El
ocaso de la tristeza
Es un hecho que la
tristeza está condenada a desaparecer. Las situaciones que nos pone la vida
moderna, especialmente la actividad incesante que genera y su altísima velocidad, dificultan cada vez más la percepción o la experiencia de este
sentimiento que tuvo una vida fugaz (hablando en términos de literatura) en la
conciencia o en la atención de los hombres. Cada día los tristes se vuelven más
raros y si acertamos a encontraron con uno su condición de triste se nos
mostrará como resultado de la multitud de constricciones que por todas partes
amenazan su tristeza, y más que un triste veremos a un raro. Pero si la
tristeza ha perdido el dominio de la literatura no así el del alma humana. Lo
que pasa es que ya no hay tiempo ni fijeza de la atención para percibir esa
modulación tan tenue del tono anímico cuando pasa de do mayor a re menor.
Tal vez por snobismo o
por ignorancia se prefiere llamar neurastenia, depresión, spleen, melancolía,
tedio, fatiga, mala digestión, tiempo nublado, blues a la simple y sencilla
tristeza. Pero la neurastenia se cura con vitamina B, la depresión con vino, la
fatiga con reposo, el spleen con carcajadas, la mala digestión con bicarbonato,
el tedio y el mal tiempo se evitan con la televisión o en el cine, la
melancolía se cultiva por su enorme valor y prestigio literario. Sólo la
tristeza es incurable; pasa, pero llevándose consigo el secreto de su causa y
el recuerdo de su efecto, sin dejar huella alguna de cuándo volverá. No atiende
a su presencia ninguna circunstancia orgánica o exterior y la tristeza puede
darse en cualquier sistema nervioso, en cualquier tubo digestivo y en cualquier
día del año. Aunque no es impeditoria del trabajo cotidiano si es que éste
existe, prefiere la cercanía de los ociosos y de los solitarios. La tristeza
demasiado sociable o demasiado pública produce una impresión de impudicia y su
manifestación, si no es a través de formas muy refinadas, denota un carácter
afeminado en los hombres, frígido en las mujeres y vulgar y lastimoso en los
artistas.
La tristeza propicia el
cultivo de algunos géneros literarios; principalmente el del llamado
"diario íntimo" o " confesiones", que constituyen, por así
decirlo, la forma que la vida secreta reviste para presentarse en público, ya
que es un sentimiento que pone al ánimo en relación con cualquier cosa; una
flor o una estrella convocan por igual este secreto común a todos; secreto a
voces que es la sustancia de toda la literatura de confidencia. Como generadora
de escritura, la tristeza parece ser un invento alemán. El sentimiento de
Weltschmerz (dolor del mundo) inexplicable obtiene se expresión culminante en
obras como Werther, cuyas páginas no solamente describen el sentimiento de
tristeza sino que, en su momento, también la produjeron masivamente entre sus
lectores. Pero Goethe no era triste. Era demasiado mundano y demasiado
analítico para no contemplar la tristeza como algo exterior o ajeno a él y de
considerarla con el mismo criterio con que analizaba una muestra geológica o un
fragmento de estatua.
En el curso hacia la
máxima subjetivización de la concepción original de Goethe la tristeza sufre
las más inauditas metamorfosis -en prosa y en verso- a lo largo de todo el
siglo diecinueve. La más evidente de las transformaciones es la del nombre,
siempre impreciso, con que se la va conociendo, como si en esa inconexión entre
el nombre y la cosa se cifrara su misterio o su explicación: mal de Werther,
enui, spleen, tedio, caffard, clorosis, neurosis, etcétera, ninguno de los
cuales expresa cabalmente la naturaleza del estado de ánimo que nombran mejor
que él término original.
Entre Los sufrimientos
del joven Werther y Tristesse d'eté la tristeza sigue el camino de toda la
carne, pero en sentido contrario: en Goethe mata; en Mallarmé, paradójicamente,
la tristeza es a la vez efecto (Brise marine) y causa (Tristesse d'eté) de la
concupiscencia. Lo que para Goethe es un fenómeno, para Baudelaire será una
sensación y para Mallarmé la sombra o la ausencia de una sensación.
Podría decirse que el
defecto principal de la tristeza es su carencia de interés o de substancia. Los
celos producen un Otelo; la ambición una Lady Macbeth; la sensibilidad
exacerbada un des Esseinte, pero los tristes pueblan el inmenso territorio de
la literatura en calidad de personajes ínfimos.
Escribo. Escribo que
escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que
escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo
recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y
escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía
escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que
escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito
que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo
que me veo escribir que escribo.
(Salvador Elizondo, El
grafógrafo)
Es bien sabido –y el testimonio de Paul
Valéry lo confirma en la más elaborada de sus Histoires brisées–
que nadie se ha aventurado más de unas cuantas leguas a lo largo de ese brazo
de arena finísimo que se extiende hacia el sur desde la isla de Xiphos y que se
supone o bien que no termina nunca o que se ensancha y se convierte en otra
isla o casi isla que la conseja o la leyenda nombran Metaxiphos. De hecho la
existencia conjetural de esta península remotísima ha dado lugar al más
desaforado tráfico de leyendas que los xipheños, astutos comerciantes, tratan
de capitalizar. Las agencias de viajes ofrecen visitas guiadas a Metaxiphos,
pero los propios turistas deciden o imploran, después de algunas horas de
viaje, volver a Xiphos. Abundan los testimonios falsos que bajo todas las
formas literarias conocidas se contradicen radicalmente entre ellos y por lo tanto
no son dignos de confianza, así que escojo entre las que han llegado a mis
manos la única que tiene la descarada pretensión de ser una publicación
oficial, printed and made in Metaxiphos; su distribución, dice, es
gratuita. Se trata de una Guía de los museos de Metaxiphos. En una
breve introducción firmada por el Cuidador General de los Museos se nos informa
que en Metaxiphos no hay nada, solamente museos. Luego vienen sumariamente
descritas las colecciones, ahorrando al visitante o al lector las enervantes
enumeraciones o las referencias eruditas incomprensibles al turista sensuel
moyen. Resumo y compendio a continuación la descripción de las principales
colecciones.
El folleto comienza con la descripción
del Museo Analógico. No dice cuándo fue fundado ni por quién. En él se exhibe
una rica colección de cosas ficticias, objetos artificiales, obras apócrifas,
documentos falsos, imitaciones tan perfectas que es imposible distinguirlas de
sus modelos más que por la discriminación y la diferenciación minuciosa de su
materia, su forma y su función que entre ellas están trastocadas y confundidas.
El diorama llamado “Guillermo Tell” nos muestra una flecha y una manzana; la
flecha es de la materia frutal de la manzana y ésta es de hierro, madera y
plumas. Asimismo se conservan allí algunos objetos –no muchos– que a pesar de
ser ficticios no difieren de los originales no en la forma ni en la función ni
en la materia y algunos –pocos pero muy interesantes– en que estas cualidades
son sometidas a sutilísimas combinaciones. Hay también muestras de objetos
idénticos de forma y función pero de materia diferente: un par de hachas, una
de hierro y otra de corcho que no difieren una de la otra ni siquiera por el
peso.
En el Museo Poético-Filosófico se
guardan las concreciones sensibles de las imágenes, nociones o figuras
abstractas. El bibelot abolido, el binomio de Newton y la estatua de Condillac,
son según la Guía, las piezas más notables que guarda este museo.
Esta última es la materialización animada de todas las operaciones de los
sentidos, lo que da por resultado una figura constantemente cambiante y
movediza que al mismo tiempo que se transforma y se agita va describiendo en la
lengua de los mathematikoi la realidad del mundo según los
estímulos que se generan en un teclado como el de un piano. La estatua de
Condillac interpreta, por así decirlo, la danza de las sensaciones puras, sin
sujeto que las experimente.
El más grande de los museos de
Metaxiphos es el Museo de la Realidad. Sus vastísimas colecciones están compuestas
únicamente de objetos que no tienen ningún interés, objetos sin importancia y
sin sentido, cosas cualesquiera. Los objetos que allí se exhiben no carecen de
cualidades sensibles y hay una gran variedad de ellos, pero ni sus cualidades
ni sus cantidades son suficientes para despertar el interés del visitante. Si
ocurriera que algunos de esos objetos inanes despertara el interés de alguien
cualquiera, entonces sería inmediatamente trasladado al museo que le
corresponde. Supongamos que una manzana cualquiera sugiere al visitante la idea
de que los cuerpos se atraen en razón directamente proporcional al producto de
sus masas e inversamente al cuadrado de la distancia que los separa, entonces
esa manzana es exhibida en el Museo Poético-Filosófico con el nombre de “La
manzana de Newton”.
Hay también el Museo de las Cosas Pías.
No encontraría el visitante en el de la Realidad ninguna de las cosas que se
guardan en éste, aunque la mayor parte proviene directamente de la naturaleza.
Ellas se distinguen en la realidad por la propiedad que tienen de no ser
fácilmente distinguibles: las cosas de forma y accidentes difusos e imprecisos
las cosas moteadas, jaspeadas y pintas; guijarros, plumajes, conchas, huevos,
pelambres, así como pinturas de Seurat y de Vuillard. Hay una espléndida
colección taxidérmica con todos los animales de pelambre tabí, desde el rocín
de don Quijote hasta el gato de Cheshire.
Sin duda uno de los museos más
interesantes de Metaxiphos sería el Museo Idumeo. Se conservan allí vestigios y
huellas de seres y cosas anteriores a nuestro mundo: instrumentos
inexplicables, ostraka decorados con grecas rojas, pequeños
fósiles incunables. La antigüedad de estos objetos es tanta que su puro
contacto directo es letal. Se exhiben, no sin provocar una sensación dolorosa e
inquietante al espectador, en vitrinas selladas.
Otro, el Museo Técnico, guarda
especímenes mecánicos y gestuales de técnicas puras. Se exhiben allí
complicadísimas máquinas y aparatos que no sirven para nada o cuya función
nadie conoce. Algunas de ellas son puestas en marcha en días fijos. (Consultar
en la administración el programa mensual). Otra sección contiene los dioramas
que ilustran diversas técnicas manuales y corporales que no tienen sentido ni
utilidad alguna: la tauromaquia sin toro, la cirugía sin paciente, elshadow-boxing,
el ajedrez contra sí mismo y una vasta colección de técnicas antiguas para la
resucitación de los muertos, algunas de ellas a cual más pintorescas.
El Museo en Sí viene a ser como el
arquetipo último de todos los museos. De hecho es un museo de sí mismo o un
museo que tiene por objeto mostrarse tal cual. Todos los muros, el plafón y el
piso son de espejo. Por lo demás, está vacío. El visitante se convierte en el
objeto expuesto, un objeto que se muestra y se contempla a sí mismo en calidad
de pieza e museo.
El recinto llamado Mnemothreptos
alberga tres colecciones: una, muy extensa y heterogénea, de cosas olvidadas;
otra pequeña, pero muy selecta de cosas inolvidables. Los ejemplares de estas
dos colecciones no tienen materia y parecen estas apenas como sugeridos. No se
manifiestan sensiblemente con toda precisión más que cuando recordamos las
primeras o cuando olvidamos las segundas. La tercera sección –muy interesante–
contiene el Diorama Sinóptico que exhibe una exquisita colección de cosas
inolvidables ya olvidadas.
Saliendo del Mnemothreptos a mano
derecha se extiende el pequeño Arborium en el que se conservan algunos
ejemplares particularmente notables por la propiedad que tienen de producir en
quien se pone a su sombra la sensación de estar en otra parte, de estar en el
lugar de origen de cada árbol. Así, hay una higuera en cuya fronda el visitante
se siente estar en la India y puede oír, en el frotamiento de sus hojas, correr
las aguas del Ganges.
En seguida del Arborium hay otro museo,
no muy grande. Es el Museo de lo Imposible. En él se conserva la realización o
la demostración de cosas y operaciones imposibles: la trisección del ángulo por
procedimientos geométricos, la acción a distancia, la creación ex nihilo,
la escritura inmediata, el mind reading y la fórmula para
determinar los números primos. En todos los casos se trata de simulacros y
conjuros que hacen que esas operaciones sean posibles, pero sólo
aparentemente. Fuera del museo es imposible aplicar los procedimientos que
se demuestran en su interior, como si las leyes que los determinan y los rigen
no tuvieran ninguna validez fuera de él. Un reloj dotado de movimiento perpetuo
da puntualmente la hora.
El Museo Heteróclito exhibe
las piezas excedentes de los demás museos de Metaxiphos menos el de la
Historia, pero sin orden alguno. La ausencia de clasificación y rotulación de
los objetos hace que se nos revelen sorpresivamente por sus cualidades
esenciales más que por su ordenamiento dentro de un conjunto discreto o por su
mero nombre. Este museo debe visitarse al final con objeto de poder re-conocer
los objetos más característicos. Las muestras ilustran el principio de
desclasificación de las cosas que aquí se exhiben tal que en sí mismas la
eternidad al fin las transforma.
Cabe mencionar por último el que
seguramente es el más interesante de Metaxiphos: el Museo de la Historia, un
pequeño edificio dispuesto en forma de anfiteatro cubierto en el que sólo se
conserva el cronostatoscopio o “cámara de Moriarty” que sirve para condensar la
luz que regresa…
(Camera lucida, Fondo de Cultura
Económica, México D.F., 2002, p. 155-160).
Acerca de estos anuncios
CRÉDITOS.
Fotografía http://www.difusioncultural.uam.mx/casadeltiempo/86_mar_2006/casa_del_tiempo_num86_78_80.pdfoagazine.com.
Textos
El ocaso de la tristeza http://www.lamaquinadeltiempo.com/elizondo/ocaso.htm
El grafografo http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=131&limitstart=1
Los Museos de Metaxiphos://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/los-museos-de-metaxiphos/
Los Museos de Metaxiphos://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/los-museos-de-metaxiphos/
Ilustraciones: Plaza de las palabras