A CIEN AÑOS DE SU NACIMIENTO
Plaza de las palabras en su sección Poetas, presenta una selección del poema del poeta español José Hierro del Real (Madrid, 3 de abril de 1922 - ibídem, 21 de diciembre de 2002), conocido como José Hierro o Pepe Hierro, fue un poeta español. Pertenece a la llamada primera generación de la posguerra dentro de la llamada poesía desarraigada. (1)
Primeros pasos
«En la primavera de 1936 obtuvo su primer premio literario, lo consiguió en un concurso
convocado por el Ateneo Popular de Santander. La obra premiada fue un cuento de ambiente japonés, La leyenda del almendro, que estuvo desaparecido durante décadas, hasta que se encontró casualmente en una donación a la Biblioteca Municipal de Santander, entre la que se encontraba una publicación a ciclostil, Rumor, dirigida por la antigua ateneista Prudencia González, en la que apareció en tres entregas, entre 1946 y 1947. En sus primeros libros, Hierro se mantuvo al margen de las tendencias dominantes y decidió continuar la obra de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Pedro Salinas, Gerardo Diego e, incluso, Rubén Darío. Posteriormente, cuando la poesía social estaba en boga en España, hizo poesía con numerosos elementos experimentales (collage lingüístico, monólogo dramático, culturalismo...).[1]» (2)
«José Hierro fue Premio Adonáis en 1947, Premio Nacional de Poesía (1953 y 1999), Premio de la Crítica (1958 y 1965), Premio de la Fundación Juan March (1959), Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1981, Premio Fundación Pablo Iglesias en 1986, Premio Nacional de las Letras Españolas en 1990, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1995, Premio Cervantes y de nuevo el Premio de la Crítica en 1998,[3] Premio Europeo de Literatura Aristeión, Premio Francisco de Quevedo y el Premio Ojo Crítico Especial por la belleza de su obra en 1999.[4] Fue declarado Hijo Adoptivo de Cantabria en 1982. En 2002 el Ayuntamiento de Madrid le concedió la Medalla de Oro de la ciudad. El 25 de abril de 2008 la ciudad de Santander le rindió homenaje colocando un busto del poeta en el Paseo Marítimo, junto a Puertochico, inspirado en los versos de uno de sus poemas sobre la bahía: "Si muero, que me pongan desnudo, desnudo junto al mar. Serán las aguas grises mi escudo y no habrá que luchar". En San Sebastián de los Reyes (Madrid) también existe un busto del poeta frente al edificio que alberga la Universidad Popular José Hierro. En esta localidad tiene lugar el Premio Nacional de Poesía José Hierro, organizado por la Universidad Popular José Hierro y dotado con un único premio de 9000 euros.[5] En Cabezón de la Sal (Cantabria), lugar que visitaba cada año con motivo de la velada de la poesía en el Día de Cantabria, también se le rindió tributo dedicándole una calle y colocando otro busto en el Parque del Conde San Diego.[6]» (3)
Análisis de su obra
«Sus primeros versos aparecen en distintas publicaciones del frente republicano. Acabada la contienda, pasa cuatro años en la cárcel, y esta experiencia lo marca indeleblemente. De ahí que, al reaparecer en el panorama lírico de los años cuarenta, con dos libros casi simultáneos, lo haga urgido por un amargo poso autobiográfico que dota a su poesía de una madurez poco frecuente en jóvenes poetas. Se titula el primero Tierra sin nosotros (1947), marbete que nos proporciona las desoladas claves donde arraiga, no ya sólo este libro, sino buena parte de la producción surgida de la guerra: la patria un día habitable aparece en ruinas. El libro siguiente, Alegría (1947) (Premio Adonáis), continúa la reflexión de Tierra sin nosotros. Con las piedras, con el viento (1950), es el testimonio de una experiencia amorosa abocada, también, al fracaso. Con Quinta del 42 (1953) comienza la exploración de la vía solidaria, nunca ajena a Hierro, pero, hasta ahora, sostenida en penumbra; no es, sin embargo, la suya una poesía social al uso, y esta diferencia desencadena, con anticipación de años, los mecanismos superadores de un realismo que por entonces amordazaba a la poesía española. Antirrealista es, en efecto, Cuanto sé de mí (1957), libro que acentúa la preocupación verbal, reivindica ámbitos imaginativos y se aleja de la historia y del tiempo para acceder a la «sonora gruta del enigma».» (4)
«Estos elementos culminan en el Libro de las alucinaciones (1964). Marcado por una poderosa veta irracionalista que se canaliza con frecuencia en el versículo, este poemario rompe definitivamente con las categorías espacio-temporales. En 1974 publicará una nueva edición de Cuanto sé de mí; en 1991, un nuevo libro de poemas titulado Agenda; en 1995 Emblemas neurorradiológicos y a finales de los años 90 Cuaderno de Nueva York, considerada esta última una obra maestra contemporánea. Su poesía es poderosamente evocativa y ahonda en una intimidad erosionada por un tiempo implacable. Se percibe la influencia de Gerardo Diego. Se inició con una temática reivindicativa testimonial, la memoria de un niño de la guerra, si bien no es un poeta social al uso; poco a poco fue haciéndose más colectiva y existencial.» (5)
Libros de poesía (6)
Tierra sin nosotros (1947)
Alegría (1947)
Con las piedras, con el viento (1950)
Quinta del 42 (1952)
Estatuas yacentes (1955)
Cuanto sé de mí (1957)
Libro de las alucinaciones (1964)
Agenda (1991)
Prehistoria literaria, 1937-1938 (1991)
Cuaderno de Nueva York (1998)
Antologías poéticas
Dedicatoria y dibujo original de José Hierro a Modesto Ciruelos, en su libro: Con las piedras, con el viento. Santander,
1950.
Antología (1953)
Poesía del momento (1957)
Poesías completas. 1944-1962 (1962)
Cuanto sé de mí (1974). Poesías completas.
Cabotaje (1989)
Emblemas neurorradiológicos (1995)
Sonetos (1999)
De Cantabria, del mar y otras nostalgias (2001)
José Hierro. Poesías completas (1947-2002) (2009)
Hay caminos Antología homenaje a José Hierro (2012).
Hierro ilustrado (2012). Antología poética y gráfica.
Otros
Problemas del análisis del lenguaje moral (1970), ensayo.
Reflexiones sobre mi poesía (1984), ensayo.
Quince días de vacaciones (1984), prosa.
Guardados en la sombra (2002), prosa.
Cuentos reunidos (2012), prosa.
Predecesor:
Acerca del estilo: la opinión de los críticos
«Convencido de que en el lenguaje de la poesía los sinónimos no existen, Hierro busca la palabra precisa. Sus recursos literarios son eminentemente fónicos. Sostiene que el poema es ante todo ritmo y que la música es previa al primer latido del poema: «ella es la que hace que la palabra nos convenza, nos persuada antes de que la comprendamos». Su estilo se caracteriza por la alternancia de voces, de diferentes planos temporales y espaciales, por el uso del paréntesis, del encabalgamiento, de la enumeración y la utilización de refranes, coplas o citas literarias.»
«José Hierro busca acercar el verso a la fluidez lingüística propia del relato con el fin de que el lector recuerde el poema como «algo muy sencillo que alguien le ha contado». Utiliza tres fórmulas propias de contar: el Reportaje, en la que el poeta se limita a narrar los hechos que le produjeron una emoción especial («Réquiem»), la Alucinación, en la que esa emoción que justifica el poema aparece envuelta en una especie de niebla, de vaguedad («Alucinación en Salamanca») y el Reportaje alucinado («Rapsodia in blue»), una fusión de las anteriores, muy frecuente en su último libro, Cuaderno de Nueva York (1998), en el que los poemas se vuelven deliberadamente más confusos, debido al deseo del poeta de compartir con el lector el fluir de sus pensamientos en el proceso de creación. » (7)
Del desarraigo a la sincronía poética: Los tres mares de José Hierro
Plaza de las palabras
Epitafio para la tumba de un poeta
Toqué la creación con mi frente.
Sentí la creación en mi alma.
Las olas me llamaron a lo hondo.
Y luego se cerraron las aguas.
José Hierro
José Hierro es un poeta heterodoxo y por sus intentos de romper la forma y agregar su pensum poético: inclasificable. Es un marino de la palabra, es un arquitecto de estructuras poéticas, es un compositor del sonido. No está atado a una poesía convencional. De ahí que en su andar poético pase por varias etapas. Temáticamente, le obsesiona el mar, que desde su niñez en Santander, siempre estuvo frente a él. Para él, el mundo y su claridad: « ¡Qué nuevo y fresco y limpio el mundo!...Nace cada día del mar.»
El mar personaje elocuente y permanente de su poesía, pero ese mar (El Cantábrico), se desdobla en dos mares más: el mar del inconsciente por lo que quiera contar sus poemas como si fuesen relatos. Y decir contar, porque en principio se vale de la noción del relato. Un tercer mar es el sonido, su concepción de la poesía, para él el poema es ritmo, el ritmo precede a la poesía. Por eso piensa de la música y el ritmo, «es la que hace que la palabra nos convenza, nos persuada antes de que la comprendamos.»
Para José Hierro, «La poesía solo escribe cuando ella quiere». No obstante, su intento integrador de sincronizar esos tres mares: ritmo musical, (oído) inconsciente (pensamiento), visión (ver). El ritmo musical del mar en su trajinar de olas, el mar del inconsciente inagotable en su permanente fluir, y ese otro mar visual (el empeño de querer pintarlo), que es el mar, visto por el poeta como «origen y principio». Por eso Mare Nostrum: símbolo y ontología, y el cual como si fuese su hogar, aun en las olas de las despedidas, nunca abandonó.
Notas bibliográficas
1. Dámaso Alonso, se refiere a los poetas de postguerra, que ante los horrores de la guerra y el vacío existencial, lo expresaron en su andamiaje poético y su visión del mundo.
2 Wikipedia
2.Wikipedia
3.Wikipedia
4.Wikipedia
5.Wikipedia
6. Nota introductoria en Poemas Esenciales, traducciones de Driss Ouledelhaj, Souad Dahori y Hanan Rais * * * poetas cervantes en árabe (pocenar) – 2017 instituto cervantes de marrakech / fundación Abertis José Hierro
SELECCIÓN DE POEMAS DE JOSÉ HIERRO POR PLAZA DE LAS PALABRAS
Evocación
Hoy sé que los quebrados son olivos
cercados en el área de la escuela.
Hoy sé que llevan remo y blanca vela
los amados balandros adjetivos.
Hoy sé que aquellos tiempos están vivos,
que cada asignatura es centinela
que vigila un recuerdo y lo revela
con gesto y con presencia redivivos.
Me encontré solitario, inerte, ciego,
sin risueño pasado, sin el juego
alegre entre los vientos del verano,
y yo busqué en los álamos mi vida
y al no encontrarla la creí perdida,
y estaba aquí, al alcance de la mano.
(De Prehistoria literaria, 1939)
Marina impasible
Por primera vez, o por última,
soy libre...
Arbustos con espuelas
de marfil. Rocas oxidadas.
El otoño pliega sus tonos
frente al crujido de las olas.
Por primera vez, o por última.
Las gaviotas tocan sus oboes
de tormenta. Unos dedos verdes
hunden la luna en luz marina,
la tienden al pie del silencio.
Se ha desnudado una mujer
y muestra sus luces mellizas;
al huir, dispersa su paso
luminosa arena de estrellas.
Por primera vez, o por última.
Tijeras de oro en el poniente.
Se enciende un violín ruiseñor
en el esqueleto del mar
en el esqueleto del mar.
Garras de nubes estrangulan
el azul, y lo hacen gemir.
Ojos fijos en su tesoro,
presente inmóvil -sin recuerdos,
sin propósitos-, soy ahora.
todo está sometido a un orden
que yo no entiendo. Pero embarco
en la nave, y el marinero
me dirá su cantar, más tarde,
desde el éxtasis...
Por primera,
o por única vez, soy libre.
(De Libro de las alucinaciones, 1964)
Despedida del mar
Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
Este perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!
Ramos frescos de espuma... Barcas
soñolientas y vagas... Niños
rebañando la miel poniente
del sol... ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo!... Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.
¡Y que ahora tenga que dejarte
para emprender otro camino!...
Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
De "Tierra sin nosotros" 1947. Destino De Poemas Esenciales Poemas Esenciales traducciones de Driss Ouledelhaj, Souad Dahori y Hanan Rais * * * poetas cervantes en árabe (pocenar) – 2017 instituto cervantes de marrakech / fundación Abertis José Hierro
El buen momento
Aquel momento que flota
nos toca de su misterio.
Tendremos siempre el presente
roto por aquel momento.
Toca la vida sus palmas
y tañe sus instrumentos.
Acaso encienda su música
sólo para que olvidemos.
Pero hay cosas que no mueren
y otras que nunca vivieron
y las hay que llenan todo
nuestro universo.
Y no es posible librarse
de su recuerdo.
De "Alegría" 1947
La alegría
Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
por el dolor, allá en mi reino triste.
un misterioso sol amanecía.
Era alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
(Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía.)
Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.
Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido esa la tristeza
a las divinidades de la vida.
De Poemas Esenciales Poemas Esenciales traducciones de Driss Ouledelhaj, Souad Dahori y Hanan Rais * * * poetas cervantes en árabe (pocenar) – 2017 instituto cervantes de marrakech / fundación Abertis José Hierro
El libro
Irás naciendo poco
a poco, día a día.
Como todas las cosas
que hablan hondo, será
tu palabra sencilla.
A veces no sabrán
qué dices. No te pidan
luz. Mejor en la sombra
amor se comunica.
Así, incansablemente,
hila que te hila.
Poemas Esenciales traducciones de Driss Ouledelhaj, Souad Dahori y Hanan Rais
* * * poetas cervantes en árabe (pocenar) – 2017 instituto cervantes de marrakech / fundación Abertis José Hierro
Ballenas en Long Island
I
Las he visto varadas en la playa.
Los niños han abandonado
carruseles, montañas rusas,
nubes de azúcar, blanca o rosa, palomitas de maíz
y suspendidos de sus cometas de colores
han llegado a la orilla. Atrás quedó
la música crispada de los altavoces.
Ahora escuchan otra música más sosegada y misteriosa:
jadeo de olas, disnea de cetáceos agonizantes,
chillidos de las aves marinas,
estremecedora polifonía.
Los niños, desconectados de lo fabuloso,
saben que es imposible que a Jonás
se lo tragase una ballena,
como cuenta la Santa Biblia,
al final de la caverna amenazadora
una garganta angosta permite sólo el paso
de minúsculos pececillos, plancton, polen marino
que atravesaron las barbas filtradoras.
(Ignoran, sin embargo, que estas barbas
fueron antaño utilizadas
para acentuar la delgadez del talle de las damas.
¡Sólo Dios sabe qué habrá sido de ellas,
dónde estarán ahora pudriéndose!)
II
Son, desde luego, extraños pero no infrecuentes
estos suicidios colectivos.
Los biólogos, oceanógrafos, ecologistas
nada pueden hacer por reintegrar a los cetáceos
a su hábitat, a su medio natural;
no sólo por su peso y su volumen, sino
porque están decididas –resignadas–
a morir. (Se barajan hipótesis
diferentes y contradictorias: alguna,
tal vez, resolverá el enigma).
Hay quienes atribuyen el suceso
a una avería, una desconexión
–por el momento indemostrable–
en el sofisticado sistema de radar
que utilizan en sus desplazamientos.
¡Quién sabe cuál será la causa
de esta agonía a la que yo asistí
en las arenas de Long Island!
III
Yo sí lo sé. Yo he descifrado
el, para los demás, indescifrable código,
–¡oh mi piedra Rosetta de estrellas y de olas!–
Los ballenatos, los jóvenes, los útiles,
los que regresan a la mar
tras culminar estas expediciones
hablaban en sus asambleas nocturnas,
mientras dormían las ballenas madres,
de la necesidad imperiosa de liberarse de este lastre
de ancianas jubiladas,
de toneladas de disnea y sordera.
Con fuegos o aguas de artificio,
pirotecnia, acuatecnia,
comunicaron su resolución:
«Nosotros os conduciremos
a unas playas calientes,
a unos lugares a los que no llegan
tempestades, témpanos, balleneros;
allí disfrutaréis del merecido descanso
después de tantas aventuras,
tantos afanes, tantos riesgos.»
Las dejaron varadas en la arena.
«Hasta mañana», les dijeron,
sabiendo que no volverían.
«Hasta mañana».
IV
Misericordioso e implacable
el sol les reseca la piel repujada de algas.
Muy pronto albatros y gaviotas se ensañarán
con estas moles de agonía,
de grasa y carne putrefacta.
El sol es chupado por el horizonte,
se hunde poco a poco en él
despidiéndose con su rayo verde.
Luego es la noche, y otras noches.
El faro intermitentemente
pasa su lengua de luz piadosa sobre la arena.
El mar agita sus espejos negros.
Sobre la seda o terciopelo funeral
chisporrotean las estrellas fugaces,
las ascuas de la luna de azafrán.
El zumbido de las abejas marinas,
el crujido del oleaje que clava sus colmillos
en las rocas de azabache y cristal
resuena en los oídos agonizantes
de las viejas ballenas,
festín de la desolación, el silencio, el olvido, la sombra.
V
«Hasta mañana.» Fue el último mensaje.
Y ya no habrá mañana.
Ahora las moribundas,
ciegas y sordas tienen la mirada del recuerdo
puesta en sus ballenatos, indefensos
frente al testuz terrible de las olas heladas,
los témpanos, las hélices, los arpones,
desvalidos, sin rumbo
por esos mares de Dios.
TEORÍA Y ALUCINACIÓN DE DÚBLIN
I
Teoría
UN instante vacío
de acción puede poblarse solamente
de nostalgia o de vino.
Hay quien lo llena de palabras vivas,
de poesía (acción
de espectros, vino con remordimiento).
Cuando la vida se detiene,
se escribe lo pasado a lo imposible
para que los demás vivan aquello
que ya vivió (o que no vivió) el poeta.
Él no puede dar vino,
nostalgia a los demás: sólo palabras.
Si les pudiese dar acción…
La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje los objetos
que duermen en la playa.
La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar:
da apariencia de vida
a lo inmóvil, a lo paralizado.
Y el leño que arde,
xix
las conchas que las olas traen o llevan,
el papel que arrebata el viento,
destellan una vida momentánea
entre dos inmovilidades.
Pero los que están vivos,
los henchidos de acción,
los palpitantes de nostalgia o vino,
esos… felices, bienaventurados,
porque no necesitan las palabras,
como el caballo corre, aunque no sopla el viento,
y vuela la gaviota, aunque esté seco el mar,
y el hombre llora, y canta.
proyecta y edifica, aun sin el fuego.
II
Alucinación
Me acuerdo de los árboles de Dúblin.
(Imaginar y recordar
se superponen y confunden;
pueblan, entrelazados, un instante
vacío con idéntica emoción.
Imaginar y recordar…)
Me acuerdo de los árboles de Dúblin…
Alguien los vive y los recuerdo yo.
De los árboles caen hojas doradas
sobre el asfalto de Madrid.
Crujen bajo mis pies, sobre mis hombros,
acarician mis manos,
quisieran exprimirme el corazón.
No sé si lo consiguen…
xx
(Imaginar y recordar…
Hay un momento que no es mío,
no sé si en el pasado, en el futuro,
si en lo imposible… Y lo acaricio, lo hago
presente, ardiente, con la poesía.
No sé si lo recuerdo o lo imagino.
(Imaginar y recordar me llenan
el instante vacío.)
Me asomo a la ventana.
Fuera no es Dúblin lo que veo,
sino Madrid. Y, dentro, un hombre
sin nostalgia, sin vino, sin acción,
golpeando la puerta.
Es un espectro
que persigue a otro espectro del pasado:
el espectro del viento, de la mar,
del fuego –ya sabéis de qué hablo–, espectro
que pueda hacer que cante, hacer que vibre
su corazón, para sentirse vivo.
JOSÉ HIERRO POEMAS Y DIBUJOS nº 4 Colección Espada de Luz SERIE LITERATURA
CREADOR
Ojos y manos de brasa, y con manos de brasa
pude alcanzar la mañana que huía.
Ojos y manos de brasa, olvidándolo todo,
con manos de brasa
glorifiqué la mañana encendiendo sus cimas.
Con manos de brasa y con ojos de brasa
toqué, desgajé . Por mis manos el álamo ardía.
Y las aguas y el cielo, con sólo mis manos,
dejaban abrirse la flor de su llama cumplida.
Ojos y manos de brasa. Mis ojos de brasa
tocaban de lumbre la gran lejanía.
¡Qué perfecto era todo! Con manos de brasa
volví a modelar cada forma,
le di a cada forma su forma precisa.
Con ojos y manos de brasa, con todas mis fuerzas,
con el estéril cansancio feliz de crear pasajera alegría
ANTOLOGIA DE LA POESIA COSMICA DE JOSE HIERRO
Y NICOLAS DEL HIERRO por Fredo Arias de la Canal Frente de Afirmación Hispanista, A. C. México
Rapsodia en Blue
Durante una gira de conciertos,
Wolfgang Amadeus Mozart
comunicó a su padre el descubrimiento
de un sonido muy peculiar;
como de oboe que pulió su acento
primitivo, nasal y campesino
y asimiló el lenguaje cortesano.
Dios sabe cuántas cosas le diría sobre el color; el timbre, la versatilidad,
registros, maravillas potenciales
del instrumento que cantaba
con gallardía y con melancolía.
(Un filón no beneficiado:
pero Wolfgang sabía, lo leyó en Unamuno,
que las cosas se hicieron, primero,
su “para qué”, después.)
El clarinete suena ahora
al otro lado del océano de los años.
Varó en las playas tórridas de los algodonales.
Allí murió muertes ajenas y vivió desamparos.
Se sometió y sufrió, pero se rebeló.
Por eso canta ahora, desesperanzado y futuro,
con alarido de sirena de ambulancia
o de coche de la policía.
Suena hermoso y terrible.
Por favor, por amor, por caridad:
que alguien me diga
quién soy, si soy, qué hago yo aquí, mendigo.
Las ardillas-esfinges de Central Park
me proponen enigmas para que los descifre:
“viva y deje vivir”.
Y siento miedo. Soy el niño
que en el pasillo oscuro oye el jadeo del jaguar,
y canta, y canta y canta para ahuyentarlo,
para que la sombra no sea.
El cementerio entre los rascacielos
no radia nuevas de la muerte.
(Igual que los sarcófagos romanos,
utilizados como jardineras
en las que los colores de las flores
nos hacen olvidar el fúnebre destino
para el que habían sido imaginados.)
Aquí no ha muerto nadie nunca.
Aquí nadie morirá nunca.
Hubo excepciones: semidioses
–filántropos, estrellas del cine o del deporte,
economistas, escritores, senadores y presidentes–
que algún día zarparon con rumbo a otras galaxias
y dejaron en son de despedida
sus nombres cincelados sobre placas de mármol
en las fachadas de ladrillo rojo.
Aquí la muerte es la desconocida,
la inmigrante ilegal: se la deporta
a su país de origen. No es de buen gusto mencionarla.
“Viva y mire vivir”.
La ciudad borbotea: las burbujas
revientan en la superficie…
esa vieja de piel de cuero requemado
que increpa a las estrellas…
el músico harapiento que arranca con dos palos
sonidos de marimba o de vibráfono
a una olla de cobre… el que golpea
con las palmas de las manos,
a la puerta del supermarket,
embalajes vacíos en los que dormitaban
ritmos feroces de la jungla…
ancianos apoyados en bastones
o conducidos –pálidas piernas fláccidas
en sus sillas de ruedas que ¡oh prodigio!,
cuando doblan la esquina de las calles
reaparecen en las avenidas
luminosos, metamorfoseados
en estampida de muchachos ágiles,
patinadores imantados por la flauta de Hamelin,
que les llega a través de los auriculares…
¿Quién que es podría no cantar
al costear los puestos de hortalizas y frutas
–cebollas, zanahorias, aguacates, manzanas,
fresas, bananas y grosellas– acabadas de barnizar?…
esa gaviota que dispara una pluma sobre mi cabeza,
y atina, y me vulnera, y sangro
y me desangro frente al oleaje
de flores y más flores y colores tras de los que sonríen
mágicos ojos orientales… el balinés que pasa
con su pareo ajedrezado, blanco y negro,
arrastra un carro abarrotado
de maravillas pestilentes extraídas de los contenedores,
(dólar a dólar, brasa a brasa
va ahorrando el fuego de la pira
con el que pagará el peaje del padre
hasta el país del otro lado de las nubes)…
en la Milla de los Museos,
Felipe IV; de salmón y plata,
escucha a ese chismoso de Montesquiou-Charlus
–huésped también de Frick–
cotillear, proustiano y minucioso,
sobre la vida de las damas, dueñas
de los perros de porcelana
que pasea un portero engalonado.
Los prismas de cristal, humo y estaño
se otoñan al atardecer y depositan,
sobre la seda fría y violeta del río,
monedas de oro viejo, de inmaterial cobre parpadeante.
La boca de la noche las engulle. Asaeteados
se desangran los edificios
por sus miles de heridas luminosas.
La ciudad, hechizada, se complace
en su imagen refleja, y se sueña a sí misma
transfigurada por la noche…
Transfigurado por la noche, oficio
el rito de la transfiguración
con libaciones de ginebra, bourbon,
whisky, tequila, ron, humanizadas
por el zumo de lima, ácida y verde,
que habla mi misma lengua con acento más dulce.
Alguien me advierte que estoy solo.
Tomo a mi niño de la mano para espantar el miedo.
Y no hay niño. No hay nadie,
y yo lo necesito antes de que me vaya,
antes que todo se evapore en la fragilidad de la memoria.
He de recuperar la realidad
en la que yo no sea intruso.
Así que pongo rumbo a la calle 90, o a la 69,
–nunca lo supe, o lo he olvidado–
En el West Side donde algo prodigioso
pudo haber sucedido o podrá suceder.
Subo, Calisto, por la escala de seda
hasta la planta cuarta, o quinta, o décima.
Y la ventana está apagada. Y no está Melibea.
O tal vez sigue los pasos
de D. Francisco de Quevedo
que avanza cojeando, sorteando las cacas de los perros,
o que nunca haya sido Melibea más que un vellón del sueño
del converso de Talavera de la Reina.
La geometría de New York se arruga,
se reblandece como una medusa,
se curva, oscila, asciende, lo mismo que un tornado
vertiginosa y salomónica.
¿Qué, quién es esta sombra, este chicano
que en español torpísimo, filtradas,
aterciopeladas sus palabras por el humo de la marihuana
susurra rencoroso, mirándome sin verme,
“ellos me han robado el idioma”?
No puedo más. Vomito
blasfemias y jaculatorias de poseso.
Grito, me desgañito, rezo, ronco en latín de iglesia
las divinas palabras cuyo sentido vagamente intuyo:
ad Deum qui laetificat juventutem meam,
canto a seis voces mixtas responsorios
de Palestrina y de Victoria
acompañado por el son del río en pena,
por los oráculos amarillos de la luna menguante:
o vos omnes qui transistis per viam
atendite et videte…
Los últimos murciélagos
con alas de cartón acanalado y destellos de fósforo,
amortajan a la ciudad. Luego, regresan
a las cuevas de los contenedores.
Y he aquí que tintinea una campana,
no en campanario ni en espadaña con cigüeñas
sino grabada en una cinta magnetofónica.
Anuncia que la noche es ya domingo
y vuelve todo a ser claridad y presente.
La seda peregrina del Hudson,
incansable y majestuosa,
conduce a la ciudad hasta la libertad
y la purificación definitiva de la mar
siempre reciennaciendo.
Buenos días.
¿En qué lugar del tiempo se ha fundido
la música que los astros destilaban
con la que compusieron el alcohol
y la sombra?
Sobre la orilla de la playa
del alba de la bajamar brilla el azul del cielo.
¡Lástima grande que haya sido verdad tanta tristeza!
Poemas Esenciales traducciones de Driss Ouledelhaj, Souad Dahori y Hanan Rais
* * * poetas cervantes en árabe (pocenar) – 2017 instituto cervantes de marrakech / fundación Abertis José Hierro
CREDITOS
Los poemas han sido tomados de varias fuentes:
José Hierro: una selección de versos asombrosos, El Cultural, 3 abril, 2022
José Hierro: una selección de versos asombrosos
Poemas Esenciales traducciones de Driss Ouledelhaj, Souad Dahori y Hanan Rais
* * * poetas cervantes en árabe (pocenar) – 2017 instituto cervantes de marrakech / fundación Abertis José Hierro
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poemas esenciales José hierro - Centro Virtual Cervantes
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