En el 81 aniversario de la muerte de Federico García Lorca.
5 de junio de 1898, Fuente Vaqueros, Granada -19 de agosto de 1936, Viznar, Granada.
La Rambla: «La única calle de la tierra que yo desearía no se acabara
nunca»
«Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran
juntarse, y que forman algo así como un misterio».
« ¿Me habéis oído? Silencio, silencio he dicho.
¡Silencio! »
La casa de Bernarda Alba
Plaza de las palabras presenta cuatro piezas literarias de Federico García Lorca, poeta y
dramaturgo español de la generación del
27. La primera su discurso en la presentación de su obra de teatro Rosita la soltera o el lenguaje
de las flores, el 13 de diciembre de
1935. Discurso en el que brinda un homenaje a las vendedoras de
flores de las Ramblas, en el Teatro Principal Palace de
Barcelona junto a la compañía de teatro de Margarita Xirgú. La segunda aborda su
producción teatral, especialmente de su trilogía de obras sobre la condición de la mujer en el
sur de España, La casa de Bernarda Alba,
Bodas de sangre. Yerma, selección que muestra un
extracto de su pieza teatral Bodas de
sangre, la tercera también
de su obra teatral, otro extracto de La
casa de Bernarda de Alba. Y
finalmente, la cuarta, el poema Denuncia de Un poeta en Nueva York, de
su libro Poeta en Nueva York, en que con su característico estilo
imaginativo y cortante, denuncia y
reivindica con un tono ambientalista y con un eco casi franciscano, la vida dolorosa
y abusiva contra los animales en Nueva York.
A las floristas de La Rambla
de Barcelona
FEDERICO GARCÍA LORCA
Señoras y señores:
Esta noche, mi hija más pequeña y querida, Rosita la soltera, señorita
Rosita, doña Rosita, sobre el mármol y entre cipreses doña Rosa, ha querido
trabajar para las simpáticas floristas de la Rambla, y soy yo quien tiene el
honor de dedicar la fiesta a estas mujeres de risa franca y manos mojadas,
donde tiembla de cuando en cuando el diminuto rubí causado por la espina.
La rosa mudable, encerrada en la melancolía del Carmen granadino, ha
querido agitarse en su rama al borde del estanque para que la vean las flores
de la calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las
cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no
se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros,
antigua de sangre: Rambla de Barcelona.
Como una balanza, la Rambla tiene su fiel y su equilibrio en el mercado
de las flores donde la ciudad acude para cantar bautizos y bodas sobre ramos
frescos de esperanza y donde acude agitando lágrimas y cintas en las coronas
para sus muertos. Estos puestos de alegría entre los árboles ciudadanos son el
regalo del ramblista y su recreo y aunque de noche aparezcan solos, casi como
catafalcos de hierro, tienen un aire señor y delicado que parece decir al
noctámbulo: "Levántate mañana para vernos, nosotros somos el día".
Nadie que visite Barcelona puede olvidar esta calle que las flores convierten
en insospechado invernadero, ni dejarse de sorprender por la locura mozartiana
de estos pájaros, que, si bien se vengan a veces del transeúnte de modo un
poquito incorrecto, dan en cambio a la Rambla un aire acribillado de plata y
hacen caer sobre sus amigos una lluvia adormecedora de invisibles lentejuelas
que colman nuestro corazón.
Se dice, y es verdad, que ningún barcelonés puede dormir tranquilo si no
ha paseado por la Rambla por lo menos una vez, y a mí me ocurre otro tanto
estos días que vivo en vuestra hermosísima ciudad.
Toda la esencia de la gran Barcelona, de la perenne, la insobornable,
está en esta calle que tiene un ala gótica donde se oyen fuentes romanas y
laúdes del quince y otra ala abigarrada, cruel, increíble, donde se oyen los
acordeones de todos los marineros del mundo y hay un vuelo nocturno de labios
pintados y carcajadas al amanecer.
Yo también tengo que pasar todos los días por esta calle para aprender
de ella cómo puede persistir el espíritu propio de una ciudad.
Amigas floristas, [con] el cariño con que os saludo bajo los árboles, como transeúnte desconocido, os saludo esta noche aquí como poeta, y os ofrezco, con franco ademán andaluz, esta rosa de pena y palabras: es la granadina Rosita la soltera.
Salud.
Barcelona, 13 de diciembre
de 1935
Bodas de sangre
Obra
tragica escrita en 1933, ambientada en el sur español, su andalucia
gitana, en que se emparejan el verso y la prosa. Compuesta en tres actos y
siete cuadros; y cuyo tema es una gama
de colores y caracteres que pasan por la infedilidad, los celos, la costumbre
inveterada, la muerte, el destino inexorable, el tradicionalismo y honor
familiar. Tejido social y humano, que se ve comprometido y asaltado por un trio
amoroso: el novio, la novia y Leonardo.
Y que desemboca en un desenlace fatal, en que la atmosfera se va trenzando
habilamente desde la pedida de mano de la novia en casa de su padre, hasta la boda, y la huida de la novia con
Leonardo, vagando por un bosque enrarecido donde ronda la muerte. Hay en esta obra realista y cargada de
simbolos a la par de sus personajes vulnerables
y pasionales, un fondo pintado de simbolos muy recurrentes en la narrativa poetica de Lorca:
la muerte, la luna y el cuchillo. Solo recordemos algunos de los romances del
Romancero Gitano. De Bodas de Sangre presentamos extractos del
Acto Tercero, Cuadro Tercero, en el cual se describe la huida de LA NOVIA Y LEONARDO,
y donde interviene los simbolos lorquianos de la La LUNA y la MENDIGA.
BODAS DE SANGRE
TRAGEDIA EN TRES ACTOS
Y SIETE CUADROS
(1933)
ACTO TERCERO
CUADRO PRIMERO
Bosque.
Es de noche. Grandes troncos húmedos. Ambiente oscuro. Se oyen dos violines.
(…)
(Salen. Por la claridad
de la izquierda aparece la LUNA. La LUNA es un leñador joven con la cara
blanca. La escena adquiera un vivo resplandor azul.)
LUNA.-
Cisne redondo en
el río,
ojo de las
catedrales,
alba fingida en
las hojas
soy; ¡no podrán
escaparse!
¿Quién se
oculta? ¿Quién solloza
por la maleza
del valle?
La luna deja un
cuchillo
abandonado en el
aire,
que siendo
acecho de plomo
quiere ser dolor
de sangre.
¡Dejadme entrar!
¡Vengo helada
por paredes y
cristales!
¡Abrir tejados y
pechos
donde pueda
calentarme!
¡Tengo frío! Mis
cenizas
de soñolientos
metales,
buscan la cresta
del fuego
por los montes y
las calles.
Pero me lleva la
nieve
sobre, su
espalda de jaspe,
y me anega, dura
y fría,
el agua de los
estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas
roja sangre,
y los juncos
agrupados
en los anchos
pies del aire.
¡No haya sombra
ni emboscada,
que no puedan
escaparse!
¡Que quiero
entrar en un pecho
para poder
calentarme!
¡Un corazón para
mí!
¡Caliente, que
se derrame
por los montes
de mi pecho;
dejadme entrar,
¡ay, dejadme!
(A las ramas.)
No quiero
sombras. Mis rayos
han de entrar en
todas partes,
y haya en los
troncos oscuros
un rumor de
claridades,
para que esta
noche tengan
mis mejillas
dulce sangre,
y los juncos
agrupados
en los anchos
pies del aire.
¿Quién se
oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán
escaparse!
Yo haré lucir al
caballo
una fiebre de
diamante.
(Desaparece
entre los troncos, y vuelve la escena a su luz oscura. Sale una anciana
totalmente cubierta por tenues paños verde oscuros. Lleva los pies descalzos.
Apenas si se !e verá el rostro entre los pliegues. Este personaje no figura en
el reparto.)
MENDIGA.-
Esa luna se va y
ellos se acercan.
De aquí no
pasan. El rumor del río
apagará con el
rumor de troncos
el desgarrado
vuelo de los gritos.
Aquí ha de ser,
y pronto. Estoy cansada.
Abren los
cofres, y los blancos hilos
aguardan por el
suelo de la alcoba
cuerpos pesados
con el cuello herido.
No se despierte
un pájaro y la brisa,
recogiendo en su
falda los gemidos,
huya con ellos
por las negras copas
o los entierre
por el blando limo.
(Impaciente.)
¡Esa luna, esa
luna!
(Aparece la
LUNA. Vuelve la luz azul intensa.)
LUNA.-
Ya se acercan.
Unos por la
cañada y otros por el río.
Voy a alumbrar
las piedras. ¿Qué necesitas?
MENDIGA.
Nada.
LUNA.
El
aire va llegando duro, con doble filo.
MENDIGA.
Ilumina el
chaleco y aparta los botones,
que después las
navajas ya saben el camino.
LUNA.
Pero que tarden
mucho en morir. Que la sangre
me ponga entre
los dedos su delicado silbo.
¡Mira que ya mis
valles de ceniza despiertan
en ansia de esta
fuente de chorro estremecido!
MENDIGA.
No dejemos que
pasen el arroyo. ¡Silencio!
LUNA.
¡Allí vienen!
(Se va. Queda la escena oscura.)
MENDIGA.
De prisa. Mucha
luz. ¿Me has oído? ¡No pueden escaparse!
(Entran el Novio
y Mozo 1° La MENDIGA se sienta y se tapa con el manto.)
NOVIO. Por aquí.
Mozo 1º No los
encontrarás.
NOVIO
(Enérgico.) ¡Sí los encontraré!
MOZO 1° Creo que
se han ido por otra vereda.
NOVIO. No. Yo
sentí hace un momento el galope.
MOZO 1° Sería
otro caballo.
NOVIO.
(Dramático.) Oye. No hay más que un caballo en el mundo, y es éste. ¿Te has
enterado? Si me sigues, sígueme sin hablar.
MOZO. 1° Es que
quisiera...
NOVIO.
Calla. Estoy seguro de encontrármelos aquí. ¿Ves este brazo? Pues no es mi
brazo. Es el brazo de mi hermano y el de mi padre y el de toda mi familia que
está muerta. Y tiene tanto poderío, que puede arrancar este árbol de raíz si
quiere. Y vamos pronto, que siento los dientes de todos los míos clavados aquí
de una manera que se me hace imposible respirar tranquilo.
MENDIGA.
(Quejándose.) ¡Ay!
MOZO 1° ¿Has
oído?
NOVIO. Vete por ahí y da la vuelta.
MOZO 1° Esto es
una caza.
NOVIO. Una caza.
La más grande que se puede hacer.
(Se
va el Mozo. El Novio se dirige rápidamente hacia la izquierda y tropieza con la
MENDIGA, la Muerte.)
MENDIGA. ¡Ay!
NOVIO. ¿Qué
quieres?
MENDIGA. Tengo
frío.
NOVIO. ¿Adónde te
diriges?
MENDIGA. (Siempre quejándose como una mendiga.) Allá lejos.
. .
NOVIO. ¿De dónde
vienes?
MENDIGA. De allí.
. ., de muy lejos.
NOVIO. ¿Viste un
hombre y una mujer que corrían montados en un caballo?
MENDIGA.
(Despertándose.) Espera. . . (Lo mira.) Hermoso galán. (Se levanta.) Pero mucho
más hermoso si estuviera dormido.
NOVIO. Dime,
contesta, ¿los viste?
MENDIGA.
Espera... ¡Qué espaldas más anchas! ¿Cómo no te gusta estar tendido sobre ellas
y no andar sobre las plantas de los pies que son tan chicas?
NOVIO.
(Zamarreándola.) ¡Te digo si los viste! ¿Han pasado por aquí?
MENDIGA.
(Enérgica.) No han pasado; pero están saliendo de la colina. ¿No te oyes?
Novio No.
MENDIGA. ¿Tú no
conoces el camino?
NOVIO. ¡Iré sea
como sea!
MENDIGA. Te
acompañaré. Conozco esta tierra.
NOVIO. (Impaciente.) ¡Pues vamos! ¿Por dónde?
MENDIGA.
(Dramática.) ¡Por allí!
(Salen rápidos.
Se oyen lejanos dos violines que expresan el bosque. Vuelven los LEÑADORES.
Llevan las hachas al hombro. Pasan lentos entre los troncos.)
LEÑADOR 1°.
¡Ay muerte que
sales!
Muerte de las
hojas grandes.
LEÑADOR 2°.
¡No abras el
chorro de la sangre!
LEÑADOR 1°.
¡Ay muerte sola!
Muerte de las
secas hojas.
LEÑADOR 3°
¡No cubras de
flores la boda!
LEÑADOR 2°-
¡Ay triste
muerte!
Deja para el
amor la rama verde.
LEÑADOR 1°.-
¡Ay muerte mala!
¡Deja para el
amor la verde rama!
(Van saliendo
mientras hablan. Aparecen LEONARDO y la NOVIA.)
LEONARDO.¬-
¡Calla!
NOVIA.
Desde aquí yo me
iré sola.
¡Vete! Quiero
que to vuelvas.
LEONARDO.-
¬¡Calla, digo!
NOVIA.
Con los dientes,
con las manos,
como puedas,
quita de mi
cuello honrado
el metal de esta
cadena,
dejándome
arrinconada
allá en mi casa
de tierra.
Y si no quieres
matarme
como a víbora
pequeña,
pon en mis manos
de novia
el cañón de la
escopeta.
¡Ay, qué
lamento, qué fuego
me sube por la
cabeza!
¡Qué vidrios se
me clavan en la lengua!
LEONARDO.¬-
Ya dimos el
paso; ¡calla!
porque nos
persiguen cerca
y to he de
llevar conmigo.
NOVIA.
¡Pero ha de ser
a la fuerza!
LEONARDO.
¿A la fuerza?
¿Quién bajó primero las escaleras?
NOVIA.
Yo las bajé.
LEONARDO.
¿Quién le puso
al caballo bridas nuevas?
NOVIA.
Yo misma. Verdá.
LEONARDO.
¿Y qué manos me
calzaron las espuelas?
NOVIA.
Estas manos, que
son tuyas,
pero que al
verte quisieran
quebrar las
ramas azules
y el murmullo de
tus venas.
¡Te quiero! ¡Te
quiero! ¡Aparta!
Que si matarte
pudiera,
te pondría una
mortaja con los filos de violetas.
¡Ay, qué
lamento, qué fuego
me sube por la
cabeza!
LEONARDO.
¡Qué vidrios se
me clavan en la lengua¬!
Porque yo quise
olvidar
y puse un muro de
piedra
entre tu casa y
la mía.
Es verdad. ¿No te
recuerdas?
Y cuando te vi
de lejos
me eché en los
ojos arena.
Pero montaba a
caballo
y el caballo iba
a tu puerta.
Con alfileres de
plata
mi sangre se
puso negra,
y el sueño me
fue llenando
las carnes de
mala hierba.
Que yo no tengo
la culpa,
que la culpa es
de la tierra
y de ese olor
que te sale
de los pechos y
las trenzas.
NOVIA.
¡Ay qué
sinrazón! No quiero
contigo cama ni
cena,
y no hay minuto
del día
que estar
contigo no quiera,
porque me
arrastras y voy,
y me dices que
me vuelva
y te sigo por el
aire
como una brizna
de hierba.
He dejado a un
hombre duro
y a toda su
descendencia
en la mitad de
la boda
y con la corona
puesta.
Para ti será el
castigo
y no quiero que
lo sea.
¡Déjame sola!
¡Huye tú!
No hay nadie que
te defienda.
LEONARDO.
Pájaros de la
mañana
por los árboles
se quiebran.
La noche se está
muriendo
en el filo de la
piedra.
Vamos al rincón
oscuro
donde yo siempre
te quiera,
que no me
importa la gente
ni el veneno que
nos echa.
(La abraza
fuertemente.)
NOVIA.
Y yo dormiré a
tus pies
para guardar lo
que sueñas.
Desnuda, mirando
al campo,
(Dramática.)
como si fuera
una perra,
¡porque eso soy!
Que te miro
y tu hermosura
me quema.
LEONARDO.
Se abrasa lumbre
con lumbre.
La misma llama
pequeña
mata dos espigas
juntas.
¡Vamos!
(La arrastra.)
NOVIA.-
¿Adónde me
llevas?
LEONARDO.
Adonde no puedan
ir
estos hombres
que nos cercan.
¡Donde yo pueda
mirarte!
NOVIA.
(Sarcástica.)
Llévame de feria
en feria,
dolor de mujer
honrada,
a que las gentes
me vean
con las sábanas
de boda
al aire, como
banderas.
LEONARDO.
También yo
quiero dejarte
si pienso como
se piensa.
Pero voy donde
tú vas.
Tú también. Da
un paso. Prueba.
Clavos de luna
nos funden
mi cintura y tus
caderas.
(Toda esta
escena es violenta, llena de gran sensualidad.)
NOVIA.-
¿Oyes?
LEONARDO.
Viene gente.
NOVIA:
¡Húye!
Es justo que yo
aquí muera
con los pies
dentro del agua
y espinas en la
cabeza.
Y que me lloren
las hojas,
mujer perdida y
doncella.
LEONARDO.
Cállate. Ya
suben.
NOVIA.-
¡Vete!
LEONARDO.
Tú delante.
¡Vamos, digo!
(Vacila la
NOVIA.)
NOVIA.
¡Los dos juntos!
LEONARDO.
(Abrazándola.)
¡Como quieras!
Si nos separan,
será
porque esté
muerto.
NOVIA.-
Y yo muerta.
(Salen
abrazados.)
(Aparece
la LUNA muy despacio. La escena adquiere una fuerte luz azul. Se oyen los dos
violines. Bruscamente se oyen dos largos gritos desgarrados, y se corta la
música de los violines. Al segundo grito aparece la MENDIGA y queda de
espaldas. Abre el manto y queda en el centro como un gran pájaro de alas
inmensas. La LUNA se detiene. El telón baja en medio de un silencio absoluto.)
La casa de Bernarda Alba
Obra teatral escrita en 1936, cuyo estreno mundial, fue el 8 de marzo de 1945, en Buenos Aires, Argentina.
Pieza teatral armada con tres actos y 21
escenas distribuidas en los actos. Según la critica su obra teatral mejor
lograda. Los temas se dibujan entre un realismo; y se funden y recobran aliento en las tradiciones andaluces, y la cotineidad del
ámbito rural. Sirve de base caracteres reales, así como en Bodas de Sangre, inspiradas en hechos reales. En La Casa de Bernarda Alba, personaje
principal es Bernarda, recién
enviudada, y que envuelta en la rigidez
de sus apariencias guarda estricto luto por 8 años, y recluye a sus 5 hijas,
sin dejarlas salir. Además de sus hijas juegan un papel importante las criadas.
En esta obra discurren el poder y la dominación autoritaria de la madre:
Bernarda. Quien encarna una especie de matrona,
acompañada siempre de la manipulación de sus actuaciones con el fin de someter a su
hijas. En la casa de las Alba impera el decoro, el honor; y la imagen familiar es vital. Pero se ve
inundada por otros factores: el amor que irrumpe en sus hijas por el deseo de
casarse, entablar relaciones. Escapar de aquella opresión, enclaustradas tal
convento medieval o cárcel consuetudinaria
en que vivían sometidas a los caprichos y escrúpulos de su madre. Su
intento de subordinación, huir de la
realidad asfixiante vía matrimonio.
Hay dos factores que fortalecen
el drama, Primero, a considerar es la atmosfera de los símbolos, es conocida
la influencia del simbolismo en Lorca. Lo mismo que en Bodas de Sangre, la
luna, el agua, la navaja. En Lorca los colores son importantes porque los usa
tanto es su poesía como en su obra teatral a modo definiciones o perfiles de
caracteres, llenos de significados y simbolismo. Desgaja como caja de resonancia los colores,
blanco negro, verde, rojo. Donde cada color adquiere su propia personalidad. Cada
uno con su propio sello según la disposición y necesidad de la trama. Donde
desempeñan un rol decisivo en la fortaleza dramática de la obra. La
ambientación de la casa, una especie de claroscuro, entre el blanco de las
paredes de la casa y el riguroso luto que Bernarda de Alva lleva e impone a sus
hijas. La Segunda es que todos los personajes activos son mujeres. Y estas y sus
nombres definen su carácter. Los nombres de las hijas revelan o condicionan su personalidad. Verbigracia: Remedios,
Martirio, Adela, María José, Angustias, Magdalena, Prudencia. Desgaja como caja de resonancia los colores,
blanco negro, verde, rojo. Cada uno con su propio sello según la disposición y
necesidad de la trama. Donde desempeñan un rol decisivo en la fortaleza dramática
de la obra. Obra bien tejida, con diálogos directos, cortantes
y cortos. Aspiraba Lorca a la refundación del teatro de su época, pero
construirlo desde la cotineidad, desde
lo vernáculo, levantar el perfil poético
del lenguaje y blindar de vitalidad el cuerpo teatral. “Ni la forma ni el fondo del
teatro de los años 20 y 30 satisfacían al poeta granadino porque les faltaba
poesía, pasión, latido social, invención. Lorca explica en otra ocasión que el
ritmo y la música tienen en su teatro la misión de desrealizar la escena y
elevar el nivel poético”. (1)
Y para ello se vale de todos los elementos a su mano: símbolos, colores,
lenguaje poetizado, prosa alambicada, la ensoñación de la música. Los ritmos
que van marcando el decir de palabras y los momentos conmovedores de la obra. Pero
el más importante es esa trasmutación alquímica, la conversión de la palabra llana en discurso poético
y fuego prosísta. Siempre abordado por
esa potencia mental e intensidad poética característica de Lorca. Fiel a su
visión, así como conmovió la poesía tradicional: el viejo romance español. También
trasportó su espíritu poético, recogido del llano, de pueblos pequeños y
bulliciosos, llenos del palabras y gestos. De casas veraniegas salpicadas de rumores, de la
siembra y recolección de los generosos
frutos y las palabras. Para desembocar
en un teatro que recoge, con altura literaria y convicción cotidiana. Los fundamentos de una crítica social
a los patrones tradicionales de sometimiento, en una España rural. Bruscamente caracterizada por el rol inferior de la mujer
que en esa época coexistía en la sociedad española. Paisaje teatral, que exhibe
un abanico abierto de caracteres pasionales, y desviste toda la vulnerabilidad
humana que esta en el centro del conflicto del alma humana. De está obra presentamos un extracto del Tercer Acto.
LA CASA DE BERNARDA ALBA
Drama de mujeres en los pueblos de España
Tres actos y siete cuadros
El poeta advierte que estos tres actos tienen la intención de un
documental fotográfico.
Tercer Acto
Cuatro paredes blancas ligeramente azuladas del patio interior de la
casa de Bernarda. Es de noche. El decorado ha de ser de una perfecta
simplicidad. Las puertas, iluminadas por la luz de los interiores, dan un tenue
fulgor a la escena. En el centro, una mesa con un quinqué, donde están comiendo
Bernarda y sus hijas. La Poncia las sirve. Prudencia está sentada aparte. Al
levantarse el telón hay un gran silencio, interrumpido por el ruido de platos y
cubiertos.
(…)
(Entran Adela, Martirio y Amelia.)
AMELIA.
¡Qué noche más oscura!
ADELA. No
se ve a dos pasos de distancia.
MARTIRIO.
Una buena noche para ladrones, para el que necesite escondrijo.
ADELA. El
caballo garañón estaba en el centro del corral, ¡blanco! Doble de grande.
Llenando todo lo oscuro.
AMELIA.
Es verdad. Daba miedo. ¡Parecía una aparición!
ADELA.
Tiene el cielo unas estrellas como puños.
MARTIRIO.
Ésta se puso a mirarlas de modo que se iba a tronchar el cuello.
ADELA.
¿Es que no te gustan a ti?
MARTIRIO.
A mí las cosas de tejas arriba no me importan nada. Con lo que pasa dentro de
las habitaciones tengo bastante.
ADELA.
Así te va a ti.
BERNARDA.
A ella le va en lo suyo como a ti en lo tuyo.
ANGUSTIAS.
Buenas noches.
ADELA.
¿Ya te acuestas?
ANGUSTIAS.
Sí; esta noche no viene Pepe. (Sale.)
ADELA.
Madre, ¿por qué cuando se corre una estrella o luce un relámpago se dice:
Santa Bárbara bendita,
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita?
BERNARDA.
Los antiguos sabían muchas cosas que hemos olvidado.
AMELIA.
Yo cierro los ojos para no verlas.
ADELA.
Yo, no. A mí me gusta ver correr lleno de lumbre lo que está quieto y quieto
años enteros.
MARTIRIO.
Pero estas cosas nada tienen que ver con nosotros.
BERNARDA.
Y es mejor no pensar en ellas.
ADELA.
¡Qué noche más hermosa! Me gustaría quedarme hasta muy tarde para disfrutar el
fresco del campo.
BERNARDA.
Pero hay que acostarse. ¡Magdalena!
AMELIA.
Está en el primer sueño.
BERNARDA.
¡Magdalena!
MAGDALENA.
(Disgustada.) ¡Dejarme en paz!
BERNARDA.
¡A la cama!
MAGDALENA.
(Levantándose malhumorada.) ¡No la dejáis a una tranquila! (Se va
refunfuñando.)
AMELIA.
Buenas noches. (Se va.)
BERNARDA.
Andar vosotras también.
MARTIRIO.
¿Cómo es que esta noche no vino el novio de Angustias?
BERNARDA.
Fue de viaje.
MARTIRIO.
(Mirando a Adela.) ¡Ah!
ADELA.
Hasta mañana. (Sale.)
(Martirio bebe agua y sale lentamente, mirando hacia la puerta del
corral. Sale la
Poncia.)
PONCIA.
¿Estás todavía aquí?
BERNARDA.
Disfrutando este silencio y sin lograr ver por parte alguna «la cosa tan
grande» que aquí pasa, según tú.
PONCIA.
Bernarda, dejemos esa conversación.
BERNARDA.
En esta casa no hay un sí ni un no. Mi vigilancia lo puede todo.
PONCIA.
No pasa nada por fuera. Eso es verdad. Tus hijas están y viven como metidas en
alacenas. Pero ni tú ni nadie puede vigilar por el interior de los pechos.
BERNARDA.
Mis hijas tienen la respiración tranquila.
PONCIA.
Esto te importa a ti que eres su madre. A mí, con servir tu casa tengo
bastante.
BERNARDA.
Ahora te has vuelto callada.
PONCIA.
Me estoy en mi sitio, y en paz.
BERNARDA.
Lo que pasa en que no tienes nada que decir. Si en esta casa hubiera hierbas,
ya te encargarías de traer a pastar las ovejas del vecindario.
PONCIA.
Yo tapo más de lo que te figuras.
BERNARDA.
¿Sigue tu hijo viendo a Pepe a las cuatro de la mañana? ¿Siguen diciendo
todavía la mala letanía de esta casa?
PONCIA.
No dicen nada.
BERNARDA.
Porque no pueden. Porque no hay carne donde morder. ¡A la vigilia de mis ojos
se debe esto!
PONCIA.
Bernarda, yo no quiero hablar porque temo tus intenciones. Pero no estés
segura.
BERNARDA.
¡Segurísima!
PONCIA.
¡A lo mejor de pronto cae un rayo! A lo mejor de pronto, un golpe de sangre te
para el corazón.
BERNARDA.
Aquí no pasará nada. Ya estoy alerta contra tus suposiciones.
PONCIA.
Pues mejor para ti.
BERNARDA.
¡No faltaba más!
CRIADA. (Entrando.)
Ya terminé de fregar los platos. ¿Manda usted algo, Bernarda?
BERNARDA.
(Levantándose.) Nada. Yo voy a descansar.
PONCIA.
¿A qué hora quiere que la llame?
BERNARDA.
A ninguna. Esta noche voy a dormir bien. (Se va.)
PONCIA.
Cuando una no puede con el mar lo más fácil es volver las espaldas para no
verlo.
CRIADA.
Es tan orgullosa que ella misma se pone una venda en los ojos.
PONCIA.
Yo no puedo hacer nada. Quise atajar las cosas, pero ya me asustan demasiado.
¿Tú ves este silencio? Pues hay una tormenta en cada cuarto. El día que
estallen nos barrerán a todas. Yo he dicho lo que tenía que decir.
CRIADA.
Bernarda cree que nadie puede con ella y no sabe la fuerza que tiene un hombre
entre mujeres solas.
PONCIA.
No es toda la culpa de Pepe el Romano. Es verdad que el año pasado anduvo
detrás de Adela y ésta estaba loca por él, pero ella debió estarse en su sitio
y no provocarlo. Un hombre es un hombre.
CRIADA.
Hay quien cree que habló muchas noches con Adela.
PONCIA.
Es verdad. (En voz baja.) Y otras cosas.
CRIADA.
No sé lo que va a pasar aquí.
PONCIA. A
mí me gustaría cruzar el mar y dejar esta casa de guerra.
CRIADA.
Bernarda está aligerando la boda y es posible que nada pase.
PONCIA.
Las cosas se han puesto ya demasiado maduras. Adela está decidida a lo que sea
y las demás vigilan sin descanso.
CRIADA.
¿Y Martirio también...?
PONCIA.
Ésa es la peor. Es un pozo de veneno. Ve que el Romano no es para ella y
hundiría el mundo si estuviera en su mano.
CRIADA.
¡Es que son malas!
PONCIA.
Son mujeres sin hombre, nada más. En estas cuestiones se olvida hasta la
sangre. ¡Chisssss!
(Escucha.)
CRIADA.
¿Qué pasa?
PONCIA. (Se
levanta.) Están ladrando los perros.
CRIADA.
Debe haber pasado alguien por el portón.
(Sale Adela en enaguas blancas y corpiño.)
PONCIA.
¿No te habías acostado?
ADELA.
Voy a beber agua. (Bebe en un vaso de la mesa.)
PONCIA.
Yo te suponía dormida.
ADELA. Me
despertó la sed. ¿Y vosotras no descansáis?
CRIADA.
Ahora.
(Sale Adela.)
PONCIA.
Vámonos.
CRIADA.
Ganado tenemos el sueño. Bernarda no me deja descanso en todo el día.
PONCIA.
Llévate la luz.
CRIADA.
Los perros están como locos.
PONCIA.
No nos van a dejar dormir. (Salen.)
(La escena queda casi a oscuras. Sale María Josefa con una oveja en los
brazos.)
MARÍA
JOSEFA.
Ovejita,
niño mío,
vámonos a
la orilla del mar;
la
hormiguita estará en su puerta,
yo te
daré la teta y el pan.
Bernarda,
cara de leoparda,
Magdalena,
cara de hiena.
Ovejita.
Meee,
meeee.
Vamos a
los ramos del portal de Belén.
(Ríe.)
Ni tú ni
yo queremos dormir.
La puerta
sola se abrirá
y en la
playa nos meteremos
en una
choza de coral.
Bernarda,
cara de leoparda,
Magdalena,
cara de hiena.
Ovejita.
Mee,
meee.
¡Vamos a
los ramos del portal de Belén!
(Se va cantando.)
(Entra Adela. Mira a un lado y otro con sigilo y desaparece por la
puerta del corral. Sale
Martirio por otra puerta y queda en angustioso acecho en el centro de la
escena. También
va en enaguas. Se cubre con pequeño mantón negro de talle. Sale por
enfrente de
ella María Josefa.)
MARTIRIO.
Abuela, ¿dónde va usted?
MARÍA
JOSEFA. ¿Vas a abrirme la puerta? ¿Quién eres tú?
MARTIRIO.
¿Cómo está aquí?
MARÍA
JOSEFA. Me escapé. ¿Tú quién eres?
MARTIRIO.
Vaya a acostarse.
MARÍA JOSEFA.
Tú eres Martirio. Ya te veo. Martirio: cara de Martirio. ¿Y cuándo vas a tener
un niño? Yo he tenido éste.
MARTIRIO.
¿Dónde cogió esa oveja?
MARÍA
JOSEFA. Ya sé que es una oveja. Pero ¿por qué una oveja no va a ser un niño?
Mejor es tener una oveja que no tener nada. Bernarda, cara de leoparda.
Magdalena, cara de hiena.
MARTIRIO.
No dé voces.
MARÍA JOSEFA. Es verdad. Está todo muy oscuro. Como tengo el pelo blanco
crees que no puedo tener crías, y sí, crías y crías y crías. Este niño tendrá
el pelo blanco y tendrá otro niño y éste otro, y todos con el pelo de nieve,
seremos como las olas, una y otra y otra. Luego nos sentaremos todos y todos
tendremos el cabello blanco y seremos espuma. ¿Por qué aquí no hay espumas?
Aquí no hay más que mantos de luto.
MARTIRIO.
Calle, calle.
MARÍA JOSEFA. Cuando mi vecina tenía un niño yo le llevaba chocolate y
luego ella me lo traía a mí y así siempre, siempre, siempre. Tú tendrás el pelo
blanco, pero no vendrán las vecinas. Yo tengo que marcharme, pero tengo miedo
de que los perros me muerdan. ¿Me acompañarás tú a salir del campo? Yo no
quiero campo. Yo quiero casas, pero casas abiertas y las vecinas acostadas en
sus camas con sus niños chiquititos y los hombres fuera sentados en sus sillas.
Pepe el Romano es un gigante. Todas lo queréis. Pero él os va a devorar porque
vosotras sois granos de trigo. No granos de trigo, no. ¡Ranas sin lengua!
MARTIRIO.
(Enérgica.) Vamos, váyase a la cama. (La empuja.)
MARÍA
JOSEFA. Sí, pero luego tú me abrirás ¿verdad?
MARTIRIO.
De seguro.
MARÍA
JOSEFA. (Llorando.)
Ovejita,
niño mío,
vámonos a
la orilla del mar;
la
hormiguita estará en su puerta,
yo te
daré la teta y el pan.
(Sale. Martirio cierra la puerta por donde ha salido María Josefa y se
dirige a la puerta
del corral. Allí vacila, pero avanza dos pasos más.)
MARTIRIO.
(En voz baja.) Adela. (Pausa. Avanza hasta la misma puerta. En voz
alta.) ¡Adela!
(Aparece Adela. Viene un poco despeinada.)
ADELA.
¿Por qué me buscas?
MARTIRIO.
¡Deja a ese hombre!
ADELA.
¿Quién eres tú para decírmelo?
MARTIRIO.
No es ése el sitio de una mujer honrada.
ADELA.
¡Con qué ganas te has quedado de ocuparlo!
MARTIRIO.
(En voz más alta.) Ha llegado el momento de que yo hable. Esto no puede
seguir.
ADELA.
Esto no es más que el comienzo. He tenido fuerza para adelantarme. El brío y el
mérito que tú no tienes. He visto la muerte debajo de estos techos y he salido
a buscar lo que era mío, lo que me pertenecía.
MARTIRIO.
Ese hombre sin alma vino por otra. Tú te has atravesado.
ADELA.
Vino por el dinero, pero sus ojos los puso siempre en mí.
MARTIRIO.
Yo no permitiré que lo arrebates. Él se casará con Angustias.
ADELA.
Sabes mejor que yo que no la quiere.
MARTIRIO.
Lo sé.
ADELA.
Sabes, porque lo has visto, que me quiere a mí.
MARTIRIO.
(Desesperada.) Sí.
ADELA. (Acercándose.)
Me quiere a mí, me quiere a mí.
MARTIRIO.
Clávame un cuchillo si es tu gusto, pero no me lo digas más.
ADELA. Por
eso procuras que no vaya con él. No te importa que abrace a la que no quiere; a
mí, tampoco. Ya puede estar cien años con Angustias, pero que me abrace a mí se
te hace terrible, porque tú lo quieres también; ¡lo quieres!
MARTIRIO.
(Dramática.) ¡Sí! Déjame decirlo con la cabeza fuera de los embozos. ¡Sí!
Déjame que el pecho se me rompa como una granada de amargura. ¡Lo quiero!
ADELA. (En
un arranque y abrazándola.) Martirio, Martirio, yo no tengo la culpa.
MARTIRIO.
¡No me abraces! no quieras ablandar mis ojos. Mi sangre ya no es la tuya, y
aunque quisiera verte como hermana, no te miro ya más que como mujer. (La
rechaza.)
ADELA.
Aquí no hay ningún remedio. La que tenga que ahogarse que se ahogue. Pepe el
Romano es mío. Él me lleva a los juncos de la orilla.
MARTIRIO.
¡No será!
ADELA. Ya
no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su
boca. Seré lo que él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con
sus dedos de lumbre, perseguida por las que dicen que son decentes, y me pondré
delante de todos la corona de espinas que tienen las que son queridas de algún
hombre casado.
MARTIRIO.
¡Calla!
ADELA.
Sí, Sí. (En voz baja.) Vamos a dormir, vamos a dejar que se case con
Angustias, ya no me importa; pero yo me iré a una casita sola donde él me verá
cuando quiera, cuando l e venga en gana.
MARTIRIO.
Eso no pasará mientras yo tenga una gota de sangre en el cuerpo.
ADELA. No
a ti, que eres débil. A un caballo encabritado soy capaz de poner de rodillas
con la fuerza de mi dedo meñique.
MARTIRIO.
No levantes esa voz que me irrita. Tengo el corazón lleno de una fuerza tan
mala, que sin quererlo yo, a mí misma me ahoga.
ADELA.
Nos enseñan a querer a las hermanas. Dios me ha debido dejar sola en medio de
la oscuridad, porque te veo como si no te hubiera visto nunca.
(Se oye un silbido y Adela corre a la puerta, pero Martirio se le pone
delante.)
MARTIRIO.
¿Dónde vas?
ADELA.
¡Quítate de la puerta!
MARTIRIO.
¡Pasa si puedes!
ADELA.
¡Aparta! (Lucha.)
MARTIRIO.
(A voces.) ¡Madre, madre!
ADELA.
¡Déjame!
(Aparece Bernarda. Sale en enaguas, con un mantón negro.)
BERNARDA.
Quietas, quietas. ¡Qué pobreza lamía no poder tener un rayo entre los dedos!
MARTIRIO.
(Señalando a Adela.) ¡Estaba con él! ¡Mira esas enaguas llenas de paja
de trigo!
BERNARDA.
¡Ésa es la cama de las mal nacidas! (Se dirige furiosa hacia Adela.)
ADELA. (Haciéndole
frente.) ¡Aquí se acabaron las voces de presidio! (Adela arrebata el
bastón a su Madre y lo parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la
dominadora. No dé usted un paso más. ¡En mí no manda nadie más que Pepe!
(Sale Magdalena.)
MAGDALENA.
¡Adela!
(Salen la Poncia y Angustias.)
ADELA. Yo
soy su mujer. (A Angustias.) Entérate tú y ve al corral a decírselo. Él
dominará toda esta casa. Ahí fuera está, respirando como si fuera un león.
ANGUSTIAS.
¡Dios mío!
BERNARDA.
¡La escopeta! ¿Dónde está la escopeta? (Sale corriendo.)
(Aparece Amelia por el fondo, que mira aterrada con la cabeza sobre la
pared. Sale
detrás Martirio.)
ADELA.
¡Nadie podrá conmigo! (Va a salir.)
ANGUSTIAS.
(Sujetándola.) De aquí no sales tú con tu cuerpo en triunfo, ¡ladrona!,
¡deshonra de nuestra casa!
MAGDALENA.
¡Déjala que se vaya donde no la veamos nunca más!
(Suena un disparo.)
BERNARDA.
(Entrando.) Atrévete a buscarlo ahora.
MARTIRIO.
(Entrando.) Se acabó Pepe el Romano.
ADELA.
¡Pepe! ¡Dios mío! ¡Pepe! (Sale corriendo.)
PONCIA.
¿Pero lo habéis matado?
MARTIRIO.
¡No! ¡Salió corriendo en la jaca!
BERNARDA.
Fue culpa mía. Una mujer no sabe apuntar.
MAGDALENA.
¿Por qué lo has dicho entonces?
MARTIRIO.
¡Por ella! ¡Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza!
PONCIA.
Maldita.
MAGDALENA.
¡Endemoniada!
BERNARDA.
¡Aunque es mejor así! (Se oye como un golpe.) ¡Adela! ¡Adela!
PONCIA. (En
la puerta.) ¡Abre!
BERNARDA.
Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza.
CRIADA. (Entrando.)
¡Se han levantado los vecinos!
BERNARDA.
(En voz baja como un rugido.) ¡Abre, porque echaré abajo la puerta! (Pausa.
Todo queda en silencio.) ¡Adela! (Se retira de la puerta.) ¡Trae un
martillo! (La Poncia da un empujón y entra. Al entrar da un grito y sale.) ¿Qué?
PONCIA. (Se
lleva las manos al cuello.) ¡Nunca tengamos ese fin!
(Las hermanas se echan hacia atrás. La Criada se santigua. Bernarda da
un grito y
avanza.)
PONCIA.
¡No entres!
BERNARDA.
No. ¡Yo no! Pepe; tú irás corriendo vivo por lo oscuro de las alamedas, pero
otro día caerás.
¡Descolgarla!
¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera
doncella. ¡Nadie
dirá
nada! ¡Ella ha muerto virgen! ¡Avisad que al amanecer den dos clamores las
campanas!
MARTIRIO.
Dichosa ella mil veces que lo pudo tener.
BERNARDA.
Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A
otra hija.) ¡A callar he dicho! (A otra hija.) ¡Las lágrimas cuando
estés sola! ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la hija menor de
Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? Silencio, silencio he dicho. ¡Silencio!
Telón
Poeta en Nueva York, es después de Romancero Gitano la obra poética más reconocida de Lorca. Escrita entre 1929 y 1930,
con base a sus experiencias de su estadía en la Universidad de Columbia. Obra
póstuma, publicada por primera vez en México, 1940. Y que antes tuvo un
recorrido pasmoso y errático, cuyo originales el propio Lorca entrego al poeta
y amigo José Bergamín. (2) Libro que
ordena y exhibe una profunda penetración de la vida norteamericana,
especialmente la vista vertiginosa, las grandes multitudes, los espacios
verticales y cerrados. El acento de las grandes ciudades, y todas sus consecuencias
humanas. El Nueva York idílico de los
inmigrantes que entraban cargados de ilusiones
por Ellis Island. Ciudad selvática y cromática, pero que Lorca con su genio y potencia poética,
verbaliza y desnuda. Siempre critico pero humano. Siempre irónico pero convincente. “Ahora veo la poesía y los temas con un juego
nuevo. Más lirismo dentro de lo dramático. Dar más patetismo a los temas. Pero
un patetismo frío y preciso, puramente objetivo”, (3) decía Lorca en 1931. El libro rompe la barrera del sonido de
las palabras y conquista la imagen. Una mente lucida, poética, se arma del surrealismo.
Apela a toda su arsenal, esta combinación le permite una poesía vigorosa, llena
de metáforas e imágenes inéditas. Y se enfundo con su artillería surrealista en
la gran urbe. De mirada minuciosa y atento a la novedad. Dejo atrás
su estilo de los romances, y se fortaleció en potencia poética, con un
surrealismo a su estatura, siempre vital.
En fin no invocaba a la inspiración, ni llevaba las
musas en el bolsillo de su jeans. En alguna calle cualquiera Lorca llego a
decir, que su obra literaria, era el resultado de “técnica y esfuerzo”. Por otra indeterminada agrego la “intensidad”.
En resumen esfuerzo e intensidad: pasión. Pues entonces, “técnica y pasión”. Pero
sobre el arte, el talento, la técnica o la pasión: denunciar y criticar lo superficial
e inhumano que vio en Nueva York. En este apartado, aunque desde diferentes
encuadres poéticos, Lorca hace con su Poeta
en Nueva York, lo que hace Cesar
Vallejo en su Poemas Humanos.
Vallejo se iguala con los pobres, se los encuentra en la calle. La visión de
Lorca es más distante, los ve desde arriba, desde un edificio, pero también
toma partido por los oprimidos. Porque viendo la deshumanización industrial y
la deshumanización del tiempo y la vida, para Lorca:
«La aurora de Nueva York /tiene cuatro
columnas de cieno/y un huracán de negras palomas /que chapotean las aguas
podridas (…) / allí no hay mañana ni esperanza posible». (4)
A Lorca le encantan los norteamericanos y el viaje le
sienta bien. Lo sorprendió la ingenuidad
y educación del ciudadano medio Pero más le sorprende es su inmediato espíritu democrático, ese mismo en que
reflexionaba Tocqueville y cantaba Whitman;
pero Lorca condena el poder en todas sus
formas. En Whitman la visión era optimista
y robusta, cargada de futuro, es del arranque del experimento social
norteamericano. En Lorca es una mirada intermedia y cuasi liquidadora del
sistema. Lo observa en fraganti. Su critica poética e ingeniosa se debatió
entre ese pugilato entre naturaleza y civilización. Entre los oprimidos y los
opresores. No una poesía ideologizada sino una poética fraterna y humana. Y el
tomo partida por la naturaleza y los excluidos del sistema. En su estadía le toca
el crac del 29. Si hay depresión financiera,
también hay depresión del alma, el mismo Lorca pasaba por una angustia existencial. En parte su
viaje obedeció a ese motivo, escaparse un poco de su realidad española. Así que
dejo su Andalucía profunda: sus yermos llanos, sus bosques de olivares, y sus simulacros
de montañas. Poeta camaleónico: neoyorkino y andaluz.
Lorca en Nueva York vio las virtudes de una gran
ciudad, su cosmopolitismo babilónico en
cada esquina, su infraestructura colosal
a prueba de vértigos, su crisol de razas
reflejado en la luminosidad de los grandes carteles. Aprecio sus virtudes, pero
también se encontró con sus pasos decadentes:
la deshumanización de la ciudad. Aquel torrente de gente, aquella prisa con
cronometró, aquel estereotipo insurgente de masas sin rostro. Plural y efímero.
Un tema que aún ahora es vital y
vigente. Pero que a Lorca lo impacto, a pesar que ya en su terruño y por ese tiempo ideas como la deshumanización
en las grandes ciudades, el vértigo de las multitudes, eran temas que habían
sido abordados por su compañero generacional José Ortega y Gasset, en su Rebelión de las masas, (1930) y en La deshumanización del arte (1925). Sin
embargo, estos tópicos son domesticados por Lorca desde la mirada poética. De su
libro hemos seleccionado el poema Denuncia
de un poeta en Nueva York, poema que irradia una posición ambientalista, un
eco franciscano de solidaridad por los animales. No es un discurso vegetariano ni vegano. Lorca pone la palabra en la yugular del sistema: los
excesos del consumismo y la deshumanización industrial. Grito de horror. Pero
desde lo artístico atrapa la imagen con la mirada objetiva de un fotógrafo y
encuadra su discurso poético con la mente de un sociólogo.
Aquí un ejemplo de una metáfora que vale la pena desempolvar, en los
versos finales del poema, dice:
“me ofrezco a ser comido
por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite”.
“Donde el Hudson se emborracha con aceite”, alude a la contaminación ambiental, los desechos tóxicos de las
grandes fabricas que van a dar a los ríos. Un escollo actual y que ya tiene sus
consecuencias en el deterioro de la calidad de vida en varias partes del mundo.
El problema del agua es mundial. Por otra parte desde lo poético Lorca alude al
agua, como símbolo de vida en su poesía y obra narrativa. Que un rio se
emborrache, es una metáfora original si esta en un contexto original. Y además
si es consecuente con su discurso poético. Rimbaud escribió su famoso poema El barco ebrio. Ambos, Rimbaud y Lorca,
poetas rupturistas. Rimbaud combinación
de precocidad y rebeldía, fundado en un surrealismo todavía sin sal, y un simbolismo
emergente y decadente, y Lorca en un surrealismo sin perder su esencia tradicional
y andaluza. En fin un surrealismo con diferentes matices de color. Rimbaud en
su poema, lo hace desde la bohemia del
poeta, desde un discurso de la imaginación, desde un banquete irreverente de
palabras. Puede condenar la realidad o ridiculizarla. Pero va a lo lúdico. Lorca lo hace desde el observador de una realidad
determinada. Una mirada punzante con atrevimiento. Lo hace desde la función social de la poesía. Donde
el poeta deja de ser simplemente un poeta y se convierte en Conciencia Poética
Universal. Finalmente, he aquí el poema. Si bien: algo neoyorkino en el sentido
espacial y vigoroso de Whitman, algo en la raíz del alma a lo Lorca y su Andalucía
Profunda, y el resto a lo duende de las palabras.
Denuncia de Un poeta en Nueva York
(Oficina y denuncia)
Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de
pato;
debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de
marinero;
debajo de las sumas, un río
de sangre tierna.
Un río que viene cantando
por los dormitorios de los
arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New
York.
Existen las montañas. Lo sé.
Y los anteojos para la
sabiduría.
Lo sé. Pero yo no he venido
a ver el cielo.
Yo he venido para ver la
turbia sangre.
La sangre que lleva las
máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de
la cobra.
Todos los días se matan en
New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el
gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos,
que dejan los cielos hechos
añicos.
Más vale sollozar afilando
la navaja
o asesinar a los perros
en las alucinantes cacerías,
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de
leche,
los interminables trenes de
sangre
y los trenes de rosas
maniatadas
por los comerciantes de
perfumes.
Los patos y las palomas,
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las
multiplicaciones,
y los terribles alaridos de
las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se
emborracha con aceite.
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de
cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se
olvidan
y donde caeremos todos
en la ultima fiesta de los
taladros.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, orinando,
volando, en su pureza
como los niños de las
porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la
calle.
Nos es la muerte, es la
tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos
quebrados
y distancia inaccesibles
en la patita de ese gato
quebrada por el automóvil,
y yo oigo el canto de la
lombriz
en el corazón de muchas
niñas.
Oxido, fermento, tierra
estremecida.
Tierra tú mismo que nadas
por los números de la
oficina.
Qué voy a hacer? Ordenar los
paisajes?
Ordenar los amores que luego
son fotografías,
que luego son pedazos de
madera
y bocanadas de sangre?
San Ignacio de Loyola
asesinó un pequeño conejo
y todavía sus labios gimen
por las torres de las
iglesias.
No, no, no, no; yo denuncio.
Yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radián las agonías,
que borran los programas de
la selva,
me ofrezco a ser comido
por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el
valle
donde el Hudson se
emborracha con aceite.
Notas bibliográficas
1. La casa de Bernarda Alba: Resumen, personajes y
análisis. (Ensayo) Teatro Lorca. Publicado el marzo 21, 2012.
El
autor cita a María Jiménez, quien
dice “el teatro de Lorca confronta el
teatro de su época y los atavismo de la sociedad española. Insatisfecho con la obra
dramática de sus contemporáneos, Federico García Lorca escribe un teatro
literario-metafórico, en el que música y poesía se combinan con la prosa para
desrealizar el argumento y conferirle una dimensión humana, universal, en temas
que brotan de la tensión provocada entre pasión y represión en el individuo y
en la sociedad.” Para García Lorca el teatro es también literatura, el teatro
ha de recoger el drama total de la vida actual. Jiménez continua diciendo en (1981, Pag140.)”
2. Una reseña detallada
sobre el recorrido de los manuscritos originales y las diversas ediciones se
puede consultar en Ve la luz ‘Poeta en Nueva York’ tal y como García Lorca lo concibió
historia del libro. El Cultural. El País JESÚS RUIZ MANTILLA-Madrid 26 MAR 2013
3. Lorca: Un poeta en Nueva York. La Vanguardia. http://www.lavanguardia.com/cultura/20161208/412481790481/federico-garcia-lorca-poeta-nueva-york-panini-comics.html
4. Fragmento de su poema La
Aurora, de Poeta en Nueva York. Uno
de los poemas más conocidos y famosos
del libro. En que retrata en forma muy condesada y nítida su visión sobre Nueva York.
CRÉDITOS
Texto de las vendedoras de flores, Toda la esencia de la gran
Barcelona está en esta calle: el homenaje de Lorca a La Rambla en 1935. Diario
El País, España.
Poema Denuncia de un poeta, Federico García Lorca, prologo de
Salvador Novo, Editorial Porrúa No,251.
2000, Pagina 132.
Los textos de las obras de teatro son descargas de las versiones
originales de los respectivos libros. La casa de Bernarda de Alba,
Librosdot.com Alejandría Digital.
Ilustraciones
Fotografías
(Por orden de aparición)
Foto inicial de
Federico García Lorca, "Toda la esencia de la gran
Barcelona está en esta
calle": el homenaje de Lorca a La Rambla
en 1935. (Articulo). Pie de foto,
Federico García Lorca visitó Barcelona por
primera vez por invitación de Dalí, en 1925.
El País.
Foto de Federico Garcia Lorca, en sede de Teatro Barracas. http://federicogarcialorca.net/fotos/index.htm
Foto
de Federico Garcia Lorca, Universidad de
Columbia , 1929. http://federicogarcialorca.net/fotos/index.htm.
Foto final de Federico Garcia Lorca
Las demás ilustraciones son de Plaza
de las Palabras