9 MICROFICCIONES CENTROAMERICANAS*




 

El sueño de los cazadores
Arrodillados en campo abierto, a mitad de la noche, arrancaron la hierba, alborotaron el polvo, cavaron con las manos un agujero más largo que profundo y lo llenaron de agua. Contemplaron un momento su obra: un agujero negro sin fondo visible en donde se reflejaba el infinito; por él, en cualquier momento, rodaría desprevenida la luna.
Vania Vargas, Guatemala, 1978

Los clásicos
Augusto Monterroso nunca olvidó la tarde cuando descubrió, en la biblioteca de su amigo Luis Cardoza y Aragón, un libro que creía perdido para siempre: La comedia de Aristóteles. Lo tomó con apremio del estante, sin cortedad alguna pues estaba solo. Al principio creyó que sus ojos lo engañaban. Incluso pensó que se trataba de una broma, de un remedo ingeniado para burlarse de su entusiasmo por los clásicos. Pero los detalles que saltaban a la vista parecían indicar que estaba en lo correcto. Intuyó que se trataba de una edición veneciana del siglo XVII. Acarició el lomo del libro, el cuero bruñido por el tiempo. Inspeccionó la suntuosa encuadernación con más cuidado y notó, cerca de los bordes, innumerables manchas diminutas y oscuras, ásperas al tacto. Sujetó con firmeza cada tapa del libro y lo abrió con cautela. Fue entonces cuando sintió un agudo ardor en las yemas de los dedos. El libro cayó al suelo con un polvoroso estruendo. Augusto miró, perplejo, sus manos abiertas. Sus dedos sangraban.
 El viejo Luis entró a la biblioteca en el preciso instante en que el libro caía de las manos de Augusto. No mostró sorpresa alguna.
—Ten cuidado, Tito —comentó—. Hay libros que muerden.
Y con estudiado sigilo, como si ensayase su nueva profesión de fantasma, caminó hasta su mullida poltrona y se sentó para conversar un rato con su leal amigo, que lo visitaba a este lado de la muerte.
Jorge Ávalos, El Salvador, 1964

Max Schreck entre nosotros
Aquella escena dulce de esa mujer que juega con el gato en el inicio de Nosferatu provoca mucha ternura, hay que reconocerlo. Es la bella imagen de alguien que no conoceremos nunca, de la que no sabremos su nombre, de la que del amor nos imaginamos todo.
 De mi madre, por ejemplo, recuerdo que cuando era niño ella escuchaba música en español de los sesentas y setentas, sin ningún tipo de pudor, es el mejor ejemplo de una ternura desconocida. Mi abuela, que dejó de hornear aquellos hermosos panes que le recordaban a su pequeño país, aquel El Salvador tan lejano, como las historias de terror que la radio nacional transmitía durante las noches de los veranos más calurosos que conocí durante mi infancia.
De la ternura no sabemos nada, de sus infinitas formas de multiplicarse en los ojos de la niñez, nada sabemos de ella y su cardinal latido que siempre nos ha invadido.
 De las noches de noviembre en un 1998 cada vez más lejano recordamos poco, apenas los fantasmas que creíamos jugaban con nosotros, pero de los que jamás una certeza profunda nos habitó. En la casa de las monjas estábamos seguros que vivía Nosferatu, que él tocaba la campana de la iglesia, que él era quien caminaba los callejones oscuros de nuestro pequeño barrio durante los apagones nocturnos que el huracán nos heredó, sin embargo no era él, era Julio, el hijo quemado de doña Betty. Era aquel que para nosotros era un monstruo al que le teníamos miedo, al que ella amaba con la fiebre de un corazón solitario.
Martín Cálix, Honduras, 1984

Entre la niebla
Aquella tarde, mientras conversaba con Marcelo, el más viejo de mis compañeros de trabajo, logré ver entre la niebla un resplandor intermitente. Lo único que podía determinar era que se dirigía hacia el astillero. Al definirse las formas, mi expectación se transformó en asombro. Era un enorme buque de tres mástiles. Sus velas raídas denotaban que habían soportado, quizás durante siglos, las incontenibles ráfagas del tiempo.
Interrogué a Marcelo, desconcertado.
“Es un barco fantasma —respondió—. Hacía años que no lo veía. No imagino por qué ha vuelto”.
Comenté asustado que debía tratarse de un presagio. Algo terrible estaba a punto de ocurrir.
“No lo creo —me corrigió, sin darle ninguna importancia—.Sólo debe ser que el océano está recordando”.
Kalton Harold Bruhl, Honduras 1976

Sueño y memoria
Al despertarme toqué mi frente y palpé la sangre caliente. Por un momento sentí miedo, como si el tigre pudiese saltar de mis sueños a mi cama.
Corrí por las habitaciones buscando a mi marido muerto en las fauces del animal en aquella pesadilla.
Encontré el cuerpo desnudo en mi baño, cubierto de sangre y con los ojos abiertos. Entonces recordé que soy hombre y nunca me he casado.
Martha Cecilia Ruiz, Managua, 1972

Los otros
Madre siempre nos prohibió entrar al bosque. Nos enseñó a buscar entre los edificios abandonados lo que necesitábamos y a guardar silencio por las noches. Los otros duermen más allá de los árboles nos decía, no los debemos despertar.
Los mayores fueron los primeros en abandonar los restos de la ciudad. Dijeron que buscarían otros sobrevivientes y se internaron entre las ceibas para nunca regresar. Luego se fueron mis hermanas. Pensaban encontrar escorpiones o serpientes, cualquier cosa comestible que nos pudiese salvar. Las esperé durante meses, pero ellas tampoco volvieron.
Soporté el tiempo que pude comiendo termitas, muriendo un poco cada día bajo la lluvia negra. Una noche, con mis últimas fuerzas, me arrastré hacia el campo de cruces y saqué lo que quedaba de madre. Esa noche, mientras desgarraba carne y huesos, más allá de las tierras yermas, en la oscuridad de la foresta, despertaron los otros.
Alberto Sánchez Arguello, Nicaragua, 1976



5:30 a.m.
Me levanté temprano, como todos los días, para hacerte el desayuno, prepararte la merienda, bañarte, vestirte, peinarte. Me levanté temprano para reproducir lo que los humanos reproducen desde hace siglos para sus hijos: la mejor manzana y el mejor jabón, el agua caliente, las medias suaves, los detalles que hacen la diferencia. Pero esta mañana no se trata de vestirte bien o alimentarte bien. Esta mañana debo alejar urgentemente lo que sería una prueba fehaciente de crueldad. Crueldad ante tus ojos. No es momento para la violencia a la salida de tu cama. El panorama es gris. Miles de plumas flotando aún después de la pelea. Plumas en los sillones, en el suelo, plumas debajo de la mesa, sobre los libros. Todo metro cuadrado se convirtió, durante la madrugada, en una gran tumba. ¿Un sólo pájaro tiene todas esas plumas? Plumas en mi boca, en tus zapatos, plumas en medio de tus juguetes, en las cortinas. Tomo una escoba rápidamente, desesperada, frenética, barro velozmente cada mosaico, cada centímetro de lugar puro, temerosa de que abrás tu puerta en cualquier momento, cubierta con tu cobija amarilla y todavía dormitando, y me descubrás mintiendo: ¡feliz día de las plumas!, te diría. Necesito mantenerte intacta. En dos minutos hay sudor pero no plumas, hay bolsas de basura pero no sangre. Respiro agitadamente. La suerte está de nuestro lado. No hay rastros de dolor, ni de pájaro, ni del felino que hoy ha mostrado sus garras. Hoy he borrado a las plumas de tus recuerdos de infancia.
Silvia Piranesi,  Costa Rica, 1979

[Piel de tigre]
En el suelo de mi cuarto está la piel curtida de un gran gato americano. No sé quién, ni porqué, cometió la gran bajeza de quitar la vida a tan noble felino. Le arrancaron la hermosa túnica veteada, que en vida le sirvió de guarida contra el frío y la humedad, y de cuartel en la caza entre la maleza.
La curtieron por tres meses con mangle y agalla, y la secaron al salobre viento de este desierto creado por los hombres. Y aquí está. Una parte de aquel magnífico tigre, que mató grandes vacas y veloces venados, desgajándoles el cuero con sus afiladas garras y colmillos. Hoy está aquí, a mis pies, aquel que un día fue el terror, capaz de ver en la noche, oler a la distancia y oír lo inaudito, aquel cuyo olor fue miedo y su grito muerte. Aquí, en mi propio cuarto, yace en el suelo la piel del jaguar que algún hombre mató de un ruin y cobarde tiro de escopeta.
¡Qué desperdicio! ¡Qué falta de conciencia! Tanta belleza la de la suave piel moteada de ese esbelto y ágil animal, y hoy sólo es una infame e indigna alfombra. Sus ojos, nariz y oídos ya desaparecieron, pero aquí, en su antiguo abrigo todavía quedan los orificios. Y aún asustan. Igual que aún atemorizan las grandes patas que conservan los enormes hoyos que una vez penetraron sus agudas garras.

No sé qué hacer. No puedo dormir en esta madrugada, pues me parece que el alma del tigre aún puede acechar en la noche. Y su piel está aquí. Y la toco levemente y la acaricio con fascinación. Ahora es dura, pero qué suave y flexible debió ser cuando corría libremente cubriendo a su dueño.
Y mientras le paso la mano por encima, esta se me vuelve de color pardo. Y se ve hermosa, pues está moteada como la piel del felino que inútilmente murió hace quién sabe cuánto.
            Es tarde. Es de noche y el aire entra por la ventana cargado de olores. Siento hambre y una feroz necesidad de salir a correr sigilosamente; siento la angustia del encierro y la ansiedad del vasto monte, el anhelo de ser libre.
Debo salir ya, mi piel es parda y moteada y aunque la lámpara se ha roto al caer, aún veo bien. Y los olores me excitan y los sonidos me llaman. Y mis garras son filosas y mis dientes puntiagudos.
 Afuera ha de haber un venado que ya se agita nervioso porque voy por él.
José Luis Rodríguez Pittí, Panamá, 1971
Tomado del libro Crónica de invisibles (Panamá, 1998)

Cometa Halley
A finales del verano de 1986, mi hermano Pacho de 14 años me subió en sus hombros para que yo pudiera estar un poco más cerca del cielo, y aquella madrugada contemplamos juntos el paso del maravilloso Cometa Halley, que le da la vuelta al sol cada 76 años. Ya entrando a clases, el profesor de Geografía de mi hermano preguntó si alguien tenía algún familiar vivo que hubiese visto el cometa en su paso anterior. Mi hermano levantó la mano:
—Mi bisabuelo va con el siglo y tenía 10 años cuando el cometa pasó la vez anterior.
El profesor atravesó el aula, se paró junto a mi hermano a punto de condecorarlo y dijo a la clase:
—Vean esto, tenemos aquí un caso extraordinario: el bisabuelo de este joven ha logrado ver el cometa dos veces.
—No profesor, solo una vez —dijo mi hermano.
—Pero, ¿cómo? ¿No me dice que está vivo?
—Sí, pero ahora está ciego.
El profesor reprendió a mi hermano por tomar en broma algo tan serio. Pero nunca hubo algo tan solemne como aquella última vacación en la que mi hermano tomó la mano de mi abuelo Pedro El Ciego y, llevándole la punta de los dedos por el aire, le describió en detalle la alineación de las estrellas y el infranqueable paso del cometa, mientras Pedro Guevara abría al cielo sus ojos blancos buscando en el universo de la mente esos millones de luciérnagas en su oscuridad infinita.
Lilian Guevara, Panamá, 1974

*En este post Plaza de las palabras presenta 9 minificciones de las 60 que tiene la antología.  Tomadas de la Breve Antología de minificción centroamericana contemporánea. Textos  reunidos por Alberto Sánchez Arguello.
Fuente: de los relatos aquí presentados: Tomado de Centroamerica Escribe/Facebook. Hinc sunt dracones  Aquí hay dragones Breve antología de minificción centroamericana contemporánea. Parafernalia Ediciones digitales (Nicaragua). 2016,78 pp.  parafernalia.org
Enlace Facebook

Para descargar la antología  http://parafernalia.org/    

La literatura y la música. Tres grandes escritores europeos: Mann, Proust y Hesse 2/3.





En este post Plaza de las palabras, continuando con la relación entre música y escritores, publica la segunda parte (2/3).La primera parte (1/3), fue dedicada al escritor James Joyce: The sound of the music. En esta oportunidad Plaza de las palabras publica un post que incluye a tres grandes escritores europeos del siglo XX: Thomas Mann, Marcel Proust y Herman Hesse, todos con un oficio potente como escritores y una visión reveladora de la música. Las ilustraciones son del Pintor Paul Klee (1)


Mario A. Membreno Cedillo


Thomas Mann: la sinfonía de las palabras





 (1875-1955)

A las catorce años, el joven Thomas Mann, asistió a la representación de una opera de Wagner, “Lohengrin”,  que lo cautivo y desencadeno su pasión por la música en general y por la obra de Wagner en particular. Thomas Mann,  escritor alemán, nacionalizado norteamericano en 1944; y como una pléyade de grandes artistas y escritores alemanes, huyó de la Alemania nazi. Se le había otorgado el premio nobel de literatura en 1929, por su novela Buddenbrook (1901). Novela   que narra tres generaciones de una acomodada familia alemana, basada en la propia historia familiar de la familia Mann, y en que la música desempeña en ciertos tramos un papel significativo. Decía el mismo Mann refiriéndose a esa novela   “Realmente, no es difícil advertir un hálito del espíritu que anima El anillo de los Nibelungos en mis Buddenbrook, en esa procesión épica de generaciones unidas y entrelazadas gracias a un conjunto de motivos centrales”. Escrita cuando tenia 25 años, caso excepcional, pero que delata la precocidad y talento del joven Mann.  A pesar de ser mas conocido por su monumental obra “La montaña Mágica”, (1924), “La Muerte en Venecia” (1913), y “Doctor Fausto” (1947). Mann un escritor polifacético en el reino de la escritura. Escribe novelas, ensayos y cuentos.  Trabajó en diversas revistas literarias y periódicos. Escribió una autobiografía. “Retrato de mi vida” (1930).  Thomas Mann como la mayoría de los grandes escritores de principios de siglo era un apasionado de la música, especialmente de Richard Wagner, pero durante el trascurso de su vida se relaciono con grandes músicos de su tiempo, entre otros con Stravinski, Hindemith, Schonberg, Bartok. Strauss, Mahler, quien le sirvió de modelo para su novela corta La muerte en Venecia. Al pensar en Wagner se refería a él, como “Dios nórdico”, “era el reino  del conocimiento subliminal”. Wagner seria una pieza capital en trasunto de la obra de Thomas Mann. A pesar de que Mann nunca compartió la idea wagneriana de la obra de arte total. Para Mann no era necesario agregar diferentes géneros para crear una obra de arte. Su discurso narrativo aborda los problemas de la Alemania y la Europa de su tiempo. Pero tenía un interés particular por la creación artística y su relación con la vida; el espíritu,  la enfermedad, la muerte.  En lo personal, el se consideraba “a medias músico No soy un hombre visual, sino un músico desplazado a la literatura(2). De un musicar literario”. Sobre sus teorías literarias, llego afirmar: “La música siempre ha ejercido un influjo notable sobre el estilo de mi obra. (…) Desde siempre la novela ha sido para mi una sinfonía, una obra de contrapunto, un entramado de temas, en el que las ideas desempeñan el papel de motivos musicales” Y esto es valido para toda su obra, pero ninguna de ellas la música desempeña un papel tan visible y orgánico como en su novela “Doktor Faustus”.  




Fausto
Doctor Fausto (1947), basada en el mito fáustico de las obras de e Marlowe y Goethe. En esta novela el personaje principal, es Adrian Leverkühn, quien abandona sus estudios   y decide cambiar los libros de teología por las armas de la música. Obsesión  que lo lleva a la culminación apoteósica de su obra. Adrian Leverkühn compone una obra rica y variada que abarca géneros tan distintos como la música de cámara, los conciertos para orquesta y las sonatas y que al igual que el compositor de Proust con su sonata para piano y violín, Leverkhun, compone su obra maestra Apocalipsis Cum Figuris, inspirada en una de las pinturas  de Alberto  Durero, pintor y grabadista, del siglo XV, y cumbre del renacimiento alemán. Adrian Leverkühn quien  lo venera, tiene uno de sus grabados sobre su  piano. La obra de Fausto esta basada en tramos de las vidas de Nietzsche, y de los músicos Wagner, Beethoven, y Schoenberg. Mann quien escribió esta novela ya siendo ciudadano norteamericano, en su estancia en EE.UU, y quien llamaba a su obra “Mi Parsifal”. Aquí señalaremos que la afición por la música no era al estilo de James Joyce, quien si tenia un entrenamiento musical. Mann no tenía la destreza musical de un profesional, pero en su familia todos tocaban algún instrumento musical. En Fausto se dice que hay personajes imaginarios y reales. Uno de ellos es el  filósofo y musicólogo Teodoro Adorno quién es una especie de lector cómplice que le aporta ideas sobre la música y le acompaña en el desarrollo de toda la obra como una especie de mefistófeles musical.  El otro es el mismo Schoenberg, el creador de la música dodecafónica,  la cual utiliza Thomas Mann en el personaje Adrian Leverkühn para su obra. La novela además de tener un ambiente musical ya que es la de un compositor musical que durante toda la obra va desarrollando sus ideas musicales, y al igual que el Fausto de Goethe, hace un pacto con el diablo para lograr su propósito. Paralelo a los contenidos musicales  va armándose una alegoría a la decadencia del espíritu y el caos de la Alemania de ese tiempo.   Pero es una novela que plantea profundas reflexiones sobre el arte, literatura música, lenguaje, religión y  filosofía. Y el estado actual del espíritu europeo de la época. Entramado visual de música y sustrato mítico. Recuerda en ciertos pasajes ese recorrido ya hollado por Stephen Dedalus. El retrato de una artista adolescente de Joyce, ambos personajes en búsqueda de  la liberación por el arte. El uno como poeta y el otro como músico. Pero en Fausto su personaje principal cae en la tentación, reproducción del mito del paraíso perdido. Aquí Presentamos dos pasajes de la obra (3)

“En todo caso para alcanzar aquel fin, mas que el sentimentalismo se requería la ironía, la burla; estas saneaban el ambiente, apedreaban el romanticismo, se insurgian contra el pathos y lo profético, contra la embriaguez de los sones librescos, y se ligaban con lo objetivo y elemental; dicho de otro modo, era menester descubrir de nuevo la música, en cuanto organización de tiempo. ¡Espinoso comienzo! Porque en ese caso se corría el riesgo de caer en un falso primitivismo, y por lo tanto en un nuevo romanticismo a mantenerse en las altas cimas del espíritu, reducir los resultados mas quintaesenciados del desarrollo musical europeo a una forma en apariencia natural y accesible a todos; dominarla empleándola sin ideas preconcebidas como  libre material constructivo, y dejar adivinar la tradición trasformada de manera que llegara a ser lo contrario del epigonismo, hacer que el oficio, por perfeccionado que sea, resulte absolutamente invisible, y que desaparezcan los artificios del contrapunto y dela instrumentación; fundirlos para crear una impresión de sencillez , no ingenua, sino elevada en las alas de la intelectualidad, tal parecía ser la obra, la aspiración del arte”. Doctor Fausto, Capitulo XXXI, .392pp.        

“Tempranamente había empezado a luchar con la música y sus santas dificultades, como Jacob con el ángel; y el exigía de sus estudiantes,  el mismo esfuerzo. Durante años enteros, ellos debían iniciarse en el oficio sagrado, en los momentos fundamentales de la armonía y la escritura rigurosa antes que les fuese permito cantar un lied; y aquella pedagogía musical no tenería nada, que ver con una amiguita querida. Tiene uno un espíritu  sencillo, pueril; pero la música es para uno la revelación misteriosa del sumo conocimiento, un culto divino; y el oficio del profesor de música un sacerdocio…”Doctor Fausto,  XXXVII, .495pp. 


Marcel Proust: En busca del tiempo de la música


(1875-1922)

Marcel Proust, muere a la edad de 51 años, miembro de una prominente familia parisina, su primera novela fue “Los placeres y los días”, (1897). Proust de  constitución débil y con una asma crónica, se ve forzado a  permanecer cerca de 15 años en una habitación, tiempo que aprovecha para volcar sus recuerdos y su  e imaginería artesanal, en su novela cumbre “A la búsqueda del tiempo perdido”, (A la recherche  du temps perdu), obra en 7 partes, que escribió entre 1913-1927. Proust al igual que Mann tenía una fuerte fascinación por la obra musical de Wagner. Y como Heinrich Heine antes que él, como una especie de paseante solía asistir a operas y conciertos parisinos,  y cuando ya no podía salir, organizaba veladas musicales en su casa. Sus músicos preferidos eran   Rameau,  Mozart.  Ravel, Debussy,  Saint-Saëns, Massenet. Pero sus músicos de cabecera eran Beethoven y Wagner, por que representaban la renovación musical, el intento de producir un nuevo lenguaje musical, la universalidad. Proust propiamente no era músico y no tocaba ningún instrumento musical, pero había aprendido a leer partituras. De Wagner decía Proust: “cuanto más humano lo encuentro y el más hermoso artificio de la imaginación  no es en su caso sino  el lenguaje simbólico y emocionante de las verdades morales”  (4) Jean Jacques Nattiez, establece una relación entre el Parsifal de Wagner y la obra de Proust (5) Proust hombre perceptivo, meticuloso analista de la conducta humana, le llego por la osmosis musical, la necesidad de articular un lenguaje escritural en que la música podía ser su cómplice de aventura. Pero también tuvo influencia de los filósofos Schopenhauer y Bergson.



A la búsqueda del tiempo perdido

“A la búsqueda del  tiempo perdido”, es una extensa novela en siete volúmenes. En que la música desempeña un paisaje determinante, al igual que en el Fausto de Mann, aquí también hay un personaje que es compositor musical, Vinteuil, pero este se mueve entre lo anodino y lo genial, el  personaje principal es Charles Swann. En la novela lo musical no es solo es un paisaje auditivo o escenario de contemplación,  sino el tejido esclarecedor que la música brinda para el desarrollo del plan narrativo. Y como  catalizador audaz y revulsivo en momentos cumbres de la novela.
Hay dos escenas o interrelaciones que vale la pena destacar, cuando  Swann escucha la sonata para piano y violín de Vinteuil, “Breve frase” específicamente un andante recurrente, que Proust atribuyó a Saint Sens, pero que también se atribuye a Cesar Franck, esa frase musical atrapa a Swann, y le produce un gran impacto emocional, una impresión telúrica, que lo hace reflexionar en el dilema del arte o la vida. La sonata o el recuerdo de la sonata aparecen más adelante en varios pasajes de la novela. En la perspectiva de J.J.Nattiez, “La Sonata había conducido a Swann al fracaso, pues estaba asimilada a su enamoramiento de Odette, como también al amor del Narrador de Albertina (6). En estos pasajes la música desempeña un papel iniciático, impresiones que en el narrador, se refuerzan  después con el Septeto de Ventuil. Esa impresión musical desemboca en una armonía reveladora, en realidad no es el amor que se pierde ni es el amor lo que se recupera. Lo que se recupera es el sentido de la vida, y un pasado que adquiere significación por medio del recuerdo y la música.  Es un tiempo redimido que fracasa en Swann y redime el tiempo del narrador.    

Y es estas escenas en que la música despierta recuerdos poderosos o produce  sensaciones penetrantes,   resulta un paralelismo con aquella escena en “The Death”, el cuento de Joyce en que Gretel al oír una canción “The  Lass Augherim”, le recuerda un amor lejano que tuvo en su juventud, Michel Furet, que le cantaba esa canción,  y que murió de amor por ella.  Aquí en Proust es un paso más adelante la música no actúa como un simple recuerdo, una evocación tardía, se vislumbra un  poder de trasformación. Produce algo nuevo, se recupera algo intacto y original.  Esta materia le sirve para que Swann y el narrador, reflexionen sobre la superioridad de la música la cual deviene con una fuerza sobrenatural.  Pero como parte de esas reflexiones también se dan cuenta que la música traducida a conceptos e ideas pierde algo de su valor virginal, de su portento iniciático, de su naturaleza primigenia. “delante de si tenia esa cosa que ya no es música pura, que es dibujo, arquitectura, pensamiento” La música pasada al reino de las ideas pierde su fuego. Y esto nos recuerda a Walter Benjamin, y su concepto del “aura” (7),  en que  a la reproducción del arte, éste deja de ser único y termina perdiendo su valor, su misterioso encanto.  Al lado de esas escenas pervive el concepto de memoria voluntaria y memoria involuntaria que se desarrolla en la novela.  Conceptos que Proust uso prestados del filosofo Bergson. Y que también actúan como instrumentos para penetrar en ese recóndito arcano laberintico de la memoria y el pasado. Mecanismos que también parecen tener una similitud funcional con el concepto de tiempo de Walter Benjamín, el Tiempo-ahora. Para Proust y Benjamin el presente y el pasado se funden en una relación reveladora. En el caso  de Benjamin para redimir a los oprimidos, para salvar los pedazos de la historia;  y para Proust recuperar el tiempo perdido. Aquí algunos pasajes claves de la novela. (8)    

 “El año antes había oído en una reunión una obra para piano y violín. Primeramente sólo saboreó la calidad material de los sonidos segregados por los instrumentos. Le gustó ya mucho ver cómo de pronto, por bajo la línea del violín, delgada, resistente, densa y directriz, se elevaba, como en líquido tumulto, la masa de la parte del piano, multiforme, indivisa, plana y entrecortada, igual que la parda agitación de las olas, hechizada y bemolada por la luz de la luna. Pero en un momento dado, sin poder distinguir claramente un contorno, ni dar un nombre a lo que le agradaba, seducido de golpe, quiso coger una frase o una armonía .no sabía exactamente lo que era., que al pasar le ensanchó el alma, lo mismo que algunos perfumes de rosa que rondan por la húmeda atmósfera de la noche tienen la virtud de dilatarnos la nariz. Quizá por no saber música le fue posible sentir una impresión tan confusa, una impresión de esas que acaso son las únicas puramente musicales, concentradas, absolutamente originales e irreductibles a otro orden cualquiera de impresiones. Y una de estas impresiones del instante es, por decirlo así, sine materia.” A la búsqueda del tiempo perdido, Segunda parte, Un amor de Swann,  paginas 175-176 Librodot.Com.
(…)
“Y así, apenas expiró la deliciosa sensación de Swann, su memoria le ofreció, acto continuo, una trascripción sumaria y provisional de la frase, pero en la que tuvo los ojos clavados mientras que seguía desarrollándose la música, de tal modo, que cuando aquella impresión retornó ya no era inaprensible. Se representaba su extensión, los grupos simétricos, su grafía y su valor expresivo; y lo que tenía ante los ojos no era ya música pura: era dibujo, arquitectura, pensamiento, todo lo que hace posible que nos acordemos de la música. Aquella vez distinguió claramente una frase que se elevó unos momentos por encima de las ondas sonoras. Y en seguida la frase esa le brindó voluptuosidades especiales, que nunca se le ocurrieron hacia antes de haberla oído, que sólo ella podía inspirarle, y sintió hacia ella un amor nuevo”. A la búsqueda del tiempo perdido Segunda parte, Un amor de Swann,  Librodot.Com pagina 176.
(…)
“Cuando, después de la reunión de los Verdurin, hizo que le tocaran esa frase, quiso averiguar, porque lo circunvenía, lo rodeaba, al modo de un perfume o de una caricia, y se dio cuenta de que la poca distancia entre las cinco notas que la componían y la vuelta constante de dos de ellas eran origen de aquella impresión de dulzura encogida y temblorosa; pero, en realidad, sabia que estaba razonando, no sobre la frase misma, sino sobre sencillos valores, que, para mayor comodidad de la inteligencia ponía en lugar de esa entidad misteriosa, que ya percibió, antes de conocer a los Verdurin, en aquella reunión donde oyó la sonata por vez primera”. A la búsqueda del tiempo perdido Segunda parte, Un amor de Swann, pagina 294 Librodot.com    
(…)
La frase con que acaba de terminar el andante era de una ternura a la que yo me entregué por entero; antes del movimiento siguiente hubo un momento de descanso en el que los ejecutantes dejaron sus instrumentos y los oyentes intercambiaron impresiones. Un duque, para demostrar que era entendido, dijo: «Es muy difícil tocar el violín». Algunas personas más agradables hablaron un momento conmigo. Pero ¿qué eran sus palabras, que, como toda palabra humana exterior, me dejaban tan indiferente, al lado de la celestial frase musical con la que yo acababa de hablar? Yo era verdaderamente como un ángel que, arrojado de las delicias del paraíso, cae en la más insignificante realidad. Y así como algunos seres son los últimos testigos de una forma de vida que la naturaleza ha abandonado, me preguntaba si no sería la música el ejemplo único de lo que hubiera podido ser la comunicación de las almas de no haberse inventado el lenguaje, la formación de las palabras, el análisis de las ideas. La música es como una posibilidad que no se ha realizado; la humanidad ha tomado otros caminos, el del lenguaje hablado y escrito. Pero este retorno a lo no analizado era tan fascinante que, al salir de tal paraíso, el contacto de los seres más o menos inteligentes me parecía de una insignificancia extraordinaria. De los seres podía haberme acordado durante la música, mezclarlos con ella; o más bien había unido a ella el recuerdo de una sola persona, de Albertina. Y la frase que terminaba en andante me parecía tan sublime que pensaba cuán lamentable era que Albertina no supiera, y, de saberlo, no lo comprendiera, qué honor era para ella estar incorporada a algo tan grande que nos unía y cuya patética voz parecía haber tomado ella. Pero una vez interrumpida la música, los seres que allí estaban parecían muy insignificantes”. La prisionera, volumen V,  traducción C .Berger Alianza Editorial, pagina 147-148-


Herman Hesse: el juego de la música del Magister Ludi.


(1877-1962)

A Herman Hesse le gustaba la pintura y la practico, pero su verdadera vocación era escribir.  Escritor alemán naturalizado suizo, ganador del Premio novel de literatura (1946). Escribió novelas, cuentos, poesía, y ensayos políticos. Hesse no era músico, pero la música y la pintura fueron dos vertientes que hallaron acomodo en su visión del mundo y en su campo narrativo. En música, Hesse era antiwageriano, su música era la clásica, sus compositores favoritos eran Juan Sebastián Bach  y Mozart, su opera predilecta era la Flauta mágica. Hesse Se dio a conocer con dos novelas que suscitaron amplia recepción en la juventud norteamericana. “El lobo estepario” (1927), en que el loco de Harry Haller, un hombre solitario y melancólico, que vivía en un sórdido cuarto, que experimentaba con achis y cocaína; y que lo mismo se le aparecía el espíritu de Goethe  que el espíritu de Mozart.  “Siddhartha” (1922), una alegoría por la búsqueda de la realización espiritual, influenciada por las ideas orientales. Además escribió, entre muchas otras, Damián (1919), una rara novela, que narra el crecimiento espiritual y trasformación de una adolescente, mientras que en su telón de fondo se proyectan las sombras de la segunda guerra mundial. Gertrudis (1910), novela cuyos personajes principales son un músico, una mujer y un cantante de opera. Y otra novela no tan popular pero que vino a ser la coronación de sus visiones y saberes. “El Juego de los abalorios” (1943)  La cual le valió el premio nobel de literatura.

 

El juego de los abalorios

Una obra idealista, futurista, enigmática, hasta su situación geográfica, Castalia, que se presume que es suiza, su ambientación temporal es un lejano futuro. Que la sitúa en el siglo XXII,  Pero cuyos modos y fachada son  el marco medievalista y monástico. Hesse mismo, en su correspondencia, se encargo de afirmar que no era una utopía, y que como Castalia, habían existido diferentes lugares, en el transcurso del tiempo. En el Medioevo, en la Italia meridional, en China. Las ideas orientales estuvieron gran influencia en su visión del mundo. En el juego de los abalorios se dan la mano cristianismo y orientalismo.  Para Hesse el tiempo  el  pasado presente y futuro, se funden  en una especie de banda musical.  En esta novela la música desempeña un papel determinante. Una exploración de sueño eterno de la paz y liberación del hombre por medio de la filosofía, la matemática y la música. Aspiraba Hesse en esta novela al saber sensible y a perfilar el ideal cultural del mundo. Su personaje principal es Joseph Knecht, quien llega como estudiante a esta Escuela del Aprendizaje de los saberes, y va ascendiendo en el dominio del juego, que nunca se llega a saber con precisión en que consistía. Apenas atisbos, ejercicios, calistenias. Pero que tenía una ejercitación sinérgica, como a partir de una poesía, convertirla en música, y elaborar una  reflexión filosófica. O a partir de una cantata elaborar un poema. Un juego de combinaciones, improvisación, creatividad. Pero como todo juego con sus propias reglas. Otro de los personajes principales, era el Pater  Jacobus, que viene a ser una personificación del historiador suizo  Jacobo Burckhardt, autor de “Reflexiones sobre la historia universal”  y de  “La cultura del  Renacimiento en Italia”, autor al que Hesse reverenciaba. Aquí dos pasajes de la obra  El Juego de los abalorios, de su primera parte, llamada Vocación. (9)

 “¡Llegaría, pues a Berolfingen el mismo gran maestro, el Magister Musicae en persona! Había en el mundo una sola personalidad que tal vez hubiera sido más legendaria y misteriosa para el niño Josef: el maestro del juego de abalorios. Un enorme y angustioso respeto hacia el anunciado Magister Musicae le invadió; se representaba a este hombre ora como un rey, ora como un hechicero, ora como uno de los doce apóstoles o uno de los fabulosos grandes artistas de las épocas clásicas, alguien como Miguel Praetorius, Claudio Monteverdi, Juan Jacobo Froherzer o Juan Sebastián Bach y, tan pronto se alegraba profundamente por el instante en que aparecía ese astro, como también lo temía. El hecho de que uno de los semidioses y arcángeles, uno de los misteriosos y todopoderosos regentes del mundo espiritual, aparecería allí personalmente en la pequeña ciudad y en la escuela de latín y que él lo vería, que el maestro quizá le hablaría, le examinaría, le censuraría o le alabaría, era algo muy grande, una suerte de milagro, un raro fenómeno celeste; porque también, como afirmaban los docentes, ocurría por primera vez desde muchas décadas que un Magister Musicae en persona visitara la ciudad y la escuelita. El niño imaginó el hecho inminente de muchas maneras; ante todo pensó en una gran fiesta pública y en un recibimiento como había visto una vez al tomar posesión de su cargo el nuevo burgomaestre, con banda de música y las calles embanderadas, quizá también con fuegos artificiales; hasta los camaradas de Knecht pensaban y esperaban lo mismo. Su anticipada alegría era disminuida solamente por la idea de que él estaría quizá muy cerca del grande hombre y no podría ufanarse ciertamente ante él, gran conocedor, con su música y sus respuestas.” El juego de los abalorio Capitulo I. La Vocación, traducción de  Arístides Gregori, 38pp.

“Hay muchas clases y formas de la vocación, pero el germen nuclear y el sentido son siempre idénticos: por la vocación el alma es despertada, transformada o sublimizada de tal manera que en lugar de los ensueños y las intuiciones de dentro surge de repente un llamado de fuera, un trozo de realidad, y se apodera del espíritu. Y aquí el trozo de realidad había sido la figura del Magister: el Magister Musicae conocido sólo como lejana y venerable personalidad de semidiós, como arcángel del más alto de los cielos, había aparecido corporalmente, había ostentado ojos azules omniscientes, se había sentado en el taburete ante el piano de estudio, le había  enseñado casi sin palabras lo que es la verdadera música, lo había bendecido y, luego, había vuelto a desaparecer”. El juego de los abalorios, Capitulo La Vocación, traducción de  Arístides Gregori 44pp.

Epílogo   musical



Pero en Hesse la música tenía un horizonte dorado, que iba más allá de una simple musicalización, o destreza combinatoria de un juego. Reflexionaba sobre los alcances y límites de la música y el lenguaje y la memoria. . En su correspondencia con  Carlo Isemberg, anotaba Hesse: “Voy a instalar en la casa un piano alquilado y te voy a rogar  el favor de que hablemos a veces sobre música. No quiero oír nada especial, sino avanzar así sea de un paso, en el problema de saber si es posible reproducir por medios intelectuales o poéticos a la música o su recuerdo. Así por ejemplo, ¿hasta que punto es posible analizar con palabras la  música clásica?(10) 
 Y en la anterior reflexión de Hesse, tenemos reunidos alrededor del piano a Thomas Mann, y Marcel Proust, quienes también tenían ese tipo de preocupaciones y habían intentado responder desde sus novelas, y por diferentes caminos  a esa inquietud vigorizante, que era el ejercicio intelectual de llevar la palabra y la música a sus últimos extremos, algo que también hizo James Joyce en su Ulises. Que fructífera hubiera sido una conversación de tales proporciones. Thomas Mann conocía y mantenía correspondencia con Hesse y había leído su novela “El juego de los abalorios” y había comunicado a Hesse sus avances sobre el  “Doctor Fausto”. Mientras Proust, como el músico Ventuil, tocaba su sonata para piano y violín.  Y en este encuentro de grandes escritores alrededor de un piano. Podemos establecer aunque sea un esbozo sobre sus ideas musicales en relación a sus novelas. Para Mann el “Doctor Fausto”, es un mundo de ideas hilvanadas por un compositor, que adquiere una impronta propia al ser inspirado por una visión apocalíptica y demoniaca. Es pues la novela de Mann y la composición Apocalipsis cum figurim una Teología Musical Apocalíptica. En Proust, su novela, la música solo aparece cuando hay que aparecer, desde ese espacio de tiempo presente evocando hacia el pasado, en que la música como puente sirve para el continuum de la primera impresión sensible,  una andadura hacia la revelación personal, la recuperación del propio yo, la recuperación del arte y la belleza, todo hilvanado en la recuperación de un Tiempo Musical. En Hesse llama la atención que más que mirar hacia un  futuro hipotético en que esta situada la novela, es  una idealización del pasado medievalista, es pues una utopía regresiva, pero con todo Utopía Musical. Todos ellos, Mann, Proust y Hesse, vía la  música y las palabras intentan en sus novelas atrapar sensiblemente impresiones del Alma del Mundo.






Notas bibliográficas
1. Paul Klee, (1879-1940) pintor suizo, de padres músicos, Klee a los 7 años ya era un diestro violinista e incluso llego a integrar un quinteto, pero decidió dejar el violín por la paleta de los colores.  Durante toda subida tuvo esa amorosa relación entre música y pintura. Fue en sus inicios surrealista, paso por el expresionismo, y termino en el arte Abstracto. 2. Rosa Montero Así suena Thomas Mann, Suplemento Babelia, Diario El País, Madrid 25 septiembre  2010. 3. Los  pasajes de Doctor Fausto de Thomas Mann, son de la versión Plaza y Janes, traducción  de J.Farran y Mayoral, versión  Primera edición 1982. 4. Teo  Sanz, El imaginario musical de Marcel Proust.  5. El semiólogo musical J.J.Nattiez establece una relación entre Parsifal y ciertos tramos de la novela de Proust especialmente en el personaje de Charles Swann. La música y "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust Revista Ñ, Diario EL Clarín, Estos paralelismos son frecuentes en escritores que tenían a Wagner como su músico principal. También Nattiez, estudia la influencia de los cuartetos de Beethoven en la obra de Proust. Por su parte  Timothy Martin estudioso de la obra de Wagner y su influencia en James Joyce señala un paralelismo entre el personaje Sigisfredo de Wagner y Stephen Dedalus. Tal adicción tenia también Mann, con Wagner al que se refería al escribir su obra Fausto, como “Mi Parsifal”. Así y cosa valida y nada extraño que estos grandes escritores hayan sacado rasgos y gestos de músicos reales o imaginarios y construido acercamientos a prototipos de sus héroes musicales. 6.Idem La música y "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust Revista Ñ, El Clarin. 7. Walter Benjamin. La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica” (1936) 8. Para los pasajes de la novela “A la búsqueda del tiempo perdido” de Marcel Proust, hay dos fuentes, las correspondientes a Camino de Swann, Son de la  obra completa  de “A la búsqueda del tiempo perdido”, versión digital Librodot.com 1893 pp. La segunda fuente para volumen V. La Perdida de Alianza Editorial, con traducción de C.Berger.274 pp.9. El extracto del pasaje de “El Juego de los abalorios”, es tomado de versión digital. Traducción de Arístides Gregori,  Lectulandia.com. Editor Zorindar.10 Eco. Homenaje a Hermann Hesse (Revista), Número 195, Enero 1978.


Créditos
 Bibliografía
Créditos de las ilustraciones y fotos (en orden de aparición)
Polifonía, (1940) Paul Klee
Foto Thomas Mann, Golo Mann /Mare N.101
Sonido antiguo abstracto en negro, (1925)  Paul Klee
Foto M. Proust  Marcel Proust || bookfans.net
El músico, (1937),  Paul Klee, colección Felix Klee
Foto Hermann Hesse. Martin Hesse Berna, Suiza. Hermann Hesse a pictorial Biography, 199pp.1979
Nueva armonía, (1936), Paul Klee, oleo sobre tela, Museo Guggenheim, New York
Camino principal y caminos secundarios (1929), Paul Klee, Museo Ludwig, Colonia, Alemania.
Ad Parnassum, (1932), Paul Klee, oleo sobre lienzo, Kunstmuseum Berna, Suiza.
Libros
Doctor Fausto. Plaza y Janes. Traducción  J.Farran y Mayoral.1982, 622pp.
En búsqueda del tiempo perdido. Volumen 7. El tiempo recuperado, traducción Consuelo Berges, Biblioteca Proust. Alianza editorial., 2004, 221pp.
En búsqueda del tiempo perdido. Volumen 5. La pérdida,  traducción Consuelo Berges, Biblioteca Proust. Alianza editorial, 274pp.
Eco. Homenaje a Hermann Hesse (Revista), Número 195, Enero 1978.
Hermann Hesse a pictorial Biography, Triad Panther. 1979, 238pp.
Pinguin Companion to Book Classical Music, Paul Griffiths, 2004,865pp.
Las obras maestras de la música instrumental J.J Soleil, G.Lelong, Ediciones del Prado, 1992, 251pp.
Web
A la búsqueda del tiempo perdido, obra completa.Virtual.Librodot.com
 El juego de los abalorios, obra virtual Traducción  de1 Arístides Gregori.Lectulandia.com
Web/blog consultados
 La música y “En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Suma de Palabras, Blog Carmen Rosa Gómez. Tomado de Revista Ñ, 29 noviembre 2011. Acerca de la investigación proustiana del semiólogo musical Jean-Jacques Nattiez.
Teo  Sanz, El imaginario musical de Marcel Proust.21 marzo 2009
El alma musical de Thomas Mann, Susana Gaviña, ABC cultural. El País.24 noviembre 2014
Thomas Mann: el problema del artista frente a la vida (de Los Buddenbrook al Dr. Fausto) Margo Glantz. Biblioteca Virtual Cervantes  
Rosa Montero, Así suena Thomas Mann, El País, sábado 25 de septiembre de 2010 Suplemento Babelia
Luz en el abismo: el Doktor Faustus de Thomas Mann
 Ni principio ni fin. Luis Castellví
Wikipedia, varias entradas.
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Obras de autores para descarga en  PDF. http://www.alejandriadigital.com/

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