Tres cuentistas hondureños: Del Valle, Acosta, Bähr. Otra manera de leerlos. Post Plaza de las palabras







Plaza de las palabras presenta textos de tres escritores hondureños. Pompeyo del Valle, Óscar Acosta y Eduardo Bähr. Los tres escritores son incluidos en la llamada generación del 50. Todos premios nacionales de literatura Ramón Rosa; y todos significaron una ruptura con la literatura costumbrista de su época.  

Pompeyo del Valle (1928- ). Pompeyo del Valle es periodista, escritor y poeta. Entre sus principales obras se encuentran El hondureño hombre mítico (prosa, 1977), Ciudad con dragones (poesía, 1980), Los hombres verdes de ula, (cuentos, 1982), Duración de lo eterno (poesía, 1989), Poemas selectos (poesía, 1989). Pompeyo del Valle es Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa, (1981).Óscar Acosta, (Tegucigalpa, 14 de abril de 1933 - 16 de julio de 2014). El poeta Óscar Acosta, ya fallecido, fue diplomático, periodista, gestor cultural, editor  y poeta. Fue Presidente de la Academia Hondureña de la Lengua, y fundador de revistas, editoriales, y antólogo de diversas antologías de literatura hondureña. También fue uno de los grandes defensores de la obra del polígrafo  Rafael Heliodoro Valle. Público diversos libros, sobre todo de poesía, entre ellos: Poesía Menor (1957), Tiempo detenido (1962), Antología personal (1965 y 1971), Mi país (1971). El arca (1956), el único de narrativa. Es premio nacional de literatura Ramón Rosa (1979). Eduardo Bähr, (1940- ). Escritor, ensayista,  director de teatro y actor. También ha incursionado en el cine, y ha escrito varios libros de literatura infantil. Su principales obras son Fotografía del Peñasco, (1969). El Cuento de la Guerra, (1971), Guerra a la Guerra, Literatura Comparada. (Textos de Roque Dalton y Eduardo Bähr), 1995. La Flora Maga.  Línea de Fuga, N°5, enero-marzo, México. 1997-1998, Literatura infantil  Mazapán, 1982. El Diablillo Achís, (1991), Malamuerte, (1997). La fiesta umbría, (2016). Eduardo Bähr es Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa, (1990). Varios de sus trabajos han sido incluidos en antologías   y traducidos a otros idiomas.




De Pompeyo del Valle, presentamos uno de sus cuentos más emblemáticos y conocidos, La calle Prohibida, un  cuento fantástico, que comienza en un café de la Plaza  Saint Michel, en Paris, donde un parroquiano, Bartolo Gris,  escucha una historia que le fascina, en la cual se narra que un presidente especie de demonio, visita a su amada en una calle, en que desde las  cuatro de la tarde a las siete de la noche, esta prohibido pasar. Por cuestiones del destino Bartolo Gris, visita su país  de origen y deambulando por esa ciudad, el infortunado llega a esa calle y entre esas horas.  Bartolo está en el lugar y en el momento equivocado. Aquí presentamos algunos planes de vuelo de esa especie de viaje fantástico: La primera, el papel que desempeña la mirada. El juego del contacto visual y  la mirada en el relato. La mirada del caudillo sobre Bartolo, el ambiente petrificado de la calle, donde no se mueve una hoja. Hay a la par una ausencia de miradas: las puertas y las ventanas están cerradas. Ese ambiente petrificado evoca la mirada de medusa, pero Bartolo Gris no se petrifica cuando ve al  los ojos grandes del Señor, pero si se convierte en un haz de heno. En este cuento, también hay por default, ausencia de personas, que evitan la mirada, porque mirar al visitante es la muerte.  En la calle prohibida, los viernes y a esas horas; las personas  de la ciudad   están  petrificadas, no pueden salir de sus casas. Quizá aunque sea como exploración, hay que analizar el cuento desde las posibilidades del mito.

La segunda, pero también hay una veta para leerlo desde el tema del poder, tema ya tratado en muchos escritores latinoamericanos. Aquí estamos ante la sombra de un dictador, un tirano, un hombre con poder y en cuyas “pupilas omnímodas se encienden dos rojos puntos de cólera que parecen cobrar vida independiente, como dos animales esféricos”.  El tema del poder siempre es actual.  En ese sentido el relato tiene algo de profético y de visionario. Es un relato del poder absoluto. El poder absoluto en el siglo XX1, como forma de dominación. Poder tecnológico, poder económico, poder político. Su temática desde esa óptica esta relacionada también a los daños colaterales del poder, zonas prohibidas. No solo hay calles prohibidas, hay muchos segmentos de la realidad que están prohibido. El tema es tan antiguo como la ciudad Prohibida de Pekín; en que solo el emperador, su familia y su corte podían entrar a ella. En la llamada post modernidad: hay muchos segmentos del conocimiento que están tacita o explícitamente, prohibidos o marginados de las corrientes mediáticas. En el cuento la calle prohibida, solo es un anticipo. Una calle, un día viernes cada semana, tres horas. Pero lo extraño, fuera del cuento, sabemos que es fantástico, y su condición como tal, es aceptada sin explicaciones ni argumentaciones. El mal esta prefigurado en el tirano. Pero no es cualquier tirano, es un tirano que lo puede todo: hasta convertir a un ser humano en heno.  Esa prohibición  podría abarca a toda la ciudad. Y podría cerrar todas las calles porque tiene el poder para hacerlo. Y aquí recordamos la fabula de Platón, el dictador desterrando a los poetas. Un tema ya tratado por el filosofo Karel Kocis, en La ciudad y lo poético.

La tercera, o podría ser leído en el personaje de arquetipo del mal, desde una visión teológica. Otra vertiente del cuento desemboca en el mismo Bartolo Gris, que hace el papel, ya sembrado y desarrollado en otro cuento, el de flaneur, pero no cualquier flaneur. Aquí tenemos un flaneur  inconsciente, uno que no puede luchar porque ni siquiera sabe cuál es el problema. Y que vaga por la ciudad sin planes específicos;  y entre deambular y mirar, va a dar a la calle prohibida. Y ahí, sin querer y sin saber se encuentra con el hombre “que no puede ser leído”, (1) Aquel personaje del cuento de Poe, El  hombre  de la multitud. (2) Aquí Bartolo Gris, en sentido contrario. No es un hombre de la multitud, vaga solitariamente. No se encuentra a nadie. Es en el buen decir, Un hombre de la soledad. Pero al igual que el personaje de Poe, Bartolo Gris solo puede ser leído, más que en sus contextos.   

Adicionalmente, coexiste en el relato  una ráfaga de simbolismos, una dialéctica de las imágenes: “un rio de peces sonámbulos” y cuando Bartolo mira al Señor, “bajo el rotulo de una pescadería”. Entonces de símbolo en símbolo, se puede armar el esqueleto, sea la sortija purpura que porta el tirano, solo recordemos, la significación del anillo, en Sauron, en El Señor de los anillos, o aquella sortija  que porta un hombre desconocido en el cuento ya referido de Poe: Un hombre de la multitud. Hay también otros símbolos en  los “peces sonámbulos”, que significa, peces dormidos,  personas condicionadas.  Todo termina en una pescadería: peces muertos.  Aquí el símbolo es el sustituto de las personas que no pasan por la calle prohibida. Porque son peces sonámbulos y son peces muertos.  Una critica a la desolación de las ciudades modernas  y los condicionantes del hombre masa.  Es un cuento en que no solo hay desolación sino muerte. También en el cuento pasan una serie de imágenes mortuorias: aire eléctrico y nubes de trapo. En fin el cuento tiene una virtud que es su proporción calibrada entre en lo estático y el movimiento, ese balance entre el mito y el símbolo, esa insinuación entre lo real y lo fantástico.  Esa bipolaridad entre  lo externo del escenario: la ciudad  y el silencio; y lo interno del personaje Bartolo Gris, que gira entre la conciencia y la inconsciencia.   Es un cuento que por su ritmo y sobriedad recuerda lo mejor de los relatos de Alfonso Reyes. Ambos escritores, Pompeyo Del Valle y Alfonso Reyes, bajo el cielo protector de México con un acertado manejo de lo visual. La calle Prohibida, un cuento que perfectamente podría ser incluido en cualquier antología latinoamericana del cuento fantástico o de horror. El escritor y critico Mario Gallardo, ha dicho sobre el autor reseñado: “es autor de uno de los textos fantásticos más logrados de la literatura hondureña: “La calle prohibida” (1981). (3)




LA CALLE PROHIBIDA
744 palabras
POMPEYO DEL VALLE

A PILI (PRIMERO LAS DAMAS) Y A CARLOS FERNÁNDEZ, BAJO EL CIELO DE MÉXICO
En un café de la plaza Saint-Michel de París, la taciturna y el viejo emigrante de una pequeña nación hispanoamericana oye, escéptico, los pormenores de la situación política y social de su tierra, de la que esta ausente hace más de veinte año. Al hombre se le antojaban increíbles relatos que hacen algunos jóvenes recién llegados a la urbe con el animo de estudiar cuando no de alcanzar la gloria. Entre los relatos hay uno que, de especial manera, escalda a nuestro hombre: el caudillo que ha convertido la pequeña república tropical en su hacienda particular tiene una concubina a la que honra con una visita reglamentaria todos los viernes, pues, a la par de metódico, es muy supersticioso. Durante el tiempo que dura esa visita de cuatro de la tarde a siete de la noche, ni un minuto más, ni un minuto menos- esta terminantemente prohibido el tránsito de vehículos y peatones por la calle que vive la amasia. (4) Además, todas las puertas y ventanas de las casas del vecindario deben estar completamente cerradas. Los infractores de la ley sufren una sanción terrible: son dados por alimento a los caballos diabólicos de dictador.
Bartolo Gris- que está en el nombre del incrédulo- decide un día, olvidado ya del cuento, ir a pasar unas breves vacaciones en su país natal, por el que experimenta vaga nostalgia. Como no tiene parientes en la capital- donde se ha detenido para viajar posteriormente al interior del país, a su minúscula provincia se aloja en un hotel y lucha desde el primer momento por acostumbrarse a la extraña atmósfera que parece envolverlo desde que bajo del avión, en el primitivo aeropuerto. Toma una ducha fría, bebe en bar. Un tonificante vaso de güisqui con soda y sale, ya laxo a dar un paseo por la ciudad, en uno de cuyos colegios curso el bachillerato y hasta fue capitán del equipo de básquet.
El hombre y las horas discurren. Sin darse cuenta- su memoria se halla lastrado por los recuerdos- ha entrado en la calle prohibida todo esta allí tranquilo, solitario, como petrificado. No se mueva una hoja. Bartolo Gris se escoge de hombros y empieza a silbar bajito, como cuando se tiene miedo o no se sabe que hacer. De repente el débil silbido se la hiela en los labios al irrumpir, el silencio como si no tocara el suelo empedrado, un negro carruaje, tirado por seis caballos, también negros, el cochero abandona el pescante y abre la puerta derecha del vehículo. Del interior brota primero una mano cuyo dedo anular ostenta una sortija que lleva engastada una enorme piedra purpúrea; luego asoma una pata descomunal, de macho cabrío, que proyecta una larga sombra sobre la tierra y aun sube por las altas paredes, hasta prenderse en el borde, ribeteado de sangre, de las nubes de trapo. Es la sombra nacional, la sombra gigante del amo absoluto de aquel feudo construido entre montes azules y rió con peces sonámbulos.
Los ojos del grande y poderoso señor recorren la calle sola, polvorienta, y descubren al incauto que permanece inmóvil, mirándolo, bajo el rótulo de una pescadería. En las pupilas omnímodas se encienden dos rojos puntos de cólera que parecen cobrar vida independiente, como dos animales esféricos.   Y Bartolo Gris se encuentra de pronto flotando en el vació levitado, sacudido en el aire eléctrico. Sus ropas se vuelven anchas inmensas, como negras praderas donde caballos enloquecidos batallan con dragones de azufre, y mira, angustiado, el color verde que va cubriendo su piel, sus manos, sus uñas. Se acuerda de las noches pasadas en las Riberas Francesas y suda y sonríe y suspira doloroso conmovido por las saudade como dicen en el Brasil. También piensa en que el billar ha sido unos de sus pasatiempos favoritos. Ve, con la imaginación, las lisas esferas de marfil corriendo por la suave felpa y hundiéndose en las buchacas de cuero, después de trazar alegres carambolas. Sus piernas ya no tienen fuerzas para sostenerlo. Se doblan como frágiles briznas, lo dejan caer pesadamente convertido en un montón de zacate fresco, dentro de su impecable traje de corte inglés.
El cochero recoge el haz de hierba húmeda y resplandeciente, y se la ofrece a uno de los caballos que arrastran la carroza del comandante supremo de la fuerza de tierra, mar y aire y presidente vitalicio de la república




Óscar Acosta

Óscar Acosta, a la edad de 23 años escribió, en Lima, Perú, su libro de cuentos El Arca, (1956),  que contiene 18 relatos breves. Este libro, marco un paradigma en la literatura hondureña, aquí incluimos su relato más extenso El regresivo, y dos más: La venganza, y El cazador. Pequeño y monumental libro, breve por su extensión,  la mayoría de los relatos son de corte fantástico.  En su conjunto, la obra fue fundamental en abrir el camino, para separase del cuento costumbrista. Y facilitar la incursión de nuevas maneras de abordar la narrativa. Ya sea por lo fantástico, pero también lo onírico, lo absurdo. Hay un balance entre el arquetipo individual y los arquetipos universales. El poeta José  Antonio Funes lanza una acertada observación: “Su titulo evoca el carácter universal de los relatos “pues si en el Arca de Noé cabían animales de todas las especies del mundo,  en  “El Arca”  de Acosta caben los mitos y sucesos fantásticos  de diferentes escenarios culturales(5)

Otros escritores y críticos nacionales, han abordado El Arca, entre ellos, el critico Hernán A. Bermúdez, que sobre la obra de Acosta, señala “Hay que decir que el ritmo impreso a lo largo del libro,  permanece cercano a las pulsaciones verbales de la poesía: la medida es esencial. Ello permite, asimismo, emparentar la maquinaria de la obra con el vuelo, pues su manejo idiomático cubre, como éste, grandes distancias en el menor espacio posible”. (6) Lo mismo opina la critica Helen Humaña (7), “De ahí la  extrema brevedad. En cada uno de estos, el autor logro la fuerza sintética que solo propicia el continuo trafico con la poesía”. Por su parte el critico Mario Gallardo asevera “En 1956 la aparición del libro de Óscar Acosta El Arca, representa el primer caso de una obra hondureña que en su conjunto se encuentra marcado por el signo de lo fantástico. Para Eduardo Bähr -en el prólogo a la segunda edición- el texto se caracteriza por la asociación entre realismo y magia. Manuel Salinas, por su parte, reconoce las huellas de Borges y Kafka. Mientras Jorge Luis Oviedo habla de una imbricación entre mito y realidad. (8). También el escritor Eduardo Bähr señala: “El regresivo contiene el elemento formal mas importante de la narrativa de Acosta  y ese es la precisión”. (9) Finalmente, el critico Manuel Salinas Pagoaga,  en relación al uso de las técnicas literarias, asevera que adelantan con casi dos décadas de anticipación, sumadas a otras, las técnicas narrativas que usaran escritores como Eduardo Bähr, Julio Escoto, Marcos Carias, Roberto Castillo. Edilberto Borjas, y  José Porfirio Barahona. Señala que “Oscar Acosta pone en practica un conjunto de nuevas técnicas narrativas, como la  ambigüedad, introspección, desdoblamiento, monologo interior”. (10)

Por otra parte hay una evidente  influencia de la narrativa de Borges, pero también ecos de Kafka, y Carpentier, especialmente en el cuento El regresivo. Los cuentos y el lenguaje son engañosos por su simplicidad, por lo general, son tan sucintos y concatenados, que parece que los relatos caen desde arriba como  una lluvia de peces. Cuentos, que sin rebuscamientos, son naturalmente sorprendentes. Pequeñas joyas por su precisión relojera y lo artesanal de sus palabras. Sobre todo su corte lacónico y ritmo. Pequeños microcosmos, pero cuya grandeza y gracia reside en su miniaturismo. Y que también recuerda por su brevedad y  precisión, por su destellos luminosos a los mini escenas de aquellas joyas de Ernest Hemingway, ancladas en el realismo y objetivismo narrativo, y edificadas en su oficio de periodista: The snows of Kilimanjaro. En el cuento que da nombre al libro, hay una breve descripción que bien podría ser una mini reflexión  o una pulsación paisajística.

Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 19756 pies de altura. Y se ha dicho que es la montaña más alta de África. Su cumbre occidental es llamada en Masai “Njage Ngai”, la Casa de Dios. Cercana a la cumbre occidental yace seco y congelado un esqueleto de leopardo. Hasta ahora nadie ha podido explicar lo que ese leopardo  buscaba a semejante altitud. (11)

Y sacamos esto a colación por la brevedad de los cuentos de Óscar Acosta, en su caso por el oficio de poeta, pero también de periodista en ciernes.  Su poder de síntesis, su paso de una frase a otra sin intermedios ni aduanas. Es también el caso de Hemingway, pero no por lo poético sino por el lenguaje directo y la economía procesal entrenada de un periodista. En ambos caso tenemos dos miradas con los mismos resultados: eficaces en la narración. En el caso de Hemingway, en cada uno de sus cuentos, hay un breve texto anterior al cuento que sirve como una escena introductoria, casi epigramática. Para luego entrar en el desarrollo de sus cuentos, que por supuesto son extensos. En el caso de Acosta ese carácter epigramático es el cuento que nos presenta. El nombre que ha recibido esa invención de Hemingway es  Epífano, (12) que no es otra cosa que una  ficción corta en prosa. En la cual nos da un flashback, una escena relampagueante, un atisbo fugaz de una historia. Que si bien no tiene las características clásicas de un cuento. Sino busca iluminar  un instante o destacar un hecho relevante  o trascendental; una especie de instantánea fotográfica. En ese contexto, algunos de los textos breves de Acosta, podrían sintonizarse  en ese abordaje.



Pero como tales en las ficciones de Acosta ya no hay  un desarrollo de la temática enunciada, lo peculiar es que cada narración, en si, tiene el poderío temático de convertirse de un texto breve en un cuento más extenso. Nos imaginamos al Poeta Acosta recorriendo la galería de sus propios cuentos, en los cuales habría una extensión de los mismos, en que se alargan y se encuentran, o se bifurcan en innumerables caminos narrativos.  Una puerta que no abrió porque pudo más su a vocación de Alto Centinela de la Poesía. Pero esa galería de mini textos sigue después de tantas décadas, con sus puertas abierta  y dando frutos, en esos minúsculos y titánicos cuentos. Un recorrido más detenido por esa galería de micro revelaciones, descubrirá  que coexisten más vertientes subterráneas, cuentos escondidos. Y en algunos de ellos las líneas fundamentales, para convertirse en novelas. Bajo ese signo confluyen lo poético y lo fantástico, casi como la aventura siempre inesperada de encontrarse ya no un esqueleto, sino un leopardo  vivo en la cumbre del Kilimanjaro o un jaguar en las cumbres del Merendon. (13). 


El cazador
96 palabras

Antes de la cacería el hombre soñó que era un altivo ciervo y al mismo tiempo su propia persona que disparaba contra el animal. Al día siguiente se le presento la oportunidad de cobrar una buena pieza, idéntica a la de su sueño, que lo miraba con ojos asustados al lado de un antiguo roble del bosque.
El hombre apunto con su escopeta a la frente de la  presa con todo  cuidado y disparó. 
Sus acongojados compañeros de casa lo encontraron tres horas más tarde junto a un roble con el cráneo partido por un rayo.  


El regresivo
300 palabras

Dios concedió a aquel ser una infinita gracia: permitir que el tiempo retrocediera en su cuerpo, en sus pensamientos y en sus acciones. A los setenta años, la edad en que debía morir, nació.
Después de tener un carácter insoportable, pasó a una edad de sosiego que antecedía aquella. El Creador lo decidiría así, me imagino, para demostrar que la vida no sólo puede realizarse en forma progresiva, sino alterándola, naciendo en la muerte y pereciendo en lo que nosotros llamados origen sin dejar de ser en suma la misma existencia. A los cuarenta años el gozo de aquel ser no tuvo límites y se sintió en poder de todas sus facultades físicas y mentales. Las canas volviéronsele oscuras y sus pasos se hicieron más seguros. Después de esta edad, la sonrisa de aquel afortunado fue aclarándose a pesar de que se acercaba más su inevitable desaparición, proceso que él parecía ignorar. Llegó a tener treinta años y se sintió apasionado, seguro de sí mismo y lleno de astucia. Luego veinte y se convirtió en un muchacho feroz e irresponsable.
Transcurrieron otros cinco años y las lecturas y los juegos ocuparon sus horas, mientras las golosinas lo tentaban desde los escaparates. Durante ese lapso lo llegaba a ruborizar más la inocente sonrisa de una colegiala, que una caída aparatosa en un parque público, un día domingo. De los diez a los cinco, la vida se le hizo cada vez más rápida y ya era un niño a quien vencía el sueño.
Aunque ese ser hubiera pensado escribir esta historia, no hubiera podido: letras y símbolos se le fueron borrando de la mente. Si hubiera querido contarla, para que el mundo se enterara de tan extraña disposición de Nuestro Señor, las palabras hubieran acudido a sus labios en forma de balbuceo.


El vengador
60 palabras
El Cacique Huantepeque asesinó a su hermano en la selva, lo quemó y guardó sus cenizas calientes en una vasija. Los dioses mayas le presagiaron que su hermano saldría de la tumba a vengarse, y el fratricida, temeroso, abrió dos años después el recipiente para asegurarse que los restos estaban allí. Un fuerte viento levantó las cenizas, cegándolo para siempre



Eduardo Bähr



Uno de los escritores de ruptura de la literatura hondureña. “En opinión de Manuel Salinas, Bähr y Julio Escoto “se sitúan en la vanguardia de la nueva narrativa hondureña al romper definitivamente con los esquemas tradicionales del cuento criollista…” (14) Aquí presentamos su cuento La fiesta umbría de su libro del mismo nombre (1997) Un cuento realista, en que desde una simple escena, de un borracho y dos prostitutas en auto estacionado, se ven asaltados por la presencia de un policía, que aparece de la nada y repentinamente, acercándose al auto: para encontrarse con una escena circunstancial e inusual. De crudo realismo, pero con un manejo diestro de la escena en que se conjugan eficazmente:   personajes, lenguaje, y ritmo. Escena limpia en que el narrador la aborda con un  lenguaje apropiado, un buen desarrollo de la escénico;  y sobretodo, con total dominio y convicción. Es un buen ejemplo de la narrativa de Bähr: prosa envolvente en que el lector queda atrapado. Eduardo Bähr escribió dos libros que son referentes en la literatura hondureña: Fotografías en el Peñasco  y El cuento de la Guerra. Sobre Fotografía en el peñasco. Mario Argueta en su biografía de escritores hondureños, comenta: “sino un creativo logro que incorpora a la cuentística hondureña diferentes técnicas narrativas, patrimonio de la literatura de nuestra época. Fotografía del Peñasco, preparó con dignidad, no solo el camino para el cuento de la guerra, sino también, el camino para los cuentistas de las generaciones posteriores”. (15)  En el cuento señalado, La fiesta umbría como un ejercicio mental, hay varias posibilidades para leerlo.  Primero, desde una perspectiva del realismo noir. En fin, quitando un poco lo explicito del sexo,  podría ser una escena sacada de cualquier novela de Raymond Chandler o Dashiell Hammett. Y hablamos de escena, porque el relato esta armado como una escena, divida en dos partes. Una breve obra de teatro en dos actos.  

En ese contexto y sobre el ambiente policiaco en las ciudades, decía Raymond Chandler, Estados Unidos todavía es un lugar sin ley. No todas las ciudades poseen un sistema policíaco corrupto, pero en la mayoría la policía es tan corrupta como el infierno…”

“Allí fuera, en la noche entretejida por mil delitos, la gente moría, la mutilaban, se hacía cortes con cristales que volaban, era aplastada contra los volantes de los automóviles o bajo sus pesadas llantas. A la gente la golpeaban, la robaban, la estrangulaban, la violaban y la asesinaban; gente que estaba hambrienta, enferma, aburrida, desesperada por la soledad o el remordimiento o el miedo; airados, crueles, afiebrados, estremecidos por los sollozos. Una ciudad no peor que otras, una ciudad rica y vigorosa y rebosante de orgullo, una ciudad perdida y golpeada y llena de vacío”. (16)

La segunda, pero también, a la inversa, se podría leer el relato completo como una jornada onírica: la lectura de un sueño, tal y como lo sugiere el propio autor con el epígrafe de Quevedo, y que también nos lleva a esa dicotomía de difícil solución de matrimonio entre el cielo y el infierno. Teoría  de los opuestos, en que los dos son necesarios, para avanzar;  connubacion celestial y terrenal  a la que aspiraba  William Blake.  pero también de un sueño erótico.  Y hay otra posibilidad, la tercera, del horror cósmico o metafísico, a lo Lovecraft. Los textos de este género, usualmente, ocurren en lugares con mucha oscuridad. Hay una impotencia de los  personajes por trascender sus propios hechos, y el lector se ve ante la frecuente posibilidad de no captar o comprender todo lo que ocurre o significa un hecho. En ese sentido los personajes y el hombre se ven reducidos a la insignificancia ante un universo inmenso y misterioso, que la humanidad es incapaz de descubrir o trascender. En fin la escena parece caer o venir del cielo o emerger del infierno, sin antecedentes o finales cerrados. Una especie de epojé (suspensión, entre paréntesis, desconexión)  al estilo de Husserl. 

 A pesar de las descripciones de lo que ocurre dentro del auto, hay un lenguaje descarnado, de imaginaría pródiga que facilitan el andamiaje de  una zona gris,  que da cabida a varias interpretaciones. Nunca sabemos quién es ese policía, y por qué  apareció allí. Los sucesos en el auto, fuera de la significación del propio lenguaje directo  de la escena,  son una palabrería cargada de extrañeza  y ambivalencias.   Y aunque su final es explicito “como si fuera un condenado en el exacto momento de morir, y éste su último trago”. Apenas un enunciado, pero no una declaración taxativa de lo que ocurre, ocurrió u ocurrirá.  El cuento tiene elementos típicos de horror, bien podría ser un policía  que va desde un desequilibrado anodino, hasta un alienígena o mutante venido de lo más profundo de la oscuridad. La escena puede ser sacada y sostenida en una noche umbría en que solo hay tres  momentos de luz. Cuando “el resplandor de un relámpago” ilumina el rostro del policía, la de (Con la luz de la luna que se destilaba lenta desde las negras nubes los dedos aparecían en huesos blancos y descarnados)  y la escena dentro del auto “(Desde afuera el auto parecía apenas un bulto anodino en medio de la noche pero algo producía destellos, centellas y truenos sordos en la penumbra interior)”. Nunca hay una declaración exacta de lo que pasa. Ni la escena es capaz de representar  todas las connotaciones, ni el lenguaje agota todas las posibilidades.  Pero tampoco el autor está obligado  hacerlo, de ahí su ambigüedad como recurso, y la gama en las interpretaciones. Es un relato que se apoya en una lectura de lo  que no se dijo, y se intensifica más  por lo que se sugiere que por lo que se dijo.

Esto nos coloca en otra vertiente, si bien no idéntica en todo, pero si para establecer una comparación inicial. En un cuento de Hemingway, The Killers, que siempre es puesto como ejemplo de economía en las palabras, pero también para ilustrar la teoría del Iceberg, Hemingway plantea el cuento sin explicar  porque los asesinos buscan y quieren matar al Sueco, a su vez el Sueco tampoco se preocupa mucho por los que lo persiguen , y sacamos al ruedo esa trama y ese cuento, porque en La fiesta umbría también hay un inicio que no brinda antecedentes del policía, y qué es lo que busca, tampoco los personajes del auto (el borracho ni las prostitutas se preocupan mucho). Ese paralelismo, nos inserta en una narración en que tanto el principio como el fin quedan tramos de lectura invisibles  para el lector, situación que resulta en una más rica interpretación del cuento, sin disminuir su carga emocional e intensidad. En fin desarrollar la narración, omitiendo o callando ciertos hechos iniciales o finales, agregan persuasión y viveza al relato. Un texto, que de una u otra forma, esta fuera del texto y compite mano a mano limpia con el texto literal. Por eso este cuento, muy por encima de su interpretación literal y escénica, firmada por la riqueza y destreza en el lenguaje, y de las posibilidades abiertas de sus múltiples interpretaciones y contextos, que quedan al vuelo de la imaginación y goce del lector, es que La Fiesta umbría, es una excelente pieza narrativa.   
  



La fiesta umbría

Eduardo Bähr
1266 palabras  

¿Y quién, si no un amante que soñaba, juntara tanto infierno a tanto cielo? Quevedo.
1
A las mujeres les pareció que el agente que se había acercado -cuando susurraban con el acompañante deleites amorosos en la oscuridad-, actuaba con más desparpajo que el que se debía a su autoridad. (“¡Ajá, majos! -les había dicho, tomándolos por sorpresa-. ¿Es éste acaso algún hotelito de placer?, ¿o qué? Si lo fuera me parece que os queda un poco incómodo.”)
El que iba con ellas se quedó de media pieza, mientras trataba de subirse los pantalones. La del asiento de conductor se aferró al timón con espanto y la otra, recuperándose desde donde estaba pegada de cúbito dorsal se acercó a la ventanilla y, para sorpresa de los demás, le dijo al agente: “¡Este hombre nos amenazó si no accedíamos a sus pretensiones; que iba a abusar de mí y después de mi amiga! ¡Estamos aterradas y no quisimos que se pusiera violento!”.
Mientras aquél gritaba que eso era mentira hizo una lenta inspección fijando la vista en las partes del cuerpo que dejaba ver la blusa desaliñada. Era una mujer joven. Muestras de agresividad y coquetería brillaban en unos ojos que podrían sostener cualquier mirada, así que, ante la inquisición, echó con arrogancia hacia adelante sus densos pechos para que éste pudiese ver la piel erizada y las perlitas de sudor que se negaban a desprenderse. “Tú -dijo el guardia, señalando con el tolete hacia el tipo asustado-, ¿creíste realmente que ibas a poder con estas dos, así como están de… frondosas?”. Esto hizo que se calmara y dejara de gritar.
(El resplandor de un relámpago lejano mostró en una fracción de segundo el perfil del guardia y su rostro difuso lleno de oquedades, dientes y huesos al descubierto, sin piel ni expresión alguna como no fuera la de provocar terrores inusitados).
Sacudió la cabeza, azorado, pero se atrevió a contestar: “No con lo borracho que estoy. Creo que no iba a poder ni con una”. El agente pasó a la ventanilla de conductor y fijó su descaro sobre el pecho de la otra, que se acomodó el jersey con nerviosismo. Ésta era una mujer igualmente hermosa y joven, aunque parecía más recatada que la anterior, lo que no fue óbice para que sostuviera también aquella mirada penetrante.
Mientras movía en aspas su macana y sopesaba la situación las dos pudieron verlo a placer. Era apuesto y desenfadado –ya lo había probado-; hacía sus movimientos con gran seguridad y cierto donaire y el uniforme lo hacía verse algo fornido y repentinamente atractivo. Adivinaron, sin embargo, que tensaba sus músculos; que en su cara había un leve tinte cadavérico y comprobaron que el brillo de sus ojos se había acrecentado como si fuese una vela a punto de apagarse.
Abriendo la portezuela y siempre señalándolo con el tolete, lo conminó a bajarse. El acompañante salió con parte de la ropa en la mano, disminuido totalmente por las órdenes tajantes y aterrorizado por lo que creía haber visto. Echó una mirada torcida contra las mujeres que hasta hace poco, tanto en la fiesta que acababan de dejar, como en la complicidad de un momento de sexo en descampado o dentro del auto, habían sido sus amigas. “Mira, majo. Te me vas caminando que casi corriendo de aquí si no quieres parar con tu esqueleto en la cárcel por lo que te resta de la noche. Espero que la brisita húmeda te baje la curda, ¡y no pares hasta llegar a tu casa! ¡A los maricones no los deberían dejar salir de noche!… ¡Menos con un par de tías así de buenas!...”
Apenas pudo oír lo de “maricones” y “curda” porque ya estaba volando hacia no sabía dónde y saliendo de aquella sorpresa, de aquella oscuridad, de aquel miedo.
El guardia se dirigió lentamente hacia las mujeres dando con el tolete golpes secos en su mano. (Con la luz de la luna que se destilaba lenta desde las negras nubes los dedos aparecían en huesos blancos y descarnados). “Y vosotras –dijo, desde el eco de una voz seca y vacía de matices-, ¡ya vais a saber lo que es la autoridá!”
Ellas se miraron y sólo en ese momento soltaron la tensión acumulada y destaparon las burbujas de la borrachera con una sonora carcajada.

2

Se acomodó como Pedro en su cochera tirando los brazos hacia el espaldar del asiento y la cabeza hacia atrás. “¡Trabajad, cositas –conminó-, a ver si como bebéis, roncáis!”. Las damas no se hicieron de rogar; al tiempo que le quitaban la ropa lo acariciaron como pulpos buscando madrigueras y cangrejos por doquier. Muy pronto aquel espacio convirtió los susurros en exclamaciones de placer y de admiración…
La una se instaló en la boca e inició su propia inspección a dos lenguas como látigos mientras la otra recorría sus ansias de conducir, con los faros apagados y los párpados cerrados, desde los vellos del pecho hasta las autopistas más escondidas en la selva enmarañada. Se turnaron sin importar el que, aparentemente, él no hiciera nada para sumarse al viaje. Lo ensalivaron desde las puntas de los pies hasta el quepí azul. Mordieron sus costillas, se tragaron los botones de la chaqueta, la hebilla del cinturón. Abrieron a dentelladas el zipper y masticaron el calzoncillo.
Jugaron a la manopla con sus testículos y santificaron sus manos con aquello que no sabían si era la macana de reglamento o alguna boa constrictor que se había colado como mascota. Él las dejó en su juego durante mucho tiempo hasta que, sudorosas e hipnotizadas, se desmadejaron a su lado. Entonces se incorporó. Cerró los vidrios de las ventanillas y comenzó su faena con todos los trucos de la academia, de las calles y de las escuelas del terror.
(Desde afuera el auto parecía apenas un bulto anodino en medio de la noche pero algo producía destellos, centellas y truenos sordos en la penumbra interior).
La ‘traidora’ sintió que en sus entrañas se habían desbocado los caballos y revuelto todas las mazas, fundas, pistolas, botas, polainas y guanteletes del averno y estuvo entre el límite del vómito y el escupir pólvora por los ojos cuando sonaban los disparos que le llegaban hasta el hígado.
La ‘conductora’ encajó con estupor la macana en su boca y sintió que llegaba hasta su bajo vientre produciéndole una vergonzosa incontinencia. Pero pudo oler la cuerina del mango y sintió chisporrotear el brillo húmedo en el momento de desmayarse… Antes, sin embargo, al lamer despacio e hincar suavemente los dientes en aquel largo y grueso cuerpo, supo que el arma tenía fuertes tendones y músculos que brincaban con severos espasmos.
Apenas tuvo tiempo de respirar, cuando aquello salió, abandonó su cara y se encasquetó firme y profundamente en su vagina para salir de nuevo por la boca, como si fuera una propia lengua de fuego palpitante.
Después nadie habló, nadie se movió. Tan sólo se escuchaba la respiración lenta, engrosada y suaves quejidos de angustia se fueron apagando con fatal determinación. Tenían la mirada del vidrio sucio en un estanque sin agua y su tiempo había terminado fijo y prendido en el espacio.
El agente abrió las ventanillas y buscó a tientas en el piso. Subió una botella de vodka con líquido hasta la mitad y quitó la tapa con los dientes. “Ya sabía, majas –dijo-, que vosotras no dejaríais a alguien desamparado en medio de las sombras”; y se empinó todo el contenido, desesperadamente, de una sola vez, como si fuera un condenado en el exacto momento de morir, y éste su último trago.


Tegucigalpa. Agosto, 2007







Créditos

Notas bibliográficas

1.                  Again and again, Poe presents the arcane, exotic, otherworldly, unique, but he refuses to play the anthropologist, explicating the unknown and bringing it into a safe and familiar intellectual archive. Rather than offer a puzzle where one finds pleasure in figuring it out, Poe insists on the insoluble puzzling. The tales’ inscrutability is at the very heart of the reading. We, like Poe’s narrator in “The Man of the Crowd,” can marvel at the enigma before us, but we cannot understand. It may be that this is for the best; as that narrator notes, “perhaps it is one of the great mercies of God that es lässt sich nicht lesen.” En Tally, Robert T. Es lässt sich nicht lesen”: Poe and the Inscrutable. El personaje del cuento de Poe. Texas State University-San Marcos, Dept of English. 2008-01-01 Enlace: https://digital.library.txstate.edu/handle/10877/3922

2. En este blog Plaza de las palabras en la sección Pag1na 10, se  publico el ensayo EL HOMBRE DE LA MULTITUD Y EL PINTOR DE LA VIDA MODERNA: LA INFLUENCIA DE EDGAR ALLAN POE EN LA CONSTRUCCIÓN DEL CONCEPTO DE MODERNIDAD DE BAUDELAIRE, de Francisco Pizarro Obai, en que hace referencia al cuento Un hombre de la multitud. Enlace: https://plazadelaspalabras.blogspot.com/2017/04/pagina-10el-hombre-de-la-multitud-y-el.html

3.  Mario Gallardo, La literatura fantástica en honduras. (Ensayo) Pagina web de Mario Gallardo. Prólogo a El relato fantástico en HondurasEnlace:  http://mariogallardo.galeon.com/
http://mariogallardo.galeon.com/enlaces984763.html. También en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. (Versión virtual).También en Oscar Acosta. El Arca. Edición cincuentenario. El arca una obra marcada por el signo de lo fantástico. Fragmento del ensayo “Códigos y contextos del relato fantástico en honduras” Revista   de la Academia de la lengua de Honduras, Tegucigalpa, M.D.C. No.13, julio-diciembre, 2005.Enlace:  

4. Amasia, un mexicanismo, equivalente a concubina, amante, o querida. Nota de Plaza de las palabras.

5.  Citado por Samai Torres. Obras claves de la narrativa en Honduras. Diario El Heraldo, sección Vida, 7 de abril de 2014. (Versión virtual).

6. Óscar Acosta, El arca. Hernán Antonio Bermúdez. Harina de otro costal.  El arca. Edición del cincuentenario. 1956-2006. Introducción  de Helen Umaña, con comentarios críticos de David Moya Posas, Manuel Salinas Pagoaga, Eduardo Bahr, Hernán Antonio Bermúdez, Helen Umaña y Mario Gallardo. Editorial Iberoamericana, 2006, p.89.

7. Ídem, ob...cit Óscar Acosta Helen Umaña, Quizás en la poesía está la clave., p.12
8.  Ob...Cit., Mario Gallardo.

9. Ob…Cit., Oscar Acosta, Óscar en el arca de Acosta. Eduardo Bähr p.78.

10. Manuel Salinas Pagoaga Breve reseña del cuento moderno Hondureño.  Ponencia presentada sobre el cuento Hispanoamericano presentada en el coloquio Paris-Sorbona, en mayo 1980. p.388

11. Version en ingles: “Kilimanjaro is a snow-covered mountain19, 710 feet high, and is said to be the highest mountain in Africa. Its western summit is called the Masai 'Ngàje Ngài', the House of God. Close to the summit western there is the dried and frozen carcass of a leopard. No one has explained what the leopard was seeking at the altitude”. Ernest Hemingway, The snows of Kilimanjaro and other stories. Penguin Books, 1970, p.7. La traducción al español es una versión libre de Plaza de las palabras.

12. Ver, Botero, Juan Carlos, 15 Ago. 2008. El Epífano ELESPECTADOR.COM.  Dice Botero: “Tal vez no sobra compartir mi respuesta en este espacio. El epífano es una ficción corta en prosa. No aspira a contar una historia (con un comienzo, medio y fin) y por eso no es un cuento o un minicuento. Busca arrestar un hecho o un instante significativo, capaz de iluminar, a pesar de su fugacidad, rasgos sobresalientes de la condición humana, los que no se suelen detectar, con igual claridad, en períodos más largos de tiempo.(…).Estos segundos cruciales, capaces de comprimir más sentido de la vida que otros más vastos, son materia prima válida: puntos culminantes que merecen la atención del escritor. Cierto: al igual que este ejemplo que brilla en una película, esos instantes (“momentos decisivos”, según Cartier Bresson) aparecen en cuentos y novelas, titilando en medio del relato. Sin embargo, Hemingway tenía razón: a la vez son momentos soberanos, que pueden existir de manera independiente, como piezas acabadas, y convendría que la prosa contara con una forma exclusiva, como es el epífano, para conservarlos en todo su esplendor”.14. Mario Argueta,  “Diccionario de Escritores Hondureños” de Mario R. Argueta. Publicado en Eduardo Bähr- Enlace Nacer en Honduras.  Blog Enlace:  http://nacerenhonduras.com/2009/05/eduardo-bahr.html

13.  Ver enlace Honduras is Great y también la reseña periodística HISTÓRICO | Capturan primera imagen de un jaguar al oeste del Valle de Sula http://elperiodico.hn/2017/04/28/historico-capturan-primera-foto-jaguar-al-oeste-del-valle-sula/

14. Mario Argueta,  “Diccionario de Escritores Hondureños” de Mario R. Argueta. Publicado en Eduardo Bähr- Enlace Nacer en Honduras.  Blog Enlace:  http://nacerenhonduras.com/2009/05/eduardo-bahr.html



15.  Ídem., Mario Argueta.

16. Extracto tomado de Adrián Medina Liberty. El largo aliento de Raymond Chandler. La Jornada semanal. Directora General: CARMEN LIRA SAADE Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER, Domingo 1 de octubre de 2006 Núm.: 604 Enlace: http://www.jornada.unam.mx/2006/10/01/sem-adrian.html



Cuentos y textos

Cuento La calle prohibida, tomado de  Estiquirín. Cuento de la semana. http://elestiquirin.blogspot.com/2008/09/el-cuento-de-la-semana.html
Cuento El regresivo, tomado de Literatura y Tradición Oral Hondureña. Publicado 9th July 2011 por Mercy Etiquetas: Cuentos. http://alquetecuenteuncuento.blogspot.com/2011/07/el-regresivo-por-Óscar-acosta.html
Cuento La Venganza, tomado de Miguel Díez R. (editor), Antología de cuentos e historias mínimas (siglos XIX y XX), Espasa Calpe, Madrid, 2002, pp. 386-387.
Cuento El cazador, tomado del libro El Arca, 2006, p.51  
Cuento La fiesta umbría, tomado de LitArt. litart.mforos.com 2007. http://litart.mforos.com/1194894/6852271-la-fiesta-umbria-eduardo-bahr/
 11/Sep/2007

Fotografías
Foto de Pompeyo del Valle. Claudia Nieto Anderson. En El amor corre un serio peligro en Honduras.(Articulo/entrevista). Cultura, Presencia Universitaria. Foto de Dany Barrientos. 23 de Noviembre del 2014  
Foto de Óscar Acosta. En Víctor Manuel Ramos, Óscar Acosta, un hombre plural. Sección Cultural, La Tribuna. 3 ago.,  2014
Foto Eduardo Bähr del blog Nacer en Honduras,  20 de mayo 2009



Ilustraciones
(Por ordena de aparición).

Reproducción de lo prohibido, 1937, Rêne Magritte, pintor belga.
La Plaza de Saint Michelle, Paris.
Portada del Arca, Oleo de Miguel Ángel Ruiz Matute, 1973. Edición del Cincuentenario.
Jaguar Oreja cortada, abril 2017, Programa Jaguar - Panthera Hondurashttps://www.panthera.org/blog/2016/…/15/surprise-2200-meters
Los arqueros,  Pablo Zelaya Sierra. Colección BCH, pintor hondureño.   
Detalle de mural, Camino maya, Arturo López Rodezno. Muralista y pintor hondureño.  
Portada de libro Fotografia en el peñasco
Desnudo de mujeres. 1915, Egon Schiele, pintor austriaco
El sueño, 1932, Pablo Picasso, pintor español.