Plaza de las palabras en su sección Poesía hondureña, presenta Tres poemas inéditos de Álvaro Cálix. Hacia una cosmografía existencial. Intelectual hondureño, desde hace varios años radicado en un país sudamericano. Autor cuyo principal giro es la cuentistica, con dos libros de cuentos publicados. La plaza de los poetas (Satyagraha Editores, 2006) y Ariadna y la burbuja (Satyagraha Editores, 2014). En este blog de ambos libros se le han publicado varios de sus cuentos. Cuenta también con varios premios nacionales en la materia. Premios literarios en la rama de cuento: Grupo Ideas (1989), Juegos Florales Santa Rosa de Copán (2008) y el Premio Coquimbo, (2017). Además cofundador de este blog: Plaza de las palabras. Álvaro Cálix es un escritor hondureño instalado en tres vertientes. La primera, como narrador cumplido en la rama del cuento. La segunda como ensayista avalado por su doctorado en Ciencias Sociales, con especial énfasis en temas de investigación en el campo de las políticas de desarrollo
Álvaro Cálix. Hacia una cosmografía existencial
Por Mario A.
Membreño Cedillo
Yo y el
cosmos, una misma esencia,
por
siempre, por siempre
Agujero negro,
Álvaro Cálix
La prisa por
tocar la curva del horizonte.
Trascendencia,
Álvaro Cálix
*
En esta
ocasión Álvaro
Cálix, nos entrega tres poemas inéditos de ese futuro libro del cual aún no
sabemos su nombre. Sus poemas Polvo cósmico, Trascendencia y Agujero
negro, nos dan una cartografía y un
vistazo rápido al cosmos y al siempre insoluble y genético problema del tiempo.
Así tenemos intercalados en sus poemas: arcón
intergaláctico, universo, planeta azul,
nebulosa en espiral, galaxia tras galaxia, astros, cosmos. Donde se mezclan pedazos del
cosmos con el tiempo a veces fundido en una intemporalidad, para «doblegar
los secretos del tiempo», haciendo
fondo de claroscuro a un lamento de la condición humana. Y así emitiéndonos a
los poemas actuales, en estos tres
poemas, alientan dos preocupaciones básicas. La primera es la insignificancia del hombre en un universo
que lo supera y que siempre resulta abrumador.
tan
diminuto y solo en este arcón intergaláctico…
¡Solo
somos polvo en el viento!
En Polvo
Cósmico:
Y una segunda, más que una preocupación
metafísica, alienta una preocupación existencial. Ante la magnificencia e
inmensidad del cosmos, nos dice:
vuelvo a
dudar de mi nombre.
Porque, qué es
el nombre de una persona, ante lo infinito o ante lo eterno. Apenas, polvo cósmico.
Esa
misma duda de identidad, se manifiesta nuevamente:
Yo,
en cambio, hijo de la hibridez de los tiempos,
y de
las materias,
¿hasta
dónde artefacto, hasta dónde humano?
Y también reflexiona sobre el misterio del
tiempo
«doblegar
los secretos del tiempo,»
En
que la duda hacia los tiempos modernos, la soledad del hombre y su
acompañamiento ante el desierto humano poblado por las tecnologías; pero también la manipulación de las orientaciones
mediáticas. Laten en esos versos un cuestionamiento no solo existencial sino una denuncia a la
postmodernidad. Lo que está en juego es
el concepto de identidad pero no
únicamente la identidad individual sino
la identidad de todo. Una identidad
doble, no solo la del que observa, sino también la de lo es observado y también
nos observa. El discurso poético, a pesar de su tono postmodernista adquiere
una vertebración de Elégia.
En
el segundo poema Trascendencia, dedicado
ya con mayor amplitud a la reflexión sobre el tiempo. El poeta acomete el
tiempo, pero no cualquier tiempo, sino un tiempo inmemorial. Ya en otros poemas
publicados en este blog, Álvaro Cálix había
dedicado espacio al tema del tiempo en sus poemas: La eternidad al instante, poema
acomodado en un horizonte indeterminado. Y en La ciudad enferma que toca tangencialmente el tema del tiempo, y lo
concibe y cronometra desde el marco de la ciudad moderna.
Por eso,
ya sea con reloj en mano o con una
cronología insertada mentalmente como en los mayas, declara:
De nosotros en unos años/ ¿uno, diez, mil?/apenas
quedará rastro, /quizás alguna placa, /oxidada en un rincón, /un pliegue
minúsculo en la memoria del universo.
Si la
prisa de la vida moderna, socava la vida humana. Álvaro Cálix nos dice:
Entonces
por qué los afanes de hoy,
La prisa
por tocar la curva del horizonte.
Ya Karel Kocis, filósofo checo en su ensayo La ciudad y lo poético, nos advertía
sobre esa devastación, que va sembrando como una estela de humo la prisa que imprime la vida moderna.
Y ante esa prisa y urgencia moderna solo nos
queda, tal y como nos dice Álvaro Cálix:
Solo nos queda la liquidez del día,
esa marca roja que vemos en el
calendario,
nada más…
Porque todo queda reducido a comparar lo efímero
del tiempo, ese tiempo huyente, manifestado en un calendario o marcando los segundos como el
reloj de Praga. Y que se trasforma en el
respiro de una flor; y esa cronología biológica, es el tiempo real al cual el
poeta compara con una flor:
flor que
concedió su día,
amago de
transcendencia
que no da
para más,
Y sabemos que
una flor no dura mucho, porque solo es transitoria, fugacidad en vuelo,
tropismo instantáneo, imagen casi
evanescente. Una trascendencia que no da para más porque, al fin y al
cabo:
Los
segundos nos consumen sin pausa
Entonces, toda
la vida comprimida al tiempo que perdura una flor. Si tan solo fuera la flor de
Colerdige…
En el
poema Hoyos
negros, Álvaro Cálix, abraza un tono
más taciturno y más terrenal pero también más metafísico. No obstante, no abandona
completamente el universo como su mapamundi, ni como su cartilla secreta de
oración.
Nos dice al
final de ese poema:
Yo y el
cosmos, una misma esencia,
por
siempre, por siempre.
**
Por supuesto, después de leer los
poemas de Álvaro Cálix, uno piensa en Carl Sagan, con su pequeño punto
azul, comparación de lo finito que es
el hombre ante la vastedad del universo. Pero también, convive una vertiente,
todavía no muy visible pero siempre espontanea y definida con la
tecnología y la domesticación de la
voluntad. Inquietud valida y significativa:
¿Seré un
arquetipo de los sueños de Bradbury?
O asoman inquietudes
metafísicas o existenciales:
¿Por
qué no morir un buen día en esta nave?,
como
antaño murieron tantos otros,
¿por
qué esta agonía de rasgar el velo de la inmortalidad?,
dudo, no lo niego,
de
esta misión de llevar a tierra firme la vida…
Rebelarse
ante el cosmos pero también ante la realidad:
Escapar
de esta prisión sin cerrojo,
y ver de
frente a los titiriteros.
Y otra
vez olvido mi nombre,
sin rumbo
en el mosaico que no encaja,
Pero Álvaro
recurre a la salvación por la memoria:
náufrago
en este océano de memorias,
(…)
no
dejo de pensar en los días de litoral y puestas de sol
días
aquellos días que mis ancestros vivieron en plenitud.
(…)
esquirla
de recuerdos que no fueron míos
(…)
sinfín
de recuerdos no vividos,
En
Polvo cósmico
En que a veces irrumpe el señorío del tiempo
Nos
volvemos pasado,
Trascendencia
Y recurre al juego con la memoria en otro de
sus poemas:
un
pliegue minúsculo en la memoria del universo.
Trascendencia
***
Álvaro
Cálix, con sus poemas, nos hace reflexionar sobre temas trascendentales: la
existencia, lo efímero del tiempo, la pequeñez del hombre ante el universo; y
también lo evanescente de los recuerdos y la memoria. Una memoria escindida; una que salva y otra que destruye. Ya sea en
su salvación o perdición una memoria dinámica y a pesar de comprensiva, siempre
totalmente escurridiza y huyente. Pero además
advertimos una preocupación por el futuro y la ubicuidad de la tecnología. Y en ese panorama cósmico, pero no tanto tecnológico, pensamos en otro poeta
hondureño que también intento trasportar el mapamundi del universo en el firmamento
material de su poesía: José Antonio Domínguez, (1869-1903), especialmente en su
conocido Himno a la materia. Poema en donde Domínguez también
intenta dibujar de fondo un mapa del cosmos.
Pero existe una enorme diferencia en el tratamiento poético de Domínguez,
muy fatalista y casi nihilista. Y el de Álvaro Cálix, quien esta más cerca de
un existencialismo cósmico. (Por lo menos en los poemas presentados en este
post). Temática o nicho, muy poco explorado por la poesía hondureña. Los poemas
reseñados aun en su vertiente cósmica se podrían situar como un sereno lamento existencial, con cierto tono de
elegías. El canto protesta de un ruiseñor, ͟tal vez nada alegre pero tampoco cabalmente
melancólico, revoleteando en el espacio
sideral. Además coexisten en estos poemas, aunque no de forma muy evidente, destellos
de una metafísica embrionaria. No hay un dios propiamente presentado ni un síntoma
de panteísmo. Pero el poeta no lo anuncia ni tampoco lo lamenta. Sin embargo, si
aparece un personaje misterioso tras bambalinas, quien narra el discurso poético, quizá un
hombre con toda su calamidad en una mochila y en un tiempo inmemorial.
Mi
memoria data de los siglos de dos dígitos
Ese
mismo narrador más adelante agrega:
He
vivido tantas centurias
Y no sabemos si será un ser con doble
naturaleza, naturaleza terrestre y
celestial: ¿Un hombre en ascenso o un ángel caído? Y más adelante agrega:
Se
confinan mis horas en este oficio de cuidador,
¿Sera el Alto Vigilante del tiempo o un Arcángel
?
Aun en
el poema Trascendencia, está dirigida al tiempo. Poema, en que como ya
dijimos el tiempo y la flor, se erigen
en los símbolos volantes del poema.
Solo
nos queda la liquidez del día,
esa
marca roja que vemos en el calendario,
nada
más…
Y mas adelante en el mismo poema agrega:
Nos
volvemos pasado,
flor
que concedió su día,
amago
de transcendencia
que
no da para más,
En
el tercer poema, Álvaro Cálix nos ratifica que esta conversándonos de un
lenguaje cósmico, Agujeros negros,
por no decir Hoyos Negros, ese
fenómeno físico que en su profundidad y oscuridad, no dejan salir la luz. Y este poema es
ambivalente, porque aun en su acepción de un agujero negro, el poeta aspira a tomar su destino, buscar un fin
prometedor:
Y
cesará la llama de mi tiempo,
se
me abrirá al paso, sin comparsas,
el
oculto cielo de nácar,
la
noche con luz a la medianoche,
La
aurora del sueño perenne,
la
tonada del violín más tierno,
Y ante eso:
No
diré palabra
Solo:
solo
fluiré sigiloso por el halo de luz,
yo y
el cosmos, una misma esencia,
por
siempre, por siempre.
****
El
crítico y estudioso de la literatura hondureña Leonel Alvarado, en su ensayo Papeles
que no prometen un visado al cielo-Muestra de nueva poesía hondureña. (2014),
señalaba las vertientes más significativas de la poesía hondureña: «el amoroso, el militante, el existencial y la metapoética.» Y es que los poemas aquí reseñados, se
ubicarían en esa siempre ancha y vertiginosa corriente existencial, eso si con
un adjetivo: existencialismo metafísico.
Unos cuantos
poetas hondureños, han encontrado en esa corriente diversos tonos y
acercamientos, entre ellos Segisfredo Infante,
(1956-) quien ha intentado una metafísica poética en sus obras: De Jericó, el relámpago (2004), y Correo de Mr. Job (2005) Pero lo hace desde la perspectiva de un existencialismo cristiano (alternando
desde una línea histórica y bíblica con profundas reflexiones filosóficas). Dos
poetas más, Edilberto Cardona Bulnes (1935-1991) y Antonio José Rivas (1925-1995), han incursionado en la
madurez de su obra en filones filosóficos, místicos, metapoeticos y hasta herméticos,
como nichos de esa corriente existencial. Ambos poetas de la antañona ciudad de Comayagua,
(algo ha de tener esa ciudad para producir ese par de excepcionales y atípicos poetas).
Cada uno de ellos con su propio estilo y a
su manera. El mismo poeta Rivas elaboró
poemas con tono elegíaco, solo pensemos en su AUTOELEGIA DEL HOMBRE QUE SE QUEDO SOLO, dice el poeta Rivas:
I
Llano
del tiempo firme.
Una
piedra .Una cruz.
Escribo
desde el mapa llorado de silencio
vertical
en la sombra de mi espacio dormido…
(…)
No
obstante, aun con su incursión en un existencialismo cósmico, posiblemente, Álvaro
Cálix, por su disposición mental y su tono elegiaco en los poemas reseñados podría
estar más cerca, providencialmente, de poetas como Rainer Maria Rilke
(1875-1926). En sus poemas convive un cierto paralelismo, pensemos en las Elegías de Duino. (1923) En que coexiste un sustrato existencialista (la
fragilidad del hombre y la escisión de la conciencia), poemas en donde se toca
el problema filosófico del tiempo, se
recurre a la salvación por la memoria, y se establece una aduana entre lo
visible e invisible. Y es precisamente
Rilke, quien en sus Cartas a un joven
poeta (1929), declaraba: «Una obra de
arte es buena si ha nacido al impulso de una intima necesidad».Y más
adelante, en las mismas cartas aconsejaba a los poetas: «Adentrarse en si mismo y explorar las profundidades de donde mana su
vida.»
Por
supuesto, en las Elegías de Duino, también despuntan temas que Álvaro Cálix no aborda.
Su metafísica es apenas embrionaria. Tampoco da tratamiento al problema del
amor, y soslaya el oficio del poeta o meta poesía. No obstante, con esos
antecedentes de poetas hondureños en la madurez de obras bien definidas y
acabadas (Rivas, Cardona e Infante) y de Rilke como un
horizonte lejano. Álvaro Cálix, por lo menos tiene un horizonte mental y
poético como antecedentes poéticos para
avizorar y explorar, y quizá algún día llegar a poblar. Por supuesto, aún le resta un muy largo
trecho para llegar al calibre de esos poetas o al Castillo de Duino. Pero la incipiente
orientación del poeta Cálix ya ha empezado a explorar deliberadamente ese horizonte,
que no ha sido muy acopiado ni frecuentado por la poesía hondureña. Horizonte que siempre se le presentara abarcador,
intenso e inmediato.
Tres
poemas inéditos de Álvaro Cálix
Polvo cósmico
Tras la escotilla contemplo la sinfonía azul
me
sacude el vértigo de todos los tiempos
sé
que luego viene el desdén,
esa
palidez que recubre el lente de mis ojos
y
vuelvo a dudar de mi nombre… otra vez,
náufrago
en este océano de memorias,
sinfín
de recuerdos no vividos,
la
magia del hidrocampo en su fragor,
¡mi
odisea!,
tan
diminuto y solo en este arcón intergaláctico…
¡Solo
somos polvo en el viento!
Escombros
que se lleva la gran marea.
Desde
hace tantas noches,
mi
especie vaga al garete, tumultuosa por el universo,
¿cuándo
la hora de atracar en algún planeta azul?
Mi
memoria data de los siglos de dos dígitos
nebulosa
en espiral es la trama de mi mente,
cuerpos
que van y vienen,
hibernar
y despertar,
pero
siempre el mismo cerebro maestro
y
aun así,
no
dejo de pensar en los días de litoral y puestas de sol
días
aquellos días que mis ancestros vivieron en plenitud.
Yo,
en cambio, hijo de la hibridez de los tiempos,
y de
las materias.
¿Hasta
dónde artefacto, hasta dónde humano?
¿Será
en verdad vida este cautiverio?
Huir,
huir sin más rumbo que alejarnos del origen,
de
guerras profanas que con su lengua de fuego
devoran
galaxia tras galaxia,
un
sino que deviene en ruinosa rutina.
¿Por
qué no morir un buen día en esta nave?,
como
antaño murieron tantos otros,
¿por
qué esta agonía de rasgar el velo de la inmortalidad?,
dudo, no lo niego,
de
esta misión de llevar a tierra firme la vida…
¡Bah!
… esta semilla al germinar no hará, supongo,
otra
cosa que continuar el bélico trazo,
¿vale
la pena esta impronta?
¿Por
qué no mejor ser el sepulturero?
Romper
el cristal de la burbuja,
si
pudiera ver más allá de esta farsa,
ver
de frente a los titiriteros,
si
al menos pudiera…
Pero
solo soy un condenado,
a
navegar en sigilo sin el control de las cartas,
a no ver jamás las flores ni el deshoje de los
árboles,
ni
el brillo de las espigas en el crepúsculo.
Torturado
por la esquirla de recuerdos que no fueron míos.
Solo
quiero cerrar los ojos en esta noche,
he
vivido tantas centurias,
y la
mitad de mi vida se reduce a esta mirada al vacío,
a
ver de lejos astros que lanzan fugaces su fulgor,
a
treparme siempre en la cresta de ola que me extraña de la prehistoria,
cuántas
entelequias he visto asomar en el umbral
y
acabar todas, absolutamente todas,
en
el baúl de los garabatos.
Se
confinan mis horas en este oficio de cuidador,
de
albacea de este germen de vida aséptico,
hálito
inerte dentro de capsulas frías,
si
al menos pudiera quitarme las vendas,
extasiarme
con la luz del gran sol,
doblegar
los secretos del tiempo,
juguetear
en las cuerdas del universo,
Escapar
de esta prisión sin cerrojo,
y
ver de frente a los titiriteros.
Y
otra vez olvido mi nombre,
sin
rumbo en el mosaico que no encaja,
¿seré
un arquetipo de los sueños de Bradbury?
Al
menos espero no ser uno de esos especímenes sin esencia,
aquellos
avatares creados en la cuarta naturaleza,
esa
que teje la vida a fuerza de algoritmos y falsos destellos de sol.
Trascendencia
Los
segundos nos consumen sin pausa,
lentamente
pero sin pausa.
Nos
volvemos pasado,
cenizas
que el viento dispersa,
dagas
de polvo que apuntan al vacío.
De nosotros
en unos años
¿uno,
diez, mil?
apenas
quedará rastro,
quizás
alguna placa,
oxidada
en un rincón,
un
pliegue minúsculo en la memoria del universo.
Entonces
por qué los afanes de hoy,
la
prisa por tocar la curva del horizonte.
Solo
nos queda la liquidez del día,
esa
marca roja que vemos en el calendario,
nada
más…
El
resto es salto al vacío,
fuego
fatuo que se apaga con el suspiro.
En
esta tierra,
condenados
somos a anclar nuestro peso en la nada,
a
mirar con desdén las épocas que raudas vienen y van,
en
un carrusel que nos arroja al abismo,
tan
pronto como nuestro saldo expira,
y
algunos miran atrás para ver las sombras y los espejos,
pero
pronto todos voltean y siguen su rueda.
Nos
volvemos pasado,
flor
que concedió su día,
amago
de transcendencia
que
no da para más,
no
al menos para esta carne y estos huesos.
Los
segundos nos consumen sin pausa…
Este
vaivén sin pausa,
trajinar
loco de mis pasos,
de
aquí para allá entre luces y sombras,
sin
más rumbo que la proa del viento
y el
vuelo silencioso de los pájaros.
Pero
sé que un día,
hoy
o mañana,
se
desvanecerán las horas
y un
último tornado se llevará mis huellas.
Visitaré
entonces mi último punto cardinal,
una
breve parada desde el ojo del huracán
y,
luego, sin mayor aspaviento,
la
postrer disolvencia
de
lo que sobra y resta.
Seré
entonces apenas un punto brillante,
un
haz diminuto,
en
algún firmamento arcano.
Y
cesará la llama de mi tiempo,
se
me abrirá al paso, sin comparsas,
el
oculto cielo de nácar,
la
noche con luz a la medianoche,
La
aurora del sueño perenne,
la
tonada del violín más tierno,
no
diré palabra,
ni
se ve me vendrá pensamiento alguno,
solo
fluiré sigiloso por el halo de luz,
yo y
el cosmos, una misma esencia,
por
siempre, por siempre.
Créditos
Poemas
Colaboración
para Plaza de las palabras de Álvaro Cálix, julio 2019
Enlace
Tres
poemas inéditos de Álvaro Cálix. La inadvertida intangibilidad del tiempo y el
peso concreto de la ciudad moderna. Post Plaza de las palabras. (Post ya publicado sobre poemas de Álvaro
Cálix)
Ilustraciones
Álvaro Cálix
en la presentación de su segundo libro de cuentos Ariadna y la burbuja, (foto)
UNAH, 2014
Todas las
demás ilustraciones del cosmos son fotos tomadas por el telescopio Hubble,
NASA, salvo la última, tomada por ESA en La Silla, Chile.