Sebastião Salgado, la cámara de Dios



PAULA ACHIAGA | 17/01/2014 


Mujeres de la aldea Zo'é de To-wari Ypy. Pará, Brasil. Marzo y abril de 2009. © Sebastiao Salgado/Amazonas Images/Contacto


La naturaleza en toda su grandeza. Así es Génesis, la serie de Sebastião Salgado (Minas Gerais, Brasil, 1944) que CaixaForum trae a Madrid en su puesta de largo española. 245 fotografías en blanco y negro en las que el artista recoge paisajes, animales y personas que han sido capaces de escapar de la influencia del mundo moderno en zonas del planeta donde la naturaleza reina en todo su esplendor. Bosques y sabanas tropicales, desiertos abrasadores, montañas dominadas por glaciares e islas solitarias... Un trabajo de ocho años de duración y 32 viajes que le han llevado desde la Antártida a Siberia, desde Madagascar a Colorado. 


Todo empezó en 2004 y el primer destino fue las islas Galápagos, siguiendo de ese modo las huellas de Darwin. Allí “me convertí en tortuga”, confiesa Salgado en las memorias De mi tierra a la Tierra, las memorias que, coincidiendo con la exposición, ha editado La Fábrica. Y es que hasta Génesisel fotógrafo sólo había retratado a la especie humana y se enfrentaba ahora a otras especies. “Entendí que, como con el hombre, el único modo de aproximarme a la tortuga era conocerla, ponerme a su altura”, explica.

Luego vendrían las ballenas francas australes, los leones y elefantes de África, los icebergs de la Antártida, los picos de Canadá o los paisajes del Amazonas.El origen de Génesis está en realidad en un proyecto medioambiental que creó con Lélia Wanick Salgado, “mi compañera y mi socia en todo lo que hago en mi vida”, dice de la mujer que le ha acompañado desde su primer viaje a París en la primavera de 1970: el Instituto Terra, ideado para reforestar una parte de la selva brasileña.


Iceberg entre la isla Paulet y las islas Shetland del Sur, en el mar de Weddell. Península Antártica. 2005. © Sebastião Salgado/Amazonas Images/Contacto

Diez años después Génesis llega a España después de una larga itinerancia por Brasil, Reino Unido, Canadá, Francia e Italia. Comisariada por Lélia Wanick, la exposición de CaixaForum es la tercera entrega de los largos proyectos de Salgado realizados sobre temas globales, tras Trabajadores y Éxodos. Y si entonces la condición humana y las desigualdades del mundo estaban en el fondo de las imágenes, a medio camino entre el arte y documento, en esta serieSalgado nos invita a interrogarnos sobre nuestro estilo de vida y su impacto en los recursos naturales de la Tierra. 


Estudiante de Economía, uno de sus primeros trabajos consistió en montar con el Banco Mundial y la FAO proyectos de desarrollo económico en África. Fue entonces cuando descubrió el continente, su “otro Brasil”. “Durante mis viajes a Ruanda, Burundi, Zaire, Kenio o Uganda, me di cuenta de que mis fotos me hacían más feliz que los informes que tenía que escribir al volver”, explica. Era 1971. Y desde hace más de 40 años se dedica por completo a la fotografía. 

Después de trabajar para las agencias Sygma y Gamma, en 1979 se incorporó a Magnum Photos, donde permaneció hasta 1994, cuando fundó junto a su mujer Amazonas Images, una agencia dedicada exclusivamente a su obra. En 1998 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y en 2001 fue nombrado embajador espacial de Unicef. Su anterior exposición en Madrid, la antológica celebrada en junio de 2007 en la Sala Azca del BBVA y como parte de la programación de PHotoEspaña, ganó el Premio del Público del Festival.



Sebastião Salgado explica sus fotografías en CaixaForum Madrid
La exposición, que permanecerá en CaixaForum Madrid hasta el próximo 4 de mayo, viajará más tarde a Tenerife, Barcelona y otras sedes de la institución. 


Fuente: El Cultural http://www.elcultural.es/

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Poesía hondureña: Lo Esencial por Alfonso Guillén Zelaya



(Escritor y poeta hondureño) 

Lo  esencial no está en ser poeta, ni artista ni filosofo. Lo esencial es que cada uno tenga la dignidad de su trabajo, la conciencia de su trabajo.
El orgullo de hacer las cosas bien, el entusiasmo de sentirse transitoriamente satisfecho de su obra, de quererla, de admirarla, es la sana recompensa de los fuertes, de los que tienen el corazón robusto y el espíritu limpio.
Dentro de los sagrados números de la naturaleza, ninguna labor bien hecha vale menos, ninguna vale más. Todos representamos fuerzas capaces de crear. Todos somos algo necesario y valioso en la marcha del mundo, desde el momento en que entramos a librar la batalla del porvenir.
El que construye la torre y el que construye la cabaña; el que siembra ideas y el que siembra trigo; el que teje los mantos imperiales y el que cose el traje humilde del obrero, el que fabrica la sandalia de sedas imponderables y el que fabrica la ruda suela que protege en la heredad el pie del jornalero, son elementos de progreso, factores de superación, expresiones fecundas y honrosas del trabajo.
Dentro de la justicia no pueden existir aristocracias del trabajo. Dentro de la acción laboriosa todos estamos nivelados por esa fuerza reguladora de la vida que reparte los dones e impulsa actividades. Solamente la organización inicua del mundo estanca y provoca el fracaso transitorio del esfuerzo humano.
El que siembra el grano que sustenta nuestro cuerpo, vale tanto como el que siembra la semilla que nutre nuestro espíritu. Ambos son sembradores, y en la labor de ambos va in vivito algo trascendental, noble y humano: dilatar y engrandecer la vida.
Tallar una estatua, pulir una joya, aprisionar un ritmo, animar un lienzo, son cosas admirables. Tener un hijo y luego cultivarlo y amarle, enseñándole a desnudarse el corazón y a vivir a tono con la armonía del mundo, es también algo magnífico y eterno. Tiene toda la eternidad que es dable conquistar al hombre, cualquiera que sea su capacidad.
Nadie tiene derecho de avergonzarse de su labor, ninguno de repudiar su obra, si en ella ha puesto el afecto diligente y el entusiasmo creador.
Nadie envidie a nadie, que ninguno podrá regalarle el don ajeno. Lo único necesario es batallar porque las condiciones del mundo sean propicias a todos nuestros semejantes y a nosotros mismos para hacer que florezca y fructifique cuanto hay en ellos y en nosotros.
La envidia es una carcoma de las maderas podridas, nunca de los árboles lozanos. Ensanche y eleve cada uno lo suyo, defendiéndose y luche contra la injusticia predominante, en la batalla están la satisfacción y la victoria.
Lo triste, lo malo, lo criminal es el enjuto del alma, el parásito, el incapaz de admirar y querer, el inmodesto, el necio, el tonto, el que nunca ha hecho nada y niega todo, el que obstinado y torpe cierra a la vida sus caminos; pero el que trabaja, el que gana su pan y nutre con su esfuerzo su alegría y la de los suyos, el noble, el bueno, para esa clase de hombre tarde o temprano dirá su palabra de justicia el porvenir, ya tale montes o cincele estatuas.
No tenemos derecho a sentirnos abatidos por lo que somos. Abatirse es perecer, dejar que la maldad nos arrastre impune al desprecio, a la miseria y a la muerte. Necesitamos vivir en pie de lucha, sin desfallecimientos ni cobardías. Ese es nuestro deber y esa es la mayor gloria del hombre.
No maldigamos, no desdeñemos a nadie. No es esa la misión de nuestra especie; pero no tengamos tampoco la flaqueza de considerarnos impotentes.
Nuestra humildad no debe ser conformidad, ni renunciamiento, ni claudicación, sino grandeza de nuestra pequeñez que tiene la valentía de sentirse útil y grande frente a la magnitud del Universo. Esa es la cumbre espiritual del hombre.