La última lección de Brandel por Mario A. Membreño Cedillo. Post Plaza de las palabras



Plaza de las palabras presenta el cuento La última lección de Brandel por Mario A. Membreño, relato que ya ha sido publicado en este blog pero que ahora publicamos en su versión completa. Cuento que narra unas cuantas  horas en la vida del profesor Julián Brandel quien llega a su jubilación como catedrático, y  éste acto final e irremediable de dar su última clase le hace reflexionar sobre el sentido de la vida y descubrir verdades insospechadas. Pero en que también cavila sobre lo ilusorio del conocimiento y ante esta frustración, decide hacer algo insólito y convierte su última clase en una fiesta con sus alumnos que desencadena una serie de hechos y sensaciones que le van revelando la belleza del mundo,  y que le vuelve a recordar y  a recuperar parcelas de su origen.    




3717 palabras 


La última lección de Brandel


Of This Time, Of That Place

Lionel Trilling


I

El profesor Julián Brandel sabía de su pronta jubilación. No tenía alternativa, su retiro era obligatorio. Durante muchos años había temido ese día, se había imaginado ese día de mil modos. Cuando el temido día llegó, no hubo nada de sorprendente. No obstante lo perentorio del término, el profesor Brandel, lucía un rostro muy sereno. Vestía un pantalón azul marino casi tirando a negro, la camisa blanca le contrastaba con un chaleco beis. La corbata de seda era de figuras simétricas superpuestas y parecía tener toda la geometría del universo,  su pelo negro empezaba a blanquear dándole un aire de respetabilidad, sus quevedos le resbalaban levemente por la nariz, dejándole ver una mirada entrenada e implacable que parecía sopesar hasta el aire. Y cuando hablaba parecía pensar bien lo que decía y se esmeraba por pronunciar cada palabra, como si apostara su vida entera en la dicción de cada palabra. Pero a veces se quedaba en silencio por algunos instantes,  y enseguida soltaba una andanada de ideas. Luego, quedaba a la espera de alguna reacción o una respuesta, que nunca la había;  hasta que él mismo comenzaba a tantear las posibles respuestas y entonces tiraba  una pregunta al azar.  En sus exposiciones era sistemático, raramente usaba el pizarrón, decía que él no era Hemingway y menos Faulkner para estar escribiendo, sino que era un hombre de ideas al aire, un hombre de sonidos verbales. Para el profesor Brandel él mundo era un constructo verbal que debía tocar todas las notas de la escala musical. 


Así que después de  inspeccionar minuciosamente el salón, escudriñó el rostro de sus alumnos como ya lo había hecho mentalmente antes de venir. No halló en ellos nada que lo perturbara, seguían siendo los mismos alumnos de siempre. Él creía conocerlos mejor de lo que ellos se conocían. Los saludo sin mostrar ningún asomo de emoción. Sabía que era su última clase, y en el fondo eso lo aterraba porque los fines siempre evidencian un límite; y que al fin y al cabo, todo tenía una consumación: y que siempre habría un maldito final. Era como si la vida y las películas fueran lo mismo. No existía forma de escaparse de los ineludibles finales. Pero ese temor no se reflejaba en su rostro. Él estaba seguro de su poderío; y está era su última clase, y se dispuso a impartirla con la solemnidad y el pragmatismo de siempre. 


Por fin el profesor Brandel tomó aire y pronunció algunas palabras: «Estamos aquí, es mi última clase, haremos una clase magistral sobre un gran tema que nos pellizqué  el alma. Hablaremos sobre la verdad y la belleza… Sí, reflexionaremos sobre la verdad y la belleza». Prosiguió balbuceando otras palabras, algo más mencionó sobre los griegos y citó a Goethe y guardó silencio. Parecía como si de pronto se hubiese desconectado del mundo o que una nueva idea estuviera tomando forma en su mente. Su rostro era inescrutable y sus alumnos lo contemplaban con expectación. Algo inédito absorbía los pensamientos del profesor Brandel, casi como si de repente hubiera comprendido algo que siempre había estado al alcance de su mano y nunca había podido desentrañar. Pero además había algo más que le preocupaba y no sabía exactamente qué era. 


Entonces, él dio unos pasos hacia adelante y respiro profundamente. Se acercó a la silla de su escritorio pero no se sentó, en cambio puso su cartapacio sobre el escritorio, giró su cabeza y dio una furtiva mirada a la ventana, la cual apenas asomaba, la cúpula de la rectoría. Volvió a enfrentarse a la mirada de sus alumnos. Parecía meditar las palabras con que iniciaría su clase. Pensó que todo había sido un leve miedo escénico, en fin ésta era su última clase. Sin embargo, de repente su rostro mostró un leve gesto de duda. La mirada de sus alumnos seguía clavada sobre él. Mientras que a lo lejos proveniente del campus se escuchaba el barullo de los estudiantes. Y muy cerca, alguien pasó por la puerta, que permanecía a medio cerrar y sus pasos fuertes se perdieron al final del largo corredor.


Y aquí estaba frente a sus desconcertados alumnos que le seguían viendo con preocupación en sus rostros.  Pero no, absolutamente nadie pronunció palabra alguna, porque todas las palabras eran solamente una sola y única  mirada más elocuente que todas las palabras del diccionario Webster. Y  el silencio que crecía era más poderoso que todo el alfabeto cirílico. Entonces entre ese mar de silencio y esa multitud de miradas;  repentinamente una esbelta figura se levantó y caminó como únicamente caminaría un ángel. Ella era  definitivamente Ángela, la de las trenzas largas y los ojos de miel.  El  profesor  pensó que ella se  iría, que aquel acto era el anuncio de una epifanía final,  pero  al  rato  siempre angelicalmente ella regresó;  siempre con sus largas trenzas y sus ojos de miel.   Y entre esa ida y ese regreso, todavía persistía  algo que al profesor  Brandel le preocupaba y que no lograba recordar.   


Finalmente, pareció tomar conciencia de que no estaba seguro de nada. Quería revelar una verdad categórica; clausurar su clase con una reflexión hermosa como el cielo, y tan sólida e inmutable como el silencio hermético de una roca; y sobre todo que fuese más transparente que la palabra aire. Sencillamente hablar de la belleza y la verdad. Y aquí estaba ante sus alumnos y no estaba seguro de lo que él pensaba era verdad. Volvió  a dudar y el miedo se apoderó de él. Pareció desvanecerse y no saber por dónde empezar. Meditó, buscó las frases más obtusas, pensó en Hegel y en Schiller, pero todo le parecía pueril, quería dejar una verdad inmutable, cerrar su última clase con algo categórico, pero en la medida que reflexionaba todo le parecía tan vano como el viento.


Al fin se sentó,  creyendo que su cambio de posición le ayudaría, no obstante seguía ensimismado y luchaba por encontrar una solución y una salida a la situación. Y sus alumnos parecían oírlo pensar en voz alta:


 «Nunca me imaginé en una situación tan paupérrima, me siento como si estuviera fuera de lugar  y me niego a creer que yo esté aquí. Y que no pudiera encontrar un argumento sólido, inmutable que tocará el alma de mis alumnos. Quizás estoy cansado, es el efecto de mi última clase. Mañana será otro día, con Leibniz o Espinoza los convenceré. Sin embargo, no me engaño, bien sé  que no habrá un mañana. Ningún verdadero final tiene un mañana.  Ésta es mi última clase, no cuento con la complicidad del tiempo, las dudas me asaltan. Pienso, pero no puedo razonar bien. Es como si algo obstinadamente me lo hubiese impedido. Sí, encontré unos cuantos  argumentos, pero cada uno se derrumbaba ante la idea más trivial que opusiera

En esa vana lucha pensé en la filosofía  y en la ciencia, pero qué eran esos conocimientos ante la realidad de mi última clase. Lo vi todo tan abstracto y todo tan vano, que hasta la conversación del policía de la esquina me parecía más trascendente que la más brillante idea kantiana. Cómo no haberlo pensado antes, cómo esa realidad se me había escapado… sobre qué vanos artificios construí el mundo de mis pensamientos. En  dónde no busqué, nadie podrá acusarme que no  traté de ir a todas las ciencias y encarar todas las verdades. Pero ahora, al filo del tiempo intentó  recordar aunque sea una frase por la cual yo pudiera poner el alma, la vida entera. Un solo punto de apoyo, una sola verdad que fuera igual para todos, una sola verdad que todos pudieran vivirla y trascenderla.


Pero en la medida que Brandel reflexionaba, todo le era tan irreal como los sueños de una manada de bisontes escarlatas. Los alumnos lo seguían mirando, y ya para entonces empezaban a angustiarse. Esto era algo en lo que él nunca había pensado. El profesor parecía tan incómodo; y tan inútil como una fogata al lado de un faro. Se sentía abandonado. Entonces, se oyó: 


— ¡Profesor, profesor, profesor Brandel! ¿Se siente bien? —dijo Sussy con voz entrecortada, y poniéndole una mano sobre el hombro. 


—Sí…sí, —alcanzó a responderle casi contestándole involuntariamente; mientras que la flaca y gótica Sussy volvía a su asiento.


 Pero aún había algo más que a Brandel le preocupaba y no sabía qué era. Por un momento estuvo a punto de reírse; y pensó, de nuevo en salir al paso con alguna idea sencilla, pero profunda. Tan profunda como una risa sonora en una calle muda. Pero, luego rechazaba tal intento absurdo, quería encontrar una salida airosa y elegante.  En fin ésta era su última clase. Pero ante esa verdad tan conclusiva, qué eran todos los conocimientos filosóficos, esa torre de babel interminable e inconclusa de teorías embodegadas que las termitas festivamente terminaran acabando.  Por último pensó en alguna frase victoriosa de  Montaigne o de Keats, pero comprendió que todo razonamiento era tan deshuesado, que todo discurso era tan enano, que toda frase era tan desnutrida; que la conversación más trivial de cualquiera de sus alumnos era más real  y virtuosa. Volvió a tratar, inútilmente,  de recordar aunque sea una sola frase por la cual pudiese arriesgar el alma, dar lo más sagrado de su vida; o por lo menos, encontrar una verdad conquistadora; y dar un saludo de manos certero y cariñoso.  


Entonces, Brandel dejó de divagar, y decidió encarar a sus alumnos como siempre, tantas veces lo había hecho durante el último semestre. Pero al verlos Brandel notó algo nuevo en la mirada de sus alumnos. Esto lo aturdió aún más. Definitivamente que ahora todos poseían algo de lo que él antes no se había percatado: ellos parecían más inteligentes, más seguros de sí mismos, más clarividentes. Era como si cada uno de ellos tuviera su propia historia y su propia verdad. Una verdad más íntima,  más poderosa y más sagrada que su propia historia. Él se estremeció, los miró detenidamente, y con sus miradas ellos parecían decirle: 


«Bueno profesor Brandel, aquí estamos, usted y nosotros; frente al mundo. Ahora enséñenos algo que sea más robusto que un fin de semana, algo tan digerible como una gaseosa; y algo que nos sirva para defendernos de los rabiosos cuchilleros de las esquinas. Al fin y al cabo, no somos tan ingenuos, ni tan torpes, como usted siempre ha creído». 


Después de pensar eso, el profesor se levantó de su silla, fue en ese instante que una nueva idea cruzó por su mente,  y dio unos pasos hacia adelante. Y la  idea fue  tomando aún más vuelo en su mente; una ligera risita pareció escapársele del cerco de sus dientes. Pero, stop, cambió rápido de actitud, semáforo en amarillo, reflector en el cielo. Y en aquel momento, miró con seguridad a sus alumnos. Entonces con tono pausado pero con inclinada voz exiliada, les dijo: «Bueno muchachos, —nuevamente pareció vacilar, pero al instante se repuso y se encaminó hacia  la puerta—, «permanezcan aquí, incólumes como Zeus, vuelvo enseguida». 


  Salió del salón de clases. Los alumnos solo miraron el reloj, nadie se movía, aunque un leve murmullo comenzó a recorrer la clase. Por un rato ellos guardaron silencio y ninguno de ellos se atrevió a moverse de su asiento. Pero pronto, se oyó un rumor; y una legión de simultáneas miradas volaban como pájaros que no tenían dónde posarse. «Deberíamos de irnos»,  dijo una de las jóvenes que estaba en las últimas filas. A la que otra voz replicó: «No veo por qué.  En fin es la última clase. Me da lo mismo irme hoy o mañana.» Respondió un muchacho de lentes, pegado a una de las ventanas. Entonces,  uno más se levantó y abrió la ventana de par en par. Luego se sentó de nuevo y estiró los pies contra el asiento de adelante que estaba vació. Afuera se oyeron voces que nuevamente se perdieron por el largo corredor,  y desde las aulas vecinas se escucharon  voces difusas que no alcanzaban a cuajar.  Y de fondo se oyó el sonido de una campana y un sonido más, fuerte y seco que no era identificable. No obstante ninguno de los alumnos se movió.   «Vaya, vaya y ahora qué», preguntó uno de los chicos de las filas traseras. Pero tampoco  nadie le contestó.   


II


Cuando el profesor Brandel regresó, no venía solo. Peter, el tendero, el de nariz respingada. Venía acompañándolo; y empujando una enorme carretilla atiborrada de comestibles y bebidas, que cuidadosamente fue poniendo sobre el escritorio, y cuando el escritorio estuvo atestado como una multitud en un callejón, siguió poniéndolos en el suelo;  y desde del suelo fue emergiendo a la vista aquel cúmulo de compras  como un rascacielos espectacular. Al punto todos los ojos apuntaban disciplinados sobre Brandel y aquella suma de refrigerios, y un perfil de estupefacción les encabritaba el paladar. El profesor lucía diferente, ya no parecía el temible y legendario profesor Brandel, el de la mirada imperturbable. Y ahora parecía tan humano como un tranquilo y pacifico vendedor de helados en Harvard Square


El profesor volvió a tomar aire y con un tono de voz que ilustraba cierta incipiente alegría exclamó: « ¡Bueno, muchachos!, ustedes son mi última clase; y como dije al principio, viviremos la verdad y la belleza. Atraparemos lo heroico del instante, alzaremos nuestros brazos de acero inoxidable y tocaremos la nariz de corcho del cielo; haremos algo que revolucione nuestras almas y embosqué a la razón. Algo que podamos recordar toda la vida, tendremos a party, aquí y ahora.» Al escuchar aquel corto discurso los alumnos se quedaron atónitos, no sabían si el profesor bromeaba. Nadie decía nada, todos permanecían inmóviles y con un kilo de perplejidad en sus rostros.  Pero todavía había algo que a Brandel le preocupaba y no sabía qué era.  


El profesor permaneció a la espera de algún comentario y por un momento pareció vacilar. Entonces, vio a sus alumnos y exclamó: «Lo dije claro: una fiesta, tendremos una fiesta» Su tono era vivaz « ¡una fiesta con vino, cerveza, gaseosas y bocadillos!». Vio a sus alumnos y concluyó «Ya lo dije, aquí y ahora». A continuación Brandel tomó una cerveza, la abrió y se la llevó a la boca. Fue en ese instante, cuando Lauren, el  que todo lo sabía, se levantó y caminó decididamente hacia el profesor Brandel y echó un vistazo a lo que había sobre el escritorio. Un par de veces lanzó una furtiva mirada a las cervezas, y luego, tomó una para comprobar si estaba fría. Y después de sonreír, vio a su profesor y a sus compañeros. Sin preámbulos, destapó la cerveza y dio un largo trago. Y aunque afuera no llovía, una exclamación al unísono se oyó en el salón, como si una bofetada de lluvia insólita cayera unánime desde un cielo benévolo y misterioso. Todo el entramado se ejecutó  milimétricamente como si alguien hubiese tocado una señal secreta, como una trompeta que anuncia la aurora, o como un semáforo que da la luz verde en un túnel largo y deslumbrante. 


Todos se levantaron de sus asientos y se acercaron a Lauren. Enseguida Mary sacó de su cartera un pequeño radio a transistores y lo encendió a todo volumen. Era la carga de caballería ligera que venía al rescate, apertura de Jazz. Irrumpió sin permiso la gangosa e inconfundible voz de Louis Armstrong: A what wonderful world; y una cadena cadenciosa de melodías se dejó oír en todo el reino de la improvisación. Luego, le siguió con sus ondulaciones tonales y estridencias arteras, el más progresista rock. Sí, We are  the Champion, de los Queens. Y el fiel Michel, el de la luminosidad, reveló su rostro radiante, y sus mejillas sonrojadas; y empezó a perseguir vehementemente la música y a cantar: 


We are the champions my friend /And we'll keep on fighting till the end/ We are the champions /We are the champions/No time for losers /'Cause we are the champions of the world /. 


Sus movimientos rítmicos y su revolucionaria voz, convocaron todas las miradas y pronto se formó un coro; y parecía que todos sabían cantar y que todos conocían la letra: We are the champions. Y Brandel, pasmado, feliz y maravillado, pensaba verdaderamente en la verdad y en la belleza; mientras descorchaba una botella de vino, y los alumnos tomaban cerveza y gaseosas, y comían bocadillos, y locuaces inconmovibles hablaban hasta con la mirada: We are the champions. El salón se transformó en un vocerío, en la algarabía rebosante de un nuevo esqueleto imaginativo  que se iba llenando del júbilo del mundo, y  en el colorido asimétrico del mundo, y en el movimiento enigmático de las galaxias milenarias. Y ahora era Paul, quien empezó a mover sus brazos al unísono de la música y todos lo coreaban. Las voces borraron aquel silencio de papel cebolla que olía a solemnidad y archivos. Y décadas de gestos académicos y de tizas blancas huyeron como cien pájaros de cristal por una ventana inmediata e inagotable. Mientras que, afuera, pasaba revista una ligera brizna de viento; y el cielo azul exhibía su potencia verbal y el sol irradiaba su imperio de risas amarillas. 


Entonces,  Brandel se asomó a la ventana y advirtió aquel Wonderful World; y volvió a pensar en la verdad y la belleza. Y enseguida encaró a sus alumnos, los vio dispersos en delirante movimiento y los vio a los ojos; a esos ojos que tantas veces lo habían visto a él. A esos ojos que tantas veces había visto sin ver. Y comprendió algo que jamás se le había ocurrido. Vio en ellos, un brillo ensordecedor, un paisaje musical, unas palabras piadosas y conmovedoras como el silencio. Vio en esos ojos aventureros pero fieles: la felicidad del mundo, un filamento de la verdad del tiempo, y un espejo de las inesperadas realidades milagrosas del universo. 


Brandel, Brandel parecían corear los alumnos, y su mirada huyente, se pobló de la húmeda del mundo y del golpe seco de la iluminación. Pero aún había algo que le preocupaba y no sabía qué era. Y mientras tanto,  la música cambiaba de ritmo, y algunos; los más atrevidos, habían empezado a bailar y el resto a seguir la música con una vanguardia unánime de aplausos. Mientras que él, pensativo y lejano, ahora departía democráticamente con Susan, la rubia cavernosa y con Dick, el bohemio de pelo laberíntico. Y de nuevo acometía una carga rebelde de trompetas que enfilaba un ritmo apocalíptico. Al principio de una descarga desobediente, y luego,  el desperdigar de furibundos truenos sistemáticos. Después de eso, un solitario saxofón se había echado al hombro el equipaje del mundo entero. Ahora Brandel estaba locuaz y exuberante como una calle multitudinaria, pero todavía persistía algo que le preocupaba y no lograba aprehender qué era. Mientras tanto, la tarde cerraba el telón  cotidiano, y antes de irse un par de ellos ayudaron a limpiar el salón y poner todos los desperdicios y botellas en el basurero del corredor. Entonces en sonrisa y agradecimiento, de uno en uno, de dos en dos y de tres en tres; todos se fueron marchando. 


Fue Amy, la pelirroja pecosa y de lentes de carey, gruesos y graciosos, la última en irse; quien con una voz fina y  acaramelada, le dijo: « Estuvo fantástico, Profesor Brandel. Nunca pensé que usted era un genio. Nunca olvidaremos éste día». Y después de darle un abrazo, ella recogió sus libros y se marchó. Y Brandel repitió tres veces « Nunca olvidaremos éste día». Y esas palabras resonaron en su cabeza más demoledoras que todas las verdades del mundo. Y aquella voz cremosa de Amy la pecosa, perdurará para siempre en su memoria. Entonces, Brandel se acercó a la ventana, y desde ahí vio como Amy caminaba irredenta por el sendero riguroso y simétrico  de baldosas, hasta desaparecer tras dar la vuelta al soñoliento muro de piedras cubierto de yedra que separaba el campus de la festiva calle. Por fin solo, el profesor Brandel antes de irse del salón cerró las ventanas; y luego se fue a sentar a su silla Y ahí, por un rato permaneció en completo silencio. Y después de levantarse, dio una última mirada al salón. Y vio al gran reloj circular, el de la mirada eterna. Y le dijo: «Adiós mi fiel y viejo amigo,  ya no volveremos a vernos, por lo menos no en este salón. Gracias por tu tiempo.» 


Entonces, se dirigió a la puerta y apagó las luces. Pero en lo más recóndito de su ser aún había algo que le preocupaba y que no lograba recordar qué era. Por un instante,  él estuvo a punto de recordarlo: lo tenía en la mera punta del techo de la memoria. No se precipitó, y nuevamente caminó como siempre caminaba por aquel pasillo; cuando de súbito;  casi instintivamente, comenzó a tararear una canción, que a medida que la tarareaba había anunciado su absoluta presencia. Era una vieja balada que había olvidado por completo, y que siempre le había fascinado. Y su rostro se iluminó, porque era una música que solo él conocía, que nadie más había escuchado, y que por fin la había recordado. Su mente se pobló de bienaventuradas imágenes. Y pensó en todo lo que significaba aquella música cuya invasión súbita lo estremecía. Y que venía desde la ensoñación de una mirada abnegada, de una mano cálida y de la voz de la mujer que lo arrullo antes de que él tuviera un rostro. Sonrió, estaba feliz. Había recuperado una imagen del mundo, había encontrado una pizca de la verdad, había recobrado un átomo de su alma. Algo tembloroso y revelador que había estado sepultado por millones de palabras, por los mil añicos borrosos de la memoria, por las cuatrocientas imágenes huérfanas que se multiplicaban infinitamente; y que sigilosamente se reproducían enmascaradas por el millón de rostros del tiempo. Y aquel recuerdo que siempre se había resistido a emerger, irrumpía como un conquistador redentor que tocaba la canción de una puerta inmemorial, hogareña e inmediata. 


I am ready, se dijo entusiastamente Brandel, casi como alguien que se apresta a correr una carrera de 100 metros en menos de diez segundos, la carrera definitiva, el sprint final. Y mientras tanto, seguía caminando por el largo pasillo, cada vez más largo y más largo y más largo. Alejándose por aquel camino que cada vez era menos un pasillo y más un túnel. Y que parecía perseguirlo, pero que en realidad era él quien lo perseguía. Era él quien marchaba invicto, y continuaba caminando; cada vez más seguro, más imperturbable y más feliz. Siempre hacia adelante, siempre guiado por la música de su alma, y que avanzaba por aquel túnel que a cada paso se abría más; y que a cada instante, se volvía más transparente. Pero cuyo final —tan familiar, tan nítido y tan iluminado—, era como el subway de Boston. 




Créditos

Fuente: Del libro Cuentos profanos, © Plaza de las palabras 


Ilustración

El reloj,dibujo por Plaza de las palabras









Tres filósofos poetas: Lucrecio, Dante, Goethe. De George Santayana. Post Plaza de las palabras



En esta ocasión Plaza de las palabras presenta una aproximación acerca del  libro de George Santayana: Tres poetas filósofos, Lucrecio, Dante y Goethe. El pensador y filósofo George Santayana, quien nació en Madrid, pero era norteamericano por nacionalidad, y quien  hasta los 48 años dio clases en la universidad de Harvard. Escribió todas sus obras en ingles, fue alumno de William James, el filósofo del pragmatismo norteamericano. Y  como profesor de Harvard, tuvo de alumno a T.S. Elliot y Gertrude Stein, Wallace Stevens. Sus influencias filosóficas varían en grado e intensidad: James, Loatze, Spinoza, Hegel, Demócrito, Lucrecio. En el campo personal era agnóstico, en el horizonte de la filosofía escribió, los más formales y ambiciosos,  “La vida de la razón” y “El  reino  del ser”,  También escribió poesía y teatro. Su frase más conocida es “Los que olvidan el pasado están condenados a repetirlo”. En el ámbito literario escribió este libro atípico sobre tres grandes iconos de la cultura literaria como son Lucrecio, enraizado en un materialismo naturalista, Dante con su visión cristiana de cielo y del  infierno y Goethe, una de las cumbres del pensamiento romántico alemán. Y los tres seleccionados por Santayana tienen su razón de ser. En fin cristianismo y materialismo son dos corrientes filosóficas dominantes en nuestra era. En Dante se da el paso de la  filosofía medieval al renancentismo;  mientras que el materialismo de Lucrecio, siguiendo sus huellas tuvo una influencia en movimientos seculares y ateos como el marxismo, existencialismo y en numerosos pensadores del siglo XX. Por su parte el romanticismo con su proclama de la individualidad y la libertad de la imaginación contribuyo en la edificación del hombre moderno.


Mas inusual resulta la combinación de poetas y filósofos. En fin podemos pensar en forma separada en poetas o en filósofos, pero no es típico atribuirles un contenido más allá de sus alma mater oficiosa. Santayana de una forma amena y aguda va perfilando a estos pensadores, y develando desde su acuciosa observación los procesos mentales de estos autores. Por que esa simbiosis entre poesía y filosofía, en la mente de Santayana no era extraña. Para el lo mas alto de la filosofía siempre era poético. Y quizá en sentido contrario lo más elevado de la poesía en sus destellos aspiraba a ser filosófico o teológico.  Santayana era un curtido filosofo, más que un poeta. Pero da la clave de estudiar esa relación doblemente natural, pero también fantasmal, entre poesía y filosofía. En relación a la especificad de su obra: Tres filósofos poetas, su disposición mental era la de un  filósofo francotirador, y la mayoría de las veces acertaba en la diana del blanco de la poesía. Pero no fue  el único que abordo esa relación entre filosofía y poesía. Otros autores han tomado las armas en dicho contienda amigable. Entre otros, Heidegger y Nietzsche y mas contemporáneos Gadamer, Derrida, Deleuze. Aquí presentamos algunas observaciones de la  filosofa y escritora María Zambrano intenta “dilucidar la génesis común de la filosofía y la poesía, y la halla en una idéntica actitud primera ante el mundo: la admiración ante las cosas, el "pasmo extático" ante lo real”. Para María Zambrano, por ejemplo, “la filosofía es una búsqueda guiada por un método, de allí su querer ser, su historia universal; en cambio la poesía es un encuentro con el hombre concreto, individual, por eso es hallazgo, don, gracia”   Mantiene Zambrano la tesis que, “filosofía y poesía toman dos caminos divergentes; mientras que la filosofía se eleva a la conquista del saber por la abstracción, la poesía queda atada a las cosas, a las apariencias, a lo múltiple”.   Santayana aspira a encontrar en sus tres filósofos un puente que si bien no se da directamente, si posibilita vasos comunicantes. Si la filosofía es un sistema, la poesía es la intuición, la filosofía busca la verdad, la poesía desenmascarar la realidad. La filosofía es un largo aliento, la poesía un suspiro. La filosofía deviene en realidad y la poesía en sueño. Pero hay una diferencia fundamental, la filosofía se vale de la abstracción y la poesía de la inspiración. Ningún filósofo esperaría plantar su sistema como una inspiración.  Y ningún poeta intentaría escribir poesía como un sistema. Sin embargo, hay excepciones y las tres obras aqui reseñadas, cumplen esa misión. Son lo que la novela es a la Novela Total. Rerun Nature, La Divina Comedia y Fausto, son Poemas Totales. La filosofía es el tiempo como forma total y la poesía es la apoteosis del instante. Busca la filosofía la realidad de las cosas, la poesía aspira al hombre universal en lo cotidiano.  La filosofía es cimentada en los conceptos, la poesía en las metáforas. La filosofía es a largo plazo y la  poesía es inmediata, algo así como es la  pintura a la fotografía.  Pero además de divergencias y diferencias hay temas comunes tanto a la poesía como a la filosofía. En fin ninguna de las dos es una disciplina cerrada por su propia naturaleza, si bien la filosofía exige rigor y disciplina, la poesía es rebelde y volátil por naturaleza.

Lucrecio


(99A.C.-55 A.C).

Lucrecio: raro personaje del cual se sabe muy poco. Y colosal atleta del materialismo, pero que es más conocido por su obra que por su vida. De lo poco que se sabe es que termino en la locura y se termino suicidando. Escribió su obra cumbre De Rerum Nature, “La naturaleza de las cosas”, en sus momentos de lucidez. Y esto de la locura toca a los poetas, porque de locos y poetas todos tienen un poco. Pero la locura como tal ha rozado y roza en diferente grado de intensidad a los poetas. La misma naturaleza del oficio poético: lo onírico, la muerte, el amor son entradas gratuitas al Partenón Poético Recordemos, caso extremo a Holderlin uno de lo preclaros poetas del romanticismo alemán, vivió a voluntad propia encerrado en una habitación escribiendo la mitad de su vida incoherencias. No es que la razón o sin razón sea cualidad intrínseca de los poetas. Pero esta veta subyace en potencia en el oficio poético. Lucrecio era uno de esos,  era materialista y ateo, y en sus momentos de lucidez, genial. Cuyos precursores había sido las ideas de Demócrito y de los epicúreos. En su obra una especie de himno a la materia, en seis capítulos tira como un as de póker sus visiones poéticas. Su tocayo futuro  Holderlin, dice: "el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa” El hombre que sueña es el poeta, el hombre que piensa es el filósofo. Pero en esta dicotomía, en la poesía puede haber tanto pensamiento como lo hay en la filosofía. Y a su vez en la filosofía, en su momento de revelación,  puede saltar a la vista un arrebato de imágenes poéticas. Si todo se reduce, a que la filosofía se vale del concepto, la razón, los argumentos,  y la poesía de la inspiración, lo mítico, lo onírico. No se genera una lucha radical entre logos diferentes, el logos poético y el logos razón; en que en ambos en su momento de máxima intensidad se abrazan, y uno viene en ayuda del otro. La imagen de dos caballeros templarios en un caballo.
El poema. De Rerum Nature,  compuesto en 6 libros con 7040 hexámetros, que  estuvo por 1500 años perdido hasta que lo rescato un providencial bibliófilo renacentista. El poema proclama un mundo sin dioses, sin temor a la muerte, porque todo es uno y todo es átomos y vacio. De Rerum Nature es considerado el poema romano más notable. Precursor de la ciencia moderna. Y que influencio o a personalidades tan dispares como Copérnico, Giordano Bruno, Montaigne, Galileo y Francis Bacon, estos dos últimos, fueron quienes sentaron las bases del método científico. Cuenta Santayana que “Ha nacido el poeta Tito Lucrecio. Después de haber enloquecido a consecuencia de un filtro amoroso, y de haber escrito, en los intervalos de su locura, varios libros revisados por Cicerón, se suicido al  llegar a los cuarenta y cuatro años” (1)  Esto nos da dos observaciones tenemos un poeta que rondaba entre la lucidez y la locura y el segundo que éste, sea por lo que sea se suicido. No entraremos en especulaciones inacabadas,  he ahí dos hechos. Santayana hace lo mismo y deja que sea la obra del poeta la que asuma las únicas interpretaciones. Un término inmediato ubicar rápidamente a Lucrecio como un poeta naturalista; quizá el primero, una especie de poeta primigenio que se atreve abarcar el mundo desde sus causas físicas. Santayana dice “Lucrecio un poeta  de la naturaleza universal, estudiaba la verdad de toda las cosas”.(2)  “ El naturalismo es una filosofía de observación y de una imaginación que amplia lo observable” (3)  
Pero inmediatamente relaciona esa característica con la imaginación, a fin a todo poeta y obrero de la escritura. “Una concepción naturalista de las cosas es una gran obra de la imaginación (…) es una concepción adecuada para inspirar una gran poesía(4)  Mas adelante Santayana agrega  “El hombre que descubre los resortes secretos de las apariencias abre a la contemplación un segundo mundo positivo, la fragua de la naturaleza y sus activas profundidades (5). Según Santayana Lucrecio establece el primer atisbo que “las cosas tiene su poesía a causa de su propio movimiento y vida. Y no simplemente  porque nosotros las  hayamos convertido en símbolos” (6) Y aquí volvemos a la impersonalidad del poeta,  queda transmutada en su única obra, para Santayana, Lucrecio es “Lo más grande de este genio es la capacidad de perderse en su objeto, su impersonalidad (7). Resuenan las campanas, porque esa es la misión de todo gran artista, pero también una arista que con posterioridad allanaron otros artistas. Keats nos describe la capacidad del poeta de adentrarse en la cosa poetizada. Cortazar lo toma de Keats y intenta incorporarlo en sus cuentos.  También da Santayana un filón de ese malestar encontrado por escritores y filósofos del lenguaje, “Lessing la ineptitud del lenguaje para  interpretar lo que es espacial y material, su capacidad para traducir solamente  lo que, como el lenguaje mismo, es incorpóreo y fluido-acción, sentimiento y pensamiento (8).





Libro I Fragmento
Invocación a la diosa Venus. Creación y transformación de los átomos, naturaleza del alma; necesidad de vencer el temor a los dioses y a la muerte. Los átomos son compactos, eternos e indivisibles. El espacio y la materia son infinitos. El poeta como salud del alma, capaz de eliminar el miedo y los desbordes emocionales.
Engendradora del romano pueblo,
Placer de hombres y dioses, alma Venus:
Debajo de la bóveda del cielo,
Por do giran los astros resbalando,
Haces poblado el mar, que lleva naves,
Y las tierras fructíferas fecundas;
Por ti todo animal es concebido
Y a la lumbre del sol abre sus ojos;
De ti, diosa, de ti los vientos huyen;
Cuando tú llegas, huyen los nublados;
Te da suaves flores varia tierra;
Las llanuras del mar contigo ríen,
Y brilla en larga luz el claro cielo.
Al punto que galana primavera
La faz descubre, y su fecundo aliento
Robustece Favorito desatado,
Primero las ligeras aves cantan
Tu bienvenida, diosa, porque al plinto
Con el amor sus pechos traspasaste:
En el momento por alegres prados
Retozan los ganados encendidos,
Y atraviesan la rápida corriente:
Prendidos del hechizo de tus gracias
Mueren todos los seres por seguirte
Hacia do quieres, diosa, conducirlos;
Por último, en los mares y en las sierras,
Y en los bosques frondosos de las aves,
Y en medio de los ríos desbordados,
Y en medio de los campos que verdecen,
El blando amor metiendo por sus pechos,
Haces que las especies se propaguen.
Pues como seas tú la soberana
De la naturaleza, y por ti sola
Todos los seres ven la luz del día,
Y no hay sin ti contento ni belleza,
Vivamente deseo me acompañes
En el poema que escribir intento
De la naturaleza de las cosas,
Y dedicarle a mi querido Memmio,
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A quien tú, diosa, engalanar quisiste
En todo tiempo con sublimes prendas:
Da gracia eterna, diosa, a mis acentos.
Haz que entretanto el bélico tumulto
Y las fatigas de espantosa guerra
Se suspendan por tierras y por mares;
Porque puedes tú sola a los humanos
Hacer que gusten de la paz tranquila,

Ciencia y filosofía
Así como los niños temerosos
se recelan de todo por la noche,
así nosotros, tímidos de día
nos asustamos de lo mismo a veces
que despavorir suele a los muchachos.
Preciso es que nosotros desterremos
estas tinieblas y estos sobresaltos,
no con los rayos de la luz del día,
sino pensando en la naturaleza.

Dante


(1265-1321)

Dante Alighieri fue un poeta italiano, su obra cumbre es la Divina Comedia, compuesta de tres libros, cada uno con 33 cantos, armado en tercetos endecasílabos. Aunque también escribió la Vita Nuova, Apodado «el Poeta Supremo» (en italiano «il Sommo Poeta»).El nombre original de su obra, solo era “La comedia”, es Bocaccio quien le agrega la  “Divina”.
Para Santayana el amor es uno de los motivos del poeta Dante “Amor que mueve el sol y las demás estrellas” (9) Ya tenemos a los conocidos poetas del stil novo cuyo tema dominante era el amor virtuoso. Dice Santayana “el lenguaje del amor, es sin duda, habitual en las alegorías de los místicos, y era corriente en la poesía convencional de la época de Dante(10)  “el trasfondo y el punto de partida de todas las cosas es en Dante el I'Intellecto d'amore”  (11) Pero cuando habla de los filósofos poetas apunta “el valor de una idea para un poeta o un filosofo no radica en lo que contiene positivamente, sino en la actitud que lo hace adoptar ante la experiencia real” (12) Asimismo apunta Santayana la influencia enorme de pensadores como Aristóteles y los neoplatónicos en el engranaje de la Divina Comedia, que según Santayana sin estos pensadores, la obra de Dante hubiera sido Comedia  pero no divina.







En su visión platónica y cristiana, para Dante “El creador mismo era,  en esta visión un poeta  productor de alegorías(13) Acerca de los poetas Santayana da agudas observaciones y advertencias  “Entrégate, nos diría Dante. Entrégate completamente a un amor que no sea más que amor, y estarás ya en el infierno. Solo un poeta inspirado podría ser un  tan penetrante moralista. Solo un profundo moralista podría ser un y tan trágico poeta.” (14) “cuando un poeta no es insensato, la filosofía se incorpora de manera inevitable a su poesía, por cuanto se ha incorporado antes a su vida .O, mejor dicho, el detalle de las cosas y el detalle de las ideas se incorporan igualmente a sus versos cuando ambos se encuentran en el sendero que le ha conducido a su ideal” (15) Si dar valor imaginativo a algo es la tarea mínima de un  poeta, dar valor imaginativo a todas las cosas y al sistema de las cosas es evidentemente la máxima de su faena” (16)     Finalmente “Dante nos trasporta, con evidente fuerza, primero hacia la atmosfera de un amor visionario, y luego hacia la historia de su conversión, afectada por este amor o por la divina gracia que con él se identifica” (17)




Canto III Paraíso, fragmento  

“Aquel Sol que primeramente abrasó de amor mi corazón me había descubierto, con sus pruebas y refutaciones, el dulce aspecto de una hermosa verdad; y yo, para confesarme desengañado y persuadido, levanté la cabeza, tanto como era necesario a fin de declararlo resueltamente. Pero apareció una visión, la cual haciéndose perceptible me atrajo de tal modo hacia sí, que ya no me acordé de mi confesión. Así como a través de cristales tersos y transparentes o de aguas nítidas y tranquilas, aunque no tan profundas que se obscurezca el fondo, llegan a nuestra vista las imágenes tan debilitadas, que una perla en una frente blanca no la distinguirían más débilmente nuestros ojos, así vi yo muchos rostros prontos a hablarme; por lo cual caí en el error contrario a aquel que inflamó el amor entre un hombre y una fuente. En cuanto las distinguí, creyendo que fuesen imágenes reflejadas en un espejo, volví los ojos para ver los cuerpos a que correspondían; y como nada vi, los dirigí de nuevo hacia delante, fijándolos en mí dulce Guía, que sonriéndose despedía vividos destellos de sus santos ojos. - No te asombres porque me sonría de tu pueril pensamiento -me dijo-, pues no se apoya todavía tu pie sobre la verdad, y como de costumbre, te inclina a las ilusiones. Esas que ves son verdaderas substancias, relegadas aquí por haber faltado a sus votos. Por consiguiente, habla con ellas, y oye y cree lo que te digan; pues la verdadera luz que las regocija no permite que se tuerzan sus pasos. Y yo me dirigí a la sombra que parecía más dispuesta a hablar, y empecé a decirle, como hombre a quien su mismo deseo le quita el valor.




 - ¡Oh espíritu bien creado, que bajo los rayos de la vida eterna sientes la dulzura que no se comprende nunca si no se ha gustado! Me será muy grato que te dignes decirme tu nombre y cuál es vuestra suerte”. A lo que contestó pronta y con risueños ojos: - Nuestra caridad nunca cierra sus puertas a un deseo justo, siendo como aquella que quiere que se le asemeje toda su corte. Yo fui en el mundo una virgen religiosa; y si tu mente me contempla bien, no me ocultará a tus recuerdos el ser hoy la más bella, sino que reconocerás que yo soy Piccarda; colocada aquí con estos otros bienaventurados, soy como ellos bienaventurada en la esfera más lenta. Nuestros afectos a quienes sólo inflama el amor del Espíritu Santo, se regocijan en el orden designado por él, y nos ha cabido en suerte este sitio que parece tan bajo, porque descuidamos nuestros votos, y en parte no fueron observados. A lo que le contesté: - En vuestros admirables rostros resplandece no sé qué de divino, que cambia el primer aspecto que de vosotras se ha conservado. Por eso no fui más presto en recordar; pero ahora viene en mi ayuda lo que tú me dices, de suerte que me es más fácil reconocerte. Mas dime: vosotras que sois aquí felices ¿deseáis estar en otro lugar más elevado para ver más o para haceros más amigas? Sonrióse un poco mirando a las otras sombras, y en seguida me respondió tan placentera, que parecía arder en el primer fuego del amor:
- Hermano, la virtud de la caridad calma nuestra voluntad, y esa virtud nos hace querer solamente lo que tenemos, y no apetecer nada más. Si deseáramos estar más elevadas, nuestro anhelo estaría en desacuerdo con la voluntad de Aquél que nos reúne aquí; desacuerdo que no admiten las esferas celestiales, como verás si consideras bien que aquí es condición necesaria estar unidas a Dios por medio de la caridad, y la naturaleza de esta misma caridad. También es esencial a nuestra existencia bienaventurada uniformar la propia voluntad a la de Dios, de modo que nuestras mismas voluntades se refundan en una. Así es que al estar como estamos distribuidas de grado en grado por este reino, place a todo él, porque place al Rey cuya voluntad forma la nuestra. En su voluntad está  


Infierno Canto III. Fragmento
“Por mi se va a la ciudad del llanto; por mi se va al eterno dolor; por mi se va hacia la raza condenada; la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo eterno, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza! Vi escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una puerta, por lo cual exclamé: - Maestro, el sentido de estas palabras me causa pena. Y él, como hombre lleno de prudencia me contestó: - Conviene abandonar aquí todo temor; conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida gente, que ha perdido el bien de la inteligencia. Y después de haber puesto su mano en la mía con rostro alegre, que me reanimó, me introdujo en medio de las cosas secretas. Allí, bajo un cielo sin estrellas, resonaban suspiros, quejas y profundos gemidos, de suerte que al escucharlos comencé a llorar. Diversas lenguas, horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces altas y roncas, acompañadas de palmadas, producían un tumulto que va rodando siempre por aquel espacio eternamente oscuro, como la arena impelida por un torbellino. nuestra paz; ella es el mar adonde va a parar todo lo que ha creado, o lo que hace la naturaleza. Entonces comprendí claramente por qué en el Cielo todo es Paraíso, por más que la gracia del Supremo Bien no llueva en todas partes por igual. Pero, así como suele suceder que un manjar nos sacie, y que sintamos aún apetito por otro, de suerte que pedimos éste y rechazamos aquél, así hice yo con el gesto y la palabra para saber por ella cuál fue el tejido cuya lanzadera no continuó manejando hasta el fin. - Una virtud perfecta, un mérito eminente colocan en un cielo más alto a una mujer -me dijo-, según cuya regla se lleva allá abajo en vuestro mundo el hábito y el velo monacal, a fin de que hasta la muerte se viva noche y día con aquel esposo, a quien es grato todo voto que la caridad hace conforme a su deseo. Por seguirla, hui del mundo jovencita aún, y me encerré en su hábito, y prometí observar la regla de su orden. Posteriormente, algunos hombres, más habituados al mal que al bien, me arrebataron de la dulce clausura. ¡Dios sabe cuál fue después mi vida! ... Lo que digo de mí, entiende que lo digo asimismo de esta otra alma esplendente que se te muestra a mi derecha, y en quien brilla toda la luz de nuestra esfera; monja fue, y también le arrebataron de la cabeza la sombra de las sagradas tocas, pero cuando volvió al mundo, contra su gusto y contra ley, no se despojó jamás del velo de su corazón. Esa es la luz de la gran Constanza, que del segundo príncipe poderoso de la casa de Suabia engendró al tercero, última potencia de esta raza. Así me habló y empezó después a cantar Ave María, y cantando desapareció, como una cosa pesada a través del agua profunda. Mi vista, que la siguió tanto cuanto le fue posible, después que la perdió, se volvió hacia el objeto de su mayor deseo, y se fijó enteramente en Beatriz, pero ésta lanzó tales fulgores sobre mi mirada, que no los pude sufrir en el primer momento, por cuya causa tardé más en preguntarle.






Goethe


(1749-1832)

Johann Wolfgang von Goethe fue un poeta, dramaturgo, novelista y científico alemán, personaje cumbre del romanticismo alemán. Su principal obra es “Fausto”, escribió también la novela, “Los pesares de Werther”.  En el   entramado de  Santayana, hay tres puntos claves. El primero , “Goethe no fue un filosofo sistemático(18)  Para Santayana el Fausto no es un poema filosófico como el de Lucrecia o Dante,  “pero ofrece una solución  al problema moral de la existencia”  (19)  “Es un filosofo del experiencia tal como se le ofrece al individuo”  (20)  “es el filosofo de la vida” (21) El segundo, su estirpe romántica, “El Fausto seguía siendo esencialmente un poema romántico, escrito para permitir un desahogo a un genio fecundo y activo, para conmover el corazón, aturdir la mente, con un carnaval de imágenes”  (22)El valor de la vida radica  en la persecución  y no en el logro del fin perseguido; por lo tanto, todo es digno de ser perseguido y nada produce satisfacción, excepto ese mismo destino interminable (23) “Ser diverso, ser  indefinido e inacabado  es algo esencial a la vida romántica”  (24)  “ Sin importar lo alcanzado, nuestra insatisfacción debe ser completa”  (25) “Característico del espíritu romántico absoluto es el hecho de que cuando ha terminado de hacer algo  debe inventar una nueva empresa”  (26)  “Las almas de Rosseau,  Byron, Shelly  están preencarnadas en este Fausto, resumen de todas las rebeliones románticas. Allí coexisten con las almas de Paracelso y Giordano Bruno. Piensa que los aspectos salvajes  de la naturaleza derretirán  y renovaran  su corazón, en tanto que la magia le revelara los misterios de las leyes cósmicas y le ayudaran a explotarlos(27) El tercero, es que Goethe, en toda su filosofía de la vida es influenciado por Spinoza. (28)
"Si el libro FAUSTO, desde el principio hasta el fin, no hace referencia a un estado sublime, épico; si no obliga al lector a remontarse por cima de sí mismo, excuso decirlo. Creo sinceramente que una inteligencia despejada, un entendimiento recto y lúcido tendrán que trabajar no poco para hacerse dueños de todos los secretos que he involucrado en mi poema." GOETHE. (de una carta de Goethe a Zelter.)”



Fausto

"El FAUSTO es un tema inconmensurable, y vanos serán todos los esfuerzos que haga el ingenio para penetrarlo del todo". GOETHE. (Conversaciones de Goethe con Eckermann, 3 de enero de 1830.)”
PROLOGO EN EL CIELO
EL SEÑOR, LAS MILICIAS CELESTES y luego
MEFISTÓFELES
LOS TRES ARCÁNGELES se adelantan
RAFAEL
El Sol, según antigua usanza, deja oír su canto en
competencia con sus hermanas las esferas, y con la rapidez
del rayo sigue su prescrito curso hasta el fin. Su vista
infunde fortaleza a los ángeles, aunque ninguno pueda
profundizarlo. Las obras sublimes hasta lo inconcebible son
espléndidas como en el primer día.
GABRIEL
Y rápida, con inconcebible rapidez, gira en derredor la
magnificencia de la Tierra, alternando los esplendores
paradisíacos con la noche profunda llena de espantos. Salta
espumante el mar en anchas oleadas al batir los profundos
cimientos de las rocas; y rocas y mar son arrastrados en el
raudo curso eterno de las esferas.
MIGUEL
Y rugen a porfía las tormentas desde el mar a la tierra y
desde la tierra al mar, formando furiosas en torno una cadena
de la más profunda acción. Relumbra el rayo devastador
precediendo en su vía al estampido del trueno. Mas tus
mensajeros, Señor, veneran el apacible curso de tu día.
LOS TRES
Tal espectáculo infunde fortaleza a los ángeles, aunque
ninguno pueda profundizarte; y todas las sublimes obras
tuyas son espléndidas como en el primer día.
MEFISTÓFELES
Ya que de nuevo te llegas acá, Señor, y preguntas cómo
andan las cosas entre nosotros, y ya que en otro tiempo solías
verme con agrado, aquí me ves también entre la servidumbre.
Perdona, yo no sé expresarme con palabras altisonantes,
aunque me escarnezca el corro entero. Mi jerigonza te
movería ciertamente a risa si no hubieras perdido la
costumbre de reírte. Del sol y de los mundos, nada sé yo que
decir, y, sólo veo como se fatigan los mortales. El raquítico
dios de la tierra sigue siendo de igual calaña y tan
extravagante como en el primer día. Un poco mejor viviera si
no le hubieses dado esa vislumbre de la luz celeste, a la que
da el nombre de Razón y que no utiliza sino para ser más
bestial que toda bestia. Se me figura, dicho sea con perdón de
vuestra Señoría, uno de esos cigarrones de largas patas, que
sin cesar vuelan y saltan volando y cantan invariablemente en
la hierba su vieja cantinela. ¡Menos mal si pudiera siempre
estarse quieto en la hierba! No hay inmundicia donde no
meta la nariz.
EL SEÑOR
¿Nada más tienes que decirme? ¿Has de venir siempre a
inculpar? ¿Nunca hay para ti algo bueno en la tierra?
MEFISTÓFELES
No, Señor; encuentro lo de allá deplorable como siempre.
Lástima me dan los hombres en sus días de miseria, y hasta
se me quitan las ganas de atormentar a esa pobre gente.
EL SEÑOR
¿Conoces a Fausto?
MEFISTÓFELES
¿El doctor?
EL SEÑOR
Mi siervo.
MEFISTÓFELES
¡Singular manera tiene de serviros, a fe! No son terrenas la
comida ni la bebida de ese insensato. El frenesí le impulsa a
lo lejos, y sólo a medias tiene conciencia de su locura. Pide al
cielo sus más hermosas estrellas y a la tierra cada uno de sus
goces más sublimes; y ninguna cosa, próxima ni lejana, basta
a satisfacer su corazón profundamente agitado.
EL SEÑOR
Aunque ahora me sirve sólo en medio de su turbación,
presto le guiaré a la claridad. Bien sabe el hortelano, cuando
verdea el arbolillo, que la flor y el fruto serán su adorno en
años venideros.
MEFISTÓFELES
¿Qué apostáis? Aun le perderéis si me dáis licencia para
conducirle poco a poco a mi camino.
EL SEÑOR
En tanto que viva sobre la tierra, no te sea ello vedado. El
hombre yerra mientras tiene aspiraciones.
MEFISTÓFELES
Así, os lo agradezco, porque con los muertos nunca me
ha gusta-do meterme. Prefiero las mejillas carnosas y frescas.
No me vengan a mí con cadáveres. Me pasa lo mismo que el
gato con el ratón.
EL SEÑOR
Pues bien, séate ello concedido. Desvía de su origen este
espíritu, y si en él puedes hacer presa, llévatelo contigo por tu
senda abajo; pero caiga sobre ti la confusión si te ves
obligado a confesar que, en medio de su vago impulso, el
hombre bueno sabe discernir bien el recto camino.
MEFISTÓFELES
Perfectamente; sólo que no durará esto mucho. No paso
el menor cuidado por mi apuesta. Si me salgo con la mía,
permitidme que a mis anchas goce yo de mi triunfo. Tendrá
que comer polvo, y con delicia, como mi prima, la famosa
serpiente.
EL SEÑOR
Puedes aparecerte, pues, también a tu albedrío jamás odié
a tus semejantes; de todos los espíritus que niegan, el burlón
es el que menos me molesta. Harto fácilmente puede relajarse
la actividad del hombre, y éste no tarda en aficionarse al
reposo absoluto. Por esta razón le doy gustoso un
compañero que, debiendo obrar como diablo, le incite y
ejerza influencia sobre él. (A los Ángeles). Pero vosotros,
verdaderos hijos de Dios, regocijaos en la espléndida belleza
viviente. Que lo Evolutivo que perpetuamente obra y vive,
os circunde con dulces barreras de amor, y a lo que se cierne
en el aire cual flotante aparición, dadle fijeza con
pensamientos duraderos.
(El cielo se cierra. Los Arcángeles se dispersan).



Epilogo de Santayana
Santayana concluye que “Goethe es el poeta de la vida; Lucrecio, el poeta de la naturaleza; Dante el poeta de la salvación”. (29)Lo que seria deseable, lo que constituiría un verdadero poeta filosofo, seria la unión de las instituciones y los dones poseídos por nuestros tres poetas” (30). “Quien será el poeta de esta nueva visión” (31).Detente, pues eres tan hermosa(32).Verso que evoca al “Ella pasa” , (She to pass), de los románticos ingleses, pero también esa inmovilidad del “Detente”, la fotografía del momento decisivo del Henry Cartier Bresson, y la impresión que se respira_ de tiempo suspendido_ en los ilustraciones de la Divina Comedia de Gustave Doré; o para dar una paso más, el arrebato intemporal que irradia  la escultura de Lorenzo el Magnifico (El Pensador)  de Miguel Ángel.    

Epilogo de Plaza de las palabras

“Sol, detente” Josué 10:12






(1863-1952)



Bibliografía
George Santayana, Tres poetas filósofos. Lucrecio, Dante, Goethe. Diálogos en el Limbo. Editorial Porrúa, No 645, 1994,186 páginas.  
Web
Lletra de done. Para todas las citas de María Zambrano, ver C:/Users/usuario/Documents/zzfilosofia%20y%20poesia/relacion%20poesia%20filosofia/Filosof%C3%ADa%20y%20poes%C3%ADa%20_%20Drupal.html
Notas Bibliográficas con base al libro reseñado
1. Santayana, George, Tres poetas filósofos. Diálogos en el Limbo. Editorial Porrúa, No. 645,1994.pp11
2. Idem, 34
3. Idem.19
4. Idem, 12
5. Idem, 14
6. Idem, 19
7. Idem, 18
8. Idem, 32
9. Idem, 51
10. Idem, 53
11. Idem, 55
12. Idem, 54
13. Idem, 59
14. Idem, 66
15. Idem, 69
16. Idem, 74
17. Idem, 73
18. Idem, 75
19. Idem, 76
20. Idem, 77
21. Idem, 77
22. Idem, 76
23. Idem106
24. Idem, 108
25. Idem, 83
26. Idem, 99
27. Idem, 83
28. Idem, 75
29. Ídem, 109
30. Ídem, 113
31. Idem, 115
32. Idem, 102
Poemas y traducciones
Lucrecio, www.ladeliteratura.com.uy.  Dante, www.ladeliteratura.com.uy .Goethe,
Traduccion Lucrecio, D. José Marchena. Librería Hernando y Cía.; Madrid, 1918.  
Ilustraciones
Fotos de los autores reseñados con base a wikipédia e Imagen Google. Portarretrato de Dante, por Sandro Botticelli, retrato de Goethe, por Joseph Karl Stieler (1828).  
De rerun nature, portada,  www.ladeliteratura.com.uy  
El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli
Comincia la Comedia, 1472
Dante and Beatrice ascend to the sphere of Mars.Creator: Doré, Gustave Date: c.1868 Medium: engraving Source: The vision of Purgatory and Paradise by Dante Alighieri (London and New York: Cassell, Petter, and Galpin [1868?]. Associated People:
The sparkling circles of the heavenly host. Creator: Doré, Gustave Date: c.1868 medium: engraving Source: The vision of Purgatory and Paradise by Dante Alighieri (London and New York: Cassell, Petter, and Galpin [1868?]. Associated People.
Dante y Beatriz,  Gustave Dore.
Entrada al infierno, canto III, William Blake, poeta y grabadista ingles
Portada de Fausto en arabesco y figuras,  Peter Cornelius 1811-1816, blog Odisea 2008, Ilustraciones del Fausto de Goethe
Noche de walpurgis, Fausto dirigido por Mefistófeles, Peter Cornelius, 1811-1816, Blog Odisea 2008, ilustraciones del Fausto de Goethe.   
Foto de George Santayana, 1936, Wikipedia