Plaza de las palabras presenta textos de tres escritores hondureños. Pompeyo del Valle, Óscar Acosta y Eduardo Bähr.
Los tres escritores son incluidos en la llamada generación del 50. Todos
premios nacionales de literatura Ramón Rosa; y todos significaron una ruptura
con la literatura costumbrista de su época.
Pompeyo del Valle (1928- ). Pompeyo del Valle es periodista, escritor y
poeta. Entre sus principales obras se encuentran El hondureño hombre mítico
(prosa, 1977), Ciudad con dragones (poesía, 1980), Los
hombres verdes de ula, (cuentos, 1982), Duración de lo eterno (poesía, 1989),
Poemas selectos (poesía, 1989). Pompeyo del Valle es Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa, (1981).Óscar Acosta, (Tegucigalpa,
14 de abril de 1933 - 16 de julio de 2014). El poeta Óscar Acosta, ya
fallecido, fue diplomático, periodista, gestor cultural, editor y poeta. Fue Presidente de la Academia Hondureña
de la Lengua, y fundador de revistas, editoriales, y antólogo de diversas
antologías de literatura hondureña. También fue uno de los grandes defensores
de la obra del polígrafo Rafael
Heliodoro Valle. Público diversos libros, sobre todo de poesía, entre ellos: Poesía
Menor (1957), Tiempo detenido (1962), Antología personal (1965 y 1971), Mi país
(1971). El arca (1956), el único de narrativa. Es premio nacional de literatura
Ramón Rosa (1979). Eduardo Bähr,
(1940- ). Escritor, ensayista, director
de teatro y actor. También ha incursionado en el cine, y ha escrito varios
libros de literatura infantil. Su principales obras son Fotografía del Peñasco, (1969). El Cuento de la Guerra, (1971),
Guerra a la Guerra, Literatura Comparada. (Textos de Roque Dalton y Eduardo
Bähr), 1995. La Flora Maga. Línea de
Fuga, N°5, enero-marzo, México. 1997-1998, Literatura infantil Mazapán, 1982. El Diablillo Achís, (1991), Malamuerte,
(1997). La fiesta umbría, (2016). Eduardo Bähr es Premio Nacional de Literatura
Ramón Rosa, (1990). Varios de sus trabajos han sido incluidos en antologías y traducidos a otros idiomas.
De
Pompeyo del Valle, presentamos uno
de sus cuentos más emblemáticos y conocidos, La calle Prohibida, un cuento
fantástico, que comienza en un café de la Plaza
Saint Michel, en Paris, donde
un parroquiano, Bartolo Gris, escucha
una historia que le fascina, en la cual se narra que un presidente especie de
demonio, visita a su amada en una calle, en que desde las cuatro de la tarde a las siete de la noche,
esta prohibido pasar. Por cuestiones del destino Bartolo Gris, visita su
país de origen y deambulando por esa
ciudad, el infortunado llega a esa calle y entre esas horas. Bartolo está en el lugar y en el momento
equivocado. Aquí presentamos algunos planes de vuelo de esa especie de viaje
fantástico: La primera, el papel que
desempeña la mirada. El juego del contacto visual y la mirada en el relato. La mirada del caudillo
sobre Bartolo, el ambiente petrificado de la calle, donde no se mueve una hoja.
Hay a la par una ausencia de miradas: las puertas y las ventanas están
cerradas. Ese ambiente petrificado evoca la mirada de medusa, pero Bartolo Gris
no se petrifica cuando ve al los ojos
grandes del Señor, pero si se convierte en un haz de heno. En este cuento,
también hay por default, ausencia de
personas, que evitan la mirada, porque mirar al visitante es la muerte. En la calle prohibida, los viernes y a esas
horas; las personas de la ciudad están
petrificadas, no pueden salir de sus casas. Quizá aunque sea como
exploración, hay que analizar el cuento desde las posibilidades del mito.
La segunda, pero
también hay una veta para leerlo desde el tema del poder, tema ya tratado en
muchos escritores latinoamericanos. Aquí estamos ante la sombra de un dictador,
un tirano, un hombre con poder y en cuyas “pupilas
omnímodas se encienden dos rojos puntos de cólera que parecen cobrar vida
independiente, como dos animales esféricos”. El tema del poder siempre es actual. En ese sentido el relato tiene algo de profético
y de visionario. Es un relato del poder absoluto. El poder absoluto en el siglo XX1, como forma de
dominación. Poder tecnológico, poder económico, poder político. Su temática
desde esa óptica esta relacionada también a los daños colaterales del poder,
zonas prohibidas. No solo hay calles prohibidas, hay muchos segmentos de la
realidad que están prohibido. El tema es tan antiguo como la ciudad Prohibida
de Pekín; en que solo el emperador, su familia y su corte podían entrar a ella.
En la llamada post modernidad: hay muchos segmentos del conocimiento que están
tacita o explícitamente, prohibidos o marginados de las corrientes mediáticas. En
el cuento la calle prohibida, solo es un anticipo. Una calle, un día viernes
cada semana, tres horas. Pero lo extraño, fuera del cuento, sabemos que es
fantástico, y su condición como tal, es aceptada sin explicaciones ni
argumentaciones. El mal esta prefigurado en el tirano. Pero no es cualquier tirano,
es un tirano que lo puede todo: hasta convertir a un ser humano en heno. Esa prohibición podría abarca a toda la ciudad. Y podría
cerrar todas las calles porque tiene el poder para hacerlo. Y aquí recordamos
la fabula de Platón, el dictador desterrando a los poetas. Un tema ya tratado
por el filosofo Karel Kocis, en La
ciudad y lo poético.
La tercera,
o podría ser leído en el personaje de arquetipo del mal, desde una visión teológica.
Otra vertiente del cuento desemboca en el mismo Bartolo Gris, que hace el papel,
ya sembrado y desarrollado en otro cuento, el de flaneur, pero no cualquier flaneur. Aquí tenemos un flaneur inconsciente, uno que no puede luchar porque
ni siquiera sabe cuál es el problema. Y que vaga por la ciudad sin planes
específicos; y entre deambular y mirar,
va a dar a la calle prohibida. Y ahí, sin querer y sin saber se encuentra con
el hombre “que no puede ser leído”, (1) Aquel personaje del cuento de Poe, El hombre de la multitud. (2) Aquí Bartolo Gris, en
sentido contrario. No es un hombre de la multitud, vaga solitariamente. No se encuentra
a nadie. Es en el buen decir, Un hombre
de la soledad. Pero al igual que el personaje de Poe, Bartolo Gris solo puede ser leído, más que en sus
contextos.
Adicionalmente,
coexiste en el relato una ráfaga de simbolismos,
una dialéctica de las imágenes: “un rio
de peces sonámbulos” y cuando Bartolo mira al Señor, “bajo el rotulo de una pescadería”. Entonces de símbolo en símbolo,
se puede armar el esqueleto, sea la sortija purpura que porta el tirano, solo
recordemos, la significación del anillo, en Sauron, en El Señor de los anillos,
o aquella sortija que porta un hombre
desconocido en el cuento ya referido de Poe:
Un hombre de la multitud. Hay también otros símbolos en los “peces
sonámbulos”, que significa, peces dormidos,
personas condicionadas. Todo
termina en una pescadería: peces muertos.
Aquí el símbolo es el sustituto de las personas que no pasan por la
calle prohibida. Porque son peces sonámbulos y son peces muertos. Una critica a la desolación de las ciudades
modernas y los condicionantes del hombre
masa. Es un cuento en que no solo hay
desolación sino muerte. También en el cuento pasan una serie de imágenes mortuorias:
aire eléctrico y nubes de trapo. En
fin el cuento tiene una virtud que es su proporción calibrada entre en lo
estático y el movimiento, ese balance entre el mito y el símbolo, esa
insinuación entre lo real y lo fantástico. Esa bipolaridad entre lo externo del escenario: la ciudad y el silencio; y lo interno del personaje
Bartolo Gris, que gira entre la conciencia y la inconsciencia. Es un
cuento que por su ritmo y sobriedad recuerda lo mejor de los relatos de Alfonso
Reyes. Ambos escritores, Pompeyo Del Valle y Alfonso Reyes, bajo el cielo protector
de México con un acertado manejo de lo visual. La calle Prohibida, un cuento que perfectamente podría ser incluido
en cualquier antología latinoamericana del cuento fantástico o de horror. El
escritor y critico Mario Gallardo, ha dicho sobre el autor reseñado: “es autor de uno de los textos fantásticos más
logrados de la literatura hondureña: “La calle prohibida” (1981). (3)
LA CALLE PROHIBIDA
744 palabras
POMPEYO DEL VALLE
A
PILI (PRIMERO LAS DAMAS) Y A CARLOS FERNÁNDEZ, BAJO EL CIELO DE MÉXICO
En
un café de la plaza Saint-Michel de París, la taciturna y el viejo emigrante de
una pequeña nación hispanoamericana oye, escéptico, los pormenores de la
situación política y social de su tierra, de la que esta ausente hace más de
veinte año. Al hombre se le antojaban increíbles relatos que hacen algunos
jóvenes recién llegados a la urbe con el animo de estudiar cuando no de
alcanzar la gloria. Entre los relatos hay uno que, de especial manera, escalda
a nuestro hombre: el caudillo que ha convertido la pequeña república tropical
en su hacienda particular tiene una concubina a la que honra con una visita
reglamentaria todos los viernes, pues, a la par de metódico, es muy
supersticioso. Durante el tiempo que dura esa visita de cuatro de la tarde a
siete de la noche, ni un minuto más, ni un minuto menos- esta terminantemente
prohibido el tránsito de vehículos y peatones por la calle que vive la amasia. (4) Además, todas las puertas y
ventanas de las casas del vecindario deben estar completamente cerradas. Los
infractores de la ley sufren una sanción terrible: son dados por alimento a los
caballos diabólicos de dictador.
Bartolo
Gris- que está en el nombre del incrédulo- decide un día, olvidado ya del
cuento, ir a pasar unas breves vacaciones en su país natal, por el que
experimenta vaga nostalgia. Como no tiene parientes en la capital- donde se ha
detenido para viajar posteriormente al interior del país, a su minúscula
provincia se aloja en un hotel y lucha desde el primer momento por
acostumbrarse a la extraña atmósfera que parece envolverlo desde que bajo del
avión, en el primitivo aeropuerto. Toma una ducha fría, bebe en bar. Un
tonificante vaso de güisqui con soda y sale, ya laxo a dar un paseo por la
ciudad, en uno de cuyos colegios curso el bachillerato y hasta fue capitán del
equipo de básquet.
El
hombre y las horas discurren. Sin darse cuenta- su memoria se halla lastrado
por los recuerdos- ha entrado en la calle prohibida todo esta allí tranquilo,
solitario, como petrificado. No se mueva una hoja. Bartolo Gris se escoge de
hombros y empieza a silbar bajito, como cuando se tiene miedo o no se sabe que
hacer. De repente el débil silbido se la hiela en los labios al irrumpir, el
silencio como si no tocara el suelo empedrado, un negro carruaje, tirado por
seis caballos, también negros, el cochero abandona el pescante y abre la puerta
derecha del vehículo. Del interior brota primero una mano cuyo dedo anular
ostenta una sortija que lleva engastada una enorme piedra purpúrea; luego asoma
una pata descomunal, de macho cabrío, que proyecta una larga sombra sobre la
tierra y aun sube por las altas paredes, hasta prenderse en el borde, ribeteado
de sangre, de las nubes de trapo. Es la sombra nacional, la sombra gigante del amo
absoluto de aquel feudo construido entre montes azules y rió con peces
sonámbulos.
Los
ojos del grande y poderoso señor recorren la calle sola, polvorienta, y
descubren al incauto que permanece inmóvil, mirándolo, bajo el rótulo de una pescadería.
En las pupilas omnímodas se encienden dos rojos puntos de cólera que parecen
cobrar vida independiente, como dos animales esféricos. Y Bartolo Gris se encuentra de pronto
flotando en el vació levitado, sacudido en el aire eléctrico. Sus ropas se
vuelven anchas inmensas, como negras praderas donde caballos enloquecidos
batallan con dragones de azufre, y mira, angustiado, el color verde que va
cubriendo su piel, sus manos, sus uñas. Se acuerda de las noches pasadas en las
Riberas Francesas y suda y sonríe y suspira doloroso conmovido por las saudade
como dicen en el Brasil. También piensa en que el billar ha sido unos de sus
pasatiempos favoritos. Ve, con la imaginación, las lisas esferas de marfil
corriendo por la suave felpa y hundiéndose en las buchacas de cuero, después de
trazar alegres carambolas. Sus piernas ya no tienen fuerzas para sostenerlo. Se
doblan como frágiles briznas, lo dejan caer pesadamente convertido en un montón
de zacate fresco, dentro de su impecable traje de corte inglés.
El
cochero recoge el haz de hierba húmeda y resplandeciente, y se la ofrece a uno
de los caballos que arrastran la carroza del comandante supremo de la fuerza de
tierra, mar y aire y presidente vitalicio de la república
Óscar Acosta
Óscar Acosta, a la edad de 23 años escribió, en Lima,
Perú, su libro de cuentos El Arca, (1956),
que contiene 18 relatos breves. Este
libro, marco un paradigma en la literatura hondureña, aquí incluimos su relato más
extenso El regresivo, y dos más: La venganza, y El cazador. Pequeño y monumental libro, breve por su extensión, la mayoría de los relatos son de corte
fantástico. En su conjunto, la obra fue fundamental en
abrir el camino, para separase del cuento costumbrista. Y facilitar la
incursión de nuevas maneras de abordar la narrativa. Ya sea por lo fantástico,
pero también lo onírico, lo absurdo. Hay un balance entre el arquetipo
individual y los arquetipos universales. El poeta José Antonio Funes lanza una acertada observación:
“Su titulo evoca el carácter universal de
los relatos “pues si en el Arca de Noé cabían animales de todas las especies
del mundo, en “El Arca”
de Acosta caben los mitos y sucesos fantásticos de diferentes escenarios culturales” (5)
Otros escritores y críticos nacionales, han abordado
El Arca, entre ellos, el critico Hernán A. Bermúdez, que sobre la obra de
Acosta, señala “Hay que decir que el
ritmo impreso a lo largo del libro,
permanece cercano a las pulsaciones verbales de la poesía: la medida es
esencial. Ello permite, asimismo, emparentar la maquinaria de la obra con el
vuelo, pues su manejo idiomático cubre, como éste, grandes distancias en el
menor espacio posible”. (6) Lo mismo
opina la critica Helen Humaña (7),
“De ahí la extrema brevedad. En cada uno
de estos, el autor logro la fuerza sintética que solo propicia el continuo
trafico con la poesía”. Por su parte el critico Mario Gallardo asevera “En 1956 la aparición del libro de Óscar
Acosta El Arca, representa el primer caso de una obra hondureña que en su
conjunto se encuentra marcado por el signo de lo fantástico. Para Eduardo Bähr
-en el prólogo a la segunda edición- el texto se caracteriza por la asociación
entre realismo y magia. Manuel Salinas, por su parte, reconoce las huellas de
Borges y Kafka. Mientras Jorge Luis Oviedo habla de una imbricación entre mito
y realidad. (8). También el
escritor Eduardo Bähr señala: “El
regresivo contiene el elemento formal mas importante de la narrativa de
Acosta y ese es la precisión”. (9) Finalmente, el
critico Manuel Salinas Pagoaga, en relación al uso de las técnicas literarias,
asevera que adelantan con casi dos décadas de anticipación, sumadas
a otras, las técnicas narrativas que usaran escritores como Eduardo Bähr, Julio
Escoto, Marcos Carias, Roberto Castillo. Edilberto Borjas, y José Porfirio Barahona. Señala que “Oscar Acosta pone en practica un conjunto
de nuevas técnicas narrativas, como la ambigüedad,
introspección, desdoblamiento, monologo interior”. (10)
Por otra parte hay una evidente influencia de la narrativa de Borges, pero
también ecos de Kafka, y Carpentier, especialmente en el cuento El regresivo. Los cuentos y el lenguaje
son engañosos por su simplicidad, por lo general, son tan sucintos y
concatenados, que parece que los relatos caen desde arriba como una lluvia de peces. Cuentos, que sin
rebuscamientos, son naturalmente sorprendentes. Pequeñas joyas por su precisión
relojera y lo artesanal de sus palabras. Sobre todo su corte lacónico y ritmo. Pequeños
microcosmos, pero cuya grandeza y gracia reside en su miniaturismo. Y que también
recuerda por su brevedad y precisión,
por su destellos luminosos a los mini escenas de aquellas joyas de Ernest Hemingway,
ancladas en el realismo y objetivismo narrativo, y edificadas en su oficio de
periodista: The snows of Kilimanjaro.
En el cuento que da nombre al libro, hay una breve descripción que bien podría
ser una mini reflexión o una pulsación
paisajística.
Kilimanjaro es una montaña
cubierta de nieve de 19756 pies de altura. Y se ha dicho que es la montaña más
alta de África. Su cumbre occidental es llamada en Masai “Njage Ngai”, la Casa
de Dios. Cercana a la cumbre occidental yace seco y congelado un esqueleto de
leopardo. Hasta ahora nadie ha podido explicar lo que ese leopardo buscaba a semejante altitud. (11)
Y sacamos esto a colación por la brevedad de los
cuentos de Óscar Acosta, en su caso por el oficio de poeta, pero también de
periodista en ciernes. Su poder de
síntesis, su paso de una frase a otra sin intermedios ni aduanas. Es también el
caso de Hemingway, pero no por lo poético sino por el lenguaje directo y la
economía procesal entrenada de un periodista. En ambos caso tenemos dos miradas
con los mismos resultados: eficaces en la narración. En el caso de Hemingway,
en cada uno de sus cuentos, hay un breve texto anterior al cuento que sirve
como una escena introductoria, casi epigramática. Para luego entrar en el
desarrollo de sus cuentos, que por supuesto son extensos. En el caso de Acosta
ese carácter epigramático es el cuento que nos presenta. El nombre que ha
recibido esa invención de Hemingway es Epífano,
(12) que no es otra cosa que una ficción corta en prosa. En la cual nos da un
flashback, una escena relampagueante, un atisbo fugaz de una historia. Que si
bien no tiene las características clásicas de un cuento. Sino busca
iluminar un instante o destacar un hecho
relevante o trascendental; una especie
de instantánea fotográfica. En ese contexto, algunos de los textos breves de
Acosta, podrían sintonizarse en ese abordaje.
Pero como tales en las ficciones de Acosta ya no hay un desarrollo de la temática enunciada, lo peculiar
es que cada narración, en si, tiene el poderío temático de convertirse de un
texto breve en un cuento más extenso. Nos imaginamos al Poeta Acosta
recorriendo la galería de sus propios cuentos, en los cuales habría una
extensión de los mismos, en que se alargan y se encuentran, o se bifurcan en
innumerables caminos narrativos. Una
puerta que no abrió porque pudo más su a vocación de Alto Centinela de la Poesía.
Pero esa galería de mini textos sigue después de tantas décadas, con sus
puertas abierta y dando frutos, en esos
minúsculos y titánicos cuentos. Un recorrido más detenido por esa galería de
micro revelaciones, descubrirá que coexisten
más vertientes subterráneas, cuentos escondidos. Y en algunos de ellos las líneas
fundamentales, para convertirse en novelas. Bajo ese signo confluyen lo poético
y lo fantástico, casi como la aventura siempre inesperada de encontrarse ya no
un esqueleto, sino un leopardo vivo en
la cumbre del Kilimanjaro o un jaguar en las cumbres del Merendon. (13).
El cazador
96 palabras
Antes
de la cacería el hombre soñó que era un altivo ciervo y al mismo tiempo su
propia persona que disparaba contra el animal. Al día siguiente se le presento
la oportunidad de cobrar una buena pieza, idéntica a la de su sueño, que lo
miraba con ojos asustados al lado de un antiguo roble del bosque.
El
hombre apunto con su escopeta a la frente de la
presa con todo cuidado y disparó.
Sus
acongojados compañeros de casa lo encontraron tres horas más tarde junto a un
roble con el cráneo partido por un rayo.
El regresivo
300 palabras
Dios
concedió a aquel ser una infinita gracia: permitir que el tiempo retrocediera
en su cuerpo, en sus pensamientos y en sus acciones. A los setenta años, la
edad en que debía morir, nació.
Después
de tener un carácter insoportable, pasó a una edad de sosiego que antecedía
aquella. El Creador lo decidiría así, me imagino, para demostrar que la vida no
sólo puede realizarse en forma progresiva, sino alterándola, naciendo en la
muerte y pereciendo en lo que nosotros llamados origen sin dejar de ser en suma
la misma existencia. A los cuarenta años el gozo de aquel ser no tuvo límites y
se sintió en poder de todas sus facultades físicas y mentales. Las canas
volviéronsele oscuras y sus pasos se hicieron más seguros. Después de esta
edad, la sonrisa de aquel afortunado fue aclarándose a pesar de que se acercaba
más su inevitable desaparición, proceso que él parecía ignorar. Llegó a tener
treinta años y se sintió apasionado, seguro de sí mismo y lleno de astucia.
Luego veinte y se convirtió en un muchacho feroz e irresponsable.
Transcurrieron
otros cinco años y las lecturas y los juegos ocuparon sus horas, mientras las
golosinas lo tentaban desde los escaparates. Durante ese lapso lo llegaba a
ruborizar más la inocente sonrisa de una colegiala, que una caída aparatosa en
un parque público, un día domingo. De los diez a los cinco, la vida se le hizo
cada vez más rápida y ya era un niño a quien vencía el sueño.
Aunque
ese ser hubiera pensado escribir esta historia, no hubiera podido: letras y
símbolos se le fueron borrando de la mente. Si hubiera querido contarla, para
que el mundo se enterara de tan extraña disposición de Nuestro Señor, las
palabras hubieran acudido a sus labios en forma de balbuceo.
.
El vengador
60 palabras
El Cacique Huantepeque asesinó a su hermano en la selva, lo quemó y
guardó sus cenizas calientes en una vasija. Los dioses mayas le presagiaron que
su hermano saldría de la tumba a vengarse, y el fratricida, temeroso, abrió dos
años después el recipiente para asegurarse que los restos estaban allí. Un
fuerte viento levantó las cenizas, cegándolo para siempre.
Uno
de los escritores de ruptura de la literatura hondureña. “En opinión de Manuel Salinas, Bähr y Julio Escoto “se sitúan en la vanguardia
de la nueva narrativa hondureña al romper definitivamente con los esquemas
tradicionales del cuento criollista…”
(14) Aquí presentamos su cuento La
fiesta umbría de su libro del mismo nombre (1997) Un cuento realista, en
que desde una simple escena, de un borracho y dos prostitutas en auto
estacionado, se ven asaltados por la presencia de un policía, que aparece de la
nada y repentinamente, acercándose al auto: para encontrarse con una escena
circunstancial e inusual. De crudo realismo, pero con un manejo diestro de la
escena en que se conjugan eficazmente:
personajes, lenguaje, y ritmo. Escena limpia en que el narrador la
aborda con un lenguaje apropiado, un
buen desarrollo de la escénico; y sobretodo,
con total dominio y convicción. Es un buen ejemplo de la narrativa de Bähr: prosa
envolvente en que el lector queda atrapado. Eduardo
Bähr escribió dos libros que son referentes en la literatura hondureña: Fotografías en el Peñasco y El cuento de la Guerra. Sobre Fotografía
en el peñasco. Mario Argueta en su biografía de escritores hondureños,
comenta: “sino un creativo logro que
incorpora a la cuentística hondureña diferentes técnicas narrativas, patrimonio
de la literatura de nuestra época. Fotografía
del Peñasco, preparó con dignidad, no solo el camino para el cuento de la
guerra, sino también, el camino para los cuentistas de las generaciones
posteriores”. (15) En el cuento señalado, La fiesta umbría como un ejercicio mental, hay varias posibilidades
para leerlo. Primero, desde una perspectiva del realismo noir. En fin,
quitando un poco lo explicito del sexo,
podría ser una escena sacada de cualquier novela de Raymond Chandler o Dashiell
Hammett. Y hablamos de escena, porque el relato esta armado como una escena,
divida en dos partes. Una breve obra de teatro en dos actos.
En ese contexto
y sobre el ambiente policiaco en las ciudades, decía Raymond Chandler, “Estados Unidos todavía es un lugar sin ley. No todas
las ciudades poseen un sistema policíaco corrupto, pero en la mayoría la policía
es tan corrupta como el infierno…”
“Allí fuera, en la noche entretejida por mil delitos,
la gente moría, la mutilaban, se hacía cortes con cristales que volaban, era
aplastada contra los volantes de los automóviles o bajo sus pesadas llantas. A
la gente la golpeaban, la robaban, la estrangulaban, la violaban y la
asesinaban; gente que estaba hambrienta, enferma, aburrida, desesperada por la
soledad o el remordimiento o el miedo; airados, crueles, afiebrados,
estremecidos por los sollozos. Una ciudad no peor que otras, una ciudad rica y
vigorosa y rebosante de orgullo, una ciudad perdida y golpeada y llena de vacío”.
(16)
La
segunda, pero también, a la inversa,
se podría leer el relato completo como una jornada onírica: la lectura de un sueño, tal y como lo sugiere
el propio autor con el epígrafe de Quevedo, y que también nos lleva a esa dicotomía
de difícil solución de matrimonio entre el cielo y el infierno. Teoría de los opuestos, en que los dos son
necesarios, para avanzar; connubacion
celestial y terrenal a la que aspiraba William Blake. pero también de un sueño erótico. Y hay otra posibilidad, la tercera, del horror cósmico o metafísico, a lo Lovecraft. Los textos de este género,
usualmente, ocurren en lugares con mucha oscuridad. Hay una impotencia de
los personajes por trascender sus
propios hechos, y el lector se ve ante la frecuente posibilidad de no captar o
comprender todo lo que ocurre o significa un hecho. En ese sentido los
personajes y el hombre se ven reducidos a la insignificancia ante un universo
inmenso y misterioso, que la humanidad es incapaz de descubrir o trascender. En
fin la escena parece caer o venir del cielo o emerger del infierno, sin
antecedentes o finales cerrados. Una especie de epojé (suspensión, entre paréntesis, desconexión) al estilo de Husserl.
A pesar de las descripciones de lo que ocurre
dentro del auto, hay un lenguaje descarnado, de imaginaría pródiga que
facilitan el andamiaje de una zona
gris, que da cabida a varias
interpretaciones. Nunca sabemos quién es ese policía, y por qué apareció allí. Los sucesos en el auto, fuera
de la significación del propio lenguaje directo
de la escena, son una palabrería
cargada de extrañeza y ambivalencias. Y aunque
su final es explicito “como si fuera un condenado en el exacto
momento de morir, y éste su último trago”. Apenas un enunciado, pero no
una declaración taxativa de lo que ocurre, ocurrió u ocurrirá. El cuento tiene elementos típicos de horror,
bien podría ser un policía que va desde
un desequilibrado anodino, hasta un alienígena o mutante venido de lo más
profundo de la oscuridad. La escena puede ser sacada y sostenida en una noche umbría
en que solo hay tres momentos de luz.
Cuando “el resplandor de un relámpago” ilumina el rostro del policía, la
de (Con
la luz de la luna que se destilaba lenta desde las negras nubes los dedos
aparecían en huesos blancos y descarnados) y la escena dentro del auto “(Desde
afuera el auto parecía apenas un bulto anodino en medio de la noche pero algo
producía destellos, centellas y truenos sordos en la penumbra interior)”.
Nunca hay una declaración exacta de lo que pasa. Ni la escena es capaz de
representar todas las connotaciones, ni
el lenguaje agota todas las posibilidades. Pero tampoco el autor está obligado hacerlo, de ahí su ambigüedad como recurso, y
la gama en las interpretaciones. Es un relato que se apoya en una lectura de lo
que no se dijo, y se intensifica más por lo que se sugiere que por lo que se dijo.
Esto
nos coloca en otra vertiente, si bien no idéntica en todo, pero si para
establecer una comparación inicial. En un cuento de Hemingway, The Killers, que siempre es puesto como
ejemplo de economía en las palabras, pero también para ilustrar la teoría del
Iceberg, Hemingway plantea el cuento sin explicar porque los asesinos buscan y quieren matar al
Sueco, a su vez el Sueco tampoco se preocupa mucho por los que lo persiguen , y
sacamos al ruedo esa trama y ese cuento, porque en La fiesta umbría también hay un inicio que no brinda antecedentes
del policía, y qué es lo que busca, tampoco los personajes del auto (el
borracho ni las prostitutas se preocupan mucho). Ese paralelismo, nos inserta
en una narración en que tanto el principio como el fin quedan tramos de lectura
invisibles para el lector, situación que
resulta en una más rica interpretación del cuento, sin disminuir su carga
emocional e intensidad. En fin desarrollar la narración, omitiendo o callando
ciertos hechos iniciales o finales, agregan persuasión y viveza al relato. Un
texto, que de una u otra forma, esta fuera del texto y compite mano a mano limpia
con el texto literal. Por eso este cuento, muy por encima de su interpretación
literal y escénica, firmada por la riqueza y destreza en el lenguaje, y de las
posibilidades abiertas de sus múltiples interpretaciones y contextos, que
quedan al vuelo de la imaginación y goce del lector, es que La Fiesta umbría, es una excelente pieza narrativa.
La fiesta umbría
Eduardo Bähr
1266 palabras
¿Y
quién, si no un amante que soñaba, juntara tanto infierno a tanto cielo?
Quevedo.
1
A
las mujeres les pareció que el agente que se había acercado -cuando susurraban
con el acompañante deleites amorosos en la oscuridad-, actuaba con más
desparpajo que el que se debía a su autoridad. (“¡Ajá, majos! -les había dicho,
tomándolos por sorpresa-. ¿Es éste acaso algún hotelito de placer?, ¿o qué? Si
lo fuera me parece que os queda un poco incómodo.”)
El
que iba con ellas se quedó de media pieza, mientras trataba de subirse los
pantalones. La del asiento de conductor se aferró al timón con espanto y la
otra, recuperándose desde donde estaba pegada de cúbito dorsal se acercó a la
ventanilla y, para sorpresa de los demás, le dijo al agente: “¡Este hombre nos
amenazó si no accedíamos a sus pretensiones; que iba a abusar de mí y después
de mi amiga! ¡Estamos aterradas y no quisimos que se pusiera violento!”.
Mientras
aquél gritaba que eso era mentira hizo una lenta inspección fijando la vista en
las partes del cuerpo que dejaba ver la blusa desaliñada. Era una mujer joven.
Muestras de agresividad y coquetería brillaban en unos ojos que podrían
sostener cualquier mirada, así que, ante la inquisición, echó con arrogancia hacia
adelante sus densos pechos para que éste pudiese ver la piel erizada y las
perlitas de sudor que se negaban a desprenderse. “Tú -dijo el guardia,
señalando con el tolete hacia el tipo asustado-, ¿creíste realmente que ibas a
poder con estas dos, así como están de… frondosas?”. Esto hizo que se calmara y
dejara de gritar.
(El
resplandor de un relámpago lejano mostró en una fracción de segundo el perfil
del guardia y su rostro difuso lleno de oquedades, dientes y huesos al
descubierto, sin piel ni expresión alguna como no fuera la de provocar terrores
inusitados).
Sacudió
la cabeza, azorado, pero se atrevió a contestar: “No con lo borracho que estoy.
Creo que no iba a poder ni con una”. El agente pasó a la ventanilla de
conductor y fijó su descaro sobre el pecho de la otra, que se acomodó el jersey
con nerviosismo. Ésta era una mujer igualmente hermosa y joven, aunque parecía
más recatada que la anterior, lo que no fue óbice para que sostuviera también
aquella mirada penetrante.
Mientras
movía en aspas su macana y sopesaba la situación las dos pudieron verlo a
placer. Era apuesto y desenfadado –ya lo había probado-; hacía sus movimientos
con gran seguridad y cierto donaire y el uniforme lo hacía verse algo fornido y
repentinamente atractivo. Adivinaron, sin embargo, que tensaba sus músculos;
que en su cara había un leve tinte cadavérico y comprobaron que el brillo de
sus ojos se había acrecentado como si fuese una vela a punto de apagarse.
Abriendo
la portezuela y siempre señalándolo con el tolete, lo conminó a bajarse. El
acompañante salió con parte de la ropa en la mano, disminuido totalmente por
las órdenes tajantes y aterrorizado por lo que creía haber visto. Echó una
mirada torcida contra las mujeres que hasta hace poco, tanto en la fiesta que
acababan de dejar, como en la complicidad de un momento de sexo en descampado o
dentro del auto, habían sido sus amigas. “Mira, majo. Te me vas caminando que
casi corriendo de aquí si no quieres parar con tu esqueleto en la cárcel por lo
que te resta de la noche. Espero que la brisita húmeda te baje la curda, ¡y no
pares hasta llegar a tu casa! ¡A los maricones no los deberían dejar salir de
noche!… ¡Menos con un par de tías así de buenas!...”
Apenas
pudo oír lo de “maricones” y “curda” porque ya estaba volando hacia no sabía
dónde y saliendo de aquella sorpresa, de aquella oscuridad, de aquel miedo.
El
guardia se dirigió lentamente hacia las mujeres dando con el tolete golpes
secos en su mano. (Con la luz de la luna que se destilaba lenta desde las
negras nubes los dedos aparecían en huesos blancos y descarnados). “Y vosotras
–dijo, desde el eco de una voz seca y vacía de matices-, ¡ya vais a saber lo
que es la autoridá!”
Ellas
se miraron y sólo en ese momento soltaron la tensión acumulada y destaparon las
burbujas de la borrachera con una sonora carcajada.
2
Se
acomodó como Pedro en su cochera tirando los brazos hacia el espaldar del
asiento y la cabeza hacia atrás. “¡Trabajad, cositas –conminó-, a ver si como
bebéis, roncáis!”. Las damas no se hicieron de rogar; al tiempo que le quitaban
la ropa lo acariciaron como pulpos buscando madrigueras y cangrejos por
doquier. Muy pronto aquel espacio convirtió los susurros en exclamaciones de
placer y de admiración…
La
una se instaló en la boca e inició su propia inspección a dos lenguas como
látigos mientras la otra recorría sus ansias de conducir, con los faros
apagados y los párpados cerrados, desde los vellos del pecho hasta las
autopistas más escondidas en la selva enmarañada. Se turnaron sin importar el
que, aparentemente, él no hiciera nada para sumarse al viaje. Lo ensalivaron
desde las puntas de los pies hasta el quepí azul. Mordieron sus costillas, se
tragaron los botones de la chaqueta, la hebilla del cinturón. Abrieron a
dentelladas el zipper y masticaron el calzoncillo.
Jugaron
a la manopla con sus testículos y santificaron sus manos con aquello que no
sabían si era la macana de reglamento o alguna boa constrictor que se había
colado como mascota. Él las dejó en su juego durante mucho tiempo hasta que,
sudorosas e hipnotizadas, se desmadejaron a su lado. Entonces se incorporó.
Cerró los vidrios de las ventanillas y comenzó su faena con todos los trucos de
la academia, de las calles y de las escuelas del terror.
(Desde
afuera el auto parecía apenas un bulto anodino en medio de la noche pero algo
producía destellos, centellas y truenos sordos en la penumbra interior).
La
‘traidora’ sintió que en sus entrañas se habían desbocado los caballos y
revuelto todas las mazas, fundas, pistolas, botas, polainas y guanteletes del
averno y estuvo entre el límite del vómito y el escupir pólvora por los ojos
cuando sonaban los disparos que le llegaban hasta el hígado.
La
‘conductora’ encajó con estupor la macana en su boca y sintió que llegaba hasta
su bajo vientre produciéndole una vergonzosa incontinencia. Pero pudo oler la
cuerina del mango y sintió chisporrotear el brillo húmedo en el momento de
desmayarse… Antes, sin embargo, al lamer despacio e hincar suavemente los
dientes en aquel largo y grueso cuerpo, supo que el arma tenía fuertes tendones
y músculos que brincaban con severos espasmos.
Apenas
tuvo tiempo de respirar, cuando aquello salió, abandonó su cara y se encasquetó
firme y profundamente en su vagina para salir de nuevo por la boca, como si
fuera una propia lengua de fuego palpitante.
Después
nadie habló, nadie se movió. Tan sólo se escuchaba la respiración lenta,
engrosada y suaves quejidos de angustia se fueron apagando con fatal
determinación. Tenían la mirada del vidrio sucio en un estanque sin agua y su
tiempo había terminado fijo y prendido en el espacio.
El
agente abrió las ventanillas y buscó a tientas en el piso. Subió una botella de
vodka con líquido hasta la mitad y quitó la tapa con los dientes. “Ya sabía,
majas –dijo-, que vosotras no dejaríais a alguien desamparado en medio de las
sombras”; y se empinó todo el contenido, desesperadamente, de una sola vez,
como si fuera un condenado en el exacto momento de morir, y éste su último
trago.
Tegucigalpa. Agosto, 2007
Créditos
Notas bibliográficas
1.
“Again and again,
Poe presents the arcane, exotic, otherworldly, unique, but he refuses to play
the anthropologist, explicating the unknown and bringing it into a safe and
familiar intellectual archive. Rather than offer a puzzle where one finds
pleasure in figuring it out, Poe insists on the insoluble puzzling. The tales’
inscrutability is at the very heart of the reading. We, like Poe’s narrator in
“The Man of the Crowd,” can marvel at the enigma before us, but we cannot
understand. It may be that this is for the best; as that narrator notes,
“perhaps it is one of the great mercies of God that es lässt sich nicht lesen.”
En Tally, Robert T. Es lässt sich nicht lesen”: Poe and the Inscrutable.
El personaje del
cuento de Poe. Texas State University-San Marcos, Dept of English. 2008-01-01 Enlace: https://digital.library.txstate.edu/handle/10877/3922
2. En este
blog Plaza de las palabras en la sección Pag1na
10, se publico el ensayo EL
HOMBRE DE LA MULTITUD Y EL PINTOR DE LA VIDA MODERNA: LA INFLUENCIA DE EDGAR
ALLAN POE EN LA CONSTRUCCIÓN DEL CONCEPTO DE MODERNIDAD DE BAUDELAIRE, de Francisco
Pizarro Obai, en que hace referencia al cuento Un hombre de la multitud. Enlace: https://plazadelaspalabras.blogspot.com/2017/04/pagina-10el-hombre-de-la-multitud-y-el.html
3. Mario Gallardo, La literatura fantástica en
honduras. (Ensayo) Pagina web de Mario Gallardo. Prólogo a El relato
fantástico en HondurasEnlace: http://mariogallardo.galeon.com/
http://mariogallardo.galeon.com/enlaces984763.html.
También en Espéculo.
Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. (Versión
virtual).También en Oscar Acosta. El Arca. Edición cincuentenario. El arca
una obra marcada por el signo de lo fantástico. Fragmento del ensayo “Códigos
y contextos del relato fantástico en honduras” Revista de la Academia de la lengua de Honduras,
Tegucigalpa, M.D.C. No.13,
julio-diciembre, 2005.Enlace:
4. Amasia,
un mexicanismo, equivalente a concubina, amante, o querida. Nota de Plaza de
las palabras.
5. Citado por Samai Torres. Obras claves de
la narrativa en Honduras. Diario El Heraldo, sección Vida, 7 de abril de
2014. (Versión virtual).
6. Óscar
Acosta, El arca. Hernán Antonio Bermúdez. Harina de otro costal. El arca. Edición del cincuentenario.
1956-2006. Introducción de Helen Umaña,
con comentarios críticos de David Moya Posas, Manuel Salinas Pagoaga, Eduardo
Bahr, Hernán Antonio Bermúdez, Helen Umaña y Mario Gallardo. Editorial
Iberoamericana, 2006, p.89.
7. Ídem,
ob...cit Óscar Acosta Helen Umaña, Quizás en la poesía está la clave.,
p.12
8. Ob...Cit., Mario Gallardo.
9. Ob…Cit., Oscar Acosta, Óscar en el arca de
Acosta. Eduardo Bähr p.78.
10. Manuel Salinas Pagoaga Breve reseña del cuento
moderno Hondureño. Ponencia presentada sobre el cuento
Hispanoamericano presentada en el coloquio Paris-Sorbona, en mayo 1980. p.388
11. Version en ingles: “Kilimanjaro is a snow-covered mountain19,
710 feet high, and is said to be the highest mountain in Africa. Its western
summit is called the Masai 'Ngàje Ngài', the House of God. Close to the summit
western there is the dried and frozen carcass of a leopard. No one has
explained what the leopard was seeking at the altitude”. Ernest Hemingway, The
snows of Kilimanjaro and other stories. Penguin Books, 1970, p.7. La traducción al español es una
versión libre de Plaza de las palabras.
12.
Ver, Botero, Juan Carlos, 15 Ago. 2008. El Epífano ELESPECTADOR.COM. Dice Botero: “Tal vez no sobra compartir mi respuesta en este espacio. El epífano es
una ficción corta en prosa. No aspira a contar una historia (con un comienzo,
medio y fin) y por eso no es un cuento o un minicuento. Busca arrestar un hecho
o un instante significativo, capaz de iluminar, a pesar de su fugacidad, rasgos
sobresalientes de la condición humana, los que no se suelen detectar, con igual
claridad, en períodos más largos de tiempo.(…).Estos segundos cruciales,
capaces de comprimir más sentido de la vida que otros más vastos, son materia
prima válida: puntos culminantes que merecen la atención del escritor. Cierto:
al igual que este ejemplo que brilla en una película, esos instantes (“momentos
decisivos”, según Cartier Bresson) aparecen en cuentos y novelas, titilando en
medio del relato. Sin embargo, Hemingway tenía razón: a la vez son momentos
soberanos, que pueden existir de manera independiente, como piezas acabadas, y
convendría que la prosa contara con una forma exclusiva, como es el epífano,
para conservarlos en todo su esplendor”.14.
Mario Argueta, “Diccionario de Escritores Hondureños”
de Mario R. Argueta. Publicado en Eduardo Bähr- Enlace Nacer en Honduras. Blog Enlace: http://nacerenhonduras.com/2009/05/eduardo-bahr.html
13. Ver enlace Honduras is Great y también la
reseña periodística HISTÓRICO | Capturan primera imagen de un jaguar al oeste del
Valle de Sula http://elperiodico.hn/2017/04/28/historico-capturan-primera-foto-jaguar-al-oeste-del-valle-sula/
14. Mario Argueta, “Diccionario de Escritores Hondureños”
de Mario R. Argueta. Publicado en Eduardo Bähr- Enlace Nacer en Honduras. Blog Enlace: http://nacerenhonduras.com/2009/05/eduardo-bahr.html
16. Extracto tomado de Adrián Medina Liberty. El
largo aliento de Raymond Chandler. La Jornada semanal. Directora General: CARMEN LIRA SAADE Director
Fundador: CARLOS PAYAN VELVER, Domingo 1 de octubre de 2006 Núm.: 604 Enlace: http://www.jornada.unam.mx/2006/10/01/sem-adrian.html
Cuentos y textos
Cuento La calle
prohibida, tomado de Estiquirín.
Cuento de la semana. http://elestiquirin.blogspot.com/2008/09/el-cuento-de-la-semana.html
Cuento El regresivo, tomado de Literatura y
Tradición Oral Hondureña. Publicado 9th July 2011 por Mercy Etiquetas: Cuentos.
http://alquetecuenteuncuento.blogspot.com/2011/07/el-regresivo-por-Óscar-acosta.html
Cuento La Venganza, tomado de Miguel Díez R. (editor), Antología
de cuentos e historias mínimas (siglos XIX y XX), Espasa Calpe, Madrid, 2002, pp. 386-387.
Cuento El
cazador, tomado del libro El Arca, 2006, p.51
Cuento La fiesta umbría, tomado de LitArt.
litart.mforos.com 2007. http://litart.mforos.com/1194894/6852271-la-fiesta-umbria-eduardo-bahr/
11/Sep/2007
Fotografías
Foto de Pompeyo del Valle. Claudia
Nieto Anderson. En El amor corre un serio peligro en Honduras.(Articulo/entrevista).
Cultura, Presencia Universitaria. Foto de Dany Barrientos. 23 de Noviembre del 2014
Foto de Óscar Acosta. En Víctor
Manuel Ramos, Óscar Acosta, un hombre plural. Sección Cultural, La
Tribuna. 3 ago., 2014
Foto Eduardo Bähr del blog Nacer en Honduras, 20 de mayo 2009
Ilustraciones
(Por ordena
de aparición).
Reproducción de lo prohibido,
1937, Rêne Magritte, pintor belga.
La Plaza de Saint
Michelle, Paris.
Portada del Arca, Oleo de Miguel Ángel Ruiz Matute, 1973. Edición
del Cincuentenario.
Jaguar Oreja cortada, abril
2017, Programa Jaguar - Panthera
Hondurashttps://www.panthera.org/blog/2016/…/15/surprise-2200-meters
Los arqueros, Pablo
Zelaya Sierra. Colección BCH, pintor hondureño.
Detalle de mural, Camino
maya, Arturo López Rodezno. Muralista
y pintor hondureño.
Portada de libro Fotografia en el peñasco
Desnudo de mujeres. 1915, Egon Schiele, pintor austriaco
Desnudo de mujeres. 1915, Egon Schiele, pintor austriaco
El sueño, 1932, Pablo
Picasso, pintor español.