Rumi esencial: 5 poemas del celebre poeta persa por Gustavo Yuste. LA PRIMERA PIEDRA

 


Plaza de las palabras, en su sección Poetas, presenta al poeta persa  Mevlânâ Jalaluddin Rumi (1207–1273). Poeta místico. “Rumi (1207-1273) fue un poeta místico de origen persa que tiene una gran importancia para  el mundo musulmán por la calidad y contenido de su poesía. Le llaman el poeta del amor, por su conexión con Dios. Es uno de los poetas más populares en todo el mundo, incluyendo Estados Unidos, aunque especialmente en Irán, Turquía, Grecia y otros países de Asia Central. Sus poemas están escritos en persa, pero también escribió en griego, árabe y turco. A continuación te dejamos una lista de frases de Rumi sobre el amor, la vida, la poesía, el espíritu, la sabiduría, la muerte, la alegría, Dios, el dolor, el alma, entre muchos otros temas. Entre sus frases más conocidas están: “Trabaja en el mundo invisible al menos tan duro como haces en el visible.” “Que la verdad sea la fragancia del alma y no la agitación del  mundo.” “El silencio es el lenguaje de Dios, todo lo demás es pobre traducción.” “Deja que la belleza de lo que amas, sea lo que haces.” (Frases de Rumi, Lifeder).



Rumi esencial: 5 poemas del célebre poeta persa

Gustavo Yuste

 La poesía puede torcer el tiempo, o volverlo una simple anécdota. La obra de Mevlânâ Jalaluddin Rumi o más conocido simplemente como Rumi, es tan actual como cuando se escribió hace ocho siglos una clara presencia de imágenes místicas y religiosas, hay lugar también para la delicadeza de lo  cotidiano y los hallazgos que solo se pueden encontrar cuando la paciencia forma parte de la escritura. A continuación, cinco poemas de Rumi esencial (Koan, 2022), editado por Habir Helminski y traducido por Jacinto Pariente.

Sobre el autor

Mevlânâ Jalaluddin Rumi (1207–1273) fue un poeta, jurista y erudito islámico, teólogo y místico sufí. De Persia del siglo XIII. Nacido en Afganistán, vivió en Konya, una ciudad del Imperio otomano (la Turquía actual). Fue un hombre de profunda comprensión de la naturaleza de la existencia humana y posiblemente el mayor poeta místico de cualquier época. Su obra, traducida a numerosos idiomas, es leída hoy en todo el mundo y sus palabras y su sabiduría inspiran a lectores de los más diversos orígenes, credos e intereses


 El erudito

El erudito pasa engreído la vida,

los amantes la pasan extraviados.

El erudito huye, temeroso de ahogarse,

pero el Amor consiste en ahogarse en el Mar.

Planea el erudito su descanso,

el reposo avergüenza a los amantes.

Rodeado de gente, el amante está solo:

no se mezclan el agua y el aceite.

El prudente que ofrezca consejos al amante

que se ahorre el esfuerzo, nada conseguirá,

de él la pasión se burla.

El Amor es almizcle que nubla los sentidos.

El Amor es un árbol, los amantes su sombra.


 Busca la oscuridad

Reposa con amigos; no vuelvas a la cama.

No te hundas como un pez en el abismo.

Álzate como el mar,

no te disperses como la tormenta.

Las aguas de la vida

desde la oscuridad vienen fluyendo.

Busca la oscuridad, no escapes de ella.

Los viajeros nocturnos vienen llenos de luz,

tú también: no abandones su grata compañía.

Sé vela vigilante en palmatoria de oro,

no te absorba la tierra como absorbe al mercurio.

Luce la luna para los viajeros.

Cuando la veas llena, mantente vigilante.


Adulación

La adulación del mundo con sus hipocresías son manjares muy dulces: mas no abuses de ellos, pues de fuego están hechos. El fuego está escondido, el sabor, manifiesto. Pero al final el humo lo delata.


El ladrón entrará

Poco importan tus planes y designios, poco importa también cuánto atesores. Por donde no vigiles se colará el ladrón. Protege lo que sea más valioso y que el ladrón se lleve el botín más exiguo.


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Alguna vez sentí ser dueño de mí mismo;

otras veces sentí ser de mí mismo esclavo.

Ya todo eso pasó. Dejé de aprisionarme:

aprendí la lección de no tomarme en serio.



GUSTAVO YUSTE

Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), periodista cultural y escritor. Publicó

Accidentes del ánimo (Santos Locos, 2021); La felicidad no es un lugar (Santos Locos,

2020); Electricidad (Sudestada, 2020); Personas que lloran en sus cumpleaños (Paisa

2019), El Viento trae noticias (Entre Ríos, Madrid, 2020) entre otros


Enlace 

    Rumi esencial. 5 poemas.


Traducción 

Koan, 2022), editado por Habir Helminski y traducido por Jacinto Pariente

Créditos

Rumi esencial: 5 poemas del célebre poeta persa por Gustavo Yuste. Sitio Web:  LA PRIMERA PIEDRA,  8 septiembre 2022


RESEÑAS: Granés y los detectives del delirio. Por Leonardo Valencia

 




Plaza de las palabras en su sección  Crítica y Reseña reproduce un artículo de Leonardo Valencia: Granes y los detectives salvajes, originalmente publicado en Letras Libres. Acerca del libro  Delirio americano. Una historia cultural y política de América Latina, Carlos Granés Taurus Barcelona, 2022, 593 pp. Carlos Granes es un antropólogo social, colombiano (1975), graduado de la Universidad Complutense de Madrid y de Berkley. Se especializado en aprehender la relaciones entre el arte y la política. En su libro  Una historia cultural y política de América Latina, presenta un panorama que va pintando como un mural entre los movimientos artísticos y políticos de América latina. No lo hace desde una perspectiva nacionalista, sino que desborda la frontera para presentar un mosaico lucido y original, en que las identidades nacionales se diluyen para amalgamar  una identidad latinoamericana del arte y los grandes y exuberantes movimientos políticas continentales. 


Por su parte Leonardo Valencia, reseñista del libro,  afirma: Las excepciones de talento apuestan más bien por la desmesura y por difuminar fronteras. Este es el caso de Carlos Granés con su ensayo Delirio americano. A lo largo de más de quinientas páginas atraviesa cien años por decenas de países –destacó la incorporación de Brasil– y sus manifestaciones artísticas, desde la pintura, la arquitectura, y, por supuesto, la literatura. No dejará indemne al lector porque va mucho más allá del aparente llover sobre mojado que podría sugerir el título: América Latina como continente delirante, desbocado, salvaje. Granés no va por ahí. Si se entrega a revisar de nuevo esa historia es porque encuentra otra fundamentación y otro objetivo. A su manera continúa dos de sus libros anteriores: El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales (2011) y Salvajes de una nueva época. Cultura, capitalismo y política (2019).    


1692 palabras 


Granés y los detectives del delirio



Leonardo Valencia


La reflexión sobre América Latina que abarca movimientos políticos y manifestaciones plásticas y literarias fue escasa en las últimas décadas. Salvo excepciones que confirman la regla con su sesgo específico, como Las repúblicas del aire, de Rafael Rojas, centrado en el siglo XIX, y El insomnio de Bolívar, de Jorge Volpi, ambos de 2009, o Ñamérica de Martín Caparrós, de 2021, ubicada en el terreno de la crónica, la gran mayoría de ensayistas y novelistas latinoamericanos –la acepción sigue siendo plausible– se han circunscrito a escribir sobre sus países. Esto se debe a una legitimación simple por la correspondencia entre autor y país de origen que no garantiza nada más allá de tópicos, y que, a fin de cuentas, es un reduccionismo óptico, uno de los lastres heredados del largo proceso de consolidación de las naciones latinoamericanas que la industria cultural del siglo XXI no ha hecho más que seguir por una comodidad periodística. La circunscripción editorial acentuó el pathos identitario de las novelas. La broma de Borges sobre Lorca podría extenderse a cubanos, colombianos, mexicanos o argentinos  “profesionales” centrados en abordar momentos históricos o actuales del país natal. Las excepciones de talento apuestan más bien por la desmesura y por difuminar fronteras. Este es el caso de Carlos Granés con su ensayo Delirio americano. A lo largo de más de quinientas páginas atraviesa cien años por decenas de países –destaco la incorporación de Brasil– y sus manifestaciones artísticas, desde la pintura, la arquitectura, y, por supuesto, la literatura. No dejará indemne al lector porque va mucho más allá del aparente llover sobre mojado que podría sugerir el título: América Latina como continente delirante, desbocado, salvaje. Granés no va por ahí. Si se entrega a revisar de nuevo esa historia es porque encuentra otra fundamentación y otro objetivo. A su manera continúa dos de sus libros anteriores: El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales (2011) y Salvajes de una nueva época. Cultura, capitalismo y política (2019). Me corrijo: más que continuación, síntesis y método. Si en el primero lo relevante era entender el prolongado sentido de las vanguardias (qué decisivos el dadaísmo, el futurismo y su pose histriónica), y en el segundo el peso de la estetización de la política y el puritanismo de lo políticamente correcto, en Delirio americano –suerte de panel final de un tríptico– esa mirada se aplica de manera retrospectiva para revelar que el continente fue parte de ese mismo laboratorio que refinó el exceso y hasta lo exportó con la imagen del Che Guevara en camisetas y la secuela camaleónica del Subcomandante Marcos.


¿Cómo fue posible que tantas generaciones incurrieran en desvaríos utópicos, nacionalistas, raciales, internacionalistas, fascistas, comunistas, populistas, y a quienes poco les valieron las vidas humanas cuando estas no se sometían a sus creencias? ¿Qué explica el desvarío final de Lugones, del Dr. Atl, de Plínio Salgado y hasta de Julio Cortázar? ¿Qué nexos hubo entre los artistas y los políticos? ¿Quiénes y en qué incidieron los intelectuales? ¿De qué manera los políticos utilizaron a los artistas para sus delirios visionarios? No bastaron los casos más memorables de Vasconcelos y los muralistas en México, o de Juscelino Kubitschek en Brasil con los arquitectos Niemeyer y Lúcio Costa para la creación de la única ciudad utópica llevada a la realidad, Brasilia, ya que Granés los encuentra replicados en Argentina, Nicaragua, Ecuador o Bolivia, y de ahí a los museos actuales de todo el mundo “con la finalidad reivindicativa, la buena causa, la denuncia de la opresión, la

exaltación de la víctima, la corrección política de la obra”.


El afán por una perfección ideal deriva en desastre al no comprender la voluble naturaleza humana. Por eso Delirio americano se articula en tres partes cronológicas con su afán respectivo: los delirios de la vanguardia (1898-1930), los delirios de la identidad (1930-1960) y los delirios de la soberbia (1960-2022), esta última remarcada desde Fidel Castro a Pinochet, y la secuela de Hugo Chávez, Alberto Fujimori, Rafael Correa y Nicolás Maduro. Para Granés todo inicia cuando José Martí muere frente a una columna española el 19 de mayo de 1895, en las riberas del río

Contramaestre, en Cuba. El final sería otra muerte cubana, la de Fidel Castro, el 25 de noviembre de 2016. Parece un siglo largo y cubano. Sin embargo, el mismo ensayo revela con fuerza otras fechas menos espectaculares y decisivas: la publicación en 1900 del ensayo de José Enrique Rodó, Ariel, y el final, la gran clausura, la publicación en 1998 de la novela Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Ariel –heredero del Zaratustra de Nietzsche como bien recordaba Gutiérrez Girardot– articuló el deseo de resistencia frente al fantasmón del imperio norteamericano, que se bifurcaría en arielismos de izquierda y de derecha, una verdadera ceguera para eludir que el peor enemigo era el fanatismo interno que necesitaba echarles la culpa a otros. Los detectives salvajes sería la constatación desencantada del delirio continental, un abrir los ojos para descubrir un erial de fanáticos sin rumbo en el que nosotros éramos los monstruos y no solo la cia, la kgb o el Mossad. Esta novela también es un rechazo de los límites nacionales en Latinoamérica. La mujer que buscan los detectives, la poeta Cesárea Tinajero, es una ilusión que será a su vez un nuevo desencanto o un pretexto para que uno de ellos inicie un exilio de regreso a Europa donde solo quedan los fantasmas de una vanguardia hace tiempo desaparecida. Más bien en Europa la nostalgia de la izquierda seguiría mitificando a una América Latina que les conviene revolucionaria, delirante, afantasmada, desde Gianni Vattimo a Pablo Iglesias y Podemos, como señala el autor.


No quisiera que la amplitud y dimensión de los temas de este ensayo dejen a un lado el estilo paratáctico de la escritura de Granés, que se evidenció en El puño invisible. Salta de un país a otro en un vaivén de yuxtaposiciones que seguramente hará que los investigadores especializados y los historiadores en sus departamentos académicos se ofendan y echen en falta ciertos momentos o figuras, lejos de percibir la totalidad propuesta. Resulta que el procedimiento hace palpable la

restricción nacional a la que se han visto condenados sus países, y que pocos creadores e intelectuales superaron con un cosmopolitismo siempre mal entendido desde los prejuicios ideológicos. Los nacionalismos abocarán siempre al reiterado laberinto de la soledad, cuando parte de la riqueza latinoamericana consiste en escapar de sus propios países sin sentirse extranjeros del todo en otros sitios: el nicaragüense Rubén Darío escribe desde La Nación de Buenos Aires contra la ingenuidad del Manifiesto futurista de Marinetti; Borges necesita formarse en Ginebra y Madrid para tener una fascinación nostálgica de Buenos Aires y darse cuenta después de que está bien la infancia perdida, pero que la creación requiere del lado de allá, del lado de acá y de otros lados, sin maniqueísmos; y García Márquez descubre, camino a Acapulco, cómo escribir con perspectiva su gran novela sobre Macondo.


A esto se suma el más delirante de los dramas: la poca vocación democrática. Es decisivo que el autor recupere el mea culpa de Vicente Huidobro cuando en un artículo de 1938 reconocía el despropósito de “la exacerbación del sentimiento nacionalista despertado por los países fascistas”. Los latinoamericanos habíamos replicado la dinámica de los países fascistas, aclara Granés. Esta imitación no se aleja de esa otra exacerbación también copiada de otro país, irónicamente del tan denostado Estados Unidos: las militancias del victimismo y las defensas

identitarias, hábilmente estetizadas. En medio de esos furores del siglo XX, concluye Granés, “hubo de todo menos un miserable poema a la democracia”. Este es el gran reproche a la traición de los intelectuales latinoamericanos que corrieron detrás de una épica, un baluarte, una

simplificación polarizada y, sobre todo, un líder redentor, no importa si  de derecha o de izquierda, al que le perdonaron cualquier cosa, incluidas muertes, corrupción o escraches, porque devolvió el orgullo de la patria o de cualquier consigna de turno.


Hay dos mujeres decisivas para Granés, en un continente poco dado a darles protagonismo más allá del utilitario melodrama peronista de Evita: me refiero a dos intelectuales y artistas como Marta Traba y Tarsila do Amaral. No es menor que junto a ellas estuvieran otras dos mentes lúcidas: Ángel Rama y Oswald de Andrade. El Abaporu, el “hombre que come” que pintó Tarsila en 1928, es la figura que hace visible la antropofagia del manifiesto de Oswald de Andrade que para

Granés es la mejor vía latinoamericana: tener los pies grandes arraigados en la tierra, pero seguir nutriéndose de todo el mundo, porque “sin Europa, el Abaporu no habría podido existir”. De Traba

toma su lucidez para comprender que el talento exigía escapar de la “ruda demagogia” de un Guayasamín y todos los epígonos identitarios (debidamente institucionalizados) y apostar por esa búsqueda de estructuras más auténticas proyectadas al mundo, lo que la llevó a detenerse en pintores como Alejandro Obregón, Araceli Gilbert, Fernando de Szyszlo o Enrique Tábara. Así era posible trazar nuevos mapas de América Latina a partir, no de la nacionalidad ni de la ideología, menos aún de la figuración, sino del talento. Mapas que todavía necesitan nuevas visitas y profundizaciones. Quizás esto me hace falta en este gran ensayo, la parte de la lucidez frente a la del delirio. Pero confío en que vendrá. Granés ha dado mucho y tiene más por dar. Heredero de Henríquez Ureña, Octavio Paz y Marta Traba en la soltura y capacidad para recorrer culturas, movimientos y países, ha entendido que Latinoamérica exige una lectura comparada, abierta y crítica, y una escritura en espiral, no circunscrita. Aunque la prudencia lo lleve a subtitular su libro “una” historia, luego de leerlo no cabe duda de que recorre “la” historia central a la que hay que seguir remitiéndose. A esa historia le saca aristas y digresiones, nuevas miradas. Al escenificar a decenas de países de América Latina, se lee la misma historia de siempre de la humanidad. Pragmático, Granés subraya que las sociedades se saldrán siempre de tono. Lo único que impide perpetuar el delirio es la pedestre y sana alternancia que defienden los demócratas. 



Créditos

Granés y los detectives del delirio Por Leonardo Valencia. LETRAS LIBRES N o.247 / abril 2022


Ilustración


Portada del libro Taurus