Critica y reseñ : Los grandes libros, Segisfredo Infante

Clave de SOL:      

Por: SEGISFREDO INFANTE

            Este es un tema recurrente. Pero resulta que ante el facilismo apabullante y frente a la ausencia de verdaderas lecturas, se torna algo vital hablar de los libros en general y de los textos más emblemáticos en particular. En el curso de mi vida intelectual varias personas, de diversas edades, me han pedido algunos listados de libros para autoeducarse. Les he contestado, en primer lugar, que no es nada fácil sugerir buenas lecturas, dados los intereses variados y las formaciones (y deformaciones) previas de los solicitantes. Sin embargo, al final hemos intentado ponernos de acuerdo. Ignoro si las personas aludidas siguieron el camino de nuestras sugerencias.
            Hace algunos años “Blanquita” Moreno me preguntó, en una breve entrevista para LA TRIBUNA, cuál era mi libro “favorito”. Le contesté que mis libros favoritos eran muchos. Pero ella insistió que le ofreciera un solo título. Entonces le dije que dadas las formalidades de la entrevista convendría mencionar, entonces, “El nombre de la rosa” de Umberto Eco. De hecho esta novela del escritor italiano es uno de los grandes libros del siglo veinte; incluso superior, desde mi punto de vista, a la famosa novela experimental “Ulises”, del irlandés James Joyce. “El nombre de la rosa” es uno de esos libros que uno puede colocar bajo la almohada, a fin de dormir y soñar cosas sublimes; o ambiguas.
            No se trata de ofrecerles a los amigos un listado de “los cien mejores libros” que deberíamos leer. Ni mucho menos “todo lo que hay que leer”. Sino de sugerir un mínimo de libros capitales escritos a lo largo de los siglos civilizados. Para los occidentales que ansían poseer un cultura general aceptable, es menester conocer la novela “El Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra; la obra dramática “El príncipe Hamlet”, de William Shakespeare; y el “Espíritu de la leyes” del Barón de Montesquieu. Siguiendo con el hilo de la modernidad tal vez sería pertinente que el lector se asomara un poco a “La verdadera historia de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo; a la “Fenomenología del Espíritu” del filósofo alemán Guillermo Hegel. Y quizás habría que degustar la monumental novela “Los miserables” de Víctor Hugo. Finalmente convendría que el lector desprejuiciado se acercara, con severo juicio crítico, al “Kapital” de Karl Marx; al “Ser y Tiempo” de Martin Heidegger; y al “Ser y la Nada” de Jean-Paul Sartre.
            Cuando hablo de los grandes libros no me refiero, en ningún momento, al tamaño ni a la cantidad de páginas de los mismos. Un gran libro moderno es “El discurso del método” de René Descartes, organizado con relativas pocas páginas, y que se puede leer en una sola semana. Asimismo es poco voluminoso el libro “Meditaciones del Quijote” de José Ortega y Gasset. O la “La teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero” de John Maynard Keynes. O “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz. Son libros más o menos cortos; pero densos y trascendentes. Por otro lado son mucho más cortos los artículos científicos de Max Planck y de Albert Einstein, y de otros físicos de importancia universal; exceptuando, desde luego, las “Obras Completas” del más grande lógico-matemático del siglo veinte, el señor Kurt Gödel, que son más o menos voluminosas.
            Viajando más atrás en el tiempo para un lector soñador son claves los libros sapienciales de “La Biblia”;  “La Ilíada” de Homero; el poema metafísico de Parménides; “La guerra del Peloponeso” de Tucídides; “Los diálogos” de Platón; “La poética” de Aristóteles; el método de Arquímedes; “La Ciudad de Dios” de San Agustín; y algunos textos medievales y cuasi-renacentistas de Duns Escoto; de Moshé Maimónides; de Tomás de Aquino; de Escoto Erígena; “La Divina Comedia” de Dante; y “La docta ignorancia” de Nicolás de Cusa. Y como si fuera un intermedio, se aconsejaría leer con juicio crítico “El príncipe” de Maquiavelo. Si el lector tuviera aspiraciones universales serían indispensables el “Tao Te-kin” que se le adjudica a Lao Tse; las “Analectas de Confucio”; el “Ramayana” de la India; y la “Autobiografía” de Mahatma Gandhi, para sólo mencionar ciertos textos claves. No pretendo ser exhaustivo. Ni mucho menos. Pues de lo que se trata es de sugerir algunos de los grandes libros, a cuyas lecturas debiera aspirar cualquier persona occidental interesada en poseer una cultura general satisfactoria. Además algunos de estos grandes libros de conocimientos y reflexiones, producen un inefable placer personal.

Fuente: Tegucigalpa, MDC, 05 de julio del año 2015. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 12 de julio del 2015, Pág. Seis).


Lenguaje y escritura: Los seis elementos de la novela

Los seis elementos clave para una novela



Se tiende a pensar que escribir es algo más o menos fácil: si tienes una buena idea, es suficiente. Con eso puedes ir a cualquier sitio… Pues te lo digo ya: con eso vas directamente abocado al fracaso. Y es que la idea es importante, no lo vamos a negar, pero una novela es mucho más que eso. En nuestros talleres de escritura creativa solemos empezar explicando que si quieres que tu novela funcione, no puedes perder de vista los seis elementos clave para una novela de los que os vamos a hablar.
La Estructura de la Novela
La novela tiene un principio, una mitad y un final.  Lo que acabo de decir parece una tontería, pero en realidad no lo es, y muchos autores principiantes han fracasado precisamente por no tener en cuenta esta verdad tan simple. A estas tres partes de la novela se le suele llamar planteamiento, nudo y desenlace.
Mario Vargas Llosa decía en su “Cartas a un joven novelista” que “La estructura de la novela es la organización de los materiales de los que consta dicha novela”. A esa estructura también se le llama “Relato”. Por supuesto, hay que diferenciar entre el Relato (estructura de una narración) y el Relato (cuento). En este artículo vamos a estar hablando del primero de ellos.
Así pues, un relato contiene diferentes materiales. ¿Cuáles son?
n vestido necesitas tela, tijeras, aguja, hilo, patrones, etc., para construir tu novela no te basta solo con la idea. Para construir una novela que funcione, que no se quede coja, que atrape al lector y lo lleve con interés desde el principio hasta el final, tienes que crear la historia, el argumento, los personajes, el conflicto, los obstáculos y el clímax. Esto es el ABC de la narrativa, aspectos que trabajamos mucho en nuestros cursos de escritura.
Si tienes muy buen argumento pero la historia es insulsa, tu novela no funciona. Si tienes un gran personaje pero el argumento falla, tu historia no funciona, y así podemos seguir con cada uno de ellos. Vamos a ver qué es cada uno de estos elementos.
La Historia
Si buscamos en la RAE la definición del término “historia” nos da varias acepciones que muestran con claridad de qué estamos hablado. Una historia es la narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados. Un conjunto de acontecimientos que se narran.
Es evidente entonces que todo relato tiene una historia, una sucesión de hechos que debemos ir desgranando a lo largo de nuestra novela. A medida que el lector pase las páginas van a ir ocurriendo cosas. Evidentemente, nuestra novela será más interesante cuanto más impactantes, sorprendentes o emotivos sean los hechos que vamos narrando.
El Argumento
De nuevo, la RAE nos puede dar una idea de lo que hablamos. Según la Real Academia, el argumento es el asunto, la materia de la que trata una obra. Dicho así puede parecer un poco genérico, de manera que vamos a tratar de afinar un poco más.
El argumento es lo que hace que una historia sea interesante; es esa especie de pegamento especial que va a dar consistencia a todo lo que ocurre. En Factoría de Autores tenemos una máxima: Los motivos son importantes. Y eso es el argumento: el motivo por el que ocurren las cosas. Vamos a ilustrarlo con un pequeño ejemplo:
Imagina que eres madre, o padre, y que un día, a eso de las 13.45, te das cuenta de que no tienes pan para la comida y envías a tu niño de diez años a la panadería. Le dices que debe darse prisa, pues la comida está casi lista. Sin embargo, una hora más tarde, tu hijo aún no ha vuelto, de manera que, muy preocupado, comienzas a buscarlo por todas partes.
Ahora pueden pasar dos cosas: La primera, que encuentres a tu hijo jugando con sus amigos en el parque de la esquina. En ese caso, el pobre chiquillo probablemente se lleve un buen castigo, pero poco más. Pero, ¿y si el niño no aparece? ¿Y si no lo encuentras?
¿Entiendes ahora qué es el argumento? Cuanto más poderoso sea el motivo por el que ocurren las cosas en tu novela, más enganchará al lector.
Los Personajes
Es evidente que los personajes son parte clave de una novela. Tienen que ser carismáticos, lograr que el lector empatice con ellos, conseguir llevar sus emociones a la persona que está sentada cómodamente en su sofá. Lograr todo eso no es nada fácil, de hecho, la construcción de personajes suele ser uno de los elementos en los que más tiempo invierto en mis novelas, y desde luego forman parte crucial de la mayoría de los talleres de escritura creativa que impartimos en Factoría.
El Conflicto
Podemos definir el conflicto como la lucha que se plantea entre el protagonista y el antagonista por obtener aquello que desean. Por supuesto, hay diferentes tipos de conflictos, y la definición que acabamos de dar es muy genérica, aunque válida.
Un ejemplo claro en el que estudiar a los personajes y los conflictos sería el de Hamlet. En la obra de Shakespeare observamos como Hamlet tiene conflictos internos evidentes, al tiempo que una serie de conflictos con otros personajes.
Hay que ser cuidadoso a la hora de plantear el conflicto, porque las dos fuerzas rivales tienen que tener posibilidades de salir victoriosas y deben enfrentarse con pasión pese a las consecuencias que eso pueda acarrear.
El conflicto plantea la verdadera cuestión a resolver en la novela.
Los Obstáculos
En la vida real, las personas buscamos la felicidad. En la ficción también, pero debemos poner obstáculos para que nuestros personajes no encuentren la dicha con facilidad.
Es evidente que el tipo de obstáculos dependerá del género que estemos escribiendo: Si es thriller de aventuras, los obstáculos tipo Indiana Jones serán perfectos; peleas a puñetazos, desafíos intelectuales, grupos de desalmados a los que vencer… Sin embargo, si escribimos novela romántica probablemente los obstáculos se centrarán en la diferencia de clases entre los enamorados o las presiones por parte de las familias o el entorno para que la relación no llegue a buen puerto.


El Clímax
Por fin, tras varios cientos de páginas, normalmente, llegamos al momento en el que nuestra historia debe resolverse. Ese conflicto debe zanjarse con un vencedor claro, que no tiene por qué ser el protagonista, dicho sea de paso.
Normalmente, la tensión ha ido subiendo a lo largo de la obra hasta un punto de no retorno, un momento en el que ambos bandos se enfrentan en una batalla final en la que se decidirá el destino de los personajes, la historia dará un giro final y uno de los dos bandos claudicará para llegar a la paz final.
A partir de ese instante, el lector debe sentir la desesperación por conocer el final, es cuando en algunas ocasiones se dice que “no podía dejar de leer”. Quiere conocer el final porque va a definir lo que sucederá con los personajes con los que se ha identificado a lo largo de la lectura. Es lo que suele llamarse “escena obligatoria”. Es el desenlace de la historia.


Fuente: http://www.factoriadeautores.com/