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Plaza de las palabras presenta un ensayo de Rodica Gregori, filóloga y ensayista rumana, sobre el arte de la novela histórica o ficcional,
analizando la obra de Alejo Carpentier.
Novelista que solía dar a sus novelas una ambientación histórica. Y que se
debatió entre lo real maravilloso que asaltaba la realidad histórica. Ensayo
bien hilvanado y documentado, en que da una visión sobre las novelas de Carpentier
de quien comenta Rodica Gregori , “Había
en él un modo de escribir capaz de incorporar, además de tradiciones
culturales, una inventiva certera para poner un punto de inflexión a la
historia novelada y crear un espacio de narración viva” Pero poniendo énfasis
en la novela El arpa y la sombra (1979), sobre la cual dice Rodica Gregor citando a Carpentier : He aquí lo que leemos en
la “Advertencia del autor” a esta novela: “Este pequeño libro sólo debe verse
como una variación (en el sentido musical del término) sobre un gran tema que
sigue siendo, por lo demás, misteriosísimo tema. Y diga el autor, escudándose
con Aristóteles, que no es oficio del poeta (o digamos, del novelista) ‘el
contar las cosas como sucedieron, sino como debieron o pudieron haber sucedido’
RODICA
GREGORI*
Analizando la obra de Borges, Octavio Paz
señaló que sus cuentos debían leerse como ensayos y sus ensayos como cuentos.
El escritor cubano Alejo Carpentier, por su parte, fusiona ambos géneros desde el ejercicio intelectual
combativo, con predominio de la tensión narrativa y de la cotidianidad. La
desolación del hombre es para el autor cubano un modo de exclusión social que,
además, tiene raíces en la angustia de no comprender lo que verdaderamente pasa
en este mundo. Por eso sus historias exhiben la lucha entre una modernidad que
avanza y una realidad que, en muchos sentidos, se vuelve primitiva.
En el prólogo a El reino de
este mundo (1949),
una de sus obras más significativas, inspirada en un viaje que había hecho a
Haití en 1943, aparece el sustento de su teoría sobre lo real maravilloso, una
teoría que, no obstante la innovación, bucea en la realidad con áspera dureza.
Parte del éxito de El reino de este mundo se debe a que su contenido resulta de la simbiosis entre la verdad
histórica y la ilusión de olvidar los hechos para dar figura humana a los
mitos. En medio de las tradiciones haitianas tienen lugar varios episodios
insólitos que, a la vez, sirven para comprender mejor la realidad americana. En
efecto, lo real maravilloso no surge de la distorsión, sino que, en el decir
del propio Carpentier, “se encuentra a cada paso en las vidas de los hombres
que inscribieron fechas en la historia del continente”.1 Así
que podemos decir sin duda alguna que fue precisamente Alejo Carpentier —aunque
también hay que citar por cierto a Miguel Ángel Asturias— quien sentó las bases
sobre las cuales habría de erigirse el fenómeno del “boom” literario
hispanoamericano de los años 60. Y la verdad es que es mucho lo que heredaron de
él García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa y también Juan Rulfo. A veces,
la crítica ha discutido la paradoja de un autor que, en cierto modo, estuvo más
cerca de lo europeo que de lo americano; pero los signos de su narrativa son la
presencia latinoamericana y, en estrecha relación, el cultivo de una estética
barroca.
De todas formas, a partir de su conocida
novela El reino de este mundo, la mirada literaria de Carpentier ya era más que una concepción estética. Había en él un modo de escribir capaz de
incorporar, además de tradiciones culturales, una inventiva certera para poner
un punto de inflexión a la historia novelada y crear un espacio de narración
viva. Su variada formación y sus múltiples intereses (la arquitectura, la
música, la historia, el periodismo, las letras) le permitieron crear un mundo
literario signado por la inquietud de quien ansía conocer. Todos estos aspectos
pueden ser encontrados en la otra novela de Alejo Carpentier, El arpa y la sombra (1979), que trata sobre el intento del papa Pío IX de canonizar a
Cristóbal Colón. Después, la intención inicial se convierte en un fascinante
relato que une las intrigas del conquistador con las intrigas no menos audaces
del Vaticano. Pero El arpa y la sombra no es una novela histórica al uso. Su propósito no es solamente el
de reconstruirnos una época y unas costumbres (cosa que sabía hacer Carpentier
cuando quería), sino el de introducirnos en el alma de un ser humano. Así que
podemos decir que se trata de una obra de asunto histórico, lo que unido al
hecho indiscutible de que es una novela parece no dejar lugar a dudas, y sin
embargo el lenguaje es engañoso: cuando un lector de principios del siglo XXI
lee la novela, piensa, por ejemplo, en las grandes novelas escritas por los
anglosajones durante las épocas pasadas. Pero las novelas de Alejo Carpentier
suelen tener una ambientación histórica: El siglo de las luces trata sobre los ecos caribeños de la
Revolución Francesa, y El reino de este mundo sobre un levantamiento de la población negra en el Haití del siglo
XIX, así que el tipo tradicional de novela histórica no se respeta en el
caso de Carpentier.
En cuanto a la novela El arpa y la
sombra, está
dividida en tres capítulos. El primero, protagonizado por el papa Pío IX, nos
da cuenta de las razones de retorcida geopolítica (no exentas de lógica) que le
movieron a abrir tal expediente. El segundo está contado por Colón en primera
persona y trata de la historia del descubrimiento; y el tercero, una portentosa
y cruel bufonada, trata del juicio de canonización del Gran Almirante, al que
éste asiste como espíritu incorpóreo e invisible. Sin embargo, el corazón de la
novela está en el capítulo central: Carpentier hace de Colón un judío converso
hijo de tabernero, mentiroso, pendenciero, visionario y, por si todo eso fuera
poco, marinero. Desde luego, la historia de cómo llego a convencer a Isabel la
Católica (a la que llama cariñosamente “Columba”), después de vagabundear por
las cortes europeas, es maravillosa y demuestra el gran talento de Alejo Carpentier
no solamente para reconstruir una época desde el punto de vista histórico, sino
también para hacer lo que le gusta más: contar una historia. Además, como
señaló Fernando Alegría, los personajes del escritor cubano representan a un
hombre que está consumido por el vacío espiritual y la espantosa presión que
genera la decadencia del mundo moderno. Y eso vale tanto para los personajes
sin ética como para las víctimas. Por ejemplo, en El recurso
del método se
advierte la forma sutil en que Carpentier crea a un tirano cerebral, cuyo
cinismo es el de alguien que extiende su acción a un sistema. Lo real
maravilloso opera allí, también como en El arpa y la sombra, como descubrimiento y ausencia al mismo
tiempo: el tirano ya está, sus actos son espantosos, pero nada es más cierto
que el poder abstracto que envuelve la historia del continente; la situación
será incluida de nuevo en la novela El arpa y la sombra y la idea es casi la misma: sólo queda
seguir buscando, luego de releer sus páginas, en un argumento que no se
disuelve, el origen de signos autoritarios que aún hoy continúan latentes a
través de resabios. Además, el exilio, la lealtad a las utopías y el rechazo a
una modernidad de exclusión condujeron a Carpentier y a otros autores
latinoamericanos a pergeñar un universo literario, en algún punto, bastante
efectista. Como lo era también el estilo neobarroco, que servía para proyectar
en la escritura la exuberancia de los acontecimientos.
El interés de los escritores de la modernidad
por la reconstrucción del pasado histórico se ha dirigido en buena parte al
polémico tema del descubrimiento de América en un intento de revelar la cara
oculta, no oficial, callada por la historiografía oficial. Desde El arpa y la
sombra, novela
publicada por Carpentier en 1979, a La vigilia del Almirante (1992), de Augusto Roa Bastos, ha
aparecido una serie de libros que tienen como protagonista a Colón y sus
viajes. Todos ellos presentan, más o menos, las características que establece
Seymour Menton (citado por Rosa Pellicer) para la novela histórica:
imposibilidad de conocimiento de la verdad histórica o la realidad, distorsión,
ficcionalización de los caracteres históricos, metaficción, intertextualidad,
lo paródico y lo carnavalesco.2 A las que puede añadirse, como
señala Fernando Aínsa, la “abolición de la distancia épica”3 por
medio de la narración en primera persona, la superposición de tiempos
diferentes, la presencia del anacronismo, la reconstrucción o desmitificación
del pasado por medio del arcaísmo, el pastiche o la parodia. Además, uno de los
temas recurrentes en las novelas sobre Colón es el de la busca y hallazgo del
Paraíso Terrenal en el tercer viaje, que servirá como ejemplo para caracterizar
algunas de las variaciones sobre la vida del Almirante.
Las novelas sobre Colón suelen citar sus
supuestas palabras, tan influidas por la Imago Mundi de Pierre d’Ailly y tal vez por Mandeville, que se utilizaran para
configurar su visión del personaje y de la historia. Las novelas en que el
protagonista no es el Almirante sino un personaje de ficción se limitan a
aludir al motivo del Paraíso, situación perfectamente ilustrada por El mar de las
lentejas, de
Antonio Benítez Rojo, en la que la alternancia de distintos episodios, el
desorden cronológico, la alteración de textos originales, desmantelan la
autoridad del discurso histórico para reconstruir el origen del poder en
términos políticos; la presencia de lo imaginario es más bien escasa. Muchos
críticos reflexionan sobre la historia y la ficción, acentuando el carácter
metaficcional de los libros del escritor cubano. Pero la relación
con la historia que había mantenido Carpentier en las obras anteriores a Concierto
barroco se invierte en El arpa y la sombra, al optar de forma irónica por la
perspectiva del poeta en vez de la del historiador. He aquí lo que leemos en la
“Advertencia del autor” a esta novela: “Este pequeño libro sólo debe verse como
una variación (en el sentido musical del término) sobre un gran tema que sigue
siendo, por lo demás, misteriosísimo tema. Y diga el autor, escudándose con
Aristóteles, que no es oficio del poeta (o digamos, del novelista) ‘el contar
las cosas como sucedieron, sino como debieron o pudieron haber sucedido’ ”.
Analizando la importancia del descubrimiento de América, Germán Arciniegas
concluye: “Con este momento la vida toma una nueva dimensión. De 1500 hacia
atrás, los hombres se mueven en pequeños solares, están en un corral, navegan
en lagos. De 1500 hacia delante surgen continentes y mares océanos. Es como el
paso del tercero al cuarto día, en el capítulo del Génesis”.4
Por su parte, Alejo Carpentier vuelve sobre
esa nueva imagen de América donde se sobreimprimen la fisura temporal, la
impronta genesiaca y el sentido de la imagen previa del mundo. La cultura de
los pueblos que habitan en las tierras del mar Caribe (1978) y El arpa y la
sombra, textos
aparecidos en la última etapa de la vida del escritor cubano, significan este
camino de regreso, modulando, como bien dice Gabriela Tineo en su ensayo sobre
“variación cubana y las tierras del mar Caribe”, “desde el ensayo y la ficción,
respectivamente, los alcances de un proyecto de escritura decididamente
interesado en releer y reescribir —en clave proyectiva— los orígenes”.5 En
la novela, el retorno a los umbrales hará de la figura de Colón, y de los
escritos colombinos, los vectores de una doble travesía. Carpentier crea un
Almirante movido por la codicia, el reverso de los que quieren, sin éxito,
elevarlo a los altares: Pío IX y León XIII y sus exégetas Roselly de Morgues y
Bloy. Es muy conocido el fragmento de El arpa y la sombra en que, antes de morir, al repasar la
relación de su primer viaje, alude a las veces que aparece la palabra “oro”:
“Es como si un maleficio, un hálito infernal, hubiese ensuciado ese manuscrito,
que más parece describir una busca de la Tierra del Becerro de Oro que la busca
de una Tierra Prometida para el rescate de millones de almas sumidas en las
tinieblas nefandas de la idolatría”. Además, es bien sabido que la presencia de
oro anuncia la cercanía del jardín del Edén. Por esta razón, aunque Colón se
lamente de no haber encontrado las riquezas esperadas, se vanagloria del
hallazgo del Paraíso: “¡Encontraré nada menos que el Paraíso Terrenal!”. Este
Colón, que no halla la mina buscada y tratará de hacer fortuna con la venta de
indios caníbales en España, como tributo a la “historia” mantendrá en el cuarto
viaje la idea de utilizar el posible oro existente de lo que cree tierra firme
en la reconquista de Jerusalén, aunque a renglón seguido Carpentier le haga
dudar de la sinceridad de sus intenciones.
El escritor cubano elige regresar a los
comienzos, explorando esa escritura que le confiere “existencia histórica a
América”,6 como bien lo dice Noé Jitrik. El título de la novela
reenvía al epígrafe que la cifra en todo su espesor, La leyenda
áurea, y
jerarquiza la presencia de los dos términos que habrán de desplegarse sobre el
orden composicional: “En el arpa, cuando resuena, hay tres cosas: el arte, la
mano y la cuerda. / En el hombre: el cuerpo, el alma y la sombra”. Arpa y
sombra se constituyen, pues, en los soportes connotadores de las dos
perspectivas —mitificadora y demitificadora— desde las cuales, en un juego de
alto contraste, se recupera a Cristóbal Colón y tienden por ello a ser
reconocidos como los puntos de partida y de llegada que recorre la imagen.
Resulta muy interesante analizar el proceso
de ficcionalización de la voz del Almirante, pronto a morir en Valladolid, a la
espera del confesor, para revelar la trama oculta de una vida y de una
experiencia de escritura que ni la versión hagiográfica ni la condenatoria
lograron desentrañar. Sin embargo, en la intrincada red urdida por las
“textualidades” de la novela, no todas se dejan oír con el mismo grado de
intensidad. El Arcipreste, la picaresca, Quevedo, García Lorca, resuenan “con
acabada contundencia”,7 como demuestra Gabriela Tineo en el
ensayo ya citado. Y todas estas actualizan el interés del cubano por fijar el
carácter dinámico de una tradición, cuyo eslabonamiento sostenido en la
selección y reelaboración de los textos más significativos del pasado pulsa el
deseo de legitimar su lugar de pertenencia. Desde esta perspectiva, podemos
decir que Cristóbal Colón (como personaje de Carpentier) se convierte en lector
del propio Cervantes, abrevando en su ámbito imaginario para reconocer en esta
fuente inagotable el principio propulsor de su desenfrenada búsqueda de un “más
allá geográfico”. Y Carpentier parece autorizarse legatario de ambos, se filtra
en la voz del navegante y rinde tributo a la imaginación cervantina,
apoderándose y transformando el impulso por “domesticar lo exótico”8 (para
utilizar la expresión de Said) que orienta la travesía escrituraria del
Almirante. “La construcción imaginaria”,9 analizada por Beatriz
Pastor en sus ensayos, que trae de la edad áurea de la literatura pagana la
visión de un Paraíso perdido que había que “recobrar o encontrar” se permea de
esa “dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron el
nombre de dorados”, como considera Alejo Carpentier. En efecto, los pasajes
destinados a recuperar esos momentos prodigiosos en los cuales el navegante
confiesa haber asistido a la celebración del encuentro entre lo imaginado y lo
real son numerosos en la novela El arpa y la sombra; pero se despojan de las connotaciones
“bizantinas” deudoras del Persiles de Cervantes. Podemos pensar en la escena del
espectáculo montado por Colón antes las cortes para mostrar al mundo sus
descubrimientos. En inflexión expurgatoria, el almirante viejo y sin gloria
confiesa: “...cuando me asomo al laberinto de mi pasado en esta hora última, me
asombro ante mi natural vocación de farsante, de animador de antruejos, de
armador de ilusiones. Fui un trujamán de retablo, al pasear de trono en trono
mi Retablo de Maravillas”.
Por su parte, el mar Caribe, como sitio
paradisíaco, comienza a prefigurarse ante los ojos del lector de Carpentier;
matices resplandecientes sugieren su cercanía, totalizando de inesperadas
iluminaciones la percepción desde las naves del almirante: “Y de pronto, es el
alba: un alba que se nos viene encima, tan rápida en ascenso de claridades que
jamás vi semejante portento de luz en los muchos reinos conocidos por mí hasta
ahora...”. La mirada colombina es la dimensión sobre la que recala la novela
para revelar los mecanismos de construcción de esos pasajes y contribuir al
trastrocamiento de la visión a veces llamada “maravillada” por la crítica
literaria hispana. Una de las estrategias recurrentes en los documentos es la
que reduce los indicios de lo diverso a un modelo de comprensión establecido.
El Colón carpenteriano, distanciado del momento de la escritura, reflexiona
sobre esa práctica, desenmascara el engaño: “Digo que la hierba es tan grande
como la de Andalucía en abril y en mayo, aunque nada parece aquí, a nada
andaluz” y los explica con ironía: “...me esmeré en describir las maravillas de
las arboledas, que me recordaban (a buen entendedor) las delicias del mes de
abril en Andalucía... (a buen entendedor, nuevamente)...”.
Si el legado de Cervantes es el que, dijimos,
lidera la construcción del mundo imaginado por el desfalleciente Colón de la
novela de Carpentier y nutre de avatares las andanzas de su vida aventurera, un
juego anacrónico alternativo se privilegia a la hora de ficcionalizar sus
ansias frustradas de hacer nombrar lo diverso. En estos pasajes, es tanto el
universo reflexivo del cubano como el que cobra cuerpo en la materialidad
barroca de su escritura el que resuena en la voz del moribundo almirante,
alternando ostensiblemente aquellas zonas de los documentos donde se imprimen
las primeras imágenes de América.
Así que podemos afirmar, sin temor a
equivocarnos, que El arpa y la sombra privilegia
la reinvención textual de la geografía americana; hay aun reminiscencias
bíblicas en la novela en cuanto a una cuestión central de la meditación de
Alejo Carpentier, es decir la tarea onomástica del escritor-navegante: “¿Y no
era yo un nuevo Adán escogido por su Criador, para poner nombre a las cosas?”.
La contemplación y la escritura colombina inmovilizadas por asombro (“un poeta
acaso, usando símiles y metáforas, hubiese ido más allá, logrando descubrir lo
que no podía yo descubrir”) se rinden ante la majestuosidad del escenario de
las tierras cubanas. La mirada colombina es una mirada que recorre, atraviesa y
aproxima los objetos hasta hacerlos tangibles y hasta alcanzar su punto culminante
en la captación totalizadora de la constelación insular: “Islas, islas,
islas... De las grandes, de las ariscas y de las blandas; isla calva, isla
hirsuta, isla de arena gris y líquenes muertos; islas de las gravas rodadas,
subidas, bajadas. [...] isla donde canta el viento en la oquedad de enormes
caracolas, islas en tan apretada constelación. [...] Islas, islas, islas”.
Las islas son “resplandecientes” pero una se
destaca: Cuba. He aquí su descripción en las palabras del almirante: “Era
recia, alta, diversa, sólida, como tallada en profundidad, más rica en
verdes-verdes, más extensa, de palmeras más arriba, de arroyos más caudalosos,
de altos más altos...”. La singularidad de esta isla se enlaza con el gesto del
navegante moribundo que la inscribe como única verdad en el vasto territorio de
sus mentiras: “Fui sincero cuando escribí que aquella tierra me pareció la más
hermosa que ojos humanos hubiesen visto”. El encuentro del lugar prodigioso (el
Paraíso Terrenal) redunda en expresiones que depositan, en la facultad de
mirar, la excepcionalidad de la experiencia: “Lo vi. Vi lo que nadie ha visto”.
Como “una variación (en el sentido musical del término) sobre un gran tema que
sigue siendo por lo demás misteriosísimo tema”,10 definía el
cubano El arpa y la sombra.
El escritor
también establece el enlace con la literatura cervantina: “Cervantes, con el Quijote, enfatizaba en
Alcalá de Henares Alejo Carpentier al recibir el prestigioso Premio Cervantes
en 1978, instala la dimensión imaginaria dentro del hombre, con todas sus
implicancias terribles o magníficas, destructivas o poéticas, novedosas o
inventivas, haciendo de ese nuevo yo un medio de indagación y conocimiento del
hombre, de acuerdo con una visión de la realidad que pone en ella todo y más
aun de lo que en ella se busca”.11 Pero no tan sólo en el
sistema de creencias y expectativas alimentando el sueño del lector, la
invención cervantina se revela como herencia: es también en las operaciones a
través de las cuales la textualidad carpenteriana se inscribe en una
perspectiva barroca para emplazar su interrogación al pasado.
Gabriela Tineo llama al proceso “una
perspectiva prismática que puede validar el magisterio de una visión
descompresora”,12 abierta a la investigación permanente. Es
decir, que podemos hablar de una manera de mirar, de asediar que, si en el
viaje de regreso a los orígenes del “descubrimiento” opera propulsada por un
movimiento relativizador de las fijezas: donde batallan la apariencia y la
realidad, la verdad y el engaño, las versiones consagradas y las
contra-versiones, un Colón instrumento de la Divina Providencia y otro Colón,
condenado por el juicio de la Historia, en el viaje de retorno a las imágenes
primigenias, fundantes de la representación de América, el movimiento, la “variación”,
serán portadores y desencadenantes de otros sentidos. Allí, en este proceso
complicado que no eclipsa la escritura primera sino que vuelve a ella para
imprimirle una nueva dirección hacia el futuro, es exactamente donde lo barroco
(el que se amasa en el universo teórico y filosófico carpenteriano) deviene
renovado. Y en este punto se encuentran tan bien los caminos de la historia y
de la verdad, transformándose en una maravillosa y única historia textual, de
una verdad para siempre estética.
Rodica
Grigore
Filóloga y ensayista
Notas
1-. Alejo Carpentier, Ensayos (Lo
barroco y lo real maravilloso), Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984, p. 109.
2-. Rosa Pellicer, “Colón y la busca del paraíso en la novela
histórica del siglo XX (de Carpentier a Roa Bastos)”, en América sin
nombre: boletín de la Unidad de Investigación de la Universidad de Alicante, Nº 5-6/2004, p. 182.
3-. Ibíd., p. 190.
4-. Germán Arciniegas, Biografía del
Caribe, Editorial
Porrúa, México, 1983, p. 11.
5-. Gabriela Tineo, “Variación cubana. Las tierras del mar Caribe
en ‘El arpa y la sombra’, de Alejo Carpentier”, en Istmo, revista del Centro de Letras
Hispanoamericanas, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2000, p. 4.
6-. Noé Jitrik, Historia de
una mirada. El signo de la cruz en los escritos de Colón, Ediciones de la Flor, Buenos Aires,
1992, p.
7-. Gabriela Tineo, obra citada, p. 7.
8-. Edward Said, Principios.
Intención y método, Ediciones
Libertarias, Madrid, 1990, p. 49.
9-. Beatriz Pastor, Discurso narrativo de la conquista de
América, Casa de
las Américas, La Habana, 1983, p. 74.
10-. Alejo Carpentier, Ensayos
(América ante la joven literatura), edición citada, p. 185.
11-. Ídem, Ensayos (Cervantes en el alba de
hoy), edición
citada, p. 230.
12-. Gabriela Tineo, obra citada, p. 9.
Bibliografía
Alejo Carpentier, El arpa y la sombra, Alianza
Editorial, 1998.
—, Ensayos (Lo barroco y lo real maravilloso), Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984.
—, Ensayos (Lo barroco y lo real maravilloso), Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984.
Germán Arciniegas, Biografía del Caribe, Editorial Porrúa, México, 1983.
Noé Jitrik, Historia de una mirada. El signo de la cruz en los escritos de Colón, Ediciones de la Flor, Buenos Aires,
1992.
Beatriz Pastor, Discurso narrativo de la conquista de
América, Casa de
las Américas, La Habana, 1983.
Rosa Pellicer, “Colón y la busca del paraíso en la novela histórica del siglo XX
(de Carpentier a Roa Bastos)”, en América sin nombre: boletín de la Unidad de
Investigación de la Universidad de Alicante, Nº 5-6/2004.
Edward Said, Principios. Intención y método, Ediciones Libertarias, Madrid, 1990.
Gabriela Tineo, “Variación cubana. Las tierras del mar
Caribe en ‘El arpa y la sombra’, de Alejo Carpentier”, en Istmo, revista del Centro de Letras
Hispanoamericanas, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2000.
*RODICA
GREGORI Filóloga y ensayista rumana (Sibiu, 1976). Licenciada (1999) y doctora
(2004) en filología románica por la Universidad Lucian Blaga de Sibiu. Ha
publicado cinco libros de crítica literaria y ensayo: Despre carti si alti
demoni (De libros y otros demonios, 2002), Retorica mastilor în proza
interbelica româneasca (Retórica de las máscaras en la narrativa rumana
moderna, 2005), Lecturi în labirint (Lecturas en laberinto, 2007) Masti,
caligrafie, literatura (Máscaras, caligrafía, literatura, 2011) y În oglinda literaturii
(En el espejo de la literatura, 2011). Además, ha traducido al rumano el libro
de ensayos de Octavio Paz, Hijos del limo (2003), una selección de la obra
poética del autor colombiano Manuel Cortés Castañeda, con el título general
Oglinda celuilalt (El espejo del otro, 2006) y el libro de narrativa breve del
escritor norteamericano de origen rumano Andrei Codrescu, A Bar in Brooklyn
(2006). Realiza también la antología de textos y las traducciones para el
Festival Internacional de Teatro de Sibiu (2005, 2006, 2007, 2008, 2009, 2010,
2011). Enseña literatura comparada en la Universidad de Sibiu.
CREDITO
Ensayo Publicado el Martes, |
Escrito por Rodica Grigori tomado de Blog http://panoramacultural.com.co/index.php?option=com_content&view=article&id=5403:alejo-carpentier-la-verdad-de-la-historia-y-la-historia-de-la-verdad&catid=23:literatura&Itemid=135
También ha sido publicado en LETRALIA. La revista de los
escritores hispanoamericanos en internet.
Enlace https://letralia.com/255/ensayo03.htm
Fotografía Alejo Carpentier / Foto tomada por Paolo
Gasparini en La Habana, 1964.De PANORAMA CULTURAL.com.