Si me los preguntará alguien en la
calle, ojala lo hicieran, les diría que la mejor época de la literatura fue la
comprendida desde finales del 1800 a la actualidad. Una época donde se
escribieron de las mejores obras de la historia, muchas de ellas rebosantes de
imaginación y creatividad, rompiendo con los patrones establecidos siglos
atrás.
Esta nueva ola de autores expusieron
las inquietudes que empezaban a apoderarse en alma del hombre moderno, usando
técnicas novedosas a la hora de construir sus narraciones, tirando por la
ventana las convenciones preestablecidas.
El novelista y cuentista William
Faulkner fue uno de los más experimentales y destacados de estos escritores, a
los que se les llamó modernistas; siendo su principal contribución el Flujo de
Conciencia: escribir la radiografia de los procesos mentales de los
personajes de la obra.
Y son “El Ruido y la Furia” y “Mientras Agonizo” donde Faulkner hace gala de este recurso, que
sería una de las fuentes de inspiración de los escritores del Boom de
escritores latinoamericanos, siendo usado hasta nuestros tiempos por
autores contemporáneos como el Premio Nobel de Literatura, Orhan
Pamuk.
¿Qué es el flujo de
conciencia?
El concepto es en realidad sencillo:
adaptar el tono de la narración a las necesidades estilísticas de la historia y
los personajes que se desean abordar. Y es en este punto donde se vuelve
complicado para el escritor: hay que tener muy, muy en claro el tono de la
historia y la forma en que la escribirás y, haciendo uso de la Unidad de
Efecto, se debe mantener ese lineamiento.
Para eso existen algunos recursos
como el monologo interno, encausar el vocabulario al escribir para resaltar
ciertos detalles acerca de los personajes o la historia, o hasta cambiar la
forma de escribir por completo, incluso si eso requiere que dejes de lado la
gramática tradicional.
En “El Ruido y la Furia” hay cuatro
narradores que abordan la misma historia desde diferentes perspectivas: el
primero no confunde el pasado con el presente y el presente con el futuro; el
segundo entra en un estado de depresión que hace que sus pensamiento, y el
texto, se vuelva críptico; el tercero es un ególatra y avaro y la forma en que
narra lo deja en evidencia por más que se jacte de ser una buena persona; ya al
final volvemos a una narración más convencional que busca dar cierre y orden a
la historia.
Por su parte, Mientras Agonizo cuenta
con una constelación de narradores, cada uno dejando en el escrito pedazos de
sus prejuicios, equívocos y fantasmas cada quien
interpretando la historia a su forma personal, para que, solo al final, el
lector pueda, juntando los pedazos, armar un escenario general de la situación
y hacerse sus propias opiniones.
En un artículo
escrito por Guillermo Badenes en academia.edu se explica con
mayor detalle las diferentes formas de crear el flujo de conciencia (y otros
detalles sobre las dificultades a la hora de traducir de un idioma a otro) y
recomiendo su lectura para comenzar a entender qué es el flujo de conciencia.
También recomiendo “El Llano en
Llamas” de Juan Rulfo, “La Casa Silenciosa” de Orhan Pamuk y, por supuesto, “El
Ruido y la Furia” y “Mientras Agonizo” de Faulkner.
Para trabajar con flujo de conciencia
es fundamental que se trabaje mucho en el trasfondo de los personajes: en sus
conflictos y cómo afectan su forma de pensar, en lo que desea, lo que necesita,
lo que los hace bueno y los que los vuelve malos.
Y eso tiene mucho que ver con el
hecho que no puedes escribir como siempre o usando el vocabulario que te dé la
gana: si tu personaje es un pordiosero, no puedes esperar que piense o hable
como un doctor o reflexione sobre su vida como un filósofo. Para evitar esas
taras hay que tener especial cuidado con la verosimilitud de tu obra
Es fundamental que tengan en mente
que el flujo de conciencia lleva a un estilo literario más llano, casi oral, donde
no se usan palabras rebuscadas y se tiende a repetirlas. Y no por ello creas
que se pierde la belleza de lo que se escribe, todo lo contrario: gana la
belleza de lo natural, del arte vivo, y no uno que simula estarlo gracias a
valores estéticos artificiales.
Este tipo de
literatura conlleva más que solo una forma interesante de contar
historias: Faulkner y sus contemporáneos querían expresar que el devenir
del tiempo es solo una ilusión, hasta dónde pueden llegar las profundidades de
la psiquis humana, cómo un mismo acontecimiento puede afectar de distintas
personas de distintas maneras y cómo sus juicios se ven afectados por su punto
de vista.
La literatura no es algo para
tomárselo tan enserio, pero tampoco es una tontería.
Con esto terminamos con esta nueva
entrega de Literatura 101, con otro gran narrador como lo es William Faulkner,
toda su obra es recomendable, solo que vayan abordándola con calma: más de uno
se va a perder con las bizarradas que escribe, geniales bizarradas, pero bizarradas
al fin, lo digo por experiencia propia.
Como siempre, sientánse en libertad
de hacer cualquier comentario, recomendación o petición: ¿de qué otro escritor
creen quieren que hable?, ¿algún libro en particular para reseñar? Ustedes
tienen un mundo que aportar a este espacio, echo para ustedes y cualquiera que
desee aprender un poquito más de literatura.
Fuente:Ver mas sobre W. Faulkner https://literaturaparatarados.wordpress.com/