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Las nociónes de alteridad y otredad en tres ficciones cortas de Juan Ramón Molina. Post Plaza de las palabras








Juan Ramón Molina (1875-1908), nacido en Comayagüela, Honduras, uno de los grandes escritores fundacionales de la literatura hondureña. Brilló más como poeta, aunque su prosa periodística era pulida y culta. También incursiono en el cuento, su más conocido y comentado cuento es El chele, pero en este post incluimos tres breves ficciones, quizá poco conocidas, pero que son un muestrario representativo de algunas de sus características literarias. Juan Ramón Molina es considerado un poeta modernista y frecuentemente se le compara  con su contemporáneo, el poeta nicaragüense Rubén Darío, creador del modernismo literario,  a quien llegó a conocer personalmente, y de quien Juan Ramón Molina  recibió influencia de la obra del bate nicaragüense. El premio nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias escribió una notable semblanza sobre las virtudes poéticas de Juan Ramón Molina. Por su parte: "Castelar alabó su canto "El Águila" y Rubén Darío su "Salutación a los Poetas Brasileros". Fue un gran admirador de William  Shakespeare y dedicó varios sonetos “El rey Lear”, “Ofelia”, “Yago”, etc. a la obra en inglés. (1).  Suyos son los poemas Pesca de Sirenas, Salutación a los poetas brasileros, El poema del Optimista, “posiblemente el poema que, aisladamente, más haya influido en toda la literatura contemporánea en habla castellana”. (2)


La alteridad y la otredad en tres ficciones de Juan Ramón Molina.
Una lectura posmoderna

Los cuentos

En esta ocasión, dado que ya habíamos dedicado un post de su poesía, presentamos tres cortas ficciones: Genus Homo, La intrusa y Un entierro. ¿Cuánto tiempo duro aquel viaje casi fantástico? Se pregunta el personaje del cuento Un entierro.  Los cuentos Genus Homo y Un entierro pueden leerse como un sueño, el de La intrusa, por su profusión de detalles, en menor medida, aunque hay un ejercicio onírico en progreso que intenta entrar: la intrusa. De su cuento Genus Homo, es una exploración realista del doble o la imagen duplicada, el tema del espejo. Y delata ese extrañamiento que siempre se da cuando el hombre ejercita la introspección en si mismo hacia los sujetos y objetos del mundo. Es un ejercicio de alteralidad y un paso previo a la otredad.  El segundo cuento La intrusa, es un cuento con elementos simbólicos, e incrustaciones fantásticas. Con un lenguaje ribeteado de palabras exóticas, y colmado con el arrebato cosmopolita no solo del mundo como realidad  viviente, sino también acompañado de un chispazo por vía de la intertextualidad de la literatura, incursiona en aquella pieza teatral de Maeterlick La Intrusa, que invade la narración de Juan Ramón Molina. Es también un tema de espejos. El tercer relato Un  entierro, con elementos fantásticos sobre la mesa, combinados  con la cotidiano,  es una pieza que describe el plano de la vida intima, siempre con la carga al hombro de sus propias emociones, irrumpe un simbolismo en el cuento porque aquí la muerte y el enterrado pueden simbolizar, vía proyección,  también la propia muerte del poeta, pero también la muerte de la ciudad que transita.



J.R.Molina en su cuento, La intrusa sigue la notación de Maeterlinck  En donde no hay nombres particulares, en la obra de teatro son el abuelos, las hijas, la madre, el tío, etc., en el cuento solo esta el esposo como personaje y la esposa moribunda, ambos sin nombres. Esa característica se repite en los tres cuentos que estamos analizando, Genus  Homo y Un entierro, los nombres nunca se presentan, solo asoman los personajes que deambulan como sombras o sueños. Las tres ficciones son un venero de duplicidades, realidades traslapadas, en los que irrumpen elementos además de simbólicos también fantásticos. El primero con las pinceladas de un pintor impresionista, el segundo un desdoblamiento de la mujer  amada y una intrusión  que el narrador se imagina, y que por la atmosfera que pinta. Y en el tercero a pesar de su realismo al describir las calles yermas y vacías, de una ciudad agotada, va acompañada de los seis hombres fantásticos que cargan el féretro. Y acompañada de una lluvia pertinaz e interminable que cae del cielo como aquellos personajes de los cuadros de Magritte. Hay además una similitud que las empareja,  ya que en las tres ficciones corre en el fondo que apenas se insinúa como el  tiempo un mismo un rio.  Pero se hospeda  un punto más que hermana estas tres ficciones, en unos más directamente que otros, pero que están estacionadas en las tres piezas ficcionales: el problema de la alteridad, el otro. O llámese como variante secuencial y complementaria,  la otredad.  

Para Octavio Paz: «la otredad es un sentimiento de extrañeza que asalta al hombre tarde o temprano, porque tarde o temprano toma, necesariamente, conciencia de su individualidad.» «En algún momento cae en la cuenta de que vive separado de los demás; de que existe aquél que no es él; de que están los otros y de que hay algo más allá de lo que él percibe o imagina. » (3)

No es un vaciarse ante el otro, siempre se mantiene la propia identidad. La alteridad además de un problema filosófico es también un problema cultural. Y puede ser abordado desde la sicología, la antropología, la sociología y hasta la política. La alteridad  es un tópico moderno, no en sentido del modernismo literario, sino moderno como actualidad y acontecimiento.

«El origen etimológico de la palabra alteridad procede  del latín, “alteritas”, compuesta de dos componentes: “alter”, que puede traducirse como “otro”, y el sufijo “-dad”, que se usa para indicar “cualidad”. Es decir la cualidad del otro. Alteridad es la condición de ser otro. El vocablo alter refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad, por lo tanto, se utiliza en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”.» (4)Innumerables son los filósofos que directa o indirectamente han tocado la alteridad, como distintos son los vocablos en diferentes lenguas que la identifican. (5)

Según José Ferrater Mora: «El «problema del otro» como «problema del prójimo», de «la existencia del prójimo», de la realidad de los demás, del «encuentro con el Otro», etc., es un problema muy antiguo en tanto que desde muy pronto preocupó a los filósofos, para limitarnos a ellos: la cuestión de cómo se reconoce al otro —o al prójimo— como Otro; qué tipo de relación se establece o se debe establecer, con él, en qué medida es el Otro, en rigor, los otros, etc. Semejante preocupación se reveló de muy diversas maneras: como la cuestión de la naturaleza de la amistad, en la cual el amigo es «el otro sí mismo» y no simplemente cualquier otro; como la cuestión de si es posible admitir que cada  uno sea libre en cuanto se basta a sí mismo, o posee autarquía sin por ello eliminar a los otros, etc. » (6)

En el  párrafo anterior se percibe también otra variante de la alteridad, y es que la alteridad no siempre es positiva, sea entendida como alteridad o otredad, también puede ser una forma de penetrar en el otro desde el punto de vista de dominación como se da en entre los pueblos conquistadores  y los pueblos colonizados.  Desde un plano menos cultural, y más individual, es valida y polémica aquella famosa sentencia de Sartre: «El infierno son los demás» o Piénsese en la cita de Hegel : «Cada conciencia persigue la muerte del otro».  





Así como el descubrimiento del otro que hace el personaje del relato Genus Homo de Juan Ramón Molina. En ese sentido dice Víquez Paz: «La otredad también es una suerte de comunión con los otros, mejor dicho, es fraternidad. El otro son los demás, y yo soy como los demás. Y, finalmente, la otredad es apertura al infinito, un finito que, más que responder recoge, recoge los restos mortales del ser.» (7)  Y aquí Víquez Paz habla como Heidegger, y esos residuos y olvido del ser, porque también la otredad además del ser, también es extensiva a lo infinito, la naturaleza, las cosas, lo trascendente. Y hasta se advierte una alteridad y otredad del conocimiento. La otredad, como posibilidad  siempre abrirá un horizonte reflexivo e infinito, pero también en muchas maneras no totalmente comprensible. La otredad aun en su aprehensión siempre será efímera e incompleta. El hombre finito nunca podrá atrapar la otredad total. En la otredad siempre habrá una predisposición, una  selección. Una orientación dirigida de la atención. 

Finalmente, a pesar de que existen varias maneras de entender la alteridad, nos remitimos a un uso de ella en le sentido más general. A diferencia de que la mayoría de los autores subsume ambos nociones en la propia alteridad, y otros usan la otredad como sinónimo de alteridad. Para efectos de este post identificamos dos momentos de ese encuentro con el otro y lo otro. El primero, la alteridad signada por el descubrimiento, la revelación, de que existe ese otro, esos ellos.  El segundo decantado por la apropiación de ese otro, no en el sentido de posesión sino de entendimiento, asumir la posición de ese otro, y recrearla mentalmente, sea por la proyección o la introspección: la otredad.

Es así que esa alteridad se presenta en yo y el otro, pero también cuando se presentan colectivamente pueblos, razas, grupos asociaciones, asume su plural nosotros y ellos.  Y aquí se da un encontronazo con un elemento que va implícito en la alteridad, y es el desdoblamiento del Yo, ese hombre escindido de que tanto habla la modernidad, y  que simultáneamente busca su otro Yo.  En el sentido de Rimbaud, fue el primero en expresar la idea: Je est un autre (Yo es un otro). Pero esta expresión de Rimbaud va mas dirigida a encontrar el yo interno y compaginarlo con el yo externo del mismo individuo. Es más una búsqueda de la plena individuación, que una búsqueda del  otro, el ajeno, el extranjero. Definitivamente estamos ante otro matiz de la alteridad, es el yo subjetivo del poeta que busca su otro yo, conectar el yo interno con el yo exterior, ese es un acto individual. No negamos que ese proceso de individuación pueda ser una vía  o un paso, hacia el otro. Pero también que se puede quedar corto si se queda atrapada en puro misticismo, ascetismo, meditación individual, aunque reconocemos que la iluminación interna puede ser una vía valida para alcanzar la plena otredad, entendida en ese sentido como realización.    

Pero algo más, esa alteridad como acontecimiento es reconocer que el hombre no esta solo o en soledad, sino que coexiste en un mundo en que también conviven otros y que esos otros también lo ven a uno como un otro. Es decir no solo observamos o descubrimos al otro, sino que el otro también nos observa y descubre.  Así como tenemos una imagen del otro, los otros también tienen una imagen de nosotros.

Cuando Juan Ramón Molina en su ficción Genus Homo, descubre ese otro, se sorprende, se asombra, es un despertar filosófico, pero lo ve como un extraño y algo mas relevante, el mismo se siente un extraño. El problema de la alteridad es un problema ontológico pero también practico y actual, lo vemos en las migraciones, en la aceptación del otro que tiene una cultura distinta, en el acto discriminatorio que ejecutamos casi instintivamente, cuando estamos ante alguien que no piensa como nosotros. Juan Ramón Molina, como en un espejo se ve en el otro pero también se reconoce a si mismo. Es «raro, rarísimo» dice, y efectivamente el descubrimiento del otro es un acontecimiento. Porque tiene que ver con la naturaleza humana. El hombre no vive en solitario, si bien la vida moderna nos distancia, también nos acerca. Pero aún en ese acercamiento el hombre se siente extraño.

Del mismo Octavio Paz: « El hombre es un desconocido para sí mismo porque encierra en sí mismo personalidades que desconoce. (…)La identidad no existe o se esconde, es obscura. Creo que uno de los datos esenciales del hombre es sentirse extraño ante el mundo o ante sí mismo. El hombre se reconoce como tal cuando se reconoce como distinto de la selva en que está, de las rocas, de los animales. Este extrañamiento lo lleva a inventar una identificación con lo otro o, por el contrario, a hacer más radical su separación de la naturaleza. Cuando el hombre ha conquistado su humanidad, experimenta una como nostalgia de lo no-humano y quiere hacerse piedra, o estrella, o planta o animal (2003c: p. 54).» (8)

Finalmente, nos preguntamos si esa alteridad, que queda muy clara en cuanto a género humano, será también capaz de generar una otredad con la naturaleza, y lo sobrenatural o lo trascendental. Y es ese marco, aunque muy brevemente, inscribimos estas tres ficciones de J.R.Molina. La primera, Genus Homo  como el descubrimiento del otro, la segunda La intrusa como una alteridad intertextual, pero también de un acercamiento a la otredad de la muerte de una tercera persona: un ser amado.  Y la tercera,  en Un entierro, una alteridad provocada por un entierro de alguien desconocido, pero que en su carácter representa lo genérico de la propia muerte y de lo humano. Y que también descubre la otredad en que simultáneamente se desencadena una gama de combinaciones de alteridad y que desembocan a  medias en una otredad que  nunca es completa y unánime.      
 4
 

Genus Homo  

En el cuento Genus Homo, narrado en 1era. persona, pese a su lenguaje de corte impresionista (9), lo que nos interesa es el problema de la alteridad solo se realiza en el primer momento, el descubrimiento del otro, pero no llega cuajar en el momento del remate, asumir la otredad, la posición del otro, entender su punto de vista, dialogar. Pero con todo, Juan Ramón Molina tuvo visos de visionario , porque a más de cien años de haber escrito esa pieza de entrenamiento para usar un termino de Virginia Woolf, breve narración de apenas 293 palabras, dio en el blanco toral  de la postmodernidad.  El problema de las semejanzas y las diferencias. Sean de cualquier tipo: raciales, culturales, espirituales, religiosa, ideológica o de género. Y lo vemos todos los días, en cualquier parte del mundo y a la vuelta de la esquina. Y en ese nudo gordiano de entender al otro, de aceptar con sus diferencias al otro, de construir juntos un destino común, descansa en parte las posibles coordenadas bienaventuradas del siglo XXI, pero esto ultimo suena, como diría Juan Ramón Molina,   «raro», suena  «rarísimo».   


GENUS HOMO (10)
Juan Ramón Molina
292 palabras

A la hora del crepúsculo vespertino iba vagando por la rivera del rio -que en silencio deslizaba solemnemente sus aguas- cuando vi un animal extraño sumergiéndose en las aterciopeladas linfas. Un animal extraño, que me pareció no haberlo visto nunca.  
Su cabellera húmeda caía sobre su cerviz. De su fuerte mandíbula pendía una barba gris y luenga, tal como las parásitas que cuelgan de las ramas de un roble. Su pecho era belludo y huesoso, de respiración fortísima. Sus corvas piernas hundianse en el agua, y tenia dos miembros que me imagine que eran brazos.
Sus ojos –entre sus cejas hirsutas y el bosque de su barba– me veían tristes y curiosamente, enlutecidos por la sombra crepuscular. Si, sus raros ojos inquietos me veían así, como si yo hubiese sido un animal extraño,  más extraño que él.
Sumergido en la fría corriente, aquel ser llamaba poderosamente mi atención. ¿A qué raza zoológica pertenecía? ¿Era originario dela tierra o del mar? ¿Su voz seria el canto de un ave o el rugido de una bestia felina? ¿Era un ser fiero o  dulce? ¿Comería carne cruda o yerba? ¿Era un animal nuevo en el planeta o acaso el perdido resto de un monstruoso período geológico, que se salvo de la ultima catástrofe diluviana?       
Estas preguntas iba haciéndome, envueltas en el claroscuro crepuscular, al alejarme por la ribera del rio, que en silencio deslizaba solemnemente sus aguas.
Después, mucho después, meditando a solas en que animal era aquel ser tan extraño, he averiguado que lo que vi fue un hombre.
¡Un hombre! Mas ¡que raro se mira a veces, en ciertos momentos lucidos, el hombre ante los ojos del hombre, ante los ojos de un ser de su especie! Si, muy raro, rarísimo.   




La intrusa

Con La intrusa, narrado en 3era. persona  estamos en presencia de otro tipo de pieza literaria, más cercana al cuento, por supuesto más extenso que Genus Homo, pero sobretodo el lenguaje y la atmosfera  cambia, y nos encontramos en una de las avenidas más transitadas, representativas  y exhibicionistas del modernismo literario. Un lenguaje, que quizá para el lector moderno con demasiadas florituras, una escenografía preciosista, además cargada de otra de las caras del modernismo de época: la vuelta a la vida del panteón griego y romano; y también de una cierta arquitectura cosmopolita. Sobre cada una de esas tres facetas, basten unos cuantos ejemplos.

Preciosismo: joyante de astros, argentaria el alba, aria melancólica, plañidera canturria, acres sulfatos, visos de oro, estriado de esplendores, triangulo armonioso, cejas sombrías  y aterciopeladas, pestañas luengas y unánimes, topacios incrustados, puntos diamantinos, blancura láctea, prologo de amor, miel de égloga, amargura del mar, estridentes clarinadas, gasa argéntea, enormes turquesas  o esmeraldas; resonantes dianas, laminado de luz, alegría universal, marfil antiguo.

Panteón mitológico: Aqueronte, Prometeo, Diana, Minerva, Oceánidas, Estigio, hermafrodita, Lesbos, peces monstruosos

Lo cosmopolita: Juan de Segovia, Benvenutto Celine, Juana de Aragón, Ana Bolena, catedrales de España, égloga, Maeterlinck, Romeo y Julieta, Dante, epitalamio.

Pero que nadie se queje del preciosismo, el panteón mitológico y lo cosmopolita porque así se escribía en esa época.

Línea base: la intrusión del simbolismo al acecho

El cuento La intrusa esta montado sobre un play del dramaturgo belga y simbolista Maurice Maeterlinck. Obra del mismo nombre La intrusa (11) desarrollada en un único acto. Sin entrar a comentar todo lo que esa obrita hospeda, si mencionar que la línea básica es la intrusión de la muerte. No es un cuento de terror, si de cierto misterio. La presencia de la muerte se representa como un carácter en la obra teatral, dado que toda la  obra se relaciona con esa presencia que ronda la casa de esa familia donde hay un familiar enfermo: la madre y esposa. En el cuento de J.R.Molina , yace también una enferma moribunda, la esposa del personaje. El autor, Maeterlinck, juega con la presencia de ese carácter, la muerte, entre lo visible y lo visible, lo misterioso y lo cotidiano.  Solo el abuelo, quien es ciego advierte la presencia de ese otro o esa otra. Juan Ramón Molina, toma el tema y lo reduce a un solo ambiente, con solo dos personajes, de los cuales no sabemos los nombres pero que son esposo y esposa, y cuyo esposo  ve lentamente morir a la mujer amada. La presencia de lo invisible toca a la puerta, hasta llegar al aposento donde descansa la enferma. Se mueve un dialogo entre esa presencia y la moribunda, pero es solo un dialogo visual: la moribunda  reconoce la presencia de la muerte.  Y aquí tenemos otra variante de la alteralidad que es universal, una alteralidad como lo invisible y misterioso, en esta ocasión la muerte. Y el esposo ante la muerte de su esposa se desdobla, y dialoga con su esposa recordándola en sus virtudes, y lamentando su fallecimiento, no solo hay una identificación sino una posesión en ambas vías.

Pero para ampliar el horizonte narrativo es necesario tener algunas nociones de lo que es el simbolismo.

Albert Mockel dice:  «En los poetas realmente dotados, hay una operación sicológica singular en la que las imágenes dadas por los sentidos se iluminan y resuenan hasta el alma luego de haberse impregnado de vida sentimental. Estas palabras que acabo de mencionar podrían constituir una muy justa definición del símbolo. » (12)

En La intrusa, hay dos símbolos unánimes. El primero la muerte como intrusa que arrastra como eje pivote el  silencio de la naturaleza y animales, Y el segundo, mas débil y apenas insinuado, lo hermafrodita como integración en un solo ser. 

Más adelante citando de nuevo a  Mockel: «En el arte de escribir hay un símbolo  cuando una imagen o una sucesión de imágenes, cuando una alianza de palabras, una caricia musical, nos dejan entrever una idea, y nos permite descubrirla como si naciese en nosotros mismos.» (13) El mismo Maeterlinck, al hablar de símbolo, establece la distinción entre dos tipos de símbolos, el símbolo a priori, o símbolo adrede como él lo llama, y que obedece una intención consiente del autor, es decir el símbolo como un recurso planeado con el fin de desempeñar un grado de contenido y efecto en la obra. El segundo símbolo, es sino menos evidente, menos posible de asirlo, y es el simbolismo que es inconsciente, y más cercano al inconsciente colectivo y que siempre esta a la espalda del autor. Pero no por eso deja de estar también en la obra, pero sin  responder a una visión intencionada, sino a una irrupción de lo profundo. (14)      

PRIMER  SÍMBOLO: LA MUERTE

La intrusa, cumple con lo para lo cual fue creada: lo fatídico y lo liberador de ser la encomienda de un símbolo. La intrusa es el personaje principal tanto en la obra de Maeterlinck como en el cuento de Juan Ramón Molina. La etimología de la palabra intrusa o intruso, viene del latín intruses, y significa alguien que transgrede un espacio sin permiso u autorización, y que por supuesto, lo hace sin ser invitado y menos bienvenido. La intrusa (la muerte) como carácter en la obra de teatro de Maeterlinck, o como personaje en el cuento de J.R.Molina, supone una alteridad y a su vez un zarpazo completo al reino de la otredad. Una alteridad  porque identifica a un ser al que abordara. Y una otredad porque esa intrusa se adueña se ese ser viviente, llevándoselo  consigo al gran misterio: La gran unidad total del ser.

Preparándonos para el desenlace dice el narrador en La intrusa de J.R.Molina: 

Los remotos gallos suspendieron sus estridentes clarinadas, del rio no llegaba un solo rumor; únicamente  un grillo prolongo su fúnebre chirrido…

El chirrido del grillo, esta asociado a la muerte, y es un símbolo que ya Juan Ramón Molina había usado en su pieza en prosa La muerte del grillo (15)

En la obra de Maeterlinck, los animales guardan silencio cuando la intrusa llega:

Por ejemplo, LIntruse , esa pieza que hoy se calificaría de fantástica, los ruiseñores que dejan de cantar cuando se supone que la muerte entra  en el jardín , los cisnes que atemorizan, los peces que se zambullen , al final de esa pieza y de Aveugles, el llanto repentino de los recién nacidos certifica la presencia  del personaje temido. (16)

en la intrusa de maeterlinck ante la presencia de la muerte  los animales tambien callan

la hija. —Creo que ha entrado alguien en el jardín, abuelo.
el abuelo. — ¿Quién es?
la hija. —No sé, no veo a nadie.
el tío. —Es que no hay nadie.
la hija. —Debe de haber alguien en el jardín; los ruiseñores se han callado de pronto.
el abuelo. —Sin embargo, no oigo andar.
la hija. —De seguro pasa alguien cerca del estanque, porque los cisnes tienen miedo.
otra hija. —Todos los peces del estanque se sumergen de pronto.
el padre. — ¿No ves a nadie?
la hija. —A nadie, padre.
el padre. —Sin embargo, la luna debe de estar dando en el estanque.
la hija. —Sí; veo que los cisnes tienen miedo.
el tío. —Estoy seguro de que es mi hermana la que les asusta. Habrá entrado por la puerta pequeña.
el padre. —No me explico por qué no ladran los perros.
la hija. —Veo al perro en el fondo de la garita. ¡Los cisnes se van hacia la otra orilla!

En  la escena de Maeterlinck esta es una de las líneas principales: donde la muerte va subiendo las gradas. Ahí la muerte obra en su presencia invisible, solo el abuelo la percibe.

El abuelo. —Ya oigo ruido en la escalera.
El padre. —Es la criada que sube.
El abuelo. —Me parece que no viene sola.
El padre. —Sube despacio...
El abuelo. —Oigo los pasos de vuestra hermana.
El padre. —No oigo más que a la criada.
El abuelo. — ¡Es vuestra hermana! ¡Es vuestra hermana! (Llaman a la puerta pequeña.)
El padre. —Voy yo mismo a abrir. (Entreabre la puerta pequeña; la criada se queda fuera, en la rendija.) ¿Dónde estás?
La criada. —Aquí, señor.
El abuelo. — ¿Está vuestra hermana en la puerta?
El tío. —No veo más que a la criada.
El padre. —No está más que la criada. (A la criada.) ¿Quién ha entrado en casa?
La criada. — ¿Entrar en casa?
El padre. —Sí. ¿No ha venido nadie ahora mismo?
La criada. —No ha venido nadie, señor.
El abuelo. — ¿Quién suspira así?
El tío. —Es la criada; está sofocada.
El abuelo. — ¿Llora?
El tío. —No; ¿por qué iba a llorar?
El padre. —(A la criada.) ¿No ha entrado nadie ahora mismo?
La criada. —No, señor.
El padre. — ¡Pero si hemos oído la puerta!
La criada. — ¡He sido yo, que he cerrado la puerta!
El padre. — ¿Estaba abierta?
La criada. —Sí, señor.
El padre. — ¿Por qué estaba abierta a estas horas?
La criada. —No lo sé, señor. Yo la había cerrado.
El padre. —Pero, entonces, ¿quién la ha abierto?


En la obra de J.R.Molina, la muerte también va encubierta de la invisibilidad. Pero su presencia es más directa y explicita que en la obra de Maeterlinck.

Alguien andaba, con paso lento  y sospechosos, por los corredores de la estancia. Se detuvo un instante  en el umbral de la puerta, empujo y entro –escuchándose luego un rumor como de faldas de seda. (…)Él, sobresaltado escuchaba la aproximación de la visita invisible. Un gran suspiro lleno el ambiente, impregnado de un fuerte olor de creosota; los ojos de la enferma se abrieron  extraordinariamente, ávidos de vida  aún y unos dedos misteriosos los cerraron en seguida. Gimió la mujer palpando en el vacio; palideció, casi hasta apagarse la bujía: y un aire gélido, venido de la Estigia, penetro en el cuarto

En La intrusa de J.RMolina el personaje se desdobla y en el dolor recrea la vida con la mujer amada, una posición desde la otredad. 

Él, oculta entre las manos la frente febril de insomnios y meditaciones, pensaba en aquella tragedia de su vida, paladeando los más acres sulfatos  de su dolor. Amaba, con la locura del corazón y de la carne, a  aquella que había sido una adorable mujer

Esa alteralidad, que nos deja la secuela de la otredad. En que el personaje asume esa muerte, y la traslada a sus  evocaciones. Pero que también, condena a la naturaleza, que sigue girando en alegrías y, sin considerar el profundo dolor que lo abate.

Bajo el insulto de aquella alegría universal, aquel taciturno insomne, lleno de fiebre, tuvo ímpetus de maldecir a la creación

Aquí al contario del cuento Genus Homo, el protagonista alcanza a situarse en esa tarde misteriosa, en que no dialoga pero que si actúa y que vuelve al protagonista en un soliloquio mental y melancólico. Juan Ramón Molina vía narrador, y ese narrador vía el personaje, asume la comprensión del otro. Y de  esa intrusa que se presenta como alter ego negativo de toda existencia. Pero que el personaje narrador trasmuta, simbólicamente en una cristesa de un marfil antiguo. , donde la mujer amada y la muerte se funden en una unidad, la cristesa y la muerte. En la mente del narrador una representación de la muerte de cristo.      

En la sala, entre los agudos gritos  del coro familiar, a la luz de los cirios, yacía la muerta, tal como una dulce cristesa de un marfil antiguo.

 SEGUNDO SÍMBOLO: HERMAFRODITA

Pero además de la alteridad, emerge en el cuento de La intrusa, otra saliente que no puede quedar soslayada. Y que el protagonista revela pero sin explicar, tampoco podemos especular por qué el autor introduce ese tema. Si bien nos indica la fuente, la fabula mitológica del hermafrodita, en alusión a su esposa: 

Dice J.R.Molina: Al hermafrodita de la fabula

En ese espectáculo lo andrógino del ser, que se ve reflejado en la mujer amada. El autor la descubre pero no la aborda. Esa alteralidad entre los opuestos, con que el autor por medio del personaje presenta  la escisión de la naturaleza humana. No hay dialogo ni desarrollo del símbolo, queda en suspenso pero se integra a la fabulación. Y a pesar que el tema solo queda como enunciado, es suficiente para revelarnos otra arista del cuento, y de lo que está en juego. Esa particularidad, ese intento de lo doble integrado, es un rostro de la modernidad, es su sentido más amplio y no de un modernismo literario. Punto controversial que trae además consigo, la ambivalencia. El juego de los dobles opuestos.  Y que  muchos escritores, novelista y poetas abordaron en sus obras: Rilke con anterioridad y posteriormente  Hesse, T.S.Eliot. Joyce, como veremos más adelante.

Pero ese punto andrógino en la mente moderna ha tenido sus evolución y no aparece por generación espontanea o capricho de algún escritor sagaz e irreverente. Tampoco es un tema tan infrecuente como podría pensarse, además de la mitología goza en muchas religiones del fervor como elemento de la integración de los opuestos. Y además es un tema abordado en el misticismo y diversas corrientes espiritualistas.

Cito a McFarlane: For a great many of the artist  and writers of the first two decades  of the twentieth century, the dream became (…) the paradigm of the whole Weltbild .Mas adelante dice (…) To Rilke' sown explanation of the meaning of the Duino Elegies  and Sonnets  to Orpheus  as expressing “the identity of terror and bliss, and oneness of life  and desth were this  all that is characteristic  of modernism –a viper' tangle  in which  yes asd no , life in death , men and woman(…) lose their  separate identity  and emerge. (17).

Dice J.R.Molina: Dióle el tesoro de su carne  y de su espíritu: carne de diosa  y espíritu de ángel.

Con esta sentencia J.R. Molina vuelve al carácter andrógino ya señalado: Carne de diosa  (lo femenino), espíritu de ángel  (lo masculino). Ambas integradas en el ser amado,  Y la integración de ambas naturalezas en un solo ser. En este caso se esta refiriendo a la mujer amada, la enferma que pronto fallecerá

Siempre siguiendo el pensamiento del autor citado,  aquí unos cuantos ejemplo señalados por McFarlane: en la novela Demian de Hesse, el dios Abraxas  “is both man and woman”. En el conocido poema The Waste Land de Eliot, el personaje Teresias, “the woman are one  woman, and two sexes meet in Teresias. Y aquel personaje Bella Cohn en el Ulises de Joyce, representado como un ser andrógino: “womannisgh man”. (18). Pero no es el único, autor, y cito a un escritor más contemporáneo como Cortázar, quien también se vale de este procedimiento, la búsqueda dela unida éntrelo masculino y femenino, lo hermafrodita, aunque no en forma consiente, si inconscientemente. (19)



La intertextualidad como recurso de alteridad

Un cruzamiento de miradas, nos lleva a otro punto intenso de la modernidad y es el de intertextualidad. Y el cuento de J.R.Molina esta repleto de intertextualidad. Sin embargo, hay que decirlo, ese es un rasgo del modernismo que a veces queda agazapado, pero que se explicita por lo cosmopolita y el regreso al clasicismo mitológico. Lo novedoso en J.R.Molina, que el acomete esa intertextualidad desde nociones embrionarias de la alteridad y la otredad.

Intertextualidad que se ve  reflejada en la intrusión de una obra de otro autor, pero que también abre las puertas a la incursión de la alteralidad, que dependerá del involucramiento con el objeto observado,para dar paso a la otredad. Así la intertextualidad, entre ambos autores, porque J.R.Molina entiende a la intrusa de Maeterlinck, la ve entrar al aposento, y así dialogando Juan Ramón Molina con Maeterlinck, intertextualmente  le dice, que entiende su  dolor, entiende esa muerte de tu mujer porque el mismo también pasa o paso por las mismas circunstancias, la muerte de la mujer amada. Mientras que la intertextualidad del panteón griego y romano, es una intertextualidad de segundo orden, porque se remite a una representación grafica o idea, pero que no ejercita explícitamente un desarrollo de lo enunciado en si. Así los símbolos mitológicos son independientes están ahí solo para ser observados, como olímpicas estatuas que miramos pero que también nos miran.  

Lo imaginario y la fantasía como alteridad en el cuento La intrusa

Ahora tocaremos aunque brevemente otra cara del cuento, lo fantástico. Por lo menos como línea de investigación, y en la medida de lo posible sin desvincularlo del concepto de alteridad.  Si bien hemos establecido la alteridad como un descubrimiento y la otredad como la apropiación de ese acontecimiento. Por lo general hablando de seres humanos, pero quisiéramos tirar al ruedo que esa alteralidad también se da hacia la naturaleza, las cosas y hasta el conocimiento, y eso desemboca en una otredad con destinatarios múltiples. Hay un momento en que una idea nos deslumbra, la identificamos, pero seguimos pensando en ella hasta que le sacamos todo el jugo y agotamos sus posibilidades. Es entonces que podemos decir que esa idea nos pertenece, no en tanto propiedad sino que llega por su intensidad a formar parte de nuestro ser y de nuestra vivencia. De nuestro vitalismo síquico y de nuestra comprensión vital. Algo así le ha de haber pasado a Juan Ramón Molina, con la intrusa de Maeterlinck, seguramente la leyó, ese acto de identificarla y de discriminarla del resto de cosas, para hacerla suya, es la alteralidad del conocimiento. Cuando decide hacer un cuento con un tema similar, ya no estamos ante la alteralidad, sino, que para el autor, exigía un meterse en es obra y lo que planteaba: primero una excursión (alteridad) y luego una incursión (otredad).

Así Octavio Paz a quien hemos venido siguiendo intermitentemente dice: «Paz utiliza dos términos para designar ese movimiento dinámico de oscilaciones (en el sentido gráfico del término), excursiones e incursiones. En el caso, no sólo se refiere a un sentido físico, sino incluso a una perspectiva intelectual, espiritual e incluso afectiva». «Las excursiones buscan mirar, ver, conocer, disfrutar, y luego platicar, compartir, contar. Las incursiones son ir al terreno desconocido, incluso del enemigo, y regresar con trofeos y reliquias para mostrar. "Después de las excursiones, se conversa sobre lo que se ha visto; después de la incursiones, se muestran los objetos y tesoros recogidos" (2003b: p. 16).» (20)

Finalmente quisiéramos establecer una línea de emparejamiento entre la imaginación y la fantasía, y ese otro binomio alteridad y otredad. Una buena parte de los autores subsumen la otredad en la alteridad. Es decir no hacen distinción funcional, sino que en ese mismo concepto actúan las dos funciones. Para efectos de este post, usamos ambas conceptos, pero no los usamos como opuesto, ni con un significado marcadamente diferente. Sino como una distinción operativa de un mismo proceso síquico de la mente. Siguiendo el razonamiento de Lopoujade (21),  autora  que se nutre de los elementos teóricos de Coleridge, Todorov y Sartre.

En el cuento La intrusa, no hay una fantasía total, sino parcial, siempre dentro de la causa de las leyes naturales.

Así Todorov en su Introducción a la literatura fantástica, brinda un punto clave: «Lo fantástico…expresa una ruptura del orden natural conocido; denota la irrupción de algo inadmisible en la legalidad objetiva; la alteración de la concatenación  determinada de los fenómenos por la aparición,  de una relación intrusa(22)

De una u otra forma Todorov esta reconociendo una alteración, y sobre todo una que lo fantástico es una relación intrusa. En el cuento La intrusa esa relación intrusa es precisamente la muerte, y ante esa relación intrusa Todorov considera: la reacción sicológica ante tal acontecimiento solo puede ser aprehendido desde una doble perspectiva: Ya sea en el suceso fantástico en si,  o la repercusión que provoca el suceso fantástico en el personaje, autor o lector. También Sartre, reconoce la importancia de la alteridad  en lo fantástico, pero solo considera el objeto de lo fantástico como totalidad y en su carácter universal. (23) Noel Lapoujade también reconoce que la imaginación produce alteración y la fantasía propone alteridad.

Igualmente usamos esta peculiar bifurcación para empalmarla, en la medida de lo posible con ese retozo de palabras, el poderoso binomio de la imaginación y la fantasía. En la intrusa que puede ser caracterizado un cuento con elementos simbólicos, sea la muerte. Pero nos preguntamos si ciertamente este cuento también reviste elementos de un cuento fantástico. Y si bien todo en el se inscribe en la normalidad, al fin la intrusión de la muerte solo tiene un carácter simbólico, pero no fantástico. Dado que la muerte esta en la legalidad natural. Lo humano es y deviene en lo temporal y finito. Pero solo considerando a la  muerte, aun en su carácter dramático no hay un hecho sobrenatural.  Un hecho que de por si este bajo otro tipo de leyes, adema de las naturales. Y aun considerando el silencio de los animales, fenómeno que se da tanto en la obra Maeterlinck como en el cuento de Juan Ramón Molina. Este comportamiento, aunque extraño, no abona  lo fantástico.  

Que al irrumpir la muerte, que los gallos canten o dejen de hacerlo, no prueba necesariamente es lo fantástico, pero si podría considerarse relativamente fantástico la sincronía de ambos hechos.  Sin embargo si hay un hecho, único, que si rompe las leyes naturales.

Y es cuando el narrador en el cuento de J.R.M  dice: La intrusa de Maeterlinck, menos corpórea que un fantasma, había salido por donde entro.

Esta frase delata una operación visual, la comparación entre un fantasma y la muerta. Sin embargo hay que referir que esta es una opinión del narrador y no del personaje. 

Más adelante J.R. Molina nos dice: Él, sobresaltado, escuchaba la aproximación de la visita invisible.

Aquí interviene el personaje, en su capacidad auditiva él…escuchaba. En esa frase, hay una presencia extraña, ambos pueden ser sujeto de interpretación como elementos fantásticos, en tanto están comprometidos dos sentidos, el visual y el auditivo, que constatan la presencia invisible, por supuesto, estos elementos fantásticos no son contundentes, sino que recrean una atmosfera. Siguiendo a Todorov en cuanto a la capacidad  subjetiva del espectador ante el hecho fantástico. En fin que no se escuche el rumor del rio y que los gallos dejen de cantar, es una operación normal dentro de las leyes naturales.  Lo que lo vuelve fantástico es la sincronía con la presencia visual que establece una comparación cuantificable, de peso, entre el fantasma y la muerta y que el personaje escuchaba la presencia de lo invisible. (24) En un sentido amplio, Todorov establece tres etapas de lo fantástico: lo extraño, lo propiamente fantástico y lo maravilloso. (25)    

En ese sentido, si podríamos a afirmar que transita  una veta fantástica  en el cuento, algo que linda entre lo extraño y lo fantástico. Y que no es contradictorio con que también sea un cuento con elementos simbólicos. Pero ahora quisiéramos relacionar este hecho, fantástico con la alteridad y la otredad. Aunque sea solo como una línea base de entendimiento y de ampliación del horizonte reflexivo. La imaginación actúa como parte de la alteridad y lo fantástico es la incursión en la otredad. De modo más específico la imaginación es un mecanismo de identificación del otro, y lo fantástico se convierte en el resultado: la invasión en la otredad, una invasión que puede ser amable o agresiva.   

Adicionalmente, sobre este cuento, La intrusa de J.R.Molina, sobresalen unas cuantas  de observaciones  más, y es que no es un cuento de horror ni tampoco de misterio. Si se menciona la palabra fantasma, pero tampoco se podría arrojar un resultado concluyente que es un cuento de fantasmas. Y sin duda, si se respira en ciertos tramos el cuento, como ya lo habíamos señalado con anterioridad, y guardando la distancia del caso, el aire enrarecido y sombrío  de alguno de los cuentos de Poe. A pesar de ser un cuento escrito con el formato, léxico y contenidos del modernismo, y el sedimento de ese  ímpetu desolador y  pasional del romanticismo, y quizá conviva en una atmosfera cargada de ciertos elementos que delaten  un goticismo tardío.  



La intrusa
J.R.Molina
845 palabras

La vela esteárica, oculta tras un biombo, proyectaba –con las oscilaciones de sus flamas  y chisporroteos– trazos fantásticos en la pared. La noche, una noche de junio, joyante de astros, iba rápidamente a su orto (26). Todo dormía en torno de la moribunda y de él en la solemne paz de la tierra, que pronto argentaria el alba. De las cumbres venia, a través del espacio, el aria melancólica de los gallos. En el techo, desde las rendijas, los grillos chirriaban interminablemente, tal como en la noche milenaria  del mundo, escondidos en el espeso follaje  de las gigantescas coníferas. Llegaba la plañidera canturria del próximo rio, que él creía ver deslizarse, lentamente, con aguas más negras que las del Aqueronte, (27) hacia el mar del olivo y de la muerte. (28)
Él, oculta entre las manos la frente febril de insomnios y meditaciones, pensaba en aquella tragedia de su vida, paladeando los más acres sulfatos  de su dolor. Amaba, con la locura del corazón y de la carne, a  aquella que había sido una adorable mujer, semejante, por la aristocracia de sus gráciles formas -como que era retoño de una estirpe selecta– al hermafrodita de la fabula. (29) Cuando la conoció, su cabellera insólitamente profusa, tenia visos de oro, como un rincón de noche estriado de esplendores lunares; su frente era un triangulo armonioso entre sus negros bandós (30); sus orejas eran dos finas conchas de las deliciosas playas de Lesbos; (31) sus cejas sombrías  y aterciopeladas, como las alas de ciertas mariposa de la noche, cejas que se confundían con la iniciación de una nariz sin macula, tal la de una Diana (32) o una Minerva; (33) sus pestañas luengas y unánimes como las de las vírgenes de las catedrales españolas. En el orbe de los admirables ojos, así como dos camafeos trabajados por un ilustre artífice, ya Juan de Segovia o Benvenutto Celine, brillaban dos topacios incrustados de puntos diamantinos. Los labios eran armoniosos y casi marmóreos   por lo pálidos, con un rictus de resignación por las asperezas y hieles de la vida; la faz, larga, de blancura láctea, el cuerpo gentil y fino, que la maternidad no pudo deformar; las manos como las de Juana de Aragón  o las de Ana Bolena, una de éstas tendida aún a los siglos, desde la región del misterio (34); y los pies breves, rosas las uñas, alto el empeine, mostrando el indigne abolengo de su prosapia.
Tal era aquella mujer, cuando en el abril más amable de su vida, tras un ardiente prologo de amor -aquel de Romeo y Julieta- la hizo suya, previa la bendición sacerdotal. Diole el tesoro de su carne  y de su espíritu: carne de diosa  y espíritu de ángel: puso algo de paz pradial (35) en aquella alma huraña y taciturna, tal como la selva de Dante (36); algo de miel de égloga (37) de aquel corazón, que tenia la inquietud  y la amargura del mar; y fue ella, para aquel Prometeo mental, (38) una dulce oceánide (39) que le dijo palabras  de consuelo y esperanza. Mas ahora, victima de una terrible enfermedad, espantosamente demacrada, mostrando el armazón óseo bajo la lívida piel, ella se moría, sin una queja, mártir del amor, en el orto de aquella noche de junio.
Alguien andaba, con paso lento  y sospechosos, por los corredores de la estancia. Se detuvo un instante  en el umbral de la puerta, empujo y entro –escuchándose luego un rumor como de faldas de seda. Los remotos gallos suspendieron sus estridentes clarinadas; del rio no llegaba un solo rumor,  únicamente un grillo prolongo su fúnebre  chirrido, que parecía ir de su escondrijo al fondo de la eternidad
Él, sobresaltado escuchaba la aproximación de la visita invisible. Un gran suspiro lleno el ambiente, impregnado de un fuerte olor de creosota (40); los ojos de la enferma se abrieron  extraordinariamente, ávidos de vida  aún y unos dedos misteriosos los cerraron en seguida. Gimió la mujer palpando en el vacio; palideció, casi hasta apagarse la bujía: y un aire gélido, venido de la Estigia, (41) penetro en el cuarto. Cuando él estrecho, temblando, a la amada yacente en el lecho, solo suspendió un cadáver. La intrusa de Maeterlinck, (42) menos corpórea que un fantasma, había salido por donde entro.
Ya el alba tendía su gasa argéntea sobre las montañas húmedas de roció, semejando enormes turquesas  o esmeraldas; los gallos la saludaban con resonantes dianas, desde la copa de los arboles; el río, laminado de luz, iba cantando armoniosamente entre sus riberas. Despertaba la naturaleza como al rumor de un inmenso epitalamio. (43) Todo era vida: en el cielo, los pájaros volaban alegremente; en la tierra, se alborozaban los frutos; y, en el mar, en los azules abismos, rebullían los peces monstruosos. (44)
Bajo el insulto de aquella alegría universal, aquel taciturno insomne, lleno de fiebre, tuvo ímpetus de maldecir a la creación. Y dos lagrimas como dos gotas de metal fundido, cayeron de sus ojos, rodando a la tierra indiferente. En la sala, entre los agudos gritos  del coro familiar, a la luz de los cirios, yacía la muerta, tal como una dulce cristesa de un marfil antiguo. (45)                    


Un  entierro

Un Entierro, narración en primera persona, por lo que el grado  en que el   personaje se involucra en la trama es más directo,  el autor ha regresado a su ciudad, y es asaltado por la visión desolada  de la ciudad, un hecho ocurre que lo saca del ensimismamiento: un entierro, en que el personaje se ve envuelto. En este cuento como en los ya comentados, el problema de la alteridad y otredad  siguen vigentes, pero se da un cambio de gradación, una combinación del objeto estudiado, en primer lugar el narrador es parte de lo que sucede como testigo presencial y va delatando sus impresiones sobre lo que sucede. En segundo lugar la ciudad se personifica, y actúa como referente de la situación narrada y en tercero el hombre a quien se entierra también desempeña un rol como objeto estudiado. En el narrador personaje  se suscita una a identificación con ese entierro, sin saber a quien entierra, se deja envolver por el acontecimiento y se proyecta en ese hombre al que entierran. Ahí sucede en primer momento de la alteridad, la identificación con la representación del objeto:     

La ciudad como anticipación mortuoria

La alteridad y la otredad no solo se dan entre las personas sino también vía las cosas, una silla, una pared, una calle, un pueblo, toda una ciudad.  Pero actúan como mediación para llegar a un fondo más único: las personas. 

«En El arco y la lira, al hablar de la otra orilla, Paz señala que, en el mundo cotidiano, habitual, rutinario, de repente, porque sí, la calle, la pared, por poner unos ejemplos, nos muestran un chispazo, un flashazo significativo que nos descubre y devela la otredad, al grado que cabe preguntarnos si son así las cosas o son, realmente, de ese otro modo. » (46) 

En Un entierro  las descripciones de las calles se convierten en una alteridad envolvente que se termina convirtiendo en una otredad   

Calles desiertas, calles desoladas, ciudad muerta, calles torcidas,

El narrador describe su estado de ánimo. La presencia de la muerte en una que como dice el personaje del cuento:

ciudad muerta presa ya de un hastió sin limites, que me traía a la memoria recuerdos melancólicos y fúnebres

Ya desde las ventanas acechan la mirada oscura y sin expresión de la muerte:

Algunos redondos postigos abiertos por causalidad, me veían al paso, como si fueran grandes ojos oscuros sin expresión.

El agua como símbolo

Casi al inicio de la narración, dice el narrador:

Caía una lluvia fina, monótona y desesperante, y con esa llovizna continua toda la narración asociada como símbolo a la muerte:   

llovizna interminable que caía del fondo del cielo nebuloso, sobre la ciudad muerta, con la abrumadora constancia de que no había de suspenderse nunca.  

De ahí que en el cuento se reitere:

a llovizna eterna, esa llovizna interminable,  llovizna interminable, Y aquella lluvia, aquel polvillo blanco, llovizna interminable, llovizna eterna, llovizna lenta, 

Y se de ese maridaje entre lluvia y cosas y estados de ánimo que pueblan la ciudad:

Y aquella lluvia, aquel  polvillo blanco caía sobre la ciudad, armonizaba del todo con aquellas calles torcidas, heladas y desiertas; con aquel ambiente húmedo, poblado de bostezos; con aquellas casas antiguas, con aquellas aceras carcomidas, con aquellas gentes soñolientas…
Los tejados de algunas casas doblegabanse  bajo el peso de un siglo de aguaceros, 

Pero también la lluvia representa un elemento disociador, algo que en definitiva se interpone:

Indiferentes  los que quedaban, bajo aquella llovizna lenta, interminable, eterna, olvidándose del amigo enterrado en aquella tierra roja

Donde el narrador asocia la lluvia a la soledad de la ciudad pero también a la  muerte. En este caso el narrador ha descubierto la alteralidad de la ciudad, pero como en Genus Homo, no puede alternar con ella solo entenderla y asumirla en su estado. Igual le resúltala alteridad  del  muerto (en ningún momento de compadece del muerto) y de los que llevan el ataúd y acompañan la procesión, los ve están ahí, seres vivos o fantasmas, pero no puede más que dejarse llevar por aquel acontecimiento. Es una otredad  a medias sobre la naturaleza (lluvia) cosas (ciudad)  y los otros, los dolientes (el cortejo). A quien acompaña pero sin saber exactamente por qué. En algún momento uno piensa que aquella es una ciudad de fantasmas  o espectros, de gente entre soñolientos y medio  muertos, todos los ojos son soñolientos o apagados y gentes soñolientas (envueltos por el sueño o por la muerte):

grandes ojos oscuros sin expresión, ojos apagados, poblado de bostezos; gentes soñolientas, procesión de idiotas  o de sonámbulos, con ojos inmóviles  y soñolientos,

Uno piensa en la Cómala de Juan Rulfo, pero también en el pasaje de un largo sueño: que bajo el peso de un siglo de aguaceros tiene más de un siglo de estar repitiéndose. Y de calles solitarias como aquellas calles que describía Pompeyo del Valle, en su relato: La calle Prohibida.

¿Cuánto tiempo duro aquel viaje casi fantástico?  Se pregunta  el personaje narrador, de quien nunca sabemos cómo se llama, porque en esa ciudad y en ese relato nadie tiene nombre, y todos son solo pálidas sombras.  

Un entierro
Juan Ramón Molina
746 palabras

Aquella tarde de   aquel día –un día del año del que no quiero acordarme– (47) salí a recorrer las calles de Tegucigalpa, ciudad que no veía desde hace mucho tiempo. Caía una lluvia fina, monótona y desesperante, mojando los tejados de las casas, las ruinosas aceras sin nivel, las calles empedradas con guijarros, esos guijarros puntiagudos que me hacen pensar en horribles galopes de caballos con herraduras y en carretas chillonas rodando sobre ellos.  Cruce el puente, aletargado sobre el rio, y recorrí varias calles desiertas, presa ya de un hastió sin limites, que me traía a la memoria recuerdos melancólicos y fúnebres. Los tejados de algunas casas doblegabanse  bajo el peso de un siglo de aguaceros, amenazando la cabeza de los transeúntes. Algunos redondos postigos abiertos por causalidad, me veían al paso, como si fueran grandes ojos oscuros sin expresión.
Pasaban casa y más casa, aceras y más aceras, callejones estrechos, calles desoladas, ventanas conventuales, tejados oblicuos; todo bajo aquella llovizna interminable que caía del fondo del cielo nebuloso, sobre la ciudad muerta, con la abrumadora constancia de que no había de suspenderse nunca.   
Al pasar frente a los almacenes pude fijarme en uno que otro. Polvorosos estantes llenos de cajas de cartón, simétricamente alineados, conteniendo sin duda encajes antiguos, sombreros de Maricastaña, (48) géneros inverosímiles y dijes parisienses del año cincuenta. Todo indicaba falta de movimiento, de comercio, de actividad. En el fondo de las tiendas, dos o tres viejos amigos, de barbas descoloridas y ojos apagados, hablaban si duda de probables matrimonios, de la pobreza del país, tal vez de política. En los mostradores, entre la clásica vara española de medir telas y las balanzas inválidas de pesar especias, dormitaba algún dependiente con chaqueta con pretensiones a lechuguino, (49) o asomándose a la puerta, me seguía por largo tiempo con ojos curiosos e  imbéciles. Y aquella lluvia, aquel  polvillo blanco caía sobre la ciudad, armonizaba del todo con aquellas calles torcidas, heladas y desiertas; con aquel ambiente húmedo, poblado de bostezos; con aquellas casas antiguas, con aquellas aceras carcomidas, con aquellas gentes soñolientas…        
Una angustia inmensa invadía mi corazón, y probablemente hubiera echado a correr, si a la vuelta de una esquina no me encuentro con varios hombres vestidos de trajes negros, agrupándose a la puerta de una casa de aspecto triste. Iba a seguir mi camino,  huyendo de ellos, cuando alguno me presento una vela esteárica (50) e inconscientemente me vi incorporado a un cortejo fúnebre. Adelante iba el ataúd, en hombros de seis personajes mudos, probablemente habituados a llevar difuntos, por el aspecto indiferente de sus rostros, cubiertos de barbas despeinadas  y ásperas. Atrás, sin guardar ningún orden, por pelotones, caminaban los demás invitados, con aires imperturbables, haciendo sonar sus zapatos acompasadamente sobre el húmedo empedrado. Y mientras íbamos así, bajo aquella llovizna  interminable, tras aquel ataúd  que encerraba un difunto cuyo nombre no sabía yo, ni pronunciaba  a mi lado ninguno, las campanas de la parroquia  doblaban lentamente, con unos dobles agonizantes, llenando la helada atmosfera  de quejas  y de tristeza infinita mi corazón. Caminábamos como una procesión de idiotas  o de sonámbulos, sin dirigirnos la palabra, sin volver la cabeza a ningún lado, sin pensar en la vida, ni en la muerte, ni en nada, en dirección al cementerio, tras aquella caja negra  que llevaban aquellos hombres extraños.
¿Cuánto tiempo duro aquel viaje casi fantástico? No lo sé, tan olvidado iba de mí entre aquellos espectros. Por mi parte hubiera querido que no terminara nunca, que siguiéramos caminado así por muchas horas más, recorriendo calles sin termino, bajo aquella llovizna eterna, oyendo a lo lejos  los dobles lentos  y pausados, pausados y lentos  de las campanas. Cuando pude darme cuenta de si situación, estaba en el camposanto, viendo sacar a un sepulturero de cara salvaje, grandes paletadas  de esa horrible tierra roja (51)  y abetunada  de nuestros alrededores, cuya vista me daña inmensamente mis nervios. Los fantasmas, mis compañeros  del cortejo  fúnebre, se acercaron a la huesa (52) mirando con ojos inmóviles  y soñolientos, como iba el cajón descendiendo  al fondo de ella; y cuando todo termino  a la barrosa claridad  del crespúsculo de aquella tarde indescriptible, se marcharon con caras indiferentes  los que quedaban, bajo aquella llovizna lenta, interminable, eterna, olvidándose del amigo enterrado en aquella tierra roja, en aquel barro pegajosos, en aquel betún color sangre, que me hizo pensar por mucho tiempo en cementerios sembrados de frescos  y elegantes cipreses  y en sepulturas cubiertas de flores  y bañadas de alegre sol.  

Epílogo

En esta post de han ajustado varios conceptos y corrientes literarias: alteridad, otredad, simbolismo, hermafrodita, fantástico. Es saludable hacer unas aproximaciones causales de esos términos en la mente de J.R.Molina.  Las nociones de alteridad y otredad en Juan Ramón Molina, posiblemente vengan de su tráfico poético. Son intuiciones  más que  un posicionamiento con un grado consciente y comprensión de los conceptos, tal y como los entendemos ahora. Los cuales no eran conceptos desarrollados en su época. No obstante esas nociones en las piezas literarias aquí consideradas, revelan su visionaria intuición y percepción notable de la cotineidad.  Por otra parte, el simbolismo que se explaya en sus cuento es en primer lugar un acercamiento, eso si muy consciente al simbolismo del Maeterlinck. Y en cuanto al tópico de Hermafrodita, le viene por la intertextualidad de la mitología griega. Pero probablemente nunca alcanzo a integrarlo totalmente en su obra, parece más un esnobismo de la época o un abordaje parcelado, más que asumir conscientemente la apropiación y desarrollo integral de ese concepto. Tal y como lo entendieron y desarrollaron escritores posteriores.

Curiosamente otro escritor contemporáneo, el poeta José Antonio Domínguez, aborda ese dualismo femenino y masculino, en su poema El himno a la materia; en donde el ambivalente tratamiento de Dios, vía la materia,  también admite una oscilación entre lo femenino y lo masculino. Por su parte lo fantástico es abordado genéricamente, como un tópico temático, compartido por muchos escritores de la época, por lo general, las piezas comentadas, sufren un gesto   comedido y sin exageraciones, o evitan un sobrenaturalismo escandaloso. Esto lo consigue, el autor porque en una buena parte de las narraciones logra balancearlo con elementos duros provenientes de la realidad circundante. Las tres piezas aquí reseñadas son piezas bien pensadas y relativamente a pesar de ciertos tramos extraños, son piezas convincentes. Si de detectan en La intrusa rasgos de Poe, y más que el olor de la creosota, lo que anda en el aire es el olor añejo de un decadentismo y la imagen de un gótico tardío. Por demás, el cuento el Un entierro, podría considerarse un precursor embrionario del magistral cuento fantástico La calle prohibida de Pompeyo del Valle. Finalmente, uno percibe, dejando de lado la palabrería y lo exótico del jardín modernista, y aún a sabiendas que Juan Ramón Molina era más poeta que prosista, y por todos considerado como un modernista consumado. Estas  piezas literarias  revelan el potencial mental del autor, y hacen posible identificar otros veneros y percibir otras aristas de su obra.





Bibliografía

Juan Ramón Molina, Seis Narraciones. Cuadernos de SECTUR No. 7. Departamento del Libro. Dirección General de Cultura. Secretaria de Cultura y Turismo, 1988.

Los llamados numerales (x) dentro de los textos originales de los  cuentos, son nuestros, y no de la publicación original,  lo hemos hecho para aclarar algunas ideas o  precisar algunos términos mitológicos o palabras que están en el texto y que están en desuso o son muy de aquella época, y no son entendibles para el lector promedio actual. Para los términos mitológicos hemos usado dos diccionarios, cuando no es así, remitimos a la fuente original, por lo general documentación de Wikipedia e internet. 

Garibay K. Ángel Ma. MITOLOGIA GRIEGA. DIOSES Y HÉROES. Editorial Porrúa, No.31, 2000
Diccionario de la Mitología Mundial, prologo de Rafael Fontan Barreiro, Biblioteca EDAF 231, 1981
Enlaces
Argueta, Marta Reina, Naci en el fondo azul de las montañas (Ensayo sobre Juan Ramón Molina),  262 páginas, junio 1990, (PDF)

Juan Ramón Molina, TIERRAS, MARES Y CIELOS, Biblioteca Básica de Cultura Hondureña, volumen No.7, Secretaria de Cultura y las Artes. Colección dirigida por Rigoberto Paredes y Pompeyo del Valle, 159 páginas,  1996, (PDF)

Juan Ramón Molina. Antología verso y prosa. Ministerio de Cultura. Departamento de Edición, San Salvador, El salvador, 241 páginas, 1959, (PDF)

Organización Mundial de Poetas,  Escritores y Artistas.  Salón Juan Ramón Molina, sitio web.

OTRAS ENLACES

Aguilar Víquez, Fidencio. Dialógica, La otra voz: Octavio Paz y la noción de otredad. Revista de filosofía versión On-line ISSN 2395-8936, versión impresa ISSN 2007-2406, Rev. filos. vol.6 no.10 Querétaro jul. 2015


Notas bibliográficas

1. Wikipedia, entrada Juan Ramón Molina   
2. Ibíd., Wikipedia
3. Otredad y alteridad (articulo), blog. http://otredadyalteridad.blogspot.com/, 2012
4. Pérez Porto, Julián  y Merino, María, Definición de alteridad. https://definicion.de/alteridad/), 2012.
5. Ruiz-De la Presa, Javier.  Alteridad. Un recorrido filosófico, Tlaquepaque, Jalisco: ITESO. Agosto  2007, 181 páginas,  p.13. (PDF)
6. Ibíd.,  p.13.
7.  Aguilar Víquez, Fidencio. SciELO,  Dialógica, La otra voz: Octavio Paz y la noción de otredad. Revista de filosofía versión On-line ISSN 2395-8936, versión impresa ISSN 2007-2406, Rev. filos. vol.6 no.10 Querétaro jul. 2015.
8. ob.cit., Aguilar, Víquez, Fidencio. 2015
9. A pesar de ser una pieza breve, Juan Ramón Molina, en este retrato del individuo raro que ha encontrado y descrito de una manera poco convencional, entre crepúsculo y sombra crepuscular, aparentemente en una selva claroscuro, en breves y rápidas pinceladas, hace una descripción con el  aire de los pintores  impresionistas. En que las formas nítidas de una persona se diluyen y se tornan borrosas, hasta solo ver pedazos que son completados por el observador, por ejemplo en esta sucinta descripción: A la hora del crepúsculo vespertino (…) Su cabellera húmeda caía sobre su cerviz. De su fuerte mandíbula pendía una barba gris y luenga, tal como las parásitas que cuelgan de las ramas de un roble. Su pecho era belludo y huesoso, (…) Sus corvas piernas hundianse en el agua, y tenia dos miembros que me imagine que eran brazos. Sus ojos –entre sus cejas hirsutas y el bosque de su barba– me veían tristes y curiosamente, enlutecidos por la sombra crepuscular.

Notas bibliográficas para Genus Homo

10. Genus Homo, genero del hombre. La voz de origen latino genus, significa, estirpe, linaje, nacimiento, clase o tipo natural de algo, y también ya en latín genero gramático. En la clasificación biológica de fósiles y organismos vivientes un grado arriba de especie y uno debajo de familia. Tomado de Etimología de la palabra genus, y en la entrada Genus en Wikipedia.  (Versión ingles).
 


Notas bibliográficas para La intrusa

11. Su obra La intrusa, forma parte de una trilogía, (La intrusa, Los ciegos, Interior), fue escrita en 1890. Una version en ingles de la trama: Set in the living room of a home, the grandfather, who is blind, waits with the father, the uncle, and the three daughters. They wait for the arrival of the priest and the sister. The ailing mother, who is in the next room, has given birth to a child, who sleeps in another adjoining room. After hearing many noises, the grandfather hears two sets of footsteps upon the staircase. The maid appears, saying the door was open, so she shut it. The grandfather claims he heard someone enter the room behind the maid, but the others in the room say she was alone. The clock strikes midnight, the baby commences screaming, and the Sister of Mercy appears, announcing the death of the mother. It became clear that the intruder being referred to by the old man was death itself.." [6] Tomado de entrada Intruder, play, versión en ingles, Wikipedia.
12. Comperé, Gaston. Maurice Maeterlinck. Alegorías y símbolos, Trad, Agustín del Moral Tejada, p. 2  (PDF)
13. Ibíd., pagina 2
14. Ibíd., página 2
15. Argueta, Marta Reina, véase el notable ensayo Naci en el fondo azul de las montañas (Ensayo sobre Juan Ramón Molina), junio 1990, 27-32p. (PDF)
16. ob., cit., Campere, Gaston Campere, p. 21
17.Para un gran número de los escritores y  artistas de las primeras dos décadas del  siglo veinte, el sueño llego a ser (…) un paradigma del todo, una visión del mundo. Mas adelante McFarlene dice (…) Rilke buscaba la explicación y significado en las Elegías de Duino y los Sonetos de Orfeo como expresión  “la identidad del terror y lo sagrado”, la unida de la vida y la muerte, todas ellas eran características del modernismo—Una maraña de víboras,   en la cual, el  si y el no, la vida y la muerte, el hombre y la mujer (…) pierden su separada identidad y emergen.” McFarlane, James. The mind of modernism. Modernism, Pelican Guides to European Literature. Edited, Malcolm Bradbury and James McFarlane, 1983, p. 86
18. Idem., p. 86, p.87, p.90.  
19. LILIA DAPAZ STROUT, véase CASAMIENTO RITUAL Y EL MITO DEL HERMAFRODITA EN Ómnibus DE CORTAZAR. Universidad de Carolina del Sur (EE. UU.). Citado textualmente: «Este trabajo pretende demostrar cómo los elementos que integran este cuento forman parte de una cadena eslabonada perfecta e inconscientemente por el autor. Cada palabra, cada objeto, cada alusión, cada detalle, tiene su significado, su razón de ser y funciona armónicamente en la manera cómo la obra ha sido concebida y compuesta. (…) Sin saberlo, el autor ha expresado este fenómeno psicológico y ha usado una serie de elementos comunes a la alquimia medieval a la que Jung considera como un ejemplo de proyección en la materia del proceso de individuación. (…) Renueva uno de los mitos más poderosos. Aquel en el que se dice que el sol y la luna deben unirse para formar un solo ser.»
20. ob.cit., Aguilar Víquez, Fidencio. 2015.  
21. Lapoujade, María Noel, Cap. III. Imaginación y fantasía,  Filosofía de la imaginación. Siglo  XXI editores, 1988, p. 135-148
22. Ibíd., p. 140              
23. Ibíd., p. 142  
24. Presencia del sentido auditivo, él escuchaba  en el personaje que presencia el hecho fantástico. Pero que también pone en evidencia que el narrador en tercera persona omnisciente, dado que sabe lo que piensa el personaje.   
25. En los postulados de Sartre sobre lo fantástico, basado en una concepción de lo fantástico como un universo total. No caben medias tintas. Para el un cuento como La intrusa o la obra La intrusa, o La calle Prohibida de Pompeyo del Valle no serian textos fantástico. Si lo serian por ejemplo, El señor de los anillos o Harry Potter, aun una novela como Metamorfosis de Kafka: universos totales de lo fantástico. Pero Todorov es mas condescendiente, en su tipología lo extraño, lo fantástico y lo maravillosos, un cuento u obra de teatro como La intrusa estaría en lo que el denomina “extraño” y muy cerca de lo fantástico; y un cuento como La calle prohibida, seria definitivamente un cuento  fantástico.   
26. orto, salida o aparición del sol, o de otro astro por el horizonte. 
27. En la mitología griega un rio que se pierde y que a veces emerge de la tierra, de ahí que se haya dicho que es el camino hacia el mundo de los muertos. Sin embargo en la mitología los ríos de la muerte son Estigio (aborrecido), Aqueronte (temible), flefgeton (fiero), Lete (que da olvido).  Mitología Griega. Dioses y Héroes, Ángel Ma. Garibay K. Editorial Porrúa, p.42 
28. Posible alusión al Mar Muerto y Monte de los Olivos: Israel.   Pero también a la muerte porque el Monte de los Olivos es también un cementerio, ahí descansan los restos del profeta Ezequiel.
29. Hermafrodita. Un mito de implicaciones bisexuales, el hijo de Hermes y afrodita: Hermafrodito, de quien Semelec se enamora, y pide estar unido siempre a Hermafrodita, de ahí que los dioses los unen.  La fabula es de Ovidio. Pero también en este orientación integrarlos opuesto en la unidad, es un tema de la mente moderna. Los opuestos habían sido tratados  como partes balanceadas, pero separadas, cada una con su propia identidad. En la mente moderna se produce un cambio de coordenadas y estos opuestos se integran en una sola unidad. El término también goza de amplias connotaciones e implicaciones en el simbolismo y la mística y el esoterismo.  
30. Bandós. Procede de una castellanización del galicismo bandeau, en un peinado parte del cabello que se aplasta  sobre la sien.    
31. Lesbos, isla en el mar egeo, cerca de Turquía, Wikipedia.  
32. Diana, para los romanos Diosa de la caza.  
33. Minerva, nombre romano para la Diosa Atenea  
34. Probablemente alusión a Juana de Aragón, más conocida como Juana la Loca, quien Fernando el católico, su padre, y Carlos I, su hermano declararon loca, para evitar que llegara al trono. Ya quien recluyeron por 47 años en Tordesillas. Ha sido tema de historiadores y especialistas comprobar si esa aludida locura era real o fue una estratagema para sacarla del poder.  De ahí que esa controversia entre la locura o la sanidad mental, sea una mano tendida aun a los siglos, desde la región del misterio. Pero también puede ser una alusión a que Juana de Aragón padecía de polidactilis (seis dedos en una mano en lugar de cinco).  Adicionalmente esa comparación que hace Juan Ramón Molina de las manos de su amada, con las manos de Juana de Aragón y Ana Bolena, también podría tener otra cariz, esta vez integrativo de los opuestos. Porque es curioso que seleccione ambas mujeres y reinas, la una Juana de Aragón, proveniente  de una familia católica, pero que Juana  abjura de esa religión. Y la otra Ana Bolena, proveniente de una familia con inclinaciones protestantes, corriente que la Bolena defendió a capa y espada. A ambas reinas las une  que  tuvieron finales trágicos.       
35. Pradial, es una palabra francesa, de uso muy especifico, pero en sentido general se puede entender como primaveral, entonces paz predial. El nombre del mes deriva del francés prairie, que quiere decir pradera. Según el informe a la Convención propuesto por Fabre d'Églantine, dicho nombre se refiere a "la fecundidad risueña y la recolección de las praderas de mayo en junio:". El sufijo -al denota que el mes pertenece a la estación de la primavera, igual que Germinal y Floreal. Tomado de Wikipedia.




36. Es de aclarar que en el cuento La intrusa, la selva de dante es referido al carácter de la mujer amada: en aquella alma huraña y taciturna.   Selva de Dante, alusión al Canto I del infierno, que después pasa al camino del purgatorio. Además de la ubicación de la selva, tiene otras connotaciones, canto que se desarrolla en la fechas (Viernes Santo), o según otros comentadores entre el 24 y el 25 de marzo de 1300 (aniversario de la Encarnación de Jesucristo). Pero también esa Selva Oscura es una alegoría de la perdición y el pecado.  La frase completa es: "En medio del camino de nuestra vida me encontré por una selva oscura" (I, vv. 1-2). Juan Re Crivello, hace los siguientes glosas: "Nel mezzo del cammin di nostra vita mi ritrovai per una selva oscura" La selva oscura es para Dante la vida dominada por los apetitos y no iluminada del juicio. Es el estado de miseria psíquica que muchos pasan en esta sociedad. Pero es también un viaje, la reconquista espiritual del individuo. Suena a tema religioso pero esta alejado de ello, es quizás la extraña lucha que establecemos cada día para mantener un equilibrio emocional. Es la selva y rebelarse, tomar conciencia y encontrarse. "ché la diritta via era smarrita." La via de la libertad personal es de mi parte la elegida. "Ahi quanto a dir qual era è cosa dura esta selva selvaggia e aspra e forte che nel pensier rinova la paura!" Es arduo, difícil, atravesar este viaje de autoconocimiento que produce el miedo, la duda. Es el sentimiento áspero. Tomado de Blog retratodelinfierno.
37. Égloga, Composición poética y bucólica, caracterizada por ofrecer una visión idealizada  de la naturaleza y de la vida del campo.
38. Prometeo, es un símbolo y benefactor de la humanidad. Castigado por los dioses, Zeus,  por haber robado el fuego sagrado del Olimpo y habérselo dado a los hombres. El tema de Prometeo ha sido un tema abordado por los trágicos griegos.   
39. Oceánide, en la mitología griega ninfas del mar hijas de Océano y Tetis.  
40. Creosota, sustancia liquida y aceitosa que se extrae del alquitrán  y que se usa para proteger una materia dela putrefacción.   
41. Estigio, ver nota 16
42. Maurice Maeterlinck,  autor belga en lengua francesa, dramaturgo, poeta y ensayista. Se le otorga  Premio Nobel de literatura en 1911. Simbolista por orientación. Mas conocido por sus dramas liricos, compuso una trilogía de obras de teatro, de las cuales una de ellas es La intrusa. En sus ensayos, escribió sobre las abejas y las termitas.  Muy cercano a la misticismo y el panteísmo. (Véase también nota  10, La intrusa)
43. Epitalamio, composición poética hecha para celebrar una boda. Epithsmion, en griego, relativo a las nupcias.
44. Peces monstruosos. Océano. La concepción de océano era curiosa entre los griegos: comenzaba en las columnas de Hércules e iba a dar a la región, entre otras, del Hades. El océano era un criadero de monstruos,  tales como las gorgonas, los hetaconquieres, las hespérides. En la mitología hebrea el Leviatán era un monstruo marino que perseguía las almas. Hemos seguido la línea mitológica por el contexto y uso abundante de la mitología en el cuento. No obstante, Juan Ramón Molina, a los 17 años, según señala, Marta R. Argueta,  en viaje a Guatemala, Golfo de Fonseca. En su pieza Las olas, hay una hace una descripción semejante, cuando refiriéndose al mar, dice: monstruosas sombras abrían sus fauces negras, véase la pieza Las olas, en Argueta, Marta Reina, Naci en el fondo azul de las montañas (Ensayo sobre Juan Ramón Molina), junio 1990, p.19-20. De tal manera que si bien podría haber resabios de una mitología, también como lo advierte Marta R.Argueta, el poeta ya había tenido acercamientos y experiencias personales sobre el mar, y afloraba ya desde joven ese potencial  poético y metafórico que se advierte en esa pieza literaria.        
45. Palabra cristesa, la frase completa en su contexto textual es dulce cristesa de marfil antiguo, que son las palabras finales del cuento.   Pero al volver a cristesa, palabra que no hemos encontrado en el diccionario, ni tampoco la tiene registrada la RAE. Tampoco la hemos encontrado en diccionarios especializados de arte. No obstante, aventuramos una hipótesis: atendiendo al lexema, podría ser cris, y ello deviene en Cristo. Christus latín, christos griego Si hubiese un femenino seria Crista. (Aunque sabemos que no hay un femenino de cristo). Pero ahora pensemos en príncipe y princesa, barón y baronesa, alcalde y alcaldesa y en  cristo y cristesa.  (Las negrillas en las terminaciones esa de la palabras son nuestras). Lo podríamos dejar hasta ahí  como una simple especulación ociosa. Sin embargo,  hay dos textos en el cuento, que auxilian esa hipótesis. La frase el mar del olivo y de la muerte, (véase nota 28), como dijimos la frase hace alusión a la tierra de Israel, básicamente dos elementos geográficos: el Monte de lo Olivos y el Mar Muerto. Par de puntos geográficos que simbolizan la muerte y pasión de Jesucristo.  Su muerte en el calvario. La segunda frase es cuando el narrador (no el autor) describe a la mujer amada como mártir del amor. En alusión al carácter sufrido de esa mujer. Y que el narrador reverencia hasta el paroxismo. (Recordemos que era su esposa) Pero, ¿Qué mayor mártir de amor en la tierra, que Jesucristo? Finalmente, hemos insistido en esa ambivalencia que mueve esta vez si, al autor en ese carácter andrógino. Aun sin saber por qué lo hace, pero que embona con ese dualismo integrador de lo femenino y lo masculino. Cristo y Cristesa. Y aunque esa palabra, cristesa  no exista en los diccionarios, no significa que el autor no podría haber creado un neologismo, para atender a esa insuficiencia del lenguaje y darle contenido a esa mujer: mártir del amor. Por lo que la frase final del cuento, podría razonablemente sostenerse como tal, dulce cristesa de un  marfil antiguo. Porque aunque hipotética, es perfectamente razonable. Pero para agotar el tema, aunque esa palabra fuese un error de trascripción, entre el original y el texto publicado, y que la palabra, por un error de dedo en la trascripción,  fuese no cristesa sino tristeza, entones estaríamos ante un oxímoron, esa figura estilística que acomoda  dos ideas adversas y las junta aunque ambas se repelan,  por ejemplo dulce tristeza. A primera vista tan razonable parece una hipótesis como la otra.  Solo recordemos, este oxímoron, dulce mal, o aquellos versos iniciales de Villon, estoy muriendo de sed cerca de la fuente. Bajo ese entendido la frase final del cuento también  podría ser,  dulce tristeza de un marfil antiguo. No obstante habría un problema, si bien no insalvable, si relativo, y es que esa frase no encaja  totalmente con el contenido del cuento, porque no reivindica a la mujer amada. En la muerte de la mujer del cuento no hay una dulce tristeza sino una agonía. La mujer que muere lo hace demacrada, así como la muerte de cristo no es simplemente una dulce tristeza. Pero las posibilidades están abiertas, ni una hipótesis descarta totalmente a la otra. Los abogados defensores cuando defienden a un acusado hablan de duda razonable, invirtamos los términos, también se podría hablar de evidencias hipotéticamente razonables.


Notas bibliográficas para Un entierro

46. ob.cit., Aguilar Víquez, Fidencio. 2015.  
47. Alusión al comienzo de la obra El Quijote de la Mancha: “En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” Es Villanueva de los Infantes, una preciosa localidad de Ciudad Real (5.800 habitantes), capital del Campo de Montiel. Véase,  Descubierto el “lugar de La Mancha” de Don Quijote del que Cervantes no quiso acordarse. Celeste López Madrid. La vanguardia Libros. 16/01/2016
48. Maricastaña,  se usa para indicar un tiempo muy remoto o antiguo.   
49. Lechugino, persona joven que se arregla o acicala en exceso. Aunque su uso es despectivo. Vendría a ser un precursor embrionario del actual metrosexual post moderno.
50. Esteárica, palabra innecesaria, pero que ser refiere a grasa o sebo.  
51. Tierra roja, podría ser un equivalente de tierra ensangrentada, las alusiones a colores en las cosas de la naturaleza son frecuentes en la literatura. En un cuento de Poe el blanco de la nieve se convierte en rojo. Y en un cuento más moderno, El símbolo de Virginia Woolf, también hace alusión al blanco de la nieve como rojo. En ambos casos, como en el cuento de Juan Ramón Molina, el rojo simboliza la sangre. Pero tampoco podemos soslayar que J.R.Molina usa el blanco, cuando dice Y aquella lluvia, aquel  polvillo blanco caía sobre la ciudad
52. Huesa, concavidad que se hace en la tierra para depositar un ataúd o cadáver.






CREDITOS

Ilustraciones

Molina Total, cartel, Organización Mundial de poetas. Salón Juan Ramón Molina Puente
Rostros, ilustración en  otredadyalteridad.blogspot.com
Lo prohibido, pintura de René Magritte.
Manos enlazadas, ilustración en otredadyalteridad.blogspot.com dibujo
Ventana con el mundo, Dibujo W.T.Benda
Juan Ramón Molina, estampilla, Organización Mundial de poetas. Salón Juan Ramón Molina.
La intrusa, foto obra de teatro.
Calle de Tegucigalpa, principios del siglo XX, foto. Mención Grafica de Honduras
Juan Ramón Molina, foto Wikipedia.
Selva oscura Ilustración de Paul Gustave Doré
Puente Mallol Tegucigalpa, Memoria Grafica de Honduras