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Download 144 Beautiful Books of Russian Futurism: Mayakovsky, Malevich, Khlebnikov & More (1910-30)

Josh Jones en Open Culture








In the years after World War II, the CIA made use of jazz musiciansabstract expressionist painters, and experimental writers to promote avant-garde American culture as a Cold War weapon. At the time, downward cultural comparisons with Soviet art were highly credible. Many years of repressive Stalinism and what Isaiah Berlin called “the new orthodoxy” had reduced so much Russian art and literature to didactic, homogenized social realism. But in the years following the first World War and the Russian Revolution, it would not have been possible to accuse the Soviets of cultural backwardness.

The first three decades of the twentieth century produced some of the most innovative art, film, dance, drama, and poetry in Russian history, much of it under the banner of Futurism, the movement begun in Italy in 1909 by F.T. Marinetti. Like the Italian Futurists, these avant-garde Russian artists and poets were, writes Poets.org, “preoccupied with urban imagery, eccentric words, neologisms, and experimental rhymes.” One of the movement’s most inventive members, Velimir Khlebnikov, wrote poetry that ranged from “dense and private neologisms to exotic verseforms written in palindromes.” Most of his poetry “was too impenetrable to reach a popular audience,” and his work included not only experiments with language on the page, but also avant-garde industrial sound recording.

Khlebnikov’s experiments in linguistic sound and form became known as “Zaum,” a word that can be translated as “transreason,” or “beyond sense.” He pioneered his techniques with another major Futurist poet, Aleksei Kruchenykh, who may have been, writes Monoskop, “the most radical poet of Russian Futurism.” The most famous name to emerge from the movement, Vladimir Mayakovsky, embodied Futurism’s confident individualism, his poetics “a mixture of extravagant exaggerations and self-centered and arduous imagery.” Mayakovsky made a name for himself as an actor, painter, poet, filmmaker, and playwright. Even Stalin, who would soon preside over the suppression of the Russian avant-garde, called Mayakovsky after his death in 1930 “the best and most talented poet of the Soviet epoch.”
Monoskop points us toward a sizable online archive of 144 digitally scanned Futurist publications, including major works by Khlebnikov, Kruchenykh, Mayakovsky, and other Futurist poets, writers, and artists. There’s even a critical essay by the imposing Russian painter and founder of the austere school of Suprematism, Kazimir Malevich. All of the texts are in Russian, as is the site that hosts them—the State Public Historical Library of Russia—though if you load it in Google Chrome, you can translate the titles and the accompanying bibliographic information.
You can also download full pages in high-resolution. Many of the texts include strong visual elements, such as the cover at the top from a multi-author collection titledRadio, featuring Mayakovsky, whose own books include photo montages like the two further up. Just above, see the cover of Khlebnikov and Kruchenykh’s Vintage Love, which includes many more such sketches. And below, the cover of a 1926 book by Kruchenykh called On the Fight Against Hooliganism in Literature.

Although “state control was absolute throughout” Soviet history, these artists flourished before Trotsky’s fall in 1928, wrote Isaiah Berlin in his 1945 profile of Russian art; there was “a vast ferment in Soviet thought, which during those early years was genuinely animated by the spirit of revolt against, and challenge to, the arts of the West.” The Party came to view this period as “the last desperate struggle of capitalism” and the Futurists would soon be overthrown, “by the strong, young, materialist, earthbound, proletarian culture”—a culture imposed from above in the mid-30s by the Writers’ Union and the Central Committee.
Thus began the regrettable persecutions and purges of artists and dissidents of all kinds, and the movement toward the Stalinist personality cult and “collective work on Soviet themes by squads of proletarian writers.” But during the first quarter of the century, “a time of storm and stress,” Russian literature and art, Berlin adjudged, “attained its greatest height since its classical age of Pushkin, Lermontov, and Gogol.”
via Monoskop
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Josh Jones is a writer and musician based in Durham, NC. Follow him at @jdmagness


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Critica y reseña: Las seis mejores novelas distópicas rusas, por Grigori Rizhakov, ZL


Publicado por ZL  el 15/02/2016 | 4:44 0Secciones: artículosautoresliteraturanovelasreseñas 





En términos históricos, el género de la distopía ha tenido escasa representación en la literatura rusa. Tenemos, por ejemplo, la novela de Chernishevski ¿Qué hacer?; también está Nosotros, de Zamiatin; algunos trabajos de los hermanos Strugatski y de Platónov, pero no mucho más.Sin embargo, desde la caída de la Unión Soviética, la desaparición de la censura permitió el florecimiento de este género literario. Actualmente existen muchas joyas traducidas que se pueden calificar de lectura obligada para los amantes de las distopías.


Metro 2033, de Dmitri Glujovski
 La novela postapocalíptica Metro 2033con la que debutó el escritor Dmitri Glujovski se convirtió en un bestseller tras su publicación en Rusia en 2007 y más tarde sirvió de inspiración para un famoso videojuego. La secuela,Metro 2034, tuvo tanto o más éxito entre el público que la primera novela.
El Universo Metro se sitúa en un planeta Tierra de la era postnuclear, donde los supervivientes vagan por túneles subterráneos. El mayor es el metro de Moscú, donde las estaciones se han organizado como pequeños países y el caos reina en la oscuridad de esos escabrosos túneles.

El día del oprichnik, de Vladímir Sorokin

Vladímir Sorokin es un gigante moderno de la literatura rusa que lleva una década escribiendo novelas de este género. El día del oprichnik retrata la Rusia de 2027, un país que se ha convertido en una intrincada dictadura militar al estilo de Iván el Terrible, donde la población es aterrorizada por los opríchniki, la policía secreta medieval.
La sátira política se ve reforzada aquí por una prosa estilizada que imita el ruso antiguo; los numerosos paralelismos históricos del libro acentúan el hecho de que Rusia, en esencia, no ha cambiado y sigue teniendo la misma actitud hacia su pueblo.
A esta novela le siguió la secuela El kremlin de azúcar. Ambos libros han obtenido prestigiosos premios en Rusia y fueron nominados para el premio internacional Booker en 2013.
Alfaguara publicó El día del oprichnik (2008), traducida por Yulia Dobrovolskaia y José María Muñoz Rovira.

Moscú 2042, de Vladímir Voinóvich
La primera novela en el exilio de este escritor disidente de la URSS, nacido en Tayikistán y que abandonó el país en 1980, obtuvo un gran reconocimiento fuera de las fronteras del país tras su publicación en 1986.
Se trata de un viaje en el tiempo a la capital rusa en la que el comunismo se ha desarrollado y está gobernada por un endiosado ex dirigente del KGB. En esta sátira se habla de los logros de una sociedad que ha logrado un estado de perfecto absurdo.
Ha sido publicada por Automática en 2014 y traducida por Fernando Otero Macías.


Conejos y serpientes, de Fazil IskanderEl escritor abjasio Fazil Iskander, conocido por su sentido del humor y de la sátira, ha escrito clásicos modernos tanto para la literatura soviética como para la rusa. Su novelaConejos y serpientes constituye una alegoría fantástica del Estado ruso, cuyos personajes más notorios se pueden reconocer en estos conejos, boas y anacondas.
Esta alegoría ayuda a diseccionar la psicología y la mecánica de una dictadura, con su burocracia y sus ciudadanos sumisos: “su hipnosis es nuestro miedo”, comenta uno de los conejos. Este libro es primo hermano de la novela de George OrwellRebelión en la granja.



Salida de emergencia, de Vladímir Makanin

En la novela Salida de emergencia se yuxtaponen dos mundos: un búnker subterráneo que sirve de refugio a un grupo de intelectuales, mientras el resto del mundo sobrevive en una ciudad de la superficie devastada por los conflictos bélicos. La ‘salida de emergencia’ es el único punto de conexión entre ellos.Si nos escondemos del mundo, llegará un día en que no haya vuelta atrás. Vemos aquí una vía de escape cada vez más estrecha como metáfora de la dolorosa extinción de un hermoso animal, que no logra adaptarse a los abruptos cambios del entorno.
Vladímir Makanin está considerado como uno de los escritores más importantes de Rusia actualmente. Esta novela no está traducida, pero en español se han publicado El prisionero del Cáucaso y otros relatos (Acantilado, traducción por Olga Korobenko), El profeta (Marbot, 2011, traducción de Lydia Kúper) o Un río de rápida corriente (Alfaguara, 1988, traducción de Lydia Kúper), entre otros.




La flecha amarilla, de Víktor Pelevin

Pelevin es otra figura destacada de la literatura postmoderna rusa y ha escrito dos trabajos del género. La flecha amarilla es una novela alegórica inspirada en el mundo ferroviario. Un tren que simboliza a Rusia recorre el mundo entero con todos sus personajes y se dirige hacia un puente en ruinas. Si Rusia ha vivido momentos de calma, estos siempre fueron pasajeros; tiempos en que las preocupaciones retroceden ligeramente en espera de la llegada del tsunami.
No se ha publicado en español aunque se han publicado El meñique de Buda (Mondadori 2005), La vida de los insectos(Destino, 2001) y El yelmo del horror (Salamandra, 2006).