En un ensayo denominado Ciclos, paradigmas y modelos de política
cultural 1876 a 2011: A quienes creyeron y se empeñaron…“en un constante
esfuerzo por su cultura” Froylán Turcios, Oración, el
Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle, realiza
un recorrido por la historia de la “política cultural pública”,
su institucionalidad, a partir de lo cual se crea el imaginario cultural e
identitario que aún pervive en Honduras, ejemplificando en propuestas y obras
lo que se realizó en cada período histórico y gobernativo (un ensayo extenso);
trabajo que debe tomarse en cuenta como parte de un marco referencial para
entender cualquier propuesta de política cultural pública que se proponga en
Honduras.
Es un trabajo crítico que demuestra errores y aciertos, esfuerzos y
obstáculos, mediocridad y medianía. Encerré entre comillas “política cultural
pública” porque si no hubo presencia del Estado
en el rol de la cultura en algún momento de la historia, también es una
política pública; sobreentendiendo que esta ausencia acarrea una problemática y
factores conflictivos más profundos que afectan directamente a la cultura, la
identidad nacional y las y los creadores.
Me satisfizo personalmente el cuestionamiento autocrítico del Dr.
Fasquelle sobre varios aspectos que a la luz de la reflexión lo han llevado a
rectificar errores históricos. Sin embargo me quedé con la duda de sí lo
planteado en su artículo hasta cierta etapa histórica, ¿fueron realmente
políticas públicas, es decir, estrategias programáticas acorde a un proyecto
ideológico y a un plan de nación o solamente fueron en un principio actividades
a corto o mediano plazo; o actividades que
obedecieron a situaciones coyunturales?, por supuesto ideologizantes; pues es
hasta partir de finales de la década del 70 principios de los 80 cuando se
comienza a tratar y a debatir sobre el tema de las políticas públicas
culturales, durante el período de transición de las democracias, cuyo principal
tema es el rol del Estado en la intervención de lo cultural.
El problema de la historia de la política pública en Honduras, no es sí
la cultura, porque esta está, es y estará independientemente del Estado, sino, las paradojas que Fasquelle
platea sobre cómo va surgiendo esa “política pública” y esa “identidad nacional” que, desde un principio fue
excluyente atendiendo a partidos y propósitos políticos, elites y culto a la
personalidad. Esas paradojas obedecen a un ambiente intelectual pobre, pese a
los esfuerzos, como dice Fasquelle, modestos, de hombres de la Reforma Liberal;
aunque para mí no es modestia, solo si se entiende como pobreza de recursos
intelectuales y falta de visión por
supuesto, enmarcado en un período de nuestra historia. Coincido con Rafael
Heliodoro Valle cuando menciona que en Honduras no ha predominado una cultura
ilustrada (no de Ilustración) debido a los bajos niveles educativos. En este
sentido la articulación institucional entre educación y cultura es inminente,
penosamente los pocos esfuerzos han sido en vano o no los correctos, si es que
en algún momento se han tratado de articular o medio articular, pues esto
requiere de cambios en el mismo sistema educativo nacional,
y en la manera de cómo entender lo cultural y su importancia dentro del
entramado social.
No podemos pensar la cultura de manera autónoma o en un espacio
particular aislado, claro si con sus particularidades, como tampoco podemos
hacerlo con la educación, la salud o la economía, etc., esto es lo que ha hecho
la oligarquía de este país,
atendiendo a un sistema capitalista, mantener un discurso di-sociativo de todas las partes de la superestructura con el
fin de lograr sus objetivos políticos y explotadores. Poner la mirada solamente en lo cultural, o en lo
económico, o en lo educativo, o lo político nos vuelve incapaces de comprender
que se requiere interrelación con todas subestructuras que conforman lo social.
Es por eso que el Estado Socialista Democrático debe orientarse al apoyo
decidido para el desarrollo de todas las manifestaciones culturales, artísticas
posibles para que la sociedad sea forjada dentro de un proceso educativo y cultural que permita la
construcción de una consciencia hondureña y la elaboración de la identidad
socialista democrática. Una cosmovisión
social para la construcción de ciudadanos y ciudadanas libres y solidarias
mediante un proceso educativo-cultural-popular con todas las posibilidades de diversidad e inclusión.
Resumiendo la primera paradoja en palabas de Fasquelle, nos dice que “la política
cultural reformista (Reforma Liberal) se enfrentó valiente y
sutilmente a la Iglesia y logró al final prevalecer y establecer un comienzo de servicio público. (Pastor, Fasquelle, s.f.).
La segunda paradoja se centra en
la construcción del sentimiento de nacionalidad bajo la necesidad de la
creación de un civismo “fundamentado en un conjunto de mitos, símbolos, de
fechas que pueden convertirse en efemérides, de unos textos y concepciones históricas
que disponemos hacer clásicas, de unas figuras, padres ejemplares, a los que escogemos hacer héroes” (Pastor, Fasquelle, s.f.). que lleva a la creación de los cultos que hoy
conocemos como cultos cívicos celebrados en fechas precisas y de forma
prácticamente obligatoria. Para Fasquelle estos impulsos de búsqueda durante la
Reforma Liberal en el campo de la institucionalidad de la cultura generan
una política cultural con estrategias definidas que, incidirá
en otros ámbitos como la concepción de una nación moderna y laica.
La herencia de los
reformistas continúa heredándose a finales del siglo XIX y principios del XX,
la construcción del nacionalismo se fortalece pero al mismo tiempo se
personifica más, y aquellos impulsores reformistas pasan a ser figuras del
mismo nacionalismo. Los aportes a la institucionalidad y al reforzamiento de
este nacionalismo impulsado por el Estado contrastó irónicamente como lo
explica Fasquelle en su tercera paradoja “Carías, sus ministros, sus
diputados y sus alcaldes profesaban el nacionalismo en la escuela, comisionaban
retratos, pinturas y bustos de los héroes nacionales exaltaban
los símbolos al mismo tiempo que concesionaban tierras y aguas a los
extranjeros. ¿Despojan a la nación de su patrimonio al tiempo que exaltan la
defensa de la nacionalidad?”. (Pastor, Fasquelle, s.f.).
En la década del 70 se hace el primer esfuerzo oficial por la cultura:
la creación de un Ministerio de Cultura y Propaganda, importando modelos ajenos
a nuestra realidad nacional, pero por supuesto acorde a las políticas de
gobierno de ese entonces de tendencia militarista-ultraderecha. Irónicamente
nuestro ancestro de Secretaría de Cultura, Artes y Deportes no es más que la
creación militarista de cultura que sirviera para la difusión de las ideas del
gobierno del General Oswaldo López Arellano, un modelo nazi de difusión para la
movilización de la población. “Muy claramente la idea primigenia era la
de legitimar al régimen y mediatizar la oposición o cooptar a los artistas e
intelectuales que suelen ser ciudadanos incómodos, críticos inclementes. Estos
a su vez, se burlaban del intento apodando a la novel institución elMiniculito”. (Pastor,
Fasquelle, s.f.). Las propuestas desmeritaron lo folklórico, vía que se buscó
como estrategia, ¡que más se podía esperar!.
“Con todo aunque suponía una mala conciencia, el establecimiento del
ministerio también conllevaba una responsabilidad. De ese entonces data una
contradicción profunda entre lo que declara ser y lo que el ministerio de
cultura es en la práctica. Los gobiernos sucedáneos de la dictadura militar
suscribieron y ratificaron sin cumplir con los convenios, aceptando la
jurisdicción en la materia de ICOMOS (1966), de UNESCO (1963,1972, 1979), de
OEA (1976). Firmar era la idea.” (Pastor,
Fasquelle, s.f.). Y continúan las paradojas.
Los Derechos económicos, sociales y culturales se incluyen en la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de 1948 (DUDH) y se
desarrolla su protección en el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) de 1966 (http://es.wikipedia.org/wiki/). Contradictoriamente a las declaraciones internaciones sobre el derecho
al acceso de la ciudadanía a la cultura, la Constitución de 1982 “suponía
un concepto elitista del servicio cultural que, por otro lado, se buscaba
instrumentalizar para el mercado” (Pastor, Fasquelle, s.f.). El Miniculitopasa
a llamarse Secretaría de Cultura y Turismo, ligando de esta manera la cultura
con el turismo. Se toman modelos impulsados por la UNESCO como las casas de la
cultura, sin embargo sembró bases para comenzar a reforzar la identidad local.
Las paradojas se acrecientan con la privatización de instituciones
culturales a partir del gobierno de Callejas en la búsqueda de soluciones a las
instituciones culturales desde la visión del modelo neoliberal (falsas
políticas), “frente a la inoperancia del Estado, la visión del Callejas
era la de privilegiar a organizaciones privadas que hicieran lo que el gobierno
no podía. Era a través de las asociaciones privadas que se tenían que hacer las
cosas y no le faltaba razón a ese argumento, aunque estas fundaciones
funcionaban mejor en las ciudades y no siempre fueron responsables ni tuvieron
vocación para movilizar recursos complementarios de la esfera privada, como se
suponía que debían hacer, si no que desviaban los recursos públicos negados a
las instituciones. Hubo de cal y de arena. Pero no se puede negar que trabajó
duro esa administración en Cultura”. (Pastor, Fasquelle, s.f.).
Es durante el gobierno de Carlos Roberto Reina que se comienza a
modernizar la política cultural —como dice Fasquelle— defendiendo su
institucionalidad, a sabiendas que del legado de una política cultural de culto
y la construcción de una historia por unos cuantos personajes no era correcto,
fue imposible desdecir, así que se optó por comenzar un proceso de
democratización de la cultura y tratar de romper el mito de que nuestra
ascendencia era únicamente maya, eclipsando y robando méritos a los demás
pueblos étnicos del país, lo que el Dr. Euraque ha denominado la mayanización
de la cultura. Se ratifica el Convenio 169 de la OIT. Pero de nuevo las
contradicciones, mientras un equipo desde la Secretaría y el Instituto
Hondureño de Antropología e Historia planteaban programas y proyectos a ésta no
se le asignaba el presupuesto necesario. Pese a las limitaciones económicas, lo
errores que señala Fasquelle “Faltó agilidad para implementar programas
con los grupos étnicos y quizás por eso en parte fracasamos en la negociación
con los Chorti a los que el COPINH llevó a Tegucigalpa para tomarse la entrada
a Casa Presidencial y exigir tierras de cultivo. Esos enfrentamientos
reflejaban problemáticas estructurales y significaron un tropiezo importante
para consolidar la política de Diversidad. En materia de apoyo a las artes, los
financiamientos que se daban como “Sellos” de las compañías nacionales de
teatro o danza no convencieron a los artistas porque se concentraban mucho y no
tuvieron continuidad. Y en lo que respecta a las Casas dela
Cultura, permitimos que se configurara
una especie de feudo burocrático que desvirtuaba su carácter descentralizador” (Pastor,
Fasquelle, s.f.) es durante este período gubernamental, hasta el momento, donde
más se avanza en materia cultural.
El período de Carlos Roberto Flores y Ricardo Maduro fue caótico para la
Secretaría de Cultura y las Artes, encima de las carencias presupuestarias,
pero principalmente técnicos-profesionales, le suman el deporte, denominándose
ahora Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, generando más descontento y
confusión, tanto administrativamente como entre las y los creadores.
En 2001 la UNESCO adopta el documento sobre la Diversidad Cultural, que
en sus cuatro partes trata de identidad: la diversidad cultural como patrimonio
de la humanidad. Diversidad cultural y derechos humanos: Los derechos humanos
como garantes de la diversidad cultural. Diversidad y creatividad cultural y la
cuarta parte la diversidad cultural y la solidaridad internacional. La
declaratoria fue adoptada en 2005. Pero a declaraciones internacionales oídos
sordos en Honduras.
Durante el período del Presidente Zelaya (2006-2009) y a través de
la constitución de un equipo técnico-profesional de trabajo, desarticulado
durante el golpe de Estado del 2009. Se ratifica la Convensión mundial
para la diversidad cultural. “Retomamos una visión de una política
cultural más incluyente y abierta, curada con la experiencia, ajustada al
recurso. Un poeta le llamó la política de las 4 D s. Descentralizar, proteger la
Diversidad, Democratizar y
Desburocratizar el servicio cultural. Había que rescatar a la institucionalidad
desestimada con una visión que le diera su lugar, superar resentimientos y
desconfianzas. La forja de la identidad no podía ser un proyecto burocrático,
sólo sería posible cuando todos las y los ciudadanos participaran en él,
partiendo desde las comunidades en su diversidad”. (Pastor, Fasquelle,
s.f.). Se nombra al Lic. Salvador Suazo como Vice-ministro de cultura,
originario de la etnia garífuna y encargado de la parte de diversidad
cultural.El Dr. Darío Euraque asumió la gerencia del IHAH organizando y
coordinando también un equipo técnico-profesional y conjuntamente con la SCAD,
alcaldías, comités culturales, y otras organizaciones culturales e
instituciones del gobierno trabajamos de manera profesional e intensa.
Pero no todo fue logros —dice Fasquelle— la inoperancia heredada de
otros gobiernos no permitió el rescate de programas y proyectos dispersos en
otras instituciones del gobierno lo cual acarreó problemas y pérdidas. “No
conseguimos la ley nueva necesaria para reestructurar y modernizar a los
sectores, articulando a un Consejo Nacional con los Consejos Regionales de
cultura que aseguraran una participación representativa y una estructura para
la descentralización y democratización. Esas iniciativas de ley fueron
saboteadas en el Congreso con un guiño de la
Comisión de Cultura presidida por la
futura Ministra de Micheleti, Myrna Castro, y con la connivencia “opositora”
del peor de los ministros de Maduro y de al menos un par de grupos de artistas
capitalinos que sucumbieron a la tentación de su vanidad, se impostaron de
representantes, se quejaron de no haber sido consultados y se comprometieron a
entregar un nuevo proyecto de ley antes de Junio de 2009.”(Pastor,
Fasquelle, s.f.).
Antes del Golpe de Estado la cultura de los grupos étnicos, se
encontraba en una reafirmación de su identidad en diferentes aspectos y tomando
fuerza su representatividad ante el Estado que de una u otra manera les había
escuchado, se estaban reforzando las identidades locales. La Secretaría de
Cultura, Artes y Deportes-SCAD impulsaba un proceso de democratización y
descentralización económica-institucional de la cultura con la creación de los
Consejos Regionales de Cultura, a través de los cuales se pretendía fortalecer
con recursos económicos la cultura local y regional, principalmente las
manifestaciones culturales populares, además de potenciar la creación y la
producción cultural. En cuanto a materia de legislación se entregaron al
Congreso Nacional la Ley de Fomento a la Cultura y las Artes y la Ley General
de Archivos en la cual la SCAD y el IHAH participaron ampliamente en su propuesta.
Se dotó de personerías jurídicas a los Consejos Regionales de Cultura y varias
asociaciones o comités culturales locales a nivel nacional. Con el Centro
Regional para el Fomento del Libro en América Latina, España y Portugal CERLALC
comenzábamos a organizar ideas para una ley de las bibliotecas, el libro y la lecturay para un plan nacional de lectura. La
cultura nacional, presa de la dinámica histórica, quedó sujeta a un
voluntarismo político retrógrado. (Becerra: El gobierno de facto y la cultura)
Hemos avanzado pero considero que seguimos envueltos en paradojas,
difícil desprenderse de esos orígenes que generaron cultos, ritos, mitos,
folklore complejidad de la realidad cultural hondureña, lo que se considera
verdadero realmente es una contradicción lógica con la cual hay que lidiar.
Quizás desprenderse no sea la palabra correcta para referirme a este conjunto
simbólico que debería cohesionarnos en vez de dividirnos.
Al igual que Fasquelle y Julio Escoto comparto el criterio que “Hay
que hacer la revolución para revolucionar la cultura. Y Escoto tenía razón, la
cultura tiene que servir para hacer la revolución. El golpe del 2009 y la
resistencia han hecho más para forjar identidad (reconocimiento de las
diferencias) que la historia anterior y su placebo”. (Escoto en Pastor,
Fasquelle, s.f.). ¿Entonces era necesario un cambio? ¿Un golpe de Estado? ¿Otro
tipo de cambio? Una sacudida a la estaticidad de la conciencia. Considero a la
cultura revolucionaria en sí misma, quizás mejor aprendamos de ella y su
dinámica para hacer la revolución.
Por esas paradojas históricas nuestro proceso de construcción de
identidad nacional al parecer ha funcionado al revés. Se han creado e
instaurado elementos simbólicos excluyentes y se han desvalorizado aquellos que
cohesionan y que se encuentran más cerca de nosotros de lo que creemos. “Los
símbolos externos de la cultura oficial pueden servirle a la alquimia de la
identidad nacional, pero su cultivo tiene que darse dentro de un consenso
amplio y genuino. No estoy seguro si alguna vez lo hubo aquí o en qué momento
se perdió”. (Pastor, Fasquelle, s.f.) Esto requiere un estudio más
profundo, pero el trabajo platea propuestas y retos.
Siempre le he apostado a la cultura y al arte, por supuesto también al
proceso de aprendizaje a través de la educación formal que deben
complementarse. El ser humano es un producto cultural que comienza su formación
a través de un proceso de oralidad, he aquí la función e importancia del
lenguaje como constructor de lo que somos; he aquí las raíces de una identidad
familiar, barrial, comunitaria, regional que debe desembocar en una identidad
nacional, y recurro a García Canclini cuando dice “que la identidad es una
construcción que se narra”.
Debemos preguntarnos entonces ¿Cómo hemos narrado nosotros la
construcción de nuestra identidad? ¿La hemos narrado a partir de qué… o la
hemos inventado a partir de “paradojas”? ¿La seguiremos sosteniendo sobre
paradojas si no logramos consolidar un cambio político en Honduras?
Fuente: Rebeca Becerra, Facebook, tambien en el Blog