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Selección de poemas de José Adán Castelar. Las cenizas del mar y el exilio del presente. Post Plaza de las palabras





Plaza de las palabras en su sección Poesía hondureña, presenta una selección de poemas del poeta José Adán Castelar,  poeta, periodista cultural,  cuentista, aficionado a la música clásica y a la pintura. Nació el 9 de abril de 1941 en Atlántida, Honduras y falleció en diciembre del año  2017 en Tegucigalpa, Honduras.

1.
De su nacimiento

De su nacimiento cuenta el mismo José Adán Castelar:

«Yo nací, por casualidad, en un lugar llamado Coyoles Central. Digo por casualidad porque en aquellos tiempos, cuando una mujer iba a parir en la Standard Fruit Company, proporcionaban un vehículo que llamaban motocarro. Este motocarro hacía un recorrido en el campo donde estaba la embarazada hasta el hospital de La Ceiba. Eso ocurrió con mi madre. Pero yo estaba muy urgido y reventé la fuente de mamá cuando pasaba por Coyoles Central en el motocarro. Nací en la orilla de la línea, en una choza. Me atendió una partera que todavía la busco –seguramente debe estar muerta– para darle las gracias, porque por ella estoy aquí en este mundo. Nací en un lugar que poco a poco he ido amando, incluso le he escrito unos seis poemas. Nací el 9 de abril de 1941. A los seis meses llegué a La Ceiba. Esa es la confusión que tienen amigos y vecinos de La Ceiba, pero no, soy un campeño de Coyoles Central. » (1)

2
Opinan los críticos y los poetas

Connotados intelectuales, críticos y poetas se han referidos elogiosamente a su obra. De su poesía escribió Roberto Araujo: «Hay una mezcla de fuerza viril y compasión por las cosas y las gentes las palabras están usadas en su plena desnudez... Esta manera de escribir le permite una expresión serena y directa».  Por su parte, la critica Helen Umaña sostiene que Castelar construye sus versos: «No sólo desde la entraña misma de las desgarraduras sociales, sino también desde el esperanzador batallar que puede llevar a su superación». (2)

El gestor cultural, crítico  y poeta Salvador Madrid brinda  está didáctica semblanza sobre el  poeta:
«Le guardo ese respeto que uno le guarda a los buenos poetas; leerlo era reedificar la noción del origen, sin embargo esa poesía de Castelar evitaba la memoria como una idea apolillada donde el tiempo es nostálgico o posee una dulzura marchita, todo lo contrario, la poesía de Castelar, insiste en inundarse de la luz del presente, replantea la memoria como fuerza social que puede cambiar este mundo por otro donde el ciudadano común no es un héroe anónimo sino un constructor de su propia vida y la de los otros. Su poesía se arraiga en recorrer la intimidad del día a día, es tan importante la flor que nace, el pájaro que canta solitario en la noche, el adobe de una casa, la rabia o la impotencia del obrero, el viento forjando las miradas de los niños, la evidencia del mar en el hueco de las manos o la urgencia de protestar y comprometerse con la necesidad propia y ajena. Una poesía transparente que exige un oficio también transparente: escribir con nobleza y autenticidad; “espero que la poesía me edifique” dijo en una entrevista, una expresión que no permite duda alguna y que admite que la vocación de un poeta no sólo es estética, sino ética;»  (3)

La historiadora y poeta Anarella Vélez le dedica este poema:

Las resonancias del mar (4))

Para el poeta José Adán Castelar

El rasgo esencial de tu voz,
eco que estremece los oídos,
clave que late en el misterio de tu canto,
estocada insondable en estos tiempos.
Como el sonido revelador del norte
te hundes en las angosturas de la carne
y te vuelves trova con semblante propio.
Cristales marinos nos vigilan y se enmarañan,
eres el grito que gira al borde de las sombras,
como el aletear de gorriones centuplicados,
guardián celoso de tus jardines.
Ahí cautivo estás,
en el crepitar  infinito
de las resonancias del mar,
y te nombra y te nombra.

Por su parte,  el ya fallecido poeta Rigoberto Paredes (1948-2015), le dedico un par de poemas, uno de ellos es  este  poema): 
Loa Castelariana (5): 
He aquí, aqueste casto Orfeo, hijo,
obra completa de Josefa y José,
que dado fue de alta
por la gracia de Venus en Coyoles Central.
Y hoy avecindado se halla en Teguz,
donde quemó sus naos
con todo y su Laodamia a bordo.
Helo al loado, al que también del mar
aquí sentó cabeza
entre su cuarto brujo y donde la Irma Soto,
entre Paradiso y el mágico Evaristo.
Vedlo, pues, por aquí, vivo retrato
del
pitcher
con las bases llenas,
una página en blanco como único equipaje
y un celular sin saldo y el pasaje de vuelta a Montecristo.
Andariego feliz, documentado
en las artes mayores de la cetrería;
anteojos infrarrojos, progresivos
para verlas mejor
según–sin–sobre–tras;
la frente siempre en alto,
un
do de pecho
al olanchano modo
y un verso de Ungaretti entre ceja y ceja.
Loa castelariana es esta
al hermano mayor, al viejo amigo.
La Poesía lo guarde y el Bel Canto.
Y que su larga vida venidera
sea para nos su más caro presente.

Fuente: Lengua Adversa, Rigoberto Paredes

3. Obras y premios 
Obras

Publicó dos libros de cuentos y más de diez libros de poesía, entre los que se pueden señalar:

Ser (1961). Poema estacional (1966). Entretanto (1970). Memoria en mano (1976). Rutina (1981). Sin olvidar la humillación (1983). Andar (1985). Digo, no es un decir (1986). Pasión del claroscuro (1988). Tiempo ganado al mundo (1989). También del mar (1991) De Cauces y la última estación (2006). Rutina (1992); Rincón de espejos (1994); Laodamia (1999); Venus en el campo (2001); Cauces y la última estación (2006); y Poema Opus II (2016). Aunque la editorial Guaymuras le publicó en 1991 un cuento, La noche en que a Superman le cortaron las alas, su obra narrativa, reunida en dos libros, permanece inédita (uno de ellos, Actos de amor y otros actos contiene alrededor de cincuenta cuentos cortos). Dejó varios libros inéditos, incluyendo Nombrar, de poesía, Sin importancia alguna, que reuniría sus crónicas culturales, y Mis amigos los pintores, sobre el arte hondureño (ver La estratagema de la palabra). (Con base a Paradiso, EcuRed y Zebra)

Premios

«Obtuvo el premio “Iztam Na” de  literatura en 1982, el Premio latinoamericano de poesía “Roberto Sosa” en 1986, el Premio Centroamericano de Poesía “Juan Ramón Molina” en 1988 y el Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” en el 2003. » (Tomado de Paradiso y EcuRed)

4. Comentarios y selección de poemas por Plaza de las palabras

Los poemas seleccionados para esta breve muestra son Coyoles Central, CONFESION PRIMERA A LA CEIBA, J.A.C., UNION Y RUPTURA, HABITANTE, EDADES, CON USTEDES. El poema Coyoles Central, le hemos tomado de “También el Mar”, antología de poemas publicada en 1993, y poema que se reproducido en un conocido blog especializado en literatura hondureña. El resto de los poemas son tomados de una breve muestra de poemas de José Adán Castelar, publicada por la alcaldía capitalina de Tegucigalpa, en su cuadernillo No.8, que incluye 10 poemas, probablemnte de sus primeros libros escritos en la década de los 60s;  y de los cuales seleccionamos 6 poemas. 


José Adán Castelar: La cenizas del mar y el exilio del presente

Yo recuerdo dos ojos entre la noche y la luna
como entre dos vuelos fijos dos ventanas verdes
(…)
 Yo recuerdo dos ojos como dos armas solas
quebrándose en la noche
De UNIÓN Y RUPTURA
J.A. Castelar

Siete poemas seleccionados que abren un microcosmos poético donde se entrevén  algunos rasgos que quizá irradien luz para aprehender algunos resquicios y tramos de la obra del poeta. Desde sus primeros poemas el poeta Castelar tuvo en la mira el horizonte del mar, nacido circunstancialmente tierra adentro en  ese pueblo con nombre de estación ferroviaria: Coyoles Central. Luego  adopta la Ceiba como su ciudad de nacimiento, ciudad fluvial y marítima, ahí junto a otros poetas integra el grupo «La palabra Convocada». Y en esa ciudad portuaria, «madre, madrastra», el poeta quizá encontró un reposo en ese horizonte de contemplación y descanso que provoca el mar. Y por eso tantas veces vuelve a ese paisaje horizontal que rompe en «olas y sueños», y canta el poeta con ese amor materno a su ciudad marítima:

Sin pueblo, sin aldea, /sin nadie que diga este es de aquí, /me arrimo a tu nombre primaveral, /me quedo en tu casa marina. De CONFESIÓN PRIMERA A LA CEIBA

Pero también en el mismo poema declara el poeta:

Ceniza es mi lugar, /la tierra que me hizo.

Porque toda esa infraestructura circunstancial y memorística se debate entre lo que fue y sus necesidades, el aplomo existencial en donde el poeta lucha entre las cenizas de un pasado o la vida presente de supervivencia y de un templado futuro. En esa necesidad existencial la tierra se convierte en el mar: adquiere esa tierra la frescura de la brisa marina y el paisaje de un mar tranquilo, pero a contrapelo también se arma la  agitación del mar. Y ahí también hay ceniza, la ceniza le persigue. Porque el mar como sueño también se esfuma, también perece.  De ahí que también la ceniza de la tierra sea ceniza del mar.   Y funciona solo como una idealidad. La tierra firme es el ahora y el aquí.  Y aquí es donde ese mar se vuelve venero y se enlaza con ese otro mar que es el tiempo. Y aquí de nuevo el tiempo hace ceniza al mar. Tiempo que a veces encabritándose y huyente adquiere esa fisonomía de tiempo baldío. Porque si  hay una tierra baldía como creía T.S.Eliot,  también ha de merodear por ahí, muy cerquita, un  tiempo baldío: 

 En vano hemos crecido en tiempo y no en abrazos. De J.A.C

En el siguiente verso lo reitera de otro modo:

En vano nos hemos establecido en el reino del hueso/Y no en los astros. De J.A.C

En el reino de la carne  y la inmediatez, quizá lo superfluo, y no en el reino de  los astros: lo sublime, lo espiritual, la infinitud, la eternidad.  En donde la pérdida del tiempo o la ensoñación de la ilusión cotidiana van devorando vida y sueños.  Donde el tiempo no es un tiempo útil sino es afincado en el detalle en la realidad vivida, del amor vivido. Así el tiempo se desfigura, se renuncia al presente y se vuelve al pasado. A veces son solo escaramuzas habituales, tanteos condicionados,  zambullidas rápidas y regresivas. No se puede renunciar definitivamente a la memoria, sino traerla a colación y rescatar pasajes iluminados que en el tiempo presente iluminen un tramo de la vida o descubran una epifanía: la memoria rescatada en el presente real y significativo.

Y ahí como dos robustos  y gigantescos brazos en un vaivén permanente, hay un  colisión entre ese mar y ese tiempo, las dos se convierten en símbolos. Es el poeta quien trata de desentrañarlos, y finalmente ponerlos en paz. Buscar la reconciliación entre ese mar símbolo y ese tiempo símbolo.  Hacer la sincronía entre esa idealización marítima de terruño de casa: de lugar y pertenencia;  y ese tiempo presente del cual a veces el poeta se exilia para volver a un pasado si bien existencial. Igualmente baldío; si no se interpreta desde una  significación e iluminación de un ahora y aquí.  
  
Aquí estoy en mi lugar sin nombre ni rostro, /cerca del mar, De HABITANTE

Pero aquí el mar se ha convertido en un sustituto de la naturaleza, de ahí que sus bosques sean marinos,  donde  el viento canta su «pino de agua». Y es que en los poemas de Castelar el agua merodea y se convierte también en un camino que quiere llegar alguna parte. Por lo que en los poemas emerge esa necesidad casi existencial de encontrar un lugar definitivo y de un arraigarse a algo o en algo. Quizá un espacio, una ciudad, un pedazo del mar, una isla,  o quizá apertrecharse en un par de palabras amables y humanas: «el grito y “eres humano”».

En los siete poemas seleccionados convive un conflicto, que no es propiamente un  conflicto de identidad de su lugar de nacimiento, entre tierra y mar, o entre una ciudad terrena y otra ciudad marítima. Tampoco  es un conflicto de pertenencia a determinado estamento social. Es  un conflicto de sincronía entre el espacio y el tiempo.   
   
Octavio Paz en su Lectura del Premio Nobel hablaba de nuestro «exilio del presente momento», esa fugacidad a veces de volver al pasado o quizá esa necesidad de arquitectura  de reconstruir o remodelar un pasado insatisfecho. Y que al fin y al cabo, al cual ningún poeta renuncia totalmente. Esa dificultad de conciliar pasado y futuro en un solo instante. De ahí la necesidad que el poeta retroceda o se proyecte al futuro. Y a  veces se  exilie del presente. Al final el poeta resuelve esa dicotomía, ese orden de temporalidad,  esa línea de luz y sombra, de ese orden apolíneo y fuerza dionisiaca;  esa definitiva reconciliación entre esas dos fuerzas titánicas y simbólicas: mar y tiempo. Entre ese pasado y ese futuro que se encuentran y solo se realizan en el ahora. También decía Octavio Paz: «la búsqueda del presente es…la búsqueda por la verdadera realidad».

Si bien la poesía de Castelar es existencial en su trasfondo convive un escenario social del cual el poeta no se libra porque él formo parte y se identifico con esos escenarios. La hay  de fondo,  poesía de denuncia,   a veces comprometida con la palabra al  duro y tierno acento de Vallejo; y  a veces, quizá  alargándose en el eco mental de otros poetas. Pero sobre todo, el poeta  Castelar concientiza sobre la dureza de la vida y de su vida, sin caer en el pesimismo inútil o dejarse arrebatar por los  quejidos huecos. Y al margen de la ausencia, de los peligros de la ciudad y la modernidad, del cuidarse de las «bajas mareas» tal y como  le advirtió el poeta Rigoberto Paredes.

En definitiva  el poeta Castelar encuentra su propia sincronía y su propio equilibrio de vida. Su sentido y mesura poética. Logra volver del exilio, y se instala en el presente todopoderoso, concilia pasado y futuro, tierra y mar, campo y urbe.  Consciente o no de saberse como decía un escritor y crítico estadunidense: de este espacio y de este tiempo.

Es la vuelta del viaje a Ítaca. La palabra lo salva, el poeta lo dice:

 «algo me salva». De UNION Y RUPTURA

En otro poema agrega: 
yo escribo para salvarme,/y leo a Sosa y Evtushenko (para salvarme también). De EDADES

Y aún en otro poema ratifica el producto: 

le entrego mi palabra a lo que amo con ternura, /y soy feliz. De EDADES 

La palabra lo salva, pero no cualquier palabra, no el simple acto de poetizar o de una catarsis salvífica o milagrosa. O salvarse por el sencillo o complejo arte de componer versos o sonetos. O por leer a un determinado poeta; sino que el poeta y el hombre se salva  sobretodo porque:

no solo he venido aquí a combatir/la furia del sol, /la traición de la sombra, sino también para cantar/y amar. De HABITANTE

Por eso pide:

Al menos canta al menos canta/al menos canta como un amanecer brotando de la roca: De J.A.C.

José Adán Castelar,  Hombre sencillo y Poeta sencillo como Antonio Machado.

Y como tal lo hace desde la ululante soledad, desde su corazón golpeado por la espera, desde un pobre guitarrero, desde la ternura de cuartería y soledad, desde  un árbol humilde, desde También del  mar. 
Al final dice,  ya perfectamente instalado en una actitud frente a la vida y en la veta de serenidad madura del encuentro de los opuestos (ya sea su primer poema o su último poema, o que lo haya escrito en tierra firme o en alta mar, o reivindicado como campeño telúrico o como marinero de vocación peregrina):

Aquí levanto mi bandera de hombre. / Aquí hallara la muerte mi alegría. De HABITANTE   





Selección de 7 poemas de José Adán Castelar por Plaza de las palabras

Coyoles Central

Ahora mismo yo podría disparar
una bala en este poema
                                 o gritar me lleva
el diablo aplastando una estrella.
Ahora mismo —sin ir muy lejos— yo podría
condenarme al cepo del silencio
                                 sentarme
a la siniestra del hombre—padre
o ir al Carril
                                 besar a Rosa allí
y cantar cantar
                                 pero hay demasiado fruto
lunar en los árboles
y mucho viento del Aguán gritando te amo
y tantos seres comidos por la fluvial
muerte del sur para que yo deba preocuparme
por la ululante soledad
por mi corazón golpeado por la espera
por una muchacha de ojos grises
que me aguarda en la noche
                                         o por ti
lugar de tumbas
"ancho pétalo seco"
me lleva putas de la rabia
del fracaso
o por la poesía del obrerito que por fin
pudo amar este sitio
entre la crueldad
de oscuros habitantes
cercados con alambre de púas como presos
y presos.


CONFESION PRIMERA A LA CEIBA

Sin pueblo, sin aldea,
sin nadie que diga este es de aquí,
me arrimo a tu nombre primaveral,
me quedo en tu casa marina.
no tengo donde estar, 
quien me reciba en sus brazos,
en sus manos de tierra, madre, madrastra
mía, hija del cielo, reza por mí
al pie de la colina.

Ciudad hecha de ola y sueño,
 flor de mi patria  aromando al mundo,
pedazo de mar erguido como un lirio
donde canta el viento su pino de agua.
Recíbeme, acepta al pobre guitarrero que traje, 
a tu piedad,
a tu ternura de cuartería y soledad.
No tengo pueblo, ningún rincón que me recuerde, madre. 
Ceniza es mi lugar,
la tierra que me hizo.

J.
            A.
C.

En vano hemos crecido en tiempo y no en abrazos
sobre la piel materna,
entre muerto y muerto y muerto.

En vano nos hemos establecido en el reino del hueso
Y no en los astros.

Anula, anula tu sed de unión,
apaga, apaga el fuego que mato a los héroes: la ruptura
Es de aquí, y tu también: pedazo de los cristales
destrozados.

Oh, muchacho de ladrillo,
árbol humilde. Al menos canta al menos canta
al menos canta como un amanecer brotando de la roca:
extrae del humo maldito la paloma perdida
y di, entre las flechas que perdieron, la nostalgia
de los dioses muertos.


UNION Y RUPTURA


Yo recuerdo dos ojos entre la noche y la luna
como entre dos vuelos fijos dos ventanas verdes

…y el grito “eres humano”,
            robándome las alas
y el fuego perfumado  pariéndome hombre
y el No que salva

pudriéndose
y el vasto Si cayendo sobre el césped

¡Se cierran las ventanas se abren las puertas!
¡Se cierran las ventanas se abren las puertas!
(Y la balanza mañana
ya haciendo el remordimiento
en nuestras casas).

Yo recuerdo dos ojos como dos armas solas
quebrándose en la noche
sobre la yerba cómplice
Solo eso recuerdo: algo me salva
Después
se llenaron de sal y de esqueletos los caminos.


HABITANTE

Aquí llegue expulsado por la ciudad,
por su paz ajena,
por su techo de madera podrida,
por su pan disputado, con fiereza.

Aquí estoy en mi lugar sin nombre ni rostro,
cerca del mar,
en mi rincón de tierra y soledad.

Sin embargo, no solo he venido aquí a combatir
la furia del sol,
la traición de la sombra, sino también para cantar
y amar.

Dadme mi guitarra hondureña,
mi taza de café,
mi hora de viento interminable.

Dejadme con los míos bajo la luna,
en mi pueblo.

Aquí levanto mi bandera de hombre.
Aquí hallara la muerte mi alegría.


EDADES

No todo el mundo sabe que sufrimos
hasta más no poder perdidas,
hambre,
humillaciones.

No todo mundo sabe eso.
Nuestra infancia fue una lucha contra la muerte y la búsqueda de papa
entre los arboles.

Crecimos a como diera lugar,
mamá sabe cómo:
ellas trabajando como esclavos
en la avenida Cabañas de la Ceiba,
yo en casas particulares donde fui acogido con dureza.

Nuestra adolescencia nunca existió:
ocupada la flaca en vernos subsistir nada más,
en sentirnos ir de aquí para allá buscando un pan seguro,
un rincón donde pasar el invierno,
el tiempo sin paz,
nunca existió.

Mi caja de lustrabotas se llamaba Ava Gardner.
No todo mundo sabe que entonces existimos como hoy
duramente,
difícilmente,
solo que nuestra dicha hoy conoce su origen,
su camino.
Y mientras mama espera a sus nietos
con el almuerzo caliente en la mesa
y mis hermanas a sus maridos que volverán a sudar la gota gorda,
yl sustento diario estrechísimo,
yo escribo para salvarme,
y leo a Sosa y Evtushenko (para salvarme también).

Y entre la puta burla y mi alegría
le entrego mi palabra a lo que amo
con ternura,
y soy feliz

CON USTEDES


Ustedes crecen, avanzan
no se ahogan en un vaso de agua
ni se quedan a medio camino.

Ustedes que han cogido la moda por el pico
y viven de acuerdo a toda realidad, que hablan con propiedad
de lo que está adelante.

Ustedes que poseen papeles que son como una arma,
como un pan seguro, que pueden con ellos garantizar su labor por años y años.

Ustedes que saben donde duermen
y para que competir a quien es más gallo.

Ustedes que saludan a  veces al hambre con sombrero ajeno
y no tienen en sus mismas narices un animal muerto,
en sus mismas barbas un niño muriéndose de hambre. 

Ustedes los uña y carne, compañeros, espérenme por favor.
Deténganse un ratito, ey, no seles olvide que yo naci atrás,
que mi alegría es la de un asmático que busca un nombre,
una casa,
echar raíces entre el pueblo.
y díganme antes de que el diablo lo sepa:

Me van a perdonar o no.  
Con ustedes si que quiere ganas.
Tienen leche y están acostumbrados ser dueños.

Pero marchamos juntos y eso basta.

Notas bibliográficas

1. Honduras Escribe. Los Escritores de Honduras, José Adán Castelar 
2. EcuRed, José Adán Castelar
3. Madrid Salvador, Blog DERIVA, José Adán Castelar: La poesía como estética de la dignidad, enero 13, 2018
4. Anarella Vélez, Paradiso, Homenaje a la memoria de José Adán Castelar, en Paradiso, diciembre 28, 2017
5. Ídem., Rigoberto Paredes,  Paradiso, 2017

Créditos

Poema Coyoles Central, Poemas de “También del mar”,  blog Cuatro Estaciones, 7 de mayo 2010
Los demás poemas los hemos tomado de  José Adán Castelar, Cuadernillo No. 8, Alcaldía Metropolitana Distrito Central, poemas sin fecha,  publicación sin fecha, y  páginas sin numeración   

Ilustraciones

José Adán Castelar, foto, EcuRed
José Adán Castelar, composición con base a foto blog Deriva y foto de portada del  libro «También del mar», en blog Pequeñas estaciones.