Lenguaje y escritura : Los 15 consejos para escribir novelas de Mario Vargas Llosa


Esta semana descubriremos los secreto sobre cómo escribir novelas de la mano de otro maestro de la narrativa, Vargas Llosa. Ah, pero eso no es todo, al final también añadimos unos consejos extras del maestro sobre el último punto, imprescindible en toda buena novela. ¡No te los pierdas!
Ahora comenzamos con


Los 15 consejos para escribir novelas
Mario Vargas Llosa

  1. Sólo quien entra en literatura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda.
  2. No hay novelistas precocesTodos los grandes, los admirables novelistas, fueron, al principio, escribidores aprendices cuyo talento se fue gestando a base de constancia y convicción.
  3. La literatura es lo mejor que se ha inventado para defenderse contra el infortunio.
  4. En toda ficción, aun en la de la imaginación más libérrima, es posible rastrear un punto de partida, una semilla íntima, visceralmente ligado a una suma de vivencias de quien la fraguó. Me atrevo a sostener que no hay excepciones a esta regla y que, por lo tanto, la invención químicamente pura no existe en el dominio literario.
  5. La ficción es, por definición, una impostura -una realidad que no es y sin embargo finge serlo- y toda novela es una mentira que se hace pasar por verdad, una creación cuyo poder de persuasión depende exclusivamente del empleo eficaz de unas técnicas de ilusionismo y prestidigitación semejantes a las de los magos de los circos o teatros.
  6. En esto consiste la autenticidad o sinceridad del novelista: en aceptar sus propios demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas.
  7. El novelista que no escribe sobre aquello que en su fuero recóndito lo estimula y exige, y fríamente escoge asuntos o temas de una manera racional, porque piensa que de este modo alcanzará mejor el éxito, es inauténtico y lo más probable es que, por ello, sea también un mal novelista (aunque alcance el éxito: las listas de bestsellers están llenas de muy malos novelistas).
  8. La mala novela que carece de poder de persuasión, o lo tiene muy débil, no nos convence de la verdad de la mentira que nos cuenta.
  9. La historia que cuenta una novela puede ser incoherente, pero el lenguaje que la plasma debe ser coherente para que aquella incoherencia finja exitosamente ser genuina y vivir.
  10. La sinceridad o insinceridad no es, en literatura, un asunto ético sino estético.
  11. La literatura es puro artificio, pero la gran literatura consigue disimularlo y la mediocre lo delata.
  12. Para contar por escrito una historia, todo novelista inventa a un narrador, su representante o plenipotenciario en la ficción, él mismo una ficción, pues, como los otros personajes a los que va a contar,está hecho de palabras y sólo vive por y para esa novela.
  13. El de las novelas es un tiempo construido a partir del tiempo psicológico, no del cronológico, un tiempo subjetivo al que la artesanía del novelista da apariencia de objetividad, consiguiendo de este modo que su novela tome distancia y diferencie del mundo real.
  14. Lo importante es saber que en toda novela hay un punto de vista espacial, otro temporal y otro de nivel de realidad, y que, aunque muchas veces no sea muy notorio, los tres son esencialmente autónomos, diferentes uno de otro, y que de la manera como ellos se armonizan y combinan resulta aquella coherencia interna que es el poder de persuasión de una novela.
  15. Si un novelista, a la hora de contar una historia, no se impone ciertos límites (es decir, si no se resigna a esconder ciertos datos), la historia que cuenta no tendría principio ni fin.





Además de estos interesante quince puntos, queremos completar esta entrada destacando otros consejos que el maestro nos ofrece sobre el punto 15: el “dato escondido”, necesario en toda novela, sin importar el género de la misma, no siendo verdad que esta técnica solo se deba utilizar en géneros como el misterio, terror, ciencia ficción, fantasía…, sino que es imprescindible en todos para captar el interés del lector, y que sea el mismo quien vaya, de la mano del narrador, adentrándose en la trama de nuestra obra, simpatizando con los personajes, creyendo de verdad la historia que está leyendo (verosimilitud).
«El ‘dato escondido’ o narrar por omisión no puede ser gratuito y arbitrario. Es preciso que el silencio del narrador sea significativo, que ejerza una influencia inequívoca sobre la parte explícita de la historia, que esa ausencia se haga sentir y active la curiosidad, la expectativa y la fantasía del lector».

Pero, es verdad que pocos autores modernos se sirvieron de él con la audacia con que lo hizo el autor de El viejo y el mar. ¿Recuerda usted ese cuento magistral, acaso el más célebre de Hemingway, llamado “Los asesinos“? Lo más importante de la historia es un gran signo de interrogación: ¿por qué quieren matar al sueco Ele Andreson ese par de forajidos que entran con fusiles de cañones recortados al pequeño restaurante Henry’s de esa localidad innominada? ¿Y por qué ese misterioso Ele Andreson, cuando el joven Nick Adams le previene que hay un par de asesinos buscándolo para acabar con él, rehúsa huir o dar parte a la policía y se resigna con fatalismo a su suerte? Nunca lo sabremos. Si queremos una respuesta para estas dos preguntas cruciales de la historia, tenemos que inventárnosla nosotros, los lectores, a partir de los escasos datos que el narrador omnisciente e impersonal nos proporciona: que, antes de avecindarse en el lugar, el sueco Ele Andreson parece haber sido boxeador, en Chicago, donde algo hizo (algo errado, dice él) que selló su suerte.
Hemingway fue un eximio maestro en el uso de esta técnica narrativa, como se advierte en “Los asesinos”, ejemplo de economía narrativa, texto que es como la punta de un iceberg, una pequeña prominencia visible que deja entrever en su brillantez relampagueante toda la compleja masa anecdótica sobre la que reposa y que ha sido birlada al lector. Narrar callando, mediante alusiones que convierten el escamoteo en expectativa y fuerzan al lector a intervenir activamente en la elaboración de la historia con conjeturas y suposiciones, es una de las más frecuentes maneras que tienen los narradores para hacer brotar vivencias en sus historias, es decir, dotarlas de poder de persuasión.
Quisiera hacer una reflexión general, válida para todas las novelas, respecto a una característica innata del género de la cual se deriva el procedimiento del ‘dato escondido’, la parte escrita de toda novela es sólo una sección o fragmento de la historia que cuenta: ésta, desarrollada a cabalidad, con la acumulación de todos sus ingredientes sin excepción -pensamientos, gestos, objetos, coordenadas culturales, materiales históricos, psicológicos, ideológicos, etcétera, que presupone y contiene la historia total- abarca un material infinitamente más amplio que el explícito en el texto y que novelista alguno, ni aun el más profuso y caudaloso y con menos sentido de la economía narrativa, estaría en condiciones de explayar en su texto.
Si un novelista a la hora de contar una historia, no se impone ciertos límites (es decir, si no se resigna a esconder ciertos datos), la historia que cuenta no tendría principio ni fin, de alguna manera llegaría a conectarse con todas las historias, ser aquella quimérica totalidad, el infinito universo imaginario donde coexisten visceralmente emparentadas todas las ficciones.
Ahora bien. Si se acepta este supuesto, que una novela -o, mejor, una ficción escrita es sólo un segmento de la historia total, de la que el novelista se ve fatalmente obligado a eliminar innumerables datos por ser superfluos, prescindibles y por estar implicados en los que sí hace explícitos, hay de todas maneras que diferenciar aquellos datos excluidos por obvios o inútiles, de los ‘datos escondidos’ a que me refiero en esta carta. En efecto, mis ‘datos escondidos’ no son obvios ni inútiles. Por el contrario, tienen funcionalidad, desempeñan un papel en la trama narrativa, y es por eso que su abolición o desplazamiento tienen efectos en la historia, provocando reverberaciones en la anécdota o los puntos de vista.
Finalmente, me gustaría repetirle una comparación que hice alguna vez comentando Santuario de Faulkner.Digamos que la historia completa de una novela (aquella hecha de datos consignados y omitidos) es un cubo. Y que, cada novela particular, una vez eliminados de ella los datos superfluos y los omitidos deliberadamente para obtener un determinado efecto, desprendida de ese cubo adopta una forma determinada: ese objeto, esa escultura, reflejan la originalidad del novelista. Su forma ha sido esculpida gracias a la ayuda de distintos instrumentos, pero no hay duda de que uno de los más usados y valiosos para esta tarea de eliminar ingredientes hasta que se delinea la bella y persuasiva figura que queremos, es la del ‘dato escondido’ (si no tiene usted un nombre más bonito que darle a este procedimiento).


Teatro: No todo es Shakespeare: autores que debemos leer para entender que la vida está llena de drama





Cuando pensamos en la tragedia de vivir y los libros que esto ha suscitado, irremediablemente viene a nuestra mente 
“Romeo y Julieta”, quizá la obra deNietzsche o los griegos clásicos, pero seamos sinceros, esto sería el menor de los casos; la máxima teatralidad de lo existente suele tomar cuerpo y nombre(s) con este guion isabelino que Shakespeare tuvo a bien escribir y regalar a la humanidad.

Nunca podremos negar que este ‘sir’ es absolutamente relevante para nuestra historia o un bastión de la lengua inglesa, pero su fama y su trabajo excepcional han caído lamentablemente en ese lugar común en el que todos (lo hayan leído o no) lo citan, mencionan y alaban sin otro fundamento más que haber visto la adaptación cinematográfica de Baz Luhrman.





Y no está mal, honor a quien honor merece. Sin embargo, y para no casarnos con la idea de que el drama en nuestra vida solamente se puede comparar con el cuerpo artístico de Shakespeare, hay más autores y muchos títulos que son capaces de reflejar esa desesperación al respirar, esa agitación frente al amor no correspondido y ese pesar ante el
infortunio.
Para dar palabras y poética al acto de habitar este planeta y entender que su dramatismo es elemento primordial de todo lo que conocemos, las siguientes sugerencias literarias llenarán de lágrimas y tortura feliz tu rostro, mientras la conciencia pausadamente asimila que así se siente estar aquí y debemos abrazarlo.
“Esperando a Godot” de Samuel Beckett




Esta obra, perteneciente al teatro del absurdo, es una creación sombría de tintes minimalistas con la que Beckett aborda la incertidumbre y la desolación en nuestros días.




“El rinoceronte” de Eugène Ionesco





Recurriendo al tema de la metamorfosis, esta obra (también del teatro del absurdo) expone a un pueblo que paulatinamente ve a sus habitantes convertirse en rinocerontes, excepto por uno de ellos: el más alcohólico y minusválido de todos. ¿Cuál podría ser la razón?





“Turandot” de Bertolt Brecht






Una comedia épica/satírica que expone el papel de los intelectuales frente a la sociedad capitalista en la que desde hace varios años están insertos. Esta historia, obviamente, está inspirada en Gozzi y Puccini, pero sus matices críticos valen la adaptación.






“La casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca





Con el eco de los pasos que da Bernarda por toda la casa, esta obra da voz a esas viejas usanzas de la sociedad española y a las costumbres destructoras de la apariencia, elementos clave para volver loca a una familia entera.






“Todos eran mis hijos” de Arthur Miller





Obra perteneciente a los inicios de Miller en la dramaturgia y que de manera excelsa, mediante un impermeable intento por criticar a la sociedad, da los peones justos para entender que la vida (contemporánea) es una farsa dramática.



“Incendios” de Wajdi Mouawad





Pieza teatral que sirvió de inspiración para “La mujer que canta”. Posiblemente eso sea suficiente para recomendar este libro, pero si eres una de las personas que no ha visto el filme, no lo hagas; mejor consigue el texto y comparte con la protagonista ese terrible sentimiento de tener al destino en tu contra.



“Más pequeños que el Guggenheim” de Alejandro Ricaño





Escenas que muestran el encuentro y el desencuentro de un grupo de amigos son el ingrediente principal para que este drama nos inunde con apabullantes realidades como no saber hacia dónde ir y qué decisiones tomar, aspectos que ya significan un camino decisivo en sí.

“Los asesinos” de David Olguín





La violencia y la mente obtusa de los hombres se encuentran en primer plano para este trabajo que nos da constancia de esta realidad absurda, pero dramáticamente aceptada como cotidianidad en la que lo monstruoso cubre todo.
Más allá de Shakespeare podemos pensar en varios autores que capturen y compartan el dramatismo de vivir, estas son sólo algunas sugerencias para no perder de vista que mientras se despierte y se respire el dolor, tendrá que acompañarnos. El dolor es obligatorio, el sufrimiento es opcional.


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