el otro una vela encendida
que se consume al lado de la cama, tambaleante).
De muchas partes,
se levanta el aroma vegetal hacia la ventana, y ahí al lado, desamparado,
relincha un pequeño caballo.
(Acaso... ¿le di agua?),
me quedé con la duda.
La sensación de pelaje... parecida a la costra del árbol,
la llegada de los caballos... tan abrupta.
La tierra se crispa como pellejo...
En el sueño de primavera
se extienden pisadas dispersas de los caballos
que no volverán jamás.
El cielo de la nevera
Un bocadillo de invierno en un plato en cuyo extremo
sin cesar
está nevando.
(El mundo es mítico.)
Una noche así,
en un rincón del cielo, agoniza un gigante,
con su campo de cultivo manchado de sangre...
Una noche así,
en el revés de las estrellas
el sol del ocaso burbujea susurrante,
mientras la madre difunta da a luz un bebé
sobre la sábana ondulante color rosado.
(El mundo gira varias veces).
Cierro la puerta,
y en la cocina, lejos de la bóveda celeste
lavo las fresas del invierno pleno.
Bajo el encierro del cielo nocturno,
el plato helado
se atrasa en el sueño.
El universo lechuga
En la penumbra del sueño
se vislumbra el cielo color yerba.
Los objetos interplanetarios con color verde claro
forman torbellinos vehementes,
y luego se inclinan como soñando
para coagularse en estrellas parpadeantes
que llenan el cielo.
Ese es el universo lechuga en estado primordial...
En esas estrellas
todavía no se han instalado las mesas de los humanos,
ni se han sembrado las semillas del apetito...
Las lechugas, que todavía no toman formas vegetales,
se arraigan con elementos químicos
en el terreno de las plantas oscuras
como permeándolas.
(Sin embargo, ya en ese instante,
revolotea una polilla en la bóveda celeste,
intentando poner nebulosas de huevos
sobre una hoja medio enrollada con ternura...)
¿Desde cuándo sería?
Una oruga azul
mastica con chasquidos rítmicos
el interior de la lechuga,
llenando el intestino verde claro
de la penumbra cósmica
sin cesar.
Toriko Takarabe
Toriko Takarabe [Niigata, 1933], pasó la niñez en la Manchuria china invadida por los japoneses y tras la invasión soviética huyó a Tyoshun, donde sobrevivió disfrazándose de niño durante un año. Ha traducido al japonés diversos poetas contemporáneos chinos. Algunos de sus libros son Cuando era niúa, con el tema de la derrota de la guerra y los refugiados, y la novela La tierra fértil, el infierno, del mismo tema. Traducciones de Ryukichi Terao.
La muerte que siempre veo
Vestida de azul celeste,
mi hermana aparecía y desaparecía en un bosquecillo.
Con una flor de peonía, casi del tamaño de su cara,
mi hermana, ay, se cae debajo del puente.
Al fondo de ese río del valle lejano,
permanezco despierto,
para recogerla en mis brazos.
Una herida azul
atraviesa mis brazos
Desorientadas por un fuego corredizo que viene del campo,
ya ni mi hermana ni yo nos encontramos allí.
Un grito sollozante que se escucha
en medio de los maíces no es mío.
Al despertarme,
me doy cuenta:
abandoné a mi hermana
en la inmensa garganta del sueño.
Ya no volveré,
no volveré jamás
Pero ¡corre, corre!
Se me abre la herida a medida que corro,
se me abre con color de peonía,
y me muero, me muero muchas veces.
Tras mi muerte,
mi hermana se esconde en el bosquecillo,
donde hay un nido de pájaros.
Se la tragó la corriente amarilla del Río Tangwang
De repente me despierto.
No podré volver, no quiero escuchar un disparo
en medio del sueño con los restos de un grito sollozante.
A mi hermana pequeña, que murió como refugiada
El perro retórico
Del extremo del campo desierto corre el viento
como un perro salvaje: al escribirlo, tuve un desasosiego
ante la expresión, quizá porque tiene una retórica inútil.
En el campo desierto bajo la oscuridad del alba
corre algo que no se sabe si es un viento o un perro:
ésta es la frase que corresponde a mi primera impresión.
En realidad, del extremo del campo desierto corren perros
como el viento, unos perros hambrientos
que vienen en manada a toda carrera
El viento huele a bestia
El viento corre con flameantes pelos desconocidos
El viento golpea con ferocidad
El viento muge en remolinos alrededor del bebé
El viento corre recogiendo algo dulce y blando
Los perros parecían remolinos
porque todavía no amanecía
supongamos que hay cadáveres de los refugiados,
botados por allí
¿El viento sonará más poético que el perro?
¿Me conduce a salvarme a mí mismo?
En fin, los perros devorarán al bebé
Aunque así sea el mundo,
no quiero distinguir el viento y los perros salvajes.
Ambos corren con pelos flameantes
La frase prohibida
No mires el pozo profundo,
que ahí siempre está muerta la hermana pequeña.
No te despiertes al amanecer,
que escucharás el eco de
los disparos y los retumbos de las orugas
En el mundo aún copian aquella época.
“La vida no tiene sentido”:
al escribir esta frase, originará una carcajada a mi hermana
difunta por primera vez.
“Claro, no tiene ningún sentido”,
sigue escribiendo la poeta con énfasis.
Sobreviviendo como refugiada, mi hermana,
un día antes de su muerte,
tuvo ansiedad por comer una salchicha.
El sentido de la vida que se intensifica
día tras día es siempre carnal.
Yutaka Hosono
Yutaka Hosono [Yokohama, 1936], estudió español en la Universidad de Tokio y durante más de cuatro décadas trabajó en Brasil, Bolivia y México donde tradujo al japonés numerosos poetas españoles y latinoamericanos. Algunos de sus libros son En donde se agote la tristeza (1993), Cazador de flores (1996), La máscara sonriente (2002) o Dioses en rebeldía (1999). Traducciones del autor revisadas por Sergio Mondragón y Gregory Zambrano.
Las mejillas coloradas de mi madre
En los inviernos
se hicieron más coloradas las mejillas de mi madre,
y brillaron vivamente, de especial manera,
aquel invierno del año cuando se perdió la Guerra.
En ese entonces por el golpe de la derrota,
se enfriaron aún más los corazones de la gente.
Ese frío hizo que la nieve fuera más intensa en la zona
semirural que está en las afueras de la ciudad de Yokohama.
Y a medianoche cuando vinieron a buscarla,
mi madre salió desafiando el viento glacial sobre su bicicleta,
amarró el maletín negro al portaequipajes,
y partió hacia la casa donde esperaba la encinta aguantando
sus dolores de parto.
Siempre vinieron a buscarla en las altas horas de la noche,
mi madre antes de salir averiguaba sin falta la hora del
pleamar. Mi hermano menor y yo, que éramos estudiantes
de primaria, nos aferramos a las ropas de la cama,
y abrazando el vacío que quedaba
después de la salida de nuestra madre,
le pedimos que nos jurara
que regresaría pronto.
Cuando empezaba a amanecer, en el crepúsculo,
percibía en la espalda la resonancia del primer vagido,
mi madre retornaba precipitadamente a casa por la carretera
de Hachiouji, y yo la estaba mirando en el sueño.
El deseo
En el abdomen y hacia la espina, en línea horizontal,
hay un mar desteñido.
Mi hijo ahí, desarmado, a medianoche, hecho un montón de palillos chamuscados,
llueve como tortugas.
Las bombas incendiarias.
Las lápidas sepulcrales en el arenal.
Con un brazo arrancado al niño,
la mujer viene corriendo.
Los cabellos se mecen en el fondo de la cuneta.
La ascensión al cielo de la novia.
El joven aferrado al recuerdo
como si abrazara aquellas piernas blancas,
desea aplastar el trasero de la abeja
porque la imagen no es tridimensional
por mucho que se proyecte en la pantalla.
Y bebe la charca de un trago.
Lame con avidez el casco del buque de ágata
y espera el final mirando para arriba.
Tetsuo Nakagami
Tetsuo Nakagami [Osaka, 1939], economista de la Universidad de Tokio, su poesía es un homenaje a la Generación Beat norteamericana, muchos de cuyos autores ha traducido al japonés. Ha recibido premios como Jun Takami o Yutaka Maruyama. Algunos de sus libros son ¿Por qué el cabello de las bellas suecas cambia de rubio a verde? y La noche del día en que murió Elvis. Traducciones de Ryukichi Terao.
Hermano mayor
Mi hermano era alto y guapo,
estrella del baloncesto,
rodeado de chicas.
Claro, era un galán.
Íbamos a diversas escuelas
(él a Shibuya, yo en Kokubunji),
y aun cuando no estuvimos mucho juntos
me enseñó el nombre de los cócteles,
como hacer un nudo a la corbata,
como empeñar un objeto,
hablar a una chica,
varios bares y cafeterías de Shibuya y Shinjuku.
Cada mes me dejaba Men´s Club.
Todo iba bien hasta el día
que despilfarrando el dinero
empezó a empeñar mis cosas
y perdió mi reloj de pulso.
A la casa de préstamos llevaba el traje colgando del perchero.
Mamá se quejaba diciéndole que arruinaba su vida,
con tan mala fortuna que acertó:
a raíz de un fallido suicidio de una de sus admiradoras
dejó la universidad y el baloncesto.
Cuando decidió irse de casa grité de júbilo.
Una vez me dijeron que vive en un pueblo lejano
cerca a un puerto y que lleva una vida de juicio.
Muerto o vivo, mi hermano es una espina clavada en mis dedos.
[Versión de HAT a partir de una traducción de Ryukichi Terao]
En la cama del amanecer
En las mañanas
a veces, me doy cuenta,
que tengo mojada la pijama.
A juzgar por la tensión de mis músculos
he debido caminar sobre el agua
con pasos inseguros.
Algo pegajoso hay en mi rostro
y cuando acerco las manos a mi nariz
siento un olor a pescado,
he debido haber agarrado algún animal.
La cara ardiendo y la garganta seca
son resultado de una fuerte insolación.
Cuando trato de ver con claridad
me duelen los ojos,
quizás porque he tratado de mirar fijamente
algo en movimiento.
Yo mismo me veo inmóvil,
como si estuviese envuelto en una sábana
y cuando quiero moverme,
suenan mis músculos, mis brazos.
Quizás haya hecho un esfuerzo inapropiado.
Sin embargo,
recordando el agua que corre en el río
y los susurros de las hojas de los árboles
me siento bien,
así tenga mojada la pijama como un trapo de cocina.
[Versión de HAT a partir de una traducción de Ryukichi Terao]
El bar del caimán
Cuando vayas a Nueva Orleans,
pasa por el Bar del Caimán.
En las afueras del pantano
se ve una lámpara roja solitaria.
Ése es
el Bar del Caimán.
En la noche,
cuando sube la luna en el cielo,
los caimanes
despacio
salen del pantano
y se posan en la percha
para tomar cerveza en silencio.
Luego,
cuando la luna se desplaza hacia el cielo,
con pasos tambaleantes
vuelven al pantano.
Qué caimanes tan pulcros,
son los bebedores más silenciosos del mundo.
Cuando vayas a Nueva Orleans,
pasa por el Bar del Caimán.
Los caimanes posados en la percha
toman cerveza en silencio.
Chuei Yagi
Chuei Yagi [Niigata, 1941], licenciado en artes de la Universidad Nihon, fue director de la revista de poesía Gendaishi Techo y la editorial Shichosha. Actualmente publica la revista Ichiban samui basho y enseña en el Colegio Femenino Universitario de Aoyama-Gakuin. Algunos de sus libros son Kinniku no uta, Yagi Chuei shishu, Kogarashi no do y Kumo no engawa, galardonado con el Premio Hanatsubaki. Versiones de HAT sobre traducciones de Akiko Misumi.
El paraguas de Sakutaro
Una intensa noche de lluvia
una voz llamó desde el jardín.
Era un hombre que lloraba
con un aire distraído
con el rostro borroso
por causa de la sombra de un paraguas.
¿Quién eres? Pregunté.
Con voz triste,
mostrando los dientes blancos
y una picardía en la sonrisa respondió:
Soy Sakutaro Hagiwara, dijo.
No estaba llorando, solo ebrio.
En una taberna del río Ebigawa
había bebido mucho y no estaba a gusto.
Sube, dije, por un momento.
Cargando su dudosa sombra mojada
ascendió por el corredor de la casa
y sentados, las piernas en cruz,
sin decir palabra, bebimos copiosamente.
La lluvia cae más fuerte, sin cesar.
Entrada la mañana
el borracho Sakutaro duerme y ronca.
A su espalda, el ojo de la serpiente del paraguas,
se abre y se cierra.
Sakutaro Hagiwara (1886-1942), es el fundador de la poesía moderna en Japón.
Debajo del puente rojo
Debajo de un puente rojo
corre tibia el agua
Hay personas que tiemblan y fluyen
su alma vacila y fluye
botes pesqueros de algas se deslizan sin parar
-Marchen, marchen soldados marchen
Cruzando debajo del puente hacia el muelle
un viento hediondo derrumba triciclos y coches de niños
debajo de las faldas se ven piernas desconocidas
Aquí está el límite entre el calor y el frío
Aquí las gaviotas repiten
-Se desbordan, amor,
amanece
Debajo de un puente rojo
corre el agua tibia
Al abrir el armario hay un océano
que fluye y refluye en la memoria
El río y el mar se enredan, se acoplan
brincan las lubinas jóvenes
hay gritos de pescadores todo el día
Una barca vieja va arrastrando la historia de toda su vida
Brotan tarareos de un niño mocoso
Soldados, marchen...
Con un palo medio podrido
pico una flor de trompeta trepadora
¡Ay! Me duelen las tetas
Debajo de un puente rojo
fluye el agua tibia
Oye, todo se deforma con facilidad
se cae tan rápido
se vuelve lodo
-Déjalo,
Déjalo,
¡NO!
Shoichiro Aizawa
Shoichiro Aizawa [Tokio, 1950], escribe poemas sobre la vida cotidiana a partir de los ritos culinarios, que ha publicado en libros como Si un ángel se sentara a tu mesa de súbito, (1993) o El planeta de las abejas, (2000). Otros de sus libros son Richard Brautigan no daidokoro (1990) y Parnassus eno tabi (2006), que ganó el Premio H-shi. Traducciones de Akiko Misumi.
Yo me acuerdo
Yo me acuerdo
de donde estaba antes
el cielo azul del otro día
árboles mojados
telas de araña debajo del alero
olor a pan quemado
olor del agua al atardecer
lo abultado de la arena debajo de los pies
lo terso de la baldosa del baño
la piel erizada después de una lluvia torrencial
el aliento de la vegetación
el silbido del tren
Me acuerdo
de donde estás ahora
donde prendías fuego donde mamabas
jugabas pisando sombras comías queso frío de soja
cortabas cebollas y te salían lágrimas
donde volcaste una olla y diste gritos
¿Sigue sonando la campana en la colina?
¿Sigue fluyendo ese río en que flotaban como una tristeza las
costillas de un perro blanco?¿Este año también la higuera
en el jardín de atrás ha dado frutos?
¿No se ha secado todavía el pozo cuya polea está oxidada?
Masaki Ikei
Masaki Ikei [Kagawa, 1953], luego de recibirse en la Universidad de Nishogakusha trabajó en diversos oficios y destinos, uno de ellos como librero, está casado y tiene dos hijos. Algunos de sus libros han merecido premios como el Rekitei, Touson, Hanatsubaki, etc. Entre ellos Noche despejada, Un rebaúo debajo de la luna, El niúo, Antología poética de Masaki Ikei y El viajero que duerme. Traducciones de Mutsuko Komai.
Catorce mil seiscientas noches
Desde hace algún tiempo
aunque lo dijeran
de todos modos
ya no me acuerdo
desde hace tiempo
alrededor de catorce mil seiscientos días
estuve ausente de mi casa
Hace poco me di cuenta desde hace un momento
que llevo unas catorce mil seiscientas noches aquí
voy a un lugar extremo para dormir en el viaje
y ellos, los que están viajando conmigo
sin saber desde cuándo,
se han fijado en mí;
yo, el que miraba desde la ventana unos techos llenos de sol,
como si fueran mi esposa y mis hijos;
ella corta verduras en pedazos
y ellos me dicen hola con sus voces todavía infantiles
un día, yo, que
me fui con lo que tenía puesto
sin cerrar con llave
la puerta de la casa
cuyo techo también llenaba el sol
esperan, como el suelo, la pared
y el ganado sin su amo
aunque no importan ni el suelo
ni la pared
en la casa que he dejado
durante unos catorce mil seiscientos días
hay alguien que espera mi vuelta,
alguien,
que no puedo recordar quién es,
en un día sin viento, ante la luz del sol
en el fondo del corazón,
verdaderamente
es claro, sonríe,
y va a confesarme algo todavía
ese alguien
va a desaparecer fundiéndose con el sol
pienso que debo regresar de prisa
debo partir de aquí tan pronto como pueda
cuando me revuelco sin mover el cuerpo
aquellos que viajan conmigo sin saber desde cuándo
como si fuera mi esposa que
está cortando verduras en pedazos en silencio
en la pileta de la cocina sin prender la luz todavía
y como si fueran los niños pequeños
hace rato,
me están mirando, en fila, en silencio
Toshiko Hirata
Toskiko Hirata [Shimane, 1955], poeta, novelista y dramaturga ha recibido premios como el Bansui Doi, Sakutaro Hagiwara o Sawako Noma. Algunos de sus libros de poemas son La mujer que engorda cada noche (1991) o El frágil (chisto- so) matrimonio, (1993). Traducciones de Kazunori Hamada.
El hombre sin brazos
Un hombre sin brazos estaba de pie
Separados por un semáforo
parecido a un puente colgante
él y yo nos enfrentábamos cara a cara
Él no tenía sus brazos
El semáforo cambia su luz a verde
y el hombre vino hacia mí
Yo, fingiendo estar preocupada por algo
me puse a caminar mirando mis zapatos
Después de cruzarme con él
y llegar a la otra orilla
corté el puente y volví mi rostro
Miré su saco viejo
y por un rato contemplé sus dos mangas vacías
Fui yo quien cortó sus brazos
Como si quitara unas ramas innecesarias
se los separé con una sierra
para que no pudiera tomar volante
para que no se pudiera salir abriendo una puerta
para que no se fuera con una mujer
para que no le pudiera agarrar los senos
para que no pudiera ahorcarla
Lo aserré con todas mis fuerzas
Para ser la primera vez lo hice bien
Él también me alabó; lo hiciste excelente
Su cuerpo amputado
quedó sobrio como un árbol del invierno
Pero
Los brazos no dejan de renacer
Para cuando llegue al cuarto de esa mujer
las dos mangas vacías de su saco
se habrán llenado de algo parecido a unas ramas
Aunque se corte su cuerpo por el dorso
los brazos renacerán tantas veces
Tesoro
La palabra más hermosa del mundo
es Concertgebouw
Hace cuatro años en Ámsterdam
mientras me paseaba en el tranvía de la tarde
vi un edificio enorme frente a mí
Te pregunté: ¿Qué es esto?
Concertgebouw —Respondiste.
Concertgebouw
En ese entonces
no sabía qué era eso
pero tu voz que lo susurró
fue tan linda
que a partir de ese momento esa palabra se volvió mi tesoro
No había escuchado a alguien
decirla antes
ni después
y fue la única vez
que susurraste
esa palabra que escuché sólo una vez
Yo fui la única que oyó
en aquel momento
esa blanda
voz
tuya
Escrito aquí de esta manera
Mi tesoro de pronto pierde su brillo
se convierte en algo menos que el cadáver de una cigarra
Para desechar una cosa importante
confesé mi secreto
Para olvidarme de esa palabra
y también de ti
Adiós
mi Concertgebouw
Jamás volveré a enamorarme de ti
Las cosas importantes
hay que tirarlas una y mil veces
Hasta el rocío dulce de la separación
pierde sabor al ser escrito aquí
Ni siquiera siento una herida
Qué pena
Masayo Koike
Masayo Koike [Tokio, 1959], poeta, narradora y profesora de la Facultad de Artes de la Universidad Rikkyo, su obra está reunida en Antología poética de Koike Masayo. Su más reciente libro de poesía Baba, basara, saraba recibió el premio Ono Tozaburo. Traducciones de Akiko Misumi.
La caja
Una caja
una caja vacía
altura
longitud
profundidad
La profundidad es lo que
más importa a Tokio Kinbara.
Si es poco profunda no cabe nada,
pero si lo es en demasía, se ahogan las cosas.
-Meto algo en el fondo de la caja y de allí lo recojo.
Lo que importa es la sensación de distancia que siente la mano al tomarlo.
Al ver una caja vacía Tokio se estremece.
Es una manía que tiene desde joven, incorregible.
Le encantan las cajas vacías, antes las coleccionaba
pero actualmente las hace con sus manos.
-Hago unas cajas tan profundas
que no puedo dejar de atisbar; es mi vicio.
okio, que casi nunca se arrepiente,
algunas veces se pone modesto.
Condiciones de una buena caja:
1 Cuando se abre, ilumina la cara del que mira en un instante
2 Es tan clara que en ninguna esquina hay sombra
3 No es demasiado grande ni pequeña
4 Está en su sitio sosegada
5 Sobre la tapa, vea la hoja adjunta (que no existe todavía)
Tokio fabrica cajas por cajas.
El exterior tiene que ser rígido y firme.
El interior debe ser sorprendentemente delicado y fino.
La medida interior es el alma de la caja.
Cuando abre una caja Tokio Kinbara
siempre oye un gemido que se escapa.
Una caja
una caja vacía
altura
longitud
profundidad
La profundidad es lo que
ha obsesionado a Tokio Kinbara durante la vida.
-Contemplando una caja, se me ocurre
la idea de meterlo todo en ella.
La casa de Tokio está llena de cajas vacías.
A veces el cúmulo se derrumba y hace ruido.
Tokio recoge una de las cajas vacías
y observa el vacío concentradamente.
El interior de la caja vacía
es todo el mundo real de Tokio Kinbara.
Al morir Tokio fue metido en una caja hecha por él mismo
-Cuando muera métanme en la caja.
es la única voluntad que dejó.
Altura
longitud
profundidad
sí, la profundidad.
Para Tokio la mayoría de los ataúdes normales
parecían demasiado estrechos y largos.
Además su profundidad no era suficiente
según la teoría de la caja de Tokio.
Vinieron tres mujeres que conocían muy bien a Tokio.
La caja preparada era profunda.
Dos de ellas sostuvieron a Tokio
y lo metieron en la caja tranquilamente.
La otra arregló sus piernas, enredadas en el fondo de la caja.
Tokio se sentó derecho sobre los talones en la caja.
Para que no se bamboleara la parte superior del cuerpo,
lo sujetaron con almohadillas que se habían preparado
y se fijó en la caja.
Tokio las había conseguido de una empresa
de transporte de ordenadores.
Como Tokio era un hombre muy bajo
esta operación fue muy fácil entre las tres.
La caja estaba hecha de cartón firme y pintada de rojo.
Altura
longitud
profundidad
En la caja hecha con medidas justas
Tokio parecía muy feliz.
Al final las tres mujeres la taparon.
Todas mudas, pensaron en la oscuridad
que habría dentro de la caja
¿Cómo huele, cómo se siente al tocar esa oscuridad?
Para Tokio Kinbara era un ritual antes de ir a la cama
tomar whisky pensando en “el interior de la caja vacía tapada”,
y era una de las cosas que más le excitaban;
las tres mujeres lo sabían mejor que nadie. Ninguna lloraba.
Durante tres días las mujeres bebieron mucho
y cantaron alrededor de la caja roja.
Satisfechas, finalmente quemaron la caja roja.
Como era de papel se consumió
completamente en poco tiempo.
En cambio, Tokio Kinbara se quemó poco a poco,
sentado sobre sus talones.
Créditos
Poemas , poetas y comentarios antología de Poesía Contemporánea de Japón Revista Alquitrave. Harold Alvarado Tenorio • Director http://www.arquitrave.com ISSN: 1692-0066 Nº 46, Cartagena de Indias, Diciembre de 2009
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Los traductores
Kazunori Hamada [Tokio, 1980], estudió en la UNAM y colaboró en revistas como K: arte, literatura y pensamiento. Prepara un Doctorado en Letras en la Universidad de Tokio. Intérprete y periodista independiente se interesa en especial por Cervantes y la literatura uruguaya.
Mutsuko Komai [Yokohama, 1964] vivió largos años en Argentina y desde finales de los años noventa es profesora en el Instituto de Traducción de Tokio. Estudiosa de la poesía de América Latina, se ha especializado en la obra de Alfonsi- na Storni. También trabaja en la Escuela de Postgrados de la Universidad de Tokio.
Akiko Misumi [Yokohama, 1963], enseña lengua y cultura hispánica en la Universidad Meijigakuin de Tokio. Experto en poesía latinoamericana ha publicado artículos y traducciones de y sobre Vicente Huidobro, Gonzalo Rojas, Jorge Teillier y Enrique Correa.
Ayako Saitou [Tokio, 1956], profesora de la Escuela de Estudios Graduados de la Universidad de Tokio, es Maestra en Artes por la Rice University. Ha publicado estudios sobre Cervantes, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Luisa Valenzuela, etc. Y ha traducido a Luis Cernuda al japonés.
Ryukichi Terao [Nagoya, 1971] es Doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Tokio y profesor de la Ferris de Yokohama. Ha investigado y enseñado en El Colegio de México, la Universidad de los Andes de Bogotá y Los Andes de Mérica. Ha traducido al español a Junichiro Tanizaki, Kobo Abe y Yasunari Kawabata, entre otros. Ha publicado Literaturas al margen (2003) y La novelística de la violencia en América Latina (2005).
Gregory Zambrano
La revista Arquitrave agradece la colaboración de los poetas japoneses incluidos en este número monográfico, así como la tenacidad y generosidad del poeta venezolano Gregory Zambrano para llevarla a cabo. Sin su ayuda habría sido imposible esta empresa.
Gregory Zambrano [Mérida, 1963] es Doctor en Letras por el Colegio de México y uno de los fundadores de la Bienal de Literatura Picón Salas. Notable poeta, durante años ha dirigido la Escuela de Letras y el Consejo de Desarrollo de las Humanidades y la Ciencia de la Universidad de Mérida.
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Poesía japonesa contemporánea - Arquitrave