Página 10. 24 Comentarios a Una lectura bien hecha de Georges Steiner. Segunda parte. Post Plaza de las palabras.





Plaza de las palabras, continúa con su sección Página 10, dedicada al ensayo literario, en esta ocasión presentamos 24 Comentarios a Una lectura bien hecha, del crítico literario, especialista en literatura comparada,  George Steiner (1929), de nacionalidad francesa y estadunidense. La entrada está dividida en dos partes. La primera parte, (y primer post) incluye el ensayo integro por George Steiner: Una lectura bien hecha,  ya presentado  y  la segunda parte, que es la que ahora presentamos: 24 Comentarios y sobre el ensayo: Una lectura bien hecha de George  Steiner,  elaborado por  Plaza de las palabras. 

Segunda parte

Mario A.Membreno Cedillo


24 Comentarios sobre el ensayo: Una lectura bien hecha de George  Steiner. Por  Plaza de las palabras.

«in interiore
homine habitat Verita».  
San Agustín
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Parte George Steiner de dos ejemplos, sobre la lectura del libro La Voluntad y la representación del mundo del filósofo alemán Arthur Schopenhauer. El primer lector es un cabo de la primera guerra mundial, quien lleva en su mochila un ejemplar de dicha obra. El cabo es Adolf Hitler, el segundo lector es el novelista alemán Thomas Mann. Ambos lectores hacen una lectura del referido libro. Steiner se pregunta quién hizo una mejor lectura del libro. Y no se atreve a señalar que una lectura sea mejor que la otra. Tampoco afirma que fueron buenas o malas lecturas. El punto es  que el cabo Hitler a partir de su lectura de Schopenhauer, se apropio del sentido de la voluntad de representación del mundo y la convirtió en una ideología nefasta para la humanidad. Mientras que Thomas Mann, hizo énfasis en su lectura de Schopenhauer, amparado en los sustratos budistas que apuntan a la desintegración de la individualidad en busca del nirvana, desterrar lo pasajero y lo ilusorio: «velo de Maya». Elementos que también flotan como islotes irredentos en ese mar profundo y polémico que es  la obra de Schopenhauer.

Los dos a su manera encontraron una salida a la representación el mundo. El uno como un guerrero y político con fines funestos, y el otro como un hombre creador y novelista que llego a ganar el Premio Nobel de literatura.  La moraleja, si es que ésta es una moraleja, es que no importa que libro se lea o que tipo de lector enfrente  una lectura. Sino lo que el lector hipotético de este libro hará con ese material. Y aquí nos viene a la memoria una anécdota del escultor norteamericano Henry Moore, quien decía que con  una piedra Caín mato a Abel, pero con la misma piedra pudo  hacer una obra de arte: pensemos en Rodin o Fidias. Ninguna lectura puede a priori catalogarse de buena o mala. Porque las palabas o el lenguaje o las ideas nos son en si, buenas o malas.  El libro o el texto  leído como un espejo, solo reflejara la correspondencia de lo que dentro del lector ya moraba.  En ese sentido, la lectura de un  libro no siempre será un sorpréndete descubrimiento, sino el feliz termino de un iluminado reencuentro. Octavio Paz refiriéndose a la poesía, decía acertadamente: «Una poesía es única. Al leer algo de una, se lee algo de todas las poesías. El lector siempre busca algo. Y no  es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro». Similar idea maneja Ralph Waldo Emerson, cuando afirma que los mejores libros «nos impresionan con la convicción de que la naturaleza que los escribió es la misma que los lee». 

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Afirma Steiner, quien cita a Schopenhauer, Kirkegaard y Heidegger:   

«El  querer  tiene  un  «sonido».  Es,  para  Schopenhauer,  después  de  Kierkegaard,  el  de  la  música.  La  cosmología  actual  dice  haber  descubierto  los  ecos  del  big-bang,  las  radiaciones de fondo que se propagan hacia el infinito desde el instante de la creación de nuestro universo. Y  Schopenhauer  anticipa  exactamente  esa  constatación:  después  de  que  este  universo  se  apague,  la  música  seguirá produciendo el «ruido del ser».

Suponemos  que Steiner acepta ese «ruido del ser» de Schopenhauer. Y el lenguaje, —tema que ocupo intensamente a Heidegger—;  y el  tiempo como parte de ese ser. Si la música es un lenguaje de ahí ese ruido del ser. Ya sea Kepler o la NASA, o los pitagóricos que ya  habían anunciado con siglos de anticipación la relación matemática entre la música y los cuerpos celestes. (1) Afirma  Schopenhauer, citado por Steiner que después que se apague el universo «subsistiría la música». Pero en esa frase, «ruido del ser» “de Schopenhauer por demás misteriosa, caben muchas posibilidades. Tampoco sabemos si en esa noche en que el universo se apague habrá luz o si quedara algo del cosmos. ¿Sera acaso ese apagarse del universo, «abismo» o Abgrund, en el sentido de un abismo mítico o un desplome del  abismo  del yo? ¿O será una metáfora? (2) Y ante esa oscuridad, la muerte del ser. De ahí que Milan Kundera, también citando a Heidegger  nos recuerda en El arte de la novela, «el olvido del ser». No será que esa noche en que se llagara apagar el universo y solo quedara el ruido del ser, es una consecuencia de ese «olvido del ser».  Pero también ese «olvido del ser», esa noche sin luz, puede ser una metáfora. Dice  María Zambrano: «La noche estrellada puede ser muy hermosa, con una sola estrella»; y añade: «no le importa a la estrella si alguien la está mirando o no, como no le importa al río, al agua, al fuego, si uno se va a quemar o si se está acercando, eso es cosa de uno mismo».Y ante ese ocultamiento del cosmos, ese abismo sin luz: la degradación del ser.  (3)
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Pero volvamos al ruido. Si por ruido entendemos algo que no es música o si por el contario ese ruido es música. Y aquí podemos entender diferente interpretaciones. Una primera La música no tiene dueño, pues los que van a ella no la poseen nunca. Han sido por ella primero poseídos, después iniciados. emerge  contra todo el sentido de lo que se pueda pensar: música buena y música mala. Solo pensemos en esa categoría del análisis musical entre música Apolínea y música Dionisiaca. La primera aspira a un mundo ordenado y luminoso, la segunda, un mundo caótico o desenfrenado. Algunos críticos musicales, hablan de una cultura órfica, (Orfeo), la cultura de la flauta contra la cultura de la lira. La cultura musical de la flauta hace referencia a un discursó falso, es en buen romance el  poder de encantamiento de la música. La cultura de la lira a una música celestial. Ya San Agustín, en sus Confesiones, advertía de una música peligrosa y una música provechosa. Quizá resulte incomodo al lector pensar en esa dicotomía, pero así como hay un lenguaje malsano y seductor, pensemos en el lenguaje de los sofistas denunciados por Platón. También hay un lenguaje musical sofistico. Pensemos en Ulises, el de La Ilíada, que ante el canto de las sirenas, decide atarse al mástil del barco para no sucumbir al canto de sirenas. En la música el poder de encantamiento vinculado a lo nefasto también existe. Declara Steiner, refiriéndose a Thomas Mann: «Él y Hitler situarán en la música (y no solamente la de  Wagner, el schopenhaueriano) el hogar de otro modo inaccesible del misterio del ser y del destino». Solo recordemos la novela de El Doctor Fausto de Thomas Mann. En que el personaje principal, un músico, Adrián Leverkühn  hace un pacto secreto con las tinieblas para producir una obra musical. Aquí lo fáustico se acerca al arte, pero también es una aproximación a los poderes oscuros que anuncian el abismo. Un tema recurrente y premonitorio en otro gran novelista alemán, Herman Hesse, con su novela Damián (1919), en que atisba ese mundo por venir: «para nacer hay que destruir al mundo».Y Steiner dice: «Aniquilar es devolver a la vida la lógica y la dignidad del trans, es decir, de lo  inhumano».


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A continuación Steiner, aborda el instrumental que el lector debe  tener en cuenta para hacer una buena lectura. Parte de la materia prima: Las palabras y en consonancia la frase que es la que da el sentido.  Destaca Steiner la necesidad del léxico, es decir el dominio de las palabras. Para Steiner «Amar la literatura es ser amante de léxicos».El  léxico es el ángel de Jacob, una  lucha cuerpo a cuerpo con las palabras. Lucha de trincheras y no librado desde el Cuartel General, donde   solo se dan órdenes.  Considerar a las palabras en su sentido histórico, cada  palabra también carga una historia.  Da un paso más y habla también de la gramática, y habla de la sintaxis como «la  nervadura  del  sentido». Hasta aquí estamos en esencia  ante una cultura general específica: el dominio del lenguaje. Más adelante agregara el sentido común y la hermenéutica del texto como instrumentos del lector. (Nos referiremos a ellas más adelante). Si lo entendemos bien nos está dando su propio trívium: gramática, sentido común, hermenéutica del texto.  En la escolástica el trívium era la gramática, la lógica y la retorica.  Es obvio que el léxico y la gramática, son instrumentos fundamentales del dominio de una determinada lengua, y por lo tanto una vasta y amplia compresión  del lenguaje facilita una buena lectura. Pero agrega un par de elementos más que danzan al son del pentagrama del lenguaje. En la poesía, el conocimiento de la métrica, el ritmo, la cadencia. Elementos también vinculados  a la música. Y también señala dos lenguas, alma mater de la civilización occidental: el latín y el griego.  Abren las puertas también a otros idiomas. No es por casualidad que muchos de los grandes escritores y críticos del siglo XX, hayan sido poliglotas. Steiner mismo es depositario natural de  tres lenguas maternas: alemán, francés e ingles. Y  traductor  en seis  lenguas, sumados el latín, griego e italiano.  Y eso aplica también al lector poliglota. Y quizá por esa referencia a los idiomas, Steiner mismo se calificaba de ser extraterritorial.

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Agrega un elemento más, la memorización de poemas. Un recuerdo de los rapsodas griegos, los de padres de la iglesia leyendo las sagradas escrituras en voz alta,  o los trovadores medievalista.  Para Steiner «La posibilidad misma de una buena  lectura se vincula con la de la memorización». Y aquí lo que entra en juego es el dueto de la palabra oral y la palabra escrita. La una es un contar o cantar, la otra es un libro. Y ambas están cubiertas por un decir, un acontecimiento de la vida. Pero sobre todo la primera esta estrechamente vinculada a la memoria. Y al hablar de memoria los escolásticos creían que al recitar en voz alta los versículos de la sagrada escritura, se penetraba más en el correcto sentido de lo que expresaban las escrituras o el texto, paso previo a la memorización.  Esa memorización  que es un intento por mantener a la vista una enseñanza, pero también es en manera presente un eco del pasado. Un retorno al origen. De ahí que un místico judío Gherson Sholen, también citado por Steiner,  dice «El ala esta pronta al vuelo,/Vuelvo voluntariamente atrás,/Pues si me quedase tiempo para vivir, /Tendría poca fortuna.» A ese «atrás», solo se vuelve por la memoria. Es el eterno retorno a la tradición pero también a lo fundacional del mundo. W.B.Yeats había declarado en los versos de uno de sus poemas, que quería conocer el rostro que tuvo antes de que el mundo fuera mundo. Pero eso seria sostener una memoria infinita. Sin embargo, la, memoria —recurso al que Steiner le otorga suma importancia— es el puente para el retorno. Además  también había una enseñanza memorística, hija legitima de la educación escolástica. Sin embargo, algunos de estos métodos,  poco a poco han caído en desuso. Pero por supuesto que ellos tenían sus bondades y cumplían una particular función orgánica y social en el engranaje y formación de la cosa literaria.
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En el trívium de  Steiner,  también introduce  otro elemento clave, pero ya no tan concreto, sino abstracto. Steiner ´postula el sentido, y el sentido común como elementos de una buena lectura. Y aquí aparece un pensar,  de cuál «sentido» o «sentido común», está hablando  Steiner. Pero tomándole la palabra, en una primera mirada interpretativa  el «sentido», es un corrector de lo que se ha leído. O una ultima línea esperanzadora en que el lector convierte las mil posibilidades referenciadas del texto en una coordenada sensata y amable y comprensible. Y sobre este tópico viene al caso, una lectura de los cuentos de Poe. Magníficos cuentos, entretenidos, llenos de aventuras y suspenso. Pero eso es solo es en una primera lectura. Una segunda lectura ya no con la inocencia del lector joven e intrépido, sino una lectura filtrada por la aguda mirada sicoanalítica de María Bonaparte, esa princesa del sicoanálisis, y alumna de Freud. La perspectiva cambia totalmente de cuentos de aventura a trasformase casi como por arte de magia, en un panorama sombrío y decadente. ¿Y cuál lectura es mejor? La de un joven que lee a Poe como entretenimiento, que busca el suspenso, que es un feligrés devoto de la aventura y del misterio. O la de un lector que como María Bonaparte a cada paso va encontrado en cada palabra o frase, símbolos patéticos del sótano  nauseabundo de la psiquis humana. No podemos decir que una lectura es mejor que la otra. O que ambas son malas o buenas. Y ante esa situación que nos dirá el «sentido» o el «sentido común», postulado por Steiner.  Sin embargo Steiner compara la deconstrucción con el sicoanálisis, corrientes que desnaturalizan la tradición y el texto. Como a su manera el sicoanálisis, Steiner afirma que «la desconstrucción es un intento de  asesinato  desmistificador  del  patriarcado  finalmente  teológico  u  ontoteológico  del  texto»   Y qué decir de los infinitos cuentos infantiles que hay, y que en nuestra niñez leímos o nos los contaron. ¿Cuál será mejor lectura, la  de un niño que sueña con hadas, príncipes, y que anhela ser héroe. O la lectura contaminada del sicoanálisis  metiendo su nariz en  la inocencia infantil de un cuento? (4)


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El mismo Steiner, advierte, la imposibilidad de encontrar en el lector moderno, ese cúmulo de conocimientos, si bien no llevados a la exageración; si casi desaparecidos como principios rectores del buen lector. Aunque a veces pueda parecer desmedido, menciona a Flaubert, y sobre él aconseja Steiner, familiarizarse con el francés en que  Flaubert escribía. Pocos son los lectores, y hasta estudiosos y críticos empedernidos, que podrían emprender una lectura en los lenguajes originales de época  en que fueron escritas las obras. Y eso ha abierto la puerta a los puristas del lenguaje, que niegan que una traducción pueda ser bien hecha y los que creen que la traducción si brinda una posibilidad de enriquecimiento al texto. Pero a propósito de Flaubert, nos viene a la mente una referencia a un párrafo de su muy poco conocida novela histórica sobre Cartago, Salambo.  Hay una frase en la novela en que hace  la descripción de un muro de piedras azules. Saint Beuve, gran critico francés de la época de Flaubert, le hace la observación que no puede haber en el mundo natural un muro con ese color de piedras. Flaubert  argumenta para demostrar que si puede haber un muro de piedras azules. Estas extravagancias se le pueden permitir a Flaubert, que de por si era un escritor obsesivo con el manejo del lenguaje y buscaba a todo precio la correspondencia entre la objetividad de lo que escribía y el mundo observable. Los pintores del renacimiento y los pintores flamencos también se inventaron colores en sus pinturas  que no existían en la naturaleza. Pero el muro de piedras azules de Flaubert se podía ver a la luz de la luna.

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Los lectores actuales además disponen  de internet, biblioteca del  mundo en que casi cualquier consulta se puede realizar: buscar una frase, un latinismo, el significado de una palabra inusual  o  rara. O profundizar en algún tópico. Pero si cabe la aproximación, porque la preocupación de Steiner  por una buena lectura es legitima. Y quizá cabe, recordar a Barthes, a quien Steiner menciona de paso. En consecuencia hay que recapitular, primero: el tipo de lector que Steiner tiene en mente,  porque puede haber varias clases de lectores; y aquí tomamos de  Barthes: la diferencia entre el placer del texto y el goce del texto. Porque esa dicotomía de placeres, invoca dos clases de lectores: el  lector que lee por leer. Como una especie de entretenimiento. Pero hay otra clase de lector, que es lector especialista, el critico de la cultura o de la literatura, ese apunta más al goce del texto. Y ahí si es valido en toda su plenitud, conocer en profundidad un tópico. En ese entendido es necesario conocer las figuras retoricas si hablamos de prosa o  el ritmo, métrica cadencia si hablamos de poesía.   Pero estamos ante especialistas o estudiosos que leen porque van a escribir sobre lo que han leído. En ese tipo de lector  las exigencias y el rigor, en el acto siempre imponderable de lectura, por supuesto siempre serán mayores. Si bien Steiner no lo dice directamente, si entre líneas, esta tomando partido por una forma clasicista de ver la literatura.


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Si podemos señalar que Steiner parece acercarse más a una visión clásica y de defensa de la tradición literaria. En ese contexto, el clasicismo contra la vanguardia, tradición purista  contra un postmodernismo desbocado. Y entre las encrucijadas de esa polémica sacamos a colación un pasaje ilustrativo de la polémica entre dos grande poetas del siglo XX. Robert Frost y T. S.Eliot. Es conocido  el enorme celo que guardaba Frost por la composición poética, siguiendo los dictados del clasicismo y de los formatos poéticos tradicionales. Y su aversión al  llamado verso libre o verso blanco defendido por T.S.Eliot. Para Frost eso del verso libre era una especie de chapucería poética. Decía él y ponía el ejemplo que hacer poesía con versos libres era como jugar ping pong sin tener una red en la mesa. Pero T.S.Eliot, no se quedo atrás y le contesto a Frost, diciéndole que el hacia su poesía sin red, pero que al hacerla se imaginaba una red más alta que la que tenia una mesa estándar de ping pong. Es decir que su poesía en verso libre era de altísima calidad. Respuesta ocurrente, y no diremos que una tipo de poesía sea mejor que la otra. Pero, ¿cuál será una mejor poesía THE ROAD NOT TAKEN o de THE WALL de Frost o THE LOVE SONG  OF J.ALFRED PRUFROCK o THE HOLLOW MEN de T.S.Eliot?  Y es al lector a quien toca sacar sus propias conclusiones.  
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Termina Steiner brindando ejemplos de buenas lecturas, que aquí no citaremos, pero si de paso mencionaremos una sola: las lecturas que lleva a cabo Walter Benjamín sobre la obra de Franz Kafka. Steiner, seguramente, aunque no lo dice, se refiere al texto  «Franz Kafka. En el décimo aniversario de su muerte», escrito por Benjamin en 1934. En dicho texto Benjamin estudia la obra de Kafka en los temas más recurrentes de su obra: culpa, angustia, el sentido devorador de la organización de las sociedades modernas. Parte Benjamin del estudio desde la prehistoria de las palabras y las grandes representaciones mitológicas y alegóricas. Sumado a  las semejanzas identificadas en fuentes provenientes de la tradición talmúdica y de otras culturas antiguas. Apela el  estudio al recurso tan usado por  Kafka de las parábolas. El texto es muy en el fondo una exploración de la arqueología de las fuentes siempre presentes en los sustratos de la historia y en  la liviandad escurridiza de los  tiempos. Una observación muy puntual es  que dichos ejemplos son muy particulares del universo mental de Steiner, y quizá con un marcado eurocentrismo, con acento francés y trasfondo talmúdico. Pero por supuesto, como afirma el  propio Steiner, el lector y el autor siempre serán selectivos. No es culpa de Steiner, también Harold Bloom  (1930), en su ensayo Por qué leer y para qué, deposita sus paradigmas  solamente en autores netamente anglosajones: Bacon, Emerson, Johnson. Ambos críticos, Bloom y Steiner son  producto de un único contexto: de una confluencia multicultural de vigorosas  comunidades intelectuales y ricas tradiciones culturales; y  también son parte del mundo académico, competitivo y riguroso de las grandes universidades norteamericanas e inglesas.

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Mas adelante agrega Steiner otros elementos claves de una buena lectura. La hermenéutica de la lectura, es decir la  comprensión o interpretación del texto. Aunque no tenemos claro si es una hermenéutica más cercana a la ontológica del Heidegger o a la un enfoque lingüístico de Gadamer o Ricour. Pero para ello el lector se vale de los contextos en que la obra fue escrita, con toda su ramificación de posibilidades. Desde el estilo narrativo, la época,  la sicología y atmosfera del escritor, sus posibles influencias. También se apoya en la  extratextualidad, otros textos que ayuden a comprender mejor lo que se ha leído. Steiner defiende la extratextualidad del texto. Y agrega que  «la posibilidad ontológica del discurso ya son extratextuales». Por eso para Steiner la negación de la extratextualidad  «Es  sintomática  de  la  trivialización,  del  nihilismo  bizantino  que  quisieran  reaccionar  a  la  barbarie  de  nuestro  siglo».Menciona en esa ráfaga de ideas el concepto de deconstrucción  y el de postmodernidad, que para Steiner es la «negación del sentido». Lo que busca Steiner más que en  una buena lectura es una posibilidad de una ética en el texto. Pero también, porque va implícito: una ética del autor y una ética del lector. Y eso nos lleva a preguntarnos ¿si un texto puede ser o no ético? O más adelante, ¿si el lenguaje puede ser ético o no?  . ¿Puede una obra de arte gozar de una ética o no? Para Steiner esa ética es  una  «apuesta  sobre  el  sentido»,  en palabras de Steiner «a  una  resurrección  de  las  artes  de  la  memoria», recuperar la tradición a la que el posmodernismo y la deconstrucción le han dado la espalda.  

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Para Steiner el texto es comunicante, porque esa es la naturaleza primordial de todo texto. No encerrarse en si mismo, no volverse ininteligible. Si bien señala Steiner, las excepciones cuando se habla de lenguaje o temas esotéricos, pero en general el lenguaje es para trasmitir una idea o visión del mundo percibido. Cita a Wittgenstein en el sentido que conocer una palabra es  hacer que el otro la comprenda. Abjura Steiner de los lenguajes u obras literarias que se vuelven  un  laberinto. O de aquellas corrientes que niegan la extratextualidad del texto. Y que asumen que fuera del texto, no hay nada con sentido objetivo,   o que el  texto muere en el propio texto. Steiner opera una crítica a la deconstrucción, teoría que abarca varias disciplinas, arte, música, lingüística y hasta la filosofía; pero Steiner habla fundamentalmente  de la interpretación de textos literarios.

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Aunque Steiner no niega la validez de la deconstrucción como elemento de formación o de construcción. Sin embargo, Steiner mantiene una idea que todo texto es o debe ser trasparente o comunicable. Una lectura bien hecha  «viene  precisamente  del  mundo extratextual y hacia ese mundo se dirige ese texto si quiere comunicar, si quiere ser otra cosa que  enigma o sinsentido».La idea postulada por Steiner y que ataca la noción  de los deconstructivistas  que toda lectura es falsa porque no se establece en el texto «.la correspondencia entre la palabra y la cosa».   Y ese tópico, habría que hacer la observación sobre la comprensión del texto. Si, aceptando que la función principal del texto es la comunicación. Y no  hay duda de ello. Pero, soslaya Steiner que en toda comunicación, además del texto penden en esa relación indisoluble,  quien escribe ese texto y quien va a leer ese texto. Y tanto autor como lector, están marcados por el límite. Lo que cumple en pleno la comunicación del texto, está en manos del lector y su capacidad para comprender ese texto. Y aquí el autor aunque basado en otros textos siempre agregara algo nuevo. Vale la observación de Ortega y Gasset en La desnaturalización del arte (1925), señala: que autor «(auctor en latín significaba que uno agrega algo nuevo a lo leído. Algo que antes no estaba)».

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Y aquí introducimos una observación de Borges sobre la naturaleza inagotable del texto. De Otras inquisiciones (1952), en que Borges le da la razón a Steiner, por lo menos en que la palabra final la tiene el lector.  «La literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un solo libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída: si me fuera otorgado leer cualquier página actual —ésta, por ejemplo— como la leerán el año dos mil, yo sabría como será la literatura el año dos mil.   Con el texto anterior Borges al igual que Wittgenstein le pasa al lector,  la carga de la interpretación del texto plagado de múltiples relaciones.  E igualmente, aunque el lenguaje sea lo más claro posible y cumpla con su significado y significante, el autor del texto también esta condicionado por un limite. En la misma literatura abundan los  ejemplos, además de los textos esotéricos para estar a tono con Steiner, por ejemplo la obra El misterio de las catedrales de Fulcanelli, solo lo podrán entender quienes andan en esas cuitas.  Pero además, agregaríamos los poetas herméticos, el mismo simbolismo como movimiento literario, y por que no, el mismo surrealismo. En esas corrientes literarias abundan los textos que no son de fácil interpretación. Textos que no se dejan leer con facilidad. Como aquel personaje de Poe que no se dejaba leer, «Er lasst sich nicht lessen»  en el conocido relato: Un hombre de la multitud. También existen textos que por su propia impronta, comportan situaciones de dudas o ambigüedades. Solo recordemos, la dificultad que supuso para  críticos de la estatura de T.S.Eliot y Harold Bloom, entre otros,  los versos finales del poema A una urna griega de Keats. Y no estamos hablando de escritores o poetas que querían escribir difícil, mi mucho menos que quisiesen escribir bajo la sombra de la ambigüedad. Sino que en el amplio mundo de las posibilidades del lenguaje, el lado camaleónico de las palabras, siempre encuentra resquicios en donde la palabra; así como algunas veces se exhibe,  otras veces se esconde.

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Un escritor ingles, a los 22 años escribió un fascinante estudio sobre el lenguaje literario, que tuvo un éxito inmediato en la alta literatura y crítica inglesa. Las Siete ambigüedades  (Seven Types of Ambiguity), publicado en 1930, de William Empson, (1906-1984), obra en donde abundan los ejemplos de textos ambiguos: desde Chaucer hasta T.S.Elliot. Empson quien tenía enorme talento para las matemáticas, pero que dejo los números por las palabras. Y ¿qué lenguaje será mejor, el de las palabras o el de los números? Sobre la nomenclatura  de las ambigüedades, analizando la poesía inglesa construyo un pionero aparato crítico. Que dio muchas luces a la crítica inglesa y a los poetas de su época. De ahí que el postulado de un lenguaje entendible y comunicante para todos, es genuina, pero solo  como ideal. Pero también los  límites del autor y los límites del lector para la ejecución e interpretación del texto, son igualmente legítimos. El que se salva es el lenguaje en si. ¿Es neutral el texto? Un punto de partida seria Barthes, y su breve obra La escritura de grado cero, (1953) donde postula un lenguaje que describe el mundo pero no justifica el mundo. Una escritura neutra, pensemos en Camus; y todavía más en Alain Robbe Grillet,  con su objetivismo llevado al extremo. Serán los lingüistas y los filósofos del lenguaje, quienes podrían contestar a esa pregunta.  O poniéndolo de otra manera aunque sea un tópico, y sobre esa palabra, tópico,  dice María Moliner en su diccionario, es una «sentencia, opinión, etc., que la gente repite mucho». Porque esto del lenguaje comunicante se ha convertido en un tópico.  ¿Puede el lenguaje en su naturaleza comunicante abarcar todas las realidades del mundo y del ser? O dicho de otra forma, ¿puede el  texto en todo momento ser comunicante? Por lo que todo texto en si, no siempre resultara totalmente comprensible para todos. Si subraya Steiner que el lector solo al final, después de las relecturas, (las benditas relecturas) se le revelara  en la  «hora mesiánica» parte de lo que el texto dice.

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En Steiner el propósito parece dirigirse hacia una literatura abierta, un texto que crezca y se ramifique en sus múltiples exigencias.  Su inquietud es fundada, pero por otra parte el concepto de deconstrucción niega esa posibilidad. Porque el texto siempre será cambiante, según las palabras mutan en el tiempo, en el contexto y hasta cruzan fronteras del idioma original a otros idiomas,  y sin visa a mano. Y a esa línea aquí agregamos una nueva vertiente, las traducciones Pensemos en poetas como Osip Mandelstam, Joseph Brodsky, Robert Frost, partidarios que abominaban de la traducción. En contrario, poetas más amigables con la traducción como  Pound y Robert Lowel. También recordemos, la agria polémica  entre   Harold Bloom y Nabokov sobre las traducciones hechas por Nabokov del ruso al ingles de las obras de Pushkin. (5) Por lo que no puede haber un texto totalmente objetivo, y que sea valido globalmente. De ahí porque la deconstrucción niega el poder benefactor de  la critica. Quizá ambas posiciones podrían parecer extremas. Y quizá corresponda la lector hacer sus propios juicios. Steiner parece más preocupado en mantener la libertad del lector como fuerza motora acompañado de una riquísima  tradición, no solo escrita sino también oral, que lo respalda. Mientras que los deconstructivistas perecen más obsesionados en la imposibilidad,  a sangre y fuego,  que el texto no es objetivamente legible desde el texto mismo. Para los deconstructivistas la obra literaria no puede aspirar a la totalidad ni a un sentido univoco. Ni reducirse a un concepto o idea. Y a veces parece que el mismo Steiner se vuelve ambiguo con eso de la deconstrucción, valga una aclaración, y es que Steiner no está contra la deconstrucción como método, la cual el mismo resalta  fundada en tradiciones antiguas. Sino que está en contra de que el texto muera en el propio texto. Es decir, Steiner, como ya lo señalamos,  cree en la capacidad comunicante del texto y en la intertextualidad del texto. Un factor que los deconstructivistas niegan. La deconstrucción niega la capacidad referencial del texto. La obra literaria jamás alcanzara el buen sentido. Sin embargo Steiner no niega que la deconstrucción tiene una amplia base histórica y de uso por el judaísmo. Es el riquísimo e inagotable manantial del «comentario sobre el comentario», posibilidad que enriquece el texto.

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Pero Steiner le atribuye ese buen «sentido» al lector. León Bloy, citado por Borges, escribió: «La. Historia es un inmenso texto litúrgico, donde las iotas y los puntos no valen  menos que los versículos o capítulos íntegros, pero la importancia de unos y de otros es indeterminable y está profundamente escondida" (L'Ame de Napoleón, 1912) ». Finalmente dice Steiner : «La desconstrucción tiene como matrices a la historia, al contexto, a la extratextualidad seminal del   judaísmo  moderno,  no  sólo  en  la  persona  de  su  jefe  de  fila,  sino  también  en  los  Estados  Unidos,  esfera  superior de su brillo más evidente. La desconstrucción es la rebeldía edipiana de ese judaísmo contra casi  tres milenios de autoridad (auctoritas) casi sagrada, casi totémica (Freud está en el juego, por supuesto) de la  palabra  y  del  verbo. » .Pero también agregaríamos que también ha habido una deconstrucción del arte y de la música. Solo pensemos en lo que postula y advierte Ortega y Gasset en su esclarecedora obra La desnaturalización del arte. (1925) Y en música pensemos en Schoenberg o Debussy.    


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Wittgenstein, en la Proposición  5.6 de su obra Tractatus Logico-Philosophicus Ludwing,  señalo que  «los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo» («Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt»). Para evitar esa bifurcación de lo que puede o no decir el texto,  pasa la responsabilidad de la comprensión al sujeto Pero aún en esa manida e inocente frase, algunos autores han visto un solipsismo. El problema es definir lo que entiende Wittgenstein por  «mi lenguaje» y   «mi mundo». Hay una conocido dicho:  cada cabeza es un mundo.  Pero,  ¿cuál es «mi lenguaje»  y cuál es «mi mundo»?.Para Wittgenstein «mi mundo» son los hechos no las cosas. Sin embargo, ese lenguaje completamente transparente, que se da en la mayoría de los casos, sobretodo de la comunicación cotidiana entre seres humanos, pero que soportaría enormes dificultades en las disciplinas especializadas como la  filosofía, la sociología, la ciencia política, y hasta en la lingüística o la historia.  Solo baste un par de ejemplos, una palabra como «sustancia» en la filosofía, abre  el abanico a decenas de posibilidades de interpretación, o del uso que de ella hacen los diferentes filósofos en sus sistemas filosóficos.  O ese binomio de palabras tan desconcertante que viene desde los presocráticos: « apariencia» y «realidad». O esa otra palabra tan usada,  la «hermenéutica», ¿será la de Dilthey,  Heidegger, Dilthey, Gadame, o Ricour? Porque esos problemas del mundo y del lenguaje, también proyectan su sombra sobre la literatura en general, y sobre el texto en particular, por un factor elemental: la subjetividad  humana de la interpretación. En parte le debemos vía  Nietzsche: «Todo es interpretación». Y a  Heidegger convertir su hermenéutica en la capacidad humana de interpretar la realidad. Pero siempre habrá algo que el lenguaje no puede abarcar, por eso, Borges en su ensayo El culto del libro,  apoyándose en  Carlyle, afirma «estampó que la historia universal es una Escritura Sagrada que desciframos y escribimos inciertamente, y en la que también nos escriben».

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Pero en ese tópico del lenguaje, no  pensamos, o difícilmente se nos ocurriría pensar  en un lenguaje de la naturaleza.  Bacon, citado por Borges, «reivindico un abecedarium naturae o serie de las letras con que se escribe el texto universal». Por eso no debería extrañarnos que al decir la palabra planetas, nos los imaginamos irreverentes flotantes y misteriosos perdidos en la bóveda celeste, a veces dando vueltas en si como un trompo tirado por un niño, y otras veces solo  orbitando ese sol que tantas noches de insomnio y angustia le deparo a Galileo. Pero no se nos ocurriría  pensar que los planetas también tienen un lenguaje, como lo tiene las matemáticas y la física. También ahora ya hay un lenguaje programático (computacional) con su propio código fuente.  Y Walter  Benjamín, un gran lector del mundo,  a quien Steiner cita como ejemplo de buena lectura, era conocido como  un atento observador del mundo;  dicho de otro modo: Benjamin era un buen lector del mundo, leía el texto del mundo.  Él solía pasear por las calles,  pero ese paseo a lo Sherlock Holmes lo hacia Benjamin por las avenidas abiertas y los callejones cerrados de los hechos sociales. Pero las noticias corren también por el universo, dice el salmista «Dies diei effundit verbum, /et nox nocti tradit notitiam. /Non est verbum et non sunt sermons, /quorum voxnon percipiatur:/in omnem terram exit sonus eorum, /et usque ad fines  orbis eloquia eorum,».



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El arte, la prensa, la política, la irrupción de la técnica y la tecnología; o  una obra de arte incomprendida y visionaria,  una manifestación cualquiera de obreros o estudiantes, eran palabras  y signos en la mente semiótica de Benjamin  Por lo general estamos muy matriculados en la lectura de los diarios y los noticieros televisivos, pero muy distantes en la lectura del otro. Y aquí nos referimos al otro real, no al otro ensimismado pero talentoso de Rimbaud. Así el otro adquiere un halo de contingencia,  porque un problema como el holocausto tiene su propia lectura, antes durante y después del  mismo. Sin embargo en este apartado del holocausto, tema infame tratado por Steiner, hemos de insertar un par de comentarios y es el hecho que la música desempeño en los centros de exterminios de judíos. La música fue un auxiliar y colaborador en adormecer y facilitar el condicionamiento y pasividad de los victimas del exterminio. (6) De ahí esos avisos que ciertos autores, filósofos y estudiosos de la música advertían en el carácter bipolar de la música. Pero también preguntarnos por qué ciertas regiones geográficas o razas o en determinados periodos de tiempo, se producen determinado tipo de genios y si estos corresponden a determinados moldes de pensamiento universal. (7)  

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Pero en este tema del holocausto, Steiner afirma: «El Holocausto, acontecimiento absoluto de la historia, fechado históricamente, esa  quemadura entera en que toda la historia se abrasó, en que el movimiento del Sentido se abismó (...) En la  intensidad mortal, el silencio huidizo del grito innumerable». «Silencio», «grito», el «Sentido» que se  abisma, que desaparece en el abismo. ¿Es acaso ese universo que se apaga, o es la muerte del Ser, el olvido del Ser de Heidegger que nos recordaba Kundera? ¿O el ocultamiento del ser de María Zambrano?  Y Steiner, apoyado en Maurice Blanchot  responde a su manera : «Sólo  gracias  a  una  «apuesta  sobre  el  sentido»,  a  una  resurrección  de  las  artes  de  la  memoria,  a  una  tensión  constante  hacia  el  entendimiento,  sólo  gracias  a  la  escucha  del  decir  de  libertad  humana  que  murmura  o  proclama, que susurra o canta todo poema válido, sabríamos retirar del abismo, de la cenizas vivas de la  quemadura  entera,  el  sentido  que  queda  en  nuestra  condición». (8)
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 Y en ese continnun de holocaustos más moderno y de actualidad,  hay decenas de holocaustos en los tiempos que corren, solo para citar dos holocaustos modernos, y a veces ni tan modernos: la pobreza y la inmigración.   Porque también el mundo y la vida tiene sus signos y  su lenguaje. Y también la historia y las artes y el cosmos.  Hay también un gran libro, El Libro de la Vida está  escrito en todos los lugares: en la mirada de una escultura de Ghiberti,  el atardecer en un cuadro de Turner, o el amanecer en un cuadro de Millet. O en el rostro marchito de un anciano o en la risa cándida de un niño. O hasta en el bien andar de una mujer por una calle que nos advertía Ortega y Gasset, citando unos versos de Dorotea de Lope de Vega,   en su estudio sobre el pintor Velásquez (1947).  Y hasta en la fachada de una montaña. O en la inscripción milenaria en una piedra. O el movimiento de un planeta. O en el sonido del trueno o de una sonata. El mar también tiene su lenguaje, y los arboles y los pájaros de Messiaen y de Pablo Ucello,  el ruiseñor de Keats, las mariposas de Nabokov,  El zoológico de cristal de Ibsen. Y todo eso qué nos dice: son signos y donde hay signos, enseñan los semióticos, que  hay también una lectura.

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Y a propósito de buenas lecturas, hasta en el balompié los comentaristas deportivos hablan de una lectura del partido. Los científicos sociales de una lectura de la realidad. Los economistas de una lectura de las cifras, los políticos de una lectura de las tendencias, los lingüistas de una lectura de los significados,  los semióticos de una lectura de los signos, los  poetas de una lectura de poesía. El cúmulo de todos esos lenguajes, y de todas esas lecturas forman el gran lenguaje del cosmos y del universo, y al paso del tiempo va escribiéndose el  Gran Libro de la Vida. Walter Benjamin lo olfateo. (No el gran libro que contiene a todos los libros escrito por un «caballero omnisciente» de Valery y Emerson y Borges). También  Mallarmé, llego a declarar: la existencia de un Libro Absoluto, la de una Escritura Sagrada. Para Mallarme citado por Borges «El mundo existe para llegar a un libro». Pero no entendemos un libro impreso, sino otra clase de libro, quizás impreso en el Alma del Mundo.

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¿Pero quién ha escrito y escribe ese libro? No importa quién. ¿Y en qué lenguaje está escrito ese libro? Tampoco importa. Pero ese libro, el Libro del Mundo de  la Vida es el único libro que hay que intentar leer. Y ese lenguaje el único que hay que intentar aprender. Será cada lector, el siempre cada vez más vulnerable lector, quien  siempre será el portador del fuego, pero también será el depositario de  la herida. El fuego quema y también el conocimiento.  Y es Ese lector,  ya sea refugiado permanente en su iluminación o encadenado a sus limitaciones: imperfecto y finito;  quien desde su  subjetividad, (ese torrente al que los románticos ingleses le abrieron la puerta de par en par. Y que no se quedaron como Kafka, ante las puertas de Ante la ley. Por eso posiblemente estén más cerca los románticos ingleses, para bien o para  mal, en sus virtudes y excesos, a encarnar la voluntad como representación del mundo de Schopenhauer;  que  el siempre incomprendido Kafka. Símbolo eterno del mundo paralizante y parabólico de la culpa del pecado original).
Es el propio lector quien tendrá que descubrir, si al final no de los tiempos (9), pensemos musicalmente, o de su tempo,  si de ese gran y único Libro de la Vida, hizo o no, una buena o mala lectura.






Notas bibliográficas

1.  Una noche, cualquier noche, bajo el silencio aplastante de los siglos y la mirada musical del cosmos, Kepler escribió: «El movimiento celeste no es otra cosa que una continua canción para varias voces, para ser percibida por el intelecto, no por el oído; una música que, a través de sus discordantes tensiones, a través de sus síncopas y cadencias, progresa hacia cierta predesignada cadencia para seis voces, y mientras tanto deja sus marcas en el inmensurable flujo del tiempo.» Siglos después pero en un eco dela la misma noche,  «el satélite TRACE (Transition Region and Coronal Explorer) de la NASA descubrió que la atmósfera del sol emite realmente sonidos ultrasónicos e interpreta un melodía formada por ondas que son unas 300 veces mas graves que los tonos que pueda captar el oído humano. Además, una de las más recientes teorías físicas, la teoría de cuerdas, describe a las partículas elementales no como corpúsculos, sino como vibraciones de minúsculas cuerdas, consideradas entidades geométricas de una dimensión. Sus vibraciones se fundan en simetrías matemáticas particulares.»
2. Y  «después que  este  universo  se  apague ».  Decimos metáfora, porque es otra manera de decirlo y de entenderlo. Pero primeramente estableceremos una diferencia entre Las palabras,  cosmos y universo. Ya que usualmente se usan como sinónimos, aunque hay un grado de diferencia. En un sentido muy general, universo es lo que conocemos, todo lo que habita y contiene el mundo o el espacio conocido, y el cosmos es el resto, todo lo desconocido. La noción  de  universo lleva implícita las ideas, los sentimientos, la historia,   y la humanidad. Y por supuesto lo que se conoce del espacio. En la variable tiempo el universo seria el pasado y el presente;  el cosmos, el futuro. El cosmos es un término mayor y más amplio que el  universo. Por eso decimos la frase tan común, « agote todo el universo de posibilidades», porque estamos actuando sobre lo que ya sabemos. Pero no podríamos decir «agote todo el cosmos de posibilidades», porque ahí  estamos ante la incertidumbre de que no conocemos ese espacio tiempo, por lo tanto no podemos conocer todas las posibilidades. Y eso no significa que en un futuro cercano o lejano, lleguemos a conocer más de ese cosmos. Por eso Carl Sagan eligió la palabra Cosmos  para titulo de uno de sus libros. Y no universo, lo ya conocido. Sino Cosmos, lo por descubrir. Sin embargo, ese «apagarse el universo », no necesariamente en un cataclismo sideral, una destrucción de los cuerpos celestes y de la vida o existencia. Pero si en un estado en que lo humano como tal ya no existe. Puede haber vida pero lo humano del ser ha desaparecido. Es decir, lo que se apaga es la condición de lo humano. Será ese apagarse del universo,  un tiempo de oscuridad y de tinieblas. Pero aún en esa oscuridad  seguirá el «ruido del ser ». ¿Y qué será ese ruido del ser, acaso el canto ilusorio de las sirenas o el discurso persuasivo de los sofistas? ¿O será la  Bestia triumphans  de Kocis o  monstrorum artifex (Plinio, XXVIII, 2)? 

3. María Zambrano dice: «Antes de que la luz se haga premonición, antes de que surja el guía, es la noche un denso anfiteatro donde el eco confunde las palabras, las invierte y entrecruza, las despoja de sus auténticos y musicales significados y éstos, no devueltos a las cosas, sombrean errabundos las gradas, convertidos en fantasmas inútiles y torpes. Y van formando las palabras nocturnas inextricables tramas donde los hombres navegan creyendo hallar el rumbo de continentes futuros. Proyecto de un orden que a otro orden escapara, creación tangible, concatenación simbólica de signos engarzados al ritmo de una lógica que a otra lógica tal vez supliera».
4. No dudamos que el sicoanálisis como instrumento interpretativo, sea de gran ayuda para develar otras perspectivas acerca de las motivaciones consientes o inconscientes del  autor para escribir de una determinada manera. O que bajo ciertas circunstancias ese tipo de análisis  enriquezca al texto.  O que a veces arroje luces sobre lo que verdaderamente el texto suplicante trata de decir. Pero parecería una exageración convertir toda la literatura mundial en una gesta sicoanalítica. O tomar el sicoanálisis como la medida de todos los textos.  Donde toda la belleza y primavera del mundo pasa ipso facto a ser una sombra al borde de un horror traumático y aberrante. Algo hermoso habrá en la literatura para que tanta gente y lectores de todos los tiempos,  hayan depositado su fe en ella.  Steiner lo dice, lo que busca el lector es esperanza .Y por supuesto que la literatura todavía se lo puede dar. Agregaríamos, también, el arte.          
5. Ahora nos referimos a la complejidad en la hermenéutica del texto. Y lo hacemos apuntando al complejo campo de las traducciones. Y tomamos de referencia algunas observaciones y ejemplos de W.K.C.Guthrie, sobre Los Filósofos griegos de Tales a Aristóteles, y cuando uno piensa en palabras significativas como virtud, música, filosofía, justicia.  Advierte Guthrie, que hay que pensar  en los supuestos ocultos en que se basaban los griegos al usar esas palabras. Las palabras tienen su historia y su ocultamiento. Han sufrido un cambio con el correr del tiempo. Una palabra como virtud, su significado  era  muy diferente  para los griegos de lo que es hoy para el hombre moderno. La palabra griega para virtud era  arete.   En la mente griega no hay una solo clase de virtud, sino que muchas clases de virtud. Casa profesión o actividad tiene su propia virtud, o su propio arete. El guerrero o el artista tenias diferentes virtudes, estos supuestos eran comunes en la mente griega. Pero ahora nos resultarían cambiantes. Para los griegos la virtud era la eficacia. Era hacer bien el trabajo que corresponde a cada profesión u oficio. Y esto significaba también tener el conocimiento para ejecutar bien esa actividad oficio o profesión.       
6. Pero en lo referente al holocausto, un musicólogo judío Vladimir  Jankelevitch, en  el primer capitulo  Ética y Metafísica de la música, de La musique  et inefable, citando a Platón, afirma que la música  “Penetra en el interior del alma””y se apodera de ella de la forma más genérica”. También afirma  Jankelevitch que la música no es una razón  ni un argumento, sino un encantamiento. Pascal Quignard, musicólogo francés lo explica también en su ensayo El odio de la música, y refiere que Jankelevitch se negó rotundamente a escuchar música alemana o interpretarla. Sobre todo por que sirvió como instrumento de muerte en los campos de concentración. Se refería sobre todo a la música de Schubert, Brahms y por supuesto Wagner. Pero en general muchos compositores alemanes se escuchaban en dichos campos de exterminio y no era por entretenimiento o gusto musical. Sin embargo, la afirmación de Jankelevitch  podría resultar extrema. Y aquí volvemos al ejemplo de Steiner sobre Schopenhauer y la lectura que Hitler y Thomas Mann hicieron de la obra del filósofo alemán. No es la música o el texto, lo que infringe la vulnerabilidad una obra musical o literaria, sino la apropiación y uso que de ella hace el lector o el oyente.  
7. En su novela El Doctor Fausto, cap. XIV, Thomas Mann hace decir a uno de los personajes  que solo hay dos momentos: la profundidad y la forma. Afirmaba que los rusos tienen la profundidad, y los occidentales, refiriéndose a Europa tienen la forma. Y que de esos pueblos, solo los alemanes tienen la forma y la profundidad. De ahí esa legión de grandes músicos, matemáticos, físicos, filósofos y literatos. Por supuesto es una afirmación altanera y polémica, y puede ser bastante debatible. Dando un paso más, y llevando a un término más amplio y universal los  modelos del pensamiento.
El critico ingles Matthew Arnold, decía en un breve ensayo El hebraísmo y el helenismo, que solo había dos niveles de pensamiento en la cultura occidental, el de los griegos y el de los hebreos. El pensamiento griego se caracterizaba por su espontaneidad, su naturalidad, su flexibilidad, mientras que el pensamiento hebreo se caracterizada por su pesadez, su estructuración, su rigurosidad de conciencia. Solo pensemos en Kafka, Freud y el mismo Steiner, quien a pesar de su versatilidad,  no logra librarse totalmente de esa pesadez y  rigurosidad de conciencia.  Podríamos aventurarnos a decir que el pensamiento griego busca lo externo, y el pensamiento hebraico lo interno. El uno es un pensamiento extrovertido orientado a hacia el paganismo y sensualidad del mundo y el otro un pensamiento introvertido fiel a los libros y tradiciones sagradas y talmúdicas. Una variante mas la da Carlyle, al afirmar que solo había dos tipos de pensamiento: los aristotélicos y los platónicos
Muchos autores coinciden en que Gershom Scholem (1897-1982), poeta, filólogo  y especialista en el misticismo  judío, — a quien Steiner cita— es el prototipo del intelectual judío moderno.   ¿Y quién podría ser un modelo de pensamiento del helenismo? Quizá James Joyce o Thomas Mann o T.S.Eliot. Sin embargo en esa dicotomía de pensamientos, entre una orientación en el pensar, Matthew Arnold, no  concibe estos modelos como antagonistas;  sino  «las dos fuerzas naturales del hombre, hebraísmo y helenismo, no estarán separadas ni serán rivales, sino que conformarán una fuerza unida de recto pensar y fuerte obrar orientada hacia la perfección». 
8. A diferencia cuando Steiner recomendaba la memorización de poemas, al hablar de  las Artes de la memoria, aborda otro tipo de memoria. Ya no se trata de una simple memorización de un texto sino más que todo es  la memorización de un evento,  de una actitud. La memoria de una manera de ser.  Ilán Stavans, en su prologo Memoria y Literatura,  antología, Cuentistas judíos, (1994), apoyándose en los estudios críticos de Yosef Hayim Yerushalmi, profesor de Historia Judía en la universidad de Columbia, en Zakhor Jewish Memory and Jewish History (1982). Describe y brinda algunas  aproximaciones a ese raro y emblemático tejido de Las artes de la memoria. En un sentido general, Yerushalmi señala que es un proceso para  preservar la memoria colectiva, en este caso se habla del pueblo judío. «Recordar y ser recordado». «Una manera en que el judío promueve su lealtad a  sus antepasados». Lo hacen, y lo religioso no se puede excluir,  considerando sus dos libros sagrados, el pentateuco o Torah y el Talmud. Es el acto es el de «leer y repetir  la lectura periódicamente ». Esa memoria colectiva, no es el inconsciente colectivo, que planteaba Carl G. Jung, sino que hay diferencias. El  inconsciente colectivo es innato, natural, y pertenece a todos los pueblos, la humanidad toda. Mientras que la memoria  colectiva es « adquirida y artificial», es el esfuerzo y tenacidad en el tiempo, el arte mental  producto de la interacción social entre familias y comunidades de un determinado pueblo. Donde «recordar es participar: es leer acompañado del acto de discutir  e interpretar  las escenas invocadas  en el texto».
 La palabra  Zakhor, es recordar. Se recuerda para no olvidar, para que la cosa recordada no muera. Para Yerushalmi, la  memoria es mneme, en la medida que lo que se recuerda  «es ancestral e inolvidable, no son escenas propias sino ajenas, las inventa, por eso recordar es recrear». Sin embargo ese memoria, ese recordar no es individual, ni son los recuerdos personales. Por eso  Ilán Stavans afirma: «El recuerdo no es un regreso al pasado sino la adaptación  de un evento pretérito  a las circunstancias  del presente; es reorganizar y darle un nuevo significado  a lo perdido». Paralelamente a esas  Artes de la memoria,  se produce varias tensiones, un conflicto entre historia y memoria,.porque ese arte de la memoria no se refiere a lo histórico, ni a la  historia como ciencia.  Sino que es  «recordar un tiempo arcaico, inmortal y mítico, y no uno histórico». En ese entendido, Yerishalmi, establece que una cosa es la memoria judía y otra la historia judía. Así se establece una diferencia entre la historia como pasado y la memoria como recuerdo. Es ese postulado las Artes de la memoria: «El interés, se deduce, no es revivir el pasado sino dotarlo de significado; no es preservar un hecho importante tal cual ocurrió sino inyectarlo  de un valor simbólico que lo haga valiosos».
Adicionalmente, esa memoria colectiva, en esas artes de la memoria, se  plantea también la tensión entre  mito e historia, y esa tensión tiene sus consecuencias. Porque hace una diferenciación entre el mito y la historia.  El   Mito apunta «a un pasado fabuloso pero significativo».Solo pensemos en Kafka.  Mientras que la Historia es la «recreación  de hechos  y épocas mesurables». Esto lleva a Stavans a comparar la concepción de la historia para los griegos y para los judíos. Si bien coinciden en que están orientadas a recordar para no ser olvidados. Sin embargo sus procesos y selección de contenidos  son diametralmente opuestas. Para los judíos al prevalecer el mito, se descartar la objetividad, solo importa el significado. Esto desencadena «una interpretación ad infinitum  de textos y leyendas». Mientras que  para los griegos la historia aspira a «la verdad, elimina todo significado aleatoria   y artificial, recrea el pasado tal y como se vivió »  Recapitulando entre memoria colectiva y memoria histórica. La memoria colectiva de los judíos esta más cerca de una epistemología, apunta a lo cualitativo. Mientras que la historia como tal, esta basada más en la historiografía y en lo cuantitativo.  Dicho de otro modo: Las Artes de la memoria, es el proceso  por recuperar la historia de lo espiritual. Mientras que el concepto historicista, es describir y recordar lo humano: acción  y hechos y épocas. Aún el estructuralismo histórico esta determinado por medidas o variables cuantificables.  Finalmente, ese proceso de las Artes de la memoria, puede ser visto como un ejercicio espiritual, que se va reinventando en sus múltiples combinaciones e interpretaciones, sin perder sus raíces y permeándose al mundo moderno. En consecuencia, es también valido como un modelo de pensar. Steiner  no lo dice, pero ese es un recurso muy particular por razones históricas y espirituales del pueblo judío. Sobretodo por estar amparado en  las vicisitudes y sobresaltos milenarios que ha padecido el pueblo judío. Pero también se apoya en recursos literarios como la parábola, la alegoría, el mito. Solo pensemos en Kafka, Freud o Walter Benjamin. Pero ese método o recurso dialectico o especulativo o exegético,  de interpretación sobre interpretación, tampoco es patrimonio exclusivo de los judíos. De una u otra manera otros pueblos o comunidades o sociedades  en determinadas circunstancias históricas y temporales lo han aplicado o lo podrían llegar a aplicar. Un ejemplo, aunque muy particular,  y atado a sus propia casuística, contextos y formalidades son los jesuitas, con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Obra que patentiza  también  otro modelo de pensar.
9. Pero basté un ejemplo a  la manera de Steiner, todos hemos oído el tema de obertura del película 2001: Odisea del espacio, del cineasta norteamericano Stanley Kubrick,  Banda musical basada en el poema sinfónico  Así Hablaba Zaratustra del compositor alemán Richard Strauss (No Johan Strauss el del vals Danubio Azul), homónima de la obra del filosofo Federico Nietzsche. En donde Strauss en el primer movimiento, El Amanecer, presenta la llegada del superhombre, apoteósica entrada musical, un despertar de la humanidad. No  hay  quien no quede impresionado con tal despertar musical.  En sentido contrario, siguiendo la desembocadura de ese superhombre, otro compositor Oliver Messiaen, hebreo y  católico,  nos presenta su obra, Cuarteto para el final de los tiempos. Compuesta en un campo de concentración nazi,  obra en nueve movimientos, en el tercer movimiento llamado Abîme des oiseauxI. (“Abismo de pájaros)”, es un solo para clarinete. El abismo puede significar lo triste  y  terrible de la vida.  Los pájaros representan ese deseo humano por la luz y por la inmortalidad. Por atrapar lo fugaz del tiempo y la alegría del mundo. Y ¿cuál será mejor obra musical,  el poema sinfónico Así hablaba Zaratustra de Richard Strauss o El Cuarteto para final de los tiempos de Oliver  Messiaen?



Créditos

Los comentarios de este post se han hecho con base a la versión traducida al español Una lectura bien hecha (Georges Steiner).pdf (330k) José Javier Ruiz Serradilla, 3 abr. 2012.

Crédito de las ilustraciones

  Biblioteca de la Universidad Humboldt, foto, Berlín
Ulises y las sirenas, pintura, Herbert Draper 
Un niño, un profesor, un bolígrafo y un libro pueden cambiar el mundo, foto,  Malala Yousafzai
Muchacha  leyendo, pintura por Isadore Weiner
Vaso de Sosibios. Dibujo de John Keats, The Keats-Shelley Memorial House, Roma,1819
Relatividad , 1939, grabado  M.C. Escher
El rostro humano de las noticias, ilustrador suizo Stephan Schmitz
Sistema planetario, Google imagen
Pájaro de metal, escultura, Matt Wilson  


Grandes cuentos del siglo XX. Los tres jinetes del Apocalipsis por G.K.Chesterton. Post Plaza de las palabras



  
Plaza de las palabras en su sección Grandes cuentos del siglo XX, presenta a Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), más conocido como G. K. Chesterton, pensador  británico, polémico y prolifero, con más de cien libros publicados. Escritor polifacético que incursiono en diferentes  géneros: el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo, la crítica literaria, el teatro,  y el libro de viajes, y hasta en la autobiografía. Los críticos se han referido a él como el «príncipe de las paradojas».​ Se hizo célebre, entre otros motivos por la creación de la saga del Padre Brown, sacerdote y detective, personaje que con gran agudeza mental e introspección sicológica,  le sirvió de base para desarrollar una serie de novelas de corte policiaco. Entre sus principales obras destacan, en ensayo, Ortodoxia (1908), El hombre eterno (1925). De sus novelas se puede mencionar.  El Napoleón de Notting Hill (1904),  El hombre que fue jueves (1908). El hombre que sabía demasiado (1922). Son conocidas, entre otras, sus biografías sobre Santo Tomas de Aquino, San Francisco de Asís, William Blake  y Robert Broning. Chesterton fue un escritor con una asombrosa originalidad e imaginación. Muy afincado en el conservadurismo, el mundo antiguo, la tradición, y gran devoto del mundo medieval. Su prosa es incisiva, llena de ironía;  y que a veces bordean  el humor. Son famosas sus polémicas con escritores de la talla de Bernard Shaw, H.G.Wells y R.Kipling.

Escribió innumerables cuentos, aquí presentamos Los tres jinetes del apocalipsis. El cuento nada intrincado, se desarrolla en una conversación de salón, en que Mr.Pond (narrador de la historia) cuenta una historia, ambientada en Polonia, donde el ejército prusiano ha tomado una parte del territorio polaco. La trama descansa en el poeta polaco Pablo Petrovski, prisionero de los prusianos en Poznam,  quien es considerado un héroe nacional, por lo que el  mariscal von Grock, decide su muerte. Para ello da la orden que un  emisario, a caballo se dirija a Poznan  donde esta  prisionero Petrovski y sea ejecutado inmediatamente. El acto casi coincide con la visita y revisión de tropas que su alteza,  el Príncipe hace al campamento del Mariscal Grock. .El príncipe sabedor de quien era el poeta Petrovski, considera que su muerte seria un error porque se convertiría en una victima y eso seria achacado al ejercito prusiano: «Sería lamentado y divinizado » Por lo que ordena que la  ejecución sea cancelada, el mismo elige a un segundo mensajero, su mejor jinete para que persiga y alcance al primer mensajero, y detenga la primera orden, ese jinete lleva una orden escrita: «el indulto y la libertad de Petrovski». El mariscal, por su cuenta, cavila que el príncipe esta cometiendo un error, y que es mejor la muerte del poeta. Por lo que a espaldas del príncipe, elige a un tercer mensajero, que además sea un buen tirador, y le ordena que a toda costa, detenga al segundo mensajero. En ese trió de mensajeros sucesivos como una serie aritmética, descansa la narración.

El cuento ilustra varias cosas,Primero la disciplina militar, y especialmente la mentalidad de un soldado prusiano. Segundo, aquí se esconde una paradoja: el exceso de obediencia o disciplina anula el objetivo del Mariscal Grock. Narra el narrador: «Todo fracasó, porque había demasiada disciplina» Tercero, también ilustra, aquella parábola de Franz Kafka, en su relato Ante la ley. Para los soldados prusianos, celosos de cumplir con la autoridad bajo la forma de ordenes, (ley). En ningún momento vacilan de romper ese sagrado deber de cumplir la orden. Con una fidelidad excesiva, que los lleva a cometer deslealtad. Nunca dan el paso siguiente que los libraría de ese destino. Tal y como sucede con el hombre en el relato Ante la ley, el campesino nunca atraviesa la puerta. Al igual los mensajeros del cuento de Chesterton, nunca vacilan en no infringir las órdenes recibidas (la ley de la autoridad y el mando).  Si en el personaje de Kafka es un absurdo  en los jinetes mensajeros de Chesterton hay un acto paradójico. 

Cuarto. Por supuesto el ambiente y época del relato es cuando los ejércitos tenían caballería,  un cuerpo elite de caballería, los Húsares.  Igualmente en el cuento hay un par de connotación medievalistas. «No los repruebo. A veces pienso que el tiempo de la heráldica era más hermoso que el tiempo del mimetismo que trajo la historia natural y el culto de los camaleones y de los escarabajos. ». En realidad, estaba hablando del honor que conlleva la heráldica, y la  virtud manifiesta de cortesía medieval, en contra del positivismo de la ciencia. Curiosamente en los escudos de armas, a veces hay representados animales. Pero también la heráldica trae otra connotación, la de los heraldos. O mensajeros.  Una segunda intrusión medieval es la siguiente: «Llegó con la rapidez de esa equitación que ha legado a Europa el nombre mismo de caballerosidad ». Contenido que recuerda a los caballeros, y también la serie de palabras; caballo, caballero, caballería y caballerosos. Todas medievalista. Asoma también una  alusión a la mitología, y que el Príncipe compara con el poeta polaco,   apunta a Orfeo, ese emblema de la civilización órfica,  asesinado «por las mujeres  locas». Se refiere a las Menades, tema que Cortázar convirtió en un conocido cuento.  
  
Quinto. Hay también un opuesto entre lo humano y lo inhumano. Primeramente, lo inhumano  atribuido al paisaje: «Al cabalgar por ese terraplén abrupto, infinitamente se dilataba en derredor algo más inhumano que el mar». Más adelante se lee: «este camino infernal se estiraba como una pesadilla».Pero después ese paisaje también trasforma lo humano en inhumano:   « Grock se había sacado el yelmo; y aunque ese gesto era tal vez la vaga sombra de un sentimiento funeral de respeto, su efecto visible fue que el enorme cráneo rapado y el pescuezo de paquidermo resplandecieron pétreamente bajo la luna como los de un monstruo antediluviano. Rops, o algún grabador de las negras escuelas alemanas, podría haber dibujado ese cuadro: una enorme bestia, inhumana corno un escarabajo, mirando las alas rotas y la armadura blanca y de oro de algún derrotado campeón de los querubines».

Sexto. Asoma también otra dicotomía de los opuestos entre idealismo y realismo. El realismo prusiano (pragmatismo) y el idealismo del poeta prisionero. «La obra del idealista podrá ser impracticable; la del hombre de acción, inescrupulosa» Esa categoría entre la que también  aflora ese nudo de la idea y de la acción.  El primer mensajero: « había comprendido la ética del mariscal, la que afirma que un acto es irrefutable, aunque sea indefendible». La acciona toda costa reivindica la idea. Una idea sin acción, no representa nada. Más que el estéril platonismo. Para el mariscal Grock, la quintaesencia del prusianismo,  es la acción que desencadena los hechos en virtud de un orden y voluntad superior.   Por eso afirma: « El mundo cambia —dijo Grock—, no por lo que se dice o por lo que se reprueba o alaba, sino por lo que se hace. El mundo nunca se repone de un acto».

Y Septima, aquí llegamos, finalmente a una idea más, el poder de la voluntad en el sentido de Schopenhauer, y no se da a un ejercito sino a un país: Alemania vía prusiana. «Antes y después del hecho, la voluntad alemana es la misma. No la destruyen las vicisitudes y el tiempo, como, la de quienes se arrepienten. Está fuera del tiempo como una cosa de piedra que mira hacia atrás y hacia adelante con una sola cara». Pero sobre todo emerge en este cuento, el sentido de la paradoja, tan cara a Chesterton.   


 


Los tres jinetes del apocalipsis.

La singular y a veces inquietante impresión que Mr. Pond me causaba, a pesar de su cortesía trivial y de su corrección, se vinculaba tal vez a alguno de mis primeros recuerdos y a la vaga sugestión verbal de su nombre. Era un viejo amigo de mi padre, un funcionario; sospecho que mi imaginación infantil había mezclado de algún modo el nombre de Mr.Pond con el estanque del jardín. Pensándolo bien, se parecía extrañamente al estanque. Era,en general, tan sereno, tan regular y tan claro en sus habituales reflejos de la tierra, del cielo y de la luz del día como aquél. Y yo sabía, sin embargo, que había algunas cosas raras en el estanque del jardín. Una o dos veces al año el estanque parecía un poco distinto: una sombra fugaz o un destello interrumpía su lisa tranquilidad, y un pez o un sapo o alguna criatura más grotesca se mostraba al cielo. Y yo sabía que también en Mr. Pond había monstruos: monstruos mentales que emergían un instante a la superficie y luego se perdían. Tomaban las formas de observaciones monstruosas en medio de sus observaciones inofensivas y razonables. Algunos interlocutores pensaban que en la mitad de un diálogo juicioso se volvía loco. Pero también reconocían que regresaba a la cordura inmediatamente.

Una tarde, hablaba muy juiciosamente con Sir Hubert Watton, el conocido diplomático; estaban sentados bajo enormes quitasoles, mirando el estanque, en nuestro jardín. Hablaban de una parte del mundo que ambos conocían y que en Europa Occidental se conoce muy poco: las vastas llanuras anegadizas que se deshacen en pantanos y ciénegas en los confines de Pomerania y de Polonia y de Rusia, y que se dilatan acaso hasta los desiertos siberianos. Y Mr. Pond recordó que en una región de profundas ciénegas, cortadas por lagunas y lentos ríos, hay un solo camino en un estrecho terraplén empinado: una senda no peligrosa para el peatón, pero escasa para que dos jinetes pasen a un tiempo. Este es el principio del cuento. Se refiere a un tiempo no muy lejano, a un tiempo en el que aún se usaban tropas de caballería, aunque más para correos que para combates. Baste decir que esto ocurrió en unade las muchas guerras que han arrasado a esa parte del mundo, si es posible arrasar un desierto. Esa guerra entrañaba la presión del sistema prusiano sobre la nación polaca, peroes innecesario formular la política del asunto o discutir el pro y el contra. Digamos ligeramente que Mr. Pond divirtió a los presentes con un ugma.

—Espero que ustedes recordarán —dijo Pond— el revuelo que produjo Pablo Petrovski,
el poeta de Cracovia, que hizo dos cosas bastante peligrosas en aquel tiempo: mudarse de Cracovia a Poznam y ser a la vez poeta y patriota. La ciudad en que vivía estaba ocupada en ese momento por los prusianos; estaba situada exactamente en el término oriental del largo camino; pues, como es de imaginarse, el comando prusiano se había apresurado a ocupar la cabeza de puente, de ese puente tan solitario, sobre ese mar de ciénegas. Pero su base estaba en el término occidental del camino: el célebre mariscal von Grock tenía el comando supremo; y su antiguo regimiento, que seguía siendo su regimiento predilecto, losHúsares Blancos, estaba acampado cerca del extremo occidental del alto camino. Por supuesto, todo era impecable, hasta el menor detalle de los espléndidos uniformes blancos, atravesados por el tahalí llameante —esto era anterior al empleo de los colores del barro y de la arcilla para todos los uniformes del mundo—. No los repruebo. A veces pienso que el tiempo de la heráldica era más hermoso que el tiempo del mimetismo que trajo la historia natural y el culto de los camaleones y de los escarabajos. Sea lo que fuere, este regimiento de caballería prusiana usaba su propio uniforme; y, como verán ustedes, ése fue otro elemento del fiasco; pero no sólo eran los uniformes; era la uniformidad. Todo fracasó, porque había demasiada disciplina. Los soldados de Grock le obedecían demasiado; de modo que no podía hacer lo que quería.
—Eso debe ser una paradoja —dijo Watton, con un suspiro—. Será muy ingenioso y todo lo que quieran; pero realmente es un desatino. Ya sé que la gente suele decir que hay demasiada disciplina en el ejército alemán. Pero en un ejército no puede haber demasiada
disciplina.
—Pero no lo digo de una manera general —dijo Pond, quejumbrosamente—. Lo digo refiriéndome a este caso particular. Grock fracasó porque sus soldados le obedecieron. Claro que si uno de los soldados le hubiera obedecido, las cosas no hubieran ido tan mal. Pero como dos de sus soldados le obedecieron, el hombre fracasó.
Watton se rió guturalmente.
—Me encanta su nueva teoría militar. Usted permite la obediencia a un soldado en un regimiento; pero que dos soldados obedezcan, ya es un exceso de la disciplina prusiana.
—No tengo ninguna teoría militar, hablo de un hecho militar —contestó Mr. Pond plácidamente—. Es un hecho militar que Grock fracasó porque dos de sus soldados le obedecieron. Es un hecho militar que hubiera tenido éxito si uno de ellos hubiera desobedecido. Encárguese usted de las teorías militares.
—No soy aficionado a las teorías —dijo Watton con cierta sequedad, como alcanzado por un insulto trivial.
En ese momento se vio la vasta y fanfarrona figura del capitán Gahagan, el incongruente amigo y admirador del apacible Mr. Pond. Tenía una fogosa malva en el ojal y un sombrero de copa atesado sobre la roja cabellera; y aunque era relativamente joven, había en su andar un contoneo que sugería la época de los dandies y de los duelistas. Alto y de espaldas al sol, parecía el emblema de la arrogancia. Sentado, cara al sol, atenuaban la impresión anterior los ojos pardos, muy suaves, tristes y un poco ansiosos.
Mr. Pond interrumpió su monólogo y se perdió en un torrente de disculpas:
—Estoy hablando demasiado, como de costumbre; la verdad es que hablo de ese poeta, Petrovski, que casi fue ejecutado en Poznam, hace ya tiempo. Las autoridades militares vacilaban; iban a dejarlo en libertad, si no recibían órdenes directas del mariscal von Grock;
pero el mariscal había decidido que muriera el poeta; y mandó la sentencia de ejecución, esa misma tarde. Después mandaron un indulto; pero como el portador del indulto murió en el camino, el prisionero fue puesto en libertad.
—Pero cómo... —repitió mecánicamente Watton.
—Naturalmente, el prisionero fue puesto en libertad —observó Gahagan, con una vozfuerte y feliz—. Es claro como la luz del día. Cuéntanos otro cuento.
—Es una historia estrictamente cierta —protestó Mr. Pond—, y ocurrió exactamente como les digo. No es una paradoja. Claro, si se ignoran los hechos, todo puede parecer complicado.
—Sí —convino Gahagan—, necesitaremos muchos detalles para comprender que esa historia es simple.
—Cuéntela de una vez —dijo Watton.
—Pablo Petrovski era uno de esos hombres nada prácticos, que son de prodigiosa importancia en la política práctica. Su poder estaba en el hecho de que era un poeta nacional, pero también un cantor internacional. Es decir, tenía una bella voz poderosa con la que cantaba sus himnos en todas las salas de concierto del mundo. En su patria, naturalmente, era una antorcha y un clarín de esperanzas revolucionarias, especialmente entonces, en aquella crisis internacional en que el lugar de los políticos prácticos había sido ocupado por hombres mucho más o menos prácticos. Porque el verdadero idealista y el verdadero realista comparten el amor de la acción. Y el político práctico vive de formular objeciones prácticas a cualquier acción. La obra del idealista podrá ser impracticable; la del hombre de acción, inescrupulosa; pero en ninguno de los dos casos puede un hombre ganar una reputación por no hacer nada. Es raro que esos dos tipos extremos estuvieran en los dos extremos de ese largo camino entre los pantanos: el poeta polaco, prisionero, en la ciudad, a un extremo; el soldado prusiano, comandando el campamento, al otro. "Porque el mariscal von Grock era un verdadero prusiano, no sólo enteramente práctico, sino enteramente prosaico. Jamás había leído un verso, pero no era un imbécil. Poseía el sentido de la realidad, propio de los soldados; este sentido le impedía incurrir en el error asnal del político práctico. No se burlaba de las visiones; se limitaba a detestarlas. Sabía que un poeta, o un profeta, podían ser peligrosos como un ejército. Y había resuelto que el poeta muriera. Era su único tributo a la poesía, y era sincero.
"Estaba sentado ante una mesa, en su tienda; el yelmo con punta de acero, que siempre usaba en público, estaba a su izquierda; y su cabeza maciza parecía calva, aunque sólo estaba rapada. También la cara entera estaba rapada y nada la cubría, salvo unos anteojos muy fuertes, que daban un aire enigmático al rostro pesado y caído. Se volvió a un teniente que estaba firme a su lado, un alemán de los de cara indefinida y cabello pálido, cuyos redondos ojos azules miraban como ausentes.
"—Teniente von Hocheimer —preguntó—, ¿dijo usted que su alteza llegaría esta noche al campamento?
"—A las siete y cuarenta y cinco, mi general —respondió el teniente, que parecía poco dispuesto a hablar, como un gran animal que apenas dominase esa habilidad.
"—Estamos justo a tiempo —dijo Grock— para mandarlo a usted con la sentencia de muerte, antes que llegue. Debemos servir a su alteza de todas formas, pero especialmente ahorrándole molestias inútiles. Ya tendrá bastante con revistar a las tropas; cuide que todo esté a disposición de su alteza. A las ocho y cuarenta y cinco su alteza partirá para el próximo puesto avanzado.
"El teniente volvió parcialmente a la vida e hizo un esbozo de saludo.
"—Es claro, mi general, todos debemos obedecer a su alteza.
"—He dicho que todos debemos servir a su alteza —dijo el mariscal.
"Con un movimiento más brusco que de costumbre se quitó los anteojos y los arrojó sobre la mesa. Si los vagos ojos azules del teniente hubieran sido perspicaces, se hubieran dilatado todavía más ante la transformación operada por ese gesto. Fue como la remoción de una máscara de hierro. Un segundo antes, el mariscal von Grock se parecía extraordinariamente a un rinoceronte, con sus pesados pliegues de coriácea mandíbula y mejilla. Ahora era una nueva clase de monstruo: un rinoceronte con ojos de águila. El frío resplandor de sus ojos viejos hubiera dicho casi a cualquiera que algo había en él que no era solamente pesado; que algo había en él, hecho de acero y no sólo de hierro. Porque todos los hombres viven por un espíritu, aunque sea un espíritu malvado, o uno tan extraño a la comunidad de los hombres cristianos, que éstos apenas saben si es bueno o malo.
"—He dicho que todos debemos servir a su alteza —repitió Grock—. Hablaré con más claridad y diré que todos debemos salvar a su alteza. ¿No basta a nuestros reyes ser nuestros dioses? ¿No les basta que los sirvan y que los salven? Nosotros somos quienes debemos servir y salvar.
"El mariscal von Grock raramente hablaba o pensaba (tal como entienden el pensamiento las personas intelectuales). Los hombres como él, cuando se ponen a pensar en voz alta, prefieren dirigirse a su perro. Les complace ostentar palabras difíciles y complicados argumentos ante el perro. Sería injusto comparar al teniente Hocheimer con un perro. Sería injusto para el perro, que es una criatura sensitiva y vigilante. Sería más exacto decir que el mariscal von Grock, en ese raro momento de reflexión, tenía la comodidad y la tranquilidad de sentir que estaba reflexionando en voz alta en presencia de una vaca o de una legumbre.
"—Una y otra vez, en la historia de nuestra casa real, el sirviente ha salvado al amo —continuó Grock— sin lograr otro premio que sinsabores, a lo menos de parte de la opinión pública, que siempre gime contra el afortunado y el fuerte. Pero hemos sido afortunados y hemos sido fuertes. Maldijeron a Bismarck por haber engañado a su amo, con el telegrama de Ems; pero convirtió a su amo en amo del mundo. París fue capturada; destronada Austria; y nosotros quedamos a salvo. Esta noche Pablo Petrovski habrá muerto, y otra vez estaremos a salvo. Por eso lo mando con esta inmediata sentencia de muerte. ¿Entiende usted que lleva la orden para la inmediata ejecución de Petrovski y que no debe regresar hasta que la cumplan?
"El inexpresivo Hocheimer saludó; entendía muy bien esa orden. Al fin de cuentas tenía algunas de las virtudes del perro: era valiente como un bulldog y podía ser fiel hasta la muerte.
"—Debe usted montar a caballo y partir sin tardanza —continuó Grock— y cuidar que nada lo demore, o impida su misión. Me consta que ese imbécil de Arnheim libertará a Petrovski esta noche, si no recibe mensaje alguno. Apresúrese.
"Y el teniente volvió a saludar y entró en la noche; y después de montar uno de los soberbios corceles blancos que eran parte del esplendor de ese regimiento espléndido, empezó a galopar por el alto y estrecho terraplén, casi como el filo de una muralla, que dominaba el sombrío horizonte, los difusos contornos y los apagados colores de aquellos pantanos enormes.
"Cuando el último eco del caballo retumbó en el camino, el mariscal se incorporó, se puso el casco y los lentes y salió a la puerta de la tienda; pero por otra razón. El Estado Mayor, con uniforme de gala, ya le esperaba; y, desde las profundas filas, se oían los saludos rituales y las voces de mando. Había llegado el príncipe.
"El príncipe era algo así como un contraste, al menos en lo externo, con los hombres que lo rodeaban; y aun en otras cosas era una excepción en su mundo. También usaba yelmo con punta de acero, pero de otro regimiento, negro con reflejos de acero azul; y había algo semi incongruente y semi apropiado, por alguna anticuada razón, en la combinación de ese yelmo con la larga y oscura barba fluida, entre aquellos prusianos bien rasurados. Como para hacer juego con la larga y oscura barba, usaba un largo y oscuro manto azul con una estrella resplandeciente, de la más alta orden real; y bajo el manto azul vestía uniforme negro. Aunque tan alemán como los otros, era un tipo distinto de alemán; y algo en su rostro absorto y orgulloso confirmaba la leyenda de que la única pasión de su vida era la música.
"En verdad, el adusto Grock creyó poder vincular con esa remota excentricidad el hecho fastidioso y exasperante de que el príncipe no procediera inmediatamente a revisar las tropas, formadas ya en todo el orden laberíntico de la etiqueta militar de su nación; y que inmediatamente abordara el tema que el mariscal quería evitar: el tema de ese polaco informal, su popularidad y su peligro; porque el príncipe había oído las canciones de este hombre en los teatros de toda Europa.
"—Hablar de ejecutarlo es una locura —dijo el príncipe, sombrío bajo su casco negro—. No es un polaco vulgar. Es una institución europea. Sería lamentado y divinizado por nuestros aliados, por nuestros amigos, hasta por nuestros compatriotas. ¿Quiere usted convertirse en las mujeres locas que asesinaron a Orfeo?
"—Alteza —dijo el mariscal—, sería lamentado; pero estaría muerto. Sería divinizado; pero estaría muerto. De los actos que anhela ejecutar, no ejecutaría uno solo. Todo lo que hace ahora, cesaría para siempre. La muerte es un hecho irrefutable, y me gustan los hechos.
— ¿No sabe usted nada del mundo? —preguntó el príncipe.
"—Nada me importa del mundo —contestó Grock— más allá de los jalones de la frontera.
"— ¡Dios del cielo! —gritó el príncipe—. Usted hubiera fusilado a Goethe por una indisciplina con Weimar.
"—Por la seguridad de su casa real —contestó Grock— no hubiera vacilado un instante.
"Hubo un breve silencio, y el príncipe dijo con una voz seca y distinta:
"— ¿Qué quiere usted decir?
"—Quiero decir que no he vacilado un instante —dijo el mariscal, con firmeza—. Ya he enviado órdenes para la ejecución de Petrovski.
"El príncipe se irguió como una gran águila oscura; su capa ondeó como en un vértigo de alas; y todos los hombres supieron que una ira más allá del lenguaje había hecho de él un hombre de acción. Ni siquiera se dirigió al mariscal; a través de él, con voz alta, habló al jefe de Estado Mayor, general von Zenner, un hombre opaco, de cuadrada cabeza, que había permanecido en segundo término, quieto como una piedra.
"—¿Quién tiene el mejor caballo de su división? ¿Quién es el mejor jinete?
"—Arnold von Schacht tiene un caballo que vencería a los de carrera —respondió en seguida el general—. Y es un admirable jinete. Es de los Húsares Blancos.
"—Muy bien —dijo el príncipe, con la misma decisión en su voz—. Que inmediatamente salga en persecución del hombre con esa orden absurda, y que lo detenga. Yo le daré una autorización que el eminente mariscal no discutirá. Traigan papel y tinta.
"Sentóse, desplegando la capa; le trajeron lo pedido, escribió firmemente y rubricó la orden que anulaba todas las otras y aseguraba el indulto y la libertad de Petrovski, el polaco.
"Después, en un silencio de muerte, que von Grock aguantó sin pestañear, como un ídolo bárbaro, el príncipe salió de la estancia, con su capa y su espada. Estaba tan disgustado, que nadie se atrevió a recordarle la revista de las tropas. Arnold von Schacht, un muchacho ágil, de aire de niño, pero con más de una medalla en su blanco uniforme de húsar, juntó los talones, recibió la orden del príncipe y, afuera, saltó a caballo y se perdió por el alto camino, como, una exhalación .o como una flecha de plata.
"Con lenta serenidad el viejo mariscal volvió a la tienda; con lenta serenidad se quitó el casco y los anteojos y los puso en la mesa. Luego llamó a un asistente y le ordenó buscar al
sargento Schwarz, de los Húsares Blancos.
"Un minuto después se presentó ante el mariscal un hombre cadavérico y alto, con una cicatriz en la mandíbula, muy moreno para alemán, como si el color de su tez hubiera sido oscurecido por años de humo, de batallas y de tormentas. Hizo la venia y se cuadró mientras el mariscal alzaba lentamente los ojos. Y aunque era muy vasto el abismo entre el mariscal del imperio, con generales a sus órdenes, y aquel sufrido suboficial, lo cierto es que de todos los hombres que han hablado en este cuento, sólo estos dos se miraron y se comprendieron sin palabras.
"—Sargento —dijo secamente el mariscal—, ya lo he visto dos veces. Una, creo, cuando ganó el primer premio del Ejército en el certamen de tiro.
"El sargento hizo la venia, silencioso.
"—La otra —continuó el mariscal— cuando lo acusaron de matar de un tiro a esa vieja que se negó a informar sobre la emboscada. El incidente dio mucho que hablar, aun en nuestros círculos. Sin embargo, se movió una influencia en su favor, sargento. Mi influencia.
"Otra vez el sargento hizo la venia. El mariscal prosiguió hablando de un modo frío, pero extrañamente sincero.
"—Su alteza el príncipe ha sido engañado en un punto esencial a su propia seguridad y a la de la Patria, y ahora acaba de mandar una orden para que pongan en libertad a Petrovski, que debe ser ejecutado esta noche. Repito: que debe ser ejecutado esta noche.
 Tiene usted que salir inmediatamente en pos de von Schacht, que lleva la orden, y detenerlo.
"—Me será muy difícil alcanzarlo, mi general —dijo el sargento—. Tiene el caballo más veloz del regimiento y es el mejor jinete.
"—Yo no dije que lo alcanzara. Dije que lo detuviera —dijo Grock. Luego habló más despacio—. Un hombre puede ser detenido de muchos modos: por gritos o disparos —se hizo más lenta y más pesada su voz, pero sin una pausa—. La descarga de una carabina podría llamarle la atención.
"El sombrío sargento hizo la venia por tercera vez, y no despegó los labios.
"—El mundo cambia —dijo Grock—, no por lo que se dice o por lo que se reprueba o alaba, sino por lo que se hace. El mundo nunca se repone de un acto. El acto necesario en este momento es la muerte —dirigió al otro sus brillantes ojos de acero y agregó—:
Hablo, claro está, de Petrovski.
"El sargento Schwarz sonrió ferozmente; y también él, después de alzar la lona que cubría la entrada de la tienda, montó a caballo y se fue.
"El último de los tres jinetes era aún más invulnerable a la fantasía que el primero. Pero, como también era humano (siquiera de un modo imperfecto), no dejó de sentir, en esa noche y con esa misión, el peso de ese paisaje inhumano. Al cabalgar por ese terraplén abrupto, infinitamente se dilataba en derredor algo más inhumano que el mar. Porque nadie podía nadar ahí, ni navegar, ni hacer nada humano; sólo podía hundirse en el lodo, y casi sin lucha. El sargento sintió con vaguedad la presencia de un fango primordial, que no era sólido, ni líquido, ni capaz de una forma; y sintió su presencia en el fondo de todas las formas.
"Era ateo, como tantos miles de hombres sagaces, obtusos, del norte de Alemania; pero no era de esos paganos felices que ven en el progreso humano un florecimiento natural de la tierra. El mundo para él no era un campo en que las cosas verdes o vivientes surgían y se desarrollaban y daban frutos; era un mero abismo donde todas las cosas vivientes se hundirían para siempre; este pensamiento le daba fuerza para todos los extraños deberes que le incumbían en un mundo tan detestable. Las manchas grises de la vegetación aplastada, vistas desde arriba como en un mapa, parecían el gráfico de una enfermedad; y las incomunicadas lagunas parecían de veneno, no de agua. Recordó algún escrúpulo humanitario contra los envenenadores de lagunas.
"Pero las reflexiones del sargento, como casi todas las reflexiones de los hombres que no suelen reflexionar, tenían su raíz en alguna tensión subconsciente sobre sus nervios y su inteligencia práctica. El recto camino era no sólo desolado, sino infinitamente largo. Imposible creer que había corrido tanto sin divisar al hombre que perseguía. Sin duda, el caballo de von Schacht debía ser muy veloz para haberse alejado tanto, porque sólo había salido un rato antes. Schwarz no esperaba alcanzarlo; pero un justo sentido de la distancia le había indicado que muy pronto lo divisaría. Al fin, cuando empezaba a desesperarse, lo divisó.
"Un punto blanco, que fue convirtiéndose muy despacio en una forma blanca, surgió a lo lejos, en una furiosa carrera. Se agrandó, porque Schwarz espoleó y fustigó a su caballo; llegó a un tamaño suficiente la raya anaranjada sobre el uniforme blanco que distinguía al uniforme de los húsares. El ganador del premio de tiro de todo el ejército había dado en el centro de blancos más pequeños que aquél.
"Enfiló la carabina, y un disparo violento espantó, por leguas a la redonda, las aves salvajes de los pantanos. Pero el sargento Schwarz no pensó en ellas. Su atención estaba en la erecta y remota figura blanca, que se arrugó de pronto como si el fugitivo se deformara. Pendía sobre la montura como un jorobado; y Schwarz, con su exacta visión y con su experiencia, estaba seguro de que su víctima había sido alcanzada en el cuerpo; y, casi indudablemente, en el corazón. Entonces, con un segundo balazo, derribó al caballo; y todo el grupo ecuestre resbaló y se derrumbó y se desvaneció en un blanco relámpago dentro del oscuro pantano.
"El sargento estaba seguro de haber cumplido su obra. Los hombres como él se aplican mucho en sus actos; por ese motivo suelen ser tan erróneos sus actos. Había ultrajado la camaradería, que es el alma de los ejércitos; había matado a un oficial que estaba cumpliendo con su deber; había engañado y desafiado a su príncipe y había cometido un asesinato vulgar sin la excusa de una pendencia, pero había acatado la orden de un superior y había ayudado a matar a un polaco. Estas dos circunstancias finales ocuparon su mente, y emprendió el regreso para dar su informe. No dudaba de la perfección de la obra cumplida, indudablemente, el hombre que llevaba el perdón estaba muerto; y, si por un milagro, sólo estuviera agonizando, era inconcebible que llegara a la ciudad a tiempo de impedir la ejecución. No; en suma, lo más práctico era volver a la sombra de su protector, el autor del desesperado proyecto. Con todas sus fuerzas se apoyaba en la fuerza del gran mariscal.
"Y, en verdad, el gran mariscal tenía esta grandeza: después de la monstruosidad que había cometido, o que había ordenado cometer, no temió afrontar los hechos o las comprometedoras posibilidades de mostrarse con su instrumento. Una hora después, él y Schwarz, cabalgaban por el largo camino; en un determinado sitio desmontó el mariscal, pero le dijo al otro que prosiguiera. Quería que el sargento llegara a la ciudad, y viera si todo estaba tranquilo después de la ejecución, o si persistía algún peligro de agitación popular.
"—¿Aquí es, mi general? —interrogó el sargento en voz baja—. Hubiera jurado que era más adelante; pero la verdad es que este camino infernal se estiraba como una pesadilla.
"—Aquí es —dijo Grock, y con lentitud se apeó del caballo. Se acercó al borde del parapeto y miró hacia abajo.
"Se había levantado la luna sobre los pantanos y su esplendor magnificaba las aguas oscuras y la escoria verdosa; y en un cañaveral, al pie del terraplén, yacía, en una especie de
luminosa y radiante ruina, todo lo que quedaba de uno de los soberbios caballos blancos y jinetes blancos de su antiguo regimiento. La identidad no era dudosa; la luna destacaba el cabello rubio del joven Arnold, el segundo jinete, y el mensajero del indulto; brillaban también el tahalí y las medallas que eran su historia, y los galones y los símbolos de su grado. Grock se había sacado el yelmo; y aunque ese gesto era tal vez la vaga sombra de un sentimiento funeral de respeto, su efecto visible fue que el enorme cráneo rapado y el pescuezo de paquidermo resplandecieron pétreamente bajo la luna como los de un monstruo antediluviano. Rops, o algún grabador de las negras escuelas alemanas, podría haber dibujado ese cuadro: una enorme bestia, inhumana corno un escarabajo, mirando las alas rotas y la armadura blanca y de oro de algún derrotado campeón de los querubines.
"Grock no expresó piedad y no dijo ninguna plegaria; pero de un modo oscuro se conmovió como en algún instante se conmueve la vasta ciénega; y, casi defendiéndose, trató de formular su única fe y confrontarla con el universo desnudo y con la luna insistente.
"—Antes y después del hecho, la voluntad alemana es la misma. No la destruyen las vicisitudes y el tiempo, como, la de quienes se arrepienten. Está fuera del tiempo, como una
cosa de piedra que mira hacia atrás y hacia adelante con una sola cara.
"El silencio duró lo bastante para halagar su fría vanidad con una sensación de prodigio; como si una figura de piedra hubiera hablado en un valle de silencio. Pero la soledad volvió a estremecerse con un remoto susurro que era el redoble de un galope; poco después llegó el sargento y su cara oscura y marcada no sólo era severa, sino fantasmal en la luz de la luna.
"—Mi general —dijo, haciendo la venia con una singular rigidez—, he visto a Petrovski, el polaco.
"—¿No lo enterraron todavía? —preguntó el mariscal sin levantar los ojos.
"—Si lo enterraron —dijo Schwarz—, ha removido la lápida y ha resucitado de entre los muertos.
"Schwarz seguía mirando la luna y la ciénega; pero, aunque no era un visionario, no veía lo que miraba, sino más bien las cosas que había visto. Había visto a Pablo Petrovski recorriendo la iluminada avenida de esa ciudad polaca; imposible confundir la esbelta figura, la melena romántica y la barba francesa que figuraban en tantos álbumes y revistas. Y detrás había visto la ciudad encendida en banderas y en antorchas y al pueblo entero  adorando al héroe, festejando su libertad.
"—¿Quiere decir —exclamó Grock con estridencia repentina en la voz— que han desafiado mi orden?
"Schwarz hizo la venia y dijo:
"—Ya lo habían puesto en libertad y no habían recibido ninguna orden.
"—¿Pretende usted hacerme creer —dijo Grock— que del campamento no llegó ningún mensajero?
"—Ningún mensajero —dijo el sargento.
"Hubo un silencio mucho más largo, y por fin dijo Grock, roncamente:
"—¿Qué ha ocurrido, en nombre del infierno? ¿Puede usted explicarlo?
"—He visto algo —dijo el sargento— que me parece que lo explica.

Cuando Mr. Pond llegó a este punto, se detuvo con una placidez irritante.
—¿Y usted puede explicarlo? —dijo Gahagan.
—Me parece que sí —dijo Mr. Pond, tímidamente—. Como usted sabe, yo tuve que aclarar el asunto cuando el ministerio intervino. Todo fue motivado por un exceso de obediencia prusiana. También fue motivado por un exceso de otra debilidad prusiana: el desdén. Y de todas las pasiones que ciegan y enloquecen y desvían a los hombres, la peor es la más fría: el desdén. Grock había hablado con demasiada libertad ante el perro y ante la legumbre. Desdeñaba a los imbéciles, aun en su regimiento: había tratado a von Hocheimer, el primer mensajero, como si fuera un mueble, sólo porque parecía un imbécil. Pero Hocheimer no era tan imbécil como parecía: había entendido, tanto como el sargento, lo que el gran mariscal quería decir; había comprendido la ética del mariscal, la que afirma que un acto es irrefutable, aunque sea indefendible. Sabía que lo que su jefe deseaba era el cadáver de Petrovski; que lo deseaba de todos modos, a costa de cualquier engaño de príncipes o muertes de soldados. Y cuando oyó que lo perseguía un veloz jinete, comprendió inmediatamente que éste traía un indulto del príncipe. Von Schacht, muy joven pero muy valiente oficial, que era como un símbolo de esa más noble tradición de Alemania, que este relato ha descuidado, merecía la circunstancia que lo convirtió en heraldo de una política más noble. Llegó con la rapidez de esa equitación que ha legado a Europa el nombre mismo de caballerosidad, y ordenó al otro, con un tono como la trompeta de un heraldo, que se detuviera y se volviera. Von Hocheimer obedeció. Se detuvo, sujetó el caballo y se volvió en la silla; pero la carabina estaba en su mano, y una bala atravesó la frente de von Schacht. Luego se volvió y prosiguió, con la sentencia de muerte del polaco. A su espalda el caballo y el jinete se desmoronaron por el terraplén, y quedó despejado todo el camino; por ese camino despejado y abierto avanzó el tercer mensajero, maravillándose de la longitud de su viaje; hasta que divisó el uniforme inconfundible de un húsar que desaparecía como una estrella blanca en la distancia; pero no mató al segundo jinete: mató al primero. Por eso no llegó ningún mensaje a la ciudad polaca. Por eso el prisionero fue libertado. ¿Me equivocaba yo al decir que el mariscal von Grock fracasó porque dos hombres lo sirvieron fielmente?




Créditos
Texto
Antología Los mejores cuentos policíacos, compiladores Adolfo Bioy Cesares y J.L.Borges.

Ilustraciones
G.K.Chesterton, foto, Wikipedia
Tres jinetes, dibujo, Plaza de las palabras
Movimiento, dibujo, Plaza de las palabras.