Lenguaje y escritura: How to Get Started: John Cage’s Approach to Starting the Difficult Creative Process

in CreativityMusic| December 30th, 2015 1 Comment

john cage 65 hours
You know what they say: eighty percent of the work you do on a project, you do getting the last twenty percent of that project right. But most of that other twenty percent of the work must go toward getting started in the first place; you’ve got to get over a pretty big hill just to get to the point of writing the first sentence, painting the first stroke, shooting the first shot, or playing the first chords. Avant-garde composer John Cage knew well the challenges of just getting started, and his thoughts on the subject motivated him, toward the end of his career, to do the written, performed, and recorded project we feature today, How to Get Started.
Cage himself only put on How to Get Started once, at an international conference on sound design at George Lucas’ Skywalker Ranch on August 31, 1989. It worked like this: he brought with him ten note cards, each of which contained notes for a particular “idea” he wanted to talk about. On went a tape recorder, and he began speaking improvisationally about the first idea. Then he flipped to the next card, and as he talked about its idea, the recording of the first one played in the background. He continued with this procedure until, by the tenth idea on the tenth card, he had his impromptu speeches on all nine previous ideas playing simultaneously behind him. You can get an idea of what his readings sounded like in the three clips (fromhowtogetstarted.org) embedded here [firstsecondthird].
The ten ideas Cage jotted down on his notecards come inspired by, and inspired him to discuss further, his own creative experiences. In the first, he describes a new compositional process that came to him in a dream, which involves crumpling a score into a ball and unfolding it again. In the third, he thinks back to his work Roaratorio, an Irish circus on Finnegans Wake, which converted Joyce’s novel into music, and imagines a way forward that would involve turning into music not one book at a time but several. In the fifth, he references Marcel Duchamp’s “The Creative Act,” which brought home for him the notion of how audiences “finish the work by listening,” which led to his creating works of “musical sculpture,” including one particularly memorable example involving “between 150 and 200” Yugoslavian high school students, all playing their instruments in different places.
Cage’s other stories of creative epiphany in How to Get Started involve a trip to an anechoic chamber; finding out what made one dance performance at the University of North Carolina School of the Arts so “tawdry, shabby, miserable”; discovering the artist’s “inner clock” in Leningrad; and how he works around what no less a musical mind than Arnold Schoenberg diagnosed as his absent sense of harmony. You can read a transcript of all of them in a PDF of How to Get Started‘s companion booklet. And depending upon how inspired you find yourself (or how close you live to Philadelphia), you might consider making the trip to the Slought Foundation, who have built a room specially designed for the piece. You might not come out of it feeling like you’ve absorbed all the creativity of John Cage, but he himself points us toward the important thing: not the amorphous quality of creativity, but the action of getting started.
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Based in Seoul, Colin Marshall writes and broadcasts on cities and culture. He’s at work on a book about Los Angeles, A Los Angeles Primer, the video series The City in Cinema, the crowdfunded journalism project Where Is the City of the Future?, and the Los Angeles Review of Books’ Korea Blog. Follow him on Twitter at @colinmarshall or on Facebook.

Fuente openculture.com

Lectura: La extinción de la poesía. ¿Qué le sucederá a la sociedad?, habla Yves Bonnefoy

Reproducimos en Vallejo & Co. la nota que sobre Yves Bonnefoy se publicó en 2013 el diario El País, de España, sobre el futuro de la sociedad si la poesía como género dejase de existir.


Por: Winston Manrique Sabogal
Crédito de la foto: ©campanini-baracchi /
www.poesiafestival.it

“Yo no he elegido la literatura, sino la poesía. No son la misma cosa. La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una manera de despertar la palabra. Y debemos hacer una distinción fundamental entre la lengua y la palabra (…) La poesía es la respuesta que se lanza en dirección a la lengua, cuando nos preguntamos acerca de nuestras necesidades fundamentales”.

La extinción de la poesía. ¿Qué le sucederá a la sociedad?,

habla Yves Bonnefoy

Cualquiera pensaría que los cientos de jóvenes que lo escuchaban atentos le habían impregnado energía, más ganas de vivir; pero fue al revés. Fue él, Yves Bonnefoy, con sus 90 años, quien irradiaba fervor por la vida y la realidad. Hablaba de poesía, hablaba de palabras, del aliento vivificador que hay en ellas y de su capacidad de crear el mundo. De cambiarlo, incluso. Hilos de murmullos aquí y allá desprendían los mil estudiantes mexicanos mientras escuchaban al poeta, ensayista, traductor y crítico expresarse en su francés de reminiscencias antiguas mientras ellos con sus cascos escuchaban la traducción del que les habían dicho era uno de los escritores más importantes de Francia.
“Los poemas no tienen significado. Cuando se lee uno hay que preguntar a la propia experiencia, a la memoria. Y a partir de ahí buscarle la interpretación”.
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Eran las cinco y media de la tarde del lunes 2 de diciembre de 2013. Era el auditorio Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara hasta donde había ido Bonnefoy (Tours, 1923) para recibir dos días antes el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Tenía a los estudiantes hechizados. Antes de su llegada todo era algarabía, pero una vez empezó a hablar su voz trajo el silencio, el silencio al murmullo intermitente y una hora después otra vez la algarabía. Tal vez no entendieran muy bien todo lo que el poeta les decía, pero preguntaban y se les veía contentos.
Yves Bonnefoy, sin pretenderlo, había creado el mejor escenario y ejemplo de lo que siempre ha dicho y pensado respecto a la función y cometido de las palabras y la poesía. Y su influjo en la vida de cada uno como lo cuenta en su libro de ensayo El territorio interior (Sexto Piso). Palabra oral y escrita donde se celebra el derrumbe de la Torre de Babel que permitió la proliferación de las lenguas y con ellas el caleidoscopio de la realidad, de que cada cosa tiene un nombre y ese nombre es multiforme porque suena distinto en cada lengua y a su vez su historia varía en cada individuo de acuerdo con la biografía y huella que haya dejado en cada persona. Bonnefoy hablando francés ante una muchedumbre, alguien traduciendo en un español mexicano y los muchachos interpretando o adaptando dichas palabras a su propio mundo.
“En una conversación cotidiana, las palabras sirven para que nos entendamos, pero desaparecen. En cambio, en la poesía esas mismas palabras reaparecen en su verdadera realidad y son nombres propios que señalan o designan las cosas como son para mostrarnos la realidad”.
“¡Espléndido!”. Así recordaría Bonnefoy la experiencia con los mil muchachos, al día siguiente, en el stand de El Paísen la FIL, sentado en una silla, delante de una portada de Babelia titulada: ‘Verdi. Maestro de la vida’. Ahora está bajo la mirada de la Aída verdiana este poeta de obras como Las tablas curvas, Principio y fin de la nieve y Del movimiento y la inmovilidad de Douve; de los ensayos La nube roja, La traducción de la poesía, Donde la flecha cae o El artista del último día; traductor de maestros como Shakespeare y explorador de mitos como se refleja en su Diccionario de las mitologías. Serio y con sus cabellos blancos, menos alborotados que el día anterior, la voz del autor suena baja en medio del rumor de la feria.

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El escritor Yves Bonnefoy

“La palabra, las palabras, están en el centro de todo. Son el embrión que no solo describe y señala y nombra el mundo sino que lo ordena y puede salvarlo, reordenarlo. La palabra es nuestra principal conexión con la realidad y la poesía su mejor vía. Por eso es necesario que las liberemos de ese yugo en el cual las hemos metido”.
Con las manos entrecruzadas sobre la mesa de cristal, Bonnefoy deja claro que el poeta no deja nada al azar. Se esmera por buscar el término preciso que se aproxime a la realidad física o no que quiere contar, transmitir. Lo atisbó desde muy niño cuando empezó a leer y notó la intensidad de las palabras y supo lo que quería escribir.
“Yo no he elegido la literatura, sino la poesía. No son la misma cosa. La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una manera de despertar la palabra. Y debemos hacer una distinción fundamental entre la lengua y la palabra. La lengua es un conjunto de nociones que nos permiten encontrar diferentes aspectos de la realidad, la literatura es la construcción que hacemos de ella por medio del lenguaje. Todas las experiencias están aquí permitidas, todas las distracciones e irresponsabilidades. La poesía es la respuesta que se lanza en dirección a la lengua, cuando nos preguntamos acerca de nuestras necesidades fundamentales. No es un lugar para divertimentos, ni de la experimentación existencial: es el lugar de la exigencia de la responsabilidad”.
Sus ojos azules se agrandan para ir a los días en que aprendió a leer. Tendría unos cinco años. Fue con esos libros para niños en los que junto a una palabra está su dibujo. Supo que no se trataba solo de letras. Vio un árbol a los pies de la palabra ÁRBOL, una rosa junto a la palabra ROSA, un perro haciendo compañía a la palabra PERRO.
“Recuerdo que fui golpeado profundamente por la relación que aparecía entre la palabra y la cosa. Tenía la sensación de que la palabra era la embajadora de la cosa, su representante entre nosotros. Es mi primer recuerdo sobre la experiencia del lenguaje. En ese momento comprendí que la poesía ejercía esta relación con la palabra. Después encontré, en los poemas que nos hacían leer, que existía un ritmo, una música dentro de los poemas, que no era inherente a las conversaciones, sino que existía solo en la poesía. Así consideré que mi destino era practicar ese ritmo que hacía que las palabras entraran en contacto con el mundo”.
Convencido y emocionado, Bonnefoy dice que la palabra tiene vida; es un mundo, y crea un universo. Y su encadenamiento con otras palabras, su combinación para crear frases transforma y altera su esencia, su significado. Para él las palabras cotidianas se usan sin darles el valor que merecen.

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“La poesía está para recordarnos que todas las palabras, incluidas las que usamos automáticamente, o tanto que parecen gastadas y poco relevantes, son las responsables de la realidad. Para nosotros es importante la existencia de una tierra, suficiente, benéfica, que nos permita dar un sentido a nuestra existencia, que nos permita estar unidos en un lugar donde exista la vida, aunque por momentos resulte surreal. Diría que la poesía habla solo acerca de eso, en esencia. Fundamentalmente la poesía debe decir: ‘Existe una Realidad’, debemos ser parte del mundo, no debemos dejarnos llevar por esa distracción que nos hace aceptar nuestras existencias como algo abstracto, o resignado a la irrealidad. ¡La poesía es aquello que exige la existencia del mundo!”.
El escritor, con el ceño fruncido, se inclina hacia delante. El murmullo de la feria ahoga su voz. Sus oídos están cansados. Sonríe al ver delatados sus desgastes. Y lamenta que cada vez se lea menos poesía.
“El medio ambiente de la Tierra vive amenazado. La lectura de poesía nos regresa a la capacidad fundamental, una apertura si se puede llamar así, de recentrar nuestra atención sobre el lugar terrestre como tal. Ahora en que muchas de las especies desaparecen, en que el aire está contaminado, en que la población es tan numerosa que no hay suficientes recursos, es necesario tomar conciencia de nuestro papel, y el papel de la poesía es facilitar esta toma de conciencias. Necesitamos una voz profética que anuncie los desastres y despierte la conciencia”.
Lo dice con una sombra de tristeza y esperanza. Como cuando habla de la falta de motivación de las instituciones para que la gente lea poesía. Algunas personas que pasan por ahí se detienen a escucharlo.
“Lo que ha ocurrido es que el sistema educativo ha tenido una preocupación sociológica, científica y psicológica que ha desviado la atención de esta relación que la palabra poética establece con el mundo. Se ha cambiado la experiencia poética directa por la explicación del poema y esa reflexión académica ha dado paso a una situación en la cual la poesía no puede respirar. He ahí el problema con la recepción de la poesía”.
Sentir. Sin temor. Expresar, sin miedo. Dar rienda suelta a la memoria para poder interpretar los versos que cobran nueva vida en cada lector. Algunas personas siguen ahí, asomadas en silencio a lo que dice él, ahora entre lo finito y lo infinito. Pastorea el Tiempo donde está inmerso el ser humano y con el que debe aprender a relacionarse.

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Bonnefoy en la Feria del Libro de Guadalajara

“La poesía hace acercamientos más profundos a la condición humana, a lo que sabemos y está detrás. Las grandes obras de la poesía se han arriesgado mucho antes por los laberintos de la conciencia nuestra. En las dudas de Hamlet es donde la modernidad encontró su suelo más fértil”.
La realidad con sus encrucijadas está presente en El territorio interior:“Existir, pero de otra forma, y no en la superficie de las cosas, en el meandro de los caminos, en el azar: como un nadador que se sumergiese en el porvenir para emerger luego cubierto de algas, y más ancho de frente, y de espaldas”. Ir más allá de las quimeras es su invitación, dar a cada cosa su lugar y función. “Es la relación con el otro la esencia del pensamiento moral”. Considera que la poesía es el origen de la preocupación ética o filosófica. No duda en soplarnos que “la sociedad sucumbirá si la poesía se extingue”.
Palabras e ideas embajadoras en poemas como La rapidez de las nubes:
En mi sueño de ayer
El grano de otros años ardía a fuego lento,
 FFuente: calor, en elhttp://www.vallejoandcompany.com/la-extincion-de-la-poesia-que-le-sucedera-a-la-sociedad-habla-yves-bonnefoy/