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Lecturas: Inventar la mirada. Reseña crítica sobre El ojo del observador de Laura J. Snyder. Post Plaza de las palabras



Plaza de las Palabras en su sección Lecturas, presenta una reseña sobre el libro El ojo del observador de la historiadora estadunidense Laura J.Sneyder, en que abordan la vida de dos personajes de la Holanda del siglo XVII, el pintor Johannes Vermeer y el diletante científico Antoni van Leeuwenhoek. Reseña escrita por Pilar Benito Ollala, tomada de BABELIA, Diario El País, España. 



501 PALABRAS 

Inventar la mirada


Por PILAR BENITO OLALLA

La historiadora Laura J. Snyder (Nueva York, 1964) recrea la vida cotidiana de dos gigantes de Delft, el pintor Johannes Vermeer y el científico Antoni van Leeuwenhoek

12 MAR 2018 



La Holanda dorada del siglo XVII sigue siendo fuente inagotable de investigadores y novelistas. A ese microcosmos fascinante nos acerca el ensayo de la historiadora norteamericana Laura J. Snyder (Nueva York, 1964) para recrear al detalle la vida cotidiana de dos gigantes de Delft, el pintor Johannes Vermeer y el diletante científico Antoni van Leeuwenhoek. Ambos realizaron inmensas aportaciones al arte y a la ciencia gracias al uso de nuevos instrumentos ópticos en sus respectivos quehaceres, como la cámara oscura (Vermeer) y el microscopio (Leeuwenhoek), y transmitieron una nueva mirada sobre el mundo, a la vez que nos mostraron un universo inasible y misterioso.


Vermeer experimentó con espejos, lentes y cámara oscura en sus cuadros para pintar los objetos y las personas bajo distintas condiciones de luz, y así descubrir efectos pictóricos sorprendentes y generar atmósferas singulares. Casado con una católica y con una familia numerosa a la que mantener, el marchante y artista no pintó muchas obras, pero estas son joyas que evocan a la perfección ambientes íntimos e intemporales. Murió a los 43 años, y dejó una deuda considerable que Leeuwenhoek tuvo que gestionar como albacea. Más allá de este dato, no hay pruebas directas de su relación, sin embargo es muy probable que se conocieran y hasta que fueran amigos, como aventura Snyder. Y esta hipótesis se convierte en el delgado hilo con que la autora cose los episodios entrecruzados de sus vidas siguiendo un orden cronológico, salpicado por los avatares políticos, sociales y científicos de la época. 


Si detallistas son los análisis de numerosos lienzos de Vermeer, más prurito demuestra aún Snyder en el seguimiento de las peripecias científicas de Leeuwenhoek con sus microscopios. Este comerciante de paños aficionado a la ciencia conseguiría acceder a un mundo minúsculo, vivo que abriría puertas a la futura investigación científica en anatomía o medicina. En su correspondencia con la Royal Society londinense, describía lo que veía con sus magníficos microscopios de una sola lente: gotas de agua, insectos, larvas, huevos, ojos, fluidos de animales y suyos, hasta llegar a descubrir los espermatozoides. Ningún objeto era indigno de su curiosidad. El secretismo de sus métodos dificultó al principio la aceptación de la comunidad

científica. Sin embargo, Robert Hooke, autor de Micrografía, llegaría a validar la vida microscópica que el pañero neerlandés había medido.


Snyder no escatima datos en su estudio y nos ofrece un acicate para recuperar la perplejidad y admiración por aquellos valientes pioneros y sus objetos maravillosos, “los ojos artificiales”. Tanto Vermeer como Leeuwenhoek llevaron su pasión experimental hasta el extremo, y gracias a ellos, también a otros muchos curiosos, practicantes del método científico baconiano, y abiertos al uso de instrumentos ópticos, se produjo en el siglo XVII, en los Países Bajos y en la pequeña ciudad de Delft, el nacimiento de una nueva mirada.



Créditos 

Reseña de BABELIA, El País, marzo 2018

Ilustraciones 

La muchacha del arete,  Johannes Vermeer 

Delft,  Johannes Vermeer