José Antonio Domínguez, el poeta de la materia. Himno a la materia. 2/2 Primera Parte. Post Plaza de las palabras








Plaza de las palabras presenta el segundo post Tres poemas de José Antonio Domínguez (1869-1903),  en el primero se incluyeron los poemas La risa y La musa heroica, en este segundo post se incluye su poema más conocido Himno a la materia.  Poema con el cual Domínguez  alcanza su madurez poética y lo  hace brindando una visión cósmica de la naturaleza. No le canta a las musas ni al amor. Poetiza la materia con la sobriedad con que hace siglos lo hizo el poeta romano Lucrecio en su monumental poema Rerun Natura. (La naturaleza de las cosas). En este post, lo hemos  dividido en dos partes. La Primera parte un preámbulo que aborda  La mente moderna y la modernidad  como visión del mundo.  Tres Tensiones, la primera tensión: La contemplación de lo natural en que consideramos a tres autores que por su visión e instrumental conceptual se traslapan a parcelas del poema de Domínguez: Wordsworth, Bachelard y Lucrecio. La segunda parte, incluye la segunda tensión: Una astronomía imaginaria. En que el poeta nos regala su visión del kosmos.  Y una tercera tensión dedicada a  Una visión filosófica teológica. El dios de la materia. Tensión en que el poeta exhibe sus ambivalencias ontológicas. Cierra el post con un epilogo. Y a continuación el poema El himno a la materia en sus dos versiones, la de José Antonio Domínguez (1902), y la versión de Pierre Teilhard de Chardin (1919).   


JOSE ANTONIO DOMINGUEZ EL POETA DE LA MATERIA

¡Oh, materia (…)
que con el gran prodigio de tu esencia
y el arcano infinito de tus formas,
como madre perenne, siempre joven
(…) llenas la inmensidad de Universo.
De El Himno a la materia,
José Antonio Domínguez.

El poema de Domínguez consta de 23 estrofas, 368 versos si bien extenso, no es un poema total, abarcador de todo. Pero si una gran elipsis mental y poética que lo posesiona en una manera muy particular de percibir el mundo: el universo y la naturaleza. Sin ser un poema metafísico trastoca lo filosófico. Sus influencias y aproximaciones ya han sido abordadas por diversos críticos y estudioso de la obra de Domínguez (1). En este breve recorrido con solo la exclusiva aplicación de llamar la atención sobre algunas partes del poema. Sin asumir que los análisis son totales o concluyentes. Pero si con la firme intención hipotética de explorar  o ampliar otras posibles perspectivas del análisis  del poema. 


La mente moderna y la modernidad

Domínguez  por su ímpetu pasional es un poeta  romántico, desde ese yo poético o romántico, consiente o  inconscientemente,   sustancia el mundo natural, en tanto su mirada acomete sobre la naturaleza, pero cuando  desde sus emociones intenta materializar ese  mundo de contrario y de contradicciones  y sobrepasarlo o denunciarlo.  Domínguez se acerca más al modernismo, no tanto en su corpus literario, sino como una mente moderna.  En esa visión adelantada no se acerca al movimiento de las cosas ya naturales, sino que nos presenta un mundo descarnado e inmóvil.  Simultáneamente  se aleja del espectro romántico porque condena ese mundo primigenio, y se arroja sobre esa novedad de principios de siglo que encarna esa pretensión de superar todos los sistemas de creencias.

En las raíces del Modernismo hay una profunda disconformidad con la civilización establecida, esto adquiere dos formas: El escapismo de la realidad del tiempo y del espacio. Búsqueda de la soledad y rechazo de una sociedad. Un poema como el de Domínguez, visto desde la óptica actual podría hasta alojar elementos postmodernistas. Y para ello, más que una definición de modernismo literario quisiéramos constatar una definición  que proviene de la matriz principal: la bienvenida a la mente moderna a principio de siglo XX. Esa apertura es  de un poeta romántico que escribía a finales del siglo XIX, contemporáneo de Domínguez:
«Today, two things… seem to be modern: the analysis of the life and the flight from life…One practises anatomy on the inner life the one' mind or one dream. Reflection or fantasy, mirror image or dream image. Old furniture is modern , end so one recent neuroses… Paul Bourget is modern, in Buddha; splitting atoms and playing ball game with the cosmos, modern is the dissection of a mode, a sigh, a scruple; and the modern is a instinctive, almost the somnambulistic surrender to every of beuty, to a harmony of colours, to a glittering metaphor, to a wondrous allegory. » (2)

Una breve aproximación del párrafo anterior, escrito por Hugo Von Hofmannsthal, en 1893, diez años antes de que el poeta Domínguez falleciera. Y evitando caer en unas definiciones  propiamente literarias sobre el modernismo, es de mayor interés, ubicar el contexto un   peldaño más arriba, desde una gran matriz, que oportuna y pertinente, sintetiza no el estrecho reducto del modernismo como corriente literaria, sino la mente moderna como correlato del pensamiento universal. Se ha dicho que Domínguez transitaba entre dos corrientes el romanticismo y el modernismo. Con el pie de tras en el romanticismo  y el de adelante en el modernismo, y seguramente con la frente en alta y la mirada levantada mirando hacia adelante el paisaje borroso del postmodernismo. Dejémoslo así. Ahora situémonos en el pico más alto. Decía Hofmennsthal, que lo moderno se debatía entre dos visones del mundo, dos weltschaning el análisis  de la vida y el vuelo de la vida. Dos palabras análisis  y vuelo. Uno orientado a la mente y el otro a el sueño. El primero es la racionalidad, el segundo la imaginación. Reflexión o fantasía dice Hofmennsthal. Y aquí hacemos un alto e introducimos al  poeta Domínguez, y nos situamos ante esos dos polos de lo reflexivo y de lo imaginado, que nos son dos entidades alejadas la una de la otra. Y que en determinados momentos se auxilian. Las dos también recorren los senderos del poema El himno a la materia, las dos a veces se refugian en algún recodo del camino. Unas veces intentan volar: la imaginación. Otras veces, la reflexión anula la imaginación. En el  poema de Domínguez, unas veces con mayor intensidad que otras, estas dos corrientes chocan y se encuentran.

A veces producen la imagen como en un espejo, pensemos en el cosmos imaginado por Domínguez,  pero también como la imagen de un sueño  pensemos en lo telúrico de la materia. Paul Bourget es moderno y lo mismo Buda. También Lucrecio es moderno y Epicuro también. La descarnacion  de la materia, la desacralización del mundo, que no era solo desmontar el concepto de la divinidad sino de todos los dioses.  El hedonismo de Epicuro también gana terreno en ese nuevo mundo. Pero también es moderno, continúa  Hofmennsthal,  la división del átomo y el juego de pelota del cosmos. Dos palabras más: átomos y cosmos. Y en ese  emparejamiento Domínguez esta ahí. Lo modernos  para Hofmennsthal es la disección de un modo, lo que hizo  Domínguez fue  una disección de la materia. Y fabrica un modo de ser, pero también un modo de percibir el mundo. Domínguez al diseccionar la materia,  lo que intentaría después algunas vanguardias pictóricas al borrar la forma. Domínguez  encuentra lo instintivo, y busca lo primigenios que sustenta su visión del mundo, univoca o equivocada. Lo moderno es el gesto, la mirada no el resultado ni el final. Casi como un sonámbulo  Domínguez camina despierto, se le puede cuestionar  su poesía, encontrar sus heridas, adivinar sus costuras, ver sus limitantes pero Domínguez lo intenta,  construir un parangón de la existencia en que se sintiera seguro. 

No importa si jovial o pesimista, es el proceso lo que no se debe perder. Su poema es su conjunto una metáfora y se puede leer también como una alegoría. Que el poeta haya logrado salir ileso de esa intentona es otro asunto. Pero Domínguez, o mejor dicho la mente de Domínguez se sitúan a la altura de la modernidad de su tiempo. Ya aunque no logra todas sus metas, ni agota todas las posibilidades del poema  Su pasión es el arrebato romántico y su mente la de un modernista.  Por supuesto  Domínguez va a tientas en ese recorrido, y tiene sus tropiezos, y tiene sus falencias, y como veremos mas adelante también tiene sus profundos abismos. En esa intentona  Domínguez sale medio muerto del poema, y eso significa que también sale medio vivo.    
    
Pero la mente moderna no acaba ahí, hay dos colosales visones contrarias: La mecanicista y la intuitiva, el trabajo del modernismo es que se encuentren,  ambos mundos, si con anterioridad habían rivalizado, y convivían en forma separada. El modernismo los acoge en una intima convivencia.  En el poema de Domínguez esa visión mecanicista por supuesto que está a la vista pero siendo un poema muy condicionado por una racionalidad, también hay una buena parcela de intuiciones  poéticas, donde estas se alternan, pero el pulso final, en el poema de Domínguez  lo gana la racionalidad sobre la imaginación.  Y también, en el modernismo, hay dos gestos nuevos, el de los opuestos, y el de las ambivalencias.  Los primeros responden a los sujetos y los segundos al movimiento de estos sujetos. Variantes que también asoman en el poema Himno a la Materia.  

En un fin de siglo y comienzo de siglo, tal y como estaba inmerso el poeta Domínguez, su poema lo escribió en 1902. En ese punto de quiebre, citamos un breve párrafo de Kermode: 

Kermode suggests that the turning of a century has a strongly chiliastic  effect; it helps distil men s millenarian disposition  to think about crisis , to reflect  on history as revolution  or cycle, to consider ,as so many  fin de siècle  and aube de siècle  minds did consider, the question  of endings and beginnings (…) What Modernisn does is to raise  in ferment  the notion not only  of form  but also of significant time, and this is  one reason  why audacious  attempts to discern  a moment the transition. (3)

Rematando un punto de vista, nos quedamos con este cierre:

In Modernism, the center is seen exerting not a centrifugal but a centripetal force; and the consequence is not disintegration but (as it were) superintegration. (4)  



Primera tensión. La contemplación de lo natural

El arrebato  romántico

La primera tensión, a  manera de acercarnos al poeta José Antonio Domínguez haremos tres acercamientos desde tres diferentes autores, todos comprometidos con sujetos poéticos y visiones parciales del mundo que compartía Domínguez: W.Wordsworth desde el romanticismo y la contemplación de la naturaleza, G. Bachelard desde el acercamiento ascensional del vuelo poético, y finalmente Tito Caro Lucrecio desde el materialismo y la observación empírica de la  naturaleza.






 Wordsworth: un acercamiento a la naturaleza

Primeramente, haremos un contacto a la contemplación natural, ya que en el poema de Domínguez  procura asistirse en esa actividad mental. Cualquier Himno a la materia es sobre todas las cosas un acercamiento a la naturaleza. Y por ende aunque no de manera purista, si puede haber un aproximación al romanticismo como movimiento literario. En buena cuenta  Domínguez ha sido caracterizado como un poeta de transición entre el romanticismo y el modernismo. Y tomaremos a Wordsworth como punto de referencia, aún a sabiendas que la obra de Domínguez y Wordsworth, no embonan totalmente,  pero en el Himno a la materia, si hay pasajes que pueden ser identificados con elementos románticos representativos de la naturaleza. Al tenor que el romanticismo no solo es la relación del hombre con la naturaleza. Sino también la irrupción súbita de ese yo disimulado que se llama individuo. Y en el que convive lo mismo un grito de alegría que el grito de dolor, y al término de esa dicotomía que irrumpe desde la subjetividad, pero también a veces desde lo objetivo. Y que nos lleva a establecer un horizonte en  que parte de la labor poética de los   románticos era superar los opuestos, era un ejercicio de equilibrio, pero no de total integración. (5)  Solo pensemos en el poema A Song of Opposites  de Keats. Paralelismo poético que se resguarda en un romanticismo compartido y en una mirada hacia la naturaleza y el mundo.  Si bien en Wordsworth impulsado por una mirada ascendente que recupera desde las emociones del recuerdo al  hombre en un sentido integrador de realización;  y en Domínguez una mirada fijada permanentemente en la  caída del hombre desintegrado de su humanidad y que  el poeta reduce a pura materia. 

Dice Domínguez en el Himno a la materia:  

Cuando extasiado, /contemplo la hermosura de un paisaje, /en la hora misteriosa del crepúsculo, /o admiro por la noche el firmamento/constelado de ardiente argentería; /cuando absorto  y suspenso me divago/recordando en mi espíritu mi efecto/de los mágicos cuadros que a mi vista/llenaron de estupor, ya en pleno bosque/ya en las cúspides altas. O bogando sobre el dorso del mar; yo me deleito/con transportes de goce indefinible; /yo me alegro en verdad de la existencia/para ver y sentir, y dentro del alma/encontrar la certeza de algo grande. (Estrofa 19)

Y es esos versos el poeta  piensa como un poeta romántico sobretodo nos está ofreciendo una visión positiva y hermosa de la naturaleza, en la cual se transporta acompañando por el hombre que contempla y medita sobre lo observado.    Y declara esa palabra clave de todo romanticismo, como método para penetrar toda naturaleza y también abastecer toda poética: la contemplación como gesto generativo.  Al decir de Wordsworth rememorar los recuerdos en tranquilidad. Recurso que no solamente atañe a la poesía sino que puede ser un recurso de ascesis  sicológica u ontológica para aproximarse al ser.  

Dice Wordsworth:

…a la naturaleza
aprendí a contemplar, no ya como en la hora
de irreflexiva juventud, sino escuchando atento
la música apacible y triste de lo humano,
ni tosca ni estridente.
Tintern Abbey (Líneas 88-92, en el original en ingles).


También agrega  William Wordsworth:

«Generalmente se escoge una vida rústica y humilde, y esto, porque en dicha condición las pasiones esenciales del corazón encuentran mejor almácigo para alcanzar su madurez, están menos controladas y conversan en un lenguaje pleno y enfático; en dicha condición nuestros sentimientos elementales coexisten en un estado de mayor simplicidad y, consecuentemente, pueden ser contemplados de forma más apropiada y comunicados de forma más contundente; las formas de la vida rural que germinan en esos sentimientos elementales, y con ello el carácter necesario de las ocupaciones rurales, son más comprensibles y duraderas. En dicha condición las pasiones de los hombres son incorporadas a las formas permanentes y hermosas de la naturaleza. »  (6)

Se comprende que en la visión de Wordsworth se almacenan elementos de la poesía romántica ajenos y distantes con el poema de Himno a la materia, si comparte un acercamiento a la problemática de la conciencia, la escisión de la individualidad, la proyección de un movible espejo en que la naturaleza devuelve sus manifestaciones. Esa proyección que también refleja la posición del poeta frente al mundo. En que la naturaleza se contempla como algo amable pero inalcanzable, cuando la soledad y tristeza del poeta se trasforma en una quimera en que la naturaleza puede salvarlo o sencillamente alejarlo y perderlo más del mundo.

De ahí que tomamos este pasaje donde de Wordsworth amplía su visión sobre lo que para él es la poesía: 

«La apropiada ocupación de la poesía, su apropiado empleo, su privilegio y su deber, consiste en tratar las cosas no como ellas son sino como aparecen, es decir, no como ellas existen en sí mismas, sino como ellas aparecen para los sentidos y las pasiones. (1896 226). «»   (7).

Pero la visión naturalista de Domínguez es más despersonalizada. En el mundo natural de Wordsworth el hombre y la naturaleza fraternizan y forma parte de ese mundo. En Domínguez el hombre ha sido expulsado ante la mirada impávida del poeta. Es un naturalismo sin hombre o cargada de una visión pesimista de la condición humana.  Pero sobre todo donde esa relación directa entre los sentidos y la  cosa natural, no descansa en lo subjetivo sino  que se objetiva. En ese sentido la pasión es sobre la forma y no sobre los contenidos. En Wordsworth aunque no estamos ante un optimismo extremo, hay una visión práctica tanto de la naturaleza como del hombre. En Domínguez la visión del hombre en este poema es totalmente descarnada  y a veces hasta despreciativa  y fatalista. Pero hay también otra diferencia  seminal que corre y abraza el mundo de los poetas románticos, y especialmente Wordsworth, Keats, Shelly, es un mundo sensorial en donde pervive un espíritu. Todos ellos creían en ese algo que los trascendía, a su modo eran panteístas. Cuando Shelley al mirar una alondra dice: No vi un pájaro sino un espíritu. Esta dialogando con todos los poetas románticos. Domínguez de haber estado en la misma situación de ver una alondra, habría dicho: No es un pájaro, sino una forma cuajada de átomos.  Eso coloca el romanticismo de Domínguez en un romanticismo más pálido y limitado, pero no por ello deja de ser un romanticismo en trance. Él ve el sujeto natural pero lo percibe  de diferente forma.      

Sin embargo, no todo es materialismo y pesimismo en la visión poética de Domínguez, para él  el mundo y el universo pueden tener grandeza. Aquí lo dice casi con el tono sorprendente  de la conocida Desiderata (1927) (8). No obstante Domínguez todo se lo atribuye solo a la naturaleza. Oigamos un fragmento de la Desiderata de Ehrmann:   

Desiderata (Fragmento)
(…)
pues en medio de todas las arideces y desengaños,
es perenne como la hierba.
Acata dócilmente el consejo de los años,
abandonando con donaire las cosas de la juventud.
Cultiva la firmeza del espíritu
para que te proteja de las adversidades repentinas,
mas no te agotes con pensamientos oscuros,
muchos temores nacen de la fatiga y la soledad.
Sobre una sana disciplina,
sé benigno contigo mismo.
Tú eres una criatura del universo,
no menos que los árboles y las estrellas,
tienes derecho a existir,
y sea que te resulte claro o no,
indudablemente el universo marcha como debiera.
(…)


Ahora oigamos a Domínguez en el Himno a la materia:

Mas...con todo/a pesar de que el mundo de los hombres/no nos brinda la dicha ni podemos hallar un alto fin que satisfaga/nuestra osada ambición, es indudable/que el mundo, el Universo, cuanto existe/si no nos dan felicidad alguna,/tal vez porque jamás nos conformamos,/son un bello espectáculo, una cosa/tan grande, tan magnífica y sublime/que muchas veces sin quererlo el labio/lleno de admiración se abre entusiasta/para entonar un himno laudatorio/al estupendo autor de tanto hechizo/de tanta maravilla incomprensible y de tanto esplendor. (Estrofa 18)

Esa grandeza de la naturaleza también es un tema y cualidad de la poesía de  Wordsworth, poeta para el cual  el mundo de lo natural es un espacio para la reflexión que engrandece.

… Y así he percibido
la inquietante presencia, con su gozo
de altos pensamientos; un sublime sentido
de algo aún más profundo entreverado,
que habita en la luz del sol poniente,
y en los vastos océanos y en la vibrante brisa
y en los cielos azules y hasta en la mente humana.
Movimiento y espíritu que impele
a toda realidad pensante, a todo objeto del pensar,
y cruza el corazón de todo.
Tintern Abbey (Llíneas 93-104 en el original en ingles)

Por su parte Domínguez, no obstante, pese a su pesimismo en una de las estrofas finales atribuye esa grandeza también al hombre. Y en esa estrofa el poeta expresa su más alta consideración sobre el hombre y lo humano.

Cuando así pienso/cuando el escepticismo se adormece,/a través de la fe yo miro el mundo/como amable mansión y hallo la vida/en conjunto de todos los hermanos/como un vasto taller de donde surgen/para la sociedad inmensos bienes,/el progreso constante, el noble imperio/de la fraternidad, la dicha misma/brindando su porción a cada uno/todos unidos en grandioso anhelo/cumpliendo algún destino se figuran/ver a Dios que les va tras de las nubes/y les sonríe como padre amante/con entrañable amor. (Estrofa 20)

Pero ese  reconocimiento temporal y parcial de Domínguez es ambiguo, porque en la estrofa siguiente reduce ese estado fraternal a un espejismo de la mente:

Pero todo eso/es sólo un espejismo de la mente:/todos los seres que lo creado encierra/sólo somos visiones muy fugaces.

Al final Domínguez se pregunta: ¿cuál es entonces el destino del hombre? Estrofa  en que se advierte el tono fatalista del poeta.

¿Cuál es entonces/el destino del hombre? ¿Por qué vive?/ ¿A qué viene a este valle de miserias/si no es a perpetuar si proponérselo/su propia imagen que la vivir prosigue/en la misma ignorancia, fatalmente/transmitiendo la vida sin pensarlo/a nuevos infelices?






Bachelard: un acercamiento al vuelo poético (9)

G.Bachelard con su cuerpo teórico y conceptual sobre la poesía y el movimiento analiza desde las fuentes de lo onírico y la imagen del aire la capacidad de poetizar. Para Bachelard, el movimiento se inscribe en el aire, evoca la capacidad del hombre de volar, sea por lo onírico o lo imaginativo. Nos circunscribe a la dimensione espacial de la altura: la verticalidad. Para él hay dos movimientos uno es el de el vuelo, el ascenso, en ese movimiento de la dialéctica  poética pone el ejemplo por excelencia de la poesía del romántico P.B. Shelly, para Bachelard la poesía de Shelley,  es el romanticismo del vuelo (10) El otro movimiento es el de la caída. Estamos pues ante una bipolaridad del movimiento subir o descender. En donde subir es el vuelo y descender es la caída. Y tomaremos esa bifurcación para esbozar, aunque sea brevemente algunos criterios con base al movimiento sobre la poesía de Domínguez. La verticalidad que va desde la tierra como nos dice Domínguez de un planeta de los más inferiores hasta  ese cosmos de altura de los vastos mundos y los soles. Estamos hablando de alturas.  En el poeta Domínguez, se explaya no solo una visión sobre la materia sino una visión cósmica de la materia, nos habla del cosmos;  sin embargo su poesía no proyecta esa altura ascensional ni tampoco le da contenido a las formas particulares, su representación cósmica está más cerca de la cosas en si que de la vivencia de esas cosas descritas.   Domínguez no emprende el vuelo. Al contrario lo que hay es un descenso, una caída. Pero si hacemos una lectura más detenida de ese hipotético descenso nos percatamos de que tampoco se origina un descenso puntual y descriptivo. Y el hombre y la naturaleza, hechos materia que son las formas primarias que adquiere la vida, se trasuntan en dramatis personae. Y ese personaje no solo no asciende  en búsqueda de un paraíso o de un estado superior de realización. Ni  tampoco cae de su estado natural  superior a uno mas bajo. En todo el poema de Domínguez el hombre convertido en materia  se nos presenta ya en  estado de caída. No se produce ninguna trasformación. Siempre es descrito como  pequeño e insignificante: Domínguez nos dice: Pobre hombre/infeliz individuo.  Y también nos dice: el hombre, ese pigmeo miserable.  Y que también es acusado de orgullo satánico engreído No es un poema en que ese sujeto poético haya descendido moralmente o mentalmente. El hombre ya aparece así. En presentado a medias rex como un vil.  Porque en el poema de Domínguez no hay ningún movimiento. Su dialéctica es de un estatismo desolador y conmovedor. Pero su fuerza poética es el arrebato.

Desde ese fundamento existencial, la ontología  poética de Domínguez en ese poema, deviene desde su estado de caída; poetiza, sin importar el tema que trata  desde la condición de poeta ya caído. Y poetiza sobre la cosa ya caída. Al continuar con los postulados de Bachelard,  este hace una  observación acuciosa  sobre las muy conocidas correspondencias del poeta Baudelaire, y señala que en esas correspondencias «hay un reino de la imaginación material», en contrasentido afirma que en la poesía del romántico Shelley convive un «reino de la imaginación dinámica». (11) Desde luego Domínguez busca sus correspondencias a lo Baudelaire.; pero estas correspondencias no están basadas en el mundo de los sentidos. Tal y como las asocia Bachelard al hablarnos de imaginación material. Para Domínguez esas correspondencias yacen en la idea objetiva de la materia, pero esa correspondencia no se traslada de lo sensorial subjetivo a lo sensorial objetivo del mundo natural, sino que ese movimiento crepuscular va de la  objetividad del poeta a la objetividad irreducible del mundo material: el átomo.

En Bachelard, lo discursivo del ascenso y la caída, esa elevación ya sea del espíritu o de la forma poética, es en la que se producen las imágenes. Pero ese producir imágenes en Bachelard esta asociado al movimiento. Para él el movimiento es la oración de la materia. Por eso en su pensamiento de productor de imágenes, afirma: «La imaginación dinámica, cuando esta entregada a su papel de suscitar imágenes de movimiento, cuando no se reduce solo a describir cinematicamente  fenómenos exteriores, imagina arriba.» (12) Pero ese proceso mental no se advierte en Domínguez. Por lo tanto. Domínguez solo se puede refugiar, consciente o inconscientemente, en recurrir a la imaginación material, como fuente de su inspiración poética. Pero ahí surge otro problema, Domínguez más que abordar esa astronomía imaginaria o esa imaginería naturalista, es más que un poeta aéreo en términos de Bachelard, un poeta que desde lo terrestre y telúrico, describe, eso si estupendamente ciertos cuerpos y fenómenos de la naturaleza y el cosmos.        
     
            En ese sentido, la orientación característica del movimiento,  en la poesía de Domínguez estaría mas cerca, a la imaginación material, que a la imaginación dinámica. Pero para ello cabe una  observación. En el poema de Domínguez ya todo esta hecho, nos presenta las cosas tal y como están, nos despliega un acto consumado y un mundo ya acabado.   Ese paisaje en que funde lo discursivo con lo descriptivo, en que el poema de Domínguez como una fotógrafa poética, la contemplamos casi paralizada por la falta de movimiento. El reino de la imaginación  dinámica, seria el movimiento con que corre en un film. Otros símbolos utilizados por Bachelard en su estructura de análisis poético, son el par de símbolos bifrontes de la cumbre y el abismo. Y en ese eje de verticalidad, que une como un cardón umbilical «a los niños con los pájaros». (13) En decir que une lo humano con lo celestial. Lo terrestre con lo aéreo. En el poema Domínguez pone en el paisaje a un niño: en perpetua niñez,  pero ese niño solo es un enunciado que no crece sino que esta en un estado comparativo al hombre ya hecho. Sin embargo ese niño referido por Domínguez no asciende sino que se hunde.

¿No es verdad que a pesar de cuanto digan
sobre la triste tierra el hombre pasa,
en perpetua niñez y luego se hunde
en la tremenda noche inescrutable,

Luego Domínguez nos presenta una imagen aérea,  única imagen en movimiento de todo el poema. Vuela un colibrí, pero lo asocia no a las alturas sino a un desierto. Nos dice el poeta:  

sin dejar ni la huella de su paso
como si fuesen
enormes colibríes revolando
en torno a inmensa flor
en las inmensidades de un desierto:
átomo del océano infinito

También en el poema se encuentran unas cúspides altas, más orientada por el tono a una representación más enunciativa que generadora de una secuencia ascensional o por llegar a ella.  Y no es que no haya imágenes sobre las cosas naturales en el poema, pero estas en la mayoría de las veces solo son sustantivos adjetivizados  y no representan un movimiento visual que libere  un ascenso en el sentido de Bachelard. Aquí   algunos ejemplos en que el poeta utiliza elementos de la naturaleza: 

noche brilla, vastos mundos y los soles, gota de roció, alrededor del sol!, genesíaco río, noche espantosa, grano de arena, inmensidades de un desierto, océano infinito, enormes colibríes, inmensa flor, planeta opaco,  crepúsculo, el firmamento constelado,  pleno bosque, cúspides altas, dorso del mar, nubes,  oruga, yerbas y arbustos, terrible mar. (Las cursivas son nuestras)  

Cuando aparecen las imágenes, toda esa sustantivación de la naturaleza Domínguez la asocia a la caída. Tampoco  funcionan como símbolos.  Todo es arrastrado reduccionistamente a la materia.  Y tampoco se da la caída de la cumbre al abismo, sino que solo nos presenta el abismo. Para Bachelard el abismo: «es un monstruo, un tigre, unas fauces abiertas.» (14).  En un sentido, muy general fundada en   la dinámica de los recuerdos, poéticamente es la caída del hombre en el paraíso. En el poema de Domínguez el hombre hecho materia aparece ya juzgado en el abismo, en que ése hombre hipotético se hunde en su culpabilidad. Domínguez utiliza la frase Cuspides altas, pero lo hace como un enunciado, nunca hay un intento por llegar a esas cúspides. La frase juega un papel solo referencial.  Al no haber cúspides altas  a la cual ascender, el vuelo nunca arranca. Domínguez anula todo movimiento y posibilidad de cambio. Ni siquiera hay caída. Al no haber movimiento limita la potencia imaginativa.  Todo el poema esta bien rumiado, fabricado en la tensión de la razón y no exteriorizado por una imaginación fraternalmente poética.

Aunque el ejemplo puede parecer desproporcionado, pensemos en Milton: El paraíso perdido. Pero aún en ese poema si se origina  un movimiento de caída. El recuerdo racial mas común que poseemos es el de la caída en el espacio. (15) El Paraíso Perdido de Milton es el símbolo de  la caída moral (16).pero en ese caída quien cae es el Lucifer y sus  ángeles. En el poema de Domínguez quien cae es el hombre hecho humanidad.

Pobre hombre/ infeliz individuo condenado

Y aquí surge otro  tema quizá no muy visible, pero que serpentea en el poema. Todos sabemos que Domínguez era agnóstico. De ahí su intento de colgarle   a la materia algunos atributos de Dios,  pero eso solo lo hace en ciertos pasajes porque también así como alaba esa materia, también reniega de ella:
oh, materia despiadada!/Eres monstruo a la vez que santa madre

Y no deja de haber una ambigüedad en esa posición. En lo que no hay ambigüedad, es que Domínguez en el propio poema, es quien juzga más al hombre que a la naturaleza, esa inmanencia intermitente de Domínguez sustanciado, tiene sus consecuencias. «Esta señalada mas hondamente, por su desesperanza, por su carácter sustancial y duradero. Algo permanece en nosotros que nos quita la esperanza de volver a subir. El ser se hunde en su culpabilidad». Obsérvese bien el carácter esencialmente dinámico de esta noción de la sima (…) El abismo no es visto, la oscuridad del abismo no se debe al miedo. La vista no tiene parte alguna en las imágenes. La sima se deduce de la caída. La imagen se deduce del movimiento». (17)

Cuando el movimiento es uno de los principios de la naturaleza y de la misma materia. Uno se pregunta por qué Domínguez escribiría un poema casi carente de movimiento Pensamos, y no respondiendo a esa pregunta, pero si acercándonos a la mentalidad poética que Domínguez ejercita en ese poema. En una observación que da el mismo Bachelard, cuando una psiquis intelectual actúa sobre el poema, atasca la energía potencial delas imágenes, y limita el ímpetu poético del poeta. El modo poético de intelectualizar el sujeto u objeto poético no es nuevo. Ya se han establecido, aunque muy aproximativas,  categorías generales para hacer una distinción (18). Los poetas intelectuales y poetas reflexivos. Los reflexivos trasmutaban las ideas en emociones, mientras que los intelectuales, sus emociones lo arroja convertido en ideas. «Como los pájaros pronto a volar, pero que no vuela pero podemos desinteresarnos de esta dinámica de vuelo, pensar solo en las ideas, creer que las metáforas se han hecho únicamente para sugerir ideas, pero entonces abandonamos una toda una serie de observaciones sicológicas(…) la sicología de la proyección.» (19)  

            Cuando las ideas, buenas o malas, subvierten la función poética, entonces la dimensión poética no se aligera, sino que aumenta su pesadez. El vuelo poético descansa más en la liviandad de las alas que en la pesadez de las piedras.  Por lo que se desprovee de esa intensidad metafórica subrepticia que requiere el aliento poético,  y que otras veces de forma espaciada le van aprovisionando vida al poema, pero sobretodo que preserva constante la ensoñación.  A la sustitución del aura poética por la racionalidad discursiva, entonces el poema momentáneamente se descarrila. Y aunque el lector siga el hilo discursivo, es necesario  volver a encontrar el hilo poético.  Al  caso el poema El himno a la materia, un poema quizá muy orgánico, muy bien estructurado, vigoroso en sus razonamientos. Quizá demasiado razonado para liberar totalmente y estratégicamente lo onírico, la ensoñación, el vuelo de las palabras.  En el mismo orden de idea, al centrar    una comparación entre imaginación dinámica y imaginación material. Bachelard nos brinda otra aguda observación, una advertencia de precaución: «En las imágenes de la alquimia, la imaginación dinámica, es paralizada con demasiada frecuencia por la imaginación material. Los resultados- las sales y las esencias-con sus sueños materiales hacen olvidar los largos sueños dinámicos de la destilación. Pensamos más las cosas que las funciones, y como en nuestros relatos de sueños, es precisa una gran fidelidad a los sueños para recordar más las funciones que los objetos oníricos. » (20)    

Por eso el poema casi adolece de metáforas y  símbolos. Y nos es que no las haya pero su eficiencia de poeta es  restringida por la eficacia del alegato narrativo. Donde las imágenes si bien no escasean, constantemente son agredidas por el discurso explicativo.  Porque las imágenes en parte han sido desterradas  por el poeta para hospedar un razonamiento instrumental. En ese paisaje sea toda símil  o analogía o adjetivación, las imágenes visuales quedan desprotegidas. Solo la metáfora lo puede volver a encontrar. Y sobre ella hacia una observación Bachelard, que la metáfora es la materia prima poética, pero si esa metáfora además va acompañada en su constitución del símbolo, entonces multiplica su poder  plástico  de expresividad y le da vuelo a la ensoñación poética.   Acercarse a la metáfora, puede ilustrar algunos mecanismos del oficio poético del poeta, pero tampoco agotar todas las posibilidades del análisis poético. Baste señalar unas cuantas metáforas del cuerpo del poema Himno a la materia, en que además  abundan los símiles, analogías, imágenes descriptivas. Por ejemplo las siguientes metáforas:   

la vida universal que no se agota
y es como inmenso genesíaco río
que al recorrer su seno lo fecunda

En esta metáfora el poeta compara la vida universal con un genesiaco rio. La metáfora de vida o tiempo representados en el fluir de un rio,  son metáforas desgastadas por el uso constante que de ellas se hace.

¡Oh, materia!
Sin duda cuando creas y transformas,
cuando enciendes la antorcha de una vida
o cuando apagas esa antorcha

En esta otra metáfora el poeta intenta ligar la creación o la vida o la muerte a encender o apagar  una antorcha. Si bien el símil es valido, también lo es que la metáfora es pobre ya que es frecuente el uso de vida asociado con luz o brillo. 

Sin embargo en las dos siguientes metáforas el poeta logra producir metáfora de mayor calidad y de expansiva creatividad. Oigámoslo:

soles y los mundos de fábrica tan sólida
tienen su fin; tras incontables años
llega el día en que extinto su calórico
giran en los espacios insondables
cadáveres helados e insepultos,

Aquí los soles y mundos al llegar a su fin son comparados a cadáveres helados e insepultos. Y no es muy frecuente comparar planetas y mundos que han llegado  a su punto de extinción,  alusión  a que todos los planetas nacen y mueren en la vorágine de la destrucción de la materia. La metáfora con una economía de palabras quedaría así; los soles y mundos se extinguen y giran en los espacios insondables flotando como cadáveres helados e insepultos.    

En otra metáfora, quizá más sencilla que la anterior, pero notable por su engañosa simplicidad,  el poeta nos dice:   

el panorama espléndido de la naturaleza que es tan sólo
como un movible espejo de sus formas

La comparación de naturaleza y espejó no es totalmente novedosa, ya varios poetas han recurrido a esa imagen, entre ellos Alfonso Guillen Zelaya (21), pero Domínguez le agrega una novedad, habla de un movible espejo. Y  esa adjetivación del panorama esplendido de la naturaleza comparada a un movible espejo resulta acertada porque efectivamente el panorama de la naturaleza   se mueve. Y posee otras connotaciones ya que también el espejo, usualmente  es utilizado como un símbolo.  En ese sentido la metáfora, atendiendo a la economía de palabras podría entenderse así: la naturaleza que como  un espejo movible  hospeda  todas las formas.   

Y hay una mas, en que en los primeros versos compara a la materia como una madre perenne y joven, oigámoslo:  

Oh materia (…) como madre perenne, siempre joven.

Mucho más adelante, refiriéndose a la materia, nos dice

Eres monstruo a la vez que santa madre;

Hemos conocido que a la naturaleza se le llame Madre naturaleza, o que se escuche la expresión: la Madre tierra. Ese deseo de pueblos y culturas que contemplaban y consideraban que en la naturaleza moraba un principio  no solo divino sino benéfico. Visión indivisa en que la naturaleza y el hombre eran uno.  Y es que Domínguez ve a la materia más con un sentido femenino. Sin embargo cuando habla de Dios, dice  Dios pero no Diosa. Pero también es un doble rostros, como sucede con Domínguez que alterna eventualmente sus criterios. En una de las últimas estrofas dice de la naturaleza: Eres monstruo a la vez que santa madre. Y es que en ese dios material a veces volcado sobre la naturaleza como un resplandor panteísta, Domínguez integre en ese dios lo femenino y lo masculino. Pero también lo benevolente  y lo monstruosa de la materia. Una especie de Ying y  Yang materialista. Aunque no podríamos interiorizar más sobre este tema, si dejar por sentado el postulado de los románticos de integración de los opuestos. Y preguntarnos hasta que punto Domínguez jugo con ese dualismo de imágenes, desde una posición consciente al elaborar el poema,  o situarlo técnicamente como un fluir de la consciencia,  o si por el contrario esa posición ambivalente reflejase la misma angustia existencial  del poeta. Recordamos aquella sentencia del novelista naturalista, materialista y pesimista,  y también poeta contemporáneo  de Domínguez, en su novela The Return of the Native, 1878, en que equipara su carácter femenino a su heroína EUSTACIA VYE WAS THE RAW MATERIAL of a divinity. (22)  


Y finalmente, sobre el uso de la metáfora trascribimos literalmente un pasaje de Jorge Luis Borges, texto esclarecedor sobre la metáfora.   

«En el libro tercero de la Retórica, Aristóteles observó que toda metáfora surge -de la intuición de una analogía entre cosas disímiles; Middleton Murry exige que la analogía sea real y que hasta entonces no haya sido notada (Countries of the Mind, II, 4). Aristóteles, como se ve, funda la metáfora sobre las cosas y no sobre el lenguaje; los tropos conservados por Snorri son (o parecen) resultados de un proceso mental, que no percibe analogías sino que combina palabras; alguno puede impresionar (cisne rojo, balcón de la sangre), pero nada revelan o comunican. Son, para de alguna manera decirlo, objetos verbales, puros e independientes como un cristal o como un anillo de plata. Parejamente, el gramático Licofronte llamó león de la triple noche al dios Hércules porque la noche en que fue engendrado por Zeus duró como tres; la frase es memorable, allende la interpretación
de los glosadores, pero no ejerce la función que prescribe Aristóteles. En el / King, uno de los nombres del universo es los Diez Mil Seres. Hará treinta años, mi generación se maravilló de que
 Digo lo mismo de "águila de tres alas", "que es nombre metafórico de la flecha, en la literatura persa (Browne: A Literary History of Persia, III, 262)». (23)

Al tenor de este tópico es un riesgo evidente creer que el artífico que dos palabras  emparejadas siempre constituyen metáfora o una imagen victoriosa para salvar un poema.  En el poema de Domínguez se encuentran mucha adjetivaciones algunas de ellas simples y otras más significativas poéticamente, pero esa conjunción palabrera no constituye metáfora ni garantiza por si sola el impacto visual de una imagen. También recurre Domínguez mucho al símil, por ejemplo X es Y. Que cae más en el discurso propio de la retorica  pedagógica.  

Dice Bachelard: «La labor del poeta es activar ligeramente para cerciorarse de que el espíritu humano actúa en ellas humanamente, para cerciorarse de que son imágenes humanas, imágenes que humanizan las fuerzas del cosmos. » (24)  Domínguez nos presenta un poema descarnado del vuelo poético y nos presenta la racionalidad de la materia en todo su misterioso esplendor. Y eso se produce porque Domínguez exacerba la racionalidad sobre lo imaginativo. Al no haber movimiento las metáforas empobrecen sus potencia, y los símbolos huyen. Pero sobre todo desaparecen las imágenes. Hugo Von Hofmansthal, citado por Bachelard, señalaba: «intelecto no encontraras términos intelectuales y ni siquiera emotivos con ayuda de los cuales el alma de tales movimientos, pueda descargarse: aquí es una imagen lo que la libera». (25) Por su parte para Shelly «toda imagen es una operación, una operación del espíritu» (26). Es decir una operación de elevación, de  ascender, crecer, buscar instintivamente la altura. (27)  

Afirma Bachelard que el poeta al contemplar el cielo estrellado oye el curso regular de los astros, «Oye los “coros aéreos”, la noche, la “dulce noche” que camina». (28)  Y esta dulce noche que camina, nos evoca aquella otra noche de Homero: y ellos caminaban al abrigo de la noche. Donde la noche humanizada nos protege. Pero también nos hace volver al movimiento, si bien encarnado en lo visual, nos acerca también el abanico desplegado de lo puramente sensorial, aquellos sentidos por lo que percibimos el mundo. «Oye los coros aéreos». En el poema de Domínguez no hay sonidos. El órgano auditivo ha sido borrado. Si el romanticismo era los sentidos como puentes  para percibir la naturaleza. Aquella declaración de apertura de los medios para poner a caminar el romanticismo: El poderoso imperio del ojo y del oído de Wordsworth. «All the mighty world of eye and ear», (29)
.
Al prescindir o comprometer   Domínguez, consciente o inconscientemente,   la capacidad visual y auditiva, deja un poema sino huérfano, si condicionado a depender más de sus recursos racionales que la materia propiamente poética. En este decurso su poema es menos para la ensoñación que para el entendimiento. Domínguez sacrifica,   su talentosa y poderosa capacidad poética por su objetiva visión racional de la materia, y produce un poema  didáctico. Y al decir didáctico hacemos una salvedad, a la que nos referiremos más adelante cuando presentemos a  Lucrecio el poeta romano.  Pero a la par del tono explicativo en que la materia asume todas sus bondades del mediodía y todos sus terrores nocturnos. Corre también un poema en que las emociones todas han sido canalizadas a una naturaleza a la mínima expresión: el átomo. Y las visiones poéticas que van apareciendo  sobre la cosa natural, que las hay, quedan difumadas ante el poderoso germen conquistador de las ideas. Un poema fabricado a la luz diurna del numen, pero no a la lumbre de lo onírico ni del sueño ni del imaginativo vuelo poético.  Domínguez nos presenta rebanadas de la Poética de la Razón  pero no la  Razón poética. Si en el romanticismo la  imaginación no se explica ya por sus rasgos objetivos, sino por el imperio de su sentido subjetivo. En Domínguez el proceso se antoja al revés, la imaginación no se explica ya por su energía subjetiva, sino que nos es revelado por su sentido objetivo. Por eso el poema de Domínguez, por supuesto bien ejecutado y conmovedor, nos parece tan racionalista: un cosmos intelectualizado.      




Lucrecio: un acercamiento a la observación natural

El poeta romano Lucrecio, autor de una obra monumental De Rerum Natura, ha sido mencionado como una especie de paralelismo en el cuerpo crítico y de estudios de la obra del poeta José Antonio Domínguez. En este apartado nos remitiremos a señalar, brevemente,  tanto algunas semejanzas como  algunas diferencias entre ambas obras.  La filiación muy cercana que se aviva entre ambos poetas, los dos eran únicamente poetas, ambos tuvieron un influjo central de la obra del filosofo Demócrito y su doctrina del atomismo, subsecuentemente de la doctrina ética de Epicuro, escuela sombría y rigurosa que profeso Lucrecio, y quizá también Domínguez, quien además quizá se acerco a Schopenhauer y Nietzsche. Ambos fueron agnósticos con diferente gradación. También ambos perecieron por su propia mano. En cuanto a sus obras en este caso los poemas De Rerum Natura y el poema Himno a la materia, difieren en extensión y enfoque. El primero es un colosal poema que consta de  seis libros, 7.400 hexámetros. El punto medular de la obra de Lucrecio según comentó el poeta Virgilio  es liberar al hombre del miedo a los dioses y a la muerte, causas, según él, de la infelicidad humana. El alma es material y no sobrevive al cuerpo. Todos los fenómenos tienen causa natural. Si existen los dioses, estos no intervienen en los asuntos de los humanos. En ese paisaje la obra de Lucrecio tuvo enorme impacto, sobretodo en los antecedentes de la física moderna,  y su influencia llego a tocar las puertas del siglo XVI.  Y también  irradio bastante simpatía literaria en numerosos poetas entre ellos Horacio y Virgilio, la obra  por excelencia ha sido considerada un poema didáctico. Aquí un fragmento atinente la ciencia y la observación de la cosa natural:

Filosofía y ciencia
[...]
Así como los niños temerosos
se recelan de todo por la noche,
así nosotros, tímidos de día
nos asustamos de lo mismo a veces
que despavorir suele a los muchachos.
Preciso es que nosotros desterremos
estas tinieblas y estos sobresaltos,
no con los rayos de la luz del día,
sino pensando en la naturaleza.
(Libro II)

Y no solo entre filosofía y ciencia, sino la relación entre poesía y ciencia, tiene antecedentes remotos, desde los griegos y la edad media. Pero un escena ilustrativa  es la del encuentro, entre el astrónomo Galileo Galilei y el poeta John Milton. Relación que fructifico cuando el poeta decidió hacer su obra el Paraíso perdido. (30) Adelantando las páginas de la historia en tiempos contemporáneos el físico Stephen Hawking, no sin cierta tarjeta de presentación materialista y ateas, como Domínguez y Lucrecio. Sostenía: «Los físicos y los poetas se podrán dedicar a disciplinas distintas, pero buscan lo mismo: comunicar la belleza del mundo que nos rodea. » Decía también Hawking: «Vivimos en un universo extraño y maravilloso. Se necesita una extraordinaria imaginación para apreciar su edad, tamaño, violencia, e incluso su belleza. Podría parecer que el lugar que ocupamos los humanos en este vasto cosmos es insignificante; quizá por ello tratamos de encontrarle un sentido y de ver cómo encajamos en él(31) De una u otra manera, y en parte, tanto Lucrecio como Domínguez elaboraron sus sendos poemas para responder a esas inquietudes planteadas por Hawking desde el futuro.   

Ahora con los comentarios críticos del filosofo George Santayana sobre Lucrecio, reseñaremos tres puntos básicos entre ambos poetas y su obra.  La primera,  tanto Lucrecio como Domínguez materializan la sentencia: El todo es uno. Reducen sus respectivos mundos  y universos a un solo concepto: la materia, el átomo. Ese reduccionismo típico de Demócrito pervive trasformado en átomos y da vida a ambas obras poéticas. Detrás de esa materia germinal e inicial, se origina un proceso inteligible que desencadena un movimiento operativo de la materia, bipolaridad refrendada por el espectáculo y el temblor, tanto  de la pasmosa destrucción como de  la  milagrosa creación. Para ambas obras se colige que el espacio y la materia no solo son reales, sino lo único real, sumado al espacio vacio. Elementos a los que  tanto Demócrito como Epicuro también agregaban el movimiento de la materia.  Lo demás son apariencias. En sentido muy general estas concepciones son las líneas maestras  que sustentan ambas obras. Sin embargo, entre ambos poemas  se encuentra, además de la diferencia significativa de extensiones, diferencias de horizonte mental, grado  e intensidad.

La segunda,  dice Santayana en su opúsculo acerca de Lucrecio: «Su impersonalidad parece que estamos leyendo  no la poesía de un poeta, sino la poesía de las cosas.» (32) Esa es la percepción de Santayana sobre la obra de Lucrecio.  A contrario sensu cuando leemos el poema de Domínguez, esa impersonalidad desaparece y nos deja esa sensación que estamos leyendo no la percepción de las cosas de la naturaleza, sino la percepción del poeta sobre las cosas. Y esa impresión se produce no porque el poeta Domínguez se entrometa en el poema, sino que su ímpetu lo arrastra y se personifica en el poema: dramatis personae. Pero adema hay otra razón, mas sutil.

La tercera, volvamos a Lucrecio y Santayana  quien afirma: «El materialista es ante todo un observador y probablemente lo es también en la ética, esto quiere decir que no tendrá ninguna ética excepto la emoción que le produce el proceso del mundo. Si es un esprit fort, si es realmente desinteresado amara la vida en el mismo sentido en que nos complace la perfecta vitalidad (…)  Creo que aquí radica el sentimiento ético sicológicamente concordante con un vigoroso materialismo. Simpatía por el movimiento de las cosas, intereses en la ola ascendente, complacencia por la espuma que produce antes de hundirse de nuevo. La naturaleza no distingue entre lo mejor y lo peor. Pero si lo hace el amante de la naturaleza(33)
*
La ciencia y Domínguez

Dejando de lado a Santayana, nos adentramos en otras perspectivas. Acerca de la naturaleza y las posiciones de Domínguez. El poeta proclama una variante materialista de descartes,  (Pienso, luego existo), pero Domínguez dice:

soy átomo que piensa porque vive  (Vivo, luego pienso).

Curiosamente Domínguez no sigue un ideario científico o de confidencia en la ciencia. Ni el positivismo ni el descartismo.

Domínguez niega el poder salvador de la ciencia:

por los incalculables horizontes/apenas sospechados, porque nunca/la ciencia humana explorará el misterio/de tu extensión ni encontrará la clave/que la ayude a explicarse los enigmas/que ve por todas partes, ni siquiera/conocerá la esencia milagrosa/del átomo más leve?

En ese sentido no hay una adhesión científica en Domínguez, que le permitiese establecer una finalidad en su pensamiento, por consiguiente su acercamiento a la ciencia es circunstancial y distante. Y por supuesto es rematado por su poca curiosidad hacia lo observable de la naturaleza. Donde el poeta observa la cosa en si, pero no la vivencia en si de esa cosa. En ese punto se aleja tanto del romántico Wordsworth como del materialista Lucrecio.  Pero también se aleja de la ciencia y paradójicamente de la racionalidad de su tiempo.

Pensemos en Descartes, del cual citamos un párrafo: 

«Pues ellos [los conceptos que, sobre la base del cogito sum, determinan el nuevo proyecto de la esencia de la naturaleza] me han hecho ver que es posible llegar a conocimientos que sean muy útiles para la vida y que, en lugar de esa filosofía escolástica que no hace más que analizar conceptualmente una verdad previamente dada, es posible encontrar una que se dirija inmediatamente al ente y proceda contra él de manera tal que obtengamos conocimientos sobre la fuerza y las acciones del fuego, el agua, el aire, los astros, la bóveda celeste y todos los demás cuerpos que nos rodean; y este conocimiento [de lo elemental, de los elementos] será tan preciso como nuestro conocimiento de las diferentes actividades de nuestros artesanos. Por ello podremos efectuar y emplear estos conocimientos de la misma manera para todos los propósitos para los que son apropiados, y de este modo estos conocimientos [el nuevo modo de representar] nos harán amos y propietarios de la naturaleza. (Citado en Heidegger 2000 155). »   (34)

Y aquí la diferencia entre Lucrecio y Domínguez, aumenta.  Lucrecio  se nos presenta mas persuadido de un genuino pero embrionario espíritu científico, no desestima una amplia observación de  lo natural. Aunque ambos, Lucrecio y Domínguez,  realizan operaciones aproximativas  a la naturaleza y ambos compartieron la cosmovisión materialista del átomo. Pero Domínguez una vez acabado o llegado al átomo, no vislumbraba algo más que no saliera del mismo átomo. Su dialéctica nacía y moría en  la circunferencia del átomo. Una posición diferente adopta Lucrecio, también materialista y pesimista. Él si recurrió a la observación como método científico que lo conduce más allá del mismo átomo. Su preocupación inquisitoria lo lleva  a tratar de explicar en su obra los fenómenos de la naturaleza, muchas de las veces equivocadamente, pero otras con notables anticipaciones. Sobre esto hay que decirlo el trabajo de Lucrecio, tampoco es un acabado discurso científico, sino una especulación sobre lo que él conjeturaba que pasaba en el mundo natural. Pero como todos los pensadores de esa época, y de la tempranera y visionaria  filosofía griega, los jonios. Carecían de la comprobación del método experimental,  eran intuiciones y especulaciones carentes de  prueba y error. Porque no eran científicos de campo, sino especuladores del pensamiento. No obstante todos  ellos notables precursores porque sus especulaciones e intuiciones abrieron el camino para ir encarrilando las bases de la ciencia y de la filosofía.    

Creemos que el pensamiento materialista, sobre todo su indisoluble tejido cognitivo con la naturaleza. Traducido a la observación como método empírico, no es una exclusividad  del pensamiento materialista, recordemos a los románticos ingleses.  Y tampoco pensar que el materialismo por si es un corzo de patente para el ateísmo. En fin existe un materialismo panteísta o trascendente. Como veremos más adelante con Teilhard de Chardin.

Domínguez es un poeta quien en diversos trayectos de su poesía pernocta en esa corriente. No obstante, en ese sentido no percibimos en el poema y sobre todo en la disposición mental del poeta Domínguez, una observación per se de la naturaleza, ni tampoco le brinda una posibilidad genuina a la ciencia. Es decir en el pensamiento de Domínguez no hay Dios, no hay hombre, no hay ciencia.  Asumida su radical postura ante la vida, al tenor de un Todo o Nada. (35) Par de palabras sobre las cuales más adelante volveremos, por ahora solo basta decir que Domínguez sabedor de que no alcanzaría a parcelar ese Todo,  le corta las posibilidades a construcciones mentales que puedan tener un propósito valido en la mente ya no ideal (idealismo en cualquier de sus formas);  sino y aquí se da una contradicción en el mismo mundo de la razón, tampoco le da cabida a la incipiente razón científica.   

Por supuesto se podría pensar que el poema es muy corto para dar cabida a la naturaleza toda. Y mucho menos tomar a la ciencia por los cuernos. Y en parte existe sobrada razón para pensarlo así. Sin embargo el problema es más de fondo. Y es que tampoco se respira en el poema una capacidad afectiva por la naturaleza en sí. Si la contemplación se produce pero esa afirmación contemplativa parece insuficiente para medir o penetrar afectivamente al corazón afectivo de esa naturaleza. La afectividad es sobre los átomos o la materia deforme. Alejada de la necesaria voluntad de aprehender  los seres  vivientes que pueblan esa naturaleza. Ver las cosas naturales que aunque inanimadas nos presente una cosa material reconocible. Curiosamente esa reducción a los átomos, como la cosa mas pequeña, indivisible y eterna. Cosa concreta dirán muchos, es aprehendida por el observador como una cosa abstracta. En ese tipo de materialismo, que los hay de diferente índole, lo que ocurre es una desnaturalización de la naturaleza. Y nos hace pensar más en las formas que propenden a la desintegración de las formas en las obras de arte de ciertos pintores vanguardistas de inicios del siglo XX,  que  en las fotos concretas y naturalistas del fotógrafo  Ansel Adams. Pero sobretodo destaca la ausencia de un verdadero naturalista comprometido con la naturaleza. Lo que el poeta nos presenta es el proceso de trasformación de la naturaleza, y sin embargo,  lo hace con un gran ímpetu y a veces con bastante  sagacidad y hasta de vez en cuando con admirable intuición poética.

Observaciones entre ambas obras: Los procesos mentales de Lucrecio y Domínguez

Dejando de lado el itinerario de Santayana, si quisiéramos establecer una distinción y a su vez una similitud entre ambas obras, en el tenor de sus respectivos procesos mentales, imaginar una línea básica. No hay duda que el poema De rerum nature, ha de haber exigido un enorme esfuerzo al poeta Lucrecio, un intento  inacabado de poetizar todo el mundo natural y coetáneo de su época. A la par de abordar temas filosóficos,  históricos y religiosos. Ese proceso mental podemos denominarlo abarcativo. Por supuesto aún proponiéndose, él nunca hubiese podido incluir todo los tópicos y menudencias que la naturaleza y el mundo de su época le ofrecía. Por igual el poema de Domínguez, a pesar de su brevedad, también requirió de un enorme esfuerzo mental del poeta. Ya no abarcativo, sino de síntesis, ¿Cómo alojar toda la naturaleza en un poema de 364 versos?  Aquí el poeta orienta su esfuerzo a una enorme elipsis mental. Se podría considerar, hipotéticamente,  que algunos pasajes del poema, están basado en el poema de Lucrecio, o que hay un pálido paralelismo entre ambas obras. Pero aunque así fuere, significaba que Domínguez tuvo que esforzarse por concebir una selección acertada y coherente de que poner y que no poner. El poema de Domínguez como el de Lucrecio no son poemas fáciles de elaborar y menso de tirar al ruedo.  En Lucrecio fue una enorme batalla de comprensión, en Domínguez una  intensa batalla de precisión.

En esa batalla de átomos Milton escribió:

under the flag of each his /faction, they to battle bring/their embryo atoms.

Lucrecio nos presenta la montaña de granito y Domínguez esculpe de esa colosal montaña de materiales, no  el rostro del cielo sino el rostro de la materia. Lucrecio elabora un inmenso mosaico y pensaba más como un muralista, Domínguez pensaba más como un escultor.  ¿Como esculpir un busto o un rostro de esa materia?  El poema de Lucrecio es una película de largo metraje y a todo color. El poema de Domínguez  es una  fotografía instantánea  en blanco y negro.

Un punto mas es necesario dejar aclarado acerca del pensamiento de Lucrecio. Al reino de los opuestos, categoría que ya venia arrastrándose desde los presocráticos, pensemos en Empedocles con su Discordia y Amor. Pero no el simple maniqueísmo, también existe el reino de los matices, y pensamos eso por ciertas ambivalencias a veces irrumpen en ambos autores al abordar  o dejar de abordar el problema de la trascendencia, y el de la primera causa. Sin meternos a fondo en semejante embrollo, si quisiéramos establecer unas ideas básicas. Lucrecio no era un ateo en el sentido moderno del término. Ni tampoco Epicuro. Ambos, sencillamente destierran a los dioses de su paisaje vivencial, pero no niegan la existencia de ellos. Para Lucrecio y Epicuro, los dioses son insensibles y no se meten en las cosas humanas. Lucrecio inicia su poema invocando a la diosa Venus, madre de la naturaleza. Sin embargo Lucrecio combate con vehemencia la superstición, no contra los dioses sino contra el paganismo. Aquel paisaje iconográfico de estatuas de dioses, y aquella mitología que asociaba a los dioses a cada cosa. Todo esta lleno de dioses  decía Tales de Mileto. Pero a lo que Lucrecio aspiraba era a una sociedad en que los dioses, sean cuales fueren, no metieran sus narices divinas en el mundo finito de los humanos. Por supuesto esto acarreaba un problema más, el de si en el mundo había  algo que sustanciara ese mundo además de la materia. Para él el alma es mortal y no eterna. Al morir el cuerpo también perece el alma. Y todo se convierte en materia. Y al cerrarle el paso al alma como posibilidad de que hubiese un espíritu en las cosas, lo llevaba también al problema de  eliminar el problema de la causa primera y también de las causas finales. Aquella actitud que Aristóteles le reprochaba a los filósofos jonios de no abordar en sus visiones la causa primera. La guerra de Lucrecio era contra el paganismo, pero no desacreditaba las corrientes espirituales del mundo, pensemos en su contemporáneo Platón. Hasta aquí lo que podemos decir de Lucrecio.

Y ahora ¿cómo encuadra Domínguez ante ese panorama?  Para el poeta todo este paisaje materialista y sin  dioses, tuvo también que enfrentarlo con varias decisiones y maneras de pensar el problema. Pero amparado por la materia, lo primero que se le ocurre es construir un dios material. Un nuevo golem. O por lo menos un dios con ciertas propiedades de un dios. Hasta allí todo viento en popa, pero también Domínguez tiene que eliminar el problema aristotélico de la causa primera. Nada reprochable, todos los filosos presocráticos a su manera lo hicieron. El problema central se suscita, en que sustituye un dios por otro. Y lo hace porque sin darle  esas propiedades o atributos de un Dios entonces el mundo que nos presenta, no podría funcionar. Seria un mundo de caos o sacado de la nada. Y a pesar de todo es valida su tesis materialista. También Domínguez no creía en la inmortalidad del alma. Para él todo, tanto cuerpo y alma, mueren. La negación de Domínguez de la inmanencia es casi total. Otros filósofos y poetas sostenían esa inmanencia que estaba en la naturaleza. Por ejemplo, los románticos. Por esa vía, encontraron un solaz, en el buen anfitrión del panteísmo. Y es que el panteísmo siempre será un refugio seguro y Locus amoneus. Negar un dios personal y afirmar que dios esta en todas partes porque dios es una sustancia. Es una manera sutil de reconciliarse con el mundo. Pero Domínguez abjura de esa creencia. Porque es volver a reconocer que detrás  o dentro de la materia  hay un dios o una sustancia o un halo que es lo que alimenta la vida. En esa materia el poema de Domínguez revela varias ambigüedades, y aunque asume un materialismo esquivo, siempre va acompañado a cada paso de un dios ambivalente que lo auxilia,  eso lo lleva también asumir una posición  cerrada ante otras posibilidades, como mas adelante veremos, ya no de lo trascendente, sino  de lo humano.   

En la medida que Domínguez se posesiona de esa particular visión materialista, o será al revés, en la medida que esa visión materialista se posesiona de Domínguez. El mundo de Domínguez se va cerrando, porque esa visión extrema es excluyente.  Por eso para Domínguez aceptar una doctrina, cualesquiera que fuere, que no fuera el materialismo puro, era quebrantar la tesis de su visión del mundo. Era darle entrada a doctrinas y personas que no podía garantizarle la intocabilidad de su feudo materialista. Para el Domínguez de Himno a la materia,  no había buenas personas ni buenas doctrinas. En ese salón de baile despoblado no caben ni el buen cristiano ni el buen marxista. Tampoco cabía el buen hombre de Roseau. Domínguez mantenía intacta la base de su formato ultra materialista: el intransigente escepticismo, sin debilitar su último refugio el nihilismo que cortaba todo posible via de ataque cotidiano. Por lo menos  esa actitud asume en su poema. Y es que la receta pragmática de Domínguez, se podría reducir así como el hizo de la material al átomo, en un convencionalismo extremo pero útil: Todo o Nada. Suena medio filosófico pero también cae medio infantil. Pero ese dilema, tuvo sus consecuencias. Esa conversión conceptual, no tiene ningún misterio. Para Domínguez ese Todo, era la materia convertida en átomos. Y ahí no cabía nada ni nadie más. El Nada es la negación de todo lo humano. Todo a la materia, Nada a la humanidad. Ni dioses ni hombres, ni filosofías ni doctrinas. Ni ciencia ni teología. Sin embargo, pensar que Domínguez estaba reivindicando el triunfo de una doctrina o que desde la distancia de este siglo XXI, su materialismo podría ser interpretado como un  materialismo dialectico o materialismo histórico, o algún tipo de existencialismo ateo, como el de Sartre por ejemplo. Y si bien estas corrientes aunque entroncaran con ciertas semejanzas en el  materialismo de Lucrecio y Demócrito y Domínguez.  Parecería, si bien no imposible,  si poco probable que Domínguez  llegaría asumir esas corrientes como articulo de fe personal.  Al almuerzo materialista de Domínguez no hubo ningun invitado. Fue una fiesta sin invitados.      

Al paso que la madeja se va desenrollado, un punto más aparece en el ruedo: el soporte ético. Ya que aún los agnósticos, necesitan de un mínimo ético que de sustento su visión del mundo. En Lucrecio por supuesto que descansa toda una ética sobre el mundo, en tanto es un poema didáctico, y  al poeta le preocupa comunicar  su verdad y que su pensamiento libere a los hombres de la superstición de los dioses y del temor a la muerte.  Pero en Domínguez, esa preocupación no sale a flote, se queda anclada en ese mar de la  nada.  O queda muy expuesta a una interpretación implícita o muy oculta.  Es un poema más allá del bien y del mal. Simplemente el poema esta ahí, siempre con su vigor clarificador y su constante penetración discursiva. Pero no va dirigido a nadie. Ni tampoco nos presenta una visión que puede desarmar su  trinchera  pesimista, y permita que  aunque sea una partícula remota de luz ilumine a la mirada sorprendida.  En fin, ya sea  el romanticismo como filosofía de vida, con todas sus cumbres y abismos, donde se debate con alegría y horror, el tembloroso e irreverente Yo romántico.  O  la naturaleza como sujeto observable bajo el paraguas portentoso y tecnológico de la ciencia. Ambas movimientos inscriben en su agenda un ideario mínimo, todas aspiran, cuando menos  a un fin hacia algo. Hay una finalidad hacia la que apunta el ser y el sujeto poetizado. Y no importa que el lector este de acuerdo o no con el poema. O disienta sobre cualquier materia que poéticamente el poeta nos presenta. Todo puede ser discutible o no, porque en ese calidoscopio que transita del  romanticismo al modernismo, perviven diversas corrientes y coexisten distintas gradualidades sobre la existencia humana. No obstante, uno desearía encontrar aunque  que sea un respiro en algo levemente humano. ( FIN D ELA  PRIMERA PARTE)



Notas bibliográficas

1. Entre otros investigadores y críticos, referimos al lector  al estudio en forma de introducción o prologo del Doctor  Héctor Leyva. José Antonio Domínguez. Obra poética escogida de sus manuscritos. 1885-1903.Edicion de Héctor M. Leyva. Secretaria de Cultura, Artes y Deportes, 2008. En este clarificador estudio sobre la vida y obra de José Antonio Domínguez, el autor aborda con un amplio horizonte mental, meticulosamente  y  con documentación suficiente y de primera mano, las circunstancias  existenciales, contexto histórico, y las  influencias, pensamientos y corrientes que modelaron tanto la vida como la obra del poeta. Y adicionalmente remitimos al lector a la concisa y acuciosa reseña sobre el poema Himno a la materia en  José Antonio Domínguez un poeta de transición. Himno a la materia un libro puente. De Xavier Panchame, publicada en la revista virtual Literofilia.
2.  Hoy dos cosas…parecen ser modernas: el análisis de la vida y el vuelo de la vida…Una anotomía practica de la vida interna de la mente o del sueño. Reflexión o fantasía; imagen del espejo o imagen del sueño. Los viejos muebles son modernos, y así también la reciente neurosis… Paul Bourget es moderno, y Buda también; la división del átomo y jugar pelota con el cosmos. Lo moderno es la disección de un modo, un respiro, un escrúpulo. Y lo moderno es un instintivo, casi sonambulista  entrega a una revelación, a  toda belleza, a la armonía de los colores. Al resplandor de una metáfora o una maravillosa alegoría. James Mcfarlane, James.  The mind of modernism, p. 71, Modernism Edited  by Malcolm Bradbury  and James Mcfarlane. Pelican guides to European Literature, 1974, p. 71(.La traducción es de plaza de las palabras.)     
3. Kermode sugiere que el cambio de un siglo tiene un efecto fuertemente chialistico ; ello ayuda a los hombres a destilar la milenaria disposición de los hombres de pensar en la crisis, a reflexionar sobre la historia como revolución o ciclo, considerar, en cuanto fin de siglo o sobre principio de siglo, las mentes han considerado  la pregunta de finales y principios (…) Lo que el modernismo hace es levantar en  fermento, no solo la noción de forma sino  el significado del tiempo,  y esto es una razón por la que intentos audaces disciernen un momento de transición.  Citado en The name and Nature of Modernism, Malcolm Bradbury and James Mcfarlane. Modernism, p. 51
4. En el modernismo, el centro se percibe no como una fuerza centrifuga sino centripeta, y la consecuencia no es la desintegración  sino la superintegracion. James Mcfarlane, James.  The mind of modernism, p. 71, Modernism Edited  by Malcolm Bradbury  and James Mcfarlane. Pelican guides to European Literature, 1974, p p. 92.      
5. Los opuestos es un a dialéctica poética que se venia usando en los románticos, sin embargo bajo otra modalidad, los opuestos funcionaban separados, funcionaban mas como contrarios. En el modernismo esa dialéctica adquiere un paso más de integración, los contarios o las contradicciones se funden en un solo ser. En Domínguez advertimos esa fusión entre vida y muerte que se cobija en la materia, pero también en ese dualismo andrógeno, que se da entre masculino y femenino, en la integración de dios que intenta Domínguez. Estos dos gestos, Integración en la unidad, producen a la par un modo de ambigüedad. O de ambivalencia que también se advierte en Domínguez, en el tratamiento del tema de Dios.   
6. Fragmento de  prefacio de Wordsworth, a la segunda edición de Baladas Liricas, (1800) obra en que incluyo su prefacio, una especie de manifiesto que delimita el arco de la poesía romántica.
7. SENTIDO DE LA IMAGINACIÓN EN WILLIAM WORDSWORTH. CRISTIÁN DE BRAVO DELORME
8.  Max Ehrmann Fragmento de Desiderata: Tú eres una criatura del universo,/no menos que los árboles y las estrellas,/tienes derecho a existir,/y sea que te resulte claro o no,/indudablemente el universo marcha como debiera…
9. Gaston Bachelard (1884- 962),   “ filósofo, epistemólogo, poeta, físico, profesor y crítico literario francés. Autor inclasificable, estuvo interesado por la historia de la ciencia, moderna o contemporánea, y al mismo tiempo por la imaginación literaria, a la que dedicó una atención paralela. En sus obras El nuevo espíritu científico (1934) y La formación del espíritu científico (1938) expone sus ideas sobre la Filosofía de la Ciencia. Su obra más importante en este terreno es El materialismo racional (1953). Supone su planteamiento una superación del debate empirismo/racionalismo, que combate a cada uno de ellos por separado, así en El nuevo espíritu científico. Para Bachelard el materialismo racional se halla en el centro de un espectro epistemológico cuyos extremos son el idealismo y el materialismo. En la parte critico-literaria de su obra —muy importante y vasta—, Bachelard se consagrará a profundizar sobre el problema de la imaginación poética. Sus estudios sobre psicología de los elementos, el agua, el aire, la tierra, en sus relaciones con la literatura son hoy clásicos: Psicoanálisis del fuego (1938), El agua y los sueños (1942), El aire y los sueños (1943), La tierra y la ensoñación de la voluntad (1948). En estas obras se refleja cierta influencia de Jung, pero asimismo de Marie Bonaparte y el surrealismo. Ciertas afirmaciones suyas, como que "baste que hablemos de un objeto para creernos objetivos", pone en conexión esas otras preocupaciones con las epistemológicas. Todos sus últimos libros, desde 1938, muestran una búsqueda más poética, acaso culminada con La poética del espacio (1957), que usan los arquitectos, y La poética de la ensoñación (1960). Extractos  tomados de Entrada Gaston Bachelard,  Wikipedia.
10. Bachelard, Gaston. EL aire y los sueños. Breviarios Fondo de la Cultura Económica, 139 Traducción de Cristina de Champourcin, México, 2002, p.69
11. Bachelard, G.  Ibíd., p. 68
12. Bachelard, G.  Ibíd., p.119
13. Bachelard, G.  Ibíd.,  p. 76. Basquet citado por Bachelard.
14. Bachelard, G.  Ibíd.,  p.79
15. Bachelard, G.  Ibíd.,  p. 117
16. Bachelard, G.  Ibíd.,  p. 119
17. Bachelard, G.  Ibíd.,  p. 121
18. Citados en T.S.Eliot, THE METHAPYSICAL POETS, BRITISH LITERARTURE, BLAKE TO PRESENT DAY, 1952,  931-935 p. Critico y poeta que hacia aquella conocida comparación entre los poetas intelectuales y los poetas reflexivos. Donde afirmaba que los poetas intelectuales estaban más fincado en el  intelecto, pero atenuaban sus capacidades sensoriales, no podían oler el perfume de una rosa. Citaba sobre los poetas intelectuales a  Bronning y Tennyson. Mientras que para los  poetas Reflexivos, citaba a los poetas metafísicos Igualmente Carl G.Jung en su clásica obra Tipos sicológicos, nos remite a Schiller y su tipología de poetas ingenuos y poetas sentimentales, donde señala que el poeta ingenuo es naturaleza en si, mientras que el poeta sentimental, carece de esa naturaleza, por lo tanto la busca. Domínguez, atendiendo a solo su poema El himno a la materia  estaría más cerca de los poetas sentimentales. “El sentimental busca la naturaleza. Reflexiona sobre la impresión que los objetos producen en el y solo en esa reflexión se basa la emoción que de él  se apodera y que nos trasmite.   El objeto es referido aquí a una idea  y solo en esta relación basa su fuerza poética. Véase Capítulo III, Sobre las ideas de Schiller en el problema de los tipos. 2. La disertación de poesía ingenua y poesía sentimental, en Tipos sicológicos, Tomo I ed. Sudamericana,  traducción de Ramón de la Serna.1985, p.179.
19. Bachelard,G, ob.,cit.  p. 72
20. Bachelard, G.  Ibíd.,  p. 137
21. Alfonso Guillen  Zelaya, De su poema La Florida, «Yo he querido copiarte en estas rimas/Como copian las aguas el paisaje». Cuyo antecedente remite al poeta ingles Marvel: en su poema The Garden: «The mind, the ocean where each kind/Does straight its own resemblance find; /. » Cit. Nota 17. Luis Cernuda. Antología poética. Prologo de Philip W.Silver, Alianza Editorial, p.9.Citado en Guillen Zelaya el poeta de la naturaleza.  Poemas  ambientalistas  Post Plaza de las palabras. Post  publicado en este blog.
22. .Thomas Hardy, Capitulo 6 Queen of night, The Return of the Native. Signet Classic, 1980, p.71
23  Borges, J.L La Metáfora, en Historia de la eternidad.  
24. Bachelard, G.  ob.,cit. p. 57
25.  Bachelard, G.  Ibíd., p. 129
26. Bachelard, G.  Ibíd., p 56
27. Bachelard, G.  Ibíd., p. 57
28. Bachelard, G.  Ibíd., p. 66
29. Wordsworth citado por William Hazlitt en ON REASON  AND IMAGINATION,166 BRITISH LITERARTURE, BLAKE TO PRESENT DAY, 1952,  p.166. Los versos señalados son del poema Lines composed a few miles above TINTERN ABBEY. (Líneas 105 y 106 en el original en ingles)
30  “As when by night the glass of Galileo, less assured, observes imagined lands and regions in the moon”. Jamie Doward When Milton met Galileo: the collision of cultures that helped shape Paradise Lost, The Guardian, 20 Aug 2017.Tambien puede consultarse, Jonathan Reson, Return at paradise, New Yorker, 2008
31. Hawking Sthepen —A Briefer History of Time, citado en Stephen Hawking La poesía del cosmos Javier tinajero R. Blog Nuberrante, 14 de marzo de 2018.
32. Santayana, George. Tres poetas filósofos. Lucrecio, Dante, Goethe. Diálogos en el limbo.  Editorial Porrua, 1994, p.19 
33. Santayana, G. Ibid., p.18
34.  Citado en Ob,.Cit. CRISTIÁN DE BRAVO DELORME, 2012 
35.  Si es acertado que los filósofos hayan desbrozado el concepto de nada, y se hayan preguntado ¿Qué es la nada? también es igualmente atinado preguntarse ¿Qué es el todo? Para Demócrito y Epicuro la nada es el espacio vacio necesario para que ocurra el movimiento de la materia. De ahí que su trilogía era materia, espacio vacio y movimiento. Pero  también cabria preguntarse si el espacio vacio es realmente equivalente a la nada. Y creer como ellos creían que en ese espacio vacio no tenia sentido el arriba y el abajo. O creer súbitamente como Bachelard señalando a Nietzsche creía que la profundidad no esta abajo sino arriba.






HIMNO A LA MATERIA POR JOSE ANTONIO DOMINGUEZ (1902)

1
¡Oh, materia sublime, eterna y varia
que con el gran prodigio de tu esencia
y el arcano infinito de tus formas,
como madre perenne, siempre joven
a quien su propia fuerza fecundara,
llenas la inmensidad de Universo
y eres causa y efecto misterioso
de cuantos seres bullen y rebullen
con aspecto de vida en los espacios,
desde los vastos mundos y los soles
que por la noche brillan como antorchas
suspensas en el éter cristalino,
hasta los invisibles infusorios
que habitan en miríadas y millones
en el fondo irisado de una gota
de rocío...!


2
¡Oh, prolífica y sagrada
materia que en el vasto mecanismo
de la augusta creación tienes tu imperio
de omnímodo poder, y a todas horas
ordenas y ejecutas por ti misma
las leyes admirables que presiden
la vida universal, diversa siempre
del coro de criaturas que en ti nacen
y a ti vuelven al fin: obras perfectas
en cuanto cabe serlo en lo infinito,
que ora inmensas cual moles desmedidas;
ora medianas, ora imperceptibles,
de ti el cuerpo reciben y el aliento
que sujeta sus órganos y hace
que cumplan por lo menos su destino
de nacer y morir!

3
¡Salve mil veces
oh, materia infinita y soberana!
De la que surge sin cesar creadora,
ordenándolo todo con maestría,
la fuerza, ese milagro portentoso,
especie de alma mater de tu seno
que incontrastable, inteligente y pura,
cual si Dios mismo su poder rigiese
produce los fenómenos más grandes,
combina los agentes más fecundos,
da vida a los primarios elementos
y organiza la vida de los seres
que brotan de los mundos, de igual modo
que hace que giren éstos en sus órbitas,
por la atracción tan sólo suspendidos
alrededor del sol!

4
En ti reside,
de ti dimana y hacia ti refluye
la vida universal que no se agota
y es como inmenso genesíaco río
que al recorrer su seno lo fecunda,
porque lleva en sus ondas la simiente
de que brotan en mágicos regueros
las vidas de que surgen nuevas vidas
que al llenar su misión dejan el germen
de nuevos seres que al vivir difunden:
porque en el laboratorio de lo creado
en tanto que unos mueren otros nacen
y la vida se extiende y se derrama
buscando nuevos moldes y por último
se transforma y renace de la muerte
cual fabuloso fénix

5
¡Oh materia!
Tú eres lo único eterno; tú no acabas;
tú no aumentas, tú no disminuyes;
eres principio y fin de cuanto existe;
de ti depende todo y a ti torna.
Eres la misma aunque diversa siempre
pues tu esencia suprema indestructible,
es tan compleja y a la vez tan una
que recorre una escala interminable
de formas, de organismos y de vidas,
y en labor incesante por doquier
renueva sus creaciones y persiste
esparciendo destellos de sí misma
que encarnan nuevas vidas, cual si fueses
¡oh, materia! alma y vida del gran todo
llamada Creación.

6
Tú solamente
no has tenido alborada ni podrías
tener jamás acaso. Cuanto alienta
lo mismo en lo pequeño que en la grande
está sujeto el tiempo: vive y muere;
es decir, se transforma y en ti queda;
pues la vida del ser sólo es fenómeno
de resplandor fugaz. Los mismos
soles y los mundos de fábrica tan sólida
tienen su fin; tras incontables años
llega el día en que extinto su calórico
giran en los espacios insondables
cadáveres helados e insepultos,
en tanto que quizás en otros cielos
nuevos mundos se forman donde pronto
brotaran nuevos seres.

7
¡Oh, prodigio!
Mas si la vida individual es breve
y pasa como sueños y luego se hunde
en la noche espantosa del olvido
no así la vida universal. En vano
la muerte apaga con su helado aliento
las llamas de la vida una tras otra.
Una vida en verdad es casi nada;
pero el conjunto inmenso de las vidas
que forman el vastísimo Universo
eso es algo magnífico y grandioso
que no puede abarcar el pensamiento,
que no puede extinguir soplo ninguno,
que a todo cataclismo sobrepasa.
Y en inmortal cadena se prolonga
llenando lo infinito.

8
Lo que el hombre
llama a muerte y le teme a cada instante,
es sólo una apariencia, un accidente
que prepara, ¡oh, materia!, tus deshechos
a nuevos organismos, sin que pueda
menguar el poder de tus creaciones
porque previsto se halla y mucho sirve
en el plan colosal de sus sistemas.
La muerte para ti sólo es acaso
como un abono que te das a ti misma
tal vez por mantener ágil e incólume
de tu vigor el germen patentísimo;
o quizás como un baño en cuyas aguas
rejuveneces tus gigantes miembros
por cuyas venas corre siempre nueva
savia de eternidad.

9
La muerte nunca
destruye, ni podrá de modo alguno
la más mínima parte de tu masa;
ella es quizá el agente más activo
que en el taller inmenso de los seres
esparce los raudales de la vida
que de ti mana en incansables ondas.
Ella no mata; en realidad divide,
y separa elementos que bien pronto,
al combinarse en prodigiosas mezclas,
dan vida inesperada y repentina
a extraños organismos que se forman
como por ley fatal, pero que es siempre
la providencia eterna de las cosas
que también es corona deslumbrante
de sus grandes virtudes.

10
¡Oh, materia!
Sin duda cuando creas y transformas,
cuando enciendes la antorcha de una vida
o cuando apagas esa antorcha, no haces
ni bien ni mal; o al menos no meditas
tan extraños efectos que anonadan
la oscurísima mente de los hombres;
reside en ti la perfección suprema
de la inconsciencia que por ley divina,
bajo el influjo de potentes causas,
lo mismo crea a un mundo prodigioso
que da vida a un insecto. Eres hermosa,
eres sublime cuando das la vida
lo mismo que al quitarla en apariencia
sin que te importe a quien.

11
¿Sabes acaso
que el hombre, ese pigmeo miserable,
te desprecia creyéndose en la tierra
el rey de lo creado, un ser distinto
y superior a ti, que tienes un alma
en donde se concentra lo infinito
y eterno de las cosas, viva chispa
que no puede morir; porque su origen
arranca del aliento luminoso
del divino arquitecto de los mundos
del que sacó del fondo de la nada
el principio de todo, el caos mismo,
que al condensarse y adquirir contornos
te dio el cuerpo y la esencia que transmites
a cada ser que en la extensión vacía
se despierta a vivir?

12
¿Has hecho caso
jamás de tus abstrusas ambiciones,
engendros del delirio de su mente,
que a comprender no alcanza cosa alguna
de cuanto encierra el panorama espléndido
de la naturaleza que es tan sólo
como un movible espejo de sus formas
diseminadas infinitamente
por los incalculables horizontes
apenas sospechados, porque nunca
la ciencia humana explorará el misterio
de tu extensión ni encontrará la clave
que la ayude a explicarse los enigmas
que ve por todas partes, ni siquiera
conocerá la esencia milagrosa
del átomo más leve?

13
El hombre iluso
nacido del calor de tus entrañas
e hijo tuyo a toda hora, no comprende,
no quiere comprender, que su existencia
es como todo lo que alienta y vive
es la esfera el orbe, solamente
el resultado de fatales fuerzas
que por virtudes propias al fundirse
producen el fenómeno que informa
la gran vitalidad de un organismo
no comprende que salvo la excelencia
de ciertas facultades que requieren
medios propios en él para externarse,
su vida se equipara por completo
a la de tantos seres multiformes
que como él también viven.

14
No comprende,
en su orgullo satánico engreído,
que su vida es levísima burbuja
que el roce más ligero despedaza;
no comprende que es él menos que un grano
de arena que se pierde y se confunde
en las inmensidades de un desierto:
átomo del océano infinito
que se piensa, ¡Oh blasfemia imperdonable!
imagen de Dios mismo.
Acaso ignora
que hay en el éter incontables mundos
superiores mil veces a la tierra
mundos que han de poblar sin duda seres
más perfectos que el hombre, ya en figura
ya en fuerza y facultad o porque tengan
más nobles atributos?

15
Pobre hombre
infeliz individuo condenado
a ser el habitante de un planeta
de los más inferiores que gravitan
en el éter azul de lo insondable,
alrededor de un sol, como si fuesen
enormes colibríes revolando
en torno a inmensa flor. El hombre vive
sobre un planeta opaco y pequeñísimo
donde la vida es corta y sin objeto;
gusano miserable que se sueña
muchas veces gigante, y por desdicha
despierta de su sueño de locura
para caer en seguida en otro sueño,
y así pasa entre sombras y quimeras
hasta que muere al fin.

16
¿Acaso tiene
misión alguna individual el hombre?
¿No es verdad que a pesar de cuanto digan
sobre la triste tierra el hombre pasa,
en perpetua niñez y luego se hunde
en la tremenda noche inescrutable,
sin dejar ni la huella de su paso
porque implacable con su mano el tiempo
todo lo borra al fin? ¿Cuál es entonces
el destino del hombre? ¿Por qué vive?
¿A qué viene a este valle de miserias
si no es a perpetuar si proponérselo
su propia imagen que la vivir prosigue
en la misma ignorancia, fatalmente
transmitiendo la vida sin pensarlo
a nuevos infelices?

17
¡Ah, la vida,
la vida individual es para el hombre
una cosa tristísima: hasta es justo
dejar que el pensamiento se solace
soñando nueva vida breves momentos
para morir después, que a ser posible
fuera mejor exterminar la especie
e impedir que el dolor la perpetúe
vedándole al amor reproducirse!
¡Ay, infeliz el que por suerte cae
en el círculo odioso de la vida,
porque juguete de inclementes hados,
irá sin rumbo padeciendo siempre
hasta hallar su sepulcro...!

18
Mas...con todo
a pesar de que el mundo de los hombres
no nos brinda la dicha ni podemos
hallar un alto fin que satisfaga
nuestra osada ambición, es indudable
que el mundo, el Universo, cuanto existe
si no nos dan felicidad alguna,
tal vez porque jamás nos conformamos,
son un bello espectáculo, una cosa
tan grande, tan magnífica y sublime
que muchas veces sin quererlo el labio
lleno de admiración se abre entusiasta
para entonar un himno laudatorio
al estupendo autor de tanto hechizo
de tanta maravilla incomprensible
y de tanto esplendor.

19
Cuando extasiado,
 contemplo la hermosura de un paisaje,
en la hora misteriosa del crepúsculo,
o admiro por la noche el firmamento
constelado de ardiente argentería;
cuando absorto  y suspenso me divago
recordando en mi espíritu mi efecto
de los mágicos cuadros que a mi vista
llenaron de estupor, ya en pleno bosque
ya en las cúspides altas. O bogando
sobre el dorso del mar; yo me deleito
con transportes de goce indefinible;
yo me alegro en verdad de la existencia
para ver y sentir, y dentro del alma
encontrar la certeza de algo grande
que eleva el corazón.

20
Cuando así pienso
cuando el escepticismo se adormece,
a través de la fe yo miro el mundo
como amable mansión y hallo la vida
en conjunto de todos los hermanos
como un vasto taller de donde surgen
para la sociedad inmensos bienes,
el progreso constante, el noble imperio
de la fraternidad, la dicha misma
brindando su porción a cada uno
todos unidos en grandioso anhelo
cumpliendo algún destino se figuran
ver a Dios que les va tras de las nubes
y les sonríe como padre amante
con entrañable amor.

21
Pero todo eso
es sólo un espejismo de la mente:
todos los seres que lo creado encierra
sólo somos visiones muy fugaces.
Todos feneces al fin, la vida es sueño
que se pierde entre dos noches obscuras.
La muerte misma es ilusión. Tú sola,
oh. materia grandiosa e ilimitada,
persistes sobre todo eternamente.
¿Eres hija de Dios? ¿Eres Dios mismo?
Yo no sé qué eres tú, ni a ti te importa
que yo crea o que dude. Inexorable
y muda a mis preguntas permaneces
como si fueses sorda o insensible.
¿Qué le importa el coloso formidable
lo que piense una oruga?

22
Tú sin duda
no debes ni pensar.  No te hace falta
porque tus pensamientos son acciones.
Eres tan grande, en realidad  tan grande,
que delante de ti todo es pequeño.
Y pensar que muy pronto, yo si acaso
soy átomo que piensa porque vive
dejaré de alentar para perderme.
y fundirme en tu seno hecho partículas
que al combinarse han de dar vida luego
ora a yerba y arbustos, al mezclarse.
¡Pensar que este fenómeno radiante
de mi vida infeliz ha de extinguirse
cual si no hubiese sido!

23
¡Qué tristeza!
el hombre es en la tierra cual sonámbulo
que dirige fantástico destino
o torpe acaso sin razón ninguna;
mas, no lo escarnezcamos, que no es justo:
su desgracia fatal culpa es de nadie;
pues nada en realidad es malo o bueno.
Por eso resignado y conmovido,
yo te canto,  ¡oh, materia despiadada!
Eres monstruo a la vez que santa madre;
mezcla de sombra y luz; conjunto inmenso
donde todo comienza y todo acaba
como en terrible mar. ¡Salve mil veces
cuna y sepulcro de los mismos astros!
¡Digna obrera de Dios! mil veces salve!




HIMNO A LA MATERIA POR PIERRE TEILHARD E CHARDIN (1919)

Bendita seas tú, áspera Materia, gleba estéril, dura roca, tú que no cedes más que a la violencia y nos obligas a trabajar si queremos comer. Bendita seas, peligrosa Materia, mar violenta, indomable pasión, tú que nos devoras si no te encadenamos.
Bendita seas, poderosa Materia, Evolución irresistible, Realidad siempre naciente, tú que haciendo estallar en cada momento nuestros encuadres nos obligas a buscar cada vez más lejos la Verdad.
Bendita seas, universal Materia, Duración sin límites, Éter sin orillas, Triple abismo de las estrellas, de los átomos y de las generaciones, tú que desbordando y disolviendo nuestras estrechas medidas nos revelas las dimensiones de Dios. Bendita seas, impenetrable Materia, tú que, tendida por todas partes entre nuestras almas, y el Mundo de las Esencias, nos haces consumir en el deseo de atravesar el velo inconsútil de los fenómenos.
Bendita seas, mortal Materia, tú que, disociándote un día en nosotros, nos introducirás, por fuerza, en el corazón mismo de lo que es. Sin ti, Materia, sin tus ataques, sin tus arranques, viviríamos inertes, estancados, pueriles, ignorantes de nosotros mismos Y de Dios. Tú que castigas y, que curas, tú que resistes y que cedes, tú que trastruecas y que construyes, tú que encadenas y que liberas, Savia de nuestras almas, Mano de Dios, Carne de Cristo, Materia, yo te bendigo.
Yo te bendigo, Materia, y te saludo, no como te describen, reducida o desfigurada, los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen, de fuerzas brutales o de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu totalidad y tu verdad.
Te saludo, inagotable capacidad de ser y de Transformación en donde germina y crece la Sustancia elegida.
Te saludo, potencia universal de acercamiento y, de unión mediante la cual se entrelaza la muchedumbre de las mónadas y en la que todas convergen en ,el camino del Espíritu.
Te saludo, fuente armoniosa de las almas, cristal límpido de donde ha surgido la nueva Jerusalén.
Te saludo, Medio divino, cargado de Poder Creador, Océano agitado por el Espíritu, arcilla amasada y animada por el Verbo encarnado.
Creyendo obedecer a tu irresistible llamada, los hombres se precipitan con frecuencia por amor hacia ti en el abismo exterior de los goces egoístas. Les engaña un reflejo o un eco. Lo veo ahora.
Para llegar hasta ti, Materia, es necesario que, partiendo de un contacto universal con todo lo que se mueve aquí abajo, sintamos poco a poco cómo se desvanecen entre nuestras manos las formas particulares, de todo lo que sostenemos, hasta que nos encontremos frente a la única esencia de todas las consistencias y de todas las uniones. Si queremos conservarte, hemos de sublimarte en el dolor después de haberte estrechado voluptuosamente entre nuestros brazos.
Tú, Materia, reinas en las serenas alturas en las que los Santos se imaginan haberte  dejado a un lado; Carne tan transparente y tan móvil que ya no te distinguimos de un espíritu.
¡Arrebátame, Materia, allá arriba, mediante el esfuerzo, la separación y la muerte;
arrebátame allí en donde al fin sea posible abrazar castamente al Universo!

Del libro “HIMNO AL UNIVERSO
       

Crédito de las ilustraciones

1. Átomo, dibujo, Google Imagen
2. Rio snake, foto, por Ansel Adams
3. Mañana en el Támesis, foto por Willy Brandt
4. Parnasum, pintura, por Paul Klee

5.Perfil hombre con hojas. Google Imagen 

Grandes cuentos del siglo XX. Algo había pasado (Qualcosa era successo) de Dino Buzatti. (Edición bilingüe Español–Italiano). Post Plaza de las palabras





Plaza de las palabras en su sección Grandes cuentos del siglo XX, presenta Algo había pasado, (Qualcosa era successo) de Dino Buzzati Traverso (1906–1972), italiano, escritor polifacético, fue un periodista, novelista, cuentista, dramaturgo, guionista de operas. Como periodista desde los 21 años trabajo para el Corriere della será, del cual llego a ser corresponsal de guerra.  Tenía una afición por la música, estudio  violín y  piano,  y también manifestó  una afición por el dibujo y la pintura. No le gustaba que le dijeran que era escritor, y en su lugar  prefería presentarse como periodista. Porque como él mismo señalaba: «but he believed that fantasy should be written with all the detail of a newspaper account(1)  Buzzati alcanzo la fama y renombre mundial su novela El desierto de los Tartaros. (1940) (Il deserto dei Tartari): Una novela con una cierta dosis de absurdo, y cuyo personaje Giovanni Drago,  espera en cuartel militar un ataque de los tártaros que nunca ocurre. Es en esa espera infinita donde el tiempo se convierte en un «Presente perpetuo e interminable». Y que nos recuerda Esperando a Godot de Becket. Pero sobretodo, Buzzati  fue un gran cuentista, que amparado  en las alegorías y en las parábolas, escribió relatos y cuentos magistrales.  Se le atribuyen varias influencias, el  surrealismo anidado en lo onírico y el realismo fantástico de Kafka. Pero también se le vincula al existencialismo de Sartre por La nausea o  a Camus por El extranjero.  En ocasiones sus cuentos tocan lo fantástico pero desde una cotineidad sana y no estrambótica o sobrenatural.

Buzzati no se consideraba un escritor

«Llamativamente, Buzzati no aceptó jamás ser considerado un escritor. Se definía, más bien, como un simple periodista que escribía de tanto en tanto ficciones o nouvelles, a las cuales no atribuía gran valor. El juicio de la posteridad y el de sus contemporáneos, ha contradicho profundamente el punto de vista del propio Buzzati.» (2)

Sobre sus influencias los críticos se decantan por varias corrientes y autores

«Parece preceptivo al hablar de Buzzati mencionar a Poe, Kafka y la novela gótica. Yo me conformaría con Kafka, no porque las otras dos influencias no existan, sino porque esta última es la que atañe al tronco central de su obra. También suele hablarse de surrealismo, pero entonces deberíamos fijarnos sobre todo en dos compatriotas suyos: De Chirico y Alberto Savinio, hermanos ambos, por cierto. En buena parte, esta aplicación de influencias se debe al hecho de que la obra de Buzzati pertenece a la fantasía, a lo alegórico. También hay mucho de esa figura llamada parábola con su valor ejemplificador y cargado de consideraciones morales. Y, por último, hay una fuerte recurrencia –como no puede ser menos a tenor de lo anteriormente dicho– al espacio de lo simbólico.» (3)

Siempre sobre sus influencias, otro critico señala: «Los antecedentes de Buzzati son autores de la talla de Joyce, Gertrude Stein o Beckett, aunque también es cierto que se dejó influir por las artes visuales. Citados a menudo como representantes del estilo collage, sus relatos maceran alusiones históricas y artísticas en referencias y voces pop-culturales que oscilan entre lo demótico, lo burocrático y lo formal. Lugar y tiempo, en sus manos, son conceptos elásticos cuando no paradójicos. Pintor, poeta, dramaturgo, editor y periodista, encontró algo parecido a la fama con la publicación en 1940 de El desierto de los tártaros, una novela inquietante que recuerda a Kafka y Camus, donde un joven soldado, en su puesto de vanguardia, espera de la llegada de los bárbaros. La narración, que condena la mentalidad militar, evita el salvoconducto de una explicación, pero, al hacerlo, captura los difíciles contornos de eso que denominamos, a falta de mejor nombre, realidad.» (4)

Sobre su método narrativo

 «Él deja ver casi siempre por dónde va o adónde se dirige, de modo que por ahí renuncia, en principio, a sorprender al lector; es decir, se aleja de ese pretendido mandamiento del cuento de que al lector hay que sorprenderlo al final. La fuerza de la narración la pone, por tanto, en el desarrollo y, muy a menudo, en el desarrollo de lo previsible, lo que exige verdadera maestría. El lector se dirige a una constatación esperada o intuida y lo hace con el alma encogida por el misterio que se contiene en el desarrollo de la anécdota y los detalles que la conforman, todos ellos en orden de formación hacia el final, en una especie de suave pero implacable crescendo. Algo parecido, si se me permite la aproximación, al Bolero de Ravel. Quien lea el relato titulado «Y sin embargo llaman a la puerta» comprenderá enseguida el sentido de mi discutible comparación. Esa capacidad de colocar el misterio en el desarrollo del relato es propia de un escritor de fuste. Y no me refiero, al hablar de misterio, a algo que se esconde para luego desvelarse (un secreto, una adivinanza, un acertijo), sino a todo lo contrario. Cuando un verdadero escritor coloca su mirada, se convierte en un ser que donde los demás ven lo mismo él ve lo distinto; cuando logra plasmarlo en su escritura, está plasmando en realidad lo que de misterioso, por inevidente, tiene el transcurso de la vida. Es un logro decisivo y la frontera entre la mera reproducción y la auténtica creación. » (5)


Sobre su finalidad como narrador y de su obra

 « Una constante lección moral acerca de la transitoriedad de la existencia se entreteje siempre en la urdimbre de sus fábulas, cuentos fantásticos y de aventuras, con un intenso dejo melancólico: “El hombre se da cuenta, con estupor, de que toda la vida, con sus penas, alegrías y esperanzas correspondientes, no valía absolutamente nada; como si se tratara de un gran andamio construido tras largos años de fatigas y que cierto punto ya nadie entiende, porque estaba totalmente equivocado.” Una de las grandes razones de la universalidad de la obra buzzatiana es la de colocar al lector sobre su fantástico tablero de ajedrez, de obligarlo a asumir su papel en una partida entablada contra la fatalidad, contra las ineluctables fuerzas del destino.» (6)

Por otra parte, «Sostiene Cózar Santiago que la mayor fortaleza de Buzzati reside en una narrativa donde “se acorta la distancia entre lo absurdo y lo posible; ir y venir de un territorio a otro, borrando huellas y cancelando aduanas, hasta no saber dónde estamos.» (7)


Algo había pasado

En esta ocasión aunque los críticos señalan varios de sus cuentos como magistrales: Miedo en la Scala, El Colombre. El hundimiento de Belivernia. Y que otros críticos consideran su cuento El séptimo piso como una joya de la literatura mundial. No obstante, presentamos un cuento menos conocido, y que a nuestro juicio reúne varias de las características de la narrativa corta de Buzzati Algo había pasado, (Qualcosa era successo),  publicado en 1954. Dicho cuento, un recorrido por tren desde el sur de Italia hasta Milán.  El cuento parte de lo cotidiano y se va abriendo como un abanico. Su final no es rebuscado ni aspira a sorprender al lector, sino que cae naturalmente como parte del desarrollo de la trama pero sugiere un final metafísico. ¿Qué es lo que el personaje del cuento va viendo en el paisaje  que pasa ante sus ojos? Y que surge a partir de un hecho trivial al ver a una muchacha:  

«Pero cuando el tren pasó frente a la muchacha, en vez de mirar en nuestra dirección se dio vuelta para atender a un hombre que llegaba corriendo y le gritaba algo que nosotros, naturalmente, no pudimos oír, como si acudiera a prevenirla de un peligro. Solamente fue un instante: la escena voló, quedó atrás y yo me quedé preguntándome qué preocupación le había traído aquel hombre a la muchacha que había venido a contemplarnos. »

Mas adelante dice Buzzati:

«Y ya estaba por adormecerme, al rítmico bamboleo del tren, cuando quiso la casualidad -se trataba seguramente de una pura y simple casualidad- que reparara en un campesino parado sobre un murito, que llamaba y llamaba hacia el campo, haciéndose bocina con las manos. También esta vez fue un momento porque el expreso siguió su camino, aunque me dio tiempo de ver a seis o siete personas que corrían a través de las praderas, los cultivos, la hierba medicinal, pisoteándola sin miramientos. Debía ser algo importante. Venían de diferentes lugares -de una casa, de una fila de viñas, de una abertura en la maleza- pero todos corrían directamente al murito, acudiendo alarmados, al llamado del muchacho. Corrían, sí, ¡por Dios cómo corrían!, espantados por alguna inesperada noticia que los intrigaba terriblemente, quebrando la paz de sus vidas. Pero fue sólo un instante, lo repito apenas un relámpago; no tuvimos tiempo de observar nada más. »

Por supuesto algunos críticos, sugieren que el cuento esta construido con base a las insinuaciones, el espectador pasajero del tren va hilvanado su propia realidad de los hechos con base a la sugestión. Y suena plausible, pero en sentido contrario al método inductivo  empleado por el pasajero del tren, se podría dar una explicación desde lo deductivo considerando el final del cuento. (Una vez leído todo el cuento). Bajo esa particularidad se abre un mundo más amplio que da cabida a grandes sucesos e incluso a lo metafísico. Bien podría ser una asonada militar, el inicio de una gran guerra, posibilidades que Buzzati sugiere,  o quizá el fin del mundo: léase grandes terremotos o una guerra nuclear iniciada en otro lado.  En ese contexto, imagínese el lector , escenas como esas replicadas en todos los confines del mundo. Y ya no estamos ante los particulares sino ante los universales. Y por que no decirlo también dado, el interés de Buzzati por la ciencia ficción, hasta algo descabellado como una abducción con la llegada de los alienígenas.  Visto desde lo cotidiano que es el observar el paisaje y a la gente de la campiña desde un tren en movimiento. Buzzati nos sugiere traspasar a una realidad también cotidiana pero universal. Pero, ¿cómo los grandes hechos nacionales, mundiales o metafísicos se pueden filtrar desde la mirada sorprendida de un pasajero al ver hechos cotidianos?



 

Algo había pasado
(Versión en español)

DINO BUZATTI


El tren había recorrido sólo pocos kilómetros (y el camino era largo, nos detendríamos recién en la lejanísima estación de llegada, después de correr durante casi diez horas) cuando vi por la ventanilla, en un paso a nivel, a una muchacha. Fue una casualidad, podía haber mirado tantas otras cosas y en cambio mi mirada cayó sobre ella, que no era hermosa ni tenía nada de extraordinario. ¡Quién sabe por qué había reparado en ella! Era evidente que estaba apoyada en la barrera para disfrutar de la vista de nuestro tren, superdirecto, expreso al norte, símbolo -para aquella gente inculta- de vida fácil, aventureros, espléndidas valijas de cuero, celebridades, estrellas cinematográficas... Una vez al día este maravilloso espectáculo y absolutamente gratuito, por añadidura.
Pero cuando el tren pasó frente a la muchacha, en vez de mirar en nuestra dirección se dio vuelta para atender a un hombre que llegaba corriendo y le gritaba algo que nosotros, naturalmente, no pudimos oír, como si acudiera a prevenirla de un peligro. Solamente fue un instante: la escena voló, quedó atrás y yo me quedé preguntándome qué preocupación le había traído aquel hombre a la muchacha que había venido a contemplarnos. Y ya estaba por adormecerme, al rítmico bamboleo del tren, cuando quiso la casualidad -se trataba seguramente de una pura y simple casualidad- que reparara en un campesino parado sobre un murito, que llamaba y llamaba hacia el campo, haciéndose bocina con las manos. También esta vez fue un momento porque el expreso siguió su camino, aunque me dio tiempo de ver a seis o siete personas que corrían a través de las praderas, los cultivos, la hierba medicinal, pisoteándola sin miramientos. Debía ser algo importante. Venían de diferentes lugares -de una casa, de una fila de viñas, de una abertura en la maleza- pero todos corrían directamente al murito, acudiendo alarmados, al llamado del muchacho. Corrían, sí, ¡por Dios cómo corrían!, espantados por alguna inesperada noticia que los intrigaba terriblemente, quebrando la paz de sus vidas. Pero fue sólo un instante, lo repito apenas un relámpago; no tuvimos tiempo de observar nada más.
"¡Qué extraño!", pensé, "en pocos kilómetros ya dos casos de gente que recibe, de golpe, una noticia" (eso, al menos, era lo que yo presumía). Ahora, vagamente sugestionado, escrutaba el campo, las carreteras, los paisajes, con presentimiento e inquietud. Seguramente estaba influido por el especial estado de ánimo, pero lo cierto es que cuanto más observaba a la gente, más me parecía encontrar en todos lados una inusitada animación. ¿Por qué aquel ir y venir en los patios, aquellas afanadas mujeres, aquellos carros...? En todos los lados era lo mismo. Aunque a esa velocidad era imposible distinguir bien, hubiera jurado que toda esa agitación respondía a una misma causa. ¿Se celebraría alguna procesión en la zona? ¿O los hombres se dispondrían a ir al mercado? El tren continuaba adelante y todo seguía igual, a juzgar por la confusión. Era evidente que todo se relacionaba: la muchacha del paso a nivel, el joven sobre el muro, el ir y venir de los campesinos: algo había sucedido y nosotros, en el tren, no sabíamos nada.
Miré a mis compañeros de viaje, algunos en el compartimiento, otros en el corredor. No se habían dado cuenta de nada. Parecían tranquilos y una señora de unos sesenta años, frente a mí, estaba a punto de dormirse. ¿O acaso sospechaban? Sí, sí, también ellos estaban inquietos y no se atrevían a hablar. Más de una vez los sorprendí echando rápidas miradas hacia fuera. Especialmente la señora somnolienta, sobre todo ella, miraba de reojo, entreabriendo apenas los párpados y después me examinaba cuidadosamente para ver si la había descubierto. Pero, ¿de qué teníamos miedo?
Nápoles. Aquí, habitualmente, el tren se detiene. Pero nuestro expreso, no, hoy no. Desfilaron cerca las viejas casas y en los patios oscuros se veían ventanas iluminadas. En aquellos cuartos -fue un instante- hombres y mujeres aparecían inclinados, haciendo paquetes y cerrando valijas. ¿O me engañaba y todo era producto de mi fantasía?
Se preparaban para marcharse. "¿Adónde?", me preguntaba. Evidentemente no era una noticia feliz, pues había como una especie de alarma generalizada tanto en la campaña como en la ciudad. Una amenaza, un peligro, el anuncio de un desastre. Después me decía: "Si fuera una desgracia se habría detenido el tren; en cambio, el tren encontraba todo en orden, señales de vía libre, cambios perfectos, como para un viaje inaugural.
Un joven a mi lado, simulando que se desperezaba, se había puesto de pie. En realidad quería ver mejor y se inclinaba sobre mí para estar más cerca del vidrio. Afuera, el campo, el sol, los caminos blancos; sobre los caminos, carros, camiones, grupos de gente a pie, largas caravanas, semejantes a las que marchan en dirección a la iglesia el día del santo patrón de la ciudad. Ya eran cientos, cada vez más gentío a medida que el tren se acercaba al norte. Y todos llevaban la misma dirección, descendían hacia el mediodía, huían del peligro mientras nosotros íbamos directamente a su encuentro; a velocidad enloquecida nos precipitábamos, corríamos hacia la guerra, la revolución, la peste, el fuego... ¿Qué más podía pasarnos? No lo sabríamos hasta dentro de cinco horas, en el momento de llegar, y seguramente sería demasiado tarde.
Nadie decía nada. Ninguno quería ser el primero en ceder. Cada uno quizás dudara de sí mismo, como yo, y en la incertidumbre se preguntara si toda aquella alarma sería real o simplemente una idea loca, una alucinación, una de esas ocurrencias absurdas que suelen asaltarnos en el tren, cuando ya se está un poco cansado. La señora de enfrente lanzó un suspiro, aparentando que recién se despertaba, e igual que aquel que saliendo efectivamente del sueño levanta la mirada mecánicamente, así ella levantó las pupilas, fijándolas, casi por azar, en la manija de la señal de alarma. Y también todos nosotros miramos el aparato, con idéntico pensamiento. Nadie se atrevió a hablar o tuvo la audacia de romper el silencio o simplemente osó preguntar a los otros si habían advertido, afuera, algo alarmante.
Ahora las carreteras hormigueaban de vehículos y gente, todos en dirección al sur. Nos cruzábamos con trenes repletos de gente. Los que nos veían pasar, volando con tanta prisa hacia el norte, nos miraban desconcertados. Un multitud había invadido las estaciones. Algunos nos hacían señales, otros nos gritaban frases de las cuales se percibían solamente las voces, como ecos de la montaña.
La señora de enfrente empezó a mirarme. Con las manos enjoyadas estrujaba nerviosamente un pañuelo, mientras suplicaba con la mirada. Parecía decir: si alguien hablaba... si alguno de ustedes rompiera al fin este silencio y pronunciara la pregunta que todos estamos esperando como una gracia y ninguno se atreve a formular...
Otra ciudad. Como al entrar en la estación el tren disminuyó su velocidad, dos o tres se levantaron con la esperanza de que se detuviera. No lo hizo y siguió adelante como una estruendosa turbonada a lo largo de los andenes donde, en medio de un caótico montón de valijas, un gentío se enardecía, esperando, seguramente, un convoy que partiera. Un muchacho intentó seguirnos con un paquete de diarios y agitaba uno que tenía un gran titular negro en la primera página. Entonces, con un gesto repentino, la señora que estaba frente a mí se asomó, logrando detener por un momento el periódico, pero el viento se lo arrancó impetuosamente. Entre los dedos le quedó un pedacito. Advertí que sus manos temblaban al desplegarlo. Era un papelito casi triangular. Del enorme título, sólo quedaban tres letras: ION, se leía. Nada más. Sobre el reverso aparecían indiferentes noticias periodísticas.
Sin decir palabra, la señora levantó un poco el fragmento, a fin de que pudiéramos verlo. Todos lo habíamos visto, aunque ella aparentaba ignorarlo. A medida que crecía el miedo, nos volvíamos más cautelosos. Corríamos como locos hacia una cosa que terminaba en ION y debía de tratarse de algo espeluznante; poblaciones enteras se daban a la fuga. Un hecho nuevo y poderoso había roto la vida del país, hombres y mujeres solamente pensaban en salvarse, abandonando casas, trabajos, negocios, todo, pero nuestro tren no, el maldito aparato, del cual ya nos sentíamos parte como un pasamano más, como un asiento, marchaba con la regularidad de un reloj, a la manera de un soldado honesto que se separa del grueso del ejército derrotado para llegar a su trinchera, donde ya la ha cercado el enemigo. Y por decencia, por un respeto humano miserable, ninguno de nosotros tenía el coraje de reaccionar. ¡Oh los trenes, cómo se parecen a la vida!
Faltaban dos horas. Dos horas más tarde, a la llegada, ya sabríamos la suerte que nos esperaba a todos. Dos horas. Una hora y media. Una hora. Ya descendía la oscuridad. Vimos a lo lejos las luces de nuestra anhelada ciudad y su inmóvil resplandor reverberante, un halo amarillo en el cielo, nos volvió a dar un poco de coraje.
La locomotora emitió un silbido, las ruedas resonaron sobre el laberinto de los cambios. La estación, la superficie -ahora oscura- del techo de vidrio, las lámparas, los carteles, todo estaba como de costumbre. Pero, ¡horror! Aún el tren se movía, cuando vi que la estación estaba desierta, los andenes vacíos y desnudos. Por más que busqué no pude encontrar una figura humana. El tren se detuvo, al fin. Corrimos por el andén hacia la salida, a la caza de alguno de nuestros semejantes. Me pareció entrever al fondo, en el ángulo derecho, casi en la penumbra, a un ferroviario con su gorro que desaparecía por una puerta, aterrorizado. ¿Qué habría pasado? ¿No encontraríamos un alma en la ciudad? De pronto, la voz de una mujer, altísima y violenta como un disparo, nos hizo estremecer. "¡Socorro! ¡Socorro!", gritaba y el grito repercutió bajo el techo de vidrio con la vacía sonoridad de los lugares abandonados para siempre.


 


Qualcosa era successo
(Version original en italiano)

DINO BUZATTI



Il treno aveva percorso solo pochi chilometri (e la strada era lunga, ci saremmo fermati soltanto alla lontanissima stazione d'arrivo, così correndo per dieci ore filate) quando a un passaggio a livello vidi dal finestrino una giovane donna. Fu un caso, potevo guardare tante altre cose invece lo sguardo cadde su di lei che non era bella né di sagoma piacente, non aveva proprio niente di straordinario, chissà perché mi capitava di guardarla. Si era evidentemente appoggiata alla sbarra per godersi la vista del nostro treno, superdirettissimo, espresso del nord, simbolo per quelle popolazioni incolte, di miliardi, vita facile, avventurieri, splendide valige di cuoio, celebrità, dive cinematografiche, una volta al giorno questo meraviglioso spettacolo, e assolutamente gratuito per giunta.

Ma come il treno le passò davanti lei non guardò dalla nostra parte (eppure era là ad aspettare forse da un'ora) bensì teneva la testa voltata indietro badando a un uomo che arrivava di corsa dal fondo della via e urlava qualcosa che noi naturalmente non potemmo udire: come se accorresse a precipizio per avvertire la donna di un pericolo. Ma fu un attimo: la scena volò via, ed ecco io mi chiedevo quale affanno potesse essere giunto, per mezzo di quell'uomo, alla ragazza venuta a contemplarci. E stavo per addormentarmi al ritmico dondolio della vettura quando per caso - certamente si trattava di una pura e semplice combinazione - notai un contadino in piedi su un muretto che chiamava chiamava verso la campagna facendosi delle mani portavoce. Fu anche questa volta un attimo perché il direttissimo filava eppure feci in tempo a vedere sei sette persone che accorrevano attraverso i prati, le coltivazioni, l'erba medica, non importa se la calpestavano, doveva essere una cosa assai importante. Venivano da diverse direzioni chi da una casa, chi dal buco di una siepe chi da un filare di viti o che so io, diretti tutti al muriccioio con sopra il giovane chiamante. Correvano, accidenti se correvano, si sarebbero detti spaventati da qualche avvertimento repentino che li incuriosiva terribilmente, togliendo loro la pace della vita. Ma fu un attimo, ripeto, un baleno, non ci fu tempo per altre osservazioni.

Che strano, pensai, in pochi chilometri già due casi di gente che riceve una improvvisa notizia, così almeno presumevo. Ora, vagamente suggestionato, scrutavo la campagna, le strade, i paeselli, le fattorie, con presentimenti ed inquietudini.

Forse dipendeva da questo speciale stato d'animo, ma più osservavo la gente, contadini, carradori, eccetera, più mi sembrava che ci fosse dappertutto una inconsueta animazione. Ma sì, perché quell'andirivieni nei cortili, quelle donne affannate, quei carri, quel bestiame? Dovunque era lo stesso. A motivo della velocità era impossibile distinguere bene eppure avrei giurato che fosse la medesima causa dovunque. Forse che nella zona si celebravan sagre? Che gli uomini si disponessero a raggiungere il mercato? Ma il treno andava e le campagne erano tutte in fermento, a giudicare dalla confusione. E allora misi in rapporto la donna del passaggio a livello, il giovane sul muretto, il viavai dei contadini: qualche cosa era successo e noi sul treno non ne sapevamo niente.

Guardai i compagni di viaggio, quelli dello scompartimento, quelli in piedi nel corridoio. Essi non si erano accorti. Sembravano tranquilli e una signora di fronte a me sui sessant'anni stava per prender sonno. O invece sospettavano? Sì, sì, anche loro erano inquieti, uno per uno, e non osavano parlare. Più di una volta li sorpresi, volgendo gli occhi repentini, guatare fuori. Specialmente la signora sonnolenta, proprio lei, sbirciava tra le palpebre e poi subito mi controllava se mai l'avessi smascherata. Ma di che avevano paura?

Napoli. Qui di solito il treno si ferma. Non oggi il direttissimo. Sfilarono rasente a noi le vecchie case e nei cortili oscuri vedemmo finestre illuminate e in quelle stanze - fu un attimo - uomini e donne chini a fare involti e chiudere valige, così pareva. Oppure mi ingannavo ed erano tutte fantasie?

Si preparavano a partire. Per dove? Non una notizia fausta dunque elettrizzava città e campagne. Una minaccia, un pericolo, un avvertimento di malora. Poi mi dicevo: ma se ci fosse un grosso guaio, avrebbero pure fatto fermare il treno; e il treno invece trovava tutto in ordine, sempre segnali di via libera, scambi perfetti, come per un viaggio inaugurale.

Un giovane al mio fianco, con l'aria di sgranchirsi, si era alzato in piedi. In realtà voleva vedere meglio e si curvava sopra di me per essere più vicino al vetro. Fuori, le campagne, il sole, le strade bianche e sulle strade carriaggi, camion, gruppi di gente a piedi, lunghe carovane come quelle che traggono ai santuari nel giorno del patrono. Ma erano tanti, sempre più folti man mano che il treno si avvicinava al nord. E tutti avevano la stessa direzione, scendevano verso mezzogiorno, fuggivano il pericolo mentre noi gli si andava direttamente incontro, a velocità pazza ci precipitavamo verso la guerra, la rivoluzione, la pestilenza, il fuoco, che cosa poteva esserci mai? Non lo avremmo saputo che fra cinque ore, al momento dell'arrivo, e forse sarebbe stato troppo tardi.

Nessuno diceva niente. Nessuno voleva essere il primo a cedere. Ciascuno forse dubitava di sé, come facevo io, nell'incertezza se tutto quell'allarme fosse reale o semplicemente un'idea pazza, allucinazione, uno di quei pensieri assurdi che infatti nascono in treno quando si è un poco stanchi. La signora di fronte trasse un sospiro, simulando di essersi svegliata, e come chi uscendo dal sonno leva gli sguardi meccanicamente, così lei alzo le pupille fissandole, quasi per caso, alla maniglia del segnale d'allarme. E anche noi tutti guardammo l'ordigno, con l'identico pensiero. Ma nessuno parlò o ebbe l'audacia di rompere il silenzio o semplicemente osò chiedere agli altri se avessero notato, fuori, qualche cosa di allarmante.

Ora le strade formicolavano di veicoli e gente, tutti in cammino verso il sud. Rigurgitanti i treni che ci venivano incontro. Pieni di stupore gli sguardi di coloro che da terra ci vedevano passare, volando con tanta fretta al settentrione. E zeppe le stazioni. Qualcuno ci faceva cenno, altri ci urlavano delle frasi di cui si percepivano soltanto le vocali come echi di montagna.

La signora di fronte prese a fissarmi. Con le mani piene di gioielli cincischiava nervosamente un fazzo1etto e intanto i suoi sguardi supplicavano: parlassi, finalmente, li sollevassi da quel silenzio, pronunciassi la domanda che tutti si aspettavano come una grazia e nessuno per primo osava fare.

Ecco un'altra città. Come il treno, entrando nella stazione, rallentò un poco, due tre si alzarono non resistendo alla speranza che il macchinista fermasse. Invece si passò, fragoroso turbine, lungo le banchine dove una folla inquieta si accalcava anelando a un convoglio che partisse, tra caotici mucchi di bagagli. Un ragazzino tentò di rincorrerci con un pacco di giornali e ne sventolava uno che aveva un grande titolo nero in prima pagina. Allora con un gesto repentino, la signora di fronte a me si sporse in fuori, riuscì ad abbrancare il foglio ma il vento della corsa glielo strappò via. Tra le dita restò un brandello. Mi accorsi che le sue mani tremavano nell'atto di spiegarlo. Era un pezzetto triangolare. Si leggeva la testata e del gran titolo solo quattro lettere. IONE, si leggeva. Nient'altro. Sul verso, indifferenti notizie di cronaca.

Senza parole, la signora alzò un poco il frammento affinché tutti lo potessero vedere. Ma tutti avevamo già guardato. E si finse di non farci caso. Crescendo la paura, più forte in ciascuno si faceva quel ritegno. Verso una cosa che finisce in IONE noi correvamo come pazzi, e doveva essere spaventosa se, alla notizia, popolazioni intere si erano date a immediata fuga. Un fatto nuovo e potentissimo aveva rotto la vita del Paese, uomini e donne pensavano solo a salvarsi, abbandonando case, lavoro, affari, tutto, ma il nostro treno no, il maledetto treno marciava con la regolarità di un orologio, al modo del soldato onesto che risale le turbe dell'esercito in disfatta per raggiungere la sua trincea dove il nemico già sta bivaccando. E per decenza, per un rispetto umano miserabile, nessuno di noi aveva il coraggio di reagire. Oh i treni come assomigliano alla vita!

Mancavano due ore. Tra due ore, all'arrivo, avremmo saputo la comune sorte. Due ore, un'ora e mezzo, un'ora, già scendeva il buio. Vedemmo di lontano i lumi della sospirata nostra città e il loro immobile splendore riverberante un giallo alone in cielo ci ridiede un fiato di coraggio. La locomotiva emise un fischio, le ruote strepitarono sul labirinto degli scambi. La stazione, la curva nera delle tettoie, le lam- pade, i cartelli, tutto era a posto come il solito.

Ma, orrore!, il direttissimo ancora andava e vidi che la stazione era deserta, vuote e nude le banchine, non una figura umana per quanto si cercasse. Il treno si fermava finalmente. Corremmo giù per i marciapiedi, verso l'uscita, alla caccia di qualche nostro simile. Mi parve di intravedere, nell'angolo a destra in fondo, un po' in penombra, un ferroviere col suo berrettuccio che si eclissava da una porta, come terrorizzato. Che cosa era successo? In città non avremmo più trovato un'anima? Finché la voce di una donna, altissima e violenta come uno sparo, ci diede un brivido.

" Aiuto! Aiuto! " urlava e il grido si ripercosse sotto le vitree volte con la vacua sonorità dei luoghi per sempre abbandonati.





NOTAS BIBLIOGRAFICAS

1. Fantasticfiction. com   
2.Wikipedia
3. Guelbenzu, José María.  En el centenario de Dino Buzzati. REVISTA DE LIBROS. RdL, enero 2019

4. Romero, José de  María,  La  DEVASTADORA HABILIDAD DE DINO BUZZATI. Revista de Libros. RdL Revista  de Libros, RdL. 8 septiembre, 2017

5. Ob cit.,  Guelbenzu. José María.
6. DINO BUZZATI, Seis cuentos Selección, traducción y nota de GUILLERMO FERNÁNDEZ. Material de lectura, UNAM, (PDF).
7 .Ob.cit., Romero, José de  María.

Enlaces 



Créditos

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Versión italiano




Ilustraciones

Atlas del cuento
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