PAGINA 10. LITERATURA Y NATURALEZA. SENTIDO DE IMAGINACIÓN EN WILLIAM WORDSWORTH (Ensayo). The Meaning of Imagination in William Wordsworth. Sentido da imaginação em William Wordsworth. CRISTIÁN DE BRAVO DELORME






Plaza de las palabras en su sección Página 10 presenta un excelente ensayo SENTIDO DE IMAGINACIÓN EN WILLIAM WORDSWORTH, poeta clave del romanticismo ingles y una de las mentes poéticas más cercanas a la contemplación y a la naturaleza. Su autor CRISTIÁN DE BRAVO DELORME*, es un reconocido académico y profesor  de filosofía chileno, quien ha publicado trabajos sobre filosofía  griega y fenomenología. Sus principales  intereses: Estudio de la fenomenología hermenéutica de la vida fáctica a partir de los cursos universitarios de M. Heidegger: Interpretación fenomenológica de textos de Platón y Aristóteles. El diagnóstico ontológico de Nietzsche y la interpretación heideggeriana de la Nada a partir de la Historia del Ser. La poesía de William Wordsworth y John Keats. La relación entre la Imaginación y la Naturaleza.


CRISTIÁN DE BRAVO DELORME*
Colegio Akron
Chile
RESUMEN

La poesía de William Wordsworth pasaba por ser, entre muchos de sus comentaristas contemporáneos, una poesía pensante. Ya sea que se hablase de un sentido edificante de su poesía, de una perspectiva refrescante acerca de las cosas cotidianas o bien de un pensamiento filosófico, la poesía de Wordsworth siempre fue considerada como un notable esfuerzo por elevar el poema a una categoría ontológica. Dentro de este contexto, la imaginación cobra una gran importancia. Se analiza en qué sentido la imaginación es el centro ontológico de la poesía de Wordsworth.
Palabras clave: W. Wordsworth, imaginación, poesía.

ABSTRACT
William Wordsworth's poetry was a thinking poetry, according to many of his contemporaries. Whether it was due to the edifying nature of his poetry, his refreshing approach to everyday things, or his philosophical thought, Wordsworth's poetry was always considered as a notable effort to elevate the poem to ontological category. In this context, imagination acquires great importance. The article analyzes the sense in which imagination is the ontological center of Wordsworth's poetry.
Keywords: W. Wordsworth, imagination, poetry.

RESUMO
A poesia de William Wordsworth passava por ser, entre muitos de seus comentaristas contemporâneos, uma poesia pensante. Seja porque se falava de um sentido edificante de sua poesia, de uma perspectiva refrescante sobre as coisas cotidianas, seja porque se falava de um pensamento filosófico, a poesia de Wordsworth sempre foi considerada como um notável esforço por elevar o poema a uma categoria ontológica. Dentro desse contexto, a imaginação ganha uma grande importância. Analisa-se em que sentido a imaginação é o centro ontológico da poesia de Wordsworth.
Palavras-chave: W. Wordsworth, imaginação, poesia.

Este artículo quisiera aportar al esclarecimiento de una de las palabras más significativas en la poesía de William Wordsworth, a saber, la imaginación, que fue quizás el concepto clave para el desarrollo de la moderna estética europea. La imaginación, sin embargo, no solo es importante porque puede hacer comprensible la configuración de la poesía del siglo XIX, sino además porque su significado fue radicalizado, a través de la crítica kantiana, por la hermenéutica fenomenológica de Heidegger (1954). Sin embargo, esta radical concepción de la imaginación, a mi juicio, ya había sido sentida y pensada por la poesía de Wordsworth. A continuación, y a partir de diversos pasajes, daré algunas indicaciones pertinentes para arrojar luz sobre esta palabra que, lejos de plantearse como una facultad de la subjetividad, señala más bien hacia un fenómeno más complejo y más rico, concentrando su sentido, en último término, en el vínculo mismo del poetizar.

En su obra El Preludio, Wordsworth, como él mismo lo declara en el subtítulo, expone el crecimiento de su mente poética. No se trata, sin embargo, de una representación artística del desarrollo de sus facultades literarias en el curso de su vida. Es cierto que El Preludio es una obra autobiográfica, pero por ello mismo los momentos recordados tienen su sentido e importancia, en cada caso, a la vista de la vida que en el poema se repite poéticamente. Al hablar de una repetición poética de la vida, me refiero a que el poeta, situado en el mundo a partir de su posibilidad más propia, vuelve a crear lo vivido, interpretando la vida y su intención en un sentido original. Por ello la posibilidad del poeta no es creadora de manera secundaria, en el sentido de que al recordar reprodujese los momentos de su vida de manera literaria y confesional. La repetición poética que el poeta hace de su vida es creadora porque configura y establece el sentido de la propia vida. Debido a que el poeta entiende la vida como esencialmente creadora es que puede llamar poética precisamente a esa posibilidad que él mismo lleva a cabo al escribir el poema de su propio crecimiento. Al recordar y meditar lo vivido, el poeta vuelve a apropiar originariamente su vida y en ello encuentra el cumplimiento de su poetizar.

Puede decirse que es originaria la vida que se repite poéticamente porque el poeta no ha abandonado la guía de la naturaleza, pues "de ella recibe / aquella fuerza por la cual busca él la verdad, / desde ella aquella feliz calma de la mente / que la ajusta a recibirla aun sin buscarla" (Wordsworth 1995a 877; todas las traducciones son propias). En la vida orientada por la naturaleza el poeta reconoce la originaria vinculación de la existencia con el mundo. Asimismo, es cierto que la ciudad se presenta con un poder opresor, pues en ella la vida permanece regularmente derrumbada por sentimientos mezclados. En la ciudad el "hombre verdaderamente está solo / [...] cuyos ojos están condenados / a sostener un comercio vacío día a día / con motivos carentes de vida / [...] Y la vecindad más sirve para dividir que para unir" (Wordsworth 1977 89). Si el poeta, al repetir poéticamente su vida en el poema, ha llegado a sentir aquel ánimo por cuya apertura la verdad está siempre presente, no significa que, por haber adquirido mayores conocimientos sobre las cosas, haya logrado un seguro bienestar en el mundo. El ánimo fundamental que se abre naturalmente por medio del vivir poético, y que a su vez puede ser repetido poéticamente en el poema, permanece, sin embargo, incierto. Debemos tener presente esto, que el ánimo fundamental del poeta no se encuentra asegurado, pues se sabe finito (cf. De Man 49 y ss.). Pero porque ha nacido abiertamente al mundo bajo la orientación de la naturaleza y ha mantenido esta referencia de manera esencial a través de los grandes sentimientos, en suma, porque el poeta ha llegado a ser, de manera más profunda, el vínculo con las cosas, puede recrear y volver a sentir sus primeros años por el poder mismo que le dio la naturaleza. En ese sentido dice Wordsworth: "De ahí que el Genio del poeta / pueda osadamente tomar su camino / entre los hombres, donde Natura lo / guíe; que haya él estado junto a Natura / desde antaño y que siempre lo esté" (1995a 882).

En El Preludio, Wordsworth repite poéticamente su vida al recrearla situado en relaciones originarias a partir de experiencias fundamentales. Tal situación no es arbitraria, ni ha surgido por motivos ciegos o caprichosos. El sentido de la situación originaria de la vida que es repetida poéticamente se abre a partir de una vinculación con el ser que no está fundada meramente en la sensibilidad ni en la racionalidad, sino en una vivencia originaria. El mundo que aquí se deja ver, a partir de las experiencias vividas por el poeta, es considerado como original, al estar la vida en relación pura con la naturaleza. "Relación pura", digo, en el sentido de una vida que, referida desde su inicio por "el pensativo sentimiento" (Wordsworth 1995a 786), vive en medio y siempre en relación con lo que se da por sí mismo (physei), es decir, con lo que más aparece, to phanotaton, dicho de manera platónica. Esta referencia no se establece de manera meramente "estética" o "sentimental", sino que cada vez es repetida por la fuerza del ánimo, a partir del cual la vida humana permanece abierta al mundo. Si el sentido de la naturaleza no se considera solamente a partir de una diferencia con el ámbito de la creación humana, entonces el poeta entiende la naturaleza como lo originario no de manera improcedente; con lo cual se justifica la razón griega, al nombrar como physis el ser primero y poderoso, como lo que prevalece por sí mismo. Pero si la naturaleza en el poema es la oferta originaria, solo la referencia del poeta puede, a su vez, darle lugar. Por eso nuestra interpretación tiene que seguir su poetizar, es decir, tiene que acompañarlo, de modo que nosotros podamos repetir filosóficamente lo que se manifiesta en el decir poético, que es él mismo una repetición. Esto es más significativo por el hecho de que nuestra repetición de ningún modo tiene necesariamente que haber "vivido" lo mismo que el poeta, ni tampoco es forzoso para entender lo dicho que uno se deba "poner en el lugar" del poeta. Asimismo, que esto no sea decisivo no quiere decir que la interpretación no sea efectivamente vital; más bien, tiene que ser esencialmente vital, porque debe repetir, bajo indicaciones filosóficas, lo que es vivido como experiencia poética. En ese sentido, la repetición, en nuestra interpretación, tiene solamente que indicar los momentos más originarios a partir de los cuales lo vivido se hace presente como experiencia fundamental. Pero ¿qué significa lo vivido por el poeta? Esto tiene que ser ante todo comprendido en relación con el vivir que es comportado en un mundo, por lo cual el contenido de lo vivido, esto es, el mundo mismo no puede estar desligado del modo como la vida del poeta ha sido y es ejercida por él. Por lo tanto, nuestra atención debe estar dirigida a la intención por la cual la vida que aquí habla permanece en referencia al mundo.

Deberemos llevar a cabo, entonces, esta repetición, pero con el único objetivo de dar luces con respecto al sentido de la imaginación, la cual, por lo demás, solo al final del poema cobra expresamente un sentido fundamental. Por ello lo repetido poéticamente al principio del poema, a saber, las tempranas experiencias juveniles, no es comprendido expresamente en relación con la imaginación. Esto no ocurre, sin embargo, porque al poeta le resultara importante la imaginación solo posteriormente, sino porque esta no es designada así al principio, pues, por estar la vida abierta naturalmente, solo podía ser vista en ese momento como su "primera sensibilidad creativa" (Wordsworth 1995a 769). Asimismo, en el último libro del poema, Wordsworth dice: "Si la imaginación ha sido nuestro tema, / también lo fue aquel amor intelectual, el cual no puede actuar ni existir [...] sin Imaginación que, en verdad, / es otro nombre para el poder absoluto" (1995a 887-888).

Debemos procurar, además, no interpretar precipitadamente, a partir de la tradición del pensamiento empírico inglés, palabras como mente (mind) u objeto (object), como si Wordsworth estuviese colocando en versos y literariamente el pensamiento filosófico de Locke y Hume.1 Sin embargo, es importante no desatender que Wordsworth no ignoraba esta tradición filosófica, ni desconocía tampoco la científica, lo cual hace más significativo el hecho de que las palabras que utiliza, y que habían sido tradicionalmente usadas por el pensamiento empírico, como mente, impresión, sentidos, objeto, pasión, etc., las vuelve a tomar desde la propia vivencia pre-teorética y destaca en ellas el sentido vital originario. Será necesario, entonces, ofrecer algunos pasajes a partir de los cuales se nos puedan abrir rasgos de aquel fenómeno que el poeta nombra como el poder absoluto de la vida.

Para comenzar, es necesario hacer notar que la intención de Wordsworth al poetizar su vida, y por tanto al encontrar en el vínculo de la vida con la naturaleza el más propio modo de ser en el mundo, denuncia expresamente al pensamiento teórico que en su época ejercía un dominio matemático-técnico. Este poeta reconoce la positividad de la ciencia, sin embargo, afirma que su "verdad no es movimiento o forma / animada con vitales funciones, sino ¡un bloque / o una imagen de cera que os habéis hecho / y adoráis!" (Wordsworth 1995a 835). Estos versos hacen referencia al modo como los científicos de la época de Wordsworth seguían con firmeza el rumbo declarado por Descartes, que por lo demás, la ciencia actual parece continuar cada vez con mayor decisión. Por eso el sentido científico de la verdad, al que Wordsworth alude en los versos anteriores, debe ya precavernos de la situación a la cual se hace referencia aquí, y que Descartes declara en un pasaje sorprendente:

Pues ellos [los conceptos que, sobre la base del cogito sum, determinan el nuevo proyecto de la esencia de la naturaleza] me han hecho ver que es posible llegar a conocimientos que sean muy útiles para la vida y que, en lugar de esa filosofía escolástica que no hace más que analizar conceptualmente una verdad previamente dada, es posible encontrar una que se dirija inmediatamente al ente y proceda contra él de manera tal que obtengamos conocimientos sobre la fuerza y las acciones del fuego, el agua, el aire, los astros, la bóveda celeste y todos los demás cuerpos que nos rodean; y este conocimiento [de lo elemental, de los elementos] será tan preciso como nuestro conocimiento de las diferentes actividades de nuestros artesanos. Por ello podremos efectuar y emplear estos conocimientos de la misma manera para todos los propósitos para los que son apropiados, y de este modo estos conocimientos [el nuevo modo de representar] nos harán amos y propietarios de la naturaleza. (Citado en Heidegger 2000 155)

Lo decisivo de la ciencia moderna se encuentra declarado aquí como misión fundamental del saber, esto es, dominar y preparar técnicamente; en otras palabras, emplazar la totalidad de lo que es, sometiendo la naturaleza a partir de sus elementos primeros. Esta tarea, como supone la ciencia, debe llevarse a cabo de manera objetiva, por lo cual desde su inicio se piensa que esta ejerce su actividad teórica de manera desapasionada, lo cual es falso, dado que es precisamente una determinada pasión lo que le abre al científico las posibilidades de su hacer. Así, por ejemplo, Francis Bacon dice en su obra Novum Organum:

Pues así como en la vida ordinaria se descubre y averigua mejor el genio de cada uno y las ocultas reacciones de su alma y de sus afectos cuando se le pone en trance de turbación, así también los secretos de la naturaleza se revelan mejor bajo el efecto de las vejaciones del arte que cuando ejercen su curso. (142)

Lo que Bacon llama un acto vejatorio contra la naturaleza, que ya en Descartes era una intención notablemente clara, se funda en una determinada disposición, o, dicho de otra manera, se encuentra en un especial modo de estar en relación con lo que es, cuya apertura anímica permanece orientada por los principios de la razón, a partir de los cuales las cosas pueden no solo ser medidas y calculadas, sino esencialmente preparadas y emplazadas. Así, bajo esta misma concepción, Wordsworth denuncia la "atrevida mezquindad de ciertos filósofos modernos" (Wordsworth 1936 625), que: "Examinando incansablemente todos los objetos / en desconexión muerta y sin espíritu, / y todavía dividiendo y dividiendo aún, / quebrantan todo lo elevado, aun insatisfechos / con el intento perverso, mientras la pequeñez / pueda devenir más pequeña" (id. 637).

En pocas palabras, es posible decir que el rechazo o, más bien, la denuncia que Wordsworth hace en contra de la razón científica se basa en la idea de que esta tiene la intención de objetivar las cosas a través de una minuciosa pero desintegradora y desvitalizadora función analítica del entendimiento teórico. Es este modo analítico de representar el que es acusado como mal humor, pues desvincula a la vida humana de lo primario, que es reducido a primeros elementos que pueden ser preparados técnicamente. Pero lo primario no es meramente lo que primero constituye al objeto, esto es, su materialidad, sino, antes bien, lo que aparece constantemente vinculado a la vida humana. El mismo Wordsworth, en una sección de sus obras en prosa, declara con respecto a la poesía:

La apropiada ocupación de la poesía, su apropiado empleo, su privilegio y su deber, consiste en tratar las cosas no como ellas son sino como aparecen, es decir, no como ellas existen en sí mismas, sino como ellas aparecen para los sentidos y las pasiones. (1896 226)

Wordsworth establece aquí una distinción entre dos modos de vincularse a las cosas, solo que, para realzar con mayor decisión la diferencia, pone a un lado el ser y en el otro el aparecer de las cosas, lo cual podría tal vez llevar a interpretar erradamente el sentido de su distinción. En ambos casos se trata de un determinado modo de ser, uno de los cuales, elevado ya a un primer rango por Descartes y Bacon, es el modo científico de estar referido al mundo, cuya característica principal se arraiga en una determinada apertura anímica que no es interpretada por el científico sino como "neutral" u "objetiva". A partir de este ánimo, todo ente debe ser conocido con certeza, es decir, bajo la disposición metódicamente orientada de una razón objetivante. Mientras lo conocido por el saber científico permanece así establecido como objeto para el sujeto cognoscente, sin vinculación y puesto solo como algo disponible, Wordsworth, en cambio, advierte acerca del sentido del ser en el aparecer de las cosas, para resaltar precisamente su diferencia en relación con la objetivación positiva de las cosas conocidas. El aparecer de las cosas no quiere decir meramente la manifestación aparente y acaso engañosa de las cosas a través de la "mera sensibilidad". Al poeta, dice Wordsworth, las cosas se le aparecen no como algo ya emplazado en determinadas relaciones causales, sino a través de los sentidos y la pasión. Debemos advertir, de este modo, que nuestra interpretación tiene que orientarse por estos dos fenómenos que Wordsworth declara como propios del poetizar. A través del sentir y la pasión, y, habría que agregar, desde el originario sentir lo que es, no existe, es decir, no permanece separado y desvinculado a la vida humana, sino que aparece en una facticidad originaria, lo cual, por lo pronto, no debe entenderse como una vida ingenua e irracional.

Al inicio del poema, los versos introductorios expresan algo muy significativo, pero aún solo como una advertencia o más bien como un aviso, que Wordsworth, de hecho, interpreta como un signo de su andanza y su búsqueda de reposo y recogimiento para comenzar su obra poética más propia. En efecto, el poema arranca saludando a una dulce brisa que aparece para él como una bendición y que le anuncia días de maduración y plenitud. Posteriormente dice: "Porque, para mí pienso, mientras el dulce espirar del cielo soplaba en mi cuerpo, dentro sentía / una brisa correspondiente que mansamente / con virtud viva me movía..." (Wordsworth 1995a 751).

La afirmación de una cierta correspondencia tiene que hacernos advertir el sentido mismo del vínculo que el poeta poetiza, y en éste dicha correspondencia tiene que ser considerada muy cuidadosamente. Asimismo, es cierto que la imaginación pasa por ser un poder que depende de lo que se muestra y, en ese sentido, pasa por ser una capacidad mimética. Pero si la imaginación o, según las palabras del mismo Wordsworth, si la fantasía puede imitar, es porque ya la vida misma puede primeramente dar lugar y hacer un espacio para que algo se muestre por sí mismo. Por eso podremos acceder al sentido de esta correspondencia cuando repitamos propiamente lo vivido y sentido por el poeta.

Si lo vivido en cada caso se encuentra ya teniendo un significado para la vida, entonces eso quiere decir que la vida ya cuenta con un mundo familiar y propio, quiere decir que la vida permanece ya dentro de un horizonte con respecto al cual esta misma se arraiga. Este previo horizonte, que puede determinarse preliminarmente como el mundo natural y familiar, es abierto por el sentimiento del poeta, y en esta apertura aquella brisa que sopla significa en dirección al origen de la decisión que ha tomado, a saber, la de volver a su hogar junto a la naturaleza después de haber vivido largo tiempo afuera. Para el poeta esta decisión, a saber, la de volver a vivir en el mundo de las formas naturales, implica comportar más profundamente esa referencia nacida, ahora madurada y destacada, no solo de las artificiales y transitorias relaciones de la ciudad, sino de las decisiones humanas y del horror que conllevó la Revolución francesa. Es necesario advertir, sin embargo, el doble sentido que el poeta encuentra en la vida de la ciudad. En ese sentido, por una parte, el poeta puede decir de Londres:

Oh, loca confusión, real epítome
De lo que la ciudad poderosa es en sí,
Para miles y miles de sus hijos
Que viven en el mismo incesante torbellino
De motivos vanos, mezclados y reducidos
A una sola identidad, por diferencias
Carentes de ley, significado y fin. (Wordsworth 1995a 829)

Mas, por otra parte, siempre encuentra el poeta, tras esta confusión, a la naturaleza, al llamarla "Maestra grave, dura preceptora, pues a veces / puedes ponerte bajo un aspecto más severo; / Londres, a ti voluntariamente vuelvo" (Wordsworth 1995a 839). No debemos desatender, por tanto, al sentido del mundo propio y familiar como horizonte de la referencia vital, que el poeta reconoce propiamente en el originario obrar de la vida humana con su mundo. El poeta reconoce que el ser que ha nacido y se ejercita en medio de las formas vivas tiene un comportamiento "[...] creador y receptor a la vez, / en alianza obrando con las obras / que observa. / Tal es en verdad el primer espíritu / poético de nuestra vida humana" (Wordsworth 1995a 767).

El mundo originario de la vida arraigada a las formas naturales, que no solo las ve sino que las vive, permanece ya abierto significativamente a partir de un comportamiento que, en cuanto ya intencionalmente orientado, participa de lo que vive y ve. Wordsworth designa como poética a esta originariedad de la vida. Por tanto, debemos entender lo poético como el carácter mismo de la vida, es decir, de una vida animada, que participa anímicamente. La esencia originariamente poética de la vida, su obraren alianza con las obras que observa, debe ser comprendida en relación con el sentido esencial del ánimo repetido, el cual, a su vez, solo podrá ser reconocido propiamente al seguir con cuidado la manera como el poeta declara su propio modo de ser y vivir en el mundo, ante todo, el modo de ser temprano de su vida, que ahora, al restablecerse, sin embargo, ha madurado y se ha hecho más propio.

Es importante hacer constar, además, otro aspecto, a saber, que el espíritu poético ponga en evidencia la vida en su originario modo de ser a partir de la participativa vinculación con las formas naturales, no significa necesariamente que el modo de ser de la ciudad se haya derrumbado. Si la vida "rural" puede tener cierta preeminencia por sobre la vida "urbana", no es porque la naturaleza esté ausente en la última y presente en la primera, sino porque la naturaleza "rural" se da más poderosamente en las simples relaciones "con los altos motivos y las cosas perdurables" (Wordsworth 1995a 758), que en los transitorios fines de la ciudad. Por tanto, debemos advertir la originariedad de la vida animada por las formas constantes de la naturaleza, pues la vida en su más originario cumplimiento es aquello que Wordsworth tiene a la vista al mencionar el espíritu poético.

Wordsworth apunta al modo originario de la vida, que, por cuanto se lleva a cabo según el ritmo de la ciudad, permanece regularmente oscura para sí misma, aunque en cierto modo esté abierta al mundo. El espíritu poético hace alusión al originario vínculo de la vida con el mundo, que, sin embargo, puede bloquearse y arruinarse. Así, por ejemplo, dice Wordsworth de este espíritu poético que "La mayoría derrumba o suprime, / por un control uniforme a través de los años, / en algunos, sin embargo, durante el cambio / hasta la muerte es preeminente" (Wordsworth 1995a 767).

Esta originaria ejecución de la vida, dice Wordsworth, es creadora y receptora. Pero esto no significa que el poeta esté hablando de una estructura tal, que nosotros como sujetos estemos ya preparados "productivamente" para imponer una forma a la materia indeterminada que se nos da a través de la "pasiva" sensación. Debemos prescindir de esta orientación para llevar a cabo nuestra interpretación, pues de lo contrario caeríamos en el prejuicio de que hay, por una parte, "hechos desnudos" y, por otra, un "sentido lógico" cuya validez llevaría consigo a priori el entendimiento al formar y ordenar los datos materiales. Si se da algo así como un a priori, deberíamos, más bien, comprenderlo desde el mundo mismo de la vida. Debemos quitarnos de encima el peso de considerar la experiencia de las cosas en términos de una relación entre un sujeto y un objeto en todas sus formas, incluso cuando las palabras que utiliza el poeta nos hagan sospechar que se halla situado en la misma estructura de una res cogitans enfrentada a la res extensa. En efecto, en muchos casos el poeta nombra las cosas, por ejemplo, como objetos. Pero no debemos interpretar por ello que este uso de la noción de objeto remita al modo teórico-objetivante de la ciencia. Más bien, "objeto" aquí hace referencia al motivo de lo que se vive; no "objeto" como cosa de la que se predican ciertos atributos, sino aquello que, en cada caso, ha motivado el ánimo a través del cual el mundo mismo de la vida se hace presente.

Pues bien, el espíritu poético, en cuanto referencia originaria de la vida humana al mundo, es algo que, por cuanto inicial, aparece ya en los primeros días del infante. Así, por ejemplo, dice el poeta:
[...]¡bendito el tierno infante, En los brazos de su madre nutrido; con su alma
Embebido en los sentimientos de sus ojos!
[Reúne la pasión de los ojos de su madre]
Para él, en una única presencia querida, vive
Un poder que irradia y exalta
Las cosas a través de un más amplio intercambio
De sentido. No desterrado, extraviado y oprimido;
En sus tiernas venas combinadas están
La gravitación y el vínculo filial de la naturaleza
Que al mundo lo conectan. (Wordsworth 1995a 766)

Que la existencia sea originariamente poética quiere decir que la vida, al sentirse animada por las cosas, pone en obra y siempre más originariamente la relación significativa con el mundo. Además, que el ánimo se encuentre ligado necesariamente a la actividad creadora de la vida, significa que no hay aún distinción entre un entendimiento y una sensibilidad. En la medida en que el infante tempranamente se entrega al cuidado maternal, permanece conectado con el mundo por "el gran principio comunitario de la vida, / forzando a todas las cosas a la simpatía" (Wordsworth 1995a 769). Aquí se nombra un término decisivo, a saber, la simpatía, la cual no significa la mera fusión afectiva de los individuos. La simpatía es lo que ya siempre está dado en el encuentro vivo de la madre y el hijo, pero no ciertamente a partir de una unión por la cual los "yoes", tanto de la madre como del hijo, se hicieran indiferentes, como puede acaso ocurrir en la unión sexual. El infante reúne la pasión de los ojos de su madre, es decir, inmediatamente se siente animado por los ojos maternales. Esto implica, en primer lugar, que el gesto anímico de los ojos que siente el infante no es algo aprendido por él al haberse acostumbrado a reconocer en tal expresión la protección y el cuidado, sino que, por así decirlo, la ternura de los ojos maternales, el amor expresado en su mirada, lo sitúa significativamente en el mundo y con respecto a las cosas que ella le alumbra con el ánimo vivo del sentimiento. Así, continúa luego el poeta, "día tras día / sujeto a la disciplina del amor, / sus órganos y poderes anímicos / son vivificados, se vuelven más vigorosos, / su mente se expande / tenaz de las formas que recibe" (Wordsworth 1995a 88). En el ánimo, el infante siente ya la apertura dada que con el tiempo se ensancha, llevándolo a ejercitar su posibilidad esencial, ese "[...] ennoblecedor intercambio / de acción desde dentro y desde fuera: / la excelencia, el espíritu puro, y mejor poder, tanto / de lo visto como del ojo que ve" (Wordsworth 1995a 884).

La luz natural de la madre a partir de la cual lo vivido por el infante es sentido originariamente desde una cooperación anímica, en el muchacho cobra nueva intensidad, según relata el mismo Wordsworth recordando su juventud, pues en ese momento "[p]ercibí el sentimiento del ser esparcido / sobre todo lo que se mueve o parece quieto" (Wordsworth 1995a 769). La presencia de estas formas se impuso así con un vigor más poderoso y creó las "prístinas afinidades que vinculan / nuestra nueva existencia a las cosas que ya son" (Wordsworth 1995a 760). Para el joven, ahora la madre no es la única presencia querida, ya que con el tiempo fue siendo "[n]utrido, a la par, por la belleza y el miedo" (id. 756). A partir de la nutricia guía de la naturaleza, fueron surgiendo en el muchacho otros sentimientos más amplios e intensos. Debemos, entonces, percatarnos aquí muy atentamente del modo como el poeta expone ahora esta vinculación que en el infante abría anímicamente su mundo a partir de la cuidadosa lumbre maternal sobre las cosas. Al recordar la alegría, pero también el atrevimiento que a veces suprimía su buen sentido y lo impulsaba a desear fuertemente algo, acaso robar, cazar o simplemente osar juegos peligrosos, se hace notar que precisamente en estos sentimientos intensos se abren nuevas significaciones vitales, como cuando, al hacer suya un ave cautiva, relata que, luego de haber cometido el hurto, "[e]ntre las cumbres solitarias escuché / quedas respiraciones tras de mí viniendo, / y sonidos de imprecisos movimientos, pasos tan callados / casi como el verde que hollaban" (Wordsworth 1995a 756).

Terrible, además, es lo vivido por el muchacho en lo alto de un risco,
[...] cuando colgado sobre el nido del
Cuervo, por meras trenzas de hierba
Y entre grietas en la roca resbaladiza, apenas
Aguantando, y casi, así lo parecía, pendido
Por la ráfaga que fieramente soplaba
Adherido a la pared desnuda, en esa hora
Al pender solo de ese peligroso risco,
¡Con qué voz extraña el viento seco rugía con estrépito
En mis oídos y el cielo no uno terrenal parecía!, ¡y con
Qué movimiento movía las nubes! (Wordsworth 1995a 757)

¿Cómo debemos entender estas situaciones? Es importante ante todo tener a la vista cómo acontece la referencia de la vida en relación con su mundo, esto es, advertir la manera como en cada caso la vivencia se lleva a cabo según una determinada referencia al mundo. Solo a partir de esta situación de referencia podrá esclarecerse lo vivido en cuanto a su contenido. Es la referencia misma de la vida que se vive la que da el motivo de la vivencia. Debemos, por tanto, develar los motivos por los cuales se hace presente el vivir originario que el poeta ya reconoce en las relaciones mantenidas tempranamente con las formas vivas de la naturaleza. Ya hemos visto que Wordsworth denuncia como errado el modo de ser científico, dado que es "una función más orgullosa de ser / enemiga de la falsedad, que / amiga de la verdad, de juzgar más que de sentir" (Wordsworth 1995b 472). Aquí "juicio científico" y "sentir" se ponen en tensión como modos diferentes de vincularse a las cosas. Juicio aquí no tiene el sentido elevado de una operación que discrimina, sino el de meramente constatar y dividir. El sentir debe ser ahora una indicación para advertir las señales que la misma vida entrega de manera espontánea para su propio esclarecimiento.

Wordsworth, dice un comentarista, "simplemente afirma que las posibilidades interiores deben ser despertadas por el rostro hablante de la naturaleza" (Rader 177). La viva expresión de la naturaleza ya permanece abierta significativamente, tal como la animada mirada de la madre para el infante. Por tanto, debemos comprender el ánimo y el sentir que, originariamente, crecen en el trato vivo con las formas visibles y que, según el poeta, tienen rostro y, por ende, expresión. De esa manera, la vida se comporta bajo la significativa motivación del ánimo, no meramente comprendido como receptor de "datos materiales", sino como sentir de la vida animada por las formas naturales. Más tarde, el poeta hablará de ese "pulso vital" (Wordsworth 1995a 838) que en cada cosa lo llevó al mismo sentir. Así, el sentido del ser está siempre cargado de mundo vital, lo cual, en cada caso, puede animar de diversas formas a la vida.

Consideremos entonces lo siguiente. Al decir cotidianamente que "algo pasa", se quiere decir que lo vivido "inquieta", "sorprende" o bien "atemoriza". Si en cada caso lo vivido anima y afecta, mejor dicho, si la vida se siente animada por las cosas y así se sitúa en un determinado modo de estar en el mundo, si la vida se siente inquieta o atemorizada por algún motivo, es porque la vida permanece entregada a su mundo y ahí se cumple efectivamente en su comportamiento. Por tanto, no es que el cielo borrascoso o acaso el viento agitado hayan llevado al muchacho simplemente a sentir la violencia de "fenómenos meteorológicos", sino que lo vivido por él, a partir de ciertas experiencias, en este caso, al afrontar peligros y riesgos, debe ser comprendido desde la apertura anímica que ya mantiene a la vida en referencia al mundo. En ese sentido, las formas vivas efectivamente expresan algo, es decir, permanecen en cada caso significativamente abiertas para la vida. Lo vivido hace presente el mundo de manera inmediata al ser animada la vida y al sentirse a sí misma según determinados comportamientos, sobre todo bajo comportamientos sobreexcitados por los mismos sentimientos.

Si se presta atención al fenómeno del ánimo y del sentir, debemos ahora remitirnos a lo experimentado en tales fenómenos. En la experiencia vital se nos impone lo vivido y por tanto ahí, en la situación fáctica de la vida en referencia al mundo, debemos encontrar los motivos fundamentales del acontecer de la vida poética. El acontecer se hace entonces auténtico, es decir, la vida se hace transparente para sí misma y el ser se comporta de manera cumplida en esta animación. Por tanto, no debemos precipitarnos a interpretar el ánimo y el sentimiento como algo meramente pasivo. El mismo Wordsworth se refiere a esto al hablar de su primera sensibilidad creativa. Puesto que ya no hay un sujeto que padezca, sino que ahora la vida se siente a sí misma animada de tal modo, es que podemos hablar de una vinculación simpática, por cuya animación la vida poética abre el mundo. En ese sentido, el poeta reconoce aquellas experiencias fundamentales que ha tenido con la naturaleza; temibles acaso en un principio o placenteras, pero cada vez más transparentes por el vivo trato y la repetición:

[...] y de este modo
Por la imponente disciplina del temor,
Por el placer y la repetida felicidad,
Tan frecuentemente repetida, y por la
Fuerza de oscuros sentimientos, eco
De las cosas olvidadas, estas brillantes
Escenas, tan hermosas en sí mismas,
Aunque ya lejanas, se volvían por hábito
Queridas, y todas sus formas y colores
Cambiantes por lazos invisibles
Fueron sujetadas por los afectos. (Wordsworth 1995a 761)

Ahora bien, que esta apertura anímica sea significativa para la vida humana, que determinados sentimientos sean comportados y repetidos en referencia a las formas naturales y sus relaciones, quiere decir que la vinculación con la naturaleza no es algo meramente estético o contemplativo. Wordsworth reconoce el sentido del acontecer vital a través de los "flujos y reflujos de la mente agitada por los grandes y simples afectos de nuestra naturaleza" (1896 50). La palabra "mente" hace referencia aquí a la intencionalidad de la vida, la cual, según el poeta, se sitúa y crece de manera poderosa a partir del ánimo viviente de la naturaleza, lo cual implica que la vida puede permanecer orientada por profundos sentimientos, por cuya repetición arraigan secretamente, pero a su vez siempre de manera más viva cuanto más presente se encuentren las formas por las cuales se originaron.

Pongamos atención a otro momento revelador en la vida juvenil del poeta, tal vez más decididamente significativo por lo espantoso de la experiencia. Se relata el momento en que, caminando al atardecer junto a un lago, llevado por un placer turbado, furtivamente desamarró una barca, cuyo dueño no estaba, e impulsado por los remos se apartó de la orilla. Pero cuando estaba en medio del lago, sostenido por el placer de su acto y rodeado por los montes acogedores en torno a los cuales jugaba de día:

Por detrás de aquel escarpado peñasco,
Límite aparente del horizonte, una cumbre
Inmensa y negra, como si de poder y voluntad
Dotada, alzó su cara. Yo remé una y otra vez,
Y creciendo aún en estatura la lúgubre figura
Se elevó entre los astros y yo, e incluso, pues así
Pareció, con propósito propio y acompasado
Movimiento como una forma viva me siguió.
Con trepidante remo yo viré y por el agua
En silencio desanduve mi camino de vuelta
Al cobijo de un sauce; allí dejé mi barca amarrada
Y por los prados volví a mi casa, con el ánimo grave
Y el humor serio. Más después de esa escena
Por muchos días, en mi cerebro se incubó
Una sensación vaga e imprecisa, de modos
Extraños de ser; en mis pensamientos una oscuridad
Envolvió, llámese soledad o puro abandono. No
Quedó imagen familiar alguna, ni las placenteras
Imágenes de los árboles, o el mar o el cielo, ni los
Colores de los verdes campos; sino que inmensas
Y poderosas formas, que no viven como los hombres
Vivos, lentas por mi mente se deslizaban
De día y perturbaban mis sueños. (Wordsworth 1995a 757)

He aquí que el muchacho no "alucinó" que aquella cumbre se le venía encima, ni tampoco "creyó" que aquella forma inanimada cobraba vida. El muchacho había vivido algo, un fuerte deseo lo había llevado a robar una barca y esta decisión lo embargaba. En este estado anímico, mejor dicho, así abierto al mundo, las formas vivas se expresaron y mostraron de esta forma el sentido determinado de lo vivido. No es que luego de haber cometido el acto furtivo el muchacho hubiera inconscientemente "proyectado" su temor y culpa sobre las cosas, sino que lo vivido mismo reveló su motivo ahora en el ánimo sentido, al encontrarse de golpe con la cumbre oscura y empinada. Cuando acontece esta escena, una inquietud comienza a latir en el muchacho, se le descubre la inhospitalidad de la naturaleza, y al volver sobre sí mismo no encuentra confianza alguna, dado que el mundo familiar se ha vuelto desconocido. El mundo del muchacho se despliega así bajo la forma de este ánimo desconcertante que tiene un sentido de extrema inquietud, de desamparo. El ser de las formas naturales se retrae recónditamente y las formas hermosas y mansas aparecen ahora bajo un aspecto terrible y portentoso. Sin embargo, una secreta sensación apela por haber sentido en estas formas vivas una afinidad más profunda aún con la propia vida. Por ello es que el poeta puede decir, además, en el momento en que recuerda estas experiencias:

Presencias de la Naturaleza en el cielo
Y sobre la tierra, visiones de los montes
Y almas de lugares aislados, ¿puedo yo
Pensar que vana esperanza era cuando
Tal ministerio ejercíais, año tras año
Buscándome en mis juegos infantiles,,
En grutas y árboles, bosques y colinas,
Imprimiendo en toda forma los caracteres
Del peligro y el deseo; y así hicieron como un mar
Emerger la superficie de la tierra universal
De triunfo y dicha, esperanza y temor? (Wordsworth 1995a 759)

Así, la vida se sitúa en el mundo bajo los primeros grandes sentimientos de la naturaleza, y no meramente a partir de la percepción de los colores y sonidos en medio de cosas naturales, y mucho menos desde su captación por medio del cálculo y la medición, según la metódica objetivación científica, sino cuando aquella se abre para sí misma por medio de experiencias fundamentales en las cuales las formas vivas se expresan y se hacen presentes originalmente. A partir de estas experiencias se arraigan vivamente los sentimientos y se orientan los comportamientos. Hay un ejemplo vivo y muy notable en el poema de cómo, los sentimientos orientaban abierta y vivamente el ejercicio del juego, cuyo significado no lo daba la porfía surgida entre unos y otros por ganar la contienda, cuando intentaban sobre barcas remar hasta llegar a algún punto indiferente designado como meta y objeto de la carrera, sino que lo ofrecía el motivo simple y claro que llamaba de manera visible a la vida a entregarse al mundo de las formas vivas de la naturaleza. Si los muchachos se tenían como rivales en el deporte y en la prontitud del movimiento del ejercicio, no se sentían así por el fin de la competición, sino porque el único objeto de la actividad era llegar a una isla encantadora y seductora, lograr una vista y ver aparecer la isla en toda su maravilla, y, así,

[...] en tal carrera
No había decepción alguna,
Inquietud o dolor o celos:
Descansábamos a la sombra, todos igualmente
Complacidos, vencido y vencedor. Así el orgullo de
La fuerza y la vanagloria de la superior destreza
Fueron templadas; así gradualmente surgía una calma
Independencia en el corazón. (Wordsworth 1995a 763)

De manera que estas experiencias abren la vida bajo determinados sentimientos, cuya significatividad es reapropiada por el mismo ánimo repetido. Que haya simpatía por las formas vivas, sin embargo, no significa que el joven poeta se hubiese "proyectado afectivamente" en los fenómenos naturales, sino que, porque se comportaba en relación con y a la vista de motivos naturales, podía decir: "A cada forma natural, roca, fruto o flor / incluso a la grava que cubría la calzada, / le di una vida moral: las vi sentir, / o las uní a algún sentimiento" (Wordsworth 1995a 773).

En cuanto la vida habita un mundo y participa en él, lo vivido se cumple propiamente en la referencia al comportamiento que, animado por las cosas, da lugar a lo que le sale al encuentro. Dicho de otra manera, la vida, al estar abierta a la oferta significativa del mundo, crea libremente su referencia, y en la medida en que esta creación forma el vínculo con las cosas, se da una vista sensible, por la cual el comportamiento participa y ve, decidiendo u omitiendo, diferenciando o uniendo. La participación de la vida animada debe ser comprendida a partir de la apertura misma de la significatividad de las formas naturales que animan. No se encuentra una materia muerta sobre la cual ejercer cierta habilidad teoréticamente formadora, sino que la naturaleza anima la vida al sentirse a sí misma. En ese sentido, las formas naturales no imprimieron ideas en la tabula rasa de la infancia, ni tampoco la fantasía del niño fue pintando caprichosamente la naturaleza con colores ficticios. Antes bien, en los tempranos años de la niñez "[...] hay una oscura / inescrutable artesanía que reconcilia / elementos discordantes, los ajusta todos / en una sola comunión" (Wordsworth 1995a 757).
Por lo tanto, se trata de una posibilidad participativa por la cual, y ya tempranamente, la vida se abre al mundo gracias

[...] a los recursos que naturaleza se dignó emplear
Ya visitando sin temor, o al venir con queda
Alarma, cual luz inocua abriendo las calmas
Nubes; o ya hiciera uso de intervenciones más
Severas, ministerio más tangible, como
Mejor a sus fines pudiese convenir. (Wordsworth 1995a 757)

La naturaleza sitúa la vida en el mundo, ya sea calmadamente, tal como se observa en el movimiento de los ríos y los días serenos, o bien a través de la emoción agitada, como en la tormenta y las destemplanzas del tiempo. La vida, en cada caso, se comporta movida por la animación de las formas naturales. Este "genitivo" debemos entenderlo, por decirlo así, de manera patético-poiética, con lo cual se quiere decir que la vida se anima al participar, o sea, "[a]l querer obrar y ser obrada" (Wordsworth 1995a 886). En ese sentido, el poeta recuerda que pensaba de tal manera que no hacía más que sentir. "De Natura y su alma sobreabundante / recibí yo tanto, que todos mis pensamientos / fueron hundiéndose en sentimiento" (id. 769). De esta manera, los motivos y formas naturales animan "con vida y naturaleza, purificando así los elementos del sentir y del pensar / y santificando con tal disciplina / el dolor y el miedo, hasta hacer percibir / grandeza en el latir del corazón" (id. 1995a 758).

El poeta en algún momento, al traer sus experiencias pasadas a la vista, cuyos sentimientos primeramente habían sido movidos por el cuidado maternal y más tarde cuando él mismo era agitado por las emociones y los deseos turbados del peligro, recuerda cuando "[l]a sonora catarata / me asaltaba como una pasión: la peña / encumbrada, la montaña, el profundo / y lúgubre bosque, sus colores y formas / para mí fueron un apetito (Wordsworth 1995a 242-243).

Las formas naturales animan significativamente la vida, por lo tanto, no hay traspaso de sensaciones desde una esfera subjetiva a una esfera objetiva, ni tampoco a la inversa. En ese sentido, la mente no es la mera individualidad, sino que a ella "le ha dado un poder el sentimiento / que, a través de las crecientes posibilidades del sentido, / como agente de la mente grande y una, / crea, creador y receptor a la vez" (Wordsworth 1995a 767). La mente, por lo tanto, es en cada caso algo intencional, es decir, la vida se encuentra en una referencia patetico-poiética con respecto al mundo. Así, los vivos placeres y alegrías de la juventud, los afectos que llamaban y asaltaban con arrebatos, y también las experiencias terribles consonantes con la expresión de las vivas circunstancias en las que la vida se sentía, ejercieron una disciplina en el ojo; de tal modo, "[...] un poder plástico / habitaba en mí; una mano formadora [...] / [...] una luz auxiliar / surgía de mi mente, que al sol poniente / daba nuevo esplendor (Wordsworth 1995a 769).

Sin embargo, esta luz auxiliar no da lugar a un juego fantasioso de formas, sino que, desde el arraigo propio en las formas vivas, se genera una apertura más amplia gracias a esta luz compañera de la naturaleza. El color visto, el sonido escuchado o el olor sentido no tienen lugar como atributos accidentales de los más simples elementos materiales que ya estarían dados realmente. Este prejuicio epistemológico se desvanece cuando prestamos atención al sentido auxiliador auténtico de la luz formadora del ojo, que el poeta entiende a partir de la significatividad abierta del ánimo y su participación viva con lo que se presenta. Por eso la operación del ojo, o, mejor dicho, la intencionalidad de la vida, en cada caso situada y abierta significativamente, opera vitalmente, y si acaso estáticamente, solo por un acostumbrado modo de ser que estrecha la mirada. Por ello, esta disciplina del ojo conlleva ser "fuerte de salud, de espíritu lleno de esperanzas, no dañado / por la mentalidad mundana ni por preocupación ansiosa; / observador, estudioso, atento y renovado / por el saber recogido cotidianamente" (Wordsworth 1936 595). El sentido de lo vivido es repetidamente apropiado, pero siempre más originariamente "cuando el corazón / yace abierto, contento de sentir / tal como Natura siente y recibe sus formas / tal como han sido hechas" (Wordsworth 1979 115). El ojo, por tanto, recuerda el poeta, "no dejaba de buscar los contornos distintivos [...]. Un ojo que, desde un árbol, piedra u hoja marchita / hasta el ancho océano y el cielo azul / por multitud de astros adornado, / hallaba superficie donde su poder descansar" (Wordsworth 1995a 773). Y ahí precisamente, animado por tal búsqueda, se siente lo vivido con mayor significatividad y vivacidad, ahí "[e]l producto nativo del mundo / cuando se presenta al sentido con amplitud de mente / inusitada, es ponderado como un milagro" (Wordsworth 1959 572).

Los motivos de la vida dan lugar a una manera de vinculación más originaria, esto es, hacen presente un nuevo mundo.

[E]n las apariencias cotidianas de la vida
Yo sentía en aquel tiempo lograr más
Clara vista de un mundo nuevo, mundo,
Por lo demás, que podía ser transmitido,
Y ser descubierto a otros ojos; pues es
Gobernado por ajustadas leyes de las que
La excelencia espiritual se origina,
Eso que a la vez le da el ser y mantiene
Un equilibrio. (Wordsworth 1995a 884)

El mundo nuevo descubierto por el poeta por haber mantenido trato abierto y constante con las formas vivas de la naturaleza no es un mundo estático, ni meramente estético, pero tampoco un mundo de fantasía, sino el mismo mundo bajo una vista más originaria, por la cual "soportamos / todo el mundo poderoso / del ojo y del oído, de lo que en parte crean / y de lo que en parte perciben" (Wordsworth 1995a 243). El mundo, cuyas posibilidades aparecen para el poeta a través del ojo que se anticipa, busca y fija, y el oído que nota, atiende y espera, en suma, el mundo que se presenta ya significativamente abierto para la vida, se origina a partir de leyes por cuyo gobierno se da el ser, manteniéndolo propiamente a la vista bajo una medida que la vida misma encuentra en la naturaleza. El descubrimiento de esta vista del mundo surge de leyes sentidas, que obligan de manera más vinculante que las leyes creadas por los hombres. El poeta puede además decir esto, ya que dicha vista original pudo ser lograda no solo por haber experimentado el contraste de una vida llevada por largo tiempo en la ciudad, sino debido a que ha pasado por la "pena, decepción, amargos pensamientos, / confusión del juicio, ruina del fervor / y, por fin, pérdida total de la esperanza misma" (id. 871), que trajo consigo la Revolución francesa, que el poeta experimentó en algún momento de su vida a raíz de la participación activa en una eventual constitución de las cosas. En efecto, esta vista del mundo, originada en los tempranos años de la vida de Wordsworth, poderosamente vigorizada en la juventud a través del trato abierto y la observación de las formas naturales, pero debilitada en cierto modo por la agitación desenfrenada vivida en su relación con los hombres, cobra mayor claridad ahora, al encontrarse restituida en su origen. La experiencia vivida hace que el poeta compare ambos modos de ser y contemple de manera más profunda las simples relaciones que, frente a la mezcla desordenada de los deseos e intenciones de los hombres, son establecidas por la naturaleza de tal manera que solo la profunda amplitud del sentimiento puede hacer resaltar en todas las cosas.

Si en el curso de la propia vida el poeta reconoce la formación de una posibilidad esencial, y si esta posibilidad surge del vivo trato con las formas de la naturaleza, entonces para nosotros tiene que hacerse visible el sentido patético-poiético de la vida humana en el mundo. Pero esto no acontece debido a que se mantengan unidos dos ámbitos separados cuya relación sería ordenada por la razón. En ningún caso, tras las experiencias fundamentales de su vida, el poeta puede interpretar lo vivido a partir de una realidad que es constatada racionalmente en virtud de la constitución ideal del sujeto. Más bien, él vivía y pensaba orientado solo por lo que la naturaleza hacía presente, a saber, por la animación de las formas vivas, y, al recordar las "dulces sensaciones sentidas en la sangre" (Wordsworth 1995a 242), es que puede decir el poeta: "De Natura la emoción viene, y los temples de la calma son igualmente don suyo: esta / es su gloria; estos dos atributos son los cuernos hermanos / que su fuerza constituyen (Wordsworth 1995a 877).
La calma profunda del bosque, la ordenada y repartida vista del campo y del amplio cielo animan el alma viva. De otro modo también, la terrible experiencia correctora de las formas naturales y la sublime visión donde el ojo es pura fuente, han sido los modos por los cuales la naturaleza ha orientado a la vida. En ese sentido, Wordsworth habla de "[e]stas quietas simpatías que sostienen con / las cosas un lenguaje inarticulado" (1979 261). Bajo esta disciplina del ojo y conforme al ejercicio animado del comportamiento, es decir, por el reclamo y la respuesta, por la exigencia y la solicitud, en suma, por la recíproca operación de la vida y su mundo, el poeta puede ver. Lo visto, bajo el poder plástico del ojo, es en el fondo

[...] una presencia que me perturba con el gozo
De elevados pensamientos; un sublime sentido
De algo que está aún más profundamente entrelazado,
Que habita en la luz del sol poniente,
Y en torno al océano y al aire vivo,
Y al cielo azul, y en el pensamiento del hombre
Un movimiento y un espíritu que impulsa a todos
Los seres pensantes, los motivos todos de todo pensamiento
Y que se desliza a través de todo. (Wordsworth 1995a 243)

¿Qué hemos podido alcanzar a través de todas estas indicaciones? Hemos visto que la vida, tal como la entiende el poeta al repetirla poéticamente, encuentra su cumplida orientación al comportar determinados sentimientos, surgidos no del trato con cosas referidas a fines establecidos por los hombres en la ciudad, sino nacidos por su vinculación simpática con la vida misma, y repetidos constantemente gracias a un secreto movimiento que el sentimiento orienta no de manera caprichosa, sino esencialmente moral. Este movimiento y espíritu, que el poeta reconoció como su primera sensibilidad creativa, es el espíritu que, en una excursión al Monte Snowdon, lo lleva a descubrir desde su cima que "en esa brecha / donde la voz sin casa de las aguas subía, / en aquel oscuro y hondo paso, / al alma había la Natura alojado, la imaginación del Todo" (Wordsworth 1995b 512).


Notas

1Arthur Beatty, dice, por ejemplo: "[...] en doctrina se rebeló contra Rousseau y Godwin, y apeló a Hartly, Locke y la tradición general de la filosofía inglesa" (19).

Bibliografía

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Heidegger, M. Kant y el problema de la metafísica. México: Fondo de Cultura Económica, 1954.
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Wordsworth, W. The Prelude, Selincourt, E. de (ed.). Oxford: Clarendon Press, 1959.
Wordsworth, W. Home at Grasmere. New York: Cornell University Press, 1977.
Wordsworth, W. The Ruined Cottage and The Pedlar. New York: Cornell University Press, 1979.
Wordsworth, W. The Collected Poems of William Wordsworth. London: Wordsworth Poetry Library, 1995a.
Wordsworth, W. The Prelude. The four texts (1798, 1799, 1805, 1850). Wordsworth, J. (ed.). London, Penguin Books, 1995b.





Fuente: Ideas y valores, Volumen 62, Número 153, p. 157-178, 2013. ISSN electrónico 2011-3668. ISSN impreso 0120-0062.
Colegio Akros – Chile. *debravo.cristian@gmail.com -Artículo recibido: 19 de marzo del 2012; aceptado: 09 de mayo del 2012. (en la revista antes citada).


*Enlaces sobre perfil y publicaciones de CRISTIÁN DE BRAVO DELORME





Créditos de las ilustraciones

El caminante sobre un mar de nubes, Data del  año 1818. Caspar David Friedrich,
pintor romántico alemán. Hamburgo. 
Foto Distrito de los Lagos, norte de Inglaterra.,donde el poeta Wordsworth tenía una casa y solía pasar temporadas.

Tres poemas de José Antonio Domínguez. Post Plaza de las palabras.1/2


En esta ocasión Plaza de las palabras presenta tres poemas de José Antonio Domínguez: La primera parte incluye Dos sonetos La risa y  La musa heroica y en la segunda parte su  poema más conocido Himno a la materia.   



José Antonio Domínguez (1869-1903),  Olancho, Honduras, fue un reconocido abogado y poeta. Perteneciente si bien no generacionalmente a todos, si oriundo de una comarca literaria que produjo a connotados escritores hondureños: Alfonso Guillen Zelaya, Clementina Suárez, Froilán Turcios, Salatiel Rosales y el historiador Medardo Mejía. El poeta Domínguez por las circunstancias de la época se ubico en ese tramo que linda entre el romanticismo y el modernismo. Aunque los críticos lo ubican más por su perfil romántico. Poeta también perteneciente a esa hado fatalista, de los poetas románticos que por su sensibilidad y decepciones se autoliquidan: Mayakosky, Delmira Agustini, Manuel Acuña.




El humor y la risa

La risa un tema que ya ha sido abordado por los poetas y los filósofos. Decía Bergson que la risa es solo humana. Voltaire pensaba que el hombre es un animal risible, y Espinoza que la risa es saludable para el cuerpo y alma. No son los únicos pensadores y escritores que  han tomado el humor, la risa o la ironía como motivos de su discurso literario. Entre otros Pirandello, Croce, Freud estudiaron el tema de la risa con absoluta seriedad. De ahí el dicho “El humor es  cosa seria. Y hay que situar esto en un contexto más amplio, en la filosofía de Bergson, hay una preocupación por la vida, las relaciones del cuerpo y alma, hay cosas que no son medibles, cuantificables, sino que  se abordan desde los movimientos del espíritu. Bergson intenta escaparse de ese absolutismo positivista  que aspiraba  reducir todo a los condicionantes fisiológicos. La risa es algo que no se puede medir, es el producto de un impulso  inserto en el crisol de la sociedad. Por eso  “la risa debe responder a ciertos exigencias de la vida común, y debe, tener, pues, un  significado social.” (1) Muchos  definieron al hombre como un animal que ríe. (2). Para Bergson la risa “No es un sonido articulado, claro, definido, es algo que quisiera prolongarse  y resonar progresivamente rompiendo en un estallido y retumbando como un trueno entre montañas”. (3) Para Bergson, quien se atreve a lanzar una aproximación a la risa, vía lo cómico “cómico es todo incidente que llama nuestra atención sobre la parte física de una persona en el momento en que nos ocupábamos de su aspecto moral.” (4)  Bastan estas citas para ubicarnos en la risa como fenómeno social. Por eso “En todo ello el humor es una operación superior y mas compleja, que la sátira, la ironía  o la pura comicidad que son mas bien liquidadoras”. (5)  

Y aquí apuntamos que en la risa también hay un modo de critica, es un sentido muy general la risa deviene del humor. Si quisiéramos encuadrarla en un movimiento literario, quizá estaría cerca del surrealismo. Pero tampoco la risa es sorpresa. La risa es una declaración ante un hecho, ante un emparejamiento de dos hechos, siempre hay una comparación, una especie de analogía. La risa camina a pies juntillas entre lo trágico y lo cómico. Esa juntura de dos hechos es lo cómico, y lo que produce la risa. En Domínguez su poema es una manera de criticar algo, de decir algo, reduce su visión a una risa, que se burla de la realidad, pero que también la cuestiona.

En literatura el humor es un recurso del escritor, del artista, del poeta. Siempre se da ese péndulo entre la tragedia y cómico. Si la risa es muy humana, dado que los animales no ríen, entonces es una expresión del alma. Si bien no queremos referirnos a la obra completa de Domínguez, más que brindar algunas observaciones sobre su poema La risa. Otros poetas, han utilizado el humor como recurso literario: para desbrozar la realidad, desnudar el paisaje, rasgar las vestiduras. No es el caso muy notorio y ya estudiado del humor en la poesía, valga el caso de  César Vallejo, en sus Poemas Humanos. Un poeta que ha sido etiquetado a la ligera, de sombrío, pesimista y a veces hasta oscuro. A tono a una primera mirada con Domínguez: con su solemnidad, pesimismo, y hasta fatalismo.
Pero también hay otras radiaciones para el humor, poetas como César Vallejo quien se nutrió del humor y la risa en muchos de los fondos de sus poemas. Desde una perspectiva muy diferente a la de Domínguez. Solo recordémoslo:

“¡Amado sea aquel que tiene chinches/el que lleva zapatos rotos bajo la lluvia/el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas/el que se coge un dedo en una puerta /el que no tiene cumpleaños/el que perdió su sombra en un incendio/el animal, el que parece un loro/el que parece un hombre, el pobre rico/el puro miserable, el pobre pobre.” De traspiés entre dos estrellas.

Sin embargo hay una diferencia entre los poemas de Vallejo y el poema de Domínguez. En Vallejo su poesía no conduce a un abismo, ni a la nada o al vacío. Hay en Vallejo una intención de rescatar por la crítica y en su humor al sujeto. En versos de Vallejo: “para ayudar a reír al que sonríe. Hay en su visión poética una solidaridad con los pobres, con su acerada visión marxista humanista. Por eso  “su poesía hace adivinar un mito, una utopía”. (6)  Mientras que en Domínguez hay un carácter poético fatalista, casi sin esperanza, un leve intento de sobrevivir entre lo mundano y cruel del mundo, visión que queda estampada en su poema supremo, Himno a la materia.   Pero que definitivamente le falta oxigeno para sobrevivir porque descree de los hombres. Hay en ambos poetas un culto a la anti heroicidad, pero de diferentes cuño. En Vallejo se la entrega a los pobres, Domínguez se la entrega a la materia.      

Ya Domínguez decía que a la vida “Mejor mil veces es tomarla a broma”. Concibe el dolor como una catarsis que produce lo bello, el arte.  La risa es en Domínguez un escudo contra los infortunios de la vida. Por eso Nietzsche sentencia  El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. Y también Nietzsche sentenciaba desde Así hablo Zaratrusta;  “¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida”. Hay en el sentido más amplio una filosofía de vida.  Pero la raíz es su romanticismo, ese espectro poético que asalta a la  profundidad de lo sensible de la vida, que cultiva lo alegre y triste del mundo. A lo clásico y romántico como Keats con su canción de los opuestos. Ese sentimiento de los contarios. Pero Keats trasmuta su dolor en lo opuesto. Típico entre ese duelo entre la tragedia y la comicidad. Asunto que Keats resuelve con la integración poética.  

Bienvenida alegría, y bienvenida tristeza, /Hierba del Leteo y pluma de Hermes; /Venid hoy y venid mañana, / ¡os amo a ambas por igual! Adoro poner malas caras al buen tiempo, /Y oír una alegre risa en medio del trueno; /lo hermoso y lo desagradable amo a la vez.

Por lo contrario en  Domínguez como poeta romántico, no hay un sentido de los opuestos sino la elección, como lo hacia Nietzsche  de convertir la  risa en una burla de la vida.   Hay en Domínguez un tono escéptico, casi nihilista. Pero también hay otras radiaciones para el humor, poetas como César Vallejo quien se nutrió del humor y la risa en muchos de los fondos de sus poemas. Desde una perspectiva muy diferente a la de Domínguez. Solo recordémoslo:

“¡Amado sea aquel que tiene chinches/el que lleva zapatos rotos bajo la lluvia/el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas/el que se coge un dedo en una puerta /el que no tiene cumpleaños/el que perdió su sombra en un incendio/el animal, el que parece un loro/el que parece un hombre, el pobre rico/el puro miserable, el pobre pobre.” De traspiés entre dos estrellas.






LA RISA

José Antonio Domínguez

 Vive Dios que en verdad es siempre necio
el que la vida por lo serio toma.
Mejor mil veces es tomarla a broma
y sólo al goce tributarle aprecio.

Del drama y la tragedia tener precio
suele el dolor si embellecido asoma
por el arte, si no, sólo es carcoma
que merece la burla o el desprecio.

Hay que buscar el ridículo de todo:
El que hay en el mundo y en la vida,
pues el placer no existe de otro modo.

Alabemos la risa hermosa y fuerte
que escuda el corazón de tanta herida
y esparce la alegría hasta la Muerte.


Las musas

Las musas vuelan alrededor de los artistas, una concepción romántica que da sustento a la inspiración. De origen antiquísimo, desde los altos del Olimpo, las musas especie de ninfas convertidas en divinidades, y con tramos en el tiempo en que se les rendía culto. Asociadas a la palabra latina musae (en plural), para señalar a unas divinidades menores que inspiraban las artes y conversaba la memoria y los recuerdos. Las nueve hijas de Zeus y Mnemosine diosa de la memoria. Las musas inspiraban los recuerdos anidados en el poeta. Por eso Dante dice:

“¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme!/ ¡Oh memoria que apunta lo que vi, /ahora se verá tu auténtica nobleza!

Y por eso Homero al inicio del primer verso de la Odisea, la invoca:   

Háblame, Musa, del hombre de los muchos giros…

Pero también se les atribuye cierto don profético por estar asociadas a Apolo.

El tema no es nuevo abundan los poemas dedicados a las musas. Una poeta como Delmira Agustini, aborda el tema de manera interesante. En su poema La musa, toma ambas caras de la moneda y la tira al aire. No descree ni de lo bello y hermosos, ni de lo triste ni de lo  melancólico. Tigre o paloma dice la poeta. “y que sorprenda en su risa el dolor de una queja. Oigamos La musa de Delmira Agustini



“Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja; /con dos ojos de abismos que se vuelven fanales; /en su boca, una fruta perfumada y bermeja/que destile más miel que los rubios panales.//A veces nos asalte un aguijón de abeja; /una raptos feroces a gestos imperiales/
y sorprenda en su risa el dolor de una queja; /¡En sus manos asombren caricias y pañales!/

//Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante, /y sea águila libre, tigre, paloma en un instante.///Que el universo quepa en sus ansias divinas; /tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame, /y una frente que erguida su corona reclame/de rosas, de diamantes, de estrellas o de espina!/”

 Otra  poeta Ana Ajmátova en su poema La musa, también nos devela una faceta poco exhibida de las musas. Por lo general se sitúa a las musas en el bando de la belleza, la inspiración, la genialidad. Lo que viene de las musas debe ser verdad y bello. Pero Ajmátova nos preséntala otra cara. Las musas también inspiran lo oscuro, lo sombrío, el infierno. De ahí que la poeta pregunte a la musa:

"¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas/sobre el infierno?"/Y ella responde: "Yo soy aquella.".

La musa
 Ana Ajmátova

“Cuando en la noche oscura espero su llegada, /se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso, /cuando ella acude presta y toca el caramillo?//

Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo/y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo: /"¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas/sobre el infierno?"/Y ella responde: "Yo soy aquella."

Otro tema novedoso en el tratamiento de la musas, lo da el escritor chileno Roberto Bolaños, quien en su poema La musa, le atribuye a la musa una especie de don de ángel guardián del escritor. No solo en las cosas artísticas, sino como un resguardo que protege su integridad física y sus actividades.  Su pequeña diosa a la carta. Mas cercano a la visión de Domínguez es la La muse malade (La musa enferma), poema maldito de su libro Flores del mal. Arranque poético en que  Charles Baudelaire, presenta una musa agotada en sus recursos, que solo tiende hacia lo oscuro. Pero que también refleja las oscuridades del propio poeta: soledad, abandono, el dolor del acto creador.  Malestares del fin de siglo y típicamente románticos.  Pero que sin embargo, el poeta intenta consolar a la musa:

Mi pobre musa, ¡ay! ¿qué tienes este día?/Llenan tus vacuos ojos las visiones nocturnas, /Y alternándose veo reflejarse en tu tez/La locura y el pánico, taciturnos y helados.

Otro aspecto, por demás peculiar y valido, es la musa de carne y hueso, vestida de amor platónico, pero que también ha servido de modelo y fuente de inagotable inspiración a artistas y escritores. Para citar algunos: Sea Edgard Allan Poe con su Virginia Clemm, Dalí y Paul Elaurd con Gala, Kafka con Milena Jesenska, Lewis Carroll con  Alicia Lidell. William Butler Yeats con Maud Gonne. Y en el campo artístico Modigliani con Jeanne Hèbuterne. Pero los más conocidos y tratados son Petrarca con Laura y Dante con su sublime Beatriz. Por eso incluimos en esta selección comparativa un enfoque de Ricardo Gullón en un breve pero notable texto.  




La musa del poeta
Ricardo Gullón

“Los eruditos tienen algo de policías. Lanzados sobre la pista son capaces de trabajos heroicos y pacientes para esclarecer la fecha de una obra, el lugar donde tal otra fue compuesta, la persona en quién se inspiró un autor para trazar determinada figura novelesca. Guillaume Apollinaire escribió en 1903 La Chanson du Mal-Aimé, y desde su publicación se creyó, o que la amada perdida era ficción poética o que se trataba de María Laurencin, cuya intimidad con el poeta era conocida. Ni se supuso que pudiera tratarse de la Annie o Anna de otros poemas.

Mas un grupo de eruditos, con técnica detectivesca, ha conseguido   aclarar el misterio, y más aún, encontrar a la desconocida dama. Hubo musa antes que poema, y al cantarla narró el hábil renovador de la poesía francesa cuitas personales, poco antes sentidas. Tres investigadores, rastreando «con astucias de sioux» a través de cuatro países, lograron averiguar que la inspiradora de esos poemas vivía aún y era una inglesa: Annie Playden, ahora residente en California. L.-C. Breunig ha tenido la fortuna de entrevistarse con ella y de recoger (en un artículo publicado en el Mercure de France) noticias muy interesantes sobre la juventud de Apollinaire.

El poeta y Miss Playden se conocieron en París, en casa de la vizcondesa Elinor de Milhau, a cuyo servicio coincidieron durante un año en Neu-Clük y Honnef (Alemania); en esa etapa germinaron los poemas «renanos» y estalló el violento amor de Apollinaire. Estallido, sí, y violento, pues cuando la joven inglesa rechazó su oferta de matrimonio, formulada teatral, melodramáticamente, en la cumbre del Drachenfels, la amenazó con arrojarla por el acantilado si no le aceptaba, y más tarde, en Londres, la atemorizó hasta obligarla a partir -a huir- para América, desde donde dio orden de que en ningún caso comunicaran su dirección al pasional pretendiente, por miedo a que hiciese realidad el verso de Oscar Wilde que le escribió en una tarjeta postal: «Cada hombre mata lo que ama».

Annie Playden ignoraba que Guillaume de Kostrowitzky (pues tal era el nombre usado entonces por Apollinaire, único que ella le conocía) hubiera llegado a ser poeta famoso, e incluso que fuera poeta. Súbitamente, esta mujer, a quien puritanos parientes acusaban cuando joven de tener «ojos perversos», ha surgido del pretérito -desde la lejanía de un rancho californiano- convertida en envejecida sombra del mito, en discreta e inverosímil sombra de la figura grácil y atrayente de la Musa, cierta vez reencarnada en los veinte años de una hermosa muchacha de las Islas. (7)


Por su parte José Antonio Domínguez en La musa heroica da un giro a su lado romántico. Ya no es un poema en el corte clásico de la musa que inspira. Sino de una musa que además de su canto debe dejar de lado el eros (amor), tema tan mancillado y abusado por los poetas románticos, ni caer en esa dupla de “lágrimas y besos”. Un Domínguez vigoroso dirige su mirada a otro aspecto de la realidad. Aquí tenemos un poema en que la musa no es solo musa sino también heroica. Concibe esa inspiración de la musa, en que hay una tarea del poeta, “yérguete activo en la social pelea”. Hay que ser un Hércules “Hoy la estrofa compite con el rayo”. Podría haber otra a interpretaciones para ese verso final, es una comparación entre la estrofa y el rayo. Lo que el poeta podría señalar  es esa agotamiento de la poesía ente la irrupción de otras formas de elaborar la poesía. Pero también ese vacío que se da entre lo que el poeta aspira y el mundo real. Ya no basta hacer versos líricos y amorosos, se esta en una nueva realidad.

Domínguez escribió en las postrimerías del siglo XIX y primeros años del siglo XX;  cuando se estaban incubando las nuevas vanguardias europeas. Es evidente que Domínguez había calibrado esa diferencia entre lo que podía hacer la poesía, como instrumento de abordar la realidad; y lo que no podía hacer. El poeta vislumbraba las formas del mundo por irrumpir, en que el poeta se ve limitado con el lenguaje y las formas, pero sobretodo con la fuerza avasalladora de la realidad que vivía. Por eso la musa, para sobrevivir, para competir, para conquistar; necesitaba ser heroica. Lo mismo el poeta  ahora tiene que ser un Hércules con la lira en las manos: un dios poético.  
  




LA MUSA HEROICA

Jose Antonio Dominguez 

Si quieres que tu canto digno sea
de tu misión, del siglo y de la fama,
no derroches el astro que te inflama
en dulce pero inútil melopea.

Lanza las flechas de oro de la idea:
depón el culto de Eros y proclama
otro mejor: la lucha te reclama:
yérguete altivo en la social pelea.

No enerves tu vigor con el desmayo
del femenil deliquio: ya no es hora
de lágrimas y besos: doquier mira:

¡Hoy la estrofa compite con el rayo,
la inspiración es lava redentora
y clave en manos de Hércules la lira!





Notas bibliográficas

1. Henry Bergson, Henry. La metafísica. La Risa. Editorial Porrúa. 1999, página 51
 2. Ídem…Ob…Cit. página 50
3. Ídem., Ob.…Cit. página 50
4. Ídem.,Ob…Cit. página 64
5.César L. Ángeles César Vallejo y el humor. Coleccionables del diario La  Prensa, 5 de septiembre de 1999.
6. Ídem., Ob…Cit.

7. Ricardo Gullón, La musa del poeta

 



Bibliografía  


Introducción a la metafísica. La risa. Editorial Porrúa,1999

 

Para enlaces de  César Vallejo y el humor.

 

         Ángeles, César. “César Vallejo  el humor” En Espéculo N° 12 Edición digital. Madrid: Universidad Complutense.http://www.ucm.es/info/especulo12/c_vallej.html 
 
   
      Mg. Sonia Luz Carrillo SENTIDO Y ESTILO DEL HUMOR EN CÉSAR VALLEJO.



Para enlace Ricardo Gullón, LA MUSA DEL POETA 




Créditos de las imágenes

José Antonio Domínguez, foto Honduras literaria Siglo XX.  https://hondurea.wordpress.com/2015/08/17/jose-antonio-dominguez/ 
Beginning smile, Paul Klee, pintor expresionista y abstracto suizo 
La risa, Umberto Boccione, pintor futurista italiano
Las musas inquietantes, Giorgio de Chirico, pintor metafísico italiano.
Madona,  Julio Vizquerra, pintor figurativo hondureño 
Ángel,  Leticia Benegas, pintora figurativa hondureña 
Las nueve musas abandonan a su padre Apolo para ir a iluminar al mundo. Gustave Moreau pintor simbolista francés.