Plaza de las
palabras en esta ocasión en su
sección Lecturas, presenta dos
artículos, ambos muy relacionados. El primero Revolución tecnológica y literatura por Xabier F. Coronado. Y el
segundo Obras de ficción con Inteligencia
Artificial, escrito por Gabriel Del
Castillo, ambos artículos se complementan. El primero esta orientado
describir un panorama amplio de la tecnología y su efecto en la literatura y la
sociedad. Es una visión macro. El segundo articulo, es la visión micro y pone
ejemplos de cómo la tecnología ha irrumpido en el mundo concreto y creativo
de la literatura. ¿Se puede con la
inteligencia artificial hacer una poesía? ¿Podrá algún día la inteligencia
artificial crea una novela? ¿Podrá haber una crítica literaria elaborada por la
Inteligencia Artificial? ¿Dónde queda la intimidad y la personalidad del autor
si un artista se apoya en dichos artificios
tecnológicos? ¿Podrá un lector saber si lo que lee es una poesía o
novela escrita por un ser humano o si es
escrita por una maquina? ¿En el futuro serán sustituidos los creadores
por las maquinas? ¿Podrá un escritor competir contra una maquina?
Revolución tecnológica y literatura
Xabier
F. Coronado
Lo que vieron mis ojos fue
simultáneo:
lo que transcribiré,
sucesivo, porque el lenguaje lo es.
J. L. Borges
A finales del pasado siglo, la irrupción en el marco
de la sociedad humana de internet –un conjunto descentralizado de redes de
comunicación interconectadas–, ha significado una revolución en muchos
aspectos. El laberinto de la red de redes se ha convertido en una galaxia en
expansión que invade nuestra vida cotidiana; se trata de un acontecimiento que
marca con claridad una frontera histórica: la era digital.
La
revolución virtual
Aunque
la primera red interconectada se remonta a finales de 1969, cuando se establece
el enlace entre la UCLA y la Universidad de Stanford, no es hasta 1990 cuando
comienza a extenderse la Red Informática Mundial (World Wide Web), lo que
conocemos por “la web” o “triple w”, un sistema de distribución de documentos
interconectados de hipertexto y multimedia accesibles vía internet. Después de
veinte años de propagarse, la web se ha convertido en algo indispensable para
la mayor parte de la sociedad, tanto a nivel laboral como en el campo de las
relaciones personales.
La
revolución tecnológica es un movimiento global que se transforma
vertiginosamente y el ser humano no es totalmente consciente de lo que está
sucediendo y de las repercusiones que –a corto, mediano y largo plazo– tendrá
en la evolución de la sociedad. En un principio el fenómeno del correo
electrónico y, posteriormente, la propagación de las redes sociales a través de
la llamada web 2.0, cambiaron radicalmente nuestra manera de comunicarnos. Este
camino tecnológico provoca cambios que nos obligan a replantear muchas cosas.
Ante
esta realidad virtual tan determinante, las transformaciones se están
produciendo a todos los niveles y a veces de forma radical: las instituciones
educativas, el sistema económico, la vida política y el mundo cultural se han
visto impulsados a modificar sus dinámicas de funcionamiento; por su parte, una
cifra incalculable de individuos han cambiado la manera de relacionarse con su
entorno social. La vida diaria está inmersa en un marco virtual que cada vez
ocupa más nuestro tiempo.
Las
áreas del conocimiento y la creación también se han visto afectadas y el nuevo
escenario rompe moldes. Las manifestaciones artísticas están sufriendo el
embate de las nuevas tecnologías y se abren posibilidades aún por explorar.
Literatura
y nuevas tecnologías
La
literatura ha sido, entre las artes, una de las más turbadas y seducidas por
las nuevas tecnologías; fue precisamente un escritor visionario, Arthur C.
Clark, quien, en 1970, en un artículo firmado por Wernher von Braun para la
revista Popular Science, anunciaba lo que estaba por llegar: “Imagina una
consola en tu oficina que combina, oprimiendo un botón, los servicios de un
teléfono, una televisión por cable, una fotocopiadora y una pequeña computadora
electrónica conectada a un sistema sincronizado satelital; esta consola podrá
poner todo el conocimiento acumulado del mundo al alcance de las manos.”
Los
nuevos tiempos exigen una reconsideración sustancial de la literatura porque
los conceptos de libro, escritura y lectura están cambiando. La puesta en
escena de otros elementos creativos –el hipertexto, la imagen en movimiento, la
música o el dibujo–, multiplica las posibilidades del discurso narrativo y la
producción de obras nuevas. La industria editorial se reorienta y el libro cede
paso a soportes digitales que facilitan la autoedición.
En
estos tiempos debemos adaptarnos a leer los libros en un dispositivo
electrónico: es ganancia para la literatura y la lectura. Los libros digitalizados
cambiaron el panorama de la edición y difusión de textos: papel y tinta van
desapareciendo. El libro digital genuino difiere en muchos aspectos del
digitalizado: no tiene antecedente físico y pone en juego planos virtuales de
textos, imágenes y sonidos al servicio del hecho narrativo. El uso de la
computadora para la creación literaria permite al texto electrónico ser
multilineal, multimedial e interactivo, aspectos que le confieren su naturaleza
virtual irreversible.
Es
indudable que se están produciendo novedades y cambios en aquello a lo que
estábamos acostumbrados, aunque tales transformaciones todavía no se procesan
del todo bien y deberá pasar tiempo para tener una idea clara de lo que
suponen. Un factor importante es que los aparatos multifuncionales son
relativamente asequibles y su uso se facilita por cuestiones económicas de
consumo. Con sólo intentarlo, cualquiera puede grabar imágenes y sonido,
escribir en varios formatos, dibujar, y un largo etcétera de posibilidades; por
eso en la red hay de todo y mucho es experimental o improvisado. Un dato: en
diversas universidades ya existen asignaturas de narrativa digital, revistas,
páginas web y premios que son el vivero de una nueva generación de escritores.
Los
escritores siempre han sido reflejo de su tiempo, sus obras aportan imágenes
que interpretamos mentalmente, porque leer establece vínculos, significa
dialogar y los libros han sido interlocutores de la evolución del pensamiento
humano. El puente establecido entre escritor y lector adquiriere nuevas
dimensiones gracias al soporte digital. Este panorama, donde se abren otras
formas de construir y difundir en el mundo literario, es una realidad
incuestionable y nos invita a reflexionar desde posturas abiertas sobre la
llamada literatura digital.
Los antecedentes
Podemos
repasar la historia y analizar si los cambios tecnológicos en el proceso
literario –papel, imprenta, máquina de escribir– afectaron al hecho creativo.
Es evidente que fue en el plano divulgativo donde las novedades técnicas han influenciado
más. El papiro fue un avance frente a los soportes anteriores en tablillas de
barro. El papel abrió los límites que tenía el pergamino y la imprenta dio a
todo el avance una dimensión que parecía definitiva.
La
revolución tecnológica supone un cambio más trascendental porque no sólo afecta
el tema de difusión sino también el proceso creativo. Las herramientas
personales que utilizamos para realizar la escritura también han evolucionado,
desde punzones y plumas, hasta la máquina de escribir y la eclosión de los
teclados digitales. Computadoras, tabletas y teléfonos tienen incorporado un
sistema digital virtual con funciones múltiples que hacen posible otra manera
de escribir. El avance tecnológico está teniendo mucha repercusión en el
proceso literario, porque facilita la elaboración y distribución de productos e
incrementa las posibilidades creativas.
Una
de las primeras opciones que ofrece la escritura en soporte digital es la
utilización del hipertexto, que expande la estructura lineal de lo que
escribimos o leemos y permite trascender las limitaciones del libro impreso.
Esos límites ya intentaron romperlos escritores como Lawrence Sterne (Vida y
opiniones del caballero Tristram Shandy, 1767); Pérez de Ayala (La pata de la
raposa, 1913); Joyce (Finnegan’s Wake, 1939); o Italo Calvino (Il castello dei
destini incrociati, 1969), quienes, a fuerza de genio e inquietud, se escurrían
entre los barrotes de la jaula de papel. También Borges, con los relatos
incluidos en Ficciones (1944), El Aleph (1945) o El libro de arena (1975),
abría caminos hacia otras dimensiones literarias; por su parte, Cortázar
consiguió con Rayuela (1963), al usar textos como material interconectado,
abrir la puerta a múltiples lecturas.
Estos
antecedentes son llamados protohipertextos en ese lenguaje de lo virtual, que
sufre la ansiedad por nombrar que padece el que apenas está creciendo. Así
surgen distintos neologismos para un mismo concepto y se habla de literatura
digital o electrónica, de ciberliteratura o de literatura tecnológica... y los
géneros se reconvierten en hiperficción, holopoesía, ciberdrama o wikinovela.
También, según el lugar de la red donde se escriba, surgen la blogonovela o la
twitteratura. Decir que algo escrito en 140 caracteres puede ser un twitpoema, un
twitrelato o cualquier otro derivado, cuando ya existen el haikú, el epigrama,
el aforismo o el microrrelato, es querer dar al medio el carácter de género
literario y pretender nombrar lo que ya tiene nombre.
A
pesar de la celeridad tecnológica de los tiempos, el cambio a nivel narrativo
tuvo que recorrer un camino. Después de aquellas obras que utilizaron el
hipertexto para experimentar otras opciones, llegaron los primeros ensayos de
anexar soportes audiovisuales en el producto literario; autores reconocidos
como Laura Esquivel (La ley del amor, 1996) o Luis Goytisolo (Mzungo, 1996),
entre otros, buscaron con estas obras híbridas nuevas dimensiones para la
creación literaria.
Hay
libros que son eslabones entre la narrativa analógica y la digital, entre ellos
el experimento de novela en la red La rebelión de los delfines, que Francisco
Umbral inició con una frase fuera de contexto que fue continuada por varios
escritores y posteriormente sería trasladada al formato impreso (Espasa Calpe,
2001). Otros ejemplos son La isla del fin de la suerte, un proyecto de Lorenzo
Silva (Círculo de Lectores, 2001); Vidas prodigiosas, obra digital diseñada en
2006 por la Universidad de Deusto; y Madrid escribe (2006), un proyecto
literario de la Comunidad de Madrid. En ellos ya se introducen el hipertexto,
los enlaces y la autoría compartida.
La literatura digital
Históricamente,
la literatura como concepto ha abarcado dimensiones y definiciones diversas.
Hasta ahora el soporte no producía categorías ni géneros literarios, sólo era
el medio donde escribir pensamientos e ideas y no influía de manera
determinante en el contenido del texto. En la actualidad, el libro se transmuta
en pantalla interactiva conectada con imágenes y documentos. La narrativa
digital produce un texto con enlaces multifuncionales y multimediales,
concebido y realizado en un campo virtual.
Hasta
la aparición de las nuevas tecnologías, sólo teníamos dos posibilidades de
narrar: de manera oral o escrita. En la actualidad surge la forma virtual que,
además de la palabra escrita, utiliza recursos multimedia para construir obras
literarias. De la unión entre tecnología digital y literatura resulta un nuevo
modelo; este hecho provoca un cambio en los paradigmas literarios: literatura
oral, literatura impresa y literatura digital. Indudablemente la literatura
digital representa una ruptura con respecto a la tradición, es un cambio
sustantivo porque utiliza un lenguaje que incorpora nuevos símbolo pero es, en
definitiva, una nueva manera de hacer literatura.
A
la hora de debatir, los que defienden el libro en tanto objeto argumentan la
cuestión física y estética; apelan al tacto y al olfato frente a la supuesta
frialdad del aparato electrónico que, por otro lado, amplía las posibilidades
sensoriales del libro clásico (imágenes dinámicas y sonido). Otra diferencia es
que el soporte digital resuelve problemas de transporte y almacenamiento: hoy
en día, cualquier computadora puede guardar miles de obras literarias
digitalizadas. A pesar de todo, no es probable que el libro vaya a desaparecer;
se seguirán haciendo obras susceptibles de ser impresas.
La
literatura digital ya ha producido composiciones interesantes y de calidad. En
español podemos citar, entre otras, un par de obras de Jaime a. Rodríguez,
realizadas con el apoyo de la Universidad Javeriana de Bogotá: Gabriella
infinita (1995, 1998-99, 2005), que tiene tres versiones: tradicional,
hipertextual, y multimedial; y Golpe de gracia (2007), que incluye videojuegos
y una novela lineal. En inglés se pueden recomendar las clásicas Afternoon, a
Story (1987), de Michael Joyce, y Victory Garden (1991), de Stuart Moulthrop.
Es indudable que una nueva forma de narrar ya comenzó a cristalizarse.
Si
la revolución tecnológica genera medios para desarrollar una creatividad literaria
donde tenga cabida la genialidad artística y la elaboración de productos de
calidad, bienvenida sea. No es casualidad que la literatura digital esté cada
vez más vinculada al medio universitario, que es el canal adecuado para la
entrada de cambios que luego maduran y se normalizan.
No
se debe prejuzgar o rechazar por sistema, pues al posicionarse en contra de la
novedad se corre el peligro de emular el inmovilismo educativo de la época
franquista, cuando en un colegio religioso se enseñaba que “novedad significa
no-verdad”. Lo que se debe rechazar siempre es la simulación, porque sólo se
sustenta en la mentira y nos conduce sin remedio al adocenamiento.
Obras de ficción con Inteligencia Artificial
Javier
Del Castillo
FUTURO
Imaginemos
que en un futuro más o menos lejano el ganador del Premio Planeta fuera un
robot. O que la autoría de los guiones de la serie de mayor éxito en España
correspondiera a un software japonés programado con Inteligencia Artificial. El
mundo de la creación literaria tampoco se quedará al margen de los avances que
ya se están produciendo en otros sectores más vinculados a las nuevas
tecnologías.
Disney
trabaja en IA capaz de juzgar la calidad de una historia
Hace
unos meses, la editorial china Cheers Publishing publicó un poemario –una
selección de 139 poemas– escrito a través de Inteligencia Artificial por
Microsoft Little Ice, con el título “La luz solar se perdió en la ventana de
cristal”.
Seguramente
que a los amantes de la poesía no les diga nada este título, y mucho menos su
“autor”, pero no cabe duda de que el citado poemario abre muchas interrogantes
y pone sobre la mesa un interesante debate: ¿hasta qué punto una máquina y un
algoritmo tienen capacidad para crear un mundo literario, mezclando los
ingredientes que previamente haya puesto a su disposición el ser humano?
El
talento, la imaginación y la creatividad de un poeta no pueden transmitirse a
un robot, ni por arte de magia. Pero, sin embargo, el robot sí puede memorizar
un gran volumen de información, como hizo Microsoft Little Ice. Un algoritmo se
encargó de poner a su servicio miles de sonetos pertenecientes a distintas
generaciones literarias. Con todo este material, el robot fue capaz de generar
10.000 poemas, entre los que se eligieron los 139 que luego pasaron a formar
parte de ese libro de poesía.
Los
promotores de la idea comprobaron después –mezclando los poemas escritos por
Inteligencia Artificial y otros de autores de carne y hueso– que muchos
lectores no eran capaces de discernir entre unos y otros. Es más, sólo una
minoría admitía la autoría y la participación de un algoritmo en esa selección
de poemas.
El
paso siguiente, para echarle más sentimiento a los relatos –ya sean en verso o
en prosa-, será encontrar la manera de sustituir la ayuda humana con programas
de Inteligencia Artificial mucho más perfeccionados y con una selección previa
de frases y palabras que enriquezcan los contenidos.
En
definitiva, suplir de alguna manera la capacidad imaginativa y la sensibilidad
de los humanos. Según los expertos, la clave en estos momentos radica en dotar
al software de una mayor sensibilidad… Pero todo se andará.
Frente
a los más escépticos, que defienden la imposibilidad de que una máquina pueda
reemplazar a la mente humana en la literatura, comienzan a levantarse algunas
evidencias, que ponen en cuestión sus argumentos.
Creaciones
de Inteligencia Artificial
Incluso
existen experimentos que demuestran que la Inteligencia Artificial tiene ya
quien la escriba. En apenas unos días, una editorial rusa, Astral Spb, publicó
una novela ajena a la intervención de una mente humana, aunque previamente su
“autor material” recibiera recursos lingüísticos y herramientas narrativas de
trece escritores, así como datos y perfiles de personajes, una trama, un tiempo
y unas localizaciones en las que se situaba la historia.
Por
lo tanto, el dilema sigue estando en cómo generar en las máquinas la capacidad
de imaginación y los suficientes matices que enriquezcan el alma de los
personajes. ¿Se podría hablar de creación literaria, si el texto narrativo se
compone de informaciones y de extractos que previamente se han incorporado en
un programa informático? Sin esa aportación previa, difícilmente tendremos en
el futuro un Premio Planeta, y no digamos ya un Premio Nobel de Literatura.
La
experiencia del ser humano, sus circunstancias vitales, nunca podrán ser
equiparables a la acumulación de datos que puede absorber de forma física un
robot. Sin embargo, eso no quita para que la colaboración entre máquinas y
personas se vaya estrechando. Y para que, incluso, se puedan lograr obras de
ficción realmente interesantes.
Créditos
Revolución
tecnológica y literatura, por Xabier F. Coronado, La jornada Semanal. Directora
General: Carmen Lira Saade. Director Fundador: Carlos Payán Velver. Domingo 12
de enero de 2014 Núm.: 984
Obras
de ficción con Inteligencia Artificial, por Javier Del Castillo, 2 de
septiembre de 2017. Blogthinkbig.com
Ilustraciones
Las
ilustraciones son de los articulo originales, salvo la ilustración que inicia el
post,
El sueño, escultura por Brancusi