Critica y reseña. Una cierta nostalgia: persistencia en el tiempo y en la memoria.





María Eugenia Ramos*. / Foto: Otoniel Natarén


Por: Gustavo Campos1.

Una cierta nostalgia se publicó por primera vez como libro en el año 2000, si bien una primera versión apareció en 1998 como separata en “Hondulibros”, el suplemento cultural dirigido por el poeta Óscar Acosta en el diario El Heraldo de Tegucigalpa. Escrito a lo largo de varios años, incluyendo un cuento que data de la primera juventud de la autora, cuando ni siquiera imaginaba en ese momento que se convertiría en libro, y mucho menos uno de los más importantes de la narrativa breve de Honduras, Una cierta nostalgia es testimonio de una vocación encontrada en un mundo entretejido entre el onirismo, lo fantástico y lo real, con el acompañamiento de las dotes de la paciencia, la corrección y la perfección.
La extrema sobriedad narrativa, su laconismo obsesivo, no entorpecen las tramas de sus cuentos; por el contrario, esa destreza es la que evidencia la altura literaria de Una cierta nostalgia y en especial algunos de sus cuentos, como “La muerte del abejorro”, “Para elegir la muerte”, “Domingo por la noche”, “Cuando se llevaron la noche”, que en distintos contextos y lecturas tendrán cada vez nuevos significados. Es un libro lleno de símbolos, de inaccesibilidad, de hondas angustias, de terrores manifiestos y contenidos, que expresan la preocupación interior al verse impotente ante las fuerzas del mundo exterior. Obras como Una cierta nostalgia se componen de pensamientos esquivos, de silencios, mutan y se disfrazan de rasgos kafkianos, haciendo que el lector vuelva una y otra vez a ejercer el verdadero acto de lectura, que es la relectura.
Madejado por un profundo proceso de extrañamiento en el que convergen desde ambientes de humor absurdo, a lo Stevenson o Chesterton, a los ambientes realistas de una época a la que su propuesta no fue indiferente, como la terrible herida de los desaparecidos, este libro ha estado sin embargo bajo la amenaza del silencio. Sin ser bien digerido ni comprendido por las “instituciones literarias” del patio, el libro tomó fuerza y desde el extranjero nos ha sido devuelto como un objeto de incalculable valor, no solo para Honduras sino para Latinoamérica.

La autora ha sido reivindicada gracias a la lectura desprejuiciada de lectores de mayor nivel. Sí, quizás solo dos o tres personas en Honduras pudieron descubrirlo. Y quizás sus juicios pasaron inadvertidos, pero no para un grupo de editores y organizadores de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que en 2011 la rescató y la propuso al mundo como uno de los “25 secretos literarios mejor guardados de América Latina”. El avezado ojo lector del escritor nicaragüense Sergio Ramírez hizo justicia.
Es difícil y riesgoso para los contemporáneos captar una obra en el sentido histórico del tiempo y de la sociedad. La academia sugiere un largo distanciamiento para hacer sufrir al creador mediante una absurda paciencia y tiempo de espera, para que su obra sea validada o descubierta como una fracción de nuestra sociedad. Si es cierta esa premisa de que el escritor o la escritora escribe para lectores cuyo juicio no sea enceguecido por una falsa conciencia literaria, este es el caso de María Eugenia Ramos, y es precisamente por esa razón que ella está condenada a que su obra sea sometida constantemente a la persistencia de la memoria y del tiempo.
María Eugenia Ramos es por el momento quien mejor representa a nuestra literatura nacional. Así como los personajes de sus libros, la autora aún no decide indagar más allá de los límites de la narrativa, que es al mismo tiempo su vocación, su legado y su condena.

1. Gustavo Campos, escritor, editor y promotor cultural hondureño (1984). Ha publicado poesía, relatos, novela y artículos periodísticos y de crítica literaria. Su obra figura en numerosas antologías de narrativa y poesía publicadas en Honduras, España, México, Estados Unidos y Francia. Ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos el premio único en el VII Certamen Centroamericano de Novela Corta (2016), otorgado por la Sociedad Literaria de Honduras. La crítica y profesora universitaria guatemalteca Beatriz Cortez ha incluido una de sus obras en la cátedra que imparte en la Maestría en Literatura Centroamericana de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

Gracias, Lempira, 18 de octubre del 2016.

*María Eugenia Ramos. escritora y poeta hondureña. Ha publicado Una cierta nostalgia,(2000),  libro de cuentos y El ultimo sol, (1989), libro de poesía, ediciones Paradiso. Algunos de sus piezas literarias (poesia y prosa) han sido antologadas, y ha  recibido varias premios y reconocimientos internacionales. 

Fotografía de cubierta: Lourdes Soto.


Fuente: La tribuna, La tribuna Cultural, 20 NOV, 2016 

Cuentos hondureños: Tortura por Ámbar Morales




Tortura*


Tenía tres o cuatro años cuando vi por primera vez la muerte de mi hermana. Una muerte lenta, arrastrante, que la seguía por todas partes. Al principio se mantenía algo distante, unos cuantos metros detrás de ella, pero, con el tiempo, se fue acercando.
No sabía qué era una muerte hasta que mi abuela me lo contó entre los olores de su cocina, mirando a Julia desde la ventana con los ojos entrecerrados.
—¿Julia se va a morir? —le pregunté—.
—No te preocupes por eso. 
Traté de no hacerlo. Ver las muertes se volvió algo normal. Estaban en todas partes. Eran de tan diversos colores como de tamaños. Algunas seguían a sus personas muy por detrás con paso lento y acompasado, como ancianos, y otras estaban pegadas a sus espaldas, con las extremidades rodeándoles el torso, el cuello y los brazos en un abrazo fatal, asfixiándoles el rostro. Como si trataran de engullirlas, absorber sus almas. Cuando se acercaban tanto, nunca las volvía a ver.
Muchas de las muertes, en su gran mayoría, eran rápidas. No te daban el tiempo suficiente para prepararte, o salir del shock de sus primeras apariciones. Un día estaban allí, al siguiente no. Así eran la mayoría de las que miraba todos los días, tan próximas que podías sentir en el aire la tensión de lo cerca que estaba esa persona de sus últimos segundos. Otras, como las de los ancianos, eran las que se acercaban con lentitud, más cerca cada hora, cada día, segundo por segundo. Estas tampoco me gustaban. Me hacían sentir una ansiedad indescriptible.
La muerte de mi hermana era así, como la de un anciano. Lenta, lejana y muy gorda. Se movía con pasos largos e indecisos, tratando de seguirle el paso al caminar frenético y alegre de Julia, siempre un poco rezagada, en algún rincón de una habitación, observando con su forma etérea. Una náusea horrible que empezaba en mi estómago y amenazaba con manifestarse en vómito me sacudía cada vez que la observaba, así que trataba de no hacerlo. Después de tantos años viéndola, intenté ignorarla.
No entendía muy bien por qué la muerte de Julia era así. Tan lejana. O por qué después de cinco, seis, diez años, seguía allí, sin terminar totalmente su trabajo. Algunas veces se me cruzó por la mente que estaba allí sólo para torturarme. Pero sabía que algún día sucedería. Todos lo sentíamos en el aire, aunque mis padres se esforzaban por ignorarlo. Cada año, esa sombra de color naranja rojizo se acercaba cada vez más, y se volvía más grande y más gorda.
A medida que fui creciendo, y el peso del significado de la muerte de mi hermana se fue haciendo más enorme, empecé a tener ataques de pánico. Despertaba de pesadillas horribles donde mi hermana cruzaba un túnel oscuro donde yo no podía seguirla. Pensar en ese día no me dejaba respirar en las noches. Boqueaba por aire, y empezaba a llorar, imaginándome un futuro donde no estuviera.
La posibilidad de un mundo sin ella era insoportable.
Llamaba a mi abuela inconsolable, y ella llegaba a mi cuarto corriendo, dándome cobijo entre sus pechos, susurrándome palabras de consuelo en los oídos, nunca cediendo a las lágrimas, nunca mostrando pesar ni desconsuelo. Terca, inamovible, dolida. Impotente.
Trataba de ser como ella cuando me encontraba con mi hermana. Intentaba con toda la fuerza de mi ser controlarme y no dar a conocer que cada vez que pasaba a su lado, cerca de esa muerte que le respiraba en la nuca, era como si llevara mil agujas en la garganta. De lo inútil que me sentía. Practiqué incontables veces en el espejo para que mi rostro no cediera, para que mis llantos no llegarán hacia su corazón ignorante, que mi alma llena de pesar no la rodeara como la estaba rodeando su muerte.
Para cuando tenía dieciocho años, y Julia dieciséis, su grotesca muerte ya le rodeaba el cuello y el torso con sus brazos largos y pegajosos. Verla atada a mi querida hermana me daba una repugnancia enorme. Tener que soportar todos los días levantarme a las cinco de la mañana, antes que todos los de la casa, y correr a su habitación para chequear su pulso me era imposible. El suspenso me mataba. Soñaba con su muerte todas las noches, con dagas y cuchillos, pistolas y sogas, píldoras y venenos. La seguía a todas partes, lloraba cuando salía sola, dormía en su habitación para sentir su calor y asegurarme que no despertara helada en las mañanas. Mis padres se empezaron a preocupar por mi comportamiento errático, por mis ataques de pánico a la mitad del día o de la noche, por mis gritos de ansiedad y mis ojos rojos, enloquecidos. No sabía qué hacer, nadie podía ayudarme. No podía hacer nada. Aunque lo supiera, no podía hacer nada.
Deseaba que todo aquello acabara pronto, que ya pasara mi salvación de toda esa pesadilla. Me carcomía por dentro, me dolía el corazón, no dormía, no hacía nada, nada más, no pensaba en nada más que Julianna, Julianna, Julianna.
Terminó pasando un fin de semana en la playa. Era de noche y estaba muy oscuro. En el cielo no había luna. Ella me invitó a nadar un poco antes de acostarnos, en ese momento que nuestros padres estaban dormidos, y yo accedí con gusto, con los ojos enrojecidos.
Corrimos hacia el muelle. En un lado de la bahía había una enorme pared de piedras donde las olas chocaban con violencia. El mar estaba bravo, así que decidimos no bajar a bañarnos en la playa. Sin embargo, siendo Julia tan temeraria como era, propuso ir a investigar entre las rocas. Caminamos un buen tramo entre las piedras enormes y negras mojadas cuando de improviso, ella se deslizó.
Mientras yo iba adelante, balanceándome con mis brazos, Julia cayó en lo que era una pequeña poza de agua sin hacerse daño, riéndose nerviosamente, y trató de escalar de nuevo hacia donde yo estaba. Las rocas eran muy lisas y planas, sin ningún resquicio donde sostenerse, así que no pudo salir sin ayuda. El agua de las olas iba llenando la poza poco a poco, y pronto la haría rebalsar, llevándose a Juli con ella.
—Ayúdame —me sonrió.

Yo le sonreí de vuelta, pero no me moví de donde estaba.

—¿Mari?

Observé su muerte, que ahora le tapaba la mitad de la cara y que formaba una especie de máscara naranja que se movía con sus expresiones. La observé muy detenidamente. Por un momento pensé que si salvaba a mi hermana tal vez la muerte por fin desaparecería. Jamás había visto una muerte desaparecer. Una vez que se dictaba, no podías escapar de ella.
No iba a desaparecer.
Si la ayudaba, no iba a desaparecer. Y yo seguiría viéndola por todos lados. Y seguiría sufriendo.
Me quedé allí, observando cómo el agua llenaba el pozo, hasta que la corriente se llevó a mi querida hermana al mar embravecido. Observé cómo pataleaba contra el agua, tratando de nadar, y luego como las olas la hundían hacia el fondo. Incluso allí bajo el agua, aún creía ver lo que era el resplandor naranja característico de su muerte.

Pero de seguro sólo era un reflejo.


Ámbar Morales, artista pictórica y  escritora hondureña Actualemente reside en Guatemala.  



Fuente: La Tribuna Cultural, Diario La Tribuna, domingo, 11 de junio de 2017.
También publicado en El blog de Gustavo Campos, acompañado de una magnifica reseña critica.  Enlace: http://gustavo-campos.blogspot.com/2017/06/el-debut-de-ambar-morales-joven.html

Tres poetas españoles de la generación del 27: Alberti, Aleixandre y Cernuda. Post Plaza de las palabras





Plaza de las palabras, presenta una selección de poemas de tres poetas de la generación española del 27.  Aunque  la critica se divide, si esta fue una generación o no, la asumimos como tal; y que también forma parte de la denominada  Generación de Plata, que sumaba las generaciones del 1898 y 1914. Amplía y riquísima representación, que también abarco pintores, músicos y filósofos. En ese contexto los integrantes del 27, crearon una ruptura con ciertos núcleos de la poesía, especialmente la poesía decimonónica.  Pero no rompieron con la poesía del Siglo de Oro Español.  Al contrario, algunos de estos poetas se nutrieron de esa poesía. En ese sentido se aglutinaron, en el homenaje a Luis Argote y Góngora, al cumplirse el tricentenario de su muerte, en 1927. Tiempo y lugar, que marco el inicio de esa generación poética, conformada por poetas tan heterogéneos  como Jorge Guillén, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre, Juan José Domenchina y Emilio Prados, para señalar a un numeroso grupo de poetas;  pero que también envolvía narradores, críticos y dramaturgos.  Para efectos de ejemplo hemos seleccionado a tres poetas: Aleixandre, Alberti y Cernuda. Rafael Alberti un poeta que debuta con Marinero sin tierra, (1925), entroncado con la poesía y cancioneros españoles. Y su obra Sobre los ángeles, con un aliento simbólico pero también de pinceladas surrealistas. Alberti poeta cuya temáticas fueron el amor, el exilio, el mar, la libertad, la mitología. Poeta que pensaba: “Y el mar fue y le dio un nombre y un apellido el viento y las nubes un cuerpo y un alma el fuego. Vicente Aleixandre, en sus inicios cercano a la poesía pura de J.Guillen, y J.R. Jiménez, pero también con vínculos con el surrealismo. Pero que poco a poco se va decantando como un poeta neorromántico. Es considerado el padre del verso libre en la poesía moderna española. Llego a ser miembro de la Real Academia Española de la lengua desde 1950, hasta su muerte, y se le concedió el Premio Nobel de literatura en 1977. Debutó con su libro  “La destrucción o el amor”, (1932), anclado en una visión panteísta que le vale el Premio Nacional de poesía. En  1954 publico otro de sus libros cumbres, Historia del Corazón, del cual Cernuda le acuso de haber elegido un nombre muy rosa. Pero que en esencia, da un giro en su evolución poética al considerar ya no la subjetividad de lo íntimo o amorosos, sino una cierta conciencia poética de la comunidad, de la apertura al mundo cívico y solidario de la raza humana. Poeta que pensaba que “Existir es vivir con ciencia a ciegas”. Luis Cernuda comienza a adquirir fama por su libro La realidad y el deseo, (1936) que le ganaron comentarios favorables de los poetas Pedro Salinas: “la depuración más perfecta, el más fino, el último y posible grado de reducción a su pura esencia del lirismo romántico español”, y Federico García Lorca, quien afirmo: “la aparición de La realidad y el deseo, es una efeméride en la gloria y el paisaje de la literatura española”. Cernuda vivió un buen tramo de su vida en el extranjero, fue profesor de literatura española, en Gran Bretaña, EE.UU. y México. Fue traductor del poeta prerromántico alemán  Hölderlin. Quien pensaba: “En el sur tan distante quiero estar confundido. La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta; Su niebla misma ríe, risa blanca en el viento. Los tres poetas seleccionados, con una vastísima obra poética, y que representan, parcialmente, el imaginario  del Deep south Spanish. (1)


Rafael Alberti

            Los poemas seleccionados son  Los ángeles sonámbulos (2), y Los ángeles colegiales, de su obra “Sobre los ángeles”, libro con aliento simbólico pero también surrealista.  Poemas sobre  los que hay que advertir, que este tema  no era nuevo en Alberti; ya con anterioridad había  escrito poemas de ángeles o con esporádicas alusiones  de ellos. Aquí lo nuevo es dedicarles un libro completo, centrado en una angelología cotidiana, y en el desdoblamiento que hace el “yo  poético” de Alberti, al aprovechar esa vestimenta de ángel para abordar su propia problemática existencial. Como Joyce con los jesuitas, en su juventud, Alberti tuvo conflictos en su edad colegial también con los jesuitas, a los que abandono; y esto marco ciertas franjas de su vida. De ahí su poema: Los ángeles colegialesSu obra Sobre los  ángeles, dedicado a Nicolás Guillen, con un epígrafe de Bécquer; “…huésped de la niebla…”, y con la apertura de su primer poema: El paraíso perdido, que homenajea a John Milton, pero también recuerda al mismo tiempo a Bécquer. El libro es un compendio sobre diversas clases de ángeles, los hay de corte tradicional, que tratan temas metafísicos pero también los hay con un cariz cotidiano y casi mundano. Los ángeles buenos y los ángeles malos, bipolaridad angelical, que nos trasporta a los ángeles de Dios  y los ángeles caídos. Y en  esa franja gris y teológica, en esa conjunción esta marcada ésta peculiar y novedosa obra de Alberti.  

Las fuentes del poemario son variadas, su propio proceso acumulativo al haber ya escrito ocasionalmente sobre ángeles, pero también dos fuentes externas, una centrada en los poetas bíblicos:  Ezequiel, Isaías, San Juan y hasta cae en la redada Ignacio de Loyola;  y otra más terrenal y mundana, que viene de los poemas de Rimbaud y Baudelaire. Pero sobretodo: la poderosa armada de poetas españoles: Bécquer, Quevedo, Larra, Espronceda, y los cancioneros españoles. (3)  Ambas corrientes se conjugan y produce esa visión panorámica, lacónica y a veces con un aliento imaginativo  que presenta un segundo plano con ecos surrealistas.  A pesar de que Alberti, no era propiamente un poeta surrealista ni utilizo las técnicas surrealistas para la elaboración de sus poemas (4). Sin embargo, Alberti, en Sobre los ángeles; y valiéndose de esa retórica de  los ángeles, y de la bipolaridad entre el bien y el mal, y de la cotineidad de su propio ser se convierte en un ángel poético;  transformado humanamente, navegando en un fondo de pinceladas surrealista. Por eso en EL ÁNGEL DESCONOCIDO, asume esa presencia en el “yo poético” que se transfigura en el “yo Alberti” :

¡Nostalgia de los arcángeles!/Yo era…/Miradme.//Vestido como en el mundo, /ya no se me ven las alas. /Nadie sabe cómo fui. //No me conocen. /Por las calles, ¿Quién se acuerda?/Zapatos son mis sandalias. /Mi túnica, pantalones/y chaqueta inglesa.//Dime quién soy. //Y, sin embargo, yo era…/Miradme.

Adicionalmente incluimos el poema Noticiario de un colegial melancólico y fragmentos del poema A Rafael Alberti le preocupa mucho…. De su obra Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, (1929). Dedicados a los cómicos norteamericanos del cine.


(El Puerto de Santa María, Cádiz, 16 de diciembre de 1902 - ibídem, 28 de octubre de 1999)



Los Ángeles Sonámbulos

I

Pensad en aquella hora:
cuando se rebelaron contra un rey en tinieblas
los ojos invisibles de las alcobas.

Lo sabéis, lo sabéis. !Dejadme!
Si a lo largo de mi se abren grietas de nieve,
tumbas de aguas paradas,
nebulosas de sueños oxidados,
echad la llave para siempre a vuestros parpados.
¿Qué queréis?

Ojos invisibles, grandes atacan.
Púas incandescentes se hunden en los tabiques.
Ruedan pupilas muertas,
sabanas.

Un rey es un erizo de pestañas.

II

También,
también los oídos invisibles de las alcobas,
contra un rey en tinieblas.

Ya sabéis que mi boca es un pozo de nombres,
de números y letras difuntos.
Que los ecos se hastían sin mis palabras
y lo que jamás dije  desprecia y odia al viento.
Nada tenéis que oír.
¡Dejadme!

Pero oídos se agrandan contra el pecho.
De escayola, fríos
bajan a la garganta,
a los sótanos lentos de la sangre,
a los tubos de los huesos.

Un rey es un erizo sin secretos.


Los ángeles colegiales

NINGUNO comprendíamos el secreto nocturno de
las  pizarras
ni por qué la esfera armilar se exaltaba tan sola  
cuando la mirábamos.
Sólo sabíamos que una circunferencia puede no ser
  redonda
y que un eclipse de luna equivoca a las flores
y adelanta el reloj de los pájaros.
Ninguno comprendíamos nada:
ni por qué nuestros dedos eran de tinta china
y la tarde cerraba compases para al alba abrir
libros.
Sólo sabíamos que una recta, si quiere, puede ser
curva o quebrada  
y que las estrellas errantes son niños que ignoran
la aritmética.



NOTICIARIO DE UN COLEGIAL MELANCOLICO

NOMINATIVO: la nieve
GENITIVO:       de la nieve
DATIVO:           a o para la nieve
ACUSATIVO:   a la nieve
VOCATIVO :    !oh la nieve!
ABLATIVO:      con la nieve
                           de la nieve
                           en la nieve
                           por la nieve
                           sin la  nieve
                           sobre  la nieve
                           tras la  nieve

La luna tras la nieve
Y estos pronombres personales extraviados por el
río
y esta conjugación tristísima perdida entre los
árboles

Buster Keaton   



A  RAFAEL ALBERTI LE PREOCUPA MUCHO ESE PERRO QUE PRECISAMENTE HACE SU PEQUEÑA NECESIDAD CONTRA LA LUNA

(Fragmento)

(…)

No es que yo crea en la muerte prematura de las
 preciosas corbatas
Ni en el sepelio con sacerdote de los gatos  más
anónimos
Ni es esa pena lacia que manifiesta un  árbol
cuando se queda sin novios.


Yo quisiera sentir mucho no poder acordarme.   


Sé que en aquellos tiempos habitaban mis cejas las
cucarachas
y todo un campamento de húngaros mis orejas.
¿He olvidado que mis axilas eran un pozo de
hormigas
Y que en mi ombligo solía dormir una cabra?
(…)


Vicente Aleixandre

De Vicente Aleixandre  seleccionamos el poema Los inmortales, de su libro Sombra del paraíso, (1944), creativo poema, que apunta directamente a la inmortalidad, y por parentesco con la eternidad,  que siempre pulsa a  ecos filosóficos, y que es un tema recurrente de los filósofos. Pero que generalmente ha sido asignada a  seres vivientes, recordemos el poema El ruiseñor de Keats o el cuento Los inmortales de Borges.  Menos frecuente es el abordaje a cosas no vivientes como la lluvia o las palabras, el aire, la tierra, el fuego, el sol; no obstante, el mar si ha sido ampliamente tocado, como metáfora o poéticamente. Aquí lo peculiar en Aleixandre es atribuirle la inmortalidad, a cosas tan disimiles como la lluvia y las palabras. Pero ¿serán tan disimiles?  También incluimos en esta breve selección, el poema El poeta, igualmente de su libro Sombra del paraíso. Y un fragmento del poema  Entre dos oscuridades, un relámpago, y el  poema En la plaza (5),  del libro Historia del corazón, (1954).   


(Sevilla, 26 de abril de 1898-Madrid, 13 de diciembre de 1984)

Los inmortales

I

La lluvia

La cintura no es rosa.
No es ave. No son plumas.
La cintura es la lluvia,
fragilidad, gemido
que a ti se entrega. Ciñe,
mortal, tu con tu brazo,
un agua dulce, queja
de amor. Estrecha, estréchala.
Toda la lluvia un junco
parece. ! Cómo ondula,
di hay viento, si hay tu brazo,
mortal que, hoy si, la adoras!        

II

La palabra

La palabra fue un día
calor: un labio humano.
Era la luz como mañana joven; más relámpago
en esta eternidad desnuda. Amaba
alguien. Sin antes ni después. Y el verbo
broto. ! Palabra sola y pura
por siempre -Amor- en el espacio bello!

III

El mar

¿Quién dijo acaso que la mar suspira,
labio de amor hacia las playas, triste?
Dejad que envuelta por la luz campee.
¡Gloria, gloria en la altura, y en la mar, el oro!
¡Ah soberana luz que envuelve, canta
la inmarcesible edad del mar gozante!
Allá, reverberando,
sin tiempo, el mar existe. 
¡Un corazón de dios sin muerte, late!


El poeta
(fragmentos)

Para ti, que conoces cómo la piedra canta
y cuya delicada pupila sabe ya del peso de una montaña
sobre un ojo dulce,
y cómo el resonante clamor de los bosques se aduerme
suave un día en nuestras venas,
( …)
Si, poeta: el amor y el dolor son tu reino.
Carne mortal la tuya, que, arrebatada por el espíritu,
arde en la noche o se eleva en el mediodía poderoso.  
Inmensa lengua profética que lamiendo los cielos
ilumina palabras que dan muerte a los hombres.
(…)
No es ese rayo velador que súbitamente te amenaza,
iluminando un instante tu frente desnuda,
para hundirse en tus ojos e incendiarte, abrasando
los espacios con tu vida que de amor se consume.     
(…)
¿Entonces?
Si, poeta; arroja este libro que pretende encerrar en sus
páginas un destello del sol,
y mira a la luz cara a cara, apoyada la cabeza en la roca,
mientras tus pies remotísimos sienten el beso postrero del
poniente
y tus manos alzadas tocan dulce la luna,
y tu cabellera colgante deja estela en los astros.    


En la plaza

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor,  en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!


Luis Cernuda

Un poeta si bien no maldito ni atormentado, si en grandes conflictos humanos. Poeta con una sombra  pesimista, su lucha contra las convenciones sociales, su exilio  de nube viajera. Sin embargo, es casual caer en un facilismo en su poesía. Nos auxiliamos de Philip W. Silver, hispanista y estudioso de la obra poética de Luis Cernuda,  para establecer dos referencias claves, Primero. Poesía pastoril,  siguiendo los rastros, en la poesía de Cernuda, en el poema  “Luna llena en Semana Santa”, en su ultimo verso: “Et in Arcadia Ego”, Silver cree encontrar  un argumento para aseverar que la poesía de Cernuda, en su fundamentos tenia un origen en la poesía pastoril, (6), para lo que Silver de vale de argumentos de Paul de Mann, y la cita de un fragmento del poema de Marvell: El jardín (7)  Segunda  Una segunda clave la brinda Silver, al afirmar que Cernuda era un poeta dividido. Esta no es nuevo, cualquier conocedor de la raíces del modernismo, conocerá la frase del  poeta romántico alemán, Hugo Von Hofmannsthal, “ser moderno es ser dos distintas y separadas cosas (8). El  poeta alemán se lo asigna al hombre moderno, y más específicamente, a la mente moderna. Y lo novedoso en Silver es que se  lo etiqueta al poeta Cernuda. Pero esto tampoco es totalmente nuevo. Porque como  también advierte Silver que la poesía de Cernuda nos dice “dos cosas a la vez. Con el tono de la voz nos habla de la división radical del ser. Pero con parte de su temática trata constantemente de salvar esa división”. (9) Todo poeta gira en ese péndulo, entre la realidad y lo poético. La diferencia entre esos ámbitos es inmensa y cada poeta lo resuelve a su manera. En Cernuda, es simple, en   su obra “La realidad y el deseo”, niega la posibilidad de que el poeta pueda llegar a conocer esa realidad: “Porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe”. (10) El poeta es solo un espectador pasivo, nada puede hacer para cambiar el mundo ni la realidad. Por eso en algún momento Cernuda dijo que los poemas son fantasmas porque Cernuda era consciente de esa incapacidad del poeta. (11) Pero en Cernuda además de la profunda tristeza de su poesía, hospeda a la par un gran vacio. En fin la tristeza es un tópico poético de muchos poetas, y más en el romanticismo.  Pero en Cernuda esa dimensión se agranda porque el poeta se siente incapaz de voltear esa realidad. Y no solo no lo hace, sino que esa realidad lo contamina. Silver llega a decir que en la poesía de Cernuda, hay tres personajes: el escritor, el artista y el demonio.

Y hacemos una parada transitoria, en lo del artista, porque en la poesía  de Cernuda hay un substrato de reflexión por la tarea del  poeta en el mundo. Así como Keats compara la obra  y vida del poeta con la del ruiseñor, Cernuda lo hace al comparar un mirlo con el oficio del poeta. Ambos poetas coinciden en la limitación del poeta ante la inmortalidad del ruiseñor y la naturaleza del mirlo. En ese contexto, Cernuda fue un poeta preocupado por la tarea del poeta en el mundo. Él escribió varios poemas sobre poetas: El poeta, La gloria del poeta, El poeta futuro y también A un poeta muerto, dedicado a Federico García Lorca. Esa especie de ars poética, encuentra su fundamento en la tarea de todo poeta:   
De ver en unidad el ser disperso, / El mundo fragmentario donde viven/” (12)
Y aquí tocamos la concepción del artista, desde su labor como operario de la viña, solo recordemos El artista adolescente de James Joyce, buscando la salvación por el arte,  o El artista del hambre de Kafka, dualismo entre la aspiración del artista que padece hambre y la incomprensión del mundo;  contra la realidad simbolizada por la pantera.   Y en ese sentido hay un limbo, una zona gris entre esa realidad poética y la realidad del artista. Preocupación y característica máxima de los poetas románticos. Cernuda  se cerca a los poetas románticos, un vaivén entre el creador y el contemplador. En ese temblor o dialéctica, algunos poetas salvan el obstáculo, otros a pesar de esa contaminante realidad, brindan esperanzas. En Cernuda todo parece quedarse en un vacio. Esa incapacidad para dar un paso más. Al decir de Silver, esa imposibilidad de Cernuda “de unir cielo y tierra”. (13) cuyo antecedente temático es la poesía de William Blake, pero en cuanto a influencia es el Paraíso Perdido de John Milton.  Sin embargo este deseo casi fáustico, subsiste en muchos poetas, su raíz proviene del romanticismo. Los románticos resuelven su problema de muchas maneras. Cernuda toma el camino del estoicismo poético,  nada puede cambiar. Por eso se ven ensombrecidos ante la realidad feliz y natural del mirlo, y Keats de su ruiseñor.  Pero en Cernuda su tono sombrío esta más cerca de Hölderlin, otro romántico; que de Keats un romántico más abierto al mundo y más dispuesto mentalmente a una integración de ese ser disperso.   En Cernuda hay   ese deseo fáustico de todo artista y de todo poeta, de querer convertir su realidad creadora en la realidad del mundo. Pero hay una gran diferencia entre Keats y Cernuda, aunque coincidan en algunos puntos: su  comprensión en el trabajo del artista frente a la naturaleza, sus aflicciones personales, que trastocan si discurso poético. Pero hay una gran diferencia entre ambos. En que Keats puede improvisar versos desde la tristeza y la melancolía, muy propio del corpus romántico, lo mismo que los poetas románticos ingleses de la primera y la segunda  generación, pero todos lo hacen desde el goce del mundo. En Cernuda su tristeza, su casi nihilismo, es articulado poéticamente desde un vacio existencial. Cosa que no sucede con su compañero de generación, también neorromántico, Vicente Aleixandre, su poesía a pesar de los sinsabores y tristezas de la vida y el desamor, se articula desde un ordenamiento panteísta, para citar su libro La destrucción o el amor, o desde un pacto poético fraterno y conciliatorio entre los hombres de buena voluntad, en su Historia del corazón.  Por eso, aunque sea en forma muy general, y valido para una buena parte de los artistas, aunque puede sonar a cliché,  Nietzsche da en la diana de la constelación artística,  cuando afirma “Ningún artista tolera la realidad”.

Aquí presentamos cuatro poemas de Cernuda, No decir palabras y  Telarañas cuelgan de la razón, de su obra los placeres prohibidos, (1931), y también incluimos el poema  Donde habite el olvidó, de su libro del mismo nombre (1932-1933). Y un ultimo fragmento de su poema El poeta  de su obra Vivir sin estar viviendo, (1944-1949).

En el poema Telarañas cuelgan de la razón. La  metáfora final es un muro, que no se puede pasar. Pero también anuncia claramente que la razón no basta para salvar al hombre ni pasar el muro. (14) En el poema de Cernuda además estamos ante otro tipo de muros, no solo hay muros físicos o geográficos. También hay muros mentales y muros raciales. Y para ir un paso más adelante: conversando poéticamente, el muro de la noche. (15).


(Sevilla, 21 de septiembre de 1902 – Ciudad de México, 5 de noviembre de 1963)


No decía palabras

No decía palabras,
Acercaba tan solo un cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe,
Un mundo cuyo cielo no existe.    

La angustia de abre paso entre los huesos,
Remonta por las venas
Hasta abrirse en la piel,
Surtidores de sueño
Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
Una mirada fugaz entre las sombras,
Bastan para que el cuerpo se abra en dos,
Ávido de recibir en si mismo
Otro cuerpo que sueñe;
Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque solo sea una esperanza,
Porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.  



TELARAÑAS CUELGAN DE LA RAZON.

Telarañas cuelgan de la razón           
En un paisaje de ceniza absorta;       
Ha pasado el huracán de amor,         
Ya ningún pájaro queda.       

Tampoco ninguna hoja,         
Todas van lejos, como gotas de agua           
De un mar cuando se seca,    
Cuando no hay ya lágrimas bastantes,         
Porque alguien, cruel como un día de sol en primavera,      
Con su sola presencia ha dividido en dos un cuerpo.          

Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,   
Aunque siempre nos falte alguno;    
Recoger la vida vacía
Y caminar esperando que lentamente se llene,         
Si es posible, otra vez, como antes,  
De sueños desconocidos y deseos invisibles.           

Tú nada sabes de ello,           
Tú estás allá, cruel como el día;        
El día, esa luz que abraza estrechamente un triste muro,     
Un muro, ¿no comprendes?, 
Un muro frente al cuál estoy solo.    


Donde habite el olvido

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.


El poeta
(Fragmentos)
(…)
Muchos nos dicen, desde el pasado, voces
Ilustres, ascendientes de la palabra nuestra,
Y las de lengua extraña, cuyo acento
Experiencia distinta nos revela. Mas las cosas,
El fuego, el mar, los árboles, los astros
Nuevas siempre aparecen.   
 
Nuevas y arcanas hasta que al fin traslucen
Un día en la expresión de aquel poeta
Vivo de nuestra lengua, en el contemporáneo
Que infunde por nosotros,
Con su obra, la fe, la certidumbre,
Maga de nuestro mundo visible e invisible.
(…)
Aquel tiempo pasó o tú pasaste,
Agitando una estela temporal ilusoria,
Adonde estaba él, cuando tenía
La misma edad que hoy tienes:
Lo que su fe sabia  y la tuya buscaba,
Ahora has a encontrado.       
(…)
Para el poeta hallarla es lo bastante,
E inútil el renombre u el olvido de su obra,
Cuando en ella un momento se unifican,
Tal uno son amante, amor y amado,
Los tres complementarios luego y antes dispersos:
El deseo, la rosa y la mirada.  


Bibliografía

Luis Cernuda. Antología poética. Selección e introducción Philip W. Silver, Alianza Editorial, 2000
Vicente Aleixandre. Poemas amorosos, Antología. Biblioteca clásica y contemporánea. Losada, 1998.
Rafael Alberti. Sobre los ángeles. Edición de C. Brian Morris. Cátedra Letras Hispánicas, Séptima edición, 2000.     

Notas Bibliográficas


1. En EE.UU, se ha establecido el termino Deep South, para referirse a la literatura y cultura sureña. En este post, Aleixandre y Cernuda, Alberti pertenecen  a ese Deep South Spanish.  Lo mismo los pintores de las ilustraciones: Picasso y Velásquez
2. La palabra sonámbulo, siempre ejerció una cierta fascinación en Alberti, la utilizo en varios de sus poemas. La palabra en si puede tener un facilismo hacia el surrealismo por su carácter autómata, en relación a la escritura automatista;   y su zona gris bordeando lo onírico, hasta destellar algo de gótico por su cercanía con la noche.  Si aceptamos su significado: persona que camina dormida. Ese estado entre el sueño y la vigilia. Palabra que ha sido usada por otros poetas, recordemos el Romance sonámbulo de Federico García Lorca. En el campo de la prosa, la trilogía novelera de Hermann Broch. Y los sonámbulos Origen y desarrollo de la cosmología de Arthur Koestler. Por consecuencia, un poco de ciencia ficción, si la emparentamos con el mito Zombi, tan de moda en esta postmodernidad.  
3. C. Brian Morris.  Introducción Sobre los ángeles. El propio Alberti reconoce que Sobre los ángeles,  es un libro fuertemente español. Pero también reconoce las fuentes bíblicas. pp.18, 25. 
4. Ver, Inquisición al surrealismo en sobre los ángeles, de Rafael Alberti. Tenekedjan, Pablo, en  Cyber Humanitatis Nº28, Primavera 2003.
5. Puede encontrarse una amplia explicación de este poema en Un ejemplo de modulación moral en Aleixandre: "En la plaza. De JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ. “En poema de Vicente Aleixandre "En la plaza" representa una de las cumbres de su producción como texto civil, de modulación moral, en el que el autor entiende la vida como esfuerzo y lucha; nos encontramos ante una alegoría atemporal que exalta la vida vivida al máximo, una llamada a la coexistencia pacífica sin diferencias, en la que el poeta defiende que vivir como parte integrada en la sociedad reafirma nuestra identidad individual cuando se llega a formar parte de la comunidad”. Acta literaria versión On-line ISSN 0717-6848, Acta lit.  n.28 Concepción  2003,http://dx.doi.org/10.4067/S0717-68482003002800002
6. Poesía pastoril, Sigue el razonamiento vía extractos de un poema del poeta ingles Marvell y citando frases de Paul de Mann. Para  desembocar en la poesía del mentor de Cernuda, su  coetáneo  generacional el poeta Pedro Salinas.   Según Silver, la poesía pastoril posibilita un amplio horizonte. Esto es el amor y el desamor, eros y tanatos, ser y naturaleza, y también de cabida a los resquicios filosóficos. En ese ámbito se desarrolla la poesía de Cernuda, en la que se da una dualidad del  que contempla y lo contemplado. Pero a lo referido por Silver, también hay que destacar, que esas mismas características se dan en el Dulce Stil Novo, de la poesía italiana, mucho antes del poema de Marvell, citado por Paul de Mann. Además, Silver, citando a Paul de Mann, asevera que una buena parte de la poesía esta basada en este origen. Dice Silver citando a Paul De Mann “Que es pues la convención pastoril, sino la eterna separación entre el espíritu (creador), que distingue, niega, aligera; y la primitiva sencillez de todo la natural”. Una ciudadanía poética que irrumpe en el renacimiento y toma otros caminos procesados por el romanticismo.    
7. Del poema El jardín de Andrew Marvell citado por Silver: La mente, ese océano en donde toda especie/Encuentra en el acto su propia semblanza, /Crea, sin embargo, trascendiendo ésta, /  Muy otros mundos, y otros mares, /Y reduce toda cosa creada/A un verde pensamiento en un bosque verde. Versos en que según Paul de Mann y Silver creen encontrar una fuente de la convención pastoril y de la poesía misma.    
8. Hugo Von Hofmannsthal, poeta, filólogo  y dramaturgo austriaco, creador  del neo romanticismo germano, pero también bordeo el simbolismo. Para Hofmannsthal: “could mean analysis, reflection, amirrired image: or it could mean escape, fantasy, a dream image”.  Citado por James Macfarlane, en The mind of modernism, asegura que “ser moderno es dos separadas y distintas cosas”. En Modernism, editada por Malcon Bradbury y James Macfarlane. Pelican Guides to Europe Literatura, 1983, pp71.
9. ídem, Luis Cernuda Antología poética, pp13 
10. De su poema:  No decir palabras. 
11.  Philip W.Silver, hispanista, profesor emérito por Columbia University. En una declaración al diario El país, en   un simposio de especialistas en la obra de Cernuda, en Madrid de 1988- “el poeta está condenado a sufrir esa divina embriaguez, incomunicable e inefable que conlleva la derrota y el fracaso del creador'. Para el conferenciante, la obra cernudiana es fruto de un conflicto. 'Es el poeta de la no reconciliación, de los contrastes violentos entre la realidad y el deseo, entre el bien y el mal, que le llevan a un fracaso sublime', añadió. En su opinión, lo sublime de Cernuda tiene lugar cuando fracasa y no logra su objetivo: 'Querer hacer ver que hay algo que se puede concebir y no se puede ver ni hacer ver'”
12. ídem, Luis Cernuda Antología poética,  pp13. Citado por Silver,  Versos del poema Rio vespertino. Pero también esa vocación poética de unificar lo disperso, como tarea del poeta, es vuelta a remarcar por Cernuda en el poema El poeta. (Fragmentos reseñado en este post). Pero también recordemos que eso de integrar lo disperso proviene del romanticismo: para citar un caso, el poema La canción de los opuestos de Keats: “Bienvenida alegría, y bienvenida tristeza, /hierba del Leteo y pluma de Hermes; /Venid hoy y venid mañana,/!os amo a ambas por igual/!/Adoro poner malas caras al buen tiempo,/y oír una alegre risa en medio del trueno;/lo hermoso y lo desagradable amo a la vez,/” John Keats. Poemas escogidos. Traducción Juan V. Luciano, Pedro Nicolás Paya y Miguel Teruel Pozas. Cátedra Letras Universales. pp177.    
13. ídem, Luis Cernuda Antología poética, pp13 
14. Ante la vida que le niega ese camino: un problema de convivencia, tal vez de  comunicación;  o quizá un grito interior. Nos recuerda el poema de Mending Wall  de Robert Frost, y el texto El muro de Sartre. O quizá  La muralla China de Kafka. Con todo, los matices son diferentes, en Frost a pesar de las numerosas interpretaciones del poema, que van desde lo sicológico a lo sociológico, pasando por esa bifurcación entre autor y lector,  es un poema centrado en el problema de la comunicación entre dos vecinos. En el muro de Sartre, es una metáfora  prosística, de un grupo de condenados a  ser fusilados: el muro de la muerte. En Kafka es la imposibilidad de saltar el muro real o imaginario de la realidad. Otro poeta de su generación, Alberti;  resuelve mejor el problema con una visión distinta y más positiva,  aquí ante otro muro: “Te vi flotar a ti, flor de agonía, flotar sobre tu mismo espíritu. (Alguien había jurado que el mar te salvaría del sueño.) Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros y que hay puertas al mar que se abren con palabras” extracto del poema Ángel de las bodegas.
15. Murmurando lingüísticamente el muro del silencio,  disertando  filosóficamente  el muro de los laberintos,  rumiando sicológicamente el muro del miedo;  y finalmente, tirando las cartas  prospectivamente el muro de futuro.




Ilustraciones por orden de aparición.

Tres músicos, Pablo Picasso, 1921, oleo sobre lienzo.
Foto de Rafael Alberti en Vida y Biografías
Foto de Vicente Aleixandre en Vida y Biografías
Foto de Luis Cernuda en Wikipedia.
Tres músicos, José Diego Velázquez, c. 1617 – 1618. Técnica oleo sobre lienzo
            Gemäldegalerie, Berlín, Flag of Germany.svg Alemania