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10 poetas japoneses. POESÍA CONTEMPORÁNEA DE JAPÓN. La poesía del país de la lluvia. Post plaza de las palabras


Plaza de las palabras en su sección Poetas, presenta a diez poetas japoneses contemporáneos. Hemos tomado estos poemas  y poetas y los datos biográficos de la antología de Poesía Contemporánea del Japón, Tetsuo Nakagami/Yutaka Osono y Coordinada editorial Gregory Zambrano, editada por Revista  Alquitrave. Harold Alvarado Tenorio • Director http://www.arquitrave.com ISSN: 1692-0066 Nº 46, Cartagena de Indias, Diciembre de 2009. Al final ponemos el enlace para remitir al lector a la fuente original y brindar una mayor riqueza temática y de interpretación de los poemas y la poesía japonesa en general. Aquí solo nos limitamos a reproducir unos cuantos poemas de cada autor, pero no todos los poemas.  Los poetas seleccionados en la antología son: Kazuko Shiraishi, Ruriko Mizuno, Toriko Takarabe, Yutaka Hosono, Tetsuo Nakagami, Chuei Yagi, Shoichiro Aizawa, Masaki Ikei, Toshiko Hirata, Masayo Koike. 



POESÍA CONTEMPORÁNEA DEL JAPÓN


En Siena

Mi ángel cruza la plaza con un helado, deslizándose junto a un auto,

en la sombra oscura de un castaño.

La cara de un niño que revienta de felicidad, mi ángel se acerca aquí,

hacia un viejo que se desmorona,

que se cae en los escalones de una catedral donde duerme Santa Catalina.

Sonriendo, se acerca cruzando campos y montañas en medio del verano, llevando mucho tiempo aquí, yo, con el pelo veteado de gris,

el corazón rebosando de gratitud y calor.

Como si me dijera que él, también, está agotado por este largo viaje, mi ángel conciliador se acerca

con un helado en ambas manos,

aún tan fresco como el lejano día en el que nos conocimos.

Con el tiempo, la aparición del viejo desaparecerá de los peldaños de la plaza, el otoño, después el invierno. Para que no caiga una helada,

por favor, tiernísima banda de ángeles, abran sus alas de siete colores, y por mi ángel que sostiene un helado,

apóyense con amor.


Aizawa Keizo

(Traducción de Begoña Toral y Akiko Meguro)


La poesía del país de la lluvia

Fragmento

Tetsuo Nakagami

1

«Todas las literaturas, nacionales o regionales, tienen la virtud de acarrear significados locales como universales. Hay quienes piensan que el haiku es el género poético japonés por excelencia, pero en esta muestra e introducción hablamos de otro tipo de poesía. Por ello debemos hacer un breve recorrido por la historia de nuestra poesía, que nació alrededor de 1882 con la publicación de la Antología de poemas de nuevo estilo [Shintaishi-sho], la primera antología poética del país. Hasta esos años el término kanshi [poesía] indicaba la escrita en chino, debido a la influencia cultural de esa nación. Quienes escribían kanshi eran en su mayoría hombres, debido a sus profesiones de sacerdotes y samuráis letrados. Durante la era Meiji, en 1868, vino a introducirse la cultura de Europa y por tanto la modernización y europeización del país que hizo que las composiciones de versos en chino disminuyera hasta el punto de que hoy son muy pocos los letrados y poetas que escriben y leen kanshi.

Kanshi significa literalmente la poesía de China, que escrita en chino clásico se usa sólo como una lengua de eruditos y por tanto no es la poesía japonesa misma, que entendemos como el tanka y el haiku. Antiguamente el tanka se llamaba waka, que quiere decir poesía de Japón. Nació hace más de mil años y es la forma poética más antigua del país.  (de cinco versos de cinco-siete-cinco-siete-siete sílabas. A estos  poemas de metro fijo se aficionó la nobleza de otros tiempos, sobre todo las mujeres nobles, y aún hoy en día hay muchos poetas que se dedican a esta poesía elegante. En el siglo XVII apareció el haiku como una reacción contra el waka y se hizo muy popular entre la clase naciente de los comerciantes urbanos. Se componía de diecisiete sílabas (tres versos de cinco-siete-cinco sílabas), quitando del waka los dos últimos versos (siete-siete sílabas), y se caracterizaba por su tono cómico y gracioso, siendo una especie de juego literario de corte popular. Pero luego aparecieron los poetas de genio como Matsuo Basho o Yosa Buson que lo elevaron a la categoría de arte. Por estas razones históricas, cuando se publicó Shintaishi-sho en 1882 existían ya tres formas distintas de la versificación: kanshi, tanka y haiku. Shintaishi-sho fue compilada por Tetsujiro1) » (1)


Kazuko Shiraishi

Kazuko Shiraishi [Vancouver, 1931], una de las más conocidas poetas de hoy, ha recibido premios como el Mugen, Rekitei, Jun Takami o Yomiuri. Historia de una oveja negra es el título de su autobiografía. Otros de sus libros son Épocas del maniático sexo sagrado, Una canoa regresa al futuro, Clan de arena, Dejen a los que aparecen, Mi madre flotante, la ciudad. Traducciones de Fernando Barbosa, Jesús Vega, Atsuko Tanabe y Sergio Mondragón. 

Meditación ardiente


Soy una meditación que quema

Dentro guardo una isla acuosa

pájaros marinos y la luna llena

Alquilo un hogar a los cocodrilos del Nilo

Mi meditación no es agua azulada

sino rojo deseo Creciendo en sus ojos

alimento los cocodrilos con un sol deleitable

y los dejó dormir

Vivo en una meditación que quema

oyendo la isla acuosa golpeada por las olas

callada silenciosamente



Pájaro carpintero

Aparece un pájaro carpintero que industrioso

perfora un hueco en la cabaña

Un hombre vuela y lo amenaza


Durante 8 años el hombre construyó la casa

para su esposa y dos hijos entonces

antes que el pájaro perforara el hueco otro invisible llegó

y picoteó a la esposa


De ahí la mujer

voló hacia alguna parte y no regresó más


Aparece un pájaro carpintero que industrioso

picotea la cabaña de un hombre



Lago amarillo


Puedes pescar aquí peces deliciosos y ponerlos en tu mesa

pero el lago es amarillo

Para ocultar su profundidad

los Indios que viven cerca del lago también ocultan su fondo

Quizás los peces vivan en sus ojos

o deliciosos espíritus canten al hervir con odio

las profundidades de sus ojos oscuros

nadie puede ver algo que vive en el lago amarillo

sin mostrar su forma sobre la mesa



Ruriko Mizuno

Ruriko Mizuno [Tokio, 1932] hizo estudios de literatura francesa en la Universidad de Tokio pero vive en Yokohama, donde hace parte del consejo de redacción de la revista Hyoutan. Ha traducido al japonés las Décimas de Violeta Parra. Algunos de sus libros son La enciclopedia ilustrada de los animales (1977), El caballo de Rapunzel (1987), Hermana menor de los ojos avellanados (1999), Mondaorejas de ballena (2003) y Noche de la marca conejo (2003. Traducciones de Ryukichi Terao. 


El caballo desbordante


Es un terreno fangoso de primavera.

De la superficie nacen caballos,

con brío, como los melones que se maduran.

Cuando flamean sus crines,

se mueven como cachipollas...

Se meten en mi sueño,

y atraviesan todos los rincones, dejando una sensación de fuelle vivo...

(Hay un caballo que, borrado en un recodo, se convierte en una mata amarga de ortiga).

Yo siempre pensaba que

la primavera llegaba así de afanada.

(Al desplazarme en medio del sueño, dándome vueltas, uno de mis ojos

reconoce una luz de la casa vacía que desconozco, y el otro una vela encendida

que se consume al lado de la cama, tambaleante).

De muchas partes,

se levanta el aroma vegetal hacia la ventana, y ahí al lado, desamparado,

relincha un pequeño caballo.

(Acaso... ¿le di agua?),

me quedé con la duda.

La sensación de pelaje... parecida a la costra del árbol,

la llegada de los caballos... tan abrupta.

La tierra se crispa como pellejo...

En el sueño de primavera

se extienden pisadas dispersas de los caballos

que no volverán jamás.


El cielo de la nevera


Un bocadillo de invierno en un plato en cuyo extremo

sin cesar

está nevando.


(El mundo es mítico.)


Una noche así,

en un rincón del cielo, agoniza un gigante,

con su campo de cultivo manchado de sangre...


Una noche así,

en el revés de las estrellas

el sol del ocaso burbujea susurrante,

mientras la madre difunta da a luz un bebé

sobre la sábana ondulante color rosado.


(El mundo gira varias veces).


Cierro la puerta,

y en la cocina, lejos de la bóveda celeste

lavo las fresas del invierno pleno.

Bajo el encierro del cielo nocturno,

el plato helado

se atrasa en el sueño.


El universo lechuga

En la penumbra del sueño

se vislumbra el cielo color yerba.

Los objetos interplanetarios con color verde claro

forman torbellinos vehementes,

y luego se inclinan como soñando

para coagularse en estrellas parpadeantes

que llenan el cielo.

Ese es el universo lechuga en estado primordial...


En esas estrellas

todavía no se han instalado las mesas de los humanos,

ni se han sembrado las semillas del apetito...

Las lechugas, que todavía no toman formas vegetales,

se arraigan con elementos químicos

en el terreno de las plantas oscuras

como permeándolas.


(Sin embargo, ya en ese instante,

revolotea una polilla en la bóveda celeste,

intentando poner nebulosas de huevos

sobre una hoja medio enrollada con ternura...)


¿Desde cuándo sería?

Una oruga azul

mastica con chasquidos rítmicos

el interior de la lechuga,

llenando el intestino verde claro

de la penumbra cósmica

sin cesar.


Toriko Takarabe

Toriko Takarabe [Niigata, 1933], pasó la niñez en la Manchuria china invadida por los japoneses y tras la invasión soviética huyó a Tyoshun, donde sobrevivió disfrazándose de niño durante un año. Ha traducido al japonés diversos poetas contemporáneos chinos. Algunos de sus libros son Cuando era niúa, con el tema de la derrota de la guerra y los refugiados, y la novela La tierra fértil, el infierno, del mismo tema. Traducciones de Ryukichi Terao. 

La muerte que siempre veo

Vestida de azul celeste,

mi hermana aparecía y desaparecía en un bosquecillo.

Con una flor de peonía, casi del tamaño de su cara,

mi hermana, ay, se cae debajo del puente.

Al fondo de ese río del valle lejano,

permanezco despierto,

para recogerla en mis brazos.

Una herida azul

atraviesa mis brazos


Desorientadas por un fuego corredizo que viene del campo,

ya ni mi hermana ni yo nos encontramos allí.

Un grito sollozante que se escucha

en medio de los maíces no es mío.

Al despertarme,

me doy cuenta:

abandoné a mi hermana

en la inmensa garganta del sueño.

Ya no volveré,

no volveré jamás


Pero ¡corre, corre!

Se me abre la herida a medida que corro,

se me abre con color de peonía,

y me muero, me muero muchas veces.

Tras mi muerte,

mi hermana se esconde en el bosquecillo,

donde hay un nido de pájaros.

Se la tragó la corriente amarilla del Río Tangwang


De repente me despierto.

No podré volver, no quiero escuchar un disparo

en medio del sueño con los restos de un grito sollozante.


A mi hermana pequeña, que murió como refugiada

El perro retórico


Del extremo del campo desierto corre el viento

como un perro salvaje: al escribirlo, tuve un desasosiego

ante la expresión, quizá porque tiene una retórica inútil.

En el campo desierto bajo la oscuridad del alba

corre algo que no se sabe si es un viento o un perro:

ésta es la frase que corresponde a mi primera impresión.

En realidad, del extremo del campo desierto corren perros

como el viento, unos perros hambrientos

que vienen en manada a toda carrera


El viento huele a bestia

El viento corre con flameantes pelos desconocidos

El viento golpea con ferocidad

El viento muge en remolinos alrededor del bebé

El viento corre recogiendo algo dulce y blando


Los perros parecían remolinos

porque todavía no amanecía

supongamos que hay cadáveres de los refugiados,

botados por allí

¿El viento sonará más poético que el perro?

¿Me conduce a salvarme a mí mismo?

En fin, los perros devorarán al bebé

Aunque así sea el mundo,

no quiero distinguir el viento y los perros salvajes.

Ambos corren con pelos flameantes



La frase prohibida

No mires el pozo profundo,

que ahí siempre está muerta la hermana pequeña.

No te despiertes al amanecer,

que escucharás el eco de

los disparos y los retumbos de las orugas


En el mundo aún copian aquella época.

“La vida no tiene sentido”:

al escribir esta frase, originará una carcajada a mi hermana

difunta por primera vez.

“Claro, no tiene ningún sentido”,

sigue escribiendo la poeta con énfasis.


Sobreviviendo como refugiada, mi hermana,

un día antes de su muerte,

tuvo ansiedad por comer una salchicha.

El sentido de la vida que se intensifica

día tras día es siempre carnal.


Yutaka Hosono

Yutaka Hosono [Yokohama, 1936], estudió español en la Universidad de Tokio y durante más de cuatro décadas trabajó en Brasil, Bolivia y México donde tradujo al japonés numerosos poetas españoles y latinoamericanos. Algunos de sus libros son En donde se agote la tristeza (1993), Cazador de flores (1996), La máscara sonriente (2002) o Dioses en rebeldía (1999). Traducciones del autor revisadas por Sergio Mondragón y Gregory Zambrano. 


Las mejillas coloradas de mi madre

En los inviernos

se hicieron más coloradas las mejillas de mi madre,

y brillaron vivamente, de especial manera,

aquel invierno del año cuando se perdió la Guerra.


En ese entonces por el golpe de la derrota,

se enfriaron aún más los corazones de la gente.

Ese frío hizo que la nieve fuera más intensa en la zona

semirural que está en las afueras de la ciudad de Yokohama.


Y a medianoche cuando vinieron a buscarla,

mi madre salió desafiando el viento glacial sobre su bicicleta,

amarró el maletín negro al portaequipajes,

y partió hacia la casa donde esperaba la encinta aguantando

sus dolores de parto.


Siempre vinieron a buscarla en las altas horas de la noche,

mi madre antes de salir averiguaba sin falta la hora del

pleamar. Mi hermano menor y yo, que éramos estudiantes

de primaria, nos aferramos a las ropas de la cama,


y abrazando el vacío que quedaba

después de la salida de nuestra madre,

le pedimos que nos jurara

que regresaría pronto.


Cuando empezaba a amanecer, en el crepúsculo,

percibía en la espalda la resonancia del primer vagido,

mi madre retornaba precipitadamente a casa por la carretera

de Hachiouji, y yo la estaba mirando en el sueño.


El deseo

En el abdomen y hacia la espina, en línea horizontal,

hay un mar desteñido.

Mi hijo ahí, desarmado, a medianoche, hecho un montón de palillos chamuscados,

llueve como tortugas.

Las bombas incendiarias.

Las lápidas sepulcrales en el arenal.

Con un brazo arrancado al niño,

la mujer viene corriendo.

Los cabellos se mecen en el fondo de la cuneta.

La ascensión al cielo de la novia.

El joven aferrado al recuerdo

como si abrazara aquellas piernas blancas,

desea aplastar el trasero de la abeja

porque la imagen no es tridimensional

por mucho que se proyecte en la pantalla.

Y bebe la charca de un trago.

Lame con avidez el casco del buque de ágata

y espera el final mirando para arriba.



Tetsuo Nakagami

Tetsuo Nakagami [Osaka, 1939], economista de la Universidad de Tokio, su poesía es un homenaje a la Generación Beat norteamericana, muchos de cuyos autores ha traducido al japonés. Ha recibido premios como Jun Takami o Yutaka Maruyama. Algunos de sus libros son ¿Por qué el cabello de las bellas suecas cambia de rubio a verde? y La noche del día en que murió Elvis. Traducciones de Ryukichi Terao. 


Hermano mayor

Mi hermano era alto y guapo,

estrella del baloncesto,

rodeado de chicas.

Claro, era un galán.

Íbamos a diversas escuelas

(él a Shibuya, yo en Kokubunji),

y aun cuando no estuvimos mucho juntos

me enseñó el nombre de los cócteles,

como hacer un nudo a la corbata,

como empeñar un objeto,

hablar a una chica,

varios bares y cafeterías de Shibuya y Shinjuku.

Cada mes me dejaba Men´s Club.

Todo iba bien hasta el día

que despilfarrando el dinero

empezó a empeñar mis cosas

y perdió mi reloj de pulso.

A la casa de préstamos llevaba el traje colgando del perchero.

Mamá se quejaba diciéndole que arruinaba su vida,

con tan mala fortuna que acertó:

a raíz de un fallido suicidio de una de sus admiradoras

dejó la universidad y el baloncesto.

Cuando decidió irse de casa grité de júbilo.

Una vez me dijeron que vive en un pueblo lejano

cerca a un puerto y que lleva una vida de juicio.

Muerto o vivo, mi hermano es una espina clavada en mis dedos.


[Versión de HAT a partir de una traducción de Ryukichi Terao]


En la cama del amanecer

En las mañanas

a veces, me doy cuenta,

que tengo mojada la pijama.

A juzgar por la tensión de mis músculos

he debido caminar sobre el agua

con pasos inseguros.

Algo pegajoso hay en mi rostro

y cuando acerco las manos a mi nariz

siento un olor a pescado,

he debido haber agarrado algún animal.

La cara ardiendo y la garganta seca

son resultado de una fuerte insolación.

Cuando trato de ver con claridad

me duelen los ojos,

quizás porque he tratado de mirar fijamente

algo en movimiento.

Yo mismo me veo inmóvil,

como si estuviese envuelto en una sábana

y cuando quiero moverme,

suenan mis músculos, mis brazos.

Quizás haya hecho un esfuerzo inapropiado.

Sin embargo,

recordando el agua que corre en el río

y los susurros de las hojas de los árboles

me siento bien,

así tenga mojada la pijama como un trapo de cocina.


[Versión de HAT a partir de una traducción de Ryukichi Terao]


El bar del caimán

Cuando vayas a Nueva Orleans,

pasa por el Bar del Caimán.


En las afueras del pantano

se ve una lámpara roja solitaria.

Ése es

el Bar del Caimán.

En la noche,

cuando sube la luna en el cielo,

los caimanes

despacio

salen del pantano

y se posan en la percha

para tomar cerveza en silencio.

Luego,

cuando la luna se desplaza hacia el cielo,

con pasos tambaleantes

vuelven al pantano.

Qué caimanes tan pulcros,

son los bebedores más silenciosos del mundo.


Cuando vayas a Nueva Orleans,

pasa por el Bar del Caimán.

Los caimanes posados en la percha

toman cerveza en silencio.


Chuei Yagi

Chuei Yagi [Niigata, 1941], licenciado en artes de la Universidad Nihon, fue director de la revista de poesía Gendaishi Techo y la editorial Shichosha. Actualmente publica la revista Ichiban samui basho y enseña en el Colegio Femenino Universitario de Aoyama-Gakuin. Algunos de sus libros son Kinniku no uta, Yagi Chuei shishu, Kogarashi no do y Kumo no engawa, galardonado con el Premio Hanatsubaki. Versiones de HAT sobre traducciones de Akiko Misumi. 


El paraguas de Sakutaro

Una intensa noche de lluvia

una voz llamó desde el jardín.

Era un hombre que lloraba

con un aire distraído

con el rostro borroso

por causa de la sombra de un paraguas.


¿Quién eres? Pregunté.


Con voz triste,

mostrando los dientes blancos

y una picardía en la sonrisa respondió:


Soy Sakutaro Hagiwara, dijo.


No estaba llorando, solo ebrio.

En una taberna del río Ebigawa

había bebido mucho y no estaba a gusto.


Sube, dije, por un momento.


Cargando su dudosa sombra mojada

ascendió por el corredor de la casa

y sentados, las piernas en cruz,

sin decir palabra, bebimos copiosamente.


La lluvia cae más fuerte, sin cesar.

Entrada la mañana

el borracho Sakutaro duerme y ronca.

A su espalda, el ojo de la serpiente del paraguas,

se abre y se cierra.


Sakutaro Hagiwara (1886-1942), es el fundador de la poesía moderna en Japón.


Debajo del puente rojo

Debajo de un puente rojo

corre tibia el agua


Hay personas que tiemblan y fluyen

su alma vacila y fluye

botes pesqueros de algas se deslizan sin parar


-Marchen, marchen soldados marchen


Cruzando debajo del puente hacia el muelle

un viento hediondo derrumba triciclos y coches de niños

debajo de las faldas se ven piernas desconocidas

Aquí está el límite entre el calor y el frío

Aquí las gaviotas repiten

-Se desbordan, amor,

amanece


Debajo de un puente rojo

corre el agua tibia


Al abrir el armario hay un océano

que fluye y refluye en la memoria

El río y el mar se enredan, se acoplan

brincan las lubinas jóvenes

hay gritos de pescadores todo el día


Una barca vieja va arrastrando la historia de toda su vida

Brotan tarareos de un niño mocoso

Soldados, marchen...


Con un palo medio podrido

pico una flor de trompeta trepadora

¡Ay! Me duelen las tetas


Debajo de un puente rojo

fluye el agua tibia


Oye, todo se deforma con facilidad

se cae tan rápido

se vuelve lodo


-Déjalo,

Déjalo,

¡NO!



Shoichiro Aizawa

Shoichiro Aizawa [Tokio, 1950], escribe poemas sobre la vida cotidiana a partir de los ritos culinarios, que ha publicado en libros como Si un ángel se sentara a tu mesa de súbito, (1993) o El planeta de las abejas, (2000). Otros de sus libros son Richard Brautigan no daidokoro (1990) y Parnassus eno tabi (2006), que ganó el Premio H-shi. Traducciones de Akiko Misumi. 


Yo me acuerdo

Yo me acuerdo

de donde estaba antes

el cielo azul del otro día

árboles mojados

telas de araña debajo del alero

olor a pan quemado

olor del agua al atardecer

lo abultado de la arena debajo de los pies

lo terso de la baldosa del baño

la piel erizada después de una lluvia torrencial

el aliento de la vegetación

el silbido del tren


Me acuerdo

de donde estás ahora

donde prendías fuego donde mamabas

jugabas pisando sombras comías queso frío de soja

cortabas cebollas y te salían lágrimas

donde volcaste una olla y diste gritos


¿Sigue sonando la campana en la colina?

¿Sigue fluyendo ese río en que flotaban como una tristeza las

costillas de un perro blanco?¿Este año también la higuera

en el jardín de atrás ha dado frutos?

¿No se ha secado todavía el pozo cuya polea está oxidada?


Masaki Ikei

Masaki Ikei [Kagawa, 1953], luego de recibirse en la Universidad de Nishogakusha trabajó en diversos oficios y destinos, uno de ellos como librero, está casado y tiene dos hijos. Algunos de sus libros han merecido premios como el Rekitei, Touson, Hanatsubaki, etc. Entre ellos Noche despejada, Un rebaúo debajo de la luna, El niúo, Antología poética de Masaki Ikei y El viajero que duerme. Traducciones de Mutsuko Komai. 


Catorce mil seiscientas noches

Desde hace algún tiempo

aunque lo dijeran

de todos modos

ya no me acuerdo

desde hace tiempo

alrededor de catorce mil seiscientos días

estuve ausente de mi casa


Hace poco me di cuenta desde hace un momento

que llevo unas catorce mil seiscientas noches aquí

voy a un lugar extremo para dormir en el viaje

y ellos, los que están viajando conmigo

sin saber desde cuándo,

se han fijado en mí;

yo, el que miraba desde la ventana unos techos llenos de sol,

como si fueran mi esposa y mis hijos;

ella corta verduras en pedazos

y ellos me dicen hola con sus voces todavía infantiles

un día, yo, que

me fui con lo que tenía puesto

sin cerrar con llave

la puerta de la casa

cuyo techo también llenaba el sol

esperan, como el suelo, la pared

y el ganado sin su amo

aunque no importan ni el suelo

ni la pared

en la casa que he dejado

durante unos catorce mil seiscientos días

hay alguien que espera mi vuelta,

alguien,

que no puedo recordar quién es,

en un día sin viento, ante la luz del sol

en el fondo del corazón,

verdaderamente

es claro, sonríe,

y va a confesarme algo todavía

ese alguien

va a desaparecer fundiéndose con el sol

pienso que debo regresar de prisa

debo partir de aquí tan pronto como pueda

cuando me revuelco sin mover el cuerpo

aquellos que viajan conmigo sin saber desde cuándo

como si fuera mi esposa que

está cortando verduras en pedazos en silencio

en la pileta de la cocina sin prender la luz todavía

y como si fueran los niños pequeños

hace rato,

me están mirando, en fila, en silencio



Toshiko Hirata

Toskiko Hirata [Shimane, 1955], poeta, novelista y dramaturga ha recibido premios como el Bansui Doi, Sakutaro Hagiwara o Sawako Noma. Algunos de sus libros de poemas son La mujer que engorda cada noche (1991) o El frágil (chisto- so) matrimonio, (1993). Traducciones de Kazunori Hamada. 


El hombre sin brazos

Un hombre sin brazos estaba de pie

Separados por un semáforo

parecido a un puente colgante

él y yo nos enfrentábamos cara a cara

Él no tenía sus brazos

El semáforo cambia su luz a verde

y el hombre vino hacia mí

Yo, fingiendo estar preocupada por algo

me puse a caminar mirando mis zapatos

Después de cruzarme con él

y llegar a la otra orilla

corté el puente y volví mi rostro

Miré su saco viejo

y por un rato contemplé sus dos mangas vacías


Fui yo quien cortó sus brazos

Como si quitara unas ramas innecesarias

se los separé con una sierra

para que no pudiera tomar volante

para que no se pudiera salir abriendo una puerta

para que no se fuera con una mujer

para que no le pudiera agarrar los senos

para que no pudiera ahorcarla

Lo aserré con todas mis fuerzas

Para ser la primera vez lo hice bien

Él también me alabó; lo hiciste excelente

Su cuerpo amputado

quedó sobrio como un árbol del invierno


Pero


Los brazos no dejan de renacer

Para cuando llegue al cuarto de esa mujer

las dos mangas vacías de su saco

se habrán llenado de algo parecido a unas ramas

Aunque se corte su cuerpo por el dorso

los brazos renacerán tantas veces


Tesoro


La palabra más hermosa del mundo

es Concertgebouw


Hace cuatro años en Ámsterdam

mientras me paseaba en el tranvía de la tarde

vi un edificio enorme frente a mí

Te pregunté: ¿Qué es esto?

Concertgebouw —Respondiste.


Concertgebouw

En ese entonces

no sabía qué era eso

pero tu voz que lo susurró

fue tan linda

que a partir de ese momento esa palabra se volvió mi tesoro


No había escuchado a alguien

decirla antes

ni después

y fue la única vez

que susurraste

esa palabra que escuché sólo una vez

Yo fui la única que oyó

en aquel momento

esa blanda

voz

tuya


Escrito aquí de esta manera

Mi tesoro de pronto pierde su brillo

se convierte en algo menos que el cadáver de una cigarra

Para desechar una cosa importante

confesé mi secreto

Para olvidarme de esa palabra

y también de ti


Adiós

mi Concertgebouw

Jamás volveré a enamorarme de ti

Las cosas importantes

hay que tirarlas una y mil veces


Hasta el rocío dulce de la separación

pierde sabor al ser escrito aquí

Ni siquiera siento una herida

Qué pena



Masayo Koike

Masayo Koike [Tokio, 1959], poeta, narradora y profesora de la Facultad de Artes de la Universidad Rikkyo, su obra está reunida en Antología poética de Koike Masayo. Su más reciente libro de poesía Baba, basara, saraba recibió el premio Ono Tozaburo. Traducciones de Akiko Misumi. 

La caja

Una caja

una caja vacía

altura

longitud

profundidad

La profundidad es lo que

más importa a Tokio Kinbara.

Si es poco profunda no cabe nada,

pero si lo es en demasía, se ahogan las cosas.

-Meto algo en el fondo de la caja y de allí lo recojo.

Lo que importa es la sensación de distancia que siente la mano al tomarlo.

Al ver una caja vacía Tokio se estremece.

Es una manía que tiene desde joven, incorregible.

Le encantan las cajas vacías, antes las coleccionaba

pero actualmente las hace con sus manos.

-Hago unas cajas tan profundas

que no puedo dejar de atisbar; es mi vicio.

okio, que casi nunca se arrepiente,

algunas veces se pone modesto.

Condiciones de una buena caja:


1 Cuando se abre, ilumina la cara del que mira en un instante

2 Es tan clara que en ninguna esquina hay sombra

3 No es demasiado grande ni pequeña

4 Está en su sitio sosegada

5  Sobre la tapa, vea la hoja adjunta (que no existe todavía)


Tokio fabrica cajas por cajas.

El exterior tiene que ser rígido y firme.

El interior debe ser sorprendentemente delicado y fino.

La medida interior es el alma de la caja.

Cuando abre una caja Tokio Kinbara

siempre oye un gemido que se escapa.

Una caja

una caja vacía

altura

longitud

profundidad

La profundidad es lo que

ha obsesionado a Tokio Kinbara durante la vida.

-Contemplando una caja, se me ocurre

la idea de meterlo todo en ella.

La casa de Tokio está llena de cajas vacías.

A veces el cúmulo se derrumba y hace ruido.

Tokio recoge una de las cajas vacías

y observa el vacío concentradamente.

El interior de la caja vacía

es todo el mundo real de Tokio Kinbara.


Al morir Tokio fue metido en una caja hecha por él mismo

-Cuando muera métanme en la caja.

es la única voluntad que dejó.

Altura

longitud

profundidad

sí, la profundidad.

Para Tokio la mayoría de los ataúdes normales

parecían demasiado estrechos y largos.

Además su profundidad no era suficiente

según la teoría de la caja de Tokio.

Vinieron tres mujeres que conocían muy bien a Tokio.

La caja preparada era profunda.

Dos de ellas sostuvieron a Tokio

y lo metieron en la caja tranquilamente.

La otra arregló sus piernas, enredadas en el fondo de la caja.

Tokio se sentó derecho sobre los talones en la caja.

Para que no se bamboleara la parte superior del cuerpo,

lo sujetaron con almohadillas que se habían preparado

y se fijó en la caja.

Tokio las había conseguido de una empresa

de transporte de ordenadores.

Como Tokio era un hombre muy bajo

esta operación fue muy fácil entre las tres.

La caja estaba hecha de cartón firme y pintada de rojo.

Altura

longitud

profundidad

En la caja hecha con medidas justas

Tokio parecía muy feliz.

Al final las tres mujeres la taparon.

Todas mudas, pensaron en la oscuridad

que habría dentro de la caja

¿Cómo huele, cómo se siente al tocar esa oscuridad?

Para Tokio Kinbara era un ritual antes de ir a la cama

tomar whisky pensando en “el interior de la caja vacía tapada”,

y era una de las cosas que más le excitaban;

las tres mujeres lo sabían mejor que nadie. Ninguna lloraba.

Durante tres días las mujeres bebieron mucho

y cantaron alrededor de la caja roja.

Satisfechas, finalmente quemaron la caja roja.

Como era de papel se consumió

completamente en poco tiempo.

En cambio, Tokio Kinbara se quemó poco a poco,

sentado sobre sus talones.



Créditos

Poemas , poetas y comentarios antología de Poesía Contemporánea de Japón Revista  Alquitrave. Harold Alvarado Tenorio • Director http://www.arquitrave.com ISSN: 1692-0066 Nº 46, Cartagena de Indias, Diciembre de 2009


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Los traductores

Kazunori Hamada [Tokio, 1980], estudió en la UNAM y colaboró en revistas como K: arte, literatura y pensamiento. Prepara un Doctorado en Letras en la Universidad de Tokio. Intérprete y periodista independiente se interesa en especial por Cervantes y la literatura uruguaya.

Mutsuko Komai [Yokohama, 1964] vivió largos años en Argentina y desde finales de los años noventa es profesora en el Instituto de Traducción de Tokio. Estudiosa de la poesía de América Latina, se ha especializado en la obra de Alfonsi- na Storni. También trabaja en la Escuela de Postgrados de la Universidad de Tokio.

Akiko Misumi [Yokohama, 1963], enseña lengua y cultura hispánica en la Universidad Meijigakuin de Tokio. Experto en poesía latinoamericana ha publicado artículos y traducciones de y sobre Vicente Huidobro, Gonzalo Rojas, Jorge Teillier y Enrique Correa.

Ayako Saitou [Tokio, 1956], profesora de la Escuela de Estudios Graduados de la Universidad de Tokio, es Maestra en Artes por la Rice University. Ha publicado estudios sobre Cervantes, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Luisa Valenzuela, etc. Y ha traducido a Luis Cernuda al japonés.

Ryukichi Terao [Nagoya, 1971] es Doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Tokio y profesor de la Ferris de Yokohama. Ha investigado y enseñado en El Colegio de México, la Universidad de los Andes de Bogotá y Los Andes de Mérica. Ha traducido al español a Junichiro Tanizaki, Kobo Abe y Yasunari Kawabata, entre otros. Ha publicado Literaturas al margen (2003) y La novelística de la violencia en América Latina (2005). 

Gregory Zambrano

La revista Arquitrave agradece la colaboración de los poetas japoneses incluidos en este número monográfico, así como la tenacidad y generosidad del poeta venezolano Gregory Zambrano para llevarla a cabo. Sin su ayuda habría sido imposible esta empresa.

Gregory Zambrano [Mérida, 1963] es Doctor en Letras por el Colegio de México y uno de los fundadores de la Bienal de Literatura Picón Salas. Notable poeta, durante años ha dirigido la Escuela de Letras y el Consejo de Desarrollo de las Humanidades y la Ciencia de la Universidad de Mérida.






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