Abstrac: La primera parte, esta dividida en tres acápites. El primero El placer y el goce del texto
tomados de la mano. Aborda la
distinción que establece Roland Barthes entre el placer del texto y el goce del
texto. El segundo acápite La lectura y relectura como una espiral. Establece
una relación entre la lectura y la relectura del texto, considerando las líneas
argumentales de Barthes, Gadamer y Borges.
Y el tercer acápite, La trastextualidad como otra posibilidad de interpretación. Termina
con la salida del texto, vía
transtextualidad, considerando tres conceptos claves el intertexto,
metatexto e hipertexto, como posibilidad de reinterpretación del lector: vía el crítico o
el autor de un nuevo texto. En la segunda parte, consta de Reflexiones
finales, se reconfigura la tesis; y
a veces se altera o se entra en contradicción con la infraestructura conceptual
de Barthes. En ese sentido se plantea un sistema operativo básico
computacional, en donde el placer es el
hardware y el goce el software. En que
la entrada al sistema es el texto del
autor y la salida es la interpretación de ese texto por el lector.
Palabras
claves: Placer del texto, goce del texto, lectura, relectura,
Transtextualidad, intertexto, metatexto, hipertexto, metalector.
Mario A. Membreno Cedillo
PRIMERA PARTE
El placer y el goce del
texto tomados de la mano
Roland
Barthes, en su
conocido obra sobre El placer del texto, hace la distinción
entre el placer y el goce del texto. El primero afincado en la cultura, el
segundo como una ruptura. El primero va hacia la realización del ser, no
trasgrede ni socava; y el segundo hacia una desaparición, un
especie de perdida de los fundamentos culturales del lector.
Estamos aquí ante una subversión del texto. Si bien, hace esa distinción que es
más de grado, también uno podría ser la consecuencia del otro. En fin ambos
pueden convivir en un mismo texto. Y aquí establecemos una posibilidad, que no
hay textos puros, cada texto en si puede llevar el placer como el goce, aunque
haya una orientación más marcada de unos sobre el otro. En el placer del texto
hay una dialéctica del deseo. “El placer del texto es individual, no
personal” (1) “El placer del texto no usa de la representación, sino de la
figuración” (2) En ese sentido está más cerca de un
film. “Para Barthes el lenguaje es el principal sujeto y objeto del
placer, el texto es un cuerpo erótico. Cuando el cuerpo textual desborda la
cultura se produce el goce” (3)
Texto original de Barthes.
Para Barthes el placer del texto del autor
no asegura el placer del texto del lector. Es necesario para el autor salir a
buscar ese hipotético lector. Pero este lector no interesa en tanto individuo sino
como espacio. “Esto produce el espacio del goce”, “una
dialéctica del deseo, de una imprevisión del goce: que las cartas no estén
echadas sino que hay juego todavía” (4) “Y sin embargo,
es en el ritmo de lo que se lee y de lo que no se lee aquello que construye el
placer de los grandes textos”. (5) Para Barthes, el “Texto
de placer: el que contenta, colma, da euforia, proviene de la cultura, no rompe
con ella y esta ligado a una practica confortable de la cultura”. (6) Mientras
que el “Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda…
hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, sicológicos
del lector, la congruencia del gusto, de sus valores y de sus recuerdos, pone
en crisis su relación con el lenguaje”. (7) Y aquí da una
de las claves, la del sujeto escindido, que conjuga ambos placer y goce: “El
que tiene en su mano el placer y el goce goza simultáneamente de su yo (es su
placer) y del a búsqueda de su perdida (es su goce) es un sujeto dos veces
escindido”. (8)
Para Barthes “La crítica se ejerce
siempre sobre textos de placer, nunca sobre textos de goce”.(9) “Placer
del texto, Clásicos, Cultura (cuando más cultura más grande y diverso será el
placer)” (10) “El placer es decible, el goce no lo es” (11) “No
obstante, el placer no es un elemento del texto, no es un residuo inocente, no
depende de una lógica del entendimiento y de la sensación , es una
deriva, , algo que es a la vez revolucionario y asocial, y no puede ser asumido
por una colectividad, ninguna mentalidad, ningún idiolecto” (12) “El
texto de placer no es forzosamente aquel que relata placeres, el texto de goce
nunca es aquel que cuenta un goce” (13) “El
Intertexto: la imposibilidad de vivir fuera del texto infinito”. (14)
El placer y el goce del texto como
lectura.
Cuando uno lee a Dostoievski, por
ejemplo, Crimen y castigo, o la novela Bomarzo del
escritor argentino Manuel Mújica Laínez, o una novela policial.
Uno se siente tirado a seguir leyéndola de un tirón. Cuando el placer del texto
encuentra al lector o viceversa, se da ese resultado. Una vez Gabriel García
Márquez, contó la fuerte sacudida que le había causado leer la
novela Pedro Páramo de Juan Rulfo, tan fuerte impresión
le produjo que la leyó de una sentada. Inmediatamente consiguió también su
libro El Llano en Llamas. Esa seducción del lector, es el placer
del texto. Pero esa experiencia es única para cada lector. Es su intimidad la
que esta en juego. Y no es transmisible a cada lector del planeta.
Si hablamos del goce del texto, requiere por lo general una segunda
lectura, las rupturas en realidad, son posibilidades de interpretación o
reinterpretación; el goce esta asegurado por una búsqueda, quizá más
lenta pero siempre productiva de un texto.
Podemos citar el cuento de Flannery O'Connor, Un
hombre bueno es difícil de encontrar. Aquí estamos ante una lectura
más lenta, quizá hasta de una segunda lectura. Necesitamos calibrar o
establecer las coordenadas de lo que la autora nos esta contando. Pero esa
verdad solo es verdad para un lector determinado. Lo mismo sucede con la
poesía, por ejemplo hay un placer del texto en los poemas de Mario Benedetti,
los leemos de tirón y quizá hasta los releemos. Pero todo la impresión esta en
la primera lectura. Lo aceptamos tal como el poeta nos lo dicta. Sin embargo en
un poema de Keats, sea A una urna griega, o El ruiseñor,
al margen del placer que nos puede brindar ese texto, estamos obligados a
releerlo para entender esos poemas. La búsqueda de esa interpretación es el
goce del texto. Nos conmueve el goce del texto. Hay un sentido de
urgencia en el placer del texto, y un sentido de degustar lentamente el
goce del texto. Esto va de la mano con la liberalización del lenguaje, se
decostruye para construir, para volver armar el paquete. Y situarlo en un punto
de vista más personal e íntimo. Se produce en el lector esa cualidad fáustica
que también asalta al autor. En esa combinación se produce un horizonte
abarcador, amalgama de textos, fue Borges quien dijo que toda narración es una
repetición o consecuencia de todas las narraciones anteriores.
II
La lectura y relectura
como una espiral
Ansel Adams, desde la expresión
fotográfica, sostiene que en una foto solo hay dos personajes: el
fotógrafo y el espectador. Lo mismo sucede con los textos, sean un cuento, una
poesía, o una novela. Si bien el texto por si mismo, convive por y en el lenguaje.
Pero lo que cuenta en la cadena final: que es el lector; y a ese paso el
autor del texto tiende cada vez más a borrarse y debilitarse. El lector asume
consiente o inconscientemente, la calidad de autor transitorio. Es el que
disfruta o interpreta. Una vez que la foto ha sido tomada, pertenece al
espectador. En un cuento o texto, una vez que su autor lo ha terminado, todo
queda en manos del ávido prestidigitador lector. Y aquí introducimos esa posibilidad
del texto de ser interpretados de muchas formas, según la combinación del mismo
lenguaje y de los significados. Si bien hay un texto que el autor nos entrega y
este puede ser un texto acabado o definitivo con una sola interpretación. En
esto juega un papel la comprensión del texto. (15)
David Cooper presenta otra definición que
coincide, a grandes rasgos, con lo interior y considera que “la
comprensión lectora es el proceso de elaborar el significado por la vía de
aprender las ideas relevantes del texto y relacionarlas con las ideas que ya se
tienen; es el proceso a través del cual el lector interactúa con el texto” (16) Un lector
que no sigue la vía del texto sino cuando va leyendo sigue la del intertexto o
el metatexto. Sea leer Raymond Chandler, e ir repensando alguna otra
novela policiaca, o si se lee Alicia en el país de las maravillas,
pensando en cualquier cuento fantástico de Hoffmann que toca algún punto
con la realidad, o un lector que se imagina El señor de los
anillos de Tolkien, mientras lee a Harry Potter o la epopeya Beowulf o las crónicas de Narnia de C.S. Lewis.
Volviendo a Barthes, para él “hay
dos regímenes de lectura una va directamente a la
articulación
del anécdota, considera la extensión del texto, ignora los juegos del lenguaje
(…) La otra lectura no deja nada: pesa el texto y ligada a el, si
así puede se, con aplicación y ardientemente, atrapa en cada punto del texto el
asíndeton que corta el lenguaje, y no la anécdota: no es la extensión (lógica)
que la cautiva, el deshojamiento de las verdades sino la superposición de los
niveles de la significancia” (17). Para Barthes, “el
intersticio del goce se produce en el volumen de los lenguajes. En la
enunciación y no en la continuación de los enunciados: no devorar, no tragar
sino masticar, desmenuzar minuciosamente,” (18). Esto
significa un lector avezado pero también pensante. Es lo que se lee
confrontando el conocimiento del lector, no es una simple lectura por placer;
implica un agregado profundo del lector.
Y ahora para establecer un nexo con el
pensamiento de Gadamer, quien como paso inicial señala que la lectura de un
texto resulta de leer un texto según los códigos que el mismo texto establece.
En ese proceso, estamos en presencia de una lectura per si. Aquí
confluyen la naturaleza del lector y el texto y sus propiedades, no solo
connotativas, sino que “El significado del texto se apropia del lector.”(19).
[...] el texto (ocurre lo mismo con la voz que canta)
no puede arrancarme sino un juicio no adjetivo: ¡es esto! Y todavía más: ¡es
esto para mí! Este para mi no es subjetivo ni existencial sino nietszcheano
("... en el fondo es siempre la misma cuestión: ¿Que significa esto para
mí…?") (20)
Y ahí
tenemos de nuevo al lector, a Gadamer y a Barthes. (21) Para
Barthes el lector es importante. Precisamente, uno de los puntos clave de los
textos de Barthes, es haber cambiado el eje de la mirada del autor del
texto a la mirada lector del texto. En
esa perspectiva el lector es el héroe del texto. Por eso Barthes dice: “La
unidad de un texto no esta en su origen (el autor) sino en su destino (el
lector)” (22). Puede estar atrincherado en el placer del
texto o del goce. Es el lector quien elige o se deja seducir por el texto. Para
Barthes, entre texto y lector, se da una relación amorosa. En ese juego
amoroso, el lector es un actor activo, en que puede ir leyendo una historia o
las posibilidades que el relato le remite. Es una especie de operario del
texto; en que placer de la lectura, también conlleva del goce del texto: un constructor
o deconstructor del lenguaje.A tono un párrafo de Barthes sobre la lectura: “…leer un discurso
es, en efecto(…),organizar en briznas de estructuras, es esforzarse para llegar
a nombres que “resumen mas o menos la profusa sucesión delas
señalizaciones , es proceder en uno mismo , en el momento mismo en que uno se
devora” la historia , a realizar ajustes nominales, es domesticar
incesantemente lo que uno lee, apelando para ello a nombres conocidos,
surgidos del vasto código anterior de la lectura…” (23)
Y aquí
nos encontramos con otra pista clave de este entramado: la relectura. Solo la relectura, facilitara encontrar las múltiples
significaciones del texto. En ese proceso de relectura aparecen otros textos,
entrelineas, o con los significantes de una palabra o una frase o un dialogo.
Pero siempre continuamos en el texto per
se, la materia prima. Pero sucede otro fenómeno, tras la relectura se abre la posibilidad de la transtextualidad sea en algunas de sus
modalidades. Como forma de leer desde el texto otro texto, o de ir más allá del
texto por el metatexto. O
reconfigurar una posibilidad inédita desde el hipertexto. Los mecanismos varían, si bien el texto brinda pistas y
pautas, es la capacidad del lector la
que brinda la solvencia de la lectura.
Es responsabilidad del lector esa nueva reconfiguración. Y aquí
recordamos que para Barthes el goce del texto esta también asociado a la
novedad. Es aquí que el lector juega con el texto, a la manera en que jugaba
Cortázar. Pero también vale la pena, hacer unas observaciones sobre un gran
escritor, pero también un gran lector y relector: Jorge Luis Borges.
Quizá Borges sea un ejemplo clásico de lo
que significo para él, no la lectura y comentario de un texto, sino la relectura innumerables
del texto. Solo de esa forma pudo exprimir el jugo de las posibles
significaciones del texto. Este proceso, lo llevo a encontrar significaciones y
relaciones que ni los mismos autores de los textos que él comentaba, pudieron
establecer o siquiera medio imaginar.
“Hay unas
páginas en las que Borges analiza, párrafo por párrafo, el último capítulo del
Quijote. Páginas que por su sabiduría e insólita lucidez valen por una cátedra
de literatura. Borges descubre en las palabras de Cervantes nuevas dimensiones
y nuevos sentidos del relato o del carácter de los personajes; nos maravilla
con reflexiones estrictamente surgidas de la lectura que iluminan nuestra
comprensión de la novela y nos introducen de ese modo en la prodigiosa aventura
mental de Cervantes, aunque éste no hubiese sido plenamente consciente de su
genio, cosa que a veces ocurre con el escritor y el artista. Buen lector
antes que buen escritor”. (24)
En su poema, El lector, de su
libro Elogio a la sombra, (1969). Borges dice “Que otros
se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he
leído”.
Ahora citamos un párrafo valioso porque
ilustra lo hasta aquí dicho: “la relectura es propuesta aquí de entrada,
pues sólo ella salva al texto de la repetición (los que olvidan releer se
obligan a leer en todas partes la misma historia), lo multiplica en su
diversidad y en su plural: lo saca de la cronología interna (“esto pasa antes o
después que aquello”) y encuentra de nuevo un tiempo mítico (sin antes ni
después); cuestiona la pretensión que intenta hacernos creer que la primera
lectura es una lectura primera, ingenua, fonemática, que luego sólo habría que
“explicar”, que intelectualizar (como si hubiese un comienzo de la lectura,
como si todo no hubiese sido ya leído: no hay una primera lectura, aunque el
texto se esfuerce por crear en nosotros esa ilusión mediante algunos operadores
de suspensión, artificios espectaculares más que persuasivos); no es ya
consumo, sino juego (ese juego que es el retorno de lo diferente). Por lo tanto
si -contradicción voluntaria en los términos- se relee inmediatamente el texto,
es para obtener, como bajo el efecto de una droga (la del recomienzo, la de la
diferencia), no el texto “verdadero”, sino el texto plural: el
mismo pero nuevo”. (Las negrillas son nuestras). (25).
Vladimir Navokov da
una puntual advertencia entre lectura y relectura. Y su diferencia en términos
de utilidad y provecho (26) Y aquí entramos a los tipos de lectores o los
tipos de lectura. Para Piglia hay dos tipos de lectores, el errante James
Joyce entre libros y bibliotecas y el refugiado Frank Kafka encerrado
en su soledad en un cuarto a prueba de molestias y terremotos. (27). Pero
en ese mundo del lector también hay el que repensar lo que va leyendo para
criticar el texto (el critico) o el lector autor (que va repensando otra nueva
obra con el material que va leyendo). Para Barthes el autor o lector en su goce del texto es un antihéroe. Pero
también podría ser pensando a lo Walter Benjamin, un flaneur en que el lector recorre
libros y paginas de aquí a allá, o un voyeur
del texto, una especie de lector contemplativo. En ese recorrido se
presenta al lector un paisaje novedoso, un portal a otros textos. Este acto
revelador se da porque. “Es una lectura retroactiva, inconforme,
insatisfecha la del que así lee, una lectura a la que no le importará el
sentido pues este es su insatisfacción, una lectura tropezante”. (28)
Pero siempre el lector sea
desde el placer o desde el goce, se encuentra ante una imposibilidad. El
límite, intenta salvarlo desde su conocimiento y desde su imaginario. Pero
siempre habrá un límite. Mario Vargas Llosa decía en Historia de un Deicidio, que
el autor debe suplantar la realidad, fingir algo nuevo, pero nunca podrá llegar
a la realidad total, al autor solo le queda la posibilidad de ser
persuasivo, para que el lector entre en el texto. Quizá el lector
se encuentre en ese mismo dilema, también para él será imposible atrapar todas
las significaciones del texto. En el
reciclaje y renovación del texto, esta ante una posibilidad, ya sea
representativa o figurativa. Necesita la convicción que esa posibilidad textual
sea firme, necesita persuadirse. Y si pasa al discurso narrativo por escrito
también necesita convencer al otro lector. Se produce una cadena. El
lector siempre termina, aunque con otras formas y por otros medios en el
puesto del autor. De ahí que esta cita termina con la posibilidad del texto
plural, “el mismo pero nuevo”.
III La transtextualidad como
otra posibilidad de interpretación
Transtextualidad
Para ahondar en la transtextualidad,
citamos: “Gérard Genette, utiliza el concepto de Transtextualidad para
definir la trascendencia textual del texto. Transtextualidad es todo aquello
que relaciona, manifiesta o secretamente, a un texto con otros”. (29) Aquí
Genette, esta estableciendo dos niveles de la transtextualidad, el primero
ordenado por el texto en si, lo que se dice, lo segundo como lo
no dicho. Lo dicho corresponde en su mayor parte al intertexto. Hay
una remisión directa a otro texto. Lo segundo, el metatexto, aún con sus puntos
de referencia al texto, deja abierto un camino o un espacio inédito. El
primero puede corresponder al lector avezado o al crítico. El segundo al
lector/autor. Y aquí se da esa dicotomía, porque el lector autor también puede
ser de nuevo el crítico o un lector avezado. Pero fundamentalmente,
esta dado para el lector/autor de textos narrativos. En ese orden de ideas: “Un
receptor en el acto de lectura no solo encuentra un texto, sino también el
metatexto. El metatexto define la actividad realizada y también los
rasgos o propiedades de ese texto en relación a su pertenencia a
determinada clase. Es desde el metatexto que se puede comprender el ámbito de
producción e interpretación de los textos, allí están incluidas las
expectativas reales en que se inscribe una obra poética, es decir, el hecho de
que el fenómeno literario depende de un mundo cultural”. (30).
Intertexto y metatexto
Aquí definimos con más detalles ambos
conceptos: El intertexto y el metatexto. Ambos
desde un corte clásico y comúnmente aceptado.
Intertexto
Como su nombre lo indica la
intertextualidad es una relación entre un texto y otro. Actúa a dos niveles:
interviene el autor del texto quien hace la referencia, sea directa o indirecta
a otro texto. Pero también actúa el lector quien asume esa postura, puede ver o
no ver esa relación, muy visible o no tan visible. Pero siempre actúa porque
hay un patrón cognitivo y escritural dado por el autor. Para el lector además
de la comprensión de esa intertextualidad, supone un conocimiento sobre esa
materia. Puede conocerla a fondo o solo tener nociones. En todo caso siempre
hay un a espacio para que el lector también, y puede ocurrir, relea desde una
sugerencia del intertexto señalada por el autor. Pero también que establezca
una intertextualidad inédita producto de su conocimiento como lector. (31)
“La intertextualidad
supone una apelación intencional, consciente, de un texto a otro y provoca un
proceso de descontextualización del texto anterior y recontextualización en el
nuevo texto, donde adquiere una nueva significación.”. (32) “La
intertextualidad permite comprender que los límites de un texto no están jamás
rigurosamente establecidos y que en su interior hay una estructuración, no una
estructura, es decir, que está cubierto por una red de citas y alusiones
explícitas e implícitas a otros textos”. (33)
Metatexto
El concepto de metatexto es definido por
Gerard Genette “como un texto que habla o instruye sobre otro. Un metatexto
puede funcionar de varias maneras: puede ser interno, externo o mixto; puede
ser un discurso crítico, una estructura especular, una categoría narrativa, una
figura, etcétera. El metatexto contribuye a la coherencia del texto y provee al
lector de claves de lectura. Los modelos de escritura alternativos, al evitar
el planteo lineal de sus textos y la clásica estructura tripartita aristotélica
de principio, medio y fin, han recurrido con frecuencia al recurso del
metatexto para organizar la experiencia narrativa”. (34) Sin
embargo, esa experiencia narrativa adquiere mayor dimensión en el lector; es el
lector quien organiza esa lectura desde su propia experiencia y conocimiento
como lector. Además, “Establece una relación de tipo causal con el
núcleo del texto, porque tiene sobre este una finalidad
cognoscitiva-valorativa, ya que lo norma, interpreta, explica, valora y
encauza, con el objetivo de construirlo, aclararlo y socializarlo mejor. Son
ejemplos de metatextos las notas a pie de página, símbolos y gráficos, los
tratados de poética vigentes, los tratados historiográficos, los textos de
tradición literaria, de crítica y de divulgación”. (35) “Como
otra característica importante hay que señalar que posee una relativa
independencia estructural pues no se inserta en el texto nuclear, de allí su
diferencia sustancial con respecto al intertexto; pero mantiene con este una
relación de coexistencia”. (36) En ese sentido ambos conceptos,
aunque cumplen funciones parecidas, tiene sus diferencias, pero bajo esa
definiciones, ambos se encuentran limitados y condicionados. Es el lector el
que puede liberarlos. Sobre todo el metatexto, que por su naturaleza brinda una
posibilidad más amplia. Y su
explosión inédita desemboca en el hipertexto.
Y aquí introducimos dos especies de
comodines sobre teoría narrativa, que nos ayudaran a darle una mayor
significación al intertexto y metatexto, ambas herramientas o procesos
bastantes conocidos. Primero la teoría de la doble
historia de Piglia, porque en el caso de la novela o cuento, es un
recurso del escritor. Para Piglia en una historia o narración, dos historias se
van entretejiendo simultáneamente y producen una nueva densidad y dimensión en
el relato. La segunda, ese intento balbuceante de leer entre
líneas, o el famoso dato oculto de Hemingway, o teoría del
iceberg. En Hemingway también hay dos historias, pero solo una esta en el
texto, la otra simplemente no esta en el cuerpo escritural, se debe leer vía
intuición o especulación desde el metatexto. Y sacamos esto a colación porque
ambos teorías están directa o indirectamente ligados al placer del texto y al
goce del texto, a la lectura y a la relectura; pero sobre todo porque el uso de
estos recursos en el corpus narrativo ejemplifican visiblemente, la posibilidad
de la intertextualidad y del metatexto. La primera porque
remite desde la vaguedad o insinuación narrativa a lo no escrito a lo que no es
tan visible. Aquí la remisión a otro texto obliga al lector a una mayor
intensidad y compresión. Y la segunda porque abre la
posibilidad al discurso interpretativo, dado que hay todo un cuerpo del texto
que no esta en el texto. Y también vinculadas al placer y goce del texto,
porque el placer no solo es lo que se lee, sino también lo que no se lee, lo
que apenas se intuye, lo que permanece oculto. El volumen de lo dicho y
no dicho siempre gravita sobre la impresión del lector. Porque el lector avezado,
el critico o el lector autor, toman de esos resquicios de esos ocultamientos
intermitentes, su material del goce; y abren desde ahí una posibilidad de
autoría.
SEGUNDA PARTE
Reflexiones finales
1. Configurando un sistema
operativo básico. Para este ensayo hemos focalizado un horizonte
abarcativo, partimos de un esquema proveniente de la computación: el
sistema operativo. En ese sentido como en todo sistema, hay una entrada al
sistema que es el texto del autor, y hay también una salida del sistema
representada por el lector y su comprensión lectora. Como
contenido y parte del sistema actúan dos componentes: el hardware que
es el placer del texto y el software el goce del texto Y
aquí según el tipo de receptor/lector, convierte vía conocimiento o
imaginación, ese texto en transtextualidad: sea un intertexto,
un metatexto o un hipertexto. Es el lector quien procesa
el texto y lo interpreta, reconstruye o lo amplia. En ese sentido el lector
también adquiere las funciones de un programador del texto. Es este punto
estamos ante el heroico lector que se ha apropiado de un texto. Y en esa
reconfiguración a partir del enunciado del texto, continua agregando más
contenidos, es el punto en que el lector como tal, asume directa o
indirectamente, consiente o inconscientemente, el papel de metalector, para
posibilitar un producto nuevo.
A partir de ahí este hipotético lector
vuelve al punto de partida, asume el papel de autor; y el proceso vuelve
a comenzar. Esa relación de un texto continuo que va mutando se va ampliando y
bifurcando incontables veces, es la red virtual. En este punto que
se puede representar como una lectura en espiral, en tanto hay un lector
anterior y habrá un lector futuro. Y aquí tocamos la noción
de Borges de los textos infinitos. La comprensión del lector tiene partes y
contenidos del texto original pero también tiene su plusvalía, su agregado
cultural, y contiene elementos de los textos que vendrán y las lecturas que
pasaran, que siguiera ascendiendo e enriqueciéndose, en todo texto hay un
pasado y un futuro latente. Algo parecido a la noción de la espiral de
la historia de Vico.
2. Reconfigurando el placer del
texto, entendido en su más simple especulación, y aún con la ambigüedad del
texto de Barthes. Para fines de este ensayo significa además de la cultura, el
acomodo, la satisfacción, el estado de un lector primerizo. Asociado a un status
quo cultural, pero entendido ese estatus de y en la lectura. El
típico joven que se lee una novela de aventuras como Siddhartha o una de las
novelas de Julio Verne. Ese placer deriva propiamente de lo que significa, el
acto de leer. Diremos que el placer del texto es la materia prima (el
hardware). En cuanto al goce del texto (el software), lo asignamos a un
lector más versado, más perceptivo, con mayor oficio de lector. Quizá apunte y
esto es interesante, a la lectura que tiene que hacer un crítico sobre un
texto. Estos parámetros son solo como referencia; en tanto no suponen que un
lector versado no pueda tener placer en la lectura de un texto, o viceversa que
un joven sin tanto oficio como lector, no pueda llegar al goce del texto.
Primera tensión.
Si bien Barthes establece esa
diferenciación, y supone dos tipos de lectores. También habla de una escisión,
en el lector conviven dos lectores. Característica que nos recuerda aquella
sentencia de Hofmannsthal, el hombre moderno es un ser dividido. Para
Barthes quien habla de “«una contradicción viviente»”: un sujeto dividido que
goza simultáneamente a través del texto de la consistencia de su yo y de su
caída”. (37) Por demás, no hay un texto que sea puro, es decir que
sea solo placer o que sea solo goce. En realidad el placer y el goce no están
en el texto, sino en el receptor del texto: el lector. En ese
hipotético lector donde confluyen el placer y el goce. Ambos se encuentran e
irrumpen en el mismo texto. Una con mayor fuerza y estructura que el
otro. Pero ambos se sustentan. No solo hay una relación amorosa entre el texto
y lector, o erótica como plantea Barthes, sino una relación necesaria entre el
placer y el goce. Y también entre el autor y el lector.
Segunda tensión
La atribución que el placer del texto esta
anclado en la cultura y el goce en la ruptura, resulta ambiguo. Desde la
óptica del lector, el receptor del mensaje. Todo lector tiene una condicionante
cultural. De la cual no puede escapar, podrá haber lectores irreverentes,
lectores que cuestionan el texto o a los personajes, igualmente podrá haber
alta literatura o literatura clásica o no clásica, tópica o no atópica,
pero hasta esa subversión es producto de una cultura determinada.
Para Barthes un texto es una cadena de citas sacadas del contexto cultural. En
ese sentido, aunque el lector desde la subversión, sea una contracultura, lo
hace desde un espacio; que en su minimización genética, tiene que estar en el
gran nido de la cultura. De ahí que el goce también implica una aproximación a
la cultura.
Tercera tensión
Para Barthes el goce del texto no es
decible. Pero eso no significa que el texto en si no sea decible. El texto si
es decible. Y el goce aunque no decible puede ser demostrable. Aquí tocamos una
puerta cerrada, proveniente de los filósofos del lenguaje. Para citar a
Wittgenstein, para quien “los limites de mi lenguaje son los limites
de mi mundo”. En un sentido amplio, se reconoce que el lenguaje como
tal no puede describir toda la realidad, por lo tanto hay cosas que no
son decibles. Pero también toca aspectos como que hay un silencio antes y
un silencio después de la palabra, que señalaba Paz. En todo caso
Barthes, al afirmar que el goce no es decible, le esta dando una característica
de inefable. Pero también reforzando la impronta de lo que el texto no dice:
pero lo dice la intertextualidad y lo dice desde el discurso crítico el
metatexto; y también el hipertexto como posibilidad creativa.
3. El placer y el goce del texto
desde la lectura. En este clima entre placer y goce, entre lo dicho y lo no
dicho, entre el texto y su interpretación, entre la intertextualidad y el
metatexto, entre la continuad y la ruptura; el lector intenta sobrevivir
y lo hace encontrando significados en el texto, pero también más allá del
texto. No obstante, nadie le asegura el fin ni tampoco el regreso. Ese
antihéroe, lo es por elección pero también porque la naturaleza del texto a
veces restringe su capacidad, pero también la fortalece. El lector hace un
viaje que le permite el continuum de
la aventura, como detective va encontrando pistas, como viajero visitando
lugares. En ese sentido Barthes requiere no del lector como otro, sino del
espacio que este ocupa. En sentido contrario el lector no requiere del autor,
sino el espacio que este le brinda. El lector necesita su lebensraum. Pero en ese peregrinaje, el lector
esta solo, navega como el capitán Memo por aguas placidas (placer)
o por aguas turbulentas (el goce de la subversión o ruptura). Y sea lo que
descubra o confirme en sus lecturas. Lo hace solo desde las posibilidades de la
imaginación y del conocimiento. Aquí el conocimiento se constriñe,
siempre es una región perfectamente demarcada. Aquí seria imposible establecer,
a ciencia cierta, en donde esta el placer y el goce. Si bien en un sentido
general para Barthes el placer esta
afincado en la cultura, y el goce en esas rupturas y subversión.
Y hasta en la
destrucción como señala Barthes. Sin embargo, esta destrucción no es total.
Todo o acto creativo es parcialmente una destrucción. Se lea o se escriba; el
acto creativo lleva implícito una destrucción de los referentes, pero aquí nos
interesa más, toda obra nueva ha destruido parte de un imaginario ya
establecido, pero se ha nutrido de sus pedazos. Recordamos la conocida
frase de abraxas, “para nacer hay que destruir al mundo”. O aquel ángel
de la historia de Benjamín que aspira a recostruir una historia nueva de los
pedazos de la historia. Sin embargo esta destrucción en el campo literario,
solo es un abandono de ciertos textos referenciales asociados a la cultura, a
la moda, al estilo. Solo recordemos la historia y modus operandi de las
vanguardias europeas. Esta reconfiguración que se da en el lector o metalector,
se tiene que alimentar de lo textual pasado para plantearse un futuro textual.
Y esto solo es posible desde la imaginación y el conocimiento porque ambos van
de la mano, como una pareja de enamorados. Y en ese encuentro, producto del
deseo, a partir de la primera piedra, se va construyendo o una autopista virtual o una biblioteca eterna.
El camino del lector, viajero del placer o el lector/autor como constructor
gozoso de la transtextualidad
4. La lectura y relectura del
texto como principios rectores. La lectura, la asociamos a un proceso
mental, un dialogo primerizo entre el autor y al lector. Consideramos el
ejemplo de Borges como lector y relector pero también hay que razonarlo
en su dimensión de autor. En ese sentido, hay una simbiosis entre autor y
lector. Se ha dicho que un buen escritor tiene que ser un buen lector. Y esto
es así, en su sentido más general. Si hay una correspondencia, entre la calidad
del autor y la calidad del lector. Pensemos en función de lectores con gran
oficio que por su naturaleza mediadora entre el autor y el lector: el de los
críticos. Y aquí establecemos una diferencia con Barthes, quien asigna la
crítica solo desde el placer del texto.
Para fines de este ensayo le estamos
asignado la función crítica al goce del texto. Establecemos esa diferencia en
el tipo de lectura. El placer es una primera impresión basada en el disfrute de
la lectura, el goce es un paso más allá de la lectura, es el movimiento
operativo simultáneo de la imaginación y el conocimiento como herramientas para
trasformar o reconfigurar el texto. Es una acto cognitivo, en que el lector
asalta el texto e intenta no solo interpretarlo sino modificarlo y hacerlo
nuevo. En ese sentido, esta más cerca del lector critico y del lector/autor que
del lector por disfrute. Para Barthes “el critico y el lector, son tan
creadores como el autor” (38).
5. Del intertexto y
metatexto al hipertexto, como posibilidades creativas. Para fines de
este ensayo, aquí le estamos atribuyendo al metatexto, un carácter más
espacial, libre, determinado más por la posibilidad del lector que de las del
autor. Dejando de lado, los aspectos formales del metatexto: citas de pie de
pagina, textos literarios, de critica y divulgación etc. Aquí le estamos
asignando un rango y horizonte más amplio. Si el intertexto esta caracterizado
más por el conocimiento, sea del autor o lector sobre otro texto determinado.
En el metatexto esta configurado más por la imaginación del receptor. Esto no
quiere decir que no haya un proceso cognitivo, que sirva de sustento a la
aventura de la imaginación. Si bien se puede auxiliar del conocimiento y la experiencia.
El intertexto no es que restringe la capacidad imaginativa del lector, sino que
quien lleva la pauta es el autor, no el receptor del texto; quien se ve
meridianamente obligado a ir más por el camino del autor. Aunque la potencia
del autor sea imaginativa. En el metatexto, el lector amplia esa capacidad,
porque posibilita más naturalmente el acto creador. El lector es más
un metalector, un metaautor. Aquí se combinan la noción
individual con el lector; y la noción personal con el autor. En ese
desdoblamiento, ese lector del goce, asienta por escrito su nuevo texto
crítico o ese metaautor, su nuevo texto. Estamos
hablando de lectores productivos: autores de crítica o autores de
textos (novela, poesía, teatro, ensayo). En que la lectura y relectura permite
no solo reconfigurar el texto leído, sino elaborar un texto nuevo. (39)
Por antonomasia el intertexto es
más del autor, mientras que el metatexto esta más abierto a la
posibilidad de que lo aborde el creador. En el acto creador se da una
operatividad cognitiva, relacionada con un núcleo de conocimientos provenientes
de la cultura y circunscritos a sistema de códigos literarios. Y la
operatividad imaginativa, libre por naturaleza, válida como vehículo o espacio
para dar cabida al nuevo producto. El Interlocutor fabrica ese desdoblamiento
que se da entre si, en su capacidad lectora pero también su potencia creadora
como autor. Pero este desdoblamiento no es un ser escindido como declara
Barthes. Simplemente asumimos un solo ser en que se dan simultáneamente o
intermitentemente, el placer y el goce, el conocimiento y la imaginación, el
acto de la lectura y el acto escritural. Todos conviven en una sola mente; la
del operario textual: metalector o metaautor.
De esa manera se acerca a la transtextualidad, en
este acercamiento al metatexto, hay dos momentos, el
primero es como proceso mental, en que desde su lectura va no
solo leyendo sino ligando lo leído, y en esa operación mental va construyendo o
modificando el texto que lee. Por supuesto lo hace a pedazos, a intervalos,
valiéndose de tropismos o intuiciones. Se auxilia de si acervo cultural, de su
saber narrativo. Aquí tenemos al lector en cualquiera de sus estados. En el
segundo momento, es propiamente ese aterrizaje en el texto escrito. Aquí
ya no estamos ante un lector, sino un metalector, de sus inferencias y de su
potencia mental y cognitiva, traduce esos mundos, esos mundos leídos y reimaginados,
y lo vuelca en el texto: éste es el crítico o el autor. Si es el crítico, se
valdrá también del metatexto, si es el autor de narrativa, dará rienda suelta a
su vocación creadora y rebasara el texto leído. Aquí él siempre estará más allá
del texto. En un espacio en blanco donde podrá disponer de su imaginación
creativa, de su conocimiento literario, de su acervo cultural. Este metatexto
mental, producto de la relectura y del goce del texto, puede sonar subversivo.
Pero es un final natural a toda lectura bien realizada.
y
aquí entra, finalmente la hipertextualidad; que para Genette, era “Por
ésta entiendo toda relación que una un texto B (que llamaré hipertexto) a un
texto anterior A (que llamaré, desde luego, hipotexto). De una u otra
manera el hipertexto se convierte en un depositario y fortificador del acto creativo de la
lectura y del acto de escribir. Pero la hipertextualidad no
solo es un acto escritural, sino primariamente es un acto mental, es en ese
espacio que la imaginación creativa se anuda con el conocimiento previo del
lector. Desde ahí solo hay un paso para convertir ese proceso
mental hipertextual en una posibilidad de transformar un
arquetipo del texto en un nuevo texto. Sea vía el escritor o el crítico
literario. (40)
6. Tres metáforas de la aventura
literaria. Finalmente, nos auxiliamos de tres metáforas, por un lado
el oficioso autor, ese infatigable operario de la creatividad. Y otro la del
aventurero lector ese perseverante buscador de imaginarios y realidades.
Para el primero el mito de Sísifo, escribir algo de lo que nunca estará
satisfecho, algo que nunca podrá acabar a plenitud. Toda obra narrativa solo
devela una faceta de las múltiples apariencias que puede tener un texto. Es
como comentaba Vargas Llosa, el autor tiene que mentirnos piadosamente,
porque sabe que nunca alcanzara la verdad ni la perfección. Y como tal esta
obligado a repetir aquel proceso fastidioso de subir el texto hasta la cima y
luego verlo rodar. Aunque quizá sea una comparación extrema. Aquí el autor es
un simulador de Dios o un Pequeño Dios como sugería Huidobro en su Ars poética. Por otro lado nos viene el
mito del lector total, y aquí nos aparece la alegoría de Icaro; como tal el lector, se aventura, se arriesga a llegar a ese sol
lejano y amarillo. Lo hace con alas de plumas pegadas con cera. Lo intenta pero
en ese viaje sin fin, las alas se derriten antes que alcance su fin. Y
entre Sísifo y Prometeo, quizá hay un área gris, un devenir impensable: las
nuevas tecnologías apuntan hacia eso. (41) Finalmente una
metáfora del goce del lector de Silesius
citada por Barthes, en su obra El placer del texto: "El ojo por el que veo a Dios es el
mismo ojo por el que Dios me ve."”
Bibliografía
· Roland
Barthes. El placer del texto y lección inaugural. Siglo XXI, México, Traducción
de Nicolás Rosa (El placer del texto) y Oscar Terán (Lección inaugural).
Decimotercera reimpresión, 2009.
· Gerard
Genette, Palimpsestos: la literatura en segundo grado (1962). Paidos,
traducción Celia Fernandez Prieto.
Notas bibliográficas
El placer y el goce del texto tomados de la mano.
1. Para un ensayo amplio y muy meticuloso, ver CultIvoox. Sobre el placer del texto.http://cultivoox.blogspot.com/2010/12/sobre-el-placer-del-texto-de-roland.html
2.
Idem., CultIvoox También ver: Silvia Colmenero Morales, “Barthes parte de una crítica severa a la
ideología, a los sistemas, a la valorización de la cultura y del arte en cuanto
es útil. La oposición entre el texto de placer y el texto de goce nace de la
crítica a otra oposición: aquella entre lo clásico y lo no clásico, lo útil y
lo inútil, lo cultural y lo a-cultural, la doxa y la paradoxa, lo tópico y lo
atópico”. En (2004). El Goce del Texto y La Babel Feliz, reseña del
libro El Placer del Texto de Roland Barthes. Texto publicado en la Revista
Comunicologí@: indicios y conjeturas, Publicación Electrónica del
Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México,
Primera Época, Número2,Otoño2004,disponibleen:
3.
Para un breve pero didáctico ensayo desde la relación texto/cuerpo, ver:
Estéfany Villegas. El placer del texto: Reflexiones en torno a Roland
Barthes. Revista Primera Página. 2 de diciembre de 2016https://primerapaginarevista.com/2016/12/02/el-placer-del-texto/
Texto de Roland Barthes
4.
Roland Barthes, El placer del texto y Lección inaugural de la cátedra de
semiología del College de france. Traducción de Nicolás de Rosa.
Siglo XXI, decimotercera reimpresión 2009., p. 12.
5. Ídem., Roland Barthes, p.21.
6. Ídem., Roland Barthes p.25.
7 Ídem., Roland Barthes p.25.
8 Ídem.,Roland Barthes, p.25.
9. Ídem., Roland Barthes p36
10. Ídem., Roland Barthes p.83.
11. Ídem., Roland Barthes p.35
12. Ídem., p.37-38.
13 Ídem., Roland Barthes p.90.
14. Ídem., Roland Barthes p.59.
La lectura y relectura como una espiral.
15. La lectura pasa por tres
etapas: la lectura como proceso, la
lectura como producto y la lectura como estrategia. Ver, Khemais Jouini, ESTRATEGIAS
INFERENCIALES EN LA COMPRENSIÓN LECTORA GLOSAS DIDÁCTICAS ISSN: 1576-7809 Nº 13, INVIERNO
2005 Revista Electrónica Internacional ISN 111555777666---777888000999.p.97.www.um.es/glosasdidacticas/GD13/GD13_10.pdf
16. Ídem., p.96.
17. op…cit. Roland Barthes, p. 22-23.
18.
ídem., Roland Barthes, p.22-23.
19. Sobre lectura y relectura ver: Gonzalo
Martín, 2013 El Placer del Texto, de Roland Barthes, desde la
perspectiva hermenéutica de Gadamer. En el Prostíbulo Gadabarthes.http://gadabarthes.blogspot.com/2013/09/el-placer-del-texto-de-roland-barthes.html
20. Ídem., Gonzalo
Martín.
21. Ídem., Gonzalo
Martín, “Gadamer se encuentra con Barthes para reivindicar la pluralidad del
significado pero, en su caso, entendida como horizonte donde el intérprete se
encontrará habitado por el texto. No así Barthes, que se verá abocado a una
permanente reedición en lo nuevo, donde se encontrará no con una fusión de
horizontes sino con un horizonte de fusión proporcionado por todas las lecturas
dialécticas del texto, agitándolo en una nueva pero continuada significancia”.
22.
Entrada Barthes, Roland, Diccionario Literatura, p.34. Ediciones
Mensajero. Edición español Juan José Ferrero, Bilbao, 1971.
23. (Barthes,
1990:208) La aventura semiológica, 1990 Piados, Barcelona, citado
en Dialnet. Roland Barthes y el análisis del discurso.(PDF).
Luis Enrique Alonso y Carlos Fernández Rodríguez
24. Antonio
Requeni. Buen lector antes que buen
escritor. LA NACION, viernes 10 de
mayo de 2002.
25. La
relectura salva al texto de la repetición, Roland Barthes. Blog de literatura Calle
del Orco, 4 de junio 2016.https://calledelorco.com/2016/06/04/la-relectura-salva-al-texto-de-la-repeticion-rolland-barthes/
26. Idem., Vladimir Nabokov citado en Cursos
de literatura europea “A propósito, utilizo la palabra lector en un sentido
muy amplio. Aunque parezca extraño, los libros no se deben leer: se deben
releer. Un buen lector, un lector de primera, un lector activo y creador, es un
«relector». Y os diré por qué. Cuando leemos un libro por primera vez, la
operación de mover laboriosamente los ojos de izquierda a derecha, línea tras
línea, página tras página, actividad que supone un complicado trabajo físico
con el libro, el proceso mismo de averiguar en el espacio y en el tiempo de qué
trata, todo esto se interpone entre nosotros y la apreciación artística”. También ver:
citando a Barthes: Variations sur l´ecriture, la
lectura es un fenómeno en el que “participa a la vez la percepción, la
intelección, la asociación y también la memoria y el goce”. Analizar
mensajes. La lectura según Barthes. * Traducción de César A.
Rodríguez, con fines pedagógicos de la página Web citada. 2002.
27.
Ricardo Piglia y Juan Villoro. El lector que no sigue la ruta del
tranvía sino del texto. Blog de literatura La calle del Orco. Escribir es
conversar. Lo que hace Piglia y Villoro es una clasificación del lector fundada
en la personalidad del lector. Pero también puede haber otro tipo de lectores,
ya no determinados por la personalidad; sino por la necesidad, los modos
mentales y operativos de lectura del lector. En el caso que nos ocupa, para
establecer un símil: un lector sedentario como Kafka seria el teléfono fijo y
un lector más movible como Joyce seria el celular. Finalmente, ver: Colmenero
Morales, Silvia (2004). El Goce del Texto y La Babel Feliz, reseña
del libro El Placer del Texto de Roland Barthes. Texto publicado en la Revista
Comunicologí@: indicios y conjeturas, Publicación Electrónica del Departamento
de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, Primera
Época, Número 2, Otoño 2004, disponible en: http://revistacomunicologia.org/index.php?option=com_content&task=view&id=79&Itemid=92 http://revistacomunicologia.org.
Silvia Colmenero Morales citando a Barthes nos da otros tipos de lectores, más
ceca de la tipología clínica: “El fetichista, el obsesivo, el paranoico,
(Barthes, 103).Y sin embargo se podría rescatar una lectura psicológica
(Barthes, 103)”,
28. Ob…cit., Antonio
Requeni.
La transtextualidad como otra posibilidad de interpretación.
29.
Genette reconoce cinco tipos de transtextualidad: Paratextualidad,
Metatextualidad, Arquitextualidad, Hipertextualidad e Intertextualidad. Ver en
Teoría literaria. El concepto de TRANSTEXTUALIDAD, de Gerard Genette.
Publicado por Miriam Cañete, 23 de febrero de 2010
30.
Mario Gallardo. Memorias, erotismo y arte poética en los almanaques de
Julio Cortázar. Publicado por Susana Anaine el Viernes 12 de Noviembre de
2010 |
31. Sobre
la lectura, Roland Barthes. Programa y Unidades de Redacción I, “Esto es
lo que tan claramente ha expresado el escritor Roger Laporte: “Una lectura pura que no esté llamando a
otra escritura tiene para mí algo de incomprensible… Una lectura
pura que no esté llamando a otra escritura tiene para mí algo de
incomprensible…La lectura de Proust, de Blanchot, de Kafka, de Artaud no me ha
dado ganas de escribir sobre esos autores (ni siquiera, añado yo, como ellos),
sino de escribir”. Publicado
el 1 Junio, 2008 por Mauricio Mayo.
32. Para
el desarrollo del intertexto y metatexto nos apoyamos en Hernández
Sánchez, José E. (et.al.). Introducción a los estudios literarios.
Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2012. Sistema architextual,
ECURED
33.idem,
Hernández Sanchez, José.
34.
Creaciones: El METATEXTO, publicado por Alexandra Collantes
35.ob…cit., Hernández Sanchez, José.
36.idem., Hernandez
Sanchez, José.
37
Ob…cit., Roland Barthes, El placer del texto, p.35.
Reflexiones finales
38. Ob…cit., Entrada
Barthes, Roland, Diccionario Literatura, p.34.
39.
Idem., André Akoun, Las nuevas formas de la critica,
Diccionario Literatura, p.122. Ya Valery lo había subrayado, “Toda
obra es de muchas otras cosas , además del autor” (…) A lo que hace eco
Genette: “Desde hace mas de un siglo, nuestro concepto _y nuestro uso_
de la literatura se ven afectados por un prejuicio cuya aplicación, cada
vez mas sutil y mas audaz no ha cesado de enriquecer ,pero tampoco de
pervertir y en definitiva de empobrecer el comercio de las letras:
y es el postulado según el cual una obra esta esencialmente determinada
por su autor y, en consecuencia lo manifiesta. Esta lamentable
evidencia no solo ha modificado los métodos e incluso los objetos
dela critica literaria, sino que incide sobre la operación más
delicada e importante de las que contribuyen al nacimiento de un
libro: la lectura. (El subrayado y la
negrita es nuestro). Citado de G.Genette, Figures, (Seuil,
Paris, 1966). Y agregamos dialogo de otras escrituras, ya no desde la
intersubjetividad del autor, ni de la historia como referente para hacer el
texto critico, sino partir de la transtextualidad del texto.
40. En
informática el concepto hipertexto, esta referido a la posibilidad que tiene el
usuario virtual de pasar por medio de un hipervínculo a otro, ese horizonte de
un texto plagado de hipervínculos es la hipertextualidad. Pero para fines de
este ensayo, no es esa la idea en juego. Sino que el hipertexto esta referido a
la posibilidad de un hipertexto mental en el acto de la lectura y
derivado al hipertexto en un libro o texto duro. Es el lector quien lo
convierte en hipertexto, en su proceso de lectura y relectura. Tomando partes o
ideas o sugerencias del texto que se lee, este proceso pasa por su mente. Desde
una perspectiva literaria, Gerard Gennette, fue quien dijo que todo texto es
hipertextual. Genette fue de los precursores de los estudios del hipertexto, en
su obra Palimpsestos. El La literatura en segundo grado (1982).
Para él la hipertextualidad se da por dos vías la trasposición y la
imitación.
41.
Sobre las nuevas tecnologías aplicadas a la literatura sea vía hipertextual o
por otras caminos ver: Sobre uno de los principales estudiosos de las nuevas
tecnología y su aplicación a la literatura, LANDOW , P. George. Su obras
principales Hipertexto. La convergencia de la teoría crítica
contemporánea y la tecnología. Barcelona, Paidós, 1995 LANDOW, P.
George (comp.) Teoría de hipertexto. Barcelona, Paidós, 1997. [Volver] LANDOW, P. George. Hypertext
3.0: New Media and Critical Theory in an Era of Globalization. Baltimore,
The John Hopkins University Press, 2005. También se puede consultar el
interesante artículo de María Jesús Lamarca Lapuente Hipertexto en la
literatura Hipertexto: El nuevo concepto de documento en la cultura
de la imagen. “Las
obras que citan como precursoras del hipertexto son innumerables, pero entre
ellas podemos destacar: "Finnegan's Wake" de Joyce, "Pale
Fire" de Nabokob, "Tristram Sandy" "de Sterne, "El
Castillo de los destinos cruzados" o "Si una noche de invierno un
viajero" de Italo Calvino, "Rayuela" de Julio Cortázar o muchas de
las "Ficciones" del autor más citado por los defensores de la
hiperficción hipertextual, el maestro Borges. Todas estas obras destacarían por
su peculiar estructura narrativa y por ofrecer distintas lecturas no
secuenciales”.http://www.hipertexto.info/documentos/literat.htm
Créditos
de las ilustraciones
El
lector, pintura al oleo,1856, por Ferdinand Halibuth, pintor francés de
origen aleman. 1856
Las
demás ilustraciones son tomadas de Las palabras mueven al mundo del
blog Una mirada a mi universo.
La
ultima ilustración "dibujo de manos ", 1948,
es un dibujo de M.C Escher, artista holandés.