“De modo muy claro se advierte, por las señas que salen de todos los
intersticios, una fatiga y también un deterioro del espacio urbano. Ambos
coinciden con el envilecimiento de quienes lo habitan. Pero esta degradación es
producida por un poder externo del que la luz siempre ofrece unos trazos a tono
con la velocidad o indignación de la mano; esto explica la abundancia de
zarpazos luminosos”.
Roberto Castillo.
Ensayo: La ciudad de Ezequiel.
"Gabriela Fú en su muestra In Concreto se concentra en
el rítmo -atípico para esta ciudad- que sube o crea florituras dentro de la
pisquis de quienes lo perciben casi como un misterio que llega desde una verdad
apenas intuida. ¿La verdad? La estructura, el edificio que aparece de la noche
a la mañana luego del dilatado sueño de nuestro sub desarrollo urbano. La
confrontación con estas nuevas realidades habitables es tan fascinante como la
que sucede frente a un tótem, punto de fuga del desconcierto, monumento a
nuestra intriga".
In Concreto, o
el tótem emergente.
Fabricio Estrada
¨Los animales urbanos son un claro ejemplo de
adaptación forzada y degenerativa. Nosotros mismos somos parte de ese mismo
entorno, nosotros mismos como animales urbanos adaptados al peligro, la
suciedad, la contaminación, la ansiedad, la rutina, el ruido, etc. Acomodados
de manera brutal ante cualquier tipo de alteración, inexpresivos e
indiferentes, a la espera de algo peor. Los animales urbanos viven estáticos,
su movimiento es imperceptible, los animales urbanos digieren su hábitat y lo
manchan, bajo presión sucumben ante el materialismo, lo mundano y pasajero, sus
vanidades son su ruina y deciden mantenerse de esta manera, nada importa.¨ -
KOKO (Samuel Erazo) (7)
Finalmente,
damos cabida a 5 textos provenientes de la ficción y el ensayo. Todos abordan
la temática de la ciudad. Fabricio
Estrada, Dos textos curatoriales para
fotografía (1). Lucidos chispazos
fotográficos armado con palabras, el uno Urbanimales:
luz de nueva especie, en que el autor echa una mirada sobre las “patologías visuales a la que se enfrenta una
ciudadanía inerte” Ese cúmulo de cosas que asfixian las ciudades, como
producto del consumismo, pero sobre todo de un crecimiento irracional. Fundado en la escasa planeación urbana, y cimentada
en convertir a la ciudad en una fabrica. O solo embellecerla, sin considerar
que la ciudad también es detentadora de otras aristas: la calidad de vida de las
personas. El otro In Concreto, o el tótem emergente. El autor reflexiona sobre la consagración del nuevo
tótem. “Cuando se ha impuesto la organización irracional del
paisaje cada línea racional que despunte se vuelve espejismo o tótem”. Un crecimiento que privilegia las grandes construcciones,
requeridas para el funcionamiento de la ciudad,
pero que lo hacen a costa de sacrificar un
orden urbano fundamentado en el tejido humano. Ambos textos, breves y provocativos, retratan los rostros amorfos de la ciudad moderna.
Son dos fotografías en blanco y negro sobre el mismo paisaje.
El
siguiente texto es del filosofo y
escritor Roberto Castillo, Ensayo La ciudad según Ezequiel , Roberto
Castillo reflexiona sobre la pintura del pintor Ezequiel Padilla Ayestas, (8) en el que va desgajando una
panorámica escueta de imágenes y meditaciones que conforman una pintura
claroscuro sobre la ciudad de Tegucigalpa. Y sin preámbulos desde el primer
párrafo aborda esa bipolaridad en que el pintor ve a la ciudad, y en que el filósofo
ve a l pintor. Y en que ambos se
confunden. “Curiosa ciudad ésta, la de Ezequiel Padilla. En sus muros de luz no
queda ningún indicio de empresa fundacional alguna, porque, desde el primer
instante, la mirada que los recorre va metamorfoseándose con ellos. Surge así
el ver como experiencia que no cesa y que tanto convoca la desesperanza como el
dolor, la brutalidad como el desamparo”.
Y
finalmente presentamos 2 textos de Mario A. Membreño Cedillo, el primero fabricado
desde la ciudadanía de la ficción y el otro una aproximación al territorio del ensayo. En la plaza, por la tarde, texto (que también puede ser leído como
un cuento corto), en que se funden dos ciudades una real y otra imaginaria, amalgamadas
en el mito clásico, pero también moderno del minotauro. La ciudad en su hermosura también
se convierte en un laberinto de soledad,
espacio en que el hombre habita, vive y sobrevive.
Homo sapiens condicionado y manipulado por
la tecnología, medios de masa y las
ideologías políticas. En ese espacio el hombre nace, sueña y muere. Pero en ese
estado se convierte no solo en un ser devorado por la ciudad; sino que por alienación
el hombre puede también convertirse en un
ser devorador. Las dos caras del hombre moderno, un efímero dios Jano. Y el
segundo texto, el capitulo VI del
ensayo La utopía solar, en que a manera de ensayo se
reflexiona sobre la ciudad, y las aproximaciones a las formas y contenidos de
la critica.
21. Fabricio Estrada
Dos textos curatoriales para fotografía.
Christopher
Alexandré afirma que es más fácil construir ciudades que vida urbana, y de ahí,
que la mirada de Samuel Erazo en esta muestra, se dirija -por sobretodo- a los
deshechos acumulados de esta vida urbana ausente dentro del horror vacuii de
Tegucigalpa.
La organicidad,
tan vital entre habitante y ciudad, adquiere en cada fotografía de Urbanimales,
la especificación forense de órganos expuestos, un inventario de las patologías
visuales a la que se enfrenta una ciudadanía inerte, sobrepasada o simplemente
excluida de la idea de un espacio público. La atrocidad de semejante despojo se
lee aquí desde la laberíntica escritura de una luz enferma que, haciendo uso de
la interpretación digital mixta, hace emerger la pátina sangrienta de la
violencia “que se respira” día a día.
A contravía de
la idea funcional de la postal turística, Samuel Erazo va en busca de otra luz
más allá del resplandor cívico, a contraluz de la promoción constante para las
celebradas inversiones infraestructurales. Todo lucha en sus imágenes, cada
espacio es disputado con fiereza y el aquelarre supera la lírica ideal que
Lefevbre pensaba para toda ciudad humana: el uso de la ciudad es la fiesta. No
hay algo parecido a una fiesta en el abordaje que Samuel Erazo realiza en su
fotografía, a menos que esta fiesta haya adquirido el frenesí bizarro de lo
orgánico en descomposición generalizada.
Asistimos,
entonces, a un golpe visual simultáneo donde la imagen captada en una
corresponsalía íntima e incisiva, implosiona en cada mirada que intentamos dar
y donde, paradójicamente, la modernidad anunciada vino a significar la
destrucción espacial y anímica de una sociedad que no alcanzó su etapa pre
industrial pero que, dentro del portento mediático, consume el deshecho de las
lejanas industrias globales.
In Concreto,
o el tótem emergente.
Cuando se ha
impuesto la organización irracional del paisaje cada línea racional que
despunte se vuelve espejismo o tótem. Las edificaciones que van surgiendo en
medio del caos hunden por igual con su peso concreto, desplazan como si en
lugar de una corona de oro, Arquímedes hubiera utilizado una inmensa pintura de
Mondrian para revelar lo falso.
Gabriela Fú en
su muestra In Concreto se concentra en el rítmo -atípico para esta ciudad- que
sube o crea florituras dentro de la pisquis de quienes lo perciben casi como un
misterio que llega desde una verdad apenas intuida. ¿La verdad? La estructura,
el edificio que aparece de la noche a la mañana luego del dilatado sueño de
nuestro sub desarrollo urbano. La confrontación con estas nuevas realidades
habitables es tan fascinante como la que sucede frente a un tótem, punto de
fuga del desconcierto, monumento a nuestra intriga.
Y es que en la
precariedad urbana toda edificación reciente se convierte en nomenclatura
direccional, orientación hierática por la cual la ciudad simboliza y adquiere
estatura y conciencia, desde lo parcial a lo global, desde lo elemental a lo
total, desde lo relativo a lo absoluto, no sin dejar de irradiar cierta
perversidad respecto al paisaje circundante.
In Concreto, de
Gabriela Fú, reúne las piezas del lego en la ciudad fragmentada a todo nivel y,
propone con lenguaje plástico armonioso, la ruta psíquica que ayudaría a
establecer una urbanidad funcional en lugar del estorbo civil monumental donde
las calles -y el espíritu humano- dejan de fluir.
Fabricio Estrada. Nació en Sabanagrande, Honduras, en 1974. Ha publicado
los libros de poemas: Sextos de Lluvia, 1998; Poemas contra el miedo, 2001;
Solares, 2004; Poemas de Onda Corta, 2009; Blancas Piranhas, 2011; Sur del
mediodía, 2013; y, Houdini vuelve a casa, 2015. Sus poemas aparecen en
antologías iberoamericanas y ha participado por Honduras en diversos festivales
internacionales. Prepara la publicación de su narrativa. Sus artículos de
opinión han sido publicados en revistas on line de Iberoamérica.
Incluido
en las antologías: Cien Años de Poesía Política en Honduras, Roberto Sosa,
2003; La Hora Siguiente, Poesía Emergente de Honduras, Salvador Madrid, 2006;
Las Rutas del Viento, antología luso-española, Alfredo Pérez Alencart, Madrid,
España, 2005; La Herida en el Sol,
antología Poesía Centroamericana Contemporánea UNAM, México, 2008; Puertas
Abiertas, Antología de Poesía Centroamericana, Sergio Ramírez-Fondo de Cultura
Económica-México, 2011; Cuerpo Plural, Poesía Hispanoamericana Contemporánea,
Gustavo Guerrero - Instituto Cervantes de Madrid 2010; Apresurada cicatriz,
Instantáneas de poesía centroamericana, Ediciones Literal, México D.F., 2013;
Chamote, antología de poetas latinoamericanos, Gito Minore, Argentina, 2015;
Poesía de Centroamérica y Puerto Rico, Selena Millares, Colección Visor,
España, 2015; Muerte y Poesía, Roberto Arizmendi, Aguascalientes, México, 2016;
35 Grados, Yauguru Maca, Montevideo-Uruguay, 2016.Artículos sobre cultura y
política publicados en Brecha de Uruguay, Patria Grande de Venezuela, El Clarín
de Chile, América Latina desde Abajo (Marco Coscione) Edición dominicana -2010
y artículos en Rebelión de Cuba. V Festival La Poesía Tiene la Palabra, Casa de
América, Madrid-España, 2005 Invitado especial para el programa de Televisión
Española Internacional “Casa de América”, junio del 2005. Ha participado en
diversos festivales de poesía en Latinoamérica y en España. Tallerista de
creación literaria. Conferencista sobre cultura y política. Biografía tomada de Festival
Internacional de Poesía de Medellín, 2017, publicado
el 28 de abril de 2017.
22. Roberto Castillo
Ensayo: La Ciudad de Ezequiel. (8)
981 palabras
Curiosa
ciudad ésta, la de Ezequiel Padilla. En sus muros de luz no queda ningún
indicio de empresa fundacional alguna, porque, desde el primer instante, la
mirada que los recorre va metamorfoseándose con ellos. Surge así el ver como
experiencia que no cesa y que tanto convoca la desesperanza como el dolor, la
brutalidad como el desamparo.
Sus
calles nunca están desiertas, pese al constante tráfico de soledades que tanto
de día como de noche las abruma. En ellas, de sorpresa en sorpresa, el ojo gira
y se ensancha, retrocede y se disminuye, pero nunca deja de mirar. No se traga
la claridad ambiental, siempre dudosa, sino que la aporta. El tiempo, de suyo
escurridizo, crea, a sabiendas de todos, la ilusión de detenerse en este
manchón o en aquel mentón; tiempo que llena hasta el último de los recovecos en
que se desdobla la ciudad pero que no se deja captar, sino que constantemente
hace sentir que nos observa.
¿Qué
es el color en esas calles que carecen de dioses tutelares? Agonía en el
originario sentido de la palabra. Es decir lucha o combate; y la más radical de
las luchas: la que se libra entre la vida y la muerte, cotidianamente renovada
en los lugares donde hay seres humanos e indicada con toda clase de signos o
cubierta por incontables símbolos en la experiencia de la ciudad. Tal vez venga
al caso recordar que, en la primera teoría de la tragedia, el agón se constituye
como el verdadero centro organizador de la obra. Pero también puedo decir, de
manera nada conceptual, lo que es esta marcha de colores que en ningún momento
da tregua a nuestros sentidos: la manotada de la vida (Honduras no ha
descubierto su color, pero no hay que descartar que nos esté aguardando en el
brillo de los ojos de los niños).
Ciudad
de espacios abiertos, la que el objeto de estas líneas los expande de manera
constante. En ellos siempre habrá lugar para cuantos no encontraron acomodo en
la otra ciudad, la que sólo se interesa por que conviene a sus pequeñas miras
administrativas y desecha el acecho, excluye o disimula la abundancia de males
y no oculta su pretensión de dejar de ser terrena. Las plazas no están
rediseñadas. El desgaste de sus piedras pudo producirse al ser lamidas éstas
por animales famélicos que no cesan de reproducirse; o a lo mejor lo que era
sólido decidió hacerse polvo sin dar cuenta de este acto a nadie, mucho menos a
los poderes que no aceptaban que nada se les fuera de las manos. En medio de la
sangre, o a pesar de ella, los rostros y las miradas de los héroes nos
contemplan desde otra vida, distinta de la que les inventaron los que costearon
sus primeros monumentos.
Partida
en unos cuantos millones de mitades, que son las divisiones de los hombre
respecto de sí mismo, la ciudad respira con una dificultad que acaso se
manifieste mejor en el “déme” o “regáleme” que salta sin rodeos desde las voces
de los niños (antes decían que estábamos en las orillas del mundo; ahora resulta
que todas las orillas se han movido para acá). Pero esto marginal que viene en
camino es, paradójicamente, éxodo. Sale de todas partes, y por efecto suyo la
forma se vuelve orfandad pero no sucumbe, sino que, por el contrario, revienta
en la luz enfurecida.
Nacimos
del vientre, que nos lo dio todo pero no la forma. Ésta habrá que buscarla, y
para tal cometido nadie está nunca suficientemente preparado. El que vaya por
ella tendrá que guiarse por el instinto de la luz, que igualmente permite
desgajar un momento de la cobertura histórica que lo preserva como entrever ese
blanco rasgado por una cuchillada o el tajo que cortó de golpe una garganta.
Todo
es memoria entre estos términos que no abogan por la rigidez. Memoria
multiplicadora disparada hacia la construcción de su propio tiempo, no
tributaria del que nos devora. En ella, los seres más cercanos seguirán siendo
los niños. Potencia que recuerda, gracias a la deshumanizada mirada del otro,
algún lugar para el hombre –siempre relegado por él mismo- en el mundo brutal
del futuro.
En
el taller de esa asombrosa ciudad, el arte no busca el refinamiento por el
refinamiento mismo, tampoco el color vendible. Su técnica no desdeña el valor
de ninguna enseñanza, pero a todas las que acoge las restriega con auténtica
pasión artesanal en la cruda realidad de los hechos, de los que siempre regresa
con algo nuevo que ofrecer.
De
modo muy claro se advierte, por las señas que salen de todos los intersticios,
una fatiga y también un deterioro del espacio urbano. Ambos coinciden con el
envilecimiento de quienes lo habitan. Pero esta degradación es producida por un
poder externo del que la luz siempre ofrece unos trazos a tono con la velocidad
o indignación de la mano; esto explica la abundancia de zarpazos luminosos. La ciudad
duele en muchas partes, pero sobre todo en el arte. Se suceden las
generaciones, la indiferencia sigue igual. A veces la lluvia tiene la virtud de
recordar que nadie se queda sin mojarse. Descubrimos también otro de los
significados de este espacio: por él estamos todos en la misma cárcel.
Tal
es la ciudad de Ezequiel Padilla Ayestas, no expuesta ni abarcada en plenitud,
sino solamente sugerida con unas pocas palabras. Ciudad terrena, ciudad de los
hombres que se afirma sobre su propia propuesta, esa que habla directamente al
ojo y que la ve y que jamás incurre en la tentación de pararse sobre las
huellas de lo andado. Para entrar aquí hay que renovarse en alguno de los
tantos sentidos que lo humano permite y propicia. Por eso recurrí a los
mecanismos de la ficción, que me hicieron sentir como si fuera el primero en
visitarla.
Roberto Castillo.
Resumen. Escritor y filósofo hondureño. Uno de los grandes
escritores hondureños del siglo XX, cuentista y novelista. Roberto Castillo
Iraheta, (nació en El Salvador en 1950 y falleció el 2 de enero de 2008), Estudió filosofía en la Escuela de
Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Formó parte del consejo de redacción
de las revistas Alcaraván e Imaginaria y fue miembro fundador de la Editorial
Guaymuras, y además Profesor de filosofía de la Universidad Nacional Autónoma
de Honduras durante 25 años. Libros de
cuentos Subida al cielo y otros cuentos (1980) Figuras de agradable demencia
(1985) Traficante de ángeles (1996) La tinta del olvido (2007).Novelas El
corneta (1981) La guerra mortal de los sentidos, (2002). Obtuvo varios premios
internacionales y fue premio nacional de literatura Ramón Rosa (1991). Biografía
extractos tomados de Wikipedia.
23. Mario A. Membreño Cedillo
En la plaza, por la tarde
(Ficción)
1156 palabras
Unreal city [...].
I had not thought death had
undone so many.
The
Waste Land. T.S.Eliot
Por lo demás, algún atardecer he pisado la
calle;
si antes de la noche volví,
lo hice por el temor
que me infundieron las caras
de la plebe,
caras descoloridas y
aplanadas, como la mano abierta.
La casa
de Asterion. J.L. Borges.
Al principio, el hombre creyó que era la belleza de la muchacha lo que lo había perturbado, pero algo lo seguía incomodando. Súbitamente se percató de que lo verdaderamente singular de aquella escena en movimiento, eran los paraguas. Pronto observó que no era cosa de una o dos personas desperdigadas ociosamente con paraguas. Ellos pasaban de dos en dos, de tres en tres, en grupo de a cinco. Pasaban en ráfagas siempre con sus paraguas negros abiertos totalmente, y siempre con la vista fija hacia adelante. Imperturbables, lejanos, con un deseo vehemente de ir siempre hacia adelante. Aquel horizonte de paraguas negros en movimiento lo tenía desconcertado, extrañamente pensativo. Vio de nuevo al cielo buscando algún indicio de lluvia, pero el cielo estaba sin nubes. Finalmente, cuando los paraguas dejaron de pasar, el hombre conjeturó que todo era alguna promoción comercial, o sencillamente un innovador estilo de protestar.
Todavía
abrumado por la extraña escena de los paraguas; abruptamente, otra
escena lo conmovió. Las vio venir en
fila, todas vestidas de negro, con sus brazos pegaditos a sus costados, dejando a su paso una indefinida estela de
lejanía. Prontamente las siguieron los niños, los adultos y los viejos. Salían
de todas las calles, cruzando parsimoniosamente la plaza. Todos con un
antifaz negro, todos en tenis blancos y todos envueltos en un fino silencio. El
hombre estaba sorprendido, y más le
sorprendió comprobar que nadie reparaba en el insólito suceso. Y entonces, anonadado, expectante; siguió aquella marcha
con la mirada hasta verla desaparecer unánimemente por la Calle de los Espejos.
Después
sorpresivamente irrumpió una música
estremecedora, era un ritmo primitivo de tambores, de aviso, de guerras
tribales. Inmediatamente advirtió de que
desde los arboles de la plaza; los
pájaros armaban en el aire una reyerta
de aleteos. Pensativo, y todavía con aquel ritmo palpitante,
abrumador de tambores y de pájaros en el aire; reparó en
que la plaza se había quedado desierta. La
inamovilidad de la plaza lo aturdió. Y por un instante tuvo la impresión de que las estatuas estaban a punto de bajarse de
sus pedestales, y caminar glamorosamente por la plaza vacía. Pero el griterío
lo sacudió antes que el repentino estruendo que bajaba de las Lomas de Altamira. Gritos agónicos revolvían las
calles; y desde la calle de los Jinetes Negros, salieron cinco buses que
pasaron tronando rumbo a la calle que tuerce hacia la Rotonda de los
Poetas. Repentinamente una desbandada de gente cruzó espantada por la plaza. El
hombre se levantó bruscamente de la banca. Y la gente como un frío inmenso cuadro la plaza.
El
hombre corrió hacia donde toda la gente corría y corríaaaa. Por un momento
pensó que todo era solamente un pánicooo
colectivoooooooo. Mientras un creciente murmullo ensordecía la calle peatonal abigarrada de
asombrados vendedores, que también rompían despavoridos en una huida
espectacular de colores Y el hombre vio
que detrás de él solo iba quedando,
calles desmayadas y pedazos de cielo atenazados, entre fachadas mutiladas y altos edificios. Fue entonces que, escuchó el
grito “viene por la calle de al lado”. El aviso se multiplicó como una cadena de calientes voces, “viene por la
calle de al lado”; y sin pensarlo, la marcha humana tomaba la calle contraria, y doblaban por acá
y seguían por allá. A la vista, los autos
abandonados, los semáforos encendidos (verde, amarillo, rojo) y una
calzada templada de tumultuosas voces. Desde lejos las bocinas de los carros herían
el aire y los oídos; y el ulular de las sirenas abría como un bisturí los lomos
del viento. Al fondo, tres grises torres
adelgazaban en fina postura, un verde horizonte.
Ahora
todos subían por la Cuesta de la Luna, que
cortaba la curvatura del río que se deslizaba en oscuro silencio. “Se
acerca, se acerca” se oía decir, y aquel
murmullo huérfano reventaba en mil murmullos, que ahogaban el redoble de
los temblorosos pasos que caían sobre el
Malecón de los Ingleses. Siguiendo una dirección incierta, la columna pasó
rápidamente las calles amarillas, y desde
la Plazoleta de los Cristales, vieron
a la distancia como se alargaba
la extraña marcha de mujeres
vestidas de negro con sus brazos pegaditos a sus costados, doblando
silenciosamente, alejándose de la corriente principal, rumbo al Panteón de los
Gorriones. Mientras la muchedumbre giro en otra dirección al ritmo enervante de
los tambores que volvían violentamente
a batir el aire. En los Jazmines del Cabo, un olor a lavanda
inundo el aire. Repentinamente, cesaron los tambores, y una nueva oleada de
gente los replegó en la vecindad de las
casas onduladas, donde una escalada de
calientes gritos nuevamente incendió el
aire. Mientras en la vanguardia de la columna crecía un enjambre desbocado de extraviadas miradas, y los
brazos iracundos se levantaban definitivos señalando hacia una perspectiva imprecisa
que lentamente se iba cerrando; como una mano abierta y
generosa que después del parpadeo del trueno, se convierte en puño solido,
fulminante y concluyente.
Por
fin, entre gritos y vitrinas rotas, el
hombre oyó por primera vez el nombre. Sí, lo oyó perfectamente: Oyó el nombre
como quien siente una mano tocar el hombro derecho o el ring ring ring de un teléfono. Creyó que todo era una vil broma, y se sintió casi ridículo al
correr entre aquella gente que huían
despavoridamente. Corrían torpemente; casi histéricos, tropezándose entre
si; mientras una extraña sensación
empezaba a ganarle la respiración. Si, corría libremente, corría brumosamente,
descaradamente corría. Empezó a vociferar,
y las palabras avanzaban entre un
río de cabezas y un pánico de pies. La sangre caliente se le había subido hasta la
coronilla, la respiración jadeante se le escapaba a tumultos, los ojos
enrojecidos quemaban el aire. Corría, si, también él corría. Y después de
reírse escandalosamente, empezó a saltar furiosamente, y la gente aterrada,
como una compacta sombra se le apartaba
Por último, el hombre empezó a sentir los
latidos de su corazón marcando sus
implacables pasos; mientras empezaba a
bajarle una terrible pesadez por sus piernas como si fuera cargando el peso de
una enorme cabeza sobre sus hombros; ya
la baba le salía como un río verde por
la destemplada boca, y sentía el aire tibio de su aliento golpeándole
tibiamente la cara. Rabiaba, felizmente rabiaba persiguiendo aquella masa
humana, que espantada se perdía en aquel
perfecto laberinto de trazos indeterminados,
de ríos anestesiados, de puentes incoloros, de calles consagradas al
olvido, de casas comatosas, de
callejones desahuciados; que se
escondían impecablemente entre las hermosas apariencias de una ciudad inmediatamente real; y la
arquitectura sólida de una ciudad,
definitivamente, imaginaria.
VI
Del ensayo La
utopía solar.
La
ciudad es el consumo egotista, la amenazante inmediatez porque como señala el
filósofo Karel Kosik, “en esta prisa no
hay tiempo para quedarse (Ver-Weiler), “pero
donde no hay tiempo el hombre no
puede habitar ni la ciudad ni la tierra de manera poética y la memoria desaparece de la vida”45.
Pero también la ciudad es la marginación de toda idea. Por lo cual resulta un
aparato crítico moldeado por esas percepciones erróneas, o un aparato crítico
sin discernimiento para diferenciar lo genérico de lo particular, el cual
usualmente se convierte en orientador de las formas ideales; pero carece de la
operatividad, en un sistema sobredimensionado por múltiples disfuncionalidades
y la atrofia de sus diversos subsistemas. Es incapaz la crítica de producir
efectos en el mundo real. En ese sentido la crítica pasa a ser crítica de la
forma, aunque a veces se apropie de los contenidos, produciendo un rendimiento
marginal. El peligro aumenta
considerablemente cuando una sociedad ha aceptado consciente o
inconscientemente, como valoraciones normales las percepciones distorsionadas
de las formas y ha marginado del mundo real los contenidos (46). Vale
preguntarse en si en la tradición del campo que era la representación de la
inocencia. La ciudad lo es del poder. Si la tradición reivindica al poeta como
el sabio de la naturaleza; en tanto la modernidad entrona al banquero y sus
áulicos bufones, y a los politiqueros, como los amos de la ciudad. Entonces en
esta oleada postmodernista ¿quiénes son los reyes y dónde están los sabios?
Paralela a la ineficacia de la
crítica corre la depredación urbana y la deforestación mental. Desfocalizando
el sentido de pertenencia y prolongando el sentimiento autista de la sociedad,
en que el popular solipsismo: cada
cabeza- no es como suele creerse- es
un mundo, sino que cada cabeza en
la traducción de la lectura de postmodernidad – es un feudo. Vale la aguda observación de Bacón “Por eso dijo con razón Heráclito que los
hombres buscan las ciencias en sus mundos privados y no en el mundo mayor y
universal” (47). A la par la irrupción de ese curiosísimo fenómeno urbano
de las maras, palabra de origen incierto y oscuro significado. Y su singular
representante el marero postmodernista, una versión reciclada del bohemio de
fin de siglo, así como estos eran una reminiscencia de aquellos festinados
goliardos medievales. Si el goliardo lanzaba ingeniosas sentencias, y el
bohemio trasnochador hacía poesías, el marero postmodernista fábrica
pesadillas. Fenómeno de la mente marera que
no es exclusivamente de las barriadas del lumpen proletariado, sino que crece y
su estructura está presente en diferentes niveles de la sociedad. Como es abajo es arriba. ¿Por qué la
maldad solo tiene que ser imputada a los pobres?
Respecto a esos procesos (des)civilizados
producidos por un “proceso objetivo de
destructuración de las condiciones de vida típicas del capitalismo integrador”
(48,) o lo que P. Bourdieu define como “destructuración
temporal y moral” (49), se ha creado esa tendencia hacia la pérdida de
valores y modos de vida que termina en pérdida de parámetros referenciales del mundo de la vida, para usar una
expresión de Habermas. La peculiaridad de no percibir las singularidades de la
vida, al respecto: “lo poético que
desaparece de las ciudades modernas abarca tres elementos: lo bello, lo sublime
y lo íntimo”50. La poetisa contemporánea Elisa Logan lo esclarece
así: “Desconocen hasta la tarde-que
silenciosa transita-por sus vidas-Nada les dice el sol-ni el cielo, ni las
flores- ni el rostro angustiado, huraño, cansado y triste” (51). De tal
manera que en el plano de lo cotidiano de la vida se van extinguiendo los
pequeños detalles, aquellas maravillosas pulsaciones en que se va hilvanando el
ritmo portentoso de la civilización.
La contemplación de la
naturaleza, el cultivo del tacto, la
atención, el respeto a los ancianos, el agradecimiento, el romance, la lectura
de un libro, el goce estético, la emulación, la valorización del futuro,
analizar un texto o una información, sembrar un árbol, concatenar los hechos,
la valorización de la honradez, el estímulo de los talentos, escuchar, manejar
los contextos, conocer la biografía de una palabra, la preservación del
patrimonio histórico, la continuidad de los saberes, la reflexión, hallar una
semejanza, ser puntual, capacidad de organización, imaginar, la cortesía, la
sonrisa, la capacidad de sorpresa, la unidad en la diversidad, buscar el origen
de las cosas, diseccionar una idea, animar a otro, la reproducción de las
técnicas, el orden, el dominio del lenguaje, innovar, la tradición familiar,
memorizar una frase o un poema, la piedad, el sentido de previsión, encontrar
un vínculo, orar. 52”
Y hasta el popular y democrático saludo de manos es una especie en peligro de
extinción.
Notas bibliográficas del texto: La utopía solar.
45. Kosic, Karel. La ciudad y lo poético. Nexos, Nº
242.Febrero 1998. P.68.
46. Membreño Cedillo, Mario A. 1999.
¿La ética del poder o el poder de la ética? PNUD 2003, p.3.
47. Serrano, Augusto 1994. Textos
Clásicos del Pensamiento Filosófico y Científico. Colección de Docencia NO.
18, p. 215-216.
48. Tenti Fanfani, Emilio. 1999.
Ob. cit.p. 1.
49. BID, p. 14.
50. Kosic,
Karel, Ob. Cit.
p.73.
51. Logan, Elisa. 1999. La ciudad
que habito (Poema).
52. Membreño Cedillo, Mario A. 1998.
Ob. cit. p. 7.
7. Samuel Erazo, Copan, 1982. Artista visual,
ilustrador, diseñador gráfico. Texto de su obra Urbanimales. Ars 504. Arte Contemporáneo Hondureño.
8. Ezequiel
Padilla, (1944-2015), pintor hondureño. Premio Nacional de Arte, Pablo Zelaya
Sierra (1996).
Créditos de los Textos
21. Fabricio Estrada, Dos textos curatoriales para fotografía. CAC-UNAH, marzo-2017.Textos
Urbanimales: luz de nueva especie
y el otro In Concreto, o el tótem
emergente. Textos escritos para dos exposiciones fotográficas realizadas en Tegucigalpa el pasado marzo
2017.
De los fotógrafos Gabriela Fu
y Samuel Erazo. Tomados de La
Bitácora del Párvulo. Blog de Fabricio Estrada, publicado el 8 de mayo de
2017. http://fabricioestrada.blogspot.com/2017/05/dos-textos-curatoriales-para-fotografia.html
22. Roberto Castillo, Ensayo La ciudad de Ezequiel. Tomado del sitio web Paradiso. (Sin fecha de publicación). https://paradisoblog.wordpress.com/1-ensayo-la-ciudad-de-ezequiel-roberto-castillo/
23. Mario A. Membreño Cedillo, Texto En la plaza, por la tarde,
De libro Cuentos Miniaturas. (Libro
inédito). Una versión más extensa del texto aquí presentado, fue publicada en el Diario El Heraldo,
Sección dominical Siempre, 16 de mayo de 2004. Y el capitulo VI
del ensayo La Utopía Solar.
De su libro Estado, Poder e Identidad. 2013. Litografía López, páginas
34-36.
Créditos de las
Ilustraciones
En orden de aparición
José Jorge Amador Lanza, acrílico, pintor
hondureño. PINTORES DE HONDURAS GALERÍA
DE PINTURA HONDUREÑA PINTORES CONTEMPORÁNEOS HONDURAS.
Torre 1, complejo Metrópolis,
vista desde el helipuerto de la segunda torre. 2014. Tegucigalpa. Foto de Gabriela Fu, fotógrafa hondureña. De
las imágenes eternas de Gabriela. Herman Ruiz
Kattan, abril 2017. Radiohouse.hn
Urbanimales, acuarela, tinta china. Samuel Erazo. Artista visual hondureño, marzo de 2017. “URBANIMALES”, EXPOSICIÓN VISUAL, POR SAMUEL ERAZO
Redacción Laura Aceituno. 17 de Marzo del 2017.
Presencia universitaria.
Detalle de foto de Urbanimales,
acuarela, tinta china. Samuel Erazo, artista hondureño, marzo de 2017. “URBANIMALES”, EXPOSICIÓN VISUAL, POR SAMUEL ERAZO
Redacción Laura Aceituno. 17 de Marzo del 2017. Presencia
Universitaria.
Foto de In Concreto.
Gabriela Fu, arquitecta y fotógrafo hondureña, marzo de 2017. Foto galería, Diario El Heraldo,
Foto de In Concreto,
Gabriela Fu, arquitecta y fotógrafa hondureña, marzo de 2017. Foto galería, Diario El Heraldo,
Los desposeídos, pintura al
oleo de Ezequiel Padilla, pintor hondureño.
Detalle de Plaza. Plaza de las palabras
Utopía. Plaza de las
palabras.
No parking. Detalle de foto
Plaza de las palabras
Sombrilla. Plaza de las palabras.
La dirección de la mirada. Plaza de las palabras.
Sombrilla. Plaza de las palabras.
La dirección de la mirada. Plaza de las palabras.
Escultura de San Miguel
Arcángel, patrono de Tegucigalpa, Plaza de Los Dolores, Tegucigalpa. Google
imagen.