Desde el
puente,
ya el día
nuevo y la labor.
Me arrebata
la mañana los pasos descalzos
y los ojos
con sueño aún.
¡Soy un niño
y a veces lo olvido!,
lo recuerdo a
veces:
reminiscencia
de juguetes en las tiendas
y volar de
papelotes en noviembre.
Desde el
puente me asomo a la hondonada,
el famélico
espectro del río y sus áridas márgenes;
me veo en el
espejo de las aguas,
aguas turbias
y espesas,
reflejo de
mis sueños y del quién sabe destino.
Alzo la
mirada,
y encuentro
la plaza y su iglesia
con la
aureola de las aves negras,
aves de la
ciudad enferma que rondan su carroña.
Soy tan parte
de esto...
que nadie se
percata de mí,
ni los
apretados transeúntes
ni los fieles
de la misa dominical.
Tengo el
color del barro,
y el sol se incendia
en mi espalda desnuda.
Voy y vengo
por estas calles como peregrino del alba,
ando en busca
del mendrugo,
en pos de la
migaja que cae del cielo,
del cielo
gris que es mi yugo.
Soy huérfano
de padres
pero más lo
soy de la vida.
Mi nombre no
es sino un número
que se pierde
en estas calles de tedio,
en las que
discurre mi tiempo, donde inevitablemente
-y así lo
esperan ellos-,
debo de
perecer por el bien de la patria
y de los
“hijos de su maná”.
Por de
pronto,
desde aquí
del puente volaré sin bridas,
lejos, hasta
el confín donde se pierde el cometa,
el que escapó
de mis manos y ahora los cielos remonta,
tan libre, tan ligero,
allende los
hombres de saco y corbata
y su antro de
humo y comedia.
¡Soy un niño
y a veces lo olvido!,
sin embargo,
aún tengo la sonrisa que me delata,
frágil
inocencia que el llanto abreva
y al arco
iris me muestra,
el que no
todos ven,
tan solo...
los que
entienden mi lamento,
los que
divisan en el cielo la estela blanca
del papelote
azul que llevóse mi alma.
Estas calles fueron mi cuna
y serán
mañana, sus frías baldosas, mi lápida.
Junto a mí,
otros miles,
salpicamos
esta ciudad de miedo.
Desde el
puente elevo mi silenciosa queja...
¿alguien
allá... me escucha?
(1996)
(1996)