Poemas y textos de 23 escritores hondureños. Textos de ciudades. 4/4 Post Plaza de las palabras.





“De modo muy claro se advierte, por las señas que salen de todos los intersticios, una fatiga y también un deterioro del espacio urbano. Ambos coinciden con el envilecimiento de quienes lo habitan. Pero esta degradación es producida por un poder externo del que la luz siempre ofrece unos trazos a tono con la velocidad o indignación de la mano; esto explica la abundancia de zarpazos luminosos”.
Roberto Castillo.
Ensayo: La ciudad de Ezequiel.

"Gabriela Fú en su muestra In Concreto se concentra en el rítmo -atípico para esta ciudad- que sube o crea florituras dentro de la pisquis de quienes lo perciben casi como un misterio que llega desde una verdad apenas intuida. ¿La verdad? La estructura, el edificio que aparece de la noche a la mañana luego del dilatado sueño de nuestro sub desarrollo urbano. La confrontación con estas nuevas realidades habitables es tan fascinante como la que sucede frente a un tótem, punto de fuga del desconcierto, monumento a nuestra intriga".
In Concreto,  o el tótem emergente.
Fabricio Estrada

¨Los animales urbanos son un claro ejemplo de adaptación forzada y degenerativa. Nosotros mismos somos parte de ese mismo entorno, nosotros mismos como animales urbanos adaptados al peligro, la suciedad, la contaminación, la ansiedad, la rutina, el ruido, etc. Acomodados de manera brutal ante cualquier tipo de alteración, inexpresivos e indiferentes, a la espera de algo peor. Los animales urbanos viven estáticos, su movimiento es imperceptible, los animales urbanos digieren su hábitat y lo manchan, bajo presión sucumben ante el materialismo, lo mundano y pasajero, sus vanidades son su ruina y deciden mantenerse de esta manera, nada importa.¨ -
KOKO (Samuel Erazo) (7)







Finalmente, damos cabida a 5 textos provenientes de la ficción y el ensayo. Todos abordan la temática de la ciudad.  Fabricio Estrada, Dos textos curatoriales para fotografía (1). Lucidos chispazos fotográficos armado con palabras, el uno Urbanimales: luz de nueva especie, en que el autor echa una mirada sobre las “patologías visuales a la que se enfrenta una ciudadanía inerte” Ese cúmulo de cosas que asfixian las ciudades, como producto del consumismo, pero sobre todo de un crecimiento irracional. Fundado en  la escasa  planeación urbana, y cimentada en convertir a la ciudad en una fabrica. O solo embellecerla, sin considerar que la ciudad también es detentadora de otras aristas: la calidad de vida de las personas. El otro In Concreto,  o el tótem emergente. El autor reflexiona sobre la consagración del nuevo tótem. Cuando se ha impuesto la organización irracional del paisaje cada línea racional que despunte se vuelve espejismo o tótem”. Un crecimiento  que privilegia las grandes construcciones, requeridas para el  funcionamiento de la ciudad, pero que lo hacen a costa de sacrificar un  orden urbano fundamentado en el tejido humano. Ambos textos, breves  y provocativos, retratan los rostros amorfos de la ciudad moderna. Son dos fotografías en blanco y negro sobre el mismo paisaje.

El siguiente texto  es del filosofo y escritor  Roberto Castillo, Ensayo La ciudad según Ezequiel , Roberto Castillo reflexiona sobre la pintura del pintor Ezequiel Padilla Ayestas, (8) en el que va desgajando una panorámica escueta de imágenes y meditaciones que conforman una pintura claroscuro sobre la ciudad de Tegucigalpa. Y sin preámbulos desde el primer párrafo aborda esa bipolaridad en que el pintor ve a la ciudad, y en que el filósofo ve a l pintor.  Y en que ambos se confunden.  “Curiosa ciudad ésta, la de Ezequiel Padilla. En sus muros de luz no queda ningún indicio de empresa fundacional alguna, porque, desde el primer instante, la mirada que los recorre va metamorfoseándose con ellos. Surge así el ver como experiencia que no cesa y que tanto convoca la desesperanza como el dolor, la brutalidad como el desamparo”.

Y  finalmente presentamos 2 textos de  Mario A. Membreño Cedillo, el primero fabricado desde la ciudadanía de la ficción y el otro una aproximación al  territorio del ensayo. En la plaza, por la tarde, texto (que también puede ser leído como un cuento corto), en que se funden dos  ciudades una real y otra imaginaria, amalgamadas en el mito clásico, pero también moderno del  minotauro. La ciudad en su hermosura también se convierte en  un laberinto de soledad, espacio  en que el hombre habita, vive y sobrevive. Homo sapiens condicionado y  manipulado por la tecnología, medios de masa  y las ideologías políticas. En ese espacio el hombre nace, sueña y muere. Pero en ese estado se convierte no solo en un ser devorado por la ciudad; sino que por alienación el hombre puede también convertirse  en un ser devorador. Las dos caras del hombre moderno, un efímero dios Jano. Y el segundo texto, el capitulo VI del ensayo La utopía solar, en que a manera de ensayo se reflexiona sobre la ciudad, y las aproximaciones a las formas y contenidos de la critica. 


21. Fabricio Estrada

Dos textos curatoriales para fotografía.


Urbanimales: luz de nueva especie




Christopher Alexandré afirma que es más fácil construir ciudades que vida urbana, y de ahí, que la mirada de Samuel Erazo en esta muestra, se dirija -por sobretodo- a los deshechos acumulados de esta vida urbana ausente dentro del horror vacuii de Tegucigalpa.
La organicidad, tan vital entre habitante y ciudad, adquiere en cada fotografía de Urbanimales, la especificación forense de órganos expuestos, un inventario de las patologías visuales a la que se enfrenta una ciudadanía inerte, sobrepasada o simplemente excluida de la idea de un espacio público. La atrocidad de semejante despojo se lee aquí desde la laberíntica escritura de una luz enferma que, haciendo uso de la interpretación digital mixta, hace emerger la pátina sangrienta de la violencia “que se respira” día a día.
A contravía de la idea funcional de la postal turística, Samuel Erazo va en busca de otra luz más allá del resplandor cívico, a contraluz de la promoción constante para las celebradas inversiones infraestructurales. Todo lucha en sus imágenes, cada espacio es disputado con fiereza y el aquelarre supera la lírica ideal que Lefevbre pensaba para toda ciudad humana: el uso de la ciudad es la fiesta. No hay algo parecido a una fiesta en el abordaje que Samuel Erazo realiza en su fotografía, a menos que esta fiesta haya adquirido el frenesí bizarro de lo orgánico en descomposición generalizada.
Asistimos, entonces, a un golpe visual simultáneo donde la imagen captada en una corresponsalía íntima e incisiva, implosiona en cada mirada que intentamos dar y donde, paradójicamente, la modernidad anunciada vino a significar la destrucción espacial y anímica de una sociedad que no alcanzó su etapa pre industrial pero que, dentro del portento mediático, consume el deshecho de las lejanas industrias globales.






In Concreto,  o el tótem emergente.






Cuando se ha impuesto la organización irracional del paisaje cada línea racional que despunte se vuelve espejismo o tótem. Las edificaciones que van surgiendo en medio del caos hunden por igual con su peso concreto, desplazan como si en lugar de una corona de oro, Arquímedes hubiera utilizado una inmensa pintura de Mondrian para revelar lo falso.
Gabriela Fú en su muestra In Concreto se concentra en el rítmo -atípico para esta ciudad- que sube o crea florituras dentro de la pisquis de quienes lo perciben casi como un misterio que llega desde una verdad apenas intuida. ¿La verdad? La estructura, el edificio que aparece de la noche a la mañana luego del dilatado sueño de nuestro sub desarrollo urbano. La confrontación con estas nuevas realidades habitables es tan fascinante como la que sucede frente a un tótem, punto de fuga del desconcierto, monumento a nuestra intriga.
Y es que en la precariedad urbana toda edificación reciente se convierte en nomenclatura direccional, orientación hierática por la cual la ciudad simboliza y adquiere estatura y conciencia, desde lo parcial a lo global, desde lo elemental a lo total, desde lo relativo a lo absoluto, no sin dejar de irradiar cierta perversidad respecto al paisaje circundante.
In Concreto, de Gabriela Fú, reúne las piezas del lego en la ciudad fragmentada a todo nivel y, propone con lenguaje plástico armonioso, la ruta psíquica que ayudaría a establecer una urbanidad funcional en lugar del estorbo civil monumental donde las calles -y el espíritu humano- dejan de fluir.



Fabricio Estrada. Nació en Sabanagrande, Honduras, en 1974. Ha publicado los libros de poemas: Sextos de Lluvia, 1998; Poemas contra el miedo, 2001; Solares, 2004; Poemas de Onda Corta, 2009; Blancas Piranhas, 2011; Sur del mediodía, 2013; y, Houdini vuelve a casa, 2015. Sus poemas aparecen en antologías iberoamericanas y ha participado por Honduras en diversos festivales internacionales. Prepara la publicación de su narrativa. Sus artículos de opinión han sido publicados en revistas on line de Iberoamérica.
Incluido en las antologías: Cien Años de Poesía Política en Honduras, Roberto Sosa, 2003; La Hora Siguiente, Poesía Emergente de Honduras, Salvador Madrid, 2006; Las Rutas del Viento, antología luso-española, Alfredo Pérez Alencart, Madrid, España, 2005;   La Herida en el Sol, antología Poesía Centroamericana Contemporánea UNAM, México, 2008; Puertas Abiertas, Antología de Poesía Centroamericana, Sergio Ramírez-Fondo de Cultura Económica-México, 2011; Cuerpo Plural, Poesía Hispanoamericana Contemporánea, Gustavo Guerrero - Instituto Cervantes de Madrid 2010; Apresurada cicatriz, Instantáneas de poesía centroamericana, Ediciones Literal, México D.F., 2013; Chamote, antología de poetas latinoamericanos, Gito Minore, Argentina, 2015; Poesía de Centroamérica y Puerto Rico, Selena Millares, Colección Visor, España, 2015; Muerte y Poesía, Roberto Arizmendi, Aguascalientes, México, 2016; 35 Grados, Yauguru Maca, Montevideo-Uruguay, 2016.Artículos sobre cultura y política publicados en Brecha de Uruguay, Patria Grande de Venezuela, El Clarín de Chile, América Latina desde Abajo (Marco Coscione) Edición dominicana -2010 y artículos en Rebelión de Cuba. V Festival La Poesía Tiene la Palabra, Casa de América, Madrid-España, 2005 Invitado especial para el programa de Televisión Española Internacional “Casa de América”, junio del 2005. Ha participado en diversos festivales de poesía en Latinoamérica y en España. Tallerista de creación literaria. Conferencista sobre cultura y política. Biografía tomada de Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2017, publicado el 28 de abril de 2017.

22. Roberto Castillo

Ensayo: La Ciudad de Ezequiel. (8)





981 palabras
Curiosa ciudad ésta, la de Ezequiel Padilla. En sus muros de luz no queda ningún indicio de empresa fundacional alguna, porque, desde el primer instante, la mirada que los recorre va metamorfoseándose con ellos. Surge así el ver como experiencia que no cesa y que tanto convoca la desesperanza como el dolor, la brutalidad como el desamparo.
Sus calles nunca están desiertas, pese al constante tráfico de soledades que tanto de día como de noche las abruma. En ellas, de sorpresa en sorpresa, el ojo gira y se ensancha, retrocede y se disminuye, pero nunca deja de mirar. No se traga la claridad ambiental, siempre dudosa, sino que la aporta. El tiempo, de suyo escurridizo, crea, a sabiendas de todos, la ilusión de detenerse en este manchón o en aquel mentón; tiempo que llena hasta el último de los recovecos en que se desdobla la ciudad pero que no se deja captar, sino que constantemente hace sentir que nos observa.

¿Qué es el color en esas calles que carecen de dioses tutelares? Agonía en el originario sentido de la palabra. Es decir lucha o combate; y la más radical de las luchas: la que se libra entre la vida y la muerte, cotidianamente renovada en los lugares donde hay seres humanos e indicada con toda clase de signos o cubierta por incontables símbolos en la experiencia de la ciudad. Tal vez venga al caso recordar que, en la primera teoría de la tragedia, el agón se constituye como el verdadero centro organizador de la obra. Pero también puedo decir, de manera nada conceptual, lo que es esta marcha de colores que en ningún momento da tregua a nuestros sentidos: la manotada de la vida (Honduras no ha descubierto su color, pero no hay que descartar que nos esté aguardando en el brillo de los ojos de los niños).

Ciudad de espacios abiertos, la que el objeto de estas líneas los expande de manera constante. En ellos siempre habrá lugar para cuantos no encontraron acomodo en la otra ciudad, la que sólo se interesa por que conviene a sus pequeñas miras administrativas y desecha el acecho, excluye o disimula la abundancia de males y no oculta su pretensión de dejar de ser terrena. Las plazas no están rediseñadas. El desgaste de sus piedras pudo producirse al ser lamidas éstas por animales famélicos que no cesan de reproducirse; o a lo mejor lo que era sólido decidió hacerse polvo sin dar cuenta de este acto a nadie, mucho menos a los poderes que no aceptaban que nada se les fuera de las manos. En medio de la sangre, o a pesar de ella, los rostros y las miradas de los héroes nos contemplan desde otra vida, distinta de la que les inventaron los que costearon sus primeros monumentos.

Partida en unos cuantos millones de mitades, que son las divisiones de los hombre respecto de sí mismo, la ciudad respira con una dificultad que acaso se manifieste mejor en el “déme” o “regáleme” que salta sin rodeos desde las voces de los niños (antes decían que estábamos en las orillas del mundo; ahora resulta que todas las orillas se han movido para acá). Pero esto marginal que viene en camino es, paradójicamente, éxodo. Sale de todas partes, y por efecto suyo la forma se vuelve orfandad pero no sucumbe, sino que, por el contrario, revienta en la luz enfurecida.

Nacimos del vientre, que nos lo dio todo pero no la forma. Ésta habrá que buscarla, y para tal cometido nadie está nunca suficientemente preparado. El que vaya por ella tendrá que guiarse por el instinto de la luz, que igualmente permite desgajar un momento de la cobertura histórica que lo preserva como entrever ese blanco rasgado por una cuchillada o el tajo que cortó de golpe una garganta.

Todo es memoria entre estos términos que no abogan por la rigidez. Memoria multiplicadora disparada hacia la construcción de su propio tiempo, no tributaria del que nos devora. En ella, los seres más cercanos seguirán siendo los niños. Potencia que recuerda, gracias a la deshumanizada mirada del otro, algún lugar para el hombre –siempre relegado por él mismo- en el mundo brutal del futuro.

En el taller de esa asombrosa ciudad, el arte no busca el refinamiento por el refinamiento mismo, tampoco el color vendible. Su técnica no desdeña el valor de ninguna enseñanza, pero a todas las que acoge las restriega con auténtica pasión artesanal en la cruda realidad de los hechos, de los que siempre regresa con algo nuevo que ofrecer.

De modo muy claro se advierte, por las señas que salen de todos los intersticios, una fatiga y también un deterioro del espacio urbano. Ambos coinciden con el envilecimiento de quienes lo habitan. Pero esta degradación es producida por un poder externo del que la luz siempre ofrece unos trazos a tono con la velocidad o indignación de la mano; esto explica la abundancia de zarpazos luminosos. La ciudad duele en muchas partes, pero sobre todo en el arte. Se suceden las generaciones, la indiferencia sigue igual. A veces la lluvia tiene la virtud de recordar que nadie se queda sin mojarse. Descubrimos también otro de los significados de este espacio: por él estamos todos en la misma cárcel.

Tal es la ciudad de Ezequiel Padilla Ayestas, no expuesta ni abarcada en plenitud, sino solamente sugerida con unas pocas palabras. Ciudad terrena, ciudad de los hombres que se afirma sobre su propia propuesta, esa que habla directamente al ojo y que la ve y que jamás incurre en la tentación de pararse sobre las huellas de lo andado. Para entrar aquí hay que renovarse en alguno de los tantos sentidos que lo humano permite y propicia. Por eso recurrí a los mecanismos de la ficción, que me hicieron sentir como si fuera el primero en visitarla.



Roberto Castillo. Resumen. Escritor y filósofo hondureño. Uno de los grandes escritores hondureños del siglo XX, cuentista y novelista. Roberto Castillo Iraheta, (nació en El Salvador en 1950 y falleció el 2 de enero de 2008), Estudió filosofía en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Formó parte del consejo de redacción de las revistas Alcaraván e Imaginaria y fue miembro fundador de la Editorial Guaymuras, y además Profesor de filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras durante 25 años. Libros de cuentos Subida al cielo y otros cuentos (1980) Figuras de agradable demencia (1985) Traficante de ángeles (1996) La tinta del olvido (2007).Novelas El corneta (1981) La guerra mortal de  los sentidos, (2002). Obtuvo varios premios internacionales y fue premio nacional de literatura Ramón Rosa (1991).  Biografía extractos tomados de  Wikipedia.



23. Mario A. Membreño Cedillo





En la plaza, por la tarde
(Ficción)
1156 palabras
                                                                             Unreal city [...].                         
                                                        I had not  thought death had undone so many.
                                                                     The Waste  Land. T.S.Eliot

   Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle;
si antes de la noche volví, lo hice por el temor
que me infundieron las caras de la plebe,
caras descoloridas y aplanadas, como la  mano abierta.
         La casa de Asterion. J.L. Borges.





Al principio, el hombre  creyó que era  la belleza de la muchacha  lo  que lo había   perturbado, pero algo lo seguía incomodando. Súbitamente se percató de que lo verdaderamente  singular de aquella escena en movimiento, eran los paraguas. Pronto observó que no era cosa de una o dos  personas desperdigadas ociosamente con paraguas. Ellos  pasaban de dos en dos, de tres en tres, en grupo de a cinco. Pasaban en ráfagas siempre con sus paraguas negros  abiertos totalmente, y siempre con la vista fija hacia adelante. Imperturbables, lejanos, con  un deseo vehemente de ir siempre hacia adelante. Aquel horizonte de paraguas negros en movimiento lo tenía desconcertado,  extrañamente pensativo. Vio de nuevo al cielo buscando algún indicio de lluvia, pero  el cielo  estaba  sin nubes. Finalmente, cuando los paraguas dejaron de pasar, el hombre conjeturó  que todo era alguna promoción comercial, o sencillamente un innovador estilo de protestar.
Todavía abrumado por la  extraña escena  de los paraguas; abruptamente, otra escena  lo conmovió. Las vio venir en fila, todas vestidas de negro, con sus brazos pegaditos a sus costados,    dejando a su paso una indefinida estela de lejanía. Prontamente las siguieron los niños, los adultos y los viejos.  Salían  de todas las calles, cruzando parsimoniosamente la plaza. Todos con un antifaz negro, todos en tenis blancos y todos envueltos en un fino silencio. El hombre estaba sorprendido, y más le  sorprendió comprobar que nadie reparaba en el  insólito suceso. Y entonces,  anonadado, expectante; siguió aquella marcha con la mirada  hasta verla  desaparecer unánimemente por la  Calle de los Espejos.
Después sorpresivamente  irrumpió una música estremecedora, era un ritmo primitivo de tambores, de aviso, de guerras tribales. Inmediatamente advirtió de  que desde los arboles  de la plaza; los pájaros  armaban en el aire una reyerta de aleteos. Pensativo,  y  todavía con aquel ritmo palpitante, abrumador  de tambores  y de pájaros en el aire;  reparó en  que  la  plaza se había quedado desierta. La inamovilidad de la plaza lo aturdió. Y por un instante  tuvo la impresión de que  las estatuas estaban a punto de bajarse de sus pedestales, y caminar glamorosamente por la plaza vacía. Pero el griterío lo sacudió antes que el repentino estruendo que bajaba de las Lomas  de Altamira. Gritos agónicos revolvían las calles; y desde la calle de los Jinetes Negros, salieron cinco buses que pasaron  tronando rumbo a la  calle que tuerce hacia la Rotonda de los Poetas. Repentinamente una desbandada de gente cruzó espantada por la plaza. El hombre se levantó bruscamente de la banca. Y la gente como  un frío inmenso cuadro la  plaza.

El hombre corrió  hacia donde toda  la gente corría y corríaaaa. Por un momento pensó que todo  era solamente un pánicooo colectivoooooooo. Mientras un creciente murmullo  ensordecía la calle peatonal abigarrada de asombrados vendedores, que también rompían despavoridos en una huida espectacular de colores  Y el hombre vio que detrás de él  solo iba quedando, calles  desmayadas y  pedazos de cielo atenazados, entre  fachadas mutiladas y  altos edificios. Fue entonces que, escuchó el grito “viene por la calle de al lado”. El aviso se multiplicó como  una cadena de calientes voces, “viene por la calle de al lado”; y sin pensarlo, la marcha humana  tomaba la calle contraria, y doblaban por acá y seguían por allá. A la vista, los autos  abandonados, los semáforos encendidos (verde, amarillo, rojo) y una calzada  templada de  tumultuosas voces.  Desde lejos las bocinas de los carros herían el aire y los oídos; y el ulular de las sirenas abría como un bisturí los lomos del viento. Al  fondo, tres grises torres adelgazaban en fina postura, un verde horizonte.

Ahora todos subían por la Cuesta de la Luna, que  cortaba la curvatura del río que se deslizaba en oscuro silencio. “Se acerca,  se acerca” se oía decir, y aquel murmullo huérfano reventaba en mil murmullos, que ahogaban el redoble de los  temblorosos pasos que caían sobre el Malecón de los Ingleses. Siguiendo una dirección incierta, la columna pasó rápidamente  las calles amarillas,  y desde  la Plazoleta de los Cristales, vieron  a la distancia como se alargaba  la  extraña marcha de mujeres vestidas de negro con sus brazos pegaditos a sus costados, doblando silenciosamente, alejándose de la corriente principal, rumbo al Panteón de los Gorriones. Mientras  la muchedumbre  giro en otra dirección al ritmo enervante de los tambores que   volvían violentamente a  batir el aire.  En los Jazmines del Cabo, un olor a lavanda inundo el aire. Repentinamente, cesaron los tambores, y una nueva oleada de gente los replegó en   la vecindad de las casas onduladas,  donde una escalada de calientes gritos nuevamente incendió  el aire. Mientras en la vanguardia de la columna crecía un enjambre  desbocado de extraviadas miradas,  y los  brazos iracundos se levantaban definitivos señalando hacia  una perspectiva  imprecisa  que lentamente  se  iba cerrando; como una mano abierta y generosa que después del parpadeo del trueno, se convierte en puño solido, fulminante  y concluyente.   
  

Por fin, entre gritos y vitrinas rotas,  el hombre oyó por primera vez el nombre. Sí, lo oyó perfectamente: Oyó el nombre como quien siente una mano tocar el hombro derecho o el ring ring ring de un teléfono. Creyó que todo era  una vil broma, y se sintió casi ridículo al correr entre aquella gente que  huían despavoridamente. Corrían torpemente; casi histéricos, tropezándose entre si;  mientras una extraña sensación empezaba a ganarle la respiración. Si, corría libremente, corría brumosamente, descaradamente corría. Empezó a vociferar,  y las palabras avanzaban  entre un río de cabezas y un pánico de pies. La sangre caliente se le había subido  hasta la  coronilla, la respiración jadeante se le escapaba a tumultos, los ojos enrojecidos quemaban el aire. Corría, si, también él corría. Y después de reírse escandalosamente, empezó a saltar furiosamente, y la gente aterrada, como una compacta sombra se le apartaba

 Por último, el hombre empezó a sentir los latidos de su  corazón marcando sus implacables pasos; mientras  empezaba a bajarle una terrible pesadez por sus piernas como si fuera cargando el peso de una  enorme cabeza sobre sus  hombros; ya  la baba le salía como un río verde por  la destemplada boca, y sentía el aire tibio de su aliento golpeándole tibiamente la cara. Rabiaba, felizmente rabiaba persiguiendo aquella masa humana, que espantada se perdía en  aquel perfecto laberinto de trazos indeterminados,  de ríos anestesiados, de puentes incoloros, de calles consagradas al olvido, de casas comatosas,  de callejones desahuciados;  que se escondían impecablemente entre las hermosas apariencias  de una ciudad inmediatamente real; y la arquitectura sólida  de una ciudad, definitivamente, imaginaria.




VI
Del ensayo La utopía solar.

La ciudad es el consumo egotista, la amenazante inmediatez porque como señala el filósofo Karel Kosik, “en esta prisa no hay tiempo para quedarse (Ver-Weiler), “pero donde no hay tiempo el hombre no puede habitar ni la ciudad ni la tierra de manera poética y la memoria desaparece de la vida45. Pero también la ciudad es la marginación de toda idea. Por lo cual resulta un aparato crítico moldeado por esas percepciones erróneas, o un aparato crítico sin discernimiento para diferenciar lo genérico de lo particular, el cual usualmente se convierte en orientador de las formas ideales; pero carece de la operatividad, en un sistema sobredimensionado por múltiples disfuncionalidades y la atrofia de sus diversos subsistemas. Es incapaz la crítica de producir efectos en el mundo real. En ese sentido la crítica pasa a ser crítica de la forma, aunque a veces se apropie de los contenidos, produciendo un rendimiento marginal. El  peligro aumenta considerablemente cuando una sociedad ha aceptado consciente o inconscientemente, como valoraciones normales las percepciones distorsionadas de las formas y ha marginado del mundo real los contenidos (46). Vale preguntarse en si en la tradición del campo que era la representación de la inocencia. La ciudad lo es del poder. Si la tradición reivindica al poeta como el sabio de la naturaleza; en tanto la modernidad entrona al banquero y sus áulicos bufones, y a los politiqueros, como los amos de la ciudad. Entonces en esta oleada postmodernista ¿quiénes son los reyes y dónde están los sabios?

Paralela a la ineficacia de la crítica corre la depredación urbana y la deforestación mental. Desfocalizando el sentido de pertenencia y prolongando el sentimiento autista de la sociedad, en que el popular solipsismo: cada cabeza- no es como suele creerse- es un mundo, sino que cada cabeza en la traducción de la lectura de postmodernidad – es un feudo. Vale la aguda observación de Bacón “Por eso dijo con razón Heráclito que los hombres buscan las ciencias en sus mundos privados y no en el mundo mayor y universal” (47). A la par la irrupción de ese curiosísimo fenómeno urbano de las maras, palabra de origen incierto y oscuro significado. Y su singular representante el marero postmodernista, una versión reciclada del bohemio de fin de siglo, así como estos eran una reminiscencia de aquellos festinados goliardos medievales. Si el goliardo lanzaba ingeniosas sentencias, y el bohemio trasnochador hacía poesías, el marero postmodernista fábrica pesadillas. Fenómeno de la mente marera que no es exclusivamente de las barriadas del lumpen proletariado, sino que crece y su estructura está presente en diferentes niveles de la sociedad. Como es abajo es arriba. ¿Por qué la maldad solo tiene que ser imputada a los pobres?

Respecto a esos procesos (des)civilizados producidos por un “proceso objetivo de destructuración de las condiciones de vida típicas del capitalismo integrador” (48,) o lo que P. Bourdieu define como “destructuración temporal y moral” (49), se ha creado esa tendencia hacia la pérdida de valores y modos de vida que termina en pérdida de parámetros referenciales del mundo de la vida, para usar una expresión de Habermas. La peculiaridad de no percibir las singularidades de la vida, al respecto: “lo poético que desaparece de las ciudades modernas abarca tres elementos: lo bello, lo sublime y lo íntimo50. La poetisa contemporánea Elisa Logan lo esclarece así: “Desconocen hasta la tarde-que silenciosa transita-por sus vidas-Nada les dice el sol-ni el cielo, ni las flores- ni el rostro angustiado, huraño, cansado y triste” (51). De tal manera que en el plano de lo cotidiano de la vida se van extinguiendo los pequeños detalles, aquellas maravillosas pulsaciones en que se va hilvanando el ritmo portentoso de la civilización.

La contemplación de la naturaleza, el cultivo del tacto,  la atención, el respeto a los ancianos, el agradecimiento, el romance, la lectura de un libro, el goce estético, la emulación, la valorización del futuro, analizar un texto o una información, sembrar un árbol, concatenar los hechos, la valorización de la honradez, el estímulo de los talentos, escuchar, manejar los contextos, conocer la biografía de una palabra, la preservación del patrimonio histórico, la continuidad de los saberes, la reflexión, hallar una semejanza, ser puntual, capacidad de organización, imaginar, la cortesía, la sonrisa, la capacidad de sorpresa, la unidad en la diversidad, buscar el origen de las cosas, diseccionar una idea, animar a otro, la reproducción de las técnicas, el orden, el dominio del lenguaje, innovar, la tradición familiar, memorizar una frase o un poema, la piedad, el sentido de previsión, encontrar un vínculo, orar. 52 Y hasta el popular y democrático saludo de manos es una especie en peligro de extinción.






Notas bibliográficas del texto: La utopía solar.

45. Kosic, Karel. La ciudad y lo poético. Nexos, Nº 242.Febrero 1998. P.68.
46. Membreño Cedillo, Mario A. 1999. ¿La ética del poder o el poder de la ética? PNUD 2003, p.3.
47. Serrano, Augusto 1994. Textos Clásicos del Pensamiento Filosófico y Científico. Colección de Docencia NO. 18, p. 215-216.
48. Tenti Fanfani, Emilio. 1999. Ob. cit.p. 1.
49. BID, p. 14.
50. Kosic, Karel, Ob. Cit. p.73.
51. Logan, Elisa. 1999. La ciudad que habito (Poema).
52. Membreño Cedillo, Mario A. 1998. Ob. cit. p. 7.





Notas bibliográficas del post.

7. Samuel Erazo, Copan, 1982. Artista visual, ilustrador, diseñador gráfico. Texto de su obra Urbanimales. Ars 504.  Arte Contemporáneo Hondureño.
8.  Ezequiel Padilla, (1944-2015), pintor hondureño. Premio Nacional de Arte, Pablo Zelaya Sierra (1996).




Créditos de los Textos

21. Fabricio Estrada, Dos textos curatoriales para fotografía. CAC-UNAH, marzo-2017.Textos Urbanimales: luz de nueva especie y  el otro In Concreto,  o el tótem emergente. Textos escritos para dos exposiciones fotográficas realizadas en Tegucigalpa el pasado marzo 2017De los  fotógrafos Gabriela Fu y Samuel Erazo. Tomados de La Bitácora del Párvulo. Blog de Fabricio Estrada, publicado el 8 de mayo de 2017. http://fabricioestrada.blogspot.com/2017/05/dos-textos-curatoriales-para-fotografia.html

22. Roberto Castillo, Ensayo La ciudad de Ezequiel. Tomado del sitio web  Paradiso.  (Sin fecha de publicación). https://paradisoblog.wordpress.com/1-ensayo-la-ciudad-de-ezequiel-roberto-castillo/

23. Mario A. Membreño Cedillo, Texto  En la plaza, por la tarde, De libro Cuentos Miniaturas.  (Libro inédito). Una versión más extensa del texto aquí presentado,  fue publicada en el Diario El Heraldo, Sección dominical Siempre, 16 de mayo de 2004. Y el capitulo VI  del ensayo La Utopía Solar. De su libro Estado, Poder e Identidad. 2013. Litografía López, páginas 34-36.     





Créditos de las Ilustraciones
En orden de aparición 

 José Jorge Amador Lanza, acrílico, pintor hondureño. PINTORES DE HONDURAS GALERÍA DE PINTURA HONDUREÑA PINTORES CONTEMPORÁNEOS HONDURAS.
Torre 1, complejo Metrópolis, vista desde el helipuerto de la segunda torre. 2014. Tegucigalpa. Foto de  Gabriela Fu, fotógrafa hondureña. De las imágenes eternas de Gabriela. Herman Ruiz Kattan, abril 2017. Radiohouse.hn
Urbanimales, acuarela, tinta china. Samuel Erazo. Artista visual  hondureño, marzo de 2017. “URBANIMALES”, EXPOSICIÓN VISUAL, POR SAMUEL ERAZO
Redacción  Laura Aceituno. 17 de Marzo del 2017. Presencia universitaria.  
Detalle de foto de Urbanimales, acuarela, tinta china. Samuel Erazo, artista hondureño, marzo de 2017. “URBANIMALES”, EXPOSICIÓN VISUAL, POR SAMUEL ERAZO
Redacción Laura Aceituno.  17 de Marzo del 2017. Presencia Universitaria.   
Foto de In Concreto. Gabriela Fu, arquitecta y fotógrafo hondureña, marzo de 2017. Foto galería, Diario El Heraldo,
Foto de In Concreto, Gabriela Fu, arquitecta y fotógrafa hondureña, marzo de 2017. Foto galería, Diario El Heraldo,
Los desposeídos, pintura al oleo de Ezequiel Padilla, pintor hondureño.
Detalle de Plaza. Plaza de las palabras
Utopía. Plaza de las palabras.
No parking. Detalle de foto Plaza de las palabras
Sombrilla. Plaza de las palabras.
La dirección de la mirada. Plaza de las palabras. 
Escultura de San Miguel Arcángel, patrono de Tegucigalpa, Plaza de Los Dolores, Tegucigalpa. Google imagen.