Cuentos Hispanoamericanos. Yo, Claudio, un cuento de Alejandra Costamagna. Del silencio al extrañamiento. Post Plaza de las palabras


Plaza de las palabras en su sección Cuentos Hispanoamericanos, presenta el relato Yo, Claudio de la escritora Alejandra Castamagna Crivelli (Santiago, 23 de marzo de 1970) es una escritora, profesora y periodista chilena. Ha escrito para revistas como Gatopardo, Rolling Stone y El Malpensante. Ha sido traducida a diversos idiomas (italiano, francés, danés, coreano), y su obra ha sido distinguida con varios  premios, entre los que destacan el Altazor (2006) y el Anna Seghers (Alemania, 2008) al mejor autor latinoamericano del año. Costamagna ha sido incluida por algunos críticos en la llamada Literatura de los hijos, particularmente por su novela En voz baja. El sistema del tacto fue finalista del Premio Herralde de Novela 2018.



Arranque


«Fue en la adolescencia que se empezó a tomar más en serio el escribir, después de ingresar en el colegio Francisco Miranda (cuando se mudó a La Reina) y gracias al profesor Guillermo Gómez. Este “le recomendó leer a Neruda, Mistral, Shakespeare, Chéjov y Crimen y Castigo, de Dostoievski, un libro que hasta hoy marca su escritura”. Además, le encargó una entrevista y ella fue a la casa de su vecino, Nicanor Parra, con quien conversó de poesía y del insomnio que ambos compartían.  Al terminar la secundaria, estudió periodismo en la Universidad Diego Portales y frecuentó los talleres de Guillermo Blanco, Pía Barros, Carlos Cerda y Antonio Skármeta; hizo más tarde una Maestría en Literatura.»(1)


«Ha dictado talleres literarios, ha sido comentarista de teatro en diarios y revistas nacionales, y ha trabajado como columnista y cronista en diversas revistas. Costamagna publica su primera novela, En voz baja, en 1996 y dos años después la sigue Ciudadano en retiro. Ambas obras reciben una crítica muy positiva de parte del escritor Roberto Bolaño:   «Hay una generación de escritoras (chilenas) que promete comérselo todo. A la cabeza, claramente, se destacan dos. Estas son Lina Meruane y Alejandra Costamagna, seguidas por Nona Fernández y por otras cinco o seis jóvenes armadas con todos los implementos de la buena literatura.» Roberto Bolaño, Febrero de 1999.»  (2)


Obras y trayectoria


«En 2000 aparece su primer libro de cuentos, Malas noches. Aunque ha continuado escribiendo novelas, Costamagna ha desarrollado especialmente el relato, tanto que incluso reconvirtió su primera novela en un cuento, Había una vez un pájaro, que apareció en 2013 en un libro del mismo título acompañado de otros dos textos. Rodrigo Pinto comparaba en la revista Sábado de El Mercurio esta  “vocación por depurar y limpiar sus textos” con la que tenía José Santos González Vera, quien acostumbraba publicar nuevamente sus obras con la advertencia "edición corregida y disminuida", pero subrayaba que en Costamagna adquiría una expresión distinta y aún más radical.» (3)



Libros publicados


Entre otras publicaciones (4)


En voz baja, novela, LOM Ediciones, 1996

Ciudadano en retiro, novela, Planeta, 1998

Malas noches, cuentos, Planeta, 2000. 

Cansado ya del sol, novela, Planeta, 2002

Últimos fuegos, cuentos, Ediciones B. 2005. Contiene 16 textos:

Dile que no estoy, novela, Planeta, 2007

Naturalezas muertas, cuento largo (según definición de la autora); [15] editorial Cuneta, 2010

Animales domésticos, cuentos, Mondadori, 2011. Contiene 11 relatos:

Imposible salir de la tierra (Años luz),

El sistema del tacto, novela, Anagrama, Barcelona, 2018

Finalista del Premio Altazor 2012 con Animales domésticos

Finalista del Premio Herralde de Novela 2018 por El sistema del tacto.




Perfiles


«Costamagna sostenía en 2011 que le gusta el silencio (“Me gusta este silencio medio

contaminado por el ruido de los autos, de la ciudad que se mete a lo lejos. Es como estar sola, pero acompañada. Y si necesito hablar, tengo a Pascual, mi gato. Pero me gusta estar en silencio. No hablar demasiado”) (5). Por otra arte en otra  entrevista hecha  por Josefina Marcuzzi, Charla con la autora chilena Alejandra Costamagna, sostiene: “La pandemia cambió la forma de pensar lo extraño, y eso genera un sacudón porque escribir es asombrarse” También afirma: La escritora de “El sistema del tacto” asegura: “Una novela protagonizada por mujeres o que hable de problemas de mujeres no es necesariamente una novela feminista”.» (6) 


«Autora de El sistema del tacto (Anagrama) e Imposible salir de la tierra (Años luz), Costamagna no es solamente una de las plumas contemporáneas más relevantes de América Latina, también reconocida por su posicionamiento público sobre el feminismo, la industria literaria y la política en la región. El sistema del tacto es una novela en prosa que sorprende con capítulos breves de documentos, fotografías antiguas, archivo dactilográfico y hasta un manual del inmigrante italiano. Su forma es caótica, intercala, rompe con los registros clásicos y tiene un efecto doble: por un lado sorprender una y otra vez al lector, y por otro, corroer hasta poner en jaque la idea del tiempo como algo lineal. En Imposible salir de la Tierra, Costamagna compila cuentos que fueron escritos en distintos momentos, que contienen una misma atmósfera y obsesiones similares. Allí recorre un territorio en el que propone escenas, personajes y formas del lenguaje muy diversas, que deriva en una lectura por momentos placentera y por momentos, extrañada. » (7)









Alejandra Costamagna: Del silencio al extrañamiento

Plaza de las palabras 


El cuento seleccionado es Yo, Claudio. De su libro de relatos Animales Domésticos, 2011. (Vuelto a publicar en su recopilación Imposible salir de la tierra).  La primera palabra que brinca en la mente al terminar de leer el cuento es la palabra absurdo. Pero no tiene nada de raro, en fin hay toda una gama de literatura del absurdo, solo piénsese en Bartleby, el escribiente, de Melville o en el infatigable Mito de Sísifo de la literatura clásica.   O eche una suspicaz y fugaz mirada al teatro del absurdo  o hasta cierta narrativa, incluso contemporánea. Fijándonos bien todo el existencialismo francés descansa en un esponjosos y holgado colchón del absurdo.

 

El cuento reseñado es un relato extraño con dos  personajes: Claudia y el otro, Claudio. Y que a primera vista o lectura podría leerse desde lo absurdo. Pero al reparar en el título que evoca la novela histórica Yo, Claudio del poeta y novelista ingles (también traductor del griego y latín), Robert Graves. También podría ser una línea de interpretación desde la metatextualidad.   


No obstante, no son las únicas líneas interpretativas de este relato. Rico en significados y en silencios. En el relato de la autora chilena Costamagna,  los personajes e encuentran circunstancialmente. Aparentemente sin fines ni metas. Extraviados en un mundo desconcertante.  En que en un momento coinciden en un cine, en que exhiben la película Alien. El Regreso. Singular apertura ya que la palabra latina Alien significa (Extranjero, extraño, el otro /lo otro).


En su extrañamiento  marcado en ella por su obsesión por el cine (ciencia ficción), la madre  y la desconfianza, y  en él por su actitud sumisa, su  obcecación por los dientes (recuerda un cuento de Poe) y el abandono de su ex esposa. Cuento que quizá se pueda interpretar llanamente desde una perspectiva existencialista,   o desde el doble, pero también desde la sicología o el inconsciente o alineación mental, tan de moda como una pandemia en el mundo actual.  O sencillamente desde la otredad, en el sano y buen sentido de la palabra: la comunicación.  O en el sentido opuesto, el de no pertenencia, no afectación. Camus lo hace en su novela El Extranjero. (El tema inicial de la madre). Al fin y al cabo: Todos somos de esta tierra pero también todos somos extranjeros en esta tierra 


Cuento narrado en tercera persona, y en  media res, inserto en una cotineidad pasmosa. Con un  final abierto y engañoso ya que abre el cuento a un continnun. Relato ubicado en conocidas calles del centro de  Santiago de Chile,  y que tiene un comienzo circular, que aparentemente no lleva a nada. No hay explicaciones, el relato apenas se  mueve entre un pasado fantasmagórico firmado por la búsqueda de la sombra de la madre y un incierto futuro cargado a espaldas. Un cuento congelado exclusivamente en el presente. Y que comienza con la frase Le pidió que la acompañara, pero no le dijo adónde.  Y termina con otra solicitud de acompañamiento:   Pero ella no quiso decirle adónde


Acaso  este sea un relato como ver una fotografía que ha sido recortada en extremo por sus bordes. O leer un texto casi descontextualizado. O imaginarse una escultura sin brazos ni piernas, solo ver el pecho. Relato repleto de silencio y distancia, y en que los personajes no saben adónde van, pero que ciertamente van camino al extrañamiento.     



Notas bibliográficas


1. Wikipedia 

2, Wikipedia 10. Bolaño, Roberto (febrero de 1999). «Fragmentos de regreso a un país natal». Revista Paula (Santiago, Chile) (792): 98-101. Referencias

Texto íntegro presente en Bolaño, Roberto (2004). Entre paréntesis (http://www.anagrama-ed. es/titulo/A_316) (I edición). Barcelona, España: Anagrama. pp. 67-68. ISBN 978-84-339- 6210-2.

3. Wikipedia 11. Rodrigo Pinto: Había una vez un pájaro (http://diario.elmercurio.com/2013/10/26/el_sabado/l

eer/noticias/48DF7BB5-1B26-4292-BFA9-34B0656F1DC4.htm?id=%7B48DF7BB5-1B26-4292-

BFA9-34B0656F1DC4%7D) , revista Sábado de El Mercurio, 26.10.2013; acceso 18.05.2014

4. Wikipedia

5. Wikipedia

6. Josefina Marcuzzi. Charla con la autora chilena Alejandra Costamagna, INFOBASE, LEAMOS, 28 de mayo  de 2022

7. Ibid, 2022


2057 palabras 








Yo, Claudio


Alejandra Costamagna 


Le pidió que la acompañara, pero no le dijo adónde. Se juntaron en la esquina de Morandé con Alameda, en una de las entradas de la farmacia. Era domingo. 

—¿Adónde vamos? —preguntó él.

—¿Quieres acompañarme? —respondió ella.

Subieron a una micro que cruzó Alameda y tomó Nataniel. La micro iba casi vacía. Sólo

viajaba una mujer en el primer asiento. Tenía unas venas gruesas y moradas en los brazos:

parecían alambres incrustados bajo su piel.  Claudia avanzó hasta el fondo.

—¡Ven! —le gritó desde allá.

La micro saltaba como una coctelera. Bajaron a la altura del hospital El Llano. Claudio la siguió con pasos decididos hasta el hospital.

—¿Qué pasa? —le preguntó en la entrada.

—Nada, es mi mamá —dijo Claudia.

—¿No era que estaba muerta?

Ella levantó los hombros y soltó una palabra que más pareció un soplido:

—Quizás.

—¿Quizá qué? —preguntó él.

—Quizás está muerta.




A Claudia la había conocido días atrás en el cine. Se sentaron en asientos contiguos. Daban Alien. El regreso. Ella se reía mucho. Él no sabía de qué se reía; para él la película no era graciosa. Cuando encendieron las luces, le preguntó cómo se llamaba.

—Claudia. ¿Y tú?

—Oh, yo también —se sorprendió él.

—¿Tú también te llamas Claudia?

—No, yo Claudio.

—Hay una pizzería que se llama así —comentó ella—: Yo, Claudio.

—¿En serio?

—Sí, pero nunca he ido.

Claudia dijo que trabajaba en el cine: era la boletera. Veía metros y metros de cintas. Le gustaban sobre todo las de ciencia ficción. Podía ver una película veinte, treinta o hasta cuarenta veces. Alien. El regreso, por ejemplo, la había visto veintiocho veces. 

—Para mí —dijo mientras se levantaba de la butaca— ver cine es mucho más importante que estudiar, porque una siempre aprende cosas.

—¿Y qué has aprendido de Alien? —quiso saber él.

—Bah, eso es obvio: que no se puede confiar en nadie del más allá.

—¿Y se puede confiar en alguien del más acá?

—Mmm… —balbuceó Claudia. Y zanjó—:

Tienes razón, lo que te enseña Alien es que no se puede confiar en nada ni en nadie.

Esa noche fueron al restaurante Marco Polo. Más que un restaurante, un boliche con olor a papas fritas. Ella pidió una malta con huevo; él, una malta sola. Hacía calor, a pesar de la hora. Claudia habló sintéticamente de su familia: su padre era electricista de un circo colombiano y no vivía en Santiago; su madre estaba muerta; no tenía hermanos.

—¿Y con quién vives? —preguntó él.

—Con mi tía —dijo ella. Y miró la hora. Y se tuvieron que ir, porque la tía era estricta como un milico, según contó Claudia esa noche.

Cinco días después la muchacha lo llamó por teléfono. Le dijo “Hola, soy Claudia, la del cine, ¿te acuerdas?”. Claudio no tenía mucho que hacer. En febrero nunca tenía mucho que hacer. Que lo dijera Paulina, si no. Paulina había sido su mujer hasta el año anterior. Al final se había aburrido de lo que llamaba el “estado fatal” de ocio de Claudio. Pero él no se consideraba ningún ocioso. Era ayudante de dentista, y ayudaba con muchísimo afán a sacar muelas, poner tapaduras, hacer puentes, limpiar bocas que mejor ni se abrieran. El problema, según él, era que a la gente ya no le importaban los dientes. O no pagaban por ellos. O no al menos con los dentistas que lo contrataban a él como ayudante. Y peor en febrero. Era así: había temporadas y temporadas para el trabajador dental. Naturalmente, eso Paulina nunca lo entendió.

El día de la llamada telefónica, Claudio pasó a buscar a Claudia al cine. Ella había vuelto a ver

Alien. El regreso. Con ésta sumaba treinta y cuatro veces. Apenas lo saludó, dijo: 

—Lo de Alien no tiene nada que ver con la confianza, ¿sabes?

—¿Ah no? —preguntó él.

—No, pues… lo que Alien te enseña en realidad es que el bien está detrás del mal. Que nadie está libre, ¿entiendes?

—Ajá —mintió Claudio—. ¿Por qué no tomamos algo?

Y salieron del cine. Se metieron a un boliche luminoso de la calle Puente. Dos maltas con huevo para ella, tres schop negros para él. Claudia habló de una película japonesa que había visto meses atrás. La protagonista era una japonesita con cara de muñeca rusa, según ella, que tomaba una pastilla para ir al futuro y se equivocaba y llegaba al pasado. En realidad llegaba a un momento en que aún no existía el mundo. Entonces la japonesa se sentaba en una roca (“que era raro que existiera porque el mundo todavía no existía”, opinó Claudia) y se ponía a pensar en lo terrible que era la nada. Claudio no supo en qué terminaba la película, porque de golpe ella dijo: “Sorry, estoy súper mareada”, y empezó a reírse. Claudio tuvo la impresión de que esa risa era igual a la de Paulina, su exmujer: carcajadas agudas, semejantes al sonido de una ocarina. Al rato, Claudia dejó de reírse y él la fue a dejar al departamento de la tía. Vivía en la calle Catedral, cerca de Matucana. Al despedirse, trató de besarla en la boca. Ella lo separó con un movimiento brusco.

—Hey, hey, tranquiléin John Wein —le dijo.



La tercera vez que se vieron fue cuando ella le pidió que la acompañara. Se juntaron en

Morandé, en la entrada norte de la farmacia, subieron a la micro, llegaron al hospital: y ahí

estaban ahora. En la recepción Claudia preguntó por Sonia Vera Castro. “Está en la sala catorce”, le informaron. Caminaron en silencio hasta el ascensor.

—Entonces no estaba muerta —dijo él.

—Parece que no —respondió ella.

Bajaron del ascensor, recorrieron varios pasillos que eran como laberintos y llegaron a la sala indicada. Claudio le preguntó si prefería entrar sola. “No, por favor”, le pidió la muchacha. Como si en vez de hacerle una pregunta, él la hubiera amenazado. La mujer que buscaba Claudia estaba al fondo. Avanzaron hacia ella. Claudio la miró y pensó en una gallina sin plumas. Volcada sobre unas sábanas lilas, medio destapada, con el cuello lánguido hacia un lado y el estómago hinchado. Tenía los ojos abiertos, pero parecía que no estuviera del todo viva. La muchacha le agarró una mano y la dejó caer como una hoja sobre el colchón. 

—¿Qué es lo que tiene? —preguntó Claudio.

Ella levantó los hombros y miró a la mujer.

—Quién sabe —respondió.

—¿Tú no lo sabes? —insistió él.

—No, no tengo idea.

Se quedaron callados hasta que la enferma empezó a hacer unos ruidos guturales, con la boca muy abierta. Claudio le observó la dentadura: una hilera de dientes color crema, en muy mal estado. Trabajo arduo, pensó sin voluntad. Claudia intentaba descifrar aquellos

ruidos. Él no sabía bien qué hacer. Miró hacia el velador común y vio un diario medio arrugado. El titular decía: “Román es el único culpable”. Iba a agarrar el diario, pero en ese instante ella le pidió que la dejara sola. Por favor. Y que le cuidara el bolso. 

Claudio salió de la sala con el bolso en la mano. Se sentó en un banquito de madera. Se preguntó qué estaría ocurriendo allá dentro.  Quizá la mujer se había puesto a hablar, ahora que estaban a solas. Quizá Claudia veía esta escena como una película; aprendía quizá qué lecciones de esa función privada. Claudio miró el bolso. Sabía tan poco de ella, pensó, y sin embargo tenía la impresión de conocerla hacía siglos. Dudó antes de hacerlo, pero al final lo hizo: descorrió el cierre del bolso y vio una libretita gris. La sacó. Se fijó que la caligrafía era redonda, como de niño. Abrió una página cualquiera. Decía: “Todas las películas del mes eran de terror atómico”. Más adelante escribía: “Película 1/  terror atómico”,   y se largaba a contar la historia de un hombre que entraba a un túnel  y no podía salir. De a poco iba acostumbrándose a la vida del túnel, y plantaba frutas y verduras, y hacía un jardín, y luego vendía sus productos frescos y orgánicos a los viajantes, que eran muchos y muy acaudalados, y al final se hacía rico y nunca más salía del túnel, aunque ciertas mañanas, ya de viejo, el hombre amanecía como descompuesto y sin voluntad. Ahí terminaba la historia. Claudio supuso que no era una película real. Tampoco le pareció que fuera de terror atómico. A menos que Claudia entendiera algo distinto por terror atómico. De golpe temió que ella volviera y lo pillara metido en sus cosas. Guardó la libretita, cerró el bolso; esperó.

Claudia regresó a la media hora. 

—Se murió —dijo.

—¿Tu mamá? —preguntó él.

—No era mi mamá.

Entonces Claudia habló. Dijo que le habían dicho que su madre estaba viva. Se lo había dicho su tía esa mañana. Según ella, además de estricta, la tía era una mentirosa compulsiva. Dijo Claudia que dijo la tía que alguien dijo que habían encontrado a una mujer de nombre Sonia Vera Castro por ahí; que le habían avisado que ahora estaba en ese hospital, y alguien debía reconocerla. La tía sugirió, le dijo Claudia a Claudio, que debía ser su hija quien lo hiciera. Claudia no supo entonces qué pensar. No recordaba haber visto a su madre ni en fotografías. Si quiso ir al hospital, admitió mientras se alejaban de la sala catorce, fue por curiosidad. Pero al ver a esa mujer supo de inmediato que no podía ser su madre. 

—No era mi mamá —insistió—. Estoy segura. 

Mi mamá se debería parecer a mí, ¿no?… Ella no se parecía en nada, en nada de nada.

Él creyó que debía responder algo.

—Eso es verdad —dijo.

Salieron del hospital y caminaron hasta el paradero de micros. Claudio tuvo la impresión de que a ella se le habían achicado los ojos: tenía cara de japonesa, la muchacha; recién entonces Claudio se dio cuenta. Podía pasar por hija de japoneses si se lo proponía. Por hija de japoneses con cara de muñeca rusa. Le preguntó si estaba triste. “Quién sabe”, dijo ella. Después encogió aún más los ojos, hasta que los cerró del todo. Emitió una especie de soplido por la nariz, dejó el bolso a un lado y se echó en el banquito del paradero, como una lagartija. Eran las seis de la tarde, casi no había gente en la calle. 

—¿Qué quieres hacer? —preguntó él.

—No sé —respondió Claudia.

Luego pareció quedarse dormida. Claudio tuvo ganas, después se le quitaron, de agarrar  el bolso y ojear la libretita. En vez de eso, se puso a mirar los brazos delgados de la muchacha. Se acordó de las venas gordas y moradas de la mujer de la micro. Pensó en los brazos como palillos de la mujer del hospital. Pensó en los dientes de la mujer que acaso era la madre de Claudia; en su boca. Miró la boca de Claudia y concluyó que no era tan distinta a la de su madre, si es que era su madre. Y volvió a mirar la boca de Claudia, y entonces imaginó que de un minuto a otro iba a abrir esa boca y él iba a diagnosticar cuatro dientes picados y las encías inflamadas, y acto seguido iba a besar esas encías hinchadas como bolsitas de agua y esos dientes uno por uno, los picados y los sanos, y al final la boca entera de la muchacha tendida aquella tarde en el paradero de micros de la Gran Avenida. Pero ella no abría la boca. Y él no dejaba de mirarla. 

Recordó en ese instante la llamada de Claudia, esa mañana. Enseguida le vino a la memoria otra llamada. Y otra y otra y otra: Paulina, su madre, el ortodoncista, un paciente, el portero del edificio. De pronto se le ocurrió que todas sus llamadas telefónicas eran parte de una película. Claudia emitió un soplido suave. Él aprovechó para darle unos golpecitos en la espalda.

—Oye, Claudia…

—¿Qué pasa, qué pasa? —reaccionó ella.

—Nada, que podríamos movernos. La muchacha abrió grandes los ojos, inmensos de un minuto a otro, y dijo:

—Hey, relax, Max.

A él le pareció que los ojos le habían crecido como una nube atómica. Claudia bostezó, se arregló el pelo con las manos y le pidió que la  acompañara.

—¿Adónde?

Pero ella no quiso decirle adónde.




Créditos

Texto del cuento Identidad  / DOSSIER / Septiembre de 2017. Revista de la Universidad de México. Imagen de portada: Rafael Rodríguez, Encuentro, 2013.


Wikipedia


Josefina Marcuzzi. Charla con la autora chilena Alejandra Costamagna, INFOBASE, LEAMOS, 28 de mayo  de 2022


Ilustración 


Foto de Alejandra Costamagna, Google Imagen 



Libros: Hotel Singapur de Gerardo Fernández Fe. Voces corales en las reseñas críticas. Por plaza de las palabras

  


Plaza de las palabras en su sección Libros, reproduce a manera de voces corales cuatro reseñas críticas de la novela Hotel Singapur (2021) del escritor cubano Gerardo Fernández Fe.


 HOTEL DE SINGAPUR – LIBROS Y LITERATURA por Victoria Mera, poeta, traductora e inerprete española, reseña del 14 de abril del 2021. La de Un Libro al  Día del  16 de junio de 2021. Una mas de Libros que voy leyendo de  Francisco Javier Torres Gómez. Escritor y critico español. Finalmente, un fragmento de  Alejandro Gonzales Acosta, cubano, Doctorado en Letras UNAM. Profesor de Filosofía y Letras UNAM. Radicado en México. Cuya pieza critica Parábola de un País, la reseña mas extensa y de la cual solo reproducimos unos  extractos,  pero remitimos al lector al enlace original para leer la reseña completa, que da también da cabida a una introducción de la literatura cubana, reseña  publicada originalmente en la revista Letras Libres, No.282 / junio 2022. 


De las cuatro reseñas críticas remitimos al lector a los enlaces originales en que fueron publicadas. A manera de literatura comparada introducimos como acompañamiento una reseña del crítico y escritor Germán Gullon, escritor español, sobre el crítico literario estadunidense Edmund Wilson. Reseña de la cual solo citamos un par de frases, pero que también brindamos el enlace para leer el articulo completo. Y al final remitimos al lector a enlaces de fragmento de la novela Hotel Singapur publicado en RIALTA e Hypermediamegazine.



Cuatro críticos hospedados en el Hotel Singapur

A la caza de las  huellas de Gerardo Fernández Fe



Plaza de las palabras 


1

Cuatro críticos y reseñistas de está novela esgrimen sus palabras claves, Victoria Mera Libros y Literatura,  inicia su reseña con una frase extraída de la propia novela reseñada:  «Lo que es gracioso es cómo nos enteramos de una persona y lo extraterrestres que es cuando creamos una imagen completa de su existencia». Pero también apuesta por que esta es una novela coral. En esa secuencia coral, el reseñador  anónimo de Un Libro al  Día, asevera que los personajes no pierden peso. Todos por igual son importantes y pone el ejemplo de las películas de Francis Ford Coppola: «Si algo te enseña Francis Ford Coppola es que en una buena película no hay personajes secundarios. Todos sus personajes, en caso de emergencia, por decirlo de alguna manera, deberían poder cargar con el peso de la historia.». Agrega también este reseñista que la novela se pinta a manera de un mural. 


El tercer reseñista  Francisco Javier Torres Gómez de Libros que voy leyendo, aduce que la palabra clave de esta novela es desconcertante. Y  también agrega:  «Sinceramente, creo que estas quedan más que sobrepasadas desde el momento en el que el autor escribe, sin freno, sintiendo la libertad que le conceden las palabras, y lo hace como le dicta su alma. Podríamos decir que se trata del vuelo de un ave que desde las alturas ve su cuba natal y emite el juicio de las realidades que desde allí se captan, pero lo hace de un modo tan particular…»


Y finalmente Alejandro Gonzales Acosta en  Letras Libres, Hotel Singapur le parece una novela extraña, en que el autor actúa como un coleccionista que va recabando datos de los personajes. Dice también el reseñista :  «A la manera de un Dostoievski cubano, Fernández Fe escribe unas nuevas Memorias del subsuelo con seres fantasmagóricos, despojados, frustrados, envilecidos y no obstante aferrados a una última oportunidad; gente que supone que en algún momento esta llegará, por obra de una magia sorpresiva y definitiva. Estos personajes viven más en la memoria del pasado que en la circunstancia del presente, animados levemente por la ilusión y la fantasía, como el mecanismo de protección de una realidad decepcionante, vacía y repetitiva.» Al final de la reseña cita  a otro escritor y critico  Abilio Esteves quien afirma: «la gran victoria de este libro es justo poner en cuestión todos los límites, incluso los del género novelesco.»



2

Edmund Wilson en el Hotel Singapur


He aquí cuatro críticos y  cuatro excelentes reseñas, que cumplen su cometido, según el canon del crítico Edmund Wilson, en que otro escritor y critico German Gullon,   en un artículo Las lecciones de Edmund Wilson, el gran maestro de la crítica literaria, reseña el libro de Edmund Wilson:   Obra selecta. Edmund Wilson Edición y prólogo de Aurelio Major. Lumen, 2022. 936 pp. 29,90 €


Dice Gullon acerca de Edmund Wilson: «hombre culto, políglota, lector infatigable, amante de explicar la aportación de nuestros mejores, nunca dejó de lado el elemento social de la literatura. Y afirmó el papel extraordinario que le corresponde por derecho al crítico: ahondar en las páginas literarias para entender cómo somos las personas, el principal interrogante que Wilson quería despejar


Continúa Gullon: « Y añade: “el lector espera que quien reseña le cuente cómo es el libro, cómo está escrito, qué tipo de temperamento tiene el autor, y qué suerte de efecto produce” (pág. 874). Termina pidiéndole que cuando “reseñe para nosotros nos cuente un poco más sobre el estilo, el ‘ambiente’ y la personalidad del autor” (pág. 875).»


Criterios que de una u otra forma están implícitos y explícitos en las cuatro provocativas   reseñas que hemos puesto en el ruedo. Y que en su riqueza interpretativa le brindan al lector un panorama, si bien no total de toda la novela, si lo suficiente amplio para enfrascarse en su lectura, y por consiguiente recorrer el camino que plantea Gerardo Fernández Fe,   polifacético escritor cubano: poeta, novelista, ensayista y traductor. 


Y de esta también polifuncional novela: Hotel Singapur: historia, periodismo, dialogismo, testimonio, polifonía. No sabemos si también hay datos autobiográficos o retazos de memoria oídas.  Pero quetambienb remiten con acentos a veces lejanos pero otros muy a la vista, en que asoman entre otros destellos de Dostoyesky, Proust, Carver, Bukowky, Theodore Dreiser, Eliseo Alberto de Diego   y hasta de los existencialistas franceses. (Apuntan los críticos reseñados). Pero que además por la construcción meticulosa y vivencia de los personajes  en un ambiente alienado, se percibe la mirada sociológica, que uno detecta en Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis, o por lo coherente y tajante de su prosa evoca, también en un ambiente alienado,   La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa.  


Por lo que Gerardo Fernández Fe, escritor rupturista,  que no se anda con ambages ni le pone límites a su prosa, ni se siente cómodo con un solo género sino que los trasgrede,   e intenta de todas las formas posibles brindar una prosa solida, renovada  y cautivadora. Novela en que seguramente estos cuatro críticos y reseñistas (o cinco o seis), se hospedan en el  Hotel Singapur,  cada uno con su propia mirada, siempre  al oído de las voces de estos vividos personajes y al acecho de las aristas  e intersticios de la arquitectura de esta provocativa novela que invita a visitar el Hotel Singapur y compartir con los críticos y reseñistas, al lado de Edmund Wilson.  



PRIMERA RESEÑA


HOTEL DE SINGAPUR – LIBROS Y

LITERATURA


Reseña del libro «Hotel Singapur», de Gerardo Fernández Fe


Victoria Mera 


«Lo que es gracioso es cómo nos enteramos de una persona y

lo extraterrestres que es cuando creamos una imagen

completa de su existencia».


Comenzar una reseña con una cita del libro en cuestión puede resultar extraño. Sin embargo, en estas palabras del protagonista de Hotel de Singapur es la esencia de esta lúcida novela del escritor cubano Gerardo Fernández Fe. Por supuesto, lo entenderás más tarde. Primero permítanme presentarles al autor. 


Gerardo Fernández Fe (La Habana, 1971) es novelista y ensayista. Sus publicaciones incluyen novelas La falacia y El último día del estornino así como los libros de prueba Cuerpo de todos los días y Calificaciones totales. Tibisial reúne toda su obra poética hasta nuestros días. Puedo arriesgarme a repetirme, pero me encantan los poetas que también son novelistas porque siempre hay ese residuo lírico, de una forma u otra, en sus historias. Sin haber leído ninguno de sus poemas, puedo reconocer esta voz de Gerardo Fernández 


HOTEL DE SINGAPUR – LIBROS Y LITERATURA


Fe en esta novela en su acercamiento al tema y en sus meditaciones. Nace un poeta, sin duda.

Como dije algunas líneas arriba, esta cita de apertura de revisión es la mejor manera de revelar lo que hay entre las páginas de Hotel de Singapur. Genaro es funcionario y su trabajo lo lleva de empresa en empresa. Cuando, con su jefe, Limbano, llega al edificio donde pasarán los próximos treinta días realizando un exhaustivo análisis contable, Genaro, con tendencia a alegrarse de la vida ajena, se encontrará con los seis trabajadores del «crematorio». « las oficinas que son dos pisos bajo tierra.» 


Allí trabaja Hilda, una mujer de unos cincuenta años, incapaz de expresar su dolor, con su cabello de Barry Manilow. Hilda es hija de El Grimy, un californiano que se mudó a La

Habana en 1963 para escapar de su pasado. 


También está Orquídea, una madre que no ha tenido noticias de su hijo Patrick durante mucho tiempo, que se estableció con su esposa e hijos en Poughkeepsie, una ciudad muy modesta en el norte del estado de Nueva York. Luego Modesto, un mulato, ex imitador de Michael Jackson, con una gran necesidad de ser admirado por la gente. Y Urbano, su padre, al que todos llamaban Oliva, y cuyo hijo mismo algún día descubrirá la farsa que ha traído su vida. 


Alberto-el-militar, hijo de Cándido Pajuelo, un exanarquista con muchas muertes a cuchillo que huye de Madrid por miedo y acaba instalándose en La Habana. 


Por último, está la pobre Norma, una mujer con una vida difícil, humillada y maltratada por su marido, que soporta el dolor de la muerte de su hijo. Y, por supuesto, Victoria, la chica de la camiseta violeta claro con un mensaje que dice Singapur. Es hija del difunto diplomático Horacio Depestre, quien regresó a la isla entusiasmado con la llegada de Fidel Castro en enero de 1959. Victoria, la enigmática, la mujer que no dice nada y finge saber menos. 


A través de estos seis empleados, Genaro investiga su existencia, porque para él es fundamental conocer cosas sobre la vida de los demás, sus luchas y sus miserias. Entre todos estos personajes se tejerá el retrato de su existencia, satisfaciendo la curiosidad de Genaro al hacer una radiografía del pasado para poner un nombre y un nombre en el presente.


Hotel de Singapur es una novela coral, en la que todos los personajes saben más de lo que parecen y esconden incluso más de lo que hablan. Un libro en el que los recuerdos y el pasado lo son todo. 


Una manera brillante, la de Gerardo Fernández Fe, de retratar la vida de estos personajes y sus predecesores a través del diálogo y la curiosidad. Sin duda, es una historia que es el retrato de varias generaciones y momentos de la historia, contada de forma inteligente, con una buena dosis de humor y buena música. Una novela que habla de las miserias del ser humano y la importancia del pasado para comprender nuestro presente. 




SEGUNDA RESEÑA


Un libro al día

miércoles, 16 de junio de 2021

Gerardo Fernández Fe: Hotel Singapur

Idioma original: Español

Año de publicación: 2021

Valoración: Está bastante bien


Hace unas semanas leí en Simpatía, la última novela del caraqueño Rodrigo Blanco Calderón, una frase que cualquier novelista que se precie debería tatuarse donde se le antoje:


Si algo te enseña Francis Ford Coppola es que en una buena película no hay personajes secundarios. Todos sus personajes, en caso de emergencia, por decirlo de alguna manera, deberían poder cargar con el peso de la historia.


Pues bien, esta frase se ajusta como un guante a esta sorprendente "Hotel Singapur" del cubano Gerardo Fernández Fe, más aún si tenemos en cuenta que se trata de una novela "coral" en la que asistimos a 6-7 historias que transcurren en tiempos y lugares tan separados entre sí como el Madrid de 1936, una pequeña ciudad norteamericana en los 90 o la Cuba de la segunda mitad del siglo XX, con su contexto histórico pero sin los habituales lugares comunes y clichés. 


Y eso que el punto de partida no podría ser, en apariencia, más anodino. Un hombre de unos 40 años llega a una empresa estatal con el fin de auditar las cuentas de esta, pero lo que en realidad hace no es otra cosa que auditar la vida de los otros (aquí es inevitable la referencia a la película alemana del mismo título, pese a que el bueno de Genaro no sea un agente de los servicios de inteligencia) para no pensar demasiado en la suya propia.


Pero esta aparente convencionalidad de la historia salta por los aires cuando vemos que el autor opta por una estructura arriesgada, por una especie de castillo de naipes en el que si uno de ellos falla, todo puede irse al garete. No es el caso. Fernández Fe mantiene la tensión y el ritmo a base de buenas historias y buenos personajes, tanto es así que por sí solos podrían ser leídos como breves novelas independientes. Pero "Hotel Singapur" vendría a ser más bien un mural en el que se combinan realidad y la ficción y en el que conviven distintas referencias espacio temporales, en el que hay escenas que hablan del pasado y del presente, de desconocidos cercanos, de soledades, muertes, abandonos, huidas, esperanzas rotas... Ramas y tramas, en definitiva, que se rozan y entrelazan, seres de carne y hueso que van desde lo Página principal  "carveriano" hasta lo "bukowskiano" y con los que uno se encariña o se cabrea, según el momento.


Junto a (o precisamente gracias a) estas historias a las que llegamos siempre gracias a persona interpuesta (la memoria tiene mucho de ficción) encontramos en la novela interesantes reflexiones acerca de la memoria, la identidad, la construcción del relato y el papel del narrador en esta construcción. Esto ayuda, rompe el paso al lector y da al texto una vertiente diferente pero complementaria.


Ya digo que "pese a" las más de 400 páginas del texto, el interés no decae en ningún momento y uno acaba enganchado a las miserias cotidianas de estas vidas cruzadas. Resulta, por tanto, curioso (por no decir otra cosa) que ninguna editorial haya apostado por "Hotel Singapur" y que el autor haya debido recurrir a la autoedición en el "innombrable dinosaurio". Ellos se lo pierden.





TERCERA RESEÑA 


Libros que voy leyendo

Francisco Javier Torres Gómez

2 junio 2021


«HOTEL SINGAPUR» DE GERARDO FERNÁNDEZ FE


Una madre que arrastra con la muerte de su hijo; un anarquista asesino, en Madrid, en 1936; un surfista que huye de california en el invierno de 1963; un hombre que descubre que su padre es un farsante… y algo más; un cubano de chicago que regresa a la isla, ilusionado con el arribo al poder de Fidel Castro; una, dos, tres familias… pero antes, un ayudante de contable que llega a una 1 oficina no solo para emprender una radiografía del pasado de nuestros padres, sino, también, de las glorias y las miserias del ser humano.


Datos técnicos

Editorial: Audere libros (2021)

nº de páginas: 435

Formato: tapa blanda

ISBN: 979-8579374141

Precio: 16,88 €


Impresiones


Acabo de terminar la lectura de este peculiar título, y reconozco que siento dificultad para realizar una reseña, al menos objetiva, porque se trata de un libro distinto, especial, escrito con un sentimiento y unas intenciones que me parecen inclasificables. Me suele pasar algo parecido con los títulos de mi querida editorial guantanamera. Quizás los autores cubanos tengan un sello que los identifica y que hunde sus raíces en su país, en los recuerdos, en la sociedad actual y en los contrastes con tiempos pasados, mejores o peores.


Fernández Fe no cuenta una historia, sino que encadena muchas, dispares, y a veces es complicado encontrar el nexo, o este tarda en aparecer. Este hecho desconcierta, y de ahí mi primer adjetivo en referencia a este Hotel Singapur: desconcertante. El término desconcertante tiene matices e indica una cierta interacción entre escritor y lector. En la sinopsis describe Abilio Estévez que “se trata de un libro de viajes y un juego donde las posibilidades deben ser sobrepasadas”. Sinceramente, creo que estas quedan más que sobrepasadas desde el momento en el que el autor escribe, sin freno, sintiendo la libertad que le conceden las palabras, y lo hace como le dicta su alma. Podríamos decir que se trata del vuelo de un ave que desde las alturas ve su cuba natal y emite el juicio de las realidades que desde allí se captan, pero lo hace de un modo tan particular…


Libertad y represión, qué contraste. Menos mal que en las palabras se encuentra la llave a un pensamiento propio e inalienable…


Gerardo Fernández Fe no es novato en esto de las letras y ha publicado otras dos novelas, La falacia, y El último día del estornino, además de libros de poesía, ensayos, que aun no he tenido el gusto de disfrutar. No obstante, se perciben en esta obra ganas de desprenderse de ataduras para escribir, la pasión de un escritor comprometido y cultivado, al que le gusta crear diálogos y al cual estoy seguro de que le apasiona el relato, pónganle el apellido que quieran.


Audere libros realiza una tirada sencilla, sin estridencias, asequible, para que Hotel Singapur llegue con humildad a sus destinatarios, quienes conocerán a Hilda, a orquídea, el grimmy, omaida, urbano, vivero, y un sinfín de personajes creados al efecto. No se encontrarán con un soliloquio, se lo aseguro.


Y llegados a este punto sigo sin saber cómo clasificar el libro que ya descansa en mi estantería. Les invito a adquirirlo, a leerlo con detenimiento y a mandarme sus opiniones para que, en esta ocasión y sin que sirva de precedente, sea yo mismo el que aprenda la lección que entre todos me pueden dar.


Gerardo, te doy las gracias y te deseo suerte en tu aventura literaria, que seguro que tiene infinitos recovecos que aún nos quedan por recorrer. 




CUARTE RESEÑA

Alejandro González Acosta 

Parábola de un país

Letras libres  



En su novela más reciente, el cubano Gerardo Fernández Fe construye las vidas de personajes amasados en un recinto asfixiante que deviene símbolo nacional.


Por Alejandro González Acosta

9 junio 2022

Hotel Singapur

Gerardo Fernández Fe

Audere Libros

Miami, 2020, 435 p.


A pesar de la precariedad nacional, o quizá por ella misma, la literatura cubana, en especial la narrativa, ha experimentado en los últimos tiempos un auge inusitado, impulsada por el agravamiento de la crisis generalizada del país. Y es en la novela, posiblemente más que en la poesía, donde puede reconstruirse con mayor detalle la quiebra profunda de una identidad escindida y agarrotada entre la terrible circunstancia del ser y las abominables condiciones en que los seres se insertan en las circunstancias.


Por razones, aunque aparentemente obvias, nada propicias, al final resulta la literatura del exilio la que ha dejado una huella más perdurable en la historia literaria nacional. No deja de ser una ironía que la verdadera “novela de la revolución” no es la que han pretendido escribir los epígonos oficiales, sino la hecha por los díscolos e inconformes que tomaron la dura senda del exilio. Eso ha dotado inevitablemente a la narrativa cubana exiliar de un muy distintivo aliento épico, pues quizá ningún otro pueblo del planeta ha debido encarar durante más de seis décadas un régimen hegemónico, tan afincado para su deleite en el control de cuerpos y mentes.


(…)


En este contexto se inscribe la obra de Gerardo Fernández Fe (La Habana, 1971), quien cuenta en su haber ya con tres sólidos libros de ensayo, uno de poesía y un extenso libro-entrevista al poeta José Kozer, pero sobre todo tres novelas. La más reciente de ellas, Hotel Singapur, es su fruto creativo más ambicioso y, me atrevo a suponer, quizás el más significativo.


Este libro se desarrolla a través de la mirada inquisitiva e invasiva de un narrador que parece ser un hombre vacío y medularmente solitario, quien, como no tiene una historia propia y reseñable, se aplica con la atención casi de un entomólogo a coleccionar las historias de los demás. Así va resumiendo su pequeño universo, encerrado la mayor parte del tiempo en el sótano de un edificio de oficinas al que se refiere como “El crematorio” o “La cueva de los batracios”.


En este asfixiante ambiente burocrático se van desgranando las biografías de cada uno de los allí encerrados por obligación laboral de subsistencia, y porque en realidad sus vidas no tendrían otro objeto fuera de ese espacio. Entre miradas y guiños, visajes y murmullos, van aflojando las cuerdas que sellan los paquetes de sus secretos, derritiendo el lacre de sus mutismos, frustraciones, sueños y penas, en un rosario que forma la cadena a la que todos están uncidos. Son “almas en pena” condenadas por una justicia extraña e inapelable a la mediocridad, al silencio y al miedo de mostrarse como son. Cada uno es la crónica de un Ícaro que nunca ha levantado el vuelo, de Prometeos sin fuego redentor, de Sísifos de una disciplina sin frutos, resultados ni logros. 


(…)


En estas páginas el narrador se define como un ser vacío y esencialmente solitario y confiesa que, como carece de historia propia, acude a coleccionar las de los demás, de las que se ve como un pesquisidor permanente y obsesivo, un espía voluntario y gozoso. Creo por ello que no resulta casual que el ambiente donde se desarrolla la mayor parte del relato sea en un sótano, con visibilidad anulada hacia el exterior, como una alusión a las catacumbas que, por razones obvias, tanto les dicen a los lectores cubanos. De tal suerte, este narrador es un coleccionista, más que de historias reales, de los rincones que todos ocultan para defender su identidad de las miradas extrañas y policiales, del último reducto de humanidad que les queda.


Esa, más que capacidad, vocación, para husmear en las existencias ajenas, con una especie de malsano deleite, puede asociarse a la referencia fílmica de La vida de los otros (2006), aunque sería más justo aún enlazarla con un libro fundacional publicado diez años antes, Informe contra mí mismo (1996), de Eliseo Alberto de Diego, que busca también reflejar una inclinación endémica y casi genética hacia la intrusión como parte de una conciencia y una identidad nacionales. Esta es, por tanto, una novela de palpitante y a veces hasta irritante actualidad, que nunca dejará impávido al lector. 


(…)


Estévez llama la atención sobre la batalla que se establece en este libro “entre lo falso de la Historia y la verdad mentirosa de la pequeña historia”, pero también sobre la manera en que Fernández Fe “huye de la arenga monolítica y construye una historia de estructura sólida, narrada con sensualidad, cargada de humor, de matices y de inteligencia”. 


“Por encima de cualquier consideración extraliteraria –concluye el autor de Testimonios de la orgía–, la gran victoria de este libro es justo poner en cuestión todos los límites, incluso los del género novelesco”, lo que coloca a Fernández Fe como “uno de los imprescindibles” entre los escritores cubanos nacidos después de 1959.


Ahí queda entonces el Hotel Singapur con sus puertas tentadoramente abiertas: los lectores que se atrevan a traspasarlas conocerán desde la agonía de sus entrañas la vida de un pueblo que ya tuvo que olvidarse de soñar con el futuro y se protege de su presente con una gruesa costra de miedos, mientras huye, en sus mentes antes que con sus cuerpos, hacia un pasado que abraza como único refugio y esperanza. 



FRAGMENTO


Hotel Singapur (fragmento)

GERARDO FERNÁNDEZ FE

08 FEBRERO, 2021


“Años después, cuando mi hermano me ladraba a la cara con sus palabras de  otros siglos, yo resistía, mientras mi padre, con el cuerpo petrificado en una silla de ruedas, soltaba dos lagrimones que se deslizaban sobre sus mejillas y ahí quedaban, pendiendo, pendientes.” Para el fragmento completo Véase el enlace correspondiente Rialta al final de este post. 


Véase el fragmento completo en el enlace al final de este post. RIALTA 




FRAGMENTO Hotel Singapur en Hypermediamegazine.


“Llevaba prisa. Se llamaba Malva y llevaba prisa. Tenía la piel más asalmonada que El Grimy había visto en su vida. Él la abordó sin el convencimiento de que lograría detenerla, y ella se detuvo. Prácticamente corría hacia la estación de autobuses; debía tomar uno, rumbo al norte, para bajarse en Salmon Creek, donde vivía. Era hija de pescadores —le contó—, aunque hacía apenas un par de años que habitaba en la zona, pues había pasado su infancia con sus abuelos en el campo, en un sitio llamado Mendota, donde antes había existido un asentamiento Hooverville.


Tenía un nombre nórdico, probablemente…”


Véase el fragmento completo en el enlace al final de este post. Hypermediamegazine.



Créditos y Enlaces 



HOTEL DE SINGAPUR – LIBROS Y

LITERATURA  Reseña del libro «Hotel Singapur», de Gerardo

Fernández Fe



HTTPS://WWW.LIBROSYLITERATURA.ES/ HOTEL SINGAPUR




BLOG Un libro al día

miércoles, 16 de junio de 2021Gerardo Fernández Fe: Hotel Singapur


Un libro al día Hotel Singapur



Libros que voy leyendo de Francisco Javier Torres Gómez


Hotel Singapur. Libros que voy leyendo


Letras Libres No.282 / junio 2022

CORREO ELECTRÓNICO ENVIAR CRÍTICA LITERARIA GERARDO FERNÁNDEZ FE LITERATURA CUBANA NOVELA Alejandro González Acosta


Parábola de un  País



German Gullon, Las lecciones de Edmund Wilson, el gran maestro de la

crítica literaria, 4 junio, 2022


Las lecciones de Edmund Wilson



Fragmentos de la novela 



RIALTA 

Hotel Singapur (fragmento)

GERARDO FERNÁNDEZ FE

08 FEBRERO, 2021


Hotel Singapur (fragmento) GERARDO FERNÁNDEZ FE



Hypermedia Megazine fragmento


Hotel Singapur (fragmento) Gerardo Fernández Fe




Ilustración


Portada de la novela Hotel Singapur, Audere libros, Miami, 435 p.