Plaza de las palabras
es su sección Lenguaje y escritura
presenta el ensayo Cómo escribir un cuento policíaco del escritor ingles
G. K Chesterton. (1874-1936). Poeta, ensayista, periodista, biógrafo y critico literario, celebre por sus paradojas que rozaban el
humorismo y la retorsión inverosímil del lenguaje y de las ideas más
sorprendentes. Gran ensayista y creador de narraciones policiacas. Creador de
la figura del Padre Brown, clérigo
detective. Su principales obras son El
hombre que fue jueves, (1908) El candor del padre Brown, (1911), El secreto del
padre Brown (1927), El Napoleón de Notting Hill, (1911), las biografías de San
Francisco (1923) y Santo Tomás de Aquino (1933). Celebres son también sus polémicas con
escritores tales como Bernard Shaw, H.G.Wells, y R.Kipling.
Cómo escribir un cuento
policíaco
G.K. Chesterton
2220 palabras
Que quede claro que escribo este artículo siendo totalmente
consciente de que he fracasado en escribir un cuento policíaco. Pero he
fracasado muchas veces. Mi autoridad es por lo tanto de naturaleza práctica y
científica, como la de un gran hombre de estado o estudioso de lo social que se
ocupe del desempleo o del problema de la vivienda. No tengo la pretensión de
haber cumplido el ideal que aquí propongo al joven estudiante; soy, si les
place, ante todo el terrible ejemplo que debe evitar. Sin embargo creo que
existen ideales para la narrativa policíaca, como existen para cualquier
actividad digna de ser llevada a cabo. Y me pregunto por qué no se exponen con
más frecuencia en la literatura didáctica popular que nos enseña a hacer tantas
otras cosas menos dignas de efectuarse. Como, por ejemplo, la manera de
triunfar en la vida. La verdad es que me asombra que el título de este articulo
nos vigile ya desde lo alto de cada quiosco. Se publican panfletos de todo tipo
para enseñar a la gente las cosas que no pueden ser aprendidas como tener
personalidad, tener muchos amigos, poesía y encanto personal. Incluso aquellas
facetas del periodismo y la literatura de las que resulta más evidente que no
pueden ser aprendidas, son enseñadas con asiduidad. Pero he aquí una muestra
clara de sencilla artesanía literaria, más constructiva que creativa, que
podría ser enseñada hasta cierto punto e incluso aprendida en algunos casos muy
afortunados. Más pronto o más tarde, creo que esta demanda será satisfecha, en
este sistema comercial en que la oferta responde inmediatamente a la demanda y
en el que todo el mundo esta frustrado al no poder conseguir nada de lo que
desea. Más pronto o más tarde, creo que habrá no sólo libros de texto
explicando los métodos de la investigación criminal sino también libros de
texto para formar criminales. Apenas será un pequeño cambio de la ética
financiera vigente y, cuando la vigorosa y astuta mentalidad comercial se
deshaga de los últimos vestigios de los dogmas inventados por los sacerdotes,
el periodismo y la publicidad demostrarán la misma indiferencia hacia los
tabúes actuales que hoy en día demostramos hacia los tabúes de la Edad Media.
El robo se justificará al igual que la usura y nos andaremos con los mismos
tapujos al hablar de cortar cuellos que hoy tenemos para monopolizar mercados.
Los quioscos se adornaran con títulos como La falsificación en quince lecciones
o ¿Por qué aguantar las miserias del matrimonio?, con una divulgación del
envenenamiento que será tan científica como la divulgación del divorcio o los
anticonceptivos.
Pero, como a menudo se nos recuerda, no debemos
impacientarnos por la llegada de una humanidad feliz y, mientras tanto, parece
que es tan fácil conseguir buenos consejos sobre la manera de cometer un crimen
como sobre la manera de investigarlos o sobre la manera de describir la manera
en que podrían investigarse. Me imagino que la razón es que el crimen, su
investigación, su descripción y la descripción de la descripción requieren,
todas ellas, algo de inteligencia. Mientras que triunfar en la vida y escribir
un libro sobre ello no requieren de tan agotadora experiencia.
En cualquier caso, he notado que al pensar en la teoría de
los cuentos de misterio me pongo lo que algunos llamarían teórico. Es decir que
empiezo por el principio, sin ninguna chispa, gracia, salsa ni ninguna de las
cosas necesarias del arte de captar la atención, incapaz de despertar o
inquietar de ninguna manera la mente del lector.
Lo primero y principal es que el objetivo del cuento de
misterio, como el de cualquier otro cuento o cualquier otro misterio, no es la
oscuridad sino la luz. El cuento se escribe para el momento en el que el lector
comprende por fin el acontecimiento misterioso, no simplemente por los
múltiples preliminares en que no. El error sólo es la oscura silueta de una
nube que descubre el brillo de ese instante en que se entiende la trama. Y la
mayoría de los malos cuentos policíacos son malos porque fracasan en esto. Los
escritores tienen la extraña idea de que su trabajo consiste en confundir a sus
lectores y que, mientras los mantengan confusos, no importa si les decepcionan.
Pero no hace falta sólo esconder un secreto, también hace falta un secreto
digno de ocultar. El clímax no debe ser anticlimático. No puede consistir en
invitar al lector a un baile para abandonarle en una zanja. Más que reventar
una burbuja debe ser el primer albor de un amanecer en el que el alba se ve
acentuada por las tinieblas. Cualquier forma artística, por trivial que sea, se
apoya en algunas verdades valiosas. Y por más que nos ocupemos de nada más
importante que una multitud de Watsons dando vueltas con desorbitados ojos de
búho, considero aceptable insistir en que es la gente que ha estado sentada en
la oscuridad la que llega a ver una gran luz; y que la oscuridad sólo es
valiosa en tanto acentúa dicha gran luz en la mente.
Siempre he considerado una coincidencia simpática que el
mejor cuento de Sherlock Holmes tiene un titulo que, a pesar de haber sido
concebido y empleado en un sentido completamente diferente, podría haber sido
compuesto para expresar este esencial clarear: el título es "Resplandor
plateado" ("Silver Blaze").
El segundo gran principio es que el alma de los cuentos de
detectives no es la complejidad sino la sencillez. El secreto puede ser
complicado pero debe ser simple. Esto también señala las historias de más
calidad. El escritor esta ahí para explicar el misterio pero no debería tener
que explicar la propia explicación. Ésta debe hablar por sí misma. Debería ser
algo que pueda decirse con voz silbante (por el malo, por supuesto) en unas pocas
palabras susurradas o gritado por la heroína antes de desmayarse por la
impresión de descubrir que dos y dos son cuatro. Ahora bien, algunos detectives
literarios complican más la solución que el misterio y hacen el crimen más
complejo aun que su solución.
En tercer lugar, de lo anterior deducimos que el hecho o el
personaje que lo explican todo, deben resultar familiares al lector. El
criminal debe estar en primer plano pero no como criminal; tiene que tener
alguna otra cosa que hacer que, sin embargo, le otorgue el derecho de
permanecer en el proscenio. Tomaré como ejemplo el que ya he mencionado,
"Resplandor plateado". Sherlock Holmes es tan conocido como
Shakespeare. Por lo tanto, no hay nada de malo en desvelar, a estas alturas, el
secreto de uno de estos famosos cuentos. A Sherlock Holmes le dan la noticia de
que un valioso caballo de carreras ha sido robado y el entrenador que lo
vigilaba asesinado por el ladrón. Se sospecha, justificadamente, de varias
personas y todo el mundo se concentra en el grave problema policial de
descubrir la identidad del asesino del entrenador. La pura verdad es que el
caballo lo asesinó.
Pues bien, considero el cuento modélico por la extrema
sencillez de la verdad. La verdad termina resultando algo muy evidente. El
caballo da título al cuento, trata del caballo en todo momento, el caballo está
siempre en primer plano, pero siempre haciendo otra cosa. Como objeto de gran
valor, para los lectores, va siempre en cabeza. Verlo como el criminal es lo
que nos sorprende. Es un cuento en el que el caballo hace el papel de joya
hasta que olvidamos que una joya puede ser un arma.
Si tuviese que crear reglas para este tipo de composiciones,
esta es la primera que sugeriría: en términos generales, el motor de la acción
debe ser una figura familiar actuando de una manera poco frecuente. Debería ser
algo conocido previamente y que esté muy a la vista. De otra manera no hay
autentica sorpresa sino simple originalidad. Es inútil que algo sea inesperado
no siendo digno de espera. Pero debería ser visible por alguna razón y culpable
por otra. Una gran parte de la tramoya, o el truco, de escribir cuentos de
misterio es encontrar una razón convincente, que al mismo tiempo despiste al
lector, que justifique la visibilidad del criminal, más allá de su propio
trabajo de cometer el crimen. Muchas obras de misterio fracasan al dejarlo como
un cabo suelto en la historia, sin otra cosa que hacer que delinquir. Por
suerte suele tener dinero o nuestro sistema legal, tan justo y equitativo, le habría
aplicado la ley de vagos y maleantes mucho antes de que lo detengan por
asesinato. Llegamos al punto en que sospechamos de estos personajes gracias a
un proceso inconsciente de eliminación muy rápido. Por lo general, sospechamos
de él simplemente porque nadie lo hace. El arte de contar consiste en
convencer, durante un momento, al lector no sólo de que el personaje no ha
llegado al lugar del crimen sin intención de delinquir si no de que el autor no
lo ha puesto allí con alguna segunda intención. Porque el cuento de detectives
no es más que un juego. Y el lector no juega contra el criminal sino contra el
autor.
El escritor debe recordar que en este juego el lector no
preguntará, como a veces hace en una obra seria o realista: ¿Por qué el
agrimensor de gafas verdes trepa al árbol para vigilar el jardín del medico?
Sin sentirlo ni dudarlo, se preguntará: ¿Porque el autor hizo que el agrimensor
trepase al árbol o cuál es la razón que le hizo presentarnos a un agrimensor?
El lector puede admitir que cualquier ciudad necesita un agrimensor sin
reconocer que el cuento pueda necesitarlo. Es necesario justificar su presencia
en el cuento (y en el árbol) no sólo sugiriendo que lo envía el Ayuntamiento
sino explicando por qué lo envía el autor. Más allá de las faltas que planea
cometer en el interior de la historia debe tener alguna otra justificación como
personaje de la misma, no como una miserable persona de carne y hueso en la
vida real. El lector, mientras juega al escondite con su auténtico rival el
autor, tiende a decir: Sí soy consciente de que un agrimensor puede trepar a un
árbol, y sé que existen árboles y agrimensores. ¿Pero qué esta haciendo con
ellos? ¿Por qué hace usted que este agrimensor en concreto trepase a este árbol
en particular, hombre astuto y malvado?
Esto nos conduce al cuarto principio que debemos recordar.
La gente no lo reconocerá como práctico ya que, como en los otros casos, los
pilares en que se apoya lo hacen parecer teórico. Descansa en el hecho que,
entre las artes, los asesinatos misteriosos pertenecen a la gran y alegre
compañía de las cosas llamadas chistes. La historia es un vuelo de la
imaginación. Es conscientemente una ficción ficticia. Podemos decir que es una
forma artística muy artificial pero prefiero decir que es claramente un
juguete, algo a lo que los niños juegan. De donde se deduce que el lector que
es un niño, y por lo tanto muy despierto, es consciente no sólo del juguete,
también de su amigo invisible que fabricó el juguete y tramó el engaño. Los
niños inocentes son muy inteligentes y algo desconfiados. E insisto en que una
de las principales reglas que debe tener en mente el hacedor de cuentos
engañosos es que el asesino enmascarado debe tener un derecho artístico a estar
en escena y no un simple derecho realista a vivir en el mundo. No debe venir de
visita sólo por motivos de negocios, deben ser los negocios de la trama. No se
trata de los motivos por los que el personaje viene de visita, se trata de los
motivos que tiene el autor para que la visita ocurra. El cuento de misterio
ideal es aquel en que es un personaje tal y como el autor habría creado por
placer, o por impulsar la historia en otras áreas necesarias y después
descubriremos que está presente no por la razón obvia y suficiente sino por las
segunda y secreta. Añadiré que por este motivo, a pesar de las burlas hacia los
noviazgos estereotipados, hay mucho que decir a favor de la tradición
sentimental de estilo más lector o más victoriano. Habrá quien lo llame un
aburrimiento pero puede servir para taparle los ojos al lector.
Por último, el principio de que los cuentos de detectives,
como cualquier otra forma literaria, empiezan con una idea. Lo que se aplica
también a sus facetas más mecánicas y a los detalles. Cuando la historia trata
de investigaciones, aunque el detective entre desde fuera el escritor debe
empezar desde dentro. Cada buen problema de este tipo empieza con una buena
idea, una idea simple. Algún hecho de la vida diaria que el escritor es capaz
de recordar y el lector puede olvidar. Pero en cualquier caso la historia debe
basarse en una verdad y, por más que se le pueda añadir, no puede ser
simplemente una alucinación.
Créditos
Texto Biblioteca
Digital Ciudad Seva
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Fotos de GK.
Chesterton Google Imagen
Dibujos de Plaza de
las palabras