Pavel Núñez
10 de Marzo del 2015
Por Pavelín
Núñez, músico y escritor.
Si los 80s fue
la década perdida en Honduras, los 90s fue la década del gran vacío
generacional en las artes.
A comienzos del
siglo XXI una joven generación de escritores que se preparaba para hacer el
relevo generacional de las letras hondureñas luchaba por construir un lenguaje
estético sin referentes inmediatos; el militarismo, las desapariciones forzadas
y el exilio habían sumergido al país en un vacío del cual saldría solo 20 años
después. Teníamos la mayoría menos de 25 años, los más cercanos más de 45,
salvo excepciones.
Café Paradiso
era el lugar que por décadas resistía al vacío cultural y la represión
económica en Tegucigalpa, Rigorberto Paredes y su compañera de vida, la
historiadora y catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras
(UNAH) Anarella Vélez, abrirían las puertas a toda esa juventud. Algunos
nombres que recuerdo de este capítulo son Fabricio Estrada, Salvador Madrid,
Mayra Oyuela, Rolando Katán, Néstor Ulloa, Edgar Soriano, Gabriel Vallecillos,
Cecilia Durán, Jorge Amaya, Armando Maldonado, Tomy Barahona, Marvin
Valladares, Samuel Trigueros, Roberto Becerra, René Novoa, Alberto Destephen, Nataly
Roque, Edgardo Floryan, Israel Serrano, Rebeca Becerra, Javier Vindel y Yo.
Fuera de Tegucigalpa puedo mencionar a Heber Sorto, Álex Dario Rivera, Gustavo
Campos y Delmer López. Junto a los primeros de la lista conformamos "País
Poesible", el intento más importante de la época por aglomerar a la
mayoría de artistas de las letras. A esto habría que agregar los nombres de más
compas de otros departamentos.
Rigoberto se
convirtió poco a poco en el gran maestro de esa juventud y junto a Café
Paradiso y Anarella nos colocaron en un mismo escenario que la
"vieja" guardia de los años 50. De repente nos encontramos leyendo
nuestra poesía al lado de Roberto Sosa, Pompeyo del Valle, Óscar Acosta, Juana
Pavón, José Adán Castelar, Rafael Murillo Selva, Armando García, Helen Humaña y
Julio Escoto, entre otros.
Aprendimos de
ellos, en Café Paradiso nos encontramos y formamos como artistas, fuimos dos
generaciones distintas aprendiendo una de la otra, entendiendo el porqué del
vacío histórico y luchando para no enfrentar nunca más tal desaparición, el
Golpe de Estado de 2009 es el ejemplo más importante de que los y las artistas
no estábamos dispuestos a correr ese riesgo nuevamente.
Se nos fue
Rigoberto Paredes, uno de lo más importantes escritores de nuestra historia, se
nos fue un amigo, un locazo como él mismo se describió en uno de sus últimos
libros. Nos queda el recuerdo, nos quedan las letras, nos queda Café Paradiso,
se nos queda adentro un poeta.
Fuente
Presencia Universitaria (UNAH). 10 de marzo de 2015