Critica y reseña : Clementina Suarez. Fuente: Ramos, María Eugenia (2012), comp. y ed. Poesía completa de Clementina Suárez.Editorial Universitaria, Tegucigalpa. 7 de octubre de 2014

Poesía completa de Clementina Suárez


Fuente: Ramos, María Eugenia (2012), comp. y ed. Poesía completa de Clementina Suárez.Editorial Universitaria, Tegucigalpa. 7 de octubre de 2014


Nota preliminar

¿Quién hay ahora que no se rebele
y no tenga en el alma una voz incendiada?
Luchando estamos por el sitio del cuerpo
y hasta por la inicial del nombre.
Clementina Suárez
  


Cubierta de Poesía completa de Clementina Suárez.

“Loca”, “irreverente”, “bohemia”, “atrevida”,  “inconforme”, “rebelde”, “perversa”, “cínica”. Estos han sido algunos de los calificativos utilizados para definir a Clementina Suárez, especialmente en el medio hondureño, quizás porque, como señalara el orador y escritor mexicano José Muñoz Cota, “los hondureños […] solamente tienen ojos para escandalizarse ante sus movimientos, pasmarse ante sus audacias y cruzarse de brazos con sus gestos”.[1]
Desde luego, no todos los hondureños y hondureñas hemos compartido esta visión, que si bien forma parte de la leyenda de Clementina Suárez y su poderoso atractivo, resulta incompleta a la hora de valorar el significado de la vida y la obra de quien como mujer y como poeta se adelantó a su tiempo.  Medardo Mejía fue de los primeros en vislumbrar la significación continental de Clementina al afirmar que “ha superado su concepción estética”; “ha hecho quedar lejos la rebeldía amatoria de Juana de Ibarborou y mucho más lejos la canción lunar, jazmines […] y paralelamente va dejando abandonados a los grupos que la admiran […]. Y tuvo la gallardía de reconocer que “aun yo, su viejo compañero y amigo, quedo como un fracaso artístico, desgreñado entre músicas rotas”.[2]
El historiador Ramón Oquelí se refirió en 1966 a Clementina Suárez como “una figura femenina que ha simbolizado siempre la inconformidad, el no uncirse a los carros de triunfos momentáneos, el no saber venderse, el de hacer surgir en la pobreza y casi como un milagro, la dignidad”; elogio particularmente significativo si se toma en cuenta que en el mismo artículo afirma que “mi generación (en la que incluyo a los nacidos entre 1930 y 1944) ha crecido sin maestros. Lo más que tuvimos fueron eficientes profesores […]. Pero no encontramos claros ejemplos a seguir, sensibilidades alertas a lo que ocurría en el mundo, y que se hubieran atrevido a denunciar nuestro progresivo embrutecimiento”.[3]  
Otros escritores hondureños también se refirieron en términos elogiosos a Clementina Suárez, entre ellos Augusto C. Coello, Marcos Carías Reyes, Rafael Paz Paredes, Martín Paz y Hostilio Lobo. No obstante, han sido intelectuales de otros países de América Latina quienes han sabido valorar con mayor precisión la obra poética de Clementina Suárez. Para el caso, en 1957 el poeta guatemalteco Alfonso Orantes afirmaba que “Clementina Suárez ha demostrado […] a través de una existencia fervorosa y fecunda en realizaciones, clara y heroica, que no nos equivocábamos al anunciar, con su aparecimiento, a un poeta auténtico con fresca inspiración original que ahora, en su madurez, nos ofrece una obra llena de vigor, equilibrio y depuración […] logrados por la precisión de su lenguaje, la sobriedad de las metáforas y la abundancia de bellas imágenes”.[4]
Por su parte, la poeta, ensayista y dramaturga salvadoreña Matilde Elena López apuntaba:
“Desde Safo nunca había vibrado una voz tan altamente lírica como la de Clementina Suárez. Una voz que conlleva gritos universales y resonancias profundamente humanas. Pero si Safo cantó al amor como no se había cantado nunca, como un puro esplendor de ternura que causó admiración a los griegos hasta el punto de considerar a la poetisa de Lesbos como a la décima musa, en la poesía de Clementina Suárez hay algo más: un hondo sentimiento trágico y universal […].”[5]
Y mientras el poeta guatemalteco Otto René Castillo sostenía que “estamos en deuda con Clementina Suárez, es incalculable lo que Centroamérica le debe a Clementina Suárez”,[6]la poeta salvadoreña Claudia Lars atestiguaba:
“En Veleros, Clementina se revela como la primera poetisa centroamericana que […] está ya suficientemente experimentada para asumir su responsabilidad de artista […]. Mientras nosotras (sus hermanas del arte) no abandonábamos aún los gastados y roídos temas del mundo que se acaba, Clementina vivía valientemente la verdad de su sueño y de su sangre, pisoteaba prejuicios, desgarraba máscaras engañosas y se mezclaba al clamor de los humildes miserables. […] Debo a Clementina Suárez la primera llamada, en mi arte, hacia lo colectivo.[7]
De estos juicios emitidos por autores y autoras cuyo prestigio ha sobrepasado las fronteras centroamericanas, se desprende que de Clementina Suárez no conocemos aún lo suficiente en nuestro propio país. La mayoría de los estudios que se han hecho sobre ella enfatizan en su vertiente erótica; o, más que en su obra, se enfocan en las vicisitudes de una vida sin duda excepcional. Para llegar a entender a cabalidad la importancia de esta figura renovadora de la poesía hondureña, es preciso conocer la totalidad de su obra, lo cual no había sido posible debido a la dificultad para encontrar ejemplares de los libros que publicó en vida, con excepción de las antologías.
En tal sentido, y parafraseando a Otto René Castillo, es necesario decir que “seguimos en deuda con Clementina Suárez”. Hacen falta estudios que profundicen en las vertientes históricas y literarias de su poesía; en su evolución creadora, del sentimentalismo romántico e ingenuo de sus primeras obras, a un estilo vanguardista, no solo en la forma, sino en el contenido. Es de suma importancia entender, por ejemplo, cómo la revolución socialista de octubre en Rusia, cuyos ecos le llegaron en su viaje a La Habana, en los años treinta, y el haber conocido en México al poeta español León Felipe, brillante figura de la generación de 1927, influyeron en la temática y las metáforas empleadas por Clementina Suárez a partir deVeleros; y por qué temas universales como el amor de pareja, la maternidad y la muerte, son tratados de manera dramáticamente distinta por la misma autora cuando comparamos, por ejemplo, Corazón sangrante, su primer libro, publicado en 1930, con De la desilusión a la esperanza, de 1944.
El carácter fundacional de la poesía de Clementina Suárez ha sido reconocido por estudiosos como Rigoberto Paredes: “Desconocer su nombre (...) sería como privar a nuestras letras y, por qué no decirlo, a un período significativo de la actual formación cultural hondureña, de una voz, de una actitud con caracteres fundacionales”.[8] Sin embargo, aún hace falta precisar las características que alejan a Clementina Suárez de la poesía hondureña escrita por sus contemporáneos y la colocan entre los y las poetas de vanguardia de América Latina; por ejemplo, en poemas como “Poema del paso desatado”, incluido en el ya mencionado De la desilusión a la esperanza, o “En pretérita casa”, de El poeta y sus señales, publicado en 1969.
Dicho en otras palabras, solo al leer la obra completa es posible, no solo seguir las huellas de ese “aprendizaje difícil”, como lo llamara Helen Umaña,[9] sino identificar a dónde llegó Clementina Suárez como poeta, con el propósito de trascender el mito y ubicarla finalmente en el lugar que le corresponde dentro de la literatura hondureña.
Estas son algunas de las razones que llevaron a la Editorial Universitaria a acometer la tarea de recopilar la obra completa de esta sorprendente mujer. Sorprendente en cualquier época, pero más aún al recordar que nació a principios del siglo pasado en Olancho, de familia terrateniente, vivió en la Tegucigalpa de la primera mitad de ese siglo, confrontada con una sociedad en la que el patriarcado y el puritanismo han estado firmemente arraigados, y publicó gran parte de su obra durante la dictadura de Tiburcio Carías Andino.
Hay que decir que no hemos sido los primeros en intentar reunir todos sus libros en un solo volumen. Los investigadores e investigadoras que se propusieron hacerlo antes que nosotros saben que de la Biblioteca Nacional se han perdido, en anteriores administraciones, las obras que en su momento donó la familia de la poeta. Si bien el escritor Eduardo Bähr, actual director de esa institución, nos facilitó los escasos títulos de Clementina Suárez que pudo encontrar, fue su hija Alba Rosa Suárez quien nos confió los que tal vez sean los últimos ejemplares originales que quedan de Corazón sangrante y deDe la desilusión a la esperanza, así como un facsímil del poemario en prosa De mis sábados el último, además de varias fotografías de gran valor.
Debemos agradecer también al poeta comayagüense Néstor Ulloa, quien tuvo la buena fortuna de encontrar y rescatar un ejemplar original de Los templos de fuego y gentilmente lo puso a nuestra disposición.
Todo este esfuerzo no hubiera podido llegar a feliz término sin el invaluable apoyo que desde la Universidad de New Hampshire nos brindó la profesora Janet Gold, estudiosa de la literatura latinoamericana y biógrafa oficial de Clementina Suárez. Ella escaneó y nos envió en archivo digital los poemarios que no habíamos encontrado en ninguna otra parte:Iniciales, Veleros y Engranajes, con lo cual finalmente pudimos incorporar la totalidad de los títulos que forman la obra publicada por Clementina Suárez.
En esta edición se han organizado los libros en orden cronológico a partir de 1930, fecha de publicación de Corazón sangrante e Iniciales,  este último un libro colectivo que reúne poemas de nuestra poeta, del hondureño Martín Paz y de los mexicanos Lamberto Alarcón y Emilio Cisneros Canto.[10]  Siguen De mis sábados el último, poemas en prosa, y Los templos de fuego (ambos de 1931); Engranajes, poemas en prosa y verso (1935); Veleros(1937); De la desilusión a la esperanza (1944); Creciendo con la hierba (1957); Canto a la encontrada patria y a su héroe (1958); El poeta y sus señales (1969); y Con mis versos saludo a las generaciones futuras (1988). De los dos últimos, por tratarse de antologías, solo se agregan los poemas que no figuran en los libros anteriores.  Los poemas que la autora incluyó en más de un libro aparecen una sola vez, en el que corresponde a la primera publicación, con una explicación a pie de página.
Finalmente, en el apartado Otros poemas, se incluyen dos que no figuran en ninguna de las obras antes mencionadas, pero aparecen sin fecha en el Índice general de la poesía hondureña, de Manuel Luna Mejía, publicado en 1961.
Se han omitido los prólogos, en algunos casos por tratarse de meras palabras de cortesía de algún amigo, y además porque todos están disponibles en el compendio de reseñas y artículos Clementina Suárez, citado en esta nota.
Se ha respetado la forma de escribir propia de la autora, incluyendo el uso de ciertas palabras no aceptadas en el español, en cuyo caso se hace la anotación correspondiente, salvo que su significado sea evidente en el contexto o sean parte del habla hondureña. No obstante, se ha procurado modernizar la ortografía, respetando, sin embargo, el uso de algunas mayúsculas que para la autora eran de gran significación, por ejemplo, en la palabra “amado”.
Esperamos que el esfuerzo de la Editorial Universitaria por lanzar esta publicación en el marco del Año Académico 2012 “Clementina Suárez”, llamado así por las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en reconocimiento de los méritos de la poeta, encuentre amplia acogida en los ámbitos literarios y académicos de Honduras y del extranjero. Pero, sobre todo, confiamos en que contribuirá a que las nuevas generaciones conozcan y hagan suyo el legado de esta mujer irrepetible, haciendo honor a su testamento poético: “Hoy mi pequeñísimo cuerpo empuja las estrellas / y con mis versos saludo a las generaciones futuras”.

Ciudad Universitaria, octubre de 2012.

María Eugenia Ramos



NOTAS




[1] Muñoz Cota, José (s.f.). “A través de mi cámara en el cumpleaños de Clementina”, en Clementina Suárez (1982). Tegucigalpa: Litografía López, p. 69.
[2] Mejía, Medardo (s.f.). “Clementina Suárez”. En op. cit., pp. 9-10.
[3] Oquelí, Ramón (1966). “Clementina Suárez”. En op. cit., p. 129.
 [4] Orantes, Alfonso (1957). “Clementina Suárez, ángel rebelde y la permanencia poética”. En op. cit., p. 19.
[5] López, Matilde Elena (s.f.). “Creciendo con la hierba de Clementina Suárez”. En op. cit., p. 23 (el subrayado es mío).
[6]  Castillo, Otto René (1967). “Clementina Suárez en Centroamérica”. En op. cit., p. 79.
[7]  Lars, Claudia (s.f.). “Palabras sobre Clementina Suárez”. En op. cit., p. 85.
[8] Paredes, Rigoberto (1988). Prólogo a la antología Con mis versos saludo a las generaciones futuras. Tegucigalpa: Ediciones Paradiso. Citado por Ramos (2002), en Visión de país en Clementina Suárez y Alfonso Guillén Zelaya. Tegucigalpa: PNUD, Colección “Visión de País” N° 4.
[9] Citada por Ramos (2002).
[10] En esta edición se incluyen solo los poemas que Clementina Suárez aportó a esta obra colectiva.





 Fuente: El blog de Maria Eugenia Ramos, Disentimientos, disentimientos.blogspot.com 

Critica y reseña: Libros y poesía de Leonel Alvarado por Salvador Madrid .

Leonel Alvarado: la más bárbara de las ausencias 


05:24PM  -  Salvador Madrid   “Xibalbá Texas” y “Retratos mal hablados”, dos libros de poesía contemporánea del poeta Leonel Alvarado, Premio Rogelio Sinán 2013 y finalista del Premio Casa de las Américas 2013. <> 12 


El escritor Leonel Alvarado  frente al poema Icarus in the backyard (Icarus en el patio),
colocado en una de las paredes de una biblioteca.  


Esa ausencia del poeta Leonel Alvarado está llena de significados; primero los personales, que marcan su vida como académico, y luego los de su universo poético.Pero sin duda, esa ausencia física en Honduras se compensa con su trabajo intelectual y con su poesía, pues sus últimos dos libros “Retratos mal hablados” y “Xibalbá Texas” nos muestran a ese gran poeta y definen un personalísimo estilo, totalmente polifónico y contemporáneo.De las pocas buenas noticias de nuestra poesía, ojalá que su obra se difunda más y que se lea, en verdad merece todo el reconocimiento y la admiración.

“RETRATOS MAL HABLADOS”: ESA LEJANÍA ÍNTIMA DE LA HISTORIA EN LA VIDA COTIDIANA. En este libro, la poesía opera desde dos puntos de vista: el viaje de lo cotidiano a lo histórico y el viaje desde lo histórico a lo cotidiano. Es un libro más complejo de lo que se supone, pues en sus primeros poemas el yo poético se expone al ofrecernos un retrato familiar, el trazo es casi narrativo, y debe ser así, pues es un yo poético que nos habla del pasado, su presencia desde el presente la dictamina la enumeración de acontecimientos históricos que describe, es un yo poético narrativo asaltado por las verdades de la adultez, la experiencia y el conocimiento, lo que le permite hablar con claridad y con una sospechosa inocencia donde trasiega la ironía y el sarcasmo; por eso se explica que la voz poética (a pesar de que se vuelca sobre la infancia) no tenga un tono evocativo.Hay una introspección a la realidad histórica desde la estatura de una cotidianeidad que ya no es ingenua, ni reflejo, sino que se vuelve el hocico feroz del devenir y de la existencia; no es una mirada sobre un mundo primigenio idílico y paradisíaco sino sobre las evidencias en carne viva de la dureza que puede ser crecer en el tercer mundo y esto más allá de la sola carencia material, hablo de esa edificación del mundo propio, de ese interior espiritual.De este modo, lo cotidiano es la concretización de una estructura inventada, supervisada y manipulada por el poder y su mención; de este modo, deja de ser la representación de una transparencia que se tamiza con los recuerdos o bajo la alienación, cambiando las lecturas: es una realidad compleja, laberíntica, que por su intimidad y ese afán de búsqueda del paraíso perdido a veces se trata como un mágico mundo, pero que es en verdad un degolladero del individualismo y de los sueños.

“XIBALBÁ TEXAS”: UN VIAJE AL UNIVERSO INTERIOR DEL VENCIDO. Es ese viaje del “sur” real, simbólico (no significa propio), a un norte irreal o más bien ensoñado en la alienación del migrante, sin embargo el universo simbólico de ese migrante no calza en el nuevo mundo, su reino, Xibalbá, puede ser el oscuro calor que mata con lentitud a los indocumentados en un contenedor, la calcinante blancura del nuevo amo, la sospechosa atracción de los espejismos que lo embelesan pero que no calman esa extraña sed de quien deambula en los sueños de una máquina tragahombres. El norte es imposible para este viajero; este libro está a mitad de camino, no puede ser de otro modo, a vmitad de la vida o a mitad de la muerte; Alvarado indaga ese viaje y lo compara a una batalla solitaria cuyo centro está en el corazón del desasosiego.Entregamos al lector algunos fragmentos de los dos libros, sin duda alguna, dos noticias felices, tan necesarias para nuestra nueva poesía.




Un fragmento de un poema de “Retratos mal hablados”

Las vacas de Bertolucci: posible escena de 1900

(fragmento)

cuando lo habíamos perdido todo
mi padre nos enseñó a ordeñar las vacas
que mirábamos en las nubes. entre risas
decía que era como meterse a robar
al potrero de Dios. el truco
era esperar que el arcángel y su mujer
estuvieran profundamente dormidos.

mi padre se bajaba de la mula
que no tenía y nos iba
señalando las ubres generosas.
la leche era caliente y triste
como debía ser su sangre en esos días.

sus hijos prendidos a las tetas
del cielo, mamando
sus promesas de calostro,
el calcio de sus huesos, el sudor
más necesario de su cuerpo.

él trajinando, distrayendo con sus cuentos
a Dios, enamorando a la mujer
del arcángel para que le confiara
la llave del portón. después se aparecía

arreando lo que había dejado de tener
y lo que ahora más tenía: sus ansias
de padrón, sus ganas de lechero,
su pericia de capataz de vacas
que Dios inventaba con su aliento.

(en días de abundancia cada uno salía
del patio al patio, plato y salero en mano, a rebanar
su asado de la vaca que hacía su última cena
en el jardín, los de modestas ambiciones
se conformaban con transar una pechuga
en el cuartel de las gallinas).

hijos de la necesidad sus hijos
no mirábamos barcos en las nubes.
nadie estaba para viajes y los adioses
enmudecían en la boca del estómago.


Teen spirit

Smells like teen spirit
Kurt Cobain


I
entre el viejo y mi hermano se interpuso
una guayabera, esa prenda de vestir
de la alta costura caribeña, adornada
con alforzas verticales y, a veces, con bordados
y que lleva bolsillos en la pechera y en los faldones.
es favorecida en los climas tropicales por su virtud
de refrescar y disimular redondeces señoriales.

debo aclarar que el viejo murió en el setentidós
y que a los dieciséis mi hermano heredó
la camisa del dueño de las ubres, del juez
de paz en tiempos de gobiernos militares,
del que en su casa cenaba con el cura
que le bautizaba a sus hijos y recibía
a señorones enguayaberados
que parecía tener una provisión interminable
de tabaco en una de las tantas bolsas de la camisa.

pero sucedió que mi hermano pasó del tabaco
a la marihuana, de la estatura afeitada del viejo
a la melena, del guayaberismo a la camisa
pegada al cuerpo, del rigor del sastre
al pantalón acampanado, qué más se podía
esperar:  john lennon hacía sus revoluciones
desde la cama y Jimmy hendrix le clavaba
los dientes a un himno escrito por sus mayores.

mi hermano no estaba para pliegues, no tenía
paciencia para botones, no quería ser ombligo
de su padre ni padrón de las vacas
que se comían el pasto de su tumba.
no quería ponerse, a los dieciséis
o a los veintitantos, la sonrisa del viejo
ni le interesaba hacer temblar la casa con su vozarrón.

mi hermano no cerraba tratos, no tenía influencias
ni hijos que bautizar pero se tomaba en serio
su irresponsabilidad, sus ganas de no taparse los ojos
con las manos muertas de su padre. nada le decía
el prestigio de las alforzas verticales, no tenía cuerpo
para la camisa almidonada con la leche
de las ubres paternales, no había títulos
de propiedad para tanto bolsillo ni quería
negociar sus huesos con gobiernos militares.

sin ceremonias que valga la pena mencionar
en un rincón del ropero quedó la camisa
olorosa al pesado amor paternal.

Poemas de “Xibalbá Texas”

1

El sur se hizo para abandonarlo.

El llanto del recién nacido es la nostalgia
de un norte que pasará buscando
toda la vida.

El norte es el mito mayor, el mapa
tatuado en la frente del que no se resigna
a tirar la última semilla en la zarza.

Al sur no se le quieren sus espinas,
sus remolinos de polvo y de hojas secas,
el final triste de todos sus retoños.

Se le echa en cara tanta tierra
sin dulzura. No se le perdona
la paciencia que hay que tener
para dar con sus orillas.

El sur es una espera, una sed
inevitable, un pariente triste que queremos
abandonar en una vuelta del camino.

Al sur se le reclama el desconcierto
de la semilla que, esperando gotas
sueña su derecho a robles milenarios.

Se nace para decirle adiós, para dejarlo
en el cuarto del fondo, para engañarlo
con el cuento de la gota que vendrá
a bajarle calentura con paños de agua tibia.


2
¿El sur se hizo para abandonarlo?

Pero el que se va no sacia su sed.
Es un árbol que echa raíces en el aire,
una semilla que brota entre la zarza.


LAS LAVANDERAS O EL MODERNISTA SE LAMENTA: DE LOS POEMAS SUELTOS DE JUAN RAMÓN MOLINA

Péscame una sirena pescador sin fortuna
Molina

Desde aquí mirábamos a las sirenas.
Eran otros tiempos. Los domingos bajábamos
a cubrirnos los oídos con los pedazos de Ulises
que habíamos guardado durante la semana.

Sobre piedras pulidas por el desgaste de otras manos
sacaban brillo a sus largas cabelleras
mientras su barato sayal se les pegaba al cuerpo
como escama dolorida. Con el agua

hasta las rodillas restregaban las ropas,
cabellos, chismes, ilusiones. Limpiaban
las mentiras, que otros iban a ponerse,
como nuevas, la próxima semana.

En la corriente flotaba una espesa nata blanquecina
cargada con los humores de una humedad
venida de más lejos,  
de sucios sueños solitarios
más oscuros que la noche más oscura.

Río arriba, recostados en la baranda,
las mirábamos hacer y lo que sobraba de Ulises
se nos derretía bajo la ropa. Acariciado
por el último canto de aquellas sirenitas
de alma húmeda el Odiseo que a veces fuimos
se dejaba ir entre las aguas como un paciente,
ya lo dijo Eliot, anestesiado en el quirófano.

Después nos íbamos,
uno tras otro, cabizbajos, buscando
algo no perdido entre las piedras,
dejando atrás los desperdicios de un cuerpo
puesto a secar  en el fango de la arcilla.





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