Texto
A manera de titulo: Sobre héroes, tumbas e historia.
General Francisco Morazán (3 octubre de 1792-15 de septiembre de 1842).
Extractos
*
“Concluido
el trabajo histórico, la cuestión de los héroes, es para el ciudadano común
cuestión de alcances y esencialidades. Cada quien tiene sus propios héroes. Si
la posibilidad se me diera, para seleccionar a tres personajes de la historia de
Honduras; elegiría en primer término a un maya, pero no a un gobernante, ni a
un sacerdote. Elegiría a uno de esos jugadores de pelota que en cada juego
arriesgaba la vida. No deja de haber algo heroico y terrible en el pueblo maya.
Sobre sus gobernantes guardo las reservas que mantengo sobre todos los
gobernantes. Siempre me los he imaginado dando ordenes. Si bien a veces llenos
de zozobras, igualmente rutinarios. La vida de Alejandro Magno transcurrió
entre ideas dispersas y masacres continuas. No hay emperador o gobernante
antiguo que no se haya levantado sobre ríos de sangre. Nunca me ha impresionado
la vida de los gobernantes; salvo raras excepciones, son terriblemente burdos y
permanentemente sórdidos. Me apasionó más la vida de Cicerón “Columna de
hierro” de Taylor Cadwell que la vida de los césares. Posiblemente sea más
fructífera la vida de Sinuhé, el egipcio, de Mika Waltari, que la divinidad de
todos los faraones de Egipto.
Me
maravillan los ancestrales mayas que arrastraron, por pedregosos caminos las
pesadas piedras de las estelas; como aquellos pobladores que desde las Canteras
de Eveque, recorrían un camino de 5
millas, en absoluto silencio, arrastrando los pesados vagones, cargados de
hermosas piedras grises; con que se erigió la catedral gótica de Chartres, y
que Henry Adams describe en su brillante ensayo sobre la virgen de Chartres. De
los mayas me fascinan más las manos que “cincelaron el rostro del tiempo” y
esculpieron los rostros toscos y lejanos de sus gobernantes. Y quizás en esas
manos de escultores de estelas y constructores de catedrales, yacen dormidas
múltiples historias.
Un
segundo héroe lo sacaría de las gestas morazánicas. Quizás un harapiento y
famélico soldado de nombre incierto. Posiblemente analfabeta, con una mujer en
la sierra, fiel y mísero siguiendo la sombra del caudillo. Nuestro héroe muere
anónimamente en la batalla de la Trinidad. Y ahí mismo, al olor de los pinos su
cuerpo es enterrado junto con otros cadáveres. Su mujer se cansa de esperarlo. Él, por supuesto no vuelve. Y ahí también hay otras historias. Nunca he leído o
escuchado que las mujeres siguieran a los hombres en las luchas morazánicas: ¿olvido
u omisión? (Pag. 54, 55,56).
**
“Cada quien tiene el derecho a
imaginarse la historia como más le plazca. Como la mayoría de los hondureños,
solo conozco de la vida de Morazán los datos elementales que sabe el hondureño
común. A saber: Que nació en Tegucigalpa y fue fusilado en Costa Rica. Las
fechas en alguna parte del proceso. Su tumba en El Salvador. Desconozco los
detalles de su muerte, salvo que fue fusilado. Pero bien pudo suceder así:
solo, sin un céntimo en la bolsa, quizás tenso pero resuelto, sale del
calabozo, y avanza hacia el paredón, alzando la vista al trashumante cielo.
Vuelve la mirada a un pequeño grupo y cree distinguir entre la multitud de
curiosos, el rostro cálido de algún recuerdo. Sabía que aquellos que le dispararían
no eran los verdaderos asesinos. Había escrito hace poco su testamento. Vio las
vacilantes manos que alzaban los fusiles, observó los inciertos ojos de
aquella soldadesca, y les incitó a dispararle. Sabía que aquellos hombres de
rostros cansinos, sólo eran instrumentos de una realidad más profunda o signos
de un arcano lenguaje. Quizás, ya parado frente el pelotón, pensó en los
rostros luminosos del pasado; y vislumbró entre cielos los rostros del futuro,
mientras un suave viento le acercaba al oído el rumor de canciones de quienes
lo arrullaron en la cuna. Sonaron los disparos, fue un golpe seco y un hilo
delgado de ceniciento humo se alzó hacia arriba, rompiendo en dos el arisco
cielo; y un puñado de palomitas asustadas, al unísono aleteando, alzaron el
vuelo desde un tejado cercano. Y un cuerpo cayó al suelo, no como cae un pecador,
ni como cae un santo, sino como se desploma un sueño”. (Pag.57-58).
***
“En
fin, en esto de tener héroes, y dado el vertiginoso mundo en que vivimos, y el
torrente de cosas que asolan este pedazo de universo llamado Honduras, bien
podría aparecer hoy mismo el General Morazán y sería muy poco lo que podría
hacer por cambiar las cosas o cambiar la “reality”
como dicen los sociólogos norteamericanos. Quizás un poco más de lo que
ciudadanos comunes y corrientes, como usted que me lee o como yo que escribo esto.
Si Morazán hubiera vuelto y aparecido de carne y hueso en cualquier tiempo de
este desventurado y venturoso siglo; posiblemente, con buena suerte, hubiera
terminado en el anonimato o la miseria. A menos que a alguno de nuestros
improvisados gobernantes lo hubieran iluminado, no todos los dioses, sino un
Dios, y hubieran nombrado a Morazán como Ministro de Educación. Es ilustrativa
la declaración de Gorbachov, hace un par de años, en el sentido de que si
Jesucristo retornara, le costaría gobernar un mundo tan complejo y caótico como
el nuestro”. (pag.61).
“A
Bolívar ese otro prócer hispanoamericano, soñador y forjador de sueños, y
quien en una escena dramática del cuadro “El Sueño de Bolívar”, en la casa de
Bolívar en Caracas, refleja la situación claramente: agobiado por sus
incesantes luchas y anegado por sus incertidumbres. En la cima del Chimborazo,
se le apareció el Poderoso Señor de la Historia, y viendo a Bolívar en aquel
estado calamitoso y sabedor de sus profundas aflicciones le dice: “Está bien
que te preocupes por esas cuitas de la unidad de los pueblos; pero recuerda
que hay un millón de cosas más importantes en el universo”. Aún recuerdo de mis
años escolares, los solemnes rostros y el enorme respeto que los niños colombianos
le tenían a Bolívar, al visitar la Quinta de Bolívar, bajo las faldas del Cerro
Montserrat en Santa Fe de Bogotá. Para ellos Bolívar estaba vivo, no era una
idea abstracta ni una idea remota anclada en el pasado, su presencia se sentía
por doquier.
Con todo pienso que si me dieran la oportunidad de elegir un héroe para los fines de este desventurado fin de siglo o de inicios de nuevo milenio, elegiría a San Francisco de Asís. Aquel, que sin derramar una sola gota de sangre, ni provocar una sola lágrima, cambió no un país, una región o un continente; sino que transformó toda la civilización occidental. Poseedor de un espíritu tan sencillo como las vocales del abecedario y una mente tan moderna como el fax. Pienso, como también pensó Camus bajo el ardiente sol de Argel: “Puede mas el poder del espíritu que el poder de la espada”. (Pag.61-62)
Con todo pienso que si me dieran la oportunidad de elegir un héroe para los fines de este desventurado fin de siglo o de inicios de nuevo milenio, elegiría a San Francisco de Asís. Aquel, que sin derramar una sola gota de sangre, ni provocar una sola lágrima, cambió no un país, una región o un continente; sino que transformó toda la civilización occidental. Poseedor de un espíritu tan sencillo como las vocales del abecedario y una mente tan moderna como el fax. Pienso, como también pensó Camus bajo el ardiente sol de Argel: “Puede mas el poder del espíritu que el poder de la espada”. (Pag.61-62)
Fuente: del
ensayo: La otra Historia o la Historia de
los espejos, del libro de Mario A. Membreño Cedillo, (ensayos escritos entre 1999-2002) Estado Poder e Identidad. Ensayos (100 pp.Litografia Lopez,Tegucigalpa, Honduras, 2013).