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1 de febrero 2016
Por redacción. Hemos
visto como todos los años, cuando se elaboran listas sobre los libros más
importantes de América Latina, los grandes medios hispanos obvian a
Centroamérica y el Caribe (salvo Cuba) porque los mercados editoriales
han dibujado en el mapa un mar desde México hasta Colombia que borra toda
América Central ístmica e insular.
Por lo tanto, este año Literofilia.com se
ha dado a la tarea de rastrear los libros más importantes de narrativa
elaborando una lista que, además de ser un muestrario de calidad, también es
una invitación para que los lectores de esta pequeña y olvidada región
centroamericana y caribeña conozcan a sus escritores.
La
periferia, como hemos querido llamar a esta parte de América Latina, cuenta no
solo con autores de mucho calibre, sino también con eventos literarios de
renombre como el Festival de La Palabra en Puerto
Rico, Centroamérica cuenta y elFestival de Poesía de
Granada en Nicaragua, así como las Ferias del Libro de
Costa Rica y Guatemala.
En Literofilia.com creímos
necesario complementar esos enormes esfuerzos que escritores como Sergio
Ramírez, Mayra Santos-Febres y los gobiernos de Costa Rica y Guatemala a través
de sus respectivos Ministerios de Cultura, realizan año tras año para mostrar
que en esta región también se lee y el libro importa.
En
nuestra lista aparecen escritores de renombre y autores emergentes, que
empiezan a forjar una obra importante en sus países y la región, porque de nada
nos valdría levantar un listado sino damos a conocer a esos nuevos pinos de las
letras regionales. Sin más, queridos lectores de Literofilia.com,
estos son los libros que hemos escogido y que creemos que valen la pena ser
leídos.
En la cumbre de su
maestría narrativa, tras 50 años de oficio literario, Ramírez mezcla erotismo,
humor, ironía y la historia de los pueblos semíticos para confrontar a un
Yahveh –el Mago, en la novela- rencoroso y temperamental con el nacimiento de
la mujer moderna, a la vez que pone en cuestionamiento el estatuto del narrador
–que interfiere siempre que quiere en la acción-, permitiéndose la inserción
del lenguaje popular en el contexto bíblico y la autorreferencia ficcional. Los
capítulos dedicados al fuego vengativo y purificador están entre los mejores de
la narrativa iberoamericana reciente.
Mayra Santos-Febres,
Editorial Planeta. (Puerto Rico) Por Perla Suez
En
este contexto, la protagonista es parte de una familia de mujeres curanderas y
es la única heredera de ese saber ancestral, al mismo tiempo que estudia
enfermería en la Escuela de Medicina Tropical de Puerto Rico. Una mujer de piel
negra que quiere convertirse en médica, en medio de una sociedad difícil y un
mundo espinoso. Pero en el camino del progreso siempre hay algo que se pierde:
Micaela deberá confesarle a su protectora (la doctora que financia sus
estudios) una receta herbolaria que proviene de la sabiduría ancestral de sus
antepasados. Esta otra trama, oculta, va reapareciendo en su memoria, hilvanada
a la reminiscencia de las palabras de Gardel.
Eduardo Halfon,
Signor Hoffman, Libros del asteroide. (Guatemala) Por Alexandra Ortiz
Wallner
En esta nueva entrega de seis relatos se confirma
que la obra hasta hoy publicada del guatemalteco Eduardo Halfon, especialmente
a partir de El boxeador polaco (2008), gira en torno a, al
menos, dos ejes: las posibilidades y límites de la creación artística y del
artista como creador, y otro, que se asemeja más a un gran laberinto de
identidades vinculado a los orígenes (judío, árabe, polaco, guatemalteco) de su
recurrente narrador-protagonista, muchas veces identificado como Eduardo
Halfon, Dudú, Halfon, simplemente Eduardo o, como ahora, gracias a un equívoco
narrado en el primer cuento, Hoffman. Recurriendo nuevamente al gesto
autoficcional que cruza su universo literario, Halfon ofrece en Signor Hoffman otras
facetas y otros viajes de su alter ego en un juego de espejos que ya se decanta
en la portada del libro. En ella, el autor y esta nueva faceta del personaje
central, Hoffman, comparten un mismo espacio, acentuado por la imagen de Roman
Vishniac en la que aparecen unas figuras (¿son acaso la misma?) y sus sombras,
cruzando diversos umbrales. Este espacio compartido se amplía con el epígrafe
de Harry Dean Stanton que abre el libro: “Play myself, and let the wardrobe do
the character.” Así, los lectores entramos de lleno a esta casa
halfoniana de los espejos compuesta por seis habitaciones.
El
relato que abre la puerta a la primera estancia, “Signor Hoffman”, y el relato
que es la última estancia, “Oh gueto mi amor”, se complementan también
especularmente. En ambos, son dos campos de concentración -el de Ferramonti di
Tarsia en Italia y el de Auschwitz en Polonia- los que enmarcan las andanzas
del narrador-protagonista. Uno, el italiano, convertido en una especie de
parque temático propio de las guías turísticas que monumentalizan el horror de
la Europa del siglo XX frente al otro, ese que lanzó la pregunta inevitable por
si es posible escribir literatura después de Auschwitz. Pero el libro de Halfon
no es una respuesta más a la pregunta que continúa siendo respondida por
sobrevivientes y descendientes, por propios y ajenos, por víctimas y
victimarios. En él, la pregunta que nos sigue y que pone a andar la búsqueda es
una por la herencia.
En
“Oh gueto mi amor” la herencia transmitida por el abuelo al nieto toma la forma
de un papel amarillo que contiene la dirección completa de la casa familiar en
?ódz, la que fue forzado a abandonar antes de ser trasladado al destino de los
campos que cambió para siempre los cimientos de Europa: “Un último papel
amarillo. Unos últimos garabatos, en su temblorosa letra de anciano. Un último
legado a un nieto, quien lo recibe de la mano misma de su abuelo, como si en
ese momento, durante esa última cena, estuviese recibiendo la totalidad de su
herencia.” Apenas unas cuantas líneas con las coordenadas exactas de una casa
situada en una ciudad lejana condensarán, hacia el final del libro, memoria
familiar y destino individual. Memoria y destino que, a su vez, permiten que en
el espacio de la literatura las herencias ocupen un lugar narrativo. Son estas
dos narraciones que se ven a sí mismas en tensión, se reflejan la una a la otra
en un espejo quebrado poniendo sobre la mesa la cuestión de si acaso no es la
herencia precisamente aquello de lo que no es posible apropiarse y que
precisamente por eso es necesario que surja la escritura literaria.
Sin
duda, ambos relatos componen la fuerza estructural del libro y sostienen los
otros cuatro cuentos (”Bambú”, “Han vuelto las aves”, “Arena blanca, piedra
negra” y “Sobrevivir los domingos”) que ya habían sido publicados de manera
independiente en revistas como Letras Libres y Granta. El gran relato de un
legado con el que se carga es así intervenido y reescrito, a veces con
nostalgia, a veces con humor, y no pocas veces por medio del absurdo y lo cómico.
En cada cuarto de espejos que es Signor Hoffman se
van colocando estos otros reflejos que son los viajes que el protagonista
realiza a la costa del Pacífico y a la zona cafetalera guatemaltecos, a la
frontera con Belice, a un barrio neoyorkino. Viajes menores, tal vez, pero no
por ello menos significativos como elementos implicados en todo un proceso de
transmisión de una memoria que necesita de la narración literaria irreverente
de un pasado para poder ser y tener una voz en el presente.
Salvapantallas, Luis
Chaves, Seix Barral. (Costa Rica) Por Fernando Chaves Espinach
Como
colección de imágenes aleatorias, deambula entre sentimientos y recuerdos con
una facilidad que Chaves ha exhibido constantemente en sus poemarios, pero que
en el cuerpo de una “novela” o novela vibran con nueva energía. Leer Salvapantallas ha
sido redescubrir a Chaves o toparse a otro nuevo. Es por ello que el libro
destaca: por la propia fuerza de lo que contiene (muy tierna) y por la promesa
de lo que vendrá.
Un rencor puro y
perfecto, Maurice Echeverría, Alas de barrilete. (Guatemala)Por Jessie Álvarez
La historia guatemalteca, llena de baches que no han permitido un desarrollo equitativo en sus actores, es el caldo de cultivo ideal para producir una sociedad en la que el rencor está siempre ahí, latente, cercano a todos. Es en este contexto en el que Maurice Echeverría (Guatemala, 1976) publica Un rencor puro y perfecto(Alas de Barrilete, 2015), una novela que reflexiona acerca del poder en un edificio viejo, feo y sucio, que no es más que una metáfora del país. ¿Quién es Maurice Echeverría? Ha sido incluido, aun contra su voluntad, como parte de la llamada “Generación X” de la literatura guatemalteca, un grupo de narradores que publicaron sus primeros libros a finales del siglo XX con la contracultural Editorial X. Además, ha obtenido varios premios, como el Monteforte Toledo de novela con Diccionario esotérico (Norma, 2006) y el Premio de Novela Corta de la Editorial Magna Tierra por su novela Labios (2003).
En
2012, obtuvo el Premio Centroamericano Carátula de Cuento Breve 2012 por Pura
sangre dieciochera. Un rencor puro y perfecto se organiza en tres capítulos,
cada uno es una guna (las cualidades que, según el hinduismo, conforman el
universo): tamas, sattua y rajas, ignorancia, bondad y pasión, respectivamente,
estados por los que transita el protagonista. La historia es, en gran parte,
focalizada a través de un sofá, que se convierte en la tribuna desde la cual se
analizan los eventos que llevan al protagonista a pasar de la espera por la
pérdida de su pareja y su empleo a la inercia de llevar una vida automática, en
la primera parte; a convertirse, por una serie de casualidades, en el
inteligente y proactivo administrador del edificio donde viva, en la segunda
parte; a ser un tirano sádico, en la última. La novela es también un ejercicio
narrativo magistral: el cinismo y el sentido del humor, la crudeza y la ironía
habitan en cada uno de sus pasajes. Esta novela de Maurice Echeverría es,
además de una novela, un tratado acerca del poder y las relaciones sociales:
¿cómo detentar el poder en medio de una sociedad convulsa, fragmentada y
disociada? Así, Un rencor puro y perfecto se presenta como una de las mejores
novelas guatemaltecas publicadas en 2015.
El
asesino melancólico, Jacinta Escudos, Alfaguara (El Salvador) Por Élmer Menjívar
Lo
mejor de El asesino melancólico en tanto obra de
narrativa literaria es el desarrollo de sus personajes, desde su presentación
hasta su cumbre. Escudos escoge fórmulas puntuales para soltarnos a sus
protagonista. Con 32 palabras Blake Sorrow se hace contundente: «El día en que Blake
Sorrow cumplió 50 años, emprendió el único acto de valentía del que sería capaz
en toda su vida: se admitió a sí mismo que era un fracasado». Con
la coprotagonista, Rolanda Hester, el procedimiento es igual: directo y
preciso. La diferencia, quizá sutil, es que a Sorrow lo
presenta la voz del narrador (omnisciente), y Hester se
presenta ella misma en la primera línea de diálogo de la narración. Estas
decisiones narrativas marcan el carácter y el ritmo del texto que va creciendo
como un diálogo en el que la voz de la comunicación explícita la aporta ella,
mientras que lo que sabemos de él nos lo cuenta el narrador. Ambos personajes
son poderosos –quizá quiero decir memorables–, bastante clásicos –muy noir–
que ubicados en un contexto referencial –una suerte no where–
logran desarrollar una historia que se cierra –sin candados– en sí misma.
El asesino
melancólico se lee rápido –un viaje de ida a Guatemala en
autobús– y con ganas porque contiene esos motores de lectura que no fallan:
contiene intriga y suspenso, sexo y romance –it’s complicated–,
episodios tremendamente empáticos –volví a comer sardinas con galletas saladas–
y consigue un tono reflexivo que no aspira a dar lecciones de vida. A pesar de
su brevedad, luce recursos ágilmente dosificados como elflashback,
capítulos epistolares y poéticos que aportan esa extensión narrativa que no
implica sumar más palabras que las necesarias.
Rita Indiana, La
mucama de Omicunlé, Periférica. (República
Dominicana) Por Alejandro Alvarez-Nieves
En
una apuesta arriesgada, como suele ser la narrativa de esta autora, el lector
se remonta a los tiempos de la Quisqueya colonial y el tiempo de los bucaneros,
para pasar al presente y el debate de cómo se crea y difunde el arte en nuestros
días desde el Caribe, no sin dejar de proponernos cómo la política del futuro
será la continuidad de los terrores de hoy. Se trata de un texto que plantea
fisuras importantes desde una sinergia tenaz de diferentes tiempos y
tradiciones no convencionales. La mucama de Ominculé es
una novela intrépida y original, que supone el asentamiento de Rita Indiana
como una de las voces femeninas caribeñas más importantes de la narrativa
actual.
Las impuras, Carlos
Oriel Winter Melo, Planeta. (Panamá)/ Por Dimitrios
Gianareas
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¿Es
posible escribir una historia acerca de un tema con tanto con tanta carga
política como la invasión de los Estados Unidos a Panamá sin caer en el relato
panfletario?
Carlos
Wynter Melo intenta con su novela Las Impuras mostrarnos
una cara de la invasión. Y lo hace desde la intimidad de personajes muy bien
construidos, a pesar de la brevedad de la narración. La vida de los personajes,
dos mujeres de las que solo conoceremos su historia por medio de fugaces
pasajes, parece transcurrir en dos planos. Además de sus vivencias personales,
cada una de ellas es una metáfora, una representación de facetas de la historia
de Panamá durante una buena parte del siglo veinte.
Las impuras es
una de esas obras exigentes, condensadísimas hasta lo esencial, donde el lector
recibe solo pinceladas y es desafiado a completar el lienzo. Uno de esos libros
que hay que leer más de una vez para comprender y al que, como los buenos
libros, querrá volver muchas veces.
Denise Phe-Funchal,
Ana Sonríe, FyG Editores. (Guatemala) Por Héctor
Hernández Gómez
El
mérito que veo en una novela como Ana sonríe de
Denise Phé-Funchal, es la precisión de su narración, formalmente es un trabajo
bien cuidado. La forma es contenido y por ello, la realidad del personaje
ficcional se encarna en nuestra propia realidad. A mí, como lector masculino,
me movió fibras, me introdujo en el pellejo de una mujer que vive un día a día
macabro, trágico; la violencia de genero marca mi cuerpo y me hace terminar
deseando el final que el texto me va prometiendo. Eso no lo logra la historia
sino la perspectiva narrativa y la técnica misma de su narración.
Daniel Quirós,
Mazunte, Editorial Costa Rica. (Costa Rica)/Por Anacristina Rossi
Sin
embargo, y el lector debe estar atento pues en un momento del recorrido
geográfico y psicológico hay un quiebre, una desgarradura por la que se llega a
un mundo aparentemente fantástico, onírico. Es un pasaje a una cuarta
dimensión, un Pedro Páramo costarricense. El lector se ve a la vez fascinado y
desconcertado por un mundo casi intolerable de presenciar y que sin embargo
sabemos que existe. Y al final, justamente al final, tenemos la clave. No se
trata de ningún realismo mágico. Sí, tiene que ver con la muerte pero desde el
punto de vista científico, médico. Y entonces cerramos la novela completamente
perturbados, sabiendo que, a pesar de la belleza o la atrocidad de sus imágenes,
hemos leído una novela realista del siglo XXI.
Sergio
Gutiérrez Negrón, Dicen los dormidos (Puerto Rico) Por Mayra
Santos-Febres
Un rojo aullido en el
bosque, Anamá ediciones, José Adiak Montoya (Nicaragua) Por Holbein Sandino
Un rojo aullido en el bosque (1ª. Edición: Managua, Anamá
Ediciones, 2015) es la fabulación del engaño en clave reciente. Es la
representación de una realidad de caperucitas que no atraviesan bosques ni
cargan cestas con bocadillos; sino que van por ciudades marginales sin
percatarse de que los lobos ahora son depredadores urbanos: malvados
traficantes de la piel y del pudor.
Con
un lenguaje introspectivo y dos puntos de vista precisos, la segunda novela de
José Adiak Montoya está para leerse de una sola sentada.