1 + 1. POEMAS CLAVES: EL BARCO EBRIO de ARTHUR RIMBAUD. VERSIÓN BILINGUE. POST PLAZA DE LAS PALABRAS

Plaza de las palabras inicia una nueva sección, 1+1. Poemas Claves, Un perfil y un poema. Sección que incluirá  una selección de los  poetas más representativos de todos los tiempos, y  uno de sus poemas clave para entender un movimiento literario o la obra poética del poeta seleccionado. Cuando el poema no haya sido escrito originalmente en español, se presentara una versión bilingüe del poema. En esta ocasión iniciamos la sección presentando al poeta Arthur Rimbaud,  poeta simbolista, precursor del surrealismo y el verso libre, uno de los fundadores  de la estética moderna, y su conocido  poema El barco Ebrio, 1871     





! Soñaba la pradera donde los oleajes/
pubescentes de oro, inician desde el suelo/
su calmo revoltijo, y emprenden el vuelo!
Los poetas de siete años.
Rimbaud

Si deseo el agua de Europa, es solo el charco
negro y frio donde, en el crepúsculo embalsamado
un niño agachado lleno de tristeza, suelta
un frágil barco, como mariposa de mayo.
Le Bateau ivre,
Arthur Rimbau




Arthur Rimbaud (1854-1891)


Poeta francés, precoz y genial. Uno de sus profesores escolares, sentencio que podría ser un genio del bien o del mal. Posiciones extremas, dejémoslo en una posición intermedia, fronteriza, como fue su vida. Con virtudes y vicios, y veámoslo, como un joven rebelde que ante las durezas de la vida, quiso saltarse el muro y ganarle la partida de dados a la realidad. Marcado por una pronunciada rebeldía en su vida familiar y social. Gesto intimo que también irrumpió en su estilo iconoclasta y subversivo del lenguaje. Caso excepcional, del arribo de un poeta o un escritor, y su posterior desaparición y renuncia a la vida literaria  para convertirse en un traficante de marfil y armas en áfrica. Había en el un ímpetu que iba más allá de la simple irreverencia, sus escasos años de poeta dan cuenta de una semblanza casi anidada en el sustrato de un antiguo rio: un  arrebato místico por aprehender la realidad detrás de las apariencias.  Esa realidad tras bastidores era para él lo objetivo, mientras que la realidad de las apariencias era la subjetiva. Decía que el poeta debía ser un vidente, y ese vidente debía disponer de todos los sentidos desarreglados para su realización poética. No subvierte la realidad, sino el lenguaje mismo. Su prosa y su poesía son tumultuosas. En su poesía irrumpen metáforas implacables, su audacia-para su época- era  atrevida. Para un lector moderno sus metáforas pueden ahora parecer convencionales, ya no tan conmovedoras, pero en la larga y a veces extenuante carrera del surrealismo y el simbolismo, cargando a sus espaldas las inesperadas  mutaciones del lenguaje y las palabras;   ya es casi poco lo que sorprende o conmueve.  

Pero si imaginamos ese lenguaje que intentaba apropiarse del mundo, arrojado por un adolescente que en el lejano 1872,  escribió el poema El barco Ebrio. Valoremos  más el peso desorbitado y tembloroso de sus palabras. Aún de un genio díscolo, había en sus desorbitaciones lingüísticas un intento temerario de armar una ars poética, coherente y que amenazaba a cada paso descubrir o revelar un mundo desconocido: “La alucinación de las palabras”, decía en Alquimia del Verbo, de su poema Desvaríos II. Su acercamiento originario registró  algunos de las bases precursoras, no solo del surrealismo, sino también del  simbolismo, y del  verso libre.   En esa vehemencia poética plasmo su audaz tesis de  Yo es otro. Con cuyo solo enunciado  anticipa una tesis de otredad de Octavio Paz.  Pero que además de referir a la aceptación de otro  o el semejante, también encierra otra posibilidad. Tesis sostenida en Carta de un vidente, que son dos piezas epistolares  dirigidas, una a Georges Izambard, el ex profesor de Rimbaud en Charleville, la otra al  poeta Paul Demeny ambas fechadas en mayo de 1791, la primera se erige como el primer manifiesto de la poesía moderna. En que Rimbaud escupe una dura critica a la poesía de su tiempo, y establece la necesidad de una  nueva gnosis poética. Al poeta no le basta ser un simple artista, tiene que ser además  un vidente. Su mirada no debe estar anclada en el barco azul y de porcelana  de los parnasianos, sino en hundirse en el abismo profundo de lo desconocido. Dice Rimbaud, “alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos”. Y en esa proclama establece los instrumentos del combate, y resuena  a Nietzsche, un nihilista activo: derribarlo todo.  Pero también anuncia su viaje tenebroso a los infiernos de Dante. Como poeta simbolista, Rimbaud reaccionaba contra el naturalismo y el realismo, movimientos que ya habían naufragado y que ya no abarcaban toda la realidad. El simbolismo se presentaba como otra arma, no para   desarmar la realidad, sino establecer un puente artístico: unir ese mundo sensible con el mundo espiritual. El viaje del “El Barco Ebrio”, es un viaje iniciático, una búsqueda de nuevas fronteras, descubrir nuevos territorio, colonizar la imaginación. Viaje exploratorio, que a manera de una plegaria desoladora y temeraria;  en que se amalgaman, lo mismo lo onírico que lo trascendental, lo  real y lo fantástico, la experiencia de Rimbaud y sus saberes del mundo. Poema que refleja  la incapacidad de encontrar un resquicio de paz, un umbral de entrada al lenguaje total. La salvación por el lenguaje, crónica de un viaje dionisiaco y de un naufragio anunciado. 
  
Pero precisamente esa era la fuerza que lo movía. La peregrinación de Rimbaud es salvífica, en tanto emprende el viaje. Va como Prometeo en búsqueda del fuego, para ofrendárselo a la humanidad. En su obra navega Rimbaud en un rio de turbulentas aguas, acorazado en una gama de recursos  literarios: rimas, musicalidad, elipsis,  verso libre, yuxtaposición entre símbolos e imágenes. El uso acertado y deslumbrante de metáforas, la innovación de las   la sinestesia. Distorsión atrevida del común significado y sintaxis de las palabras,  alternancia de complejos ritmos, pluralización de los sustantivos, el uso sostenible de los colores,  un acercamiento intuitivo al inconsciente, sobresalto de las alucinaciones, la fabricación ensamblada de imágenes visuales, el tambaleante sueño infinito, la camarería enérgica con los sentidos, y su estimulación externa. Pero sobre todo hay en su visión poética  la vocación y convicción momentánea, de que estaba por descubrir un nuevo mundo. Exhortaba en Iluminaciones, en el poema Adiós, aquel grito de guerra literario “Hay que ser absolutamente moderno”. De ahí sus tanteos experimentales: alcanzó a popularizar la sinestesia, en su famoso poema, Las Vocales (1871).

Rimbaud tuvo influencias en numerosos escritores, poetas y músicos. También anticipa alguna de las facetas de escritores como Stevenson, Huxley, Burrought  o Ginsberg. Pero tampoco fue totalmente novedoso en eso. Ya Baudelaire había experimentado con agentes externos, y un viejo conocido de ambos, que tanta influencia tuvo en Baudelaire y los poetas simbolistas, Edgard Allan Poe, navegaba en un rio de alcohol. Ya otro poeta, Federico García Lorca, con pincelazos surrealistas, usaría  ese rio revuelto en una metáfora “rio de aceite”, en uno de sus poemas de Poeta en Nueva York. Lo de Rimbaud es relevante porque se vuelca a ello en forma sistemática. No es un adolescente a medias tintas. Una vez vislumbrado el camino, lo enfrenta con la  ferocidad de todo vanguardista, y con el vigor que solo trafica a ciegas la juventud. “Vigor ¡Oh futuro!” Rimbaud fue un escritor que dejaba como un barco ebrio una estela de desconcierto, la semilla de una rebelión en estado puro, libero al lenguaje de su inocencia,  un agitador profesional de la palabra. Paul Claudel lo cataloga de un  místico en estado salvaje, y Verlaine lo incluyo en su famosa antología de poetas malditos. Rimbaud le dio carta de ciudadanía a lo salvaje y alucinante del lenguaje, y posibilito como agitador, la subversión poética de la realidad. Tuvo que venir André Bretón a ponerle  al surrealismo el formato definitivo y respirable.

Rimbaud aspiraba en su vida, como en su trasmutación a las palabras, a una vida total. Su extrema sensibilidad lo llevo a explorar en la “profunda y eterna herida”, engendrada por la vida. Su poema El barco Ebrio, fue enviado  en 1871 a Paul Verlaine. El poema en veinticinco estrofas y cien versos, poema de arte mayor, escrito en versos alejandrinos; describe el viaje de un barco a la deriva, y sin tripulantes, más que su capitán, viaje interminable por regiones mentales, horizontes fantasmagórico e islas siderales. En un rio anónimo, en que lo mismo se revuelca  las aguas agitadas que emergen las aguas tranquilas. Y Rimbaud, protagonista en primera persona, funde su personalidad de poeta narrador, con el sujeto poético del capitán del barco, y personaliza al barco mismo. Aquí Rimbaud se desdobla es el protagonista y el pasajero, es el héroe y el antihéroe, es el salvador y la víctima. Es el redentor pero también el sacrificado. Un tema que en su sustrato es romántico, y  que recuerda, aunque sea por un paralelismo,  un  extenso poema de Coleridge,  poeta y adicto al opio. En que narra el fantástico y largo viaje de un marinero, en una mar lleno de turbulencias. Donde el barco y su tripulación se encuentran con la muerte  y la muerte en vida. En un trueque con el destino,  el marinero se salva, a condición de seguir contando indefinidamente la historia. Extenso poema  La balada del antiguo marinero de Coleridge. En El barco ebrio no hay salvación a la vista, ni hay costa amigable. “Las albas son desoladoras/Toda luna es atroz y todo sol amargo”. Versos lapidarios que evocan aquella sentencia del poeta Rilke, “Todo ángel es terrible”. En su viaje a los abismos, Rimbaud apuesta por un trueque. Apuesta al final por la vida y abandona la vida de artista. En el poema Adiós, se excusa: “ahora debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos. una bella gloria de artista y de narrador me ha sido arrebatada. Me han devuelto a la tierra, con un deber a buscar y una realizad rugosa a abrazar,”. Solo le queda desembarcar de la aventura, y despojarse de su visión artística.

 Pero  Rimbaud lleva al más puro simbolismo, en otros contextos y por otros medios. Y sale al paso, evitando otra leyenda  de aquel barco fantasma,  que no pudo volver a puerto, condenado a vagar eternamente por los océanos del mundo de El Holandés errante, que luego Wagner musicalizo y convirtió en opera. Y cuyo personaje solo puede redimirse por el amor a una mujer leal. En El Barco Ebrio la única redención es la del sueño del artista. Ser leal a su vocación de creador, hasta donde sea posible. En el Holandés Errante, también llamada El barco fantasma, viene de otro mito popular el de El judío errante, condenado a vagar eternamente.  Lo que nos acerca a los mitos fáusticos. Porque en ese deseo viajero también hay algo de fáustico. Y Rimbaud navega indefinidamente por ese mar en búsqueda de algo que no encontrara: una tierra a la medida de sus ideales artísticos.  Y que solo es emprendido por ese deseo de arrebato casi absoluto, “absolutamente moderno”, pero también absolutamente entregado a la causa. La aspiración wagneriana y romántica de la música total. En la Alquimia del verbo del poema  Desvaríos II, dice, “Me convertí en una opera fabulosa” de los “sentidos desarreglados.

Pero Rimbaud, multitud:    barco, capitán, artista. Dice,   “Y yo, barco perdido en la maraña de las algas” Mas adelante agrega: “! Oh, que mi quilla estalle!, !Oh, que me hunda en el mar!”, Entre otros tramos: “He embestido”, “He visto”,” yo que corría”,” yo que temblaba”,” mi timón y mi ancla”, “Y he visto algunas veces, lo que el hombre creyó ver”. ¿Qué será eso que Rimbaud vio, que los hombres solo creyeron ver? Lleno de un lenguaje novedoso, rupturista para su época, se ampara en las metáforas y las sinestesias. Aquí algunos ejemplos:

 penínsulas desamarradas, un ahogado pensativo, ganado histérico, pies luminosos, océanos asmáticos, cielos delirantes, lúnulas eléctricas, cielos embalsamados.

Pero en ese mismo poema Rimbaud, también juega con los colores, y brinda un exuberante espectro cromático, veámoslo:

pieles rojas, cipos coloreados, agua verde,  manchas azules, devorando azul verde, azul en delirios, rojeces amargas, coágulos violeta, noche verde, despertar amarillo y azul de fósforos, negras fragancias,  glaucos rebaños, amarillas ventosas, ojos rubios, cielo rojizo, hipocampos negros, inmovilidades azules, charco negro .mocos de azur.

En ese recorrido marítimo el barco siempre está a punto de zozobrar ante la desasosiego del  capitán. El barco navega como la vida en una ambivalencia de contraposiciones, entre dolor y espejismos. Pero sobre todo de terrible soledad. El “místico horror” de Rimbaud. Es un horror metafísico. El horror de no encontrar  lo que busca: nada, solo vacio y desengaño.  En su barco no hay pasajeros ni tripulantes, el navega solo con su alma. Por deshabitados ríos, divisando  islas abandonadas, y enrumbado  hacia un mar baldío. Todo el viaje del barco ebrio, es una alegoría de la vida misma, y de ese arisco  y a veces errático e inconquistable horizonte de la vida mental. En ese panorama alegórico, rio y mar, el rio va a la mar,  y el poema abunda en alusiones marinas y de costas:

chapoteos de las mareas”, “ por las olas baile”,” ojo de los faros”,” me bañe en el poema del mar”,” a los ojos del mar”, “asaltar las olas los firmes arrecifes”,” océanos asmáticos”, “olas de nácar”, “oscuros golfos”, “en las olas esos peces de oro”, “el mar cuyo sollozo”,” Casi una isla”,” cielos ultramarinos”, “archipiélagos siderales”,” Islas, !Oh olas!”.

Rimbaud, en su obra aspiraba  a luchar contra un orden establecido, realidad rugosa  en que su juventud rebelde no cabía, porque aguardaba  encontrar una nueva vida, y se zambulle a nadar en ese mar laberintico que como un péndulo oscila  entre la destrucción y creación del lenguaje. Pero Rimbaud  no fue un revolucionario,  ni tampoco un insurrecto, en todo caso cabe tenerlo como un rebelde, a veces con causa y otras sin causa. Pero ese debate solo era en  su mundo  mental, no como una apropiación del mundo real. Si algo vislumbra  en esa lucha demoledora y titánica, es divisar un resquicio para su vida de paz y sosiego. En uno de los últimos versos del poema sentencia: “Si deseo el agua de Europa, es solo el charco/negro y frio donde, en el crepúsculo embalsamado/un niño agachado lleno de tristeza, suelta/un frágil barco, como mariposa de mayo”. Versos que nos recuerdan aquel poema famoso de Pablo Neruda, Farewell. Y aquí el poeta rebelde lo único que anhela, es encontrar una paz de niño. Y esa niñez se mantiene a flote en el las aguas turbulentas, y asoma en su cara siempre la mirada de un niño. El niño poeta, y que en su poema Infancia, de Iluminaciones, apuntaba: “Podría ser el niño abandonado en la escollera que partió para alta mar, el pequeño criado siguiendo la avenida, cuya frente toca e cielo” En  el poema El barco ebrio, aparecen destellos de esa infancia, a la que en varios tramos vuelve:  

más sordo que el cerebro de un niño”, Mas dulce que a los niños las manzanas acedas”, Hubiese querido ensenar a los niños”.

El niño poeta, Rimbaud renuncia a la rebeldía, y abandona su carrera literaria, quizá a la espera de mejores tiempos. Y lo hace a tiempo, en fin era un niño genio. Se aleja de la nube de ruidos, y emprende otro tipo de travesía, ya no en un rio impasible,  ni en un barco ebrio. Sino buscando un sosiego que la poesía y su vida turbulenta, ya no le aseguraba. Jamás regresaría a esa patria poética, que no le garantizaba más que zozobra. Abandona sus ideales; su ímpetu salvaje a cambio de una cabeza de  playa de la bienhechora vida. Por algún lado, J.L.Borges, afirmo refiriéndose a Edgard Allan Poe, que una vez leído era a veces difícil volverlo a leerlo.  A pesar de que el mismo Borges, tenia a Poe entre sus relecturas. Es como si ese discurso se hubiera agotado. Borges no apreciaba el talento de Rimbaud, a quien no consideraba un poeta visionario como si lo fueron Blake o Swedenborg, pero Borges si reconocía a Rimbaud como un artista experimental. Para Borges Víctor Hugo y Paul Verlaine eran los poetas de Francia. Como para Rimbaud lo era Baudelaire y Verlaine. Borges  salvaba de su poesía, precisamente, el poema  El barco ebrio. Lo que Borges no considero fue el proceso, sentencio en base a los resultados. Condenado por no  haber logrado sus propósitos artísticos. Pero ese proceso e intento de descender a los infiernos también tiene su carisma poético, a su manera Rimbaud emulo a Dante. El viaje  de Dante es solo alegórico, el viaje de Rimbaud es real.  Y en la gesta de esa experiencia de vida, gesta ese proceso mental y subversivo que impulso  en parte el camino de la poesía moderna. Pecador absoluto para justificar su descenso al averno. Ser “gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito y el sabio supremo”.  Lo milagroso,  y sobre eso habría que escribir otra historia, es haber salido con vida de ese infierno, y su regreso a la vida, a la par  de su conversión casi ascética al catolicismo. Pero Borges tenia razón con Poe, quizá leer a Rimabud y alguno de lo poetas malditos, deje esa misma sensación. Una vez leídos, es difícil volver a ellos. Aún desde la relectura, hay algo empalagoso en sus escritos y a veces suenan a  piezas de antología de un antiguo museo: un olor finisecular y salado, proveniente de  antiguas y profundas corrientes  marinas. En que chocan entre claroscuros, behemots y  Maelstrons. Pero al fin, en su poema Mala Sangre, de Una temporada en el infierno, dice “El canto razonable de los ángeles se eleva del navío salvado”

Sin embargo, el legado de Rimbaud, va más allá de las simples primeras lecturas y su olor a fin de siglo.  Si uno al leerlo no supiera su edad pensaría en un adulto de vasta experiencia y atrevimiento. Pese a su ya sabida precocidad,  iniciada escribiendo poemas en latín, avanzo en el conocimiento de varios idiomas, ruso, árabe, griego; y hasta se dio el tiempo de incursionar en el piano. Pero aún en el entendido de una alta inteligencia poética, hay detrás de la obra de Rimbaud, un cúmulo de conocimientos que difícilmente un joven  de esa edad podría acumular. Su madurez poética es más sorprendente que su genio poético. Don, el de la madurez poética  que tampoco se explica por su genialidad, porque es más el resultado de un proceso almacenado que otorga exclusivamente el tiempo y la experiencia curtida de la vida.  Pero ¿Cuál seria la experiencia de vida de un adolescente  que a los diecinueve años ya había escrito todo lo que había que escribir? Uno puede leer al azar poemas o textos en prosa, y advierte, que son escritos que responden al reposo mental y a la reflexión sostenible en casi toda su obra.  Pero el joven Rimbaud, en su vida social y familiar era precisamente lo contrario: inmaduro emocionalmente e impulsivo. Es un hecho que quizá requiera un estudio más profundo y quirúrgico. Rimbaud  solo escribió desde los 15 a los 19 años. Su legado se disperso sin nombre y apellido en los vuelcos imprevisibles del surrealismo y los recovecos oscuros del simbolismo. Veta tan potente que fue intuida desde la mente de un niño perturbador y poético, y que en cada frontera asoma  siempre un signo reconocible. La frescura de su imaginería tuvo y tiene seguidores,  y siempre que uno se encuentra, un quiebre inesperado del lenguaje, un asalto poético a mano armada a la realidad;   por ahí anda el poeta Rimbaud.  Su figura que como una especie de capitán Ahab, no a la caza de la ballena blanca, y a veces ni de la poesía misma, sino a la caza onírica de un pedazo irredento de su propia  vida. Al redescubrimiento de una mirada que no habíamos visto, porque ella era la que nos miraba: la de un niño que hace un barquito de papel y lo lanza a agua, a la espera que nunca se hunda. O quizá como un naufrago, arroje al agua una botella con un mensaje a la espera que esa botella como un barco inclaudicable y definitivo, entre olas y olas, arribe a una costa fosforescente y sonriente y la recoja una sirena o un  pescador de soñadora frente y  “pies luminosos”.

Es el deseo del poeta por atrapar la realidad,  pero sea una botella con un mensaje,  el Titanic o un barco de papel, siempre habrá una recóndita esperanza en la tempestad de la vida. Quizá Rimbaud no logro todo lo que anhelaba, crear un nuevo lenguaje poético per se, pero se aproximo a él.  Lo diviso en el horizonte, aunque no pudo como si lo hicieron Caleb o Josué, llegar a la tierra  prometida. En uno de sus poemas, el  Adiós,  en tono admonitorio proclama:procuré inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas”. Poeta vidente que  en uno de sus poemas, creyó ser un mago o un ángel, y quizá en cierto momento lo fue. En el mismo poema El Adiós afirma: “a mí! a mí, que me soñé mago o ángel…». Y quizá como el  ángel de la historia de Walter Benjamin, quien quiso de los pedazos de historia  armar otra historia reivindicativa de los oprimidos. Rimbaud ángel con los pedazos del lenguaje, quiso articular un nuevo lenguaje poético para los vencidos. Y al contrario del ángel de Benjamin, ante la imposibilidad de ver hacia adelante y de alcanzar una tierra irredenta y redimirla, Rimbaud una vez abandonado la visión poética solo vio hacia adelante y nunca volvió a ver atrás. Porque se dio cuenta que el lenguaje y la poesía eran insuficientes para salvarlo.

El poema El barco ebrio, fue incluido en la recopilación “Poesías” que fue editado en 1895 acompañado de un prologo de Paul Verlaine, bajo el titulo original de Poésies Complètes. En vida solo publico “Una temporada en el infierno” (1873), uno de los primeros libros simbolistas modernos. El resto de su obra las publico Verlaine y otros en ausencia de Rimbaud, a quien creían muerto. Poesías (1863-1869). Cartas del vidente (1871), en que expone sus especulaciones  literarias. Iluminaciones (1874), obra en que incursiona en el verso libre, pero también exhibe su hermetismo.  Cartas completas (1870-1891).

Rimbaud muere en el puerto mediterráneo de Marsalia, conocida como Marsella ciudad fundada por lo griegos, frente al mar mediterráneo. Había nacido hace 37 años en  Charleville-Mézière,  fundada en 1606, en las Ardenas, Francia, emplazado en lo que había sido una antigua fortificación romana, en una de las riveras del rio Mosa. En esa ciudad escribió El Barco Ebrio. Entre el lugar de  nacimiento y el lugar de muerte, entre lo real y lo alucinante, se bate una sola historia.  Ciudades creadas por dos culturas: la romana y la griega. Viaje real desde Charleville a Marsella. Dos símbolos: rio y mar. Viaje imaginario  desde el rio Mosa al mar mediterráneo.  Y quizá esa tesis de Yo es otro, no sea más que un desdoblamiento del mismo Rimbaud. No un viaje para encontrar a otro ni esa otredad que creía en que a cada ser varías vidas le son debidas. Sino  un viaje para buscar su propia identidad. Solo y su alma, ese fue el único y verdadero viaje de Rimbaud, lo demás es el  Yo ficción, que otros  llaman literatura.        

Si deseo el agua de Europa, es solo el charco/negro y frío donde, en el crepúsculo embalsamado/un niño agachado lleno de tristeza, suelta/un frágil barco, como mariposa de mayo. Bañado por vuestras languideces, no puedo !oh olas!/arrancar su estela a los portadores de algodones,/ni traspasar el orgullo de las banderas y los gallardetes,/ni nadar bajo los ojos horribles de los pontones.Rimbaud 

 “Nuestras vidas son los ríos/que van a dar en la mar/que es el morir…”de  Jorge Manrique (S: XV).






Le Bateau ivre

Comme je descendais des Fleuves impassibles,
Je ne me sentis plus guidé par les haleurs :
Des Peaux-Rouges criards les avaient pris pourcibles
Les ayant cloués nus aux poteaux de couleurs.


J'étais insoucieux de tous les équipages,
Porteur de blés flamands ou de cotons anglais.
Quand avec mes haleurs ont fini ces tapages
Les Fleuves m'ont laissé descendre où je voulais.


Dans les clapotements furieux des marées
Moi l'autre hiver plus sourd que les cerveaux d'enfants,
Je courus ! Et les Péninsules démarrées
N'ont pas subi tohu-bohus plus triomphants.



La tempête a béni mes éveils maritimes.
Plus léger qu'un bouchon j'ai dansé sur les flots
Qu'on appelle rouleurs éternels de victimes,
Dix nuits, sans regretter l'oeil niais des falots !




Plus douce qu'aux enfants la chair des pommes sures,
L'eau verte pénétra ma coque de sapin
Et des taches de vins bleus et des vomissures
Me lava, dispersant gouvernail et grappin


Et dès lors, je me suis baigné dans le Poème
De la Mer, infusé d'astres, et lactescent,
Dévorant les azurs verts ; où, flottaison blême
Et ravie, un noyé pensif parfois descend ;




Où, teignant tout à coup les bleuités, délires
Et rythmes lents sous les rutilements du jour,
Plus fortes que l'alcool, plus vastes que nos lyres,
Fermentent les rousseurs amères de l'amour !


Je sais les cieux crevant en éclairs, et les trombes
Et les ressacs et les courants : Je sais le soir,
L'aube exaltée ainsi qu'un peuple de colombes,
Et j'ai vu quelque fois ce que l'homme a cru voir !



J'ai vu le soleil bas, taché d'horreurs mystiques,
Illuminant de longs figements violets,
Pareils à des acteurs de drames très-antiques
Les flots roulant au loin leurs frissons de volets !



J'ai rêvé la nuit verte aux neiges éblouies,
Baiser montant aux yeux des mers avec lenteurs,
La circulation des sèves inouïes,
Et l'éveil jaune et bleu des phosphores chanteurs !


J'ai suivi, des mois pleins, pareille aux vacheries
Hystériques, la houle à l'assaut des récifs,
Sans songer que les pieds lumineux des Maries
Pussent forcer le mufle aux Océans poussifs !


J'ai heurté, savez-vous, d'incroyables Florides
Mêlant aux fleurs des yeux de panthères à peaux
D'hommes ! Des arcs-en-ciel tendus comme des brides
Sous l'horizon des mers, à de glauques troupeaux !

J'ai vu fermenter les marais énormes, nasses
Où pourrit dans les joncs tout un Léviathan !
Des écroulement d'eau au milieu des bonaces,
Et les lointains vers les gouffres cataractant !


Glaciers, soleils d'argent, flots nacreux, cieux de braises !
Échouages hideux au fond des golfes bruns
Où les serpents géants dévorés de punaises
Choient, des arbres tordus, avec de noirs parfums !


J'aurais voulu montrer aux enfants ces dorades
Du flot bleu, ces poissons d'or, ces poissons chantants.
- Des écumes de fleurs ont bercé mes dérades
Et d'ineffables vents m'ont ailé par instants.


Parfois, martyr lassé des pôles et des zones,
La mer dont le sanglot faisait mon roulis doux
Montait vers moi ses fleurs d'ombre aux ventouses jaunes
Et je restais, ainsi qu'une femme à genoux...



Presque île, balottant sur mes bords les querelles
Et les fientes d'oiseaux clabaudeurs aux yeux blonds
Et je voguais, lorsqu'à travers mes liens frêles
Des noyés descendaient dormir, à reculons !


Or moi, bateau perdu sous les cheveux des anses,
Jeté par l'ouragan dans l'éther sans oiseau,
Moi dont les Monitors et les voiliers des Hanses
N'auraient pas repêché la carcasse ivre d'eau ;


Libre, fumant, monté de brumes violettes,
Moi qui trouais le ciel rougeoyant comme un mur
Qui porte, confiture exquise aux bons poètes,
Des lichens de soleil et des morves d'azur,



Qui courais, taché de lunules électriques,
Planche folle, escorté des hippocampes noirs,
Quand les juillets faisaient crouler à coups de triques
Les cieux ultramarins aux ardents entonnoirs ;



Moi qui tremblais, sentant geindre à cinquante lieues
Le rut des Béhémots et les Maelstroms épais,
Fileur éternel des immobilités bleues,
Je regrette l'Europe aux anciens parapets!




J'ai vu des archipels sidéraux ! et des îles
Dont les cieux délirants sont ouverts au vogueur :
- Est-ce en ces nuits sans fond que tu dors et t'exiles,
Million d'oiseaux d'or, ô future Vigueur ? -


Mais, vrai, j'ai trop pleuré ! Les Aubes sont navrantes.
Toute lune est atroce et tout soleil amer :
L'âcre amour m'a gonflé de torpeurs enivrantes.
Ô que ma quille éclate ! Ô que j'aille à la mer !


Si je désire une eau d'Europe, c'est la flache
Noire et froide où vers le crépuscule embaumé
Un enfant accroupi plein de tristesses, lâche
Un bateau frêle comme un papillon de mai.


Je ne puis plus, baigné de vos langueurs, ô lames,
Enlever leur sillage aux porteurs de cotons,
Ni traverser l'orgueil des drapeaux et des flammes,
Ni nager sous les yeux horribles des pontons.
El barco ebrio

En tanto descendía por impasibles ríos,
deje de sentirme guiado por los remolcadores:
pieles rojas vocingleros, para hacer puntería,
les clavaron desnudos en cipos coloreados.

  
No me importaban nada todas las dotaciones,
lleven trigo flamenco o algodón ingles:
cuando con los sirgueros se acabo el alboroto,
los ríos me dejaron a gusto descender.




Por los furiosos chapoteos de las mareas,
el otro invierno, más sordo que el cerebro de un niño,
! Corrí! Y las penínsulas desamarradas
Jamás han soportado juicio más triunfal.



La tempestad bendijo mis marinos desvelos.
Mas ligero que un corcho por las olas baile,
y las llaman eternas arrolladoras de victimas.
! Diez días sin nostalgia del ojo de los faros!



Más dulce que a los niños las manzanas acedas
penetro el agua verde en mi casco de abeto
y las manchas azules de vino y vomitonas
me lavo, dispersando mi timón y mi ancla.

  
Desde este momento, me bañe en el poema
del mar; lactescente, infundido de estrellas,
devorando azul verde, en el que flota a veces
pálido y satisfecho un ahogado pensativo.


!Transformando de pronto el azul en delirios
y ritmos lentos bajo la rutilación del día
mas fuertes que el alcohol, mas que las liras amplias,
fermentando las rojeces amargas del amor!




Sé de cielos que estallan en rayos; se de trombas,
resacas y corrientes: !sé de la noche y del alba
exaltada al igual que un pueblo de palomas,
y he visto algunas veces, lo que el hombre creyó ver!



!He visto en el ocaso, manchado de horror místico,
el sol iluminando coágulos violeta,
igual que los actores de los dramas antiguos,
las olas rodar lejos con temblor de muare!
!



Soné la noche verde de nieves deslumbrantes,
besos que suben lentos a los ojos del mar,
las savias inauditas correr, y el despertar
amarillo y azul de fósforos cantores!



!Seguí durante meses, como un ganado histérico,
viendo asaltar las olas los firmes arrecifes
sin pensar que los pies luminosos de las Marias
pudiesen bridar el morro de los océanos asmáticos!


!He embestido, sabéis, increíbles Floridas,
ojos de pantera con piel humana, mezclando
a las flores! !Arcos iris tendidos como riendas
bajo el horizonte marino, a glaucos rebaños!


He visto fermentar los enormes pantanos,
trampas en cuyos juncos se pudre un Leviatán;
derrumbarse las aguas en medio de bonanzas
en abismos lejanos cayendo en catarata.





Glaciares, soles de plata, olas de nácar, cielos de brasa,
zabordas odiosas al fin de oscuros golfos,
de arboles torcidos caen entre negras fragancias.




Hubiese querido ensenar a los niños, en las olas
esos peces de oro, esos peces cantores.
—Las floridas espumas han mecido mis fugas
y el inefable viento me ha prestado sus alas.



Mártir cansado a veces de polos y de zonas,
el mar cuyo sollozo mi balanceo amaina,
me alzo su flor de sombra de amarillas ventosas;
pero yo seguía, como mujer, de rodillas...




Casi una isla, de mi borda quitaba las querellas
y los excrementos de pájaros cantores de ojos rubios
y bogaba en tanto que por mi endeble cordaje
descendían los ahogados a dormir, reculando.


Y yo, barco perdido en la maraña de las algas,
lanzado por el huracán contra el éter sin pájaros,
y a quien los monitores y veleros del Hansa
no hubiesen salvado el armazón, embriagado de agua;


libre, humeante, montado de brumas violetas,
yo, que agujereaba el cielo rojizo como un muro
que lleva, exquisita confitura para los poetas,
líquenes de sol y mocos de azur;


yo que corría, manchado de lúnulas  eléctricas,
tabla loca, escoltada por hipocampos negros,
cuando los julios hacían desplomar a bastonazos
los cielos ultramarinos de ardientes tolvas;


yo que temblaba oyendo gemir a cincuenta leguas,
el celo de los behemots y los Maelstrons espesos,
hilandero eterno de inmovilidades azules,
siento nostalgia de la Europa de viejos parapetos.



He visto los archipiélagos siderales! Islas en las que los cielos delirantes están abiertos al viajero:
—.Es en estas noches sin fondo que tu duermes y te destierras,
millón de pájaros de oro, oh futuro vigor?


! Pero, de verdad, llore demasiado! Las albas  son desoladoras.
Toda luna es atroz y todo sol amargo:
El acre amor me ha hinchado de torpes embriagueces.
! Oh, que mi quilla estalle!!Oh, que me hunda en el mar!


Si deseo el agua de Europa, es solo el charco
negro y frío donde, en el crepúsculo embalsamado
un niño agachado lleno de tristeza, suelta
un frágil barco, como mariposa de mayo.



Bañado por vuestras languideces, no puedo !oh olas!
arrancar su estela a los portadores de algodones,
ni traspasar el orgullo de las banderas y los gallardetes,
ni nadar bajo los ojos horribles de los pontones