Mostrando las entradas con la etiqueta Orbis & Urbis.. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Orbis & Urbis.. Mostrar todas las entradas

Orbis & Urbis: Reflexiones sobre la Ciudad a la luz de “Las Ciudades Invisibles” por Laureano Albadejo Serrano




Plaza de las palabras en su sección Orbis & Urbis,  presenta Reflexiones sobre la Ciudad a la luz de “Las Ciudades Invisibles” por Laureano Albadejo Serrano, trabajo presentado en el programa de doctorado de Arquitectura, Urbanismo y Medio Ambiente. Las reflexiones apuntan al trabajo pionero y seminal de imaginación urbana del escritor italiano Italo Calvino y su muy conocida obra Las ciudades invisibles. Monumental y poli funcional obra imaginativa con un andamiaje en el mundo real. En una obra inclasificable, podrían ser cuentos o una larga historia entre Marco Polo y Kublai Khan, en que Calvino  exponen 55 tipos de ciudades,  divididas en 11 categorías de la arquitectura mental.  ¿Cómo desde lo imaginario se puede abordar la realidad?. ‘¿Y cómo desde una realidad se puede extraer lo imaginativo para seguir construyendo la ciudad  ideal? La reflexión, y no solo la imaginación,  también  construye ciudades.




Reflexiones sobre la Ciudad a la luz de “Las Ciudades Invisibles”

Laureano Albadejo Serrano


Este artículo se corresponde con un trabajo de investigación presentado para el Programa de Doctorado “Arquitectura, Urbanismo y Medio Ambiente”, en la Universidad Politécnica de Cartagena, en la asignatura “Urbanismo Sostenible”, impartida por la Dra. Arquitecta Dª Esther Monasterio Navarro

Introducción

“Las ciudades invisibles” es un libro complejo y rico en posibilidades de interpretación y lectura. Y tal era la intención de Italo Calvino al escribirlo. Para él, influido por el estructuralismo y la semiología1, no es tan importante el autor como el lector a la hora de dar un significado a una obra literaria (abogará, de hecho, por una cierta disolución o desaparición de aquél en favor de la preeminencia de éste). Si, de acuerdo con el enfoque estructuralista de la semiótica, el significante (la palabra escrita en nuestro caso, o incluso el libro en su conjunto) adquiere un significado en un contexto determinado, diferente al que toma en otro, la lectura de un libro puede realizarse, en cierta manera, con un significado distinto al que existía en la mente del autor, puesto que el contexto del lector es diferente al del autor; incluso el de cada lector es distinto. Italo Calvino, siguiendo esta idea, deliberadamente escribe esta obra para que pueda leerse y comprenderse de muy diversas formas.

Utopía


Así, existen, por así decirlo, diversos planos de interpretación, generándose una obra en cierto modo poliédrica. Por ejemplo, puede entenderse, en clave puramente literaria, como una re-escritura de “Los viajes de Marco Polo“, junto con la “Utopía” utopiade Tomás Moro, incluyendo a su vez multitud de referencias literarias a obras clásicas y a otras más recientes2, y que, además, es en sí una reflexión sobre la propia creación literaria. También es posible una lectura en clave de análisis del lenguaje3. Igualmente, puede interpretarse que se trata de una búsqueda del sentido de la existencia4. Existe asimismo una lectura posible bajo el prisma de la ecología urbana5. O de la relación entre utopía y realidad, casi desde un punto de vista platónico6. Otra interpretación, ofrecida por el propio Calvino, es la lectura como crítica a la ciudad y a la sociedad modernas. Por tanto, si el lector en cierta medida destruye y renueva (reestructura) el significado de lo escrito, si, como afirma el propio Calvino, el lector tiene una participación creativa activa en la obra escrita, podemos nosotros hacer una lectura arquitectónica de la obra, lo que nos permite realizar una reflexión sobre la ciudad y sobre la arquitectura al hilo del contenido de Las ciudades Invisibles.

Una cara del poliedro

El libro de Calvino tiene una estructura compleja. Consta de nueve capítulos, de los cuales el primero y el último contienen la descripción de diez ciudades, mientras el resto describe cinco cada uno, resultando un total de 55 ciudades. A su vez, las ciudades se inscriben dentro de 11 categorías distintas (las ciudades y la memora, las ciudades y el deseo, las ciudades y los signos, las ciudades sutiles, las ciudades y los intercambios, las ciudades y los ojos, las ciudades y el nombre, las ciudades y los muertos, las ciudades y el cielo, las ciudades continuas, las ciudades escondidas). Cada capítulo queda enmarcado entre fragmentos del diálogo que mantienen Kublai Kan y Marco Polo, y que incluyen reflexiones muy diversas (y con muchas lecturas posibles, como ya queda dicho).




Hay distintos juegos matemáticos en la estructura del libro7, como puede ser la secuencia de la numeración de las ciudades según sus distintas categorías, de modo que se forman sucesivas “cuentas-atrás”: 1, 2-1, 3-2-1, 4-3-2-1, 5-4-3-2-1 (repetida siete veces), 5-4-3-2, 5-4-3, 5-4 y finalmente 5. Como afirma el propio Calvino (2007), había encontrado en la ciudad un símbolo “complejo, que me permitió mayores posibilidades de expresar la tensión entre la racionalidad geométrica y la maraña de las existencias humanas”. Así, esta estructura matemática, aparte de poseer otras connotaciones8, la confronta Calvino en Las ciudades invisibles con el desorden aparente que encuentra en la vida real. Esta oposición la vemos también en la descripción de las ciudades, en las que encontramos la simetría frente a la irregularidad, la estabilidad frente a la inestabilidad, lo estático frente al cambio. Y precisamente pretendemos con este trabajo reflexionar sobre la ciudad al hilo de estas oposiciones, si bien dejaremos para el comienzo del siguiente epígrafe la explicitación del objeto de tal reflexión, y su conclusión final para el último apartado. En cualquier caso, todo ello lo haremos siendo conscientes de que se trata, simplemente, de una de las múltiples caras del poliedro que Calvino crea (o deja crear al lector) con su libro.


Giorgio de Chirico: Melancolía, 1.912


Introducimos también aquí una imagen de una obra de Giorgio de Chirico, una de las famosas Piazze que plasmó en su período de pintura metafísica. En concreto, reproducimos el cuadro Melancolía, pintado en 1.913. Aquí, como ocurre con Calvino, de Chirico emplea la ciudad como un símbolo, y aquí también, la realidad que se nos muestra es poliédrica, llena de posibles lecturas, con un empleo consciente de perspectivas diversas, entremezcladas, y que nos resultan inquietantes. También aquí no se nos describe una ciudad tal cual es, sino que se nos da, intencionadamente, una visión parcial (pero múltiple, ya lo hemos dicho) de la misma. También aquí, como en Las ciudades invisibles, hay una reinterpretación, una actualización del clasicismo9. Y una última similitud, que va a subyacer en nuestra reflexión sobre la ciudad: las figuras humanas en los paisajes de de Chirico, como en las descripciones de las ciudades de Calvino son, en apariencia, poco relevantes, menores, casi insignificantes.


Reflexiones

Dentro de las múltiples re-lecturas y re-creaciones posibles de Las ciudades invisibles, no hemos querido ceñirnos a un capítulo o a una de las categorías que propone Calvino. En su lugar, las reflexiones que vamos a hacer se basan en un concepto, por decirlo de algún modo, transversal en el conjunto de la obra, como es la relación de la ciudad con esa “maraña” de la vida de sus habitantes, de lo construido con lo vivido, de la arquitectura con el hombre, del urbanismo con la vida de la ciudad. Y, a pesar de que, como hemos dicho, en Las ciudades invisibles los habitantes son, en gran medida, “invisibles” (no siempre aparecen en las descripciones de las 55 ciudades y, en cualquier caso, no constituyen el aspecto central de las mismas10), no deben considerarse en absoluto un tema marginal en la propuesta de Calvino, pues, como vamos a comprobar a continuación, esta relación aparece de forma más o menos explícita en numerosos puntos del libro.

Dorotea. Pedro Cano.


Ya en una de las primeras ciudades que aparecen en el libro, Dorotea, Marco Polo expone que, para hablar de ella, puede describir sus edificios, puentes, murallas, barrios, o explicar el comercio que en ella se desarrolla… o bien hacer un relato más vivencial, como el del camellero, en que se expresa la experiencia de la ciudad relatando lo que hacen sus habitantes, cómo son, cómo y por donde se mueven… Por tanto, no basta una descripción física, o económica, de la ciudad, sino que, para comprenderla, es necesario hacer referencia también a cómo son y cómo viven sus habitantes.


Zaira. Odeii (Flickr)


De forma parecida, se nos dice que Zaira no está hecha de peldaños, calles, arcos, etc, sino de “relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado”, entendiendo éstos como lo que han vivido sus habitantes, su historia, su experiencia. La ciudad contiene, por tanto, el pasado de sus ciudadanos, su historia, su vida.

En Zora, la ciudad que queda perfectamente impresa en la memoria, no se menciona a sus habitantes (salvo al hablar de que existe un puesto del vendedor de sandías). La ciudad debe permanecer inmóvil, sin cambiar, para poder ser recordada. Al no poder cambiar, al no poder adaptarse, al ser rígida, la ciudad no es capaz de alojar lo cambiante, lo inestable, lo mutable, o, en expresión de Cortés García (2003), el clinamen11 que supone la libertad de los habitantes, la variabilidad que introducen. Al final se produce la desaparición de la ciudad, precisamente porque no puede albergar la vida del hombre.

Al final del primer capítulo, vemos de nuevo esta contraposición: mientras los embajadores del Kan le describen cifras, nombres, dimensiones, etc., éste prefería las acciones de Marco Polo, quien, sin conocer la lengua de Kublai, mediante gestos y pantomimas, le describe aventuras, hazañas, etc. Son relatos de vivencias, y no meras descripciones del lugar físico. Esta disertación continúa al principio del capítulo segundo, cuando el Gran Kan recrimina a Marco Polo que, en lugar de los datos concretos que aportan otros embajadores, éste le hable de “los pensamientos que se le ocurren al que toma el fresco por la noche sentado en el umbral de su casa”. Pese a esta aparente crítica, Kublai Kan seguirá al final del capítulo prefiriendo las historias de Marco Polo, incluso cuando éste mejore su dominio de la lengua tártara. Es más, preferirá a las palabras (que permitían describir mejor “monumentos, mercados, trajes, fauna y flora”) los gestos a los que recurre el veneciano para “decir cómo debía ser la vida en aquellos lugares”. Sigue interesándole más esto último que los meros datos descriptivos.



Zenobia. Colleen Corradi Brannigan.



Más tarde afirma Marco Polo acerca de Zenobia que, si bien no se recuerda el origen o la razón de su peculiar construcción elevada con pilotes, bambú, galerías, escalas, zancos, etc., sus habitantes imaginan una ciudad ideal, en la que ser felices, que no sea, en esencia, distinta de la que poseen. La conclusión final es que la división entre las ciudades debe hacerse diferenciando las que se adaptan “dando forma a los deseos” o las que borran los deseos o son borradas por ellos. De nuevo aparece la importancia de la adaptación, de la adecuación de la ciudad a sus habitantes, de modo que éstos no vean borrados sus deseos o, como ocurría con Zora, desaparezca y sea olvidada.

Sofronia muestra de nuevo la oposición entre lo estable, lo geométrico, lo racional, frente a lo mutable y variable. Es una ciudad formada por dos mitades. En una de ellas está “la gran montaña rusa de ríspidas gibas, el carrusel con el estrellón de cadenas, la rueda de las jaulas giratorias, el pozo de la muerte con los motociclistas cabeza abajo, la cúpula del circo […]”. Es la parte dinámica, lúdica, de la ciudad. Simboliza, pues, la parte vivida. La otra mitad está formada por edificios de piedra, mármol y cemento, e incluye “el banco, las fábricas, los palacios, el matadero[…] y todo lo demás”. Cada año una de las mitades se va, en caravana, hacia otros lugares, y la otra se queda. Pero, paradójicamente, es la parte dinámica, la aparentemente inestable, la vivida, la parte que se queda, esperando que, al cabo de unos meses, vuelva la otra. Así pues, es la vida de los habitantes la que permanece. Las arquitecturas pasan, van y vuelven. La auténtica esencia de la ciudad, la que permanece fija, (si bien ambas mitades son necesarias para que “la vida recomience”), es la vida de sus habitantes.

Análogamente, los habitantes de Eutropia cambian de lugar de tiempo en tiempo, mudándose a una ciudad vecina, con ligeras diferencias respecto a la anterior, luego a otra, y así sucesivamente. Cambian también sus actividades, “sus vidas se renuevan”, aunque la organización general es la misma, variando sólo los papeles que asume cada uno. Pero, a pesar de todo, Marco Polo afirma que es la única ciudad del Imperio que permanece idéntica a sí misma. Dado que las ciudades a las que van trasladándose sucesivamente son distintas unas de las otras y que las actividades que los habitantes realizan, las vidas que llevan, son similares, cabe colegir que es precisamente el hecho de que las distintas ciudades se vivan igual (pese al cambio de roles) lo que confiere a la ciudad esa unicidad. Por tanto, lo que permanece inmutable, lo que constituye la propia esencia de Eutropia, es la forma en que ésta se vive.

Calvino abunda en la importancia de la experiencia que se vive de una ciudad cuando Marco Polo describe Zemrude como una ciudad que se percibe distinta en función del “humor de quien mira”. Dejando de lado la obviedad del hecho empírico de la importancia del estado de ánimo del observador en su percepción, subyace aquí de nuevo la idea de que es el cómo se vive una ciudad, y no su configuración formal, lo que la hace ser una ciudad feliz o no.


Ersilia. Mirjana.

En Ersilia, es la red de hilos que materializa las relaciones entre sus habitantes lo que constituye realmente la ciudad. Cuando la abandonan, quedando la telaraña de relaciones abandonada, “aquello es todavía la ciudad”, afirma Calvino por boca de Marco Polo. Sólo cuando vuelven a edificar una nueva ciudad y vuelven a tejer la maraña de sus relaciones, vuelve a ser una ciudad, vuelve a ser Ersilia.

El nombre de la ciudad de Baucis hace referencia al mito griego de Filemón y Baucis, por lo que podemos deducir que es la falta de hospitalidad de sus habitantes12 la que impide al viajero reconocer la existencia de la ciudad, puesto que ésta, como Frigia, ha desaparecido. En realidad, en el caso de Baucis, sus habitantes han construido la ciudad elevada y no descienden a la tierra. Esa falta de hospitalidad, de relación con otros y con la tierra, es la que hace que la ciudad casi no exista, y que los habitantes contemplen fascinados “su propia ausencia”.

En la ciudad de Leandra aparece más clara la contraposición de ideas sobre la que vamos reflexionando. Existen unos “dioses del lugar” y unos “dioses de las personas”, los Lares y los Penates13, respectivamente. Y discuten entre ellos quién constituye el alma de la ciudad (por supuesto, tanto unos como otros piensan que son ellos mismos quienes constituyen tal alma). ¿Cuál es, por tanto, la esencia de la ciudad? El dios del lugar, el Lar, el genius loci -utilizando la expresión de Norberg-Schultz- tiene, sin duda, su importancia. Pero no podemos olvidar al Penate, el dios protector de la familia. No podemos olvidar que parte esencial de la ciudad es el habitante, que una ciudad no es sólo una realidad física, sino que encierra toda una serie de experiencias humanas, incluyendo un pasado, una historia como suma de aquéllas, un presente y un futuro que ha de ser vivido en ella.



 Eudossia. Fernando Rossia.

Otra descripción esclarecedora sobre la idea que subyace en la obra de Calvino es la de Eudossia. Si bien su diseño está plasmado en una alfombra, con toda su perfección y precisión geométrica, es difícil reconocer lo que ves en la ciudad en la representación que contiene la alfombra. Es necesario prestar especial atención para reconocer los distintos elementos urbanos en el diseño tejido, si bien todos están contenidos en él. La percepción de la ciudad que cada habitante (y visitante) tiene de Eudossia no concuerda exactamente con las tramas contenidas en la alfombra, si bien está implícita, escondida, en ella. De acuerdo con el oráculo que relata Marco Polo, en uno de los dos objetos -la alfombra y la ciudad- está contenido el diseño del cielo estrellado, de los planetas, de todo el universo; el otro es una copia imperfecta de tal diseño. Marco Polo no aclara cuál es el verdadero mapa del universo y cuál la obra aproximada e imperfecta. De nuevo estamos ante la confrontación de la exactitud matemática con la maraña de las vidas humanas, en palabras de Calvino. De nuevo ante la tensión entre lo inmutable y el clinamen, entre lo diseñado y lo vivido.

Bersabea tiene como modelo una Bersabea celeste, que posee todas las virtudes y sentimientos elevados, y que sus habitantes creen ejecutada con oro, plata, diamantes… “una ciudad joya”. Creen también que hay otra Bersabea infernal que reúne todo lo despreciable e indigno, y que creen llena de desperdicios, cajones de basura, restos de fideos… Marco Polo explica que, paradójicamente, aunque esas ciudades-modelo existen y albergan las virtudes o defectos que les suponen, realmente la Bersabea infernal ha sido diseñada por “los más autorizados arquitectos”, con caros materiales, y con un funcionamiento perfecto. Es la Bersabea celeste, sin embargo, la que alberga las mejores virtudes y bondades, en la que hay “peladuras de patata, paraguas desfondados, medias en desuso, […] pedazos de vidrio, botones perdidos, papeles de chocolate”, etc. Cabe deducir, pues, que la Bersabea celeste no es la que mejor ha sido diseñada, la más bella, sino la que más se ha vivido, en la que más restos de existencia hay.

Por no hacer excesivamente extensa esta reflexión, hablemos por último de Perinzia, la ciudad que fue diseñada meticulosamente, perfectamente, reflejando, según los astrólogos, la armonía del firmamento. Sin embargo, los habitantes, en sucesivas generaciones, se han convertido en seres monstruosos, deformes. Un pretendido diseño perfecto no ha logrado convertirse en el lugar ideal para la vida de sus habitantes, y éstos han acabado degenerando en entes horribles.


Conclusiones

La reflexión final, que parte de todas las anteriores, es simple y, además, era intuida antes de compenzar: el arquitecto y el urbanista no pueden olvidar en el diseño de la ciudad al hombre. Esto, que parece una obviedad, no lo es tanto cuando pensamos en la forma en que la ciudad se proyecta tantas veces hoy en día (e incluimos aquí en el concepto de “proyectar la ciudad” no sólo el diseño y planeamiento urbanísticos, sino también el mero proyecto de arquitectura, que, a la postre, construye la ciudad). Se trata muchas veces de procesos proyectuales en los que lo esencial es cumplir unas normas, alcanzar unos valores límite máximos o mínimos, cuadrar unas cifras, establecer ciertas reservas para ciertas funciones o usos, asegurar la correcta y fluida circulación de vehículos, dimensionar ciertos elementos hasta que se verifiquen unas limitaciones normativas, satisfacer unos requisitos económicos, realizar meros ejercicios compositivos (relaciones vacío -hueco, proporciones y relaciones geométricas, formas que representen algo o den respuesta a algo, incluso en ocasiones la forma por la forma…), etc. Desde luego, todo esto debe estar contenido en un proyecto o en un plan urbanístico, pero en tantas ocasiones nuestros proyectos se convierten en “racionalidad geométrica”, pero olvidando la “maraña de las vidas de los hombres”. En tantas ocasiones confiamos en que al cumplir cierta normativa estamos dando respuesta a las necesidades (“deseos”, en los términos de Calvino) del hombre. En tantas ocasiones hacemos diseños bellos, (casi)perfectos, completamente funcionales, como ocurría en Eudossia, o en Bersabea, o en Perinzia, pero que, al fondo, no tienen en cuenta al hombre. En todas esas ocasiones nuestro trabajo no da respuesta a sus deseos, no contempla el clinamen, no es capaz de adaptarse al cambio, no es capaz realmente de albergar la vida del hombre en toda su potencialidad, sino que, en realidad, muchas veces la limita, le pone impedimentos.

Creemos haber demostrado cómo Calvino, a pesar de que aparentemente deja en un segundo plano a los habitantes de las ciudades, en realidad los sitúa y los narra, semi-escondidos, para ser descubiertos por lo que el llama “un lector atento”. Del mismo modo, y retomando la imagen de de Chirico que presentábamos con anterioridad, el pintor sitúa en su cuadro (como en tantas de sus pinturas metafísicas) a unos personajes aparentemente irrelevantes, e imposibles de reconocer por su escaso tamaño, sin rostro identificable. Sin embargo, como buen conocedor de las leyes compositivas y de la percepción, la posición de esas figuras humanas está perfectamente estudiada, de forma que la vista acaba dirigiéndose a ellas indefectiblemente. En su Melancolía, en la tensión del cuadro precisamente, gracias al uso del color y a las diagonales que trazan las sombras, a semejanza del lector atento de la obra de Calvino, un observador “atento” acaba descubriendo el papel esencial que desempeñan esas diminutas figuras en el cuadro.


No lugar. Txema Rodríguez.


Si olvidamos al hombre, sus deseos, su necesidad imperiosa de apropiarse de los espacios en que habita, en nuestro trabajo como arquitectos, corremos el riesgo de crear espacios como los de de Chirico o como los de muchas de las ciudades distópicas de Calvino: inquietantes, aplastantes, casi inadecuados para la vida humana, y tal vez lo que pretendemos diseñar como un lugar se convierta en un no-lugar14. Habremos así tergiversado el significado de la palabra Utopía, que, según su origen etimológico, puede interpretarse como eu-topía (“buen lugar”) o como ou-topía (“no lugar”). Se tratará en fin, de tener en cuenta al hombre para lograr buenos-lugares en vez de no-lugares.

Bibliografía

Baiges, M. T. M., & Chirico, G. D. (2001). Modernidad y tradición en la obra de Giorgio de Chirico. México: UNAM.
Calvino, I. (1995). Las ciudades invisibles. (A. Bernárdez, Trad.). Barcelona: Ediciones Minotauro.
Calvino, I. (2007). Seis propuestas para el próximo milenio. Biblioteca Calvino (pág. 160). Madrid: Siruela.
Cerdán Vargas, F. G. (2005, Diciembre). El intrincado laberinto de Las ciudades invisibles de Italo Calvino. La Palabra y el Hombre, (136).
Cortés García, F. J. (2003, Febrero). La construcción del concepto de ciudad a partir de la ideación literaria. Colección Mediterráneo Económico, (3). Recuperado Junio 28, 2009, a partir de http://www.cajamarfundacion.com/mediterraneo/revista/me0309.pdf.
González Ordovás, M. J. (1998). La cuestión urbana: algunas perspectivas críticas. Revista de estudios políticos, (101), 303-333.
Mateos Martín, C. (2003). La comunicación poética y política de la ciudad: Análisis de la ciudad como argumento de información política electoral, frente a “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino. Espéculo: Revista de estudios literarios, (23). Recuperado Junio 28, 2009, a partir de http://www.ucm.es/info/especulo/numero23/ciudades.html.
McLaughlin, M. L. (1998). Italo Calvino. Edinburgh University Press.
Olivares Correa, M. (2007, Diciembre). Giorgio de Chirico o la realidad poliédrica. Discurso Visual (revista digital), (9). Recuperado a partir de http://discursovisual.cenart.gob.mx/dvwebne9/diversa/divcreaolivares.htm.

Sánchez Garay, E. (1997). Azar y rigor: El juego combinatorio de Italo Calvino. Espéculo: Revista de estudios literarios, (6). Recuperado Junio 28, 2009, a partir de http://www.ucm.es/info/especulo/numero6/e_sgaray.htm.
Weiss, B. (1993). Understanding Italo Calvino. Columbia S.C.: University of South Carolina Press.

Notas

1Nos referimos, por un lado, al estructuralismo ligüístico, que parte de Ferdinand de Saussure y su Curso de Lingüística general, aunque también al antropológico, de Levi-Strauss.
2Son, por ejemplo, evidentes, las referencias a la obra de Borges.
3Como muestra, cabe recordar aquí la figura del tablero de ajedrez que Calvino emplea en el capítulo VIII, que ya había sido empleada por Saussure en relación a la estructura del lenguaje, sus reglas, la arbitrariedad de los signos respecto al significado, etc. O las ciudades de Zirma o Ipaiza, entre otras.
4Claros ejemplos de esta búsqueda pueden ser, por citar sólo algunos, el diálogo que tienen Kublai Kan y Marco Polo acerca de su propia existencia, o las ciudades de Zoe, Cloe, o la angustiosa Adelma, o la propia conclusión del libro sobre “el infierno de la vida”. Hay ciertos ecos, en esta búsqueda, del existencialismo de Sartre y del nihilismo de Nietzsche.
5En especial, aunque no exclusivamente, en el capítulo VII, donde se hace referencia en varias ocasiones al tema de los residuos.
6En cierta medida, la relación de las ciudades invisibles propuestas por Calvino con las ciudades visibles es similar a la existente entre lo ontológicamente real (las ideas) y lo existente (la realidad física) tal como la entiende Platón. Incluso Venecia, como ciudad ideal que subyace en todas las ciudades descritas por Marco Polo, se aproxima a la idea de Bien a la que todas las cosas (todas las ciudades) aspiran, de la que todo, de cierto modo, participa.
7Estos juegos son influencia de los contactos de Calvino con el grupo Oulipo y con Raymond Queneau en concreto. Los escritores que formaban parte de este grupo gustaban de hacer, como retos literarios, distintos juegos matemáticos como restricciones autoimpuestas en la creación narrativa.
8Por ejemplo, la suma del número de capítulos y el de ciudades es 64, el número de escaques de un tablero de ajedrez, metáfora a la que se ha hecho referencia con anterioridad. También 55 era el número de ciudades en la Utopía de Tomás Moro.
9Son numerosas las referencias a temas clásicos en la obra de Calvino (mitología gecorromana, literatura clásica, filosofía, etc). El concepto de clasicismo que tiene el autor (él mismo afirma “es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo”) se trasluce claramente en Las ciudades Invisibles.
10Sintomático es que prácticamente por completo se omite a los niños en Las ciudades invisibles.
11El clinamen, en el pensamiento epicúreo, es la capacidad de los átomos (que conforman la realidad) de desplazarse espontáneamente, lo que les permitía crear combinaciones nuevas, no previstas. Explicaban así el carácter no-determinista del Universo y, por ende, la libertad del hombre.
12De forma resumida, es la historia de un matrimonio de ancianos que reciben en su casa a dos dioses, Zeus y Hermes, en principio sin saber quiénes son, los cuales querían comprobar si existía la hospitalidad en la ciudad de Frigia. Al no permitirles nadie entrar en su casa, salvo Filemón y Baucis, deciden destruir la ciudad, salvando la cabaña de éstos, convertida ahora en templo. Les concedieron también un deseo: ser ministros del templo y estar unidos para siempre. Al morir (juntos, como habían deseado), Zeus les concedió convertirse en un roble y un tilo, respectivamente, inclinados para siempre uno hacia el otro.
13Son nombres tomados de dioses protectores de la mitología romana. El papel que les asigna Calvino es similar (aunque no exacto del todo) al que tenían para los romanos.
14No nos referimos exactamente (o exclusivamente) al concepto acuñado por Marc Augé, sino, en general, a espacios que son difícilmente aprehensibles -apropiables- por el hombre. Difícilmente vivibles.


Créditos

Reflexiones sobre la Ciudad a la luz de “Las Ciudades Invisibles”Laureano-Arquitectura, Investigación, Urbanismo 9 octubre, 2013

Ilustraciones
Ciudad junto al mar, 1335  Ambrogio Lorenzetti
Las demas ilustraciones son del post original

Enlace

Post  original

Las ciudades invisibles Italo Calvino, PDF


Orbis & Urbis. Manual para observar al humano en la ciudad por Marcus Hurst.





Plaza de las palabras, inicia su nueva sección  Orbis & Urbis, dedicada al espacio y los espacios : el movimiento de lo urbano, la escultura de la fotografía, los modos y modas de lo humano, la arquitectura de la mirada, el diseño literario, la sociología de las calles,  la filosofía de los parques,  el lenguaje de los callejones, la lectura de los signos, los rascacielos de la de la música .  Con el articulo  Manual para observar al humano en la ciudad, por Marcus Hurst. Sección espacio que no están lejano a la observación literaria. Solo pensemos en Charles Baudelaire y Walter Benjamin como típicos flaneur o en ese otro rasgo agregado de voyeur o diletante.  Es en la ciudad donde el hombre se enfrenta con lo cotidiano, y es en la ciudad donde el hombre sale libertador o cautivo. Al decir de K. Kocis la ciudad es sinónimo de acontecimiento.  La observación aguda, el detalle al paso, la imaginación urbana. Contribuyen para una arquitectura de la imaginación o lo que Kocis llamaba la arquitectónica.  La ciudad moderna que viene desde la polis griega, pasa por  el enclave medieval y tiene su explosión en las ciudades de principios del siglo XX. Es en ella donde se integra  y se rebela la naturaleza humana.

Todas las vanguardias de inicios del siglo XX, fueron netamente urbanas. Charles Dickens retrato Londres, James Joyce se posesiono de Dublín como modelo para sus cuentos Dublineses, y su novela Ulises. Herman Hesse nos describe aquella leyenda urbana del Lobo estepario, Ítalo Calvino hizo una imaginería de las ciudades invisibles. El filosofo Karel Kocis, hizo una magnifica semblanza de la ciudad moderna con su ensayo La ciudad y lo poético. Julio Cortázar tiene un par de cuentos que abordan el fenómeno urbano desde lo peculiar, en su cuento Manuscrito hallado en una  botella, en que el personaje especie de voyeur que persigue visualmente a las mujeres. O su otro cuento Texto en una libreta, acerca del  flujo de personas que entran y salen en  sub en Buenos Aires. El también argentino, Sergio  Chejfec, en su cuento o texto, El testigo, narra un hipotética reconstrucción de las calles de Buenos aires, con una diferencia de 6 décadas. Imaginería que lo lleva a utilizar la guía telefónica para seguir la pista de nombres de personas y calles. El espacio urbano como reflexión de lo humano pero también de la mano con la ficción. Por que al fin y al cabo la gran metáfora del siglo XXI, es la ciudad. Ciudad moderna y tecnológica, que aspira no solo a convertirse en naturaleza, sino integrar el paisaje natural en el paisaje humano.    

Marcus Hurst en este artículo hace una reseña del libro How to Study Public Life del urbanista Jan Gehl, hace un recorrido moderno y genérico  por la ciudad del siglo XXI. Señala el autor, “Trackear: Para observar el movimiento de ciudadanos en zonas amplias se puede optar por seguir a un sujeto de forma discreta sin que se dé cuenta, y podemos pensar en aquel personaje de Poe, Un hombre dela multitud. Pero  advierte que “debe ser lo más neutral posible, actuar como el que mira desde el banquillo, un ente invisible que tiene que mantener una perspectiva global. Cualquiera que decida examinar a las personas a desenvolverse por una ciudad rápidamente se dará cuenta de que hay que ser metódico para conseguir información útil en la compleja y confusa vida del espacio público”. Para él, citando a Gehl, todo descansa en “en el arte de la observación.” Un arte que al paso del tiempo se ha perdido, se  ha diluido, ante la multiplicación de ruido y la avalancha de imágenes. Y ese torrente de información que costruye el hombre virtual. Pero también de la fascinación y lo ilusorio. Polaridad que se tensa entre el homo faber y el homo ludens. Pero que también presenta otros tipos de hibridaciones  el homo orbis  planetario y el homo urbis agazapado. Si Beuman habla de la sociedad liquida y Milan Kundera de la levedad del ser. No tendremos también un homo fugit.
  

Manual para observar al humano en la ciudad

¿Por qué importa estudiar el comportamiento del humano en la ciudad? El urbanista Jan Gehl responde a esta pregunta en su libro Studying Public Life

POR MARCUS HURST



Cuando Jan Gehl observa a los humanos se parece a un naturalista perdido en la sabana africana. El urbanista danés ha dedicado su vida profesional a estudiar al Homo Sapien en el hábitat urbano. Una disciplina tan poco analizada que, según dice, “sabemos más sobre la creación de entornos saludables para los osos panda que para el ser humano”.

En su libro, How to Study Public Life, escrito junto a Birgitte Svarre, Gehl comparte algunos de los métodos que utiliza para estudiar y examinar a los seres humanos en entornos urbanos.

El acechador del espacio público “debe ser lo más neutral posible, actuar como el que mira desde el banquillo, un ente invisible que tiene que mantener una perspectiva global. Cualquiera que decida examinar a las personas a desenvolverse por una ciudad rápidamente se dará cuenta de que hay que ser metódico para conseguir información útil en la compleja y confusa vida del espacio público”.


Hacerlo está al alcance de cualquiera pero es posible entrenar el ojo “en el arte de la observación”, dice Gehl en el libro.
El papel y el lápiz son las herramientas más importantes para iniciarse en esta actividad. Sirven para anotar observaciones puntuales o medir el número de peatones en una determinada zona. “Todo se puede contar. El número de personas que pasan por un sitio, sus géneros, si sonríen o no, si caminan solos o en grupo, cuántos son activos, cuántas personas hablan por el móvil. Pronto te das cuenta de que la vida de una ciudad se mueve en ritmos de forma similar a un pulmón”.

8 HERRAMIENTAS BÁSICAS PARA ESTUDIAR EL ESPACIO PÚBLICO

Para hacer un análisis adecuado de la calle, el arquitecto de 77 años considera los siguientes instrumentos como imprescindibles.
Mapear: ofrece una manera de representar los datos recogidos en una zona determinada.



La interacción social trazada según la cantidad de tráfico de cada una. Fuente: ¿El tráfico mata la vida en las calles?
Trazar: los movimientos de las personas pueden ser trazados en la zona que se está estudiando. Proporciona información básica sobre patrones y movimientos en un espacio determinado.
Trackear: Para observar el movimiento de ciudadanos en zonas amplias se puede optar por seguir a un sujeto de forma discreta sin que se dé cuenta o acordar de antemano con alguien para hacerlo. Es posible que lleven un GPS encima para facilitar la recopilación de los datos. Otra opción es observar desde una ventana en alto.
Buscar rastros: La actividad humana normalmente deja restos como basura en la calle, suciedad, marcas sobre el césped que contienen información sobre la vida en la ciudad. “Unas huellas en la nieve pueden proporcionar pistas sobre las rutas que toma la gente en una plaza con césped. Si hay mesas o sillas en la calle puede significar que los residentes se sienten los suficientemente cómodos para trasladar su salón a la calle”.
Fotografiar: Una parte esencial del estudio de la vida en el espacio público consiste en documentar las situaciones donde la vida urbana interactúa. “Es una forma de humanizar los datos. Se pone el énfasis en las interacciones y las situaciones que se producen en la calle”. Aquí Gehl recomienda el uso de vídeosTime-Lapse.
Mantener un diario: Sirve para registrar detalles y matices sobre la interacción entre la vida en la calle y el espacio público. Se usa para anotar observaciones en tiempo real y las distintas actividades que realizan.



 Paseos piloto: “Realizar un paseo mientras se observa la vida que se desarrolla en ella puede ser algo rutinario, pero el objetivo es que el observador sea capaz de notar problemas y detalles que se puedan mejorar”, dice Gehl. En algunos paseos piloto realizados en Sydney, el arquitecto encontró que en las rutas peor diseñadas, el peatón pasaba 52% de su tiempo de viaje esperando en semáforos para llegar de un lugar a otro.

“La tecnología tiene un papel muy importante y lo tendrá más en el futuro. Pero la observación personal y humana sigue siendo importantísima”, defiende el danés.

 ¿Y ESTO PARA QUÉ SIRVE?
“¿Cómo vas a saber dónde situar los distintos servicios en una plaza sin observar como el humano actúa en ella?”, señala Gehl. La calle está llena de pistas para crear ciudades más amables.
Un parque con una presencia alta de mujeres suele indicar que es un lugar seguro. “Si se encuentra una bajada reiterada de su presencia significa que la sensación de seguridad está bajando”. Gehl se basa en investigaciones como la que realizó en Bryant Park (Nueva York), donde encontró que el equilibrio óptimo era un 52% mujeres versus 48% hombres entre la 1 y las 6 de la tarde.
Esto no es todo. “La velocidad en la que camina un individuo cuando pasa por un lugar determinado y el tiempo que se para en sus rincones puede proveer de información sobre la calidad de ese espacio”.




En un estudio realizado por Gehl en la calle Stroget en Copenhague, en enero de 1968, el arquitecto encontró que las personas cubrían de media 100 metros en 62 segundos con una temperatura de -8 grados. Las personas que más rápido cubrían el trayecto lo lograban en 48 segundos, equivalente a una velocidad de 6 kilómetros por hora.

Cuando realizó este mismo estudio en 1968 a finales de julio y con 20 grados de temperatura, encontró que las personas tardaban una media de 85 segundos para cubrir esos mismos 100 metros a pie. “Con un flujo casi igual en ambos días la sensación de densidad era mucho más alta en el día caluroso”.

“Las personas caminan más rápido durante la mañana y la tarde. Se lo toman con más calma a mediodía. Como era de esperar se mueven más rápido entre semana que los fines de semana”.

Estudiar estos factores es importante para determinar la distancia que un ciudadano está dispuesto a caminar para usar el transporte público, por ejemplo. “No es necesario hacer una renovación muy cara para invitar a la gente a quedarse más tiempo. Aun así, si deciden hacerlo, una invitación o un estímulo puede influir en la percepción de si es un lugar dinámico donde merece quedarse”.

¿CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ?
Esto que parece tan obvio es algo que muchos planificadores urbanos dejaron de hacer a partir de los años 60. Las maquetas y los planes maestros empezaron a dictar las decisiones en los ayuntamientos. El contacto con la calle y sus palpitaciones se marginó y se olvidaron de lo más importante, el factor humano a pie de calle.

Al mismo tiempo, por primera vez el ciudadano occidental empezaba a gozar de más tiempo libre. La semana de trabajo se acortó y se incrementaron los días de vacaciones. Hasta entonces, gran parte del tiempo estaba dedicado al uso del espacio público para fines productivos como ir a trabajar o desarrollar una actividad comercial con excepción de los fines de semana. Ahora la calle empezaba a ser un lugar para caminar sin rumbo. Un lugar para pasear, sentarse en un banco y leer el periódico o simplemente observar a las personas que pasaban por allí.

Sin embargo, muchos ciudadanos se encontraron con la construcción de nuevos barrios que ignoraban completamente la posibilidad de crear ciudades adecuadas para este cambio de hábitos.

“La planificación urbana moderna no prestaba atención a la interconexión, el espacio entre edificios. Se impuso el principio Radburn, que dictaba que se tenían que crear espacios segregados para el peatón y los coches. Era preferible que los vehículos motorizados circulasen por zonas donde no había ni siquiera aceras. Los peatones, en cambio, tendrían espacios delimitados, centros ajardinados para caminar separados. El problema con esta teoría, que tenía bastante sentido en abstracto, es que en la práctica no prestaba atención a las interconexiones, al espacio entre los edificios”.



Propuesta de Gehl Architects para peatonalizar la calle aledaña al río Moscova en Moscú
La separación acabó creando una segregación entre actividades. Lugares de trabajo que se quedan desiertos por la noche, barrios dormitorios y zonas muy específicas para hacer la compra. Los barrios acabaron desconectados entre sí.
Esta ideología en su encarnación más extrema proponía construir un autopista por el centro de Greenwich Village y (parte de Central Park), un barrio degradado y artístico que a pesar de todo tenía una vida social única en la ciudad. El activismo de Jane Jacobs, una periodista residente en la zona reconvertida en urbanista, logró paralizar este despropósito impulsado por el temible Robert Moses.
“Para Jacobs, un buen espacio era una conjunción de factores sociales, económicos, físicos y de diseño. Ella objetaba a las soluciones que se aplicaban por igual en todas partes. Cada lugar tenía sus particularidades y había que salir al a calle para estudiarlas”.
Las experiencias de Jacobs inspiraron a Gehl para empezar a mirar a las ciudades desde otra perspectiva en los años 60. Pero no fue lo único que cambió su manera de ver la arquitectura. Su mujer Ingrid Gehl, era psicóloga y le llamó la atención lo poco que su marido tenía en cuenta las personas cuando empezó su carrera en esta disciplina.
Gehl ha conseguido junto a otros arquitectos empezar a recuperar la ciudad para los peatones. Fue el artífice de la peatonalización en Times Square, es una de las piezas claves en el desarrollo ciclista de Copenhague y ha trabajado en proyectos en Melbourne, Londres, Chongqing, México DF y Sao Paulo.



Implantación de espacios peatonales en Broadway (Gehl Architects) Fuente: Plataforma Urbana
“Casi todas las ciudades tienen departamentos de tráfico con datos precisos sobre cuántos coches circulan por las grande arterias mientras que es casi inaudito encontrar departamentos que midan el movimiento de los peatones y el desarrollo de la vida en la vía pública”.
Algo tan básico como contar el flujo peatonal en determinadas zonas puede ayudar a tomar mejores decisiones en la ordenación de ciudades. Estos datos tienen que ser recopilados a lo largo de mucho tiempo para poder compararlos. “Un dato por sí solo no vale para nada”, reclaman Svarre y Gehl en su libro.
Tampoco hay que dejarse llevar solo por números crudos, argumenta el danés. “Un conocimiento básico permite acomodar las necesidades de mujeres, niños, ancianos y discapacitados, grupos que frecuentemente no son tenidos en cuenta”.
Como modelo está Copenhague, que cada 10 años realiza una auditoría de la vida en el espacio público. Cuando pensamos en esta ciudad danesa, una de las primeras cosas que suelen venir a la cabeza es sus políticas pioneras a favor de la bici y los peatones pero no siempre fue así.
“Cuando se peatonalizó la calle Stroget por primera vez en 1962 hubo una oposición importante que dijo que eso no funcionaría nunca. Decían que esto no encajaba con el estilo de vida escandinavo y era más propio de Italia”, observó Gehl en una entrevista con Yorokobu en 2010. Con consenso político y políticas sensatas se ha conseguido construir una de las ciudades más sostenibles del mundo.

¿Qué significa una ciudad vivible?
Detrás de la disciplina que imparte Gehl está una ideología clara que propone recuperar el espacio público para el ciudadano. Un objetivo que el danés considera resumido a la perfección en esta frase de Ray LaHood. “Una ciudad vivible significa poder llevar a tus hijos al colegio, ir a trabajar, visitar el médico, hacer la compra, salir a cenar y ver una película y jugar con tus niños en el parque sin tener que meterte en un coche”.
Es una guerra sin belicismo en la que se recuperan las ciudades para las personas y se relega el coche a un segundo plano. Una batalla que Gehl sigue luchando en todo el mundo.
12 CRITERIOS PARA CREAR UN BUEN ESPACIO PÚBLICO PARA EL PEATÓN
1) Protección contra tráfico y accidentes
2) Protección contra crimen y violencia (Vida en la calle, estructura social, identidad, iluminación durante la noche)
3) Protección contra estímulos desagradables (ruido, humo, malos olores, suciedad)
4) La opción de caminar (espacios adecuados para hacerlo, cambios de nivel bien diseñados)
5) La posibilidad de estar de pie (zonas de descanso, apoyos físicos para hacerlo)
6) Infraestructura para sentarse (bancos para descansar)
7) La posibilidad de observar (líneas de visión sin obstáculos, buena iluminación durante la noche)
8) La posibilidad de escuchar y hablar (ruido moderado, distancia entre los bancos)
9) Escenarios para jugar y relajarse (jugar, bailar, música, teatro, discursos improvisados, distintas edades y tipos de personas)
10) Servicios a pequeña escala (señales, mapas, papeleras, buzones)
11) Diseño para disfrutar de elementos climáticos (sol, calor, frío, ventilación, estética)
12) Diseño para generar experiencias positivas (cualidades estéticas, plantas, flores, animales)


Créditos

Marcus Hurst es Cofundador de Yorokobu y Redactor Jefe de Ling Magazine. Puedes seguirle en @marcushurst

Manual para observar al humano en la ciudad por Marcus Hurst.  Revista Yorokobu. Febrero  2014
Enlace a la fuente original

Ilustraciones

Veduta di città sul mare, 1300-1348, por Ambrogio Lorenzetti:
Foto 1 Tipical central city block
Foto 2 Social interaccion (figure 3)
 Foto3  Ampliación de esquinas  
 Foto 4 Galen Center everyday
Foto 5 An inaccessible riverfront
Foto 6 Implantación de espacios peatonales en Broadway (Gehl Architects) Fuente: Plataforma Urbana