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Tres poemas inéditos de Álvaro Calix. La inadvertida intangibilidad del tiempo y el peso concreto de la ciudad moderna. Post Plaza de las palabras.







Plaza de las palabras presenta  tres poemas inéditos de Álvaro Calix, escritor hondureño, quien ya ha publicado dos libros de narraciones La Plaza de los poetas (2006) y Ariadna y la burbuja (2014), y ha sumado varios premios nacionales en la rama del cuento.  También ha incursionado saludablemente en poesía, en este blog se han publicado varias de sus poemas y casi una docena de sus cuentos.  En esta ocasión presentamos tres poemas inéditos: Vuelos perdidos, Eternidad del instante y La ciudad enferma. Los tres tocan el problema del tiempo. Uno de ellos, La ciudad enferma,  lo hace en el marco de la ciudad moderna. Poemas que tocan temas trascendentales y siempre vigentes, en que el autor manifiesta otra mirada del problema siempre intangible del tiempo, y trata de develar otra careta de los múltiples rostros de la ciudad moderna. Poemas por si solos interesantes, pero que sobre todo obligan a la reflexión y abordarlos desde el metatexto. En todos los poemas aquí comentados logra plasmar la idea de lo que quiere trasmitir y lo hace con un lenguaje vibrante en imágenes y otras veces en un tono lento y meditativo. Eso si, en un tono sombrío y a veces desgarrador.   


VUELOS PERDIDOS 

En el poema Vuelos perdidos, Álvaro Calix dice

«¿Otearán ustedes pájaros grises, más allá de este hueco?”.

Sin embargo el poeta duda si esos pájaros no son solo agoreros, y si lo podrán llevar a donde el poeta quiere.
« Yo los veo con su aura de mal augurio»

El poeta vacila entre que los pájaros se lo lleven con ellos o simplemente seguir su vuelo con los ojos.

«No les pido que me lleven con ellos,
aunque con los ojos quisiera seguir su vuelo,
penetrar valles, cumbres y desiertos,
hondear la mirada en las costas perdidas,
quisiera que me llevarán hasta ti,
hasta donde se pierden tus ojos apagados de pronto».

El poeta se pregunta si esos pájaros serán capaces de librarlo de su tormento.

«Me librarán acaso de este lienzo que rehúyo,
¿cambiarán el paisaje de estos setos moribundos? »

El binomio hombre  y pájaro  ha sido un tema de los poetas, son conocidas los famosos poemas de Keats Oda To a Nightingale (Oda a un ruiseñor)  y el poema de Cernuda El mirlo. En ambos casos el artista se compara con el pájaro, admira su sin par plumaje y su vuelo lleno de libertad. Keats compara el ruiseñor con la vida de artista, para  Keats el pájaro, en este caso un espejo ante el que el artista se mira, y ante la inmortalidad que simboliza el ruiseñor (el arquetipo), ve que sus anhelos se esfuman. Pero el pájaro sale triunfante. Él como artista anhela esa vida de ruiseñor. Y se lamenta que un pájaro logre la felicidad y su cometido, su hermosos canto; que simboliza la obra del artista. Mientras  que el artista se derrumba a cada paso. Porque el artista apenas es un pálido calco de la libertad y plenitud artística del ruiseñor. El hombre en su finitud anhela la inmortalidad del pájaro. Dice Keats:

«Oh pájaro inmortal. No has nacido para la muerte».

En Cernuda el caso es similar, alaba la inconsciencia que tiene el mirlo sobre la muerte, dicha que no tiene el hombre que siempre está consciente de su paso efímero por la vida.

En El Mirlo, Cernuda dice:    

« Como si la muerte no existiera, ¿que puede importarle a mirlo la muerte?, como si ella con su flecha pesada y dura no pudiera pasarle, silba el pájaro alegre, libre de toda razón humana. Y su alegría contagiosa prende en el espíritu de quien oscuramente le escucha, formando con este espíritu y aquel cantar, tal la luz con el agua, un solo volumen etéreo”

En el poema de Calix, volviendo al verso ya señalado con anterioridad, el artista, en este caso el poeta le pregunta al pájaro:  

« ¿Otearán ustedes pájaros grises, más allá de este hueco? »

Ese hueco es la realidad y existencia del hombre, a veces virtuosa y a veces pecaminosa. Pero por qué se lo pregunta a un pájaro y no a un delfín, el ser acuático más inteligente de los océanos  o a un león rey de la selva. Porque en el pájaro siempre ha destellado algo de sagrado, es un ser alado, es un ser del aire. Los seres alados son mensajeros de lo celestial, de lo divino que esta siempre en las alturas. No en la tierra ni en el mar. Los pájaros son una pálida correspondencia de los ángeles, de la estatura infinita de lo divino. Una paloma fue la que envió Noé a divisar si había tierra seca, y  regreso con una rama en su pico, para constatar que había tierra seca y floreciente. Varios son los poetas que han poetizado sobre los pájaros, además de los ya conocidos y señalados también el poeta español Juan José Mestre, un poema que hace un recorrido antiguo y actual sobr el malestar del mundo: La tumba de KEATS, en que aparece el pájaro inmortal de Keats. Es conocido también el poema   del mirlo del poeta expresionista austriaco Georg Trakl,  heredero de la tradición de Holderlin. Uno más que vale la pena señalar es el poema La libertad del mirlo, del libro del poeta  español Miguel Vayrat: La razón de los mirlos Y no puede faltar el poema El gorrión solitario  de Leopardi, en que el poeta  compara su vida con la de un gorrión solitario.

«¡Ay de mí, cuan análoga
mi existencia a la tuya!»

Sin embargo, el primer antecedente, por lo menos de los tiempos modernos, es el conocidísimo  poema The Raven, de E.A.Poe. En una noche lúgubre un cuervo se posa en una ventana, y el hombre que está en esa habitación, abatido por las cuitas y pesares de su existencia, aprovecha su keiros, y se pone a conversar con el cuervo. El poema de Álvaro Calix termina pensando en otros posibles pájaros que le desentrañe y le revele, sus inquietudes  de vida. El poema semi dialogado (nunca habla con el pájaro sino que se lo imagina).

En el poema Vuelos perdidos, la voz del narrador dialoga imaginariamente con el pájaro y la introducción del problema del tiempo, son novedosos en el tratamiento del tema. Pero esa inclusión en el poema, no anula que también el tema central es la comparación de la vida vulnerable de toda artista ante la libertad y felicidad del pájaro. En este  poema Vuelos perdidos, es un poema de un ritmo más lento. Nos recuerda, por su tono meditativo y sombrío,  los poemas  no deja de haber una panorama sombrío que se percibe en algunas de las poesías de Holderlin o Trakl, o Leopardi.

 El poema de Álvaro Calix,  termina con los versos:


«dejad que imagine otros pájaros llevándome sin prisa,
al principio-fin de las horas, ahí donde seguro estás tú».

Y ese “tú”, la ultima palabra del poema, se vuelve un misterio en el poema. Se refiere al pájaro, el alma  o a la muerte, o  a la eternidad a modo de  deus absconditus est.

En el poema de Keats, los versos finales dejan en duda si el poeta estaba entre la vigilia y el sueño.  En el poema de Álvaro Calix no hay indicios de eso.

En los sueños ocurre lo mismo, y autores como Borges, han utilizado no al pájaro, sino a la flor como prueba de haber estado en otro mundo. En una realidad que es otra, pero que está ahí como una estación de espera: infinita y eterna: La flor de Coolridge.  En el campo de la  prosa también es muy conocido el texto  El artista del hambre de Kafka, aquí el pájaro es sustituido por un felino, enjaulado en un circo. El narrador Kafka, comienza comparando la vida del artista con la del felino enjaulado. Se han realizado numerosos estudios profundos por desentrañar todas las interpretaciones de este texto de Kafka
.



 Los otros dos poemas de Álvaro Calix, abordan temas difíciles de tratar, ya sea en el campo de la especulación filosófica o desde la reflexión poética. El problema de la intangibilidad del tiempo o la extraña levedad del tiempo, parodia a lo Milan Kundera. Ese fenómeno que es el tiempo escurridizo, el tiempo, que tanto ha seducido a filósofos, físicos, y por supuesto, también a los  poetas;  y que obsesionaba a Borges. El segundo poema La eternidad al instante, lo hace desde un horizonte indeterminado. El tercero, La ciudad enferma que toca tangencialmente el tema del tiempo, lo hace desde el marco de la ciudad moderna.

En estos poemas, el lenguaje se aborda a lo cotidiano y seguro,   pero en el de La ciudad enferma, es un poema más vibrante, y las imágenes poéticas más vigorosas. En este poema se advierten arrestos de los poetas beat, y hasta el  desencanto escenográfico  urbano de Tierra Baldía de Elliot. El poema El instante de la eternidad, es por su lenguaje el más sencillo de todos, pero no por ello deja de abordar un tema solemne, con un tono cotidiano y directo, sin ambages ni ambigüedades. Poema enfático, de una solo idea,  que plasma convenientemente y sin apuros.   



LA ETERNIDAD DEL INSTANTE


De La eternidad del instante,  Álvaro Calix, dice :

«Respirar profundo cada segundo y así
no se nos esfumaran las horas
las habremos bebido a sorbos, sin espanto ni tedio»

Lo que dice el poema de Álvaro Calix, es que hay que vivir la vida a plenitud, porque el tiempo es Tempus fugit, y nada mas cierto que este frase latina de Virgilio. Pero que también tiene antecedentes bíblicos en las citas de Job: Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra:


«El tiempo huye,
como una nube,
como las  naves, 
veloz como una sombra».




Y esa fugacidad del tiempo, se trasmuta en muchas maneras de aprehender el tiempo.  Y que ha sido objeto de expresiones artísticas y concilios de poetas. El mismo Borges, obsesionado con el tema del tiempo, no solo le dedico numerosos ensayos y cuentos, sino que también varios poemas. En uno en que, curiosamente,  no está dedicado al tiempo, Límites, Borges se le escapan estos versos:  

«De estas calles que ahondan el poniente,
Una abra (no sé cuál) que he recorrido
Ya por última vez, indiferente
Y sin adivinarlo, sometido».

Y es que el tiempo no solo es fugaz, sino que nos impone un límite. Nadie puede pasar por todas las calles de una ciudad. Y si lo llegara hacer, nadie podría pasar por ellas por segunda vez. O leerse todos los poemas de todos los poetas. O leer todos los libros de Borges dos veces. Sin embargo, al repetir un hecho o secuencia temporal,  no necesariamente pensamos en el tiempo. Pero esa limitación del tiempo existe, sea cual fuere la concepción de tiempo que se tenga. Y esta nos impone otra cara del rostro del mismo problema: Tempus fugit. Por eso el carpe diem latino o el kairos griego. Ya la biblia dice en Eclesiastés:  todo tiene su tiempo.        

Luego mas adelante, Álvaro Calix dice:

«solo así podríamos decir alguna vez: 
no existe el tiempo»
(…)
«No existe el tiempo
Pero qué difícil es darnos cuenta…».

El poema termina reiterando la misma idea de la inexistencia del tiempo,  pero agrega la dificultad de atrapar el  tiempo desde el conocimiento y la percepción cotidiana de la vida. Esta declaración del poeta, sobre la existencia o no del tiempo, ha originado una ristra de especulaciones poéticas, filosóficas y hasta de la física cuántica. Por su puesto los poetas han intentado aportar su interpretación sobre el tiempo. Dice Borges en el poema El instante:    

«El presente esta solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia».
(…)
«El hoy fugaz, es tenue y es eterno». 




LA CIUDAD ENFERMA





El tercer poema  La ciudad enferma, poema en primera persona,  en que se refiere a la ciudad en segunda persona. Es  una secuencia de imágenes sobre el horror al vacio, pariente no tan lejano del horror metafísico, que produce en alguna de sus capas la ciudad moderna. Pero también  advierte, entre líneas, Álvaro Calix, sobre una  ciudad fracturada y un  paisaje encubierto. Y es que además del encanto enmascarado de las ciudades modernas, detrás de ella también cohabita la otra ciudad.
En La ciudad enferma, Álvaro Calix, dice:  

«Te envuelve este cielo cutre,
de lejos veo la fina cortina de niebla que son tus rejas,
miles de columnas de hormigón ocluyen el paisaje de los montes arcanos,
borras con tu brocha de humo cualquier vestigio de verde vida».

El poema tiene tintes ambientalistas, la aniquilación de la naturaleza en la ciudad, pero no es su tema principal,  también revela la ceguera que la ciudad moderna destila: por sus encantamientos, su fascinación a lo colosal, sus vitrinas seductoras, sus inagotables bazares consumistas. Pero sobre todo por la percepción de que la ciudad no está construida para el reino del “mundo de  vida”, ni para el despertar del espíritu.

En que Álvaro Calix  dice:

«Un  mosaico de paraguas negros, parecerá un segundo cielo».

La sustitución del cielo por la fuerza compacta y cotidiana de mil paraguas. El cambio de lo azul por lo negro.

Y más adelante Álvaro Calix, dice:

«Acampa la noche en tus márgenes,
desde tu entraña no se ven las estrellas,
¿quién puede acaso soñar en noches como estas?
Los buitres se esconden en sus guaridas,
la serpiente andante con sus luces ubicuas
posa eterna sobre las vías negras,
su vaho ahoga la ciudad, las flores del rincón se marchitan».

Donde los valores y las formas de vida se han perdido, el “mundo de vida”, diría Habermas, afloran nuevos dioses y las apariencias salidas de la caverna de Platón compiten con los ídolos de Bacón: los dioses falsos, consumismo, la automatización laboral,  la despersonalización del hombre moderno, la alineación de las ideologías y las tecnologías. Y donde huyen además del tiempo, la fraternidad  humana, la solidaridad, las virtudes elementales, y todos aquellos elementos esenciales y fundacionales, que le han dado  impulso al aliento portentoso de la civilización. Y  en ese paisaje huyente hasta el simple apretón y saludo de mano se vuelve una especie en peligro de extinción.  Y al fondo la irrupción de las masas como un desfile interminable de sombras a paso uniforme por el  gran teatro del mundo.
Dice Álvaro Calix:

«Millones de cuerpos doblados salen de las fábricas, tiendas y quioscos”
y se meten embutidos en las líneas del metro».

¿Acaso? El imperio de las masas…

Más adelante Álvaro Calix dice:

«ahora van de sur a norte las caravanas que galopan hacia la cautiva jornada».

Continúa Álvaro Calix, y  dice: 

«cabeza gacha y la danza de las yemas, tosca reverencia al Dios Móvil»

Y menudo problema es éste.

Más adelante Alvaro Calix  agrega:

«Los perros calatos dicen adiós con sus ojos sin prisa,
no hay pájaros cantores, ni flores con rocío.
Hoy tampoco asoma el sol, ni tampoco en la noche se verán las estrellas,
y si llueve, las nubes no harán sino destilar tus miasmas».

Un poema en que las imágenes corren, escenas fantasmagóricas o de carácter onírico. Parte del poema trascurre en el día, pero también soporta el lado invasivo de la noche:  

« !La ciudad nunca duerme!, dicen,
aunque algunos tengan que hacerlo.
Suena la alarma…! ¿Amanece?».

Parecen imágenes expulsadas de  un sueño.  Un poema de Álvaro Calix  mano a mano con la posmodernidad: El tiempo y la ciudad, que toca la uniformidad como canon de vida y la falta de impulsos vitales en la ciudad moderna, pero sobre todo anuncia la intangible aniquilación del espíritu, que se debate entre sueños y vigilias. Y aunque amanezca el sueño en sus estertores lánguidos continúa…en una noche inacabable. 


Y aquí apenas unos cuantos comentarios, para contextuar ese binomio ciudad y tiempo, que arrastra ese pugilato poético entre sueño y realidad, entre el Yo del poeta  y el Yo del mundo. Entre la luz y la oscuridad,  entre ciudad devoradora y la naturaleza prístina.  Y este ultimo binomio pasa inadvertido, por estar tan a la vista. Pero por supuesto,  que la ciudad moderna tiene sus bondades como en la naturaleza también hierven sus peligros. Los poetas románticos ingleses, volvieron los ojos a la naturaleza porque creyeron encontrar en ella un reflejo de las verdades que buscaban, aplacar sus dudas metafísicas y hasta sus necesidades inmediatas.   Pero sobre todo porque les permitía poetizar desde su propia subjetividad. Reducidos por una coraza de acero del clasicismo y el neoclasicismo; y echado a la borda el realismo. El romanticismo les permitía levantar todas las banderas de espíritu, y les abrió de par en par las puertas de la libertad y la naturaleza: por allí   entró el Yo  individual, y el Yo poético tomo posesión de la nueva tierra. Y desde la subjetividad empezaron poetizar el mundo. Desde entonces, esa subjetividad no ha vuelto a casa, y se disperso por todos los confines. Es desde la subjetividad que  los artistas trabajan su obra
.
Y esto requiere un par de precisiones. Quizá una parte del problema de la subjetividad artística, sea esa confusión que se produce por el choque de visiones  que rondan latentes la mente del artista, y que  rematan en la bifurcación entre dos quereres, el primero, es el afán del artista por objetivizar la realidad, que es una cosa;  y que se ha entretejido no solo en la poesía, sino también en la prosa. Solo recordemos esa obsesión de Flaubert por llevar  a término objetivo cada palabra de su obra. Y que forzó por instalar al extremo Alain Robbe Grille, para acabar en una visión más dosificada en Hemingway. O dejemos caer en la mente, al pintor Monet en su lucha milímetro a milímetro por plasmar  cada destello de luz, tal y como el ojo los percibía en la naturaleza. Obsesión que comenzó con Pablo Ucello y que llevaron hasta sus últimas consecuencias los pintores vanguardistas, hasta chocar con el muro de la  desintegración de las formas.  La  pintura de Monet, desde la playa del impresionismo,  es un intento incesante por capturar  cada destello de luz en sus lienzos de Giverny.

El segundo querer, es el anhelo por  objetivizar el mundo idealizado que el artista persigue. Ambas visiones  son como una especie de dios Jano, y aunque a vece caminan por  la misma dirección, también bruscamente se separan y miran  por  diferentes rumbos. Y así tendrá que trabajar el artista con esa carga a cuestas de una realidad que siempre lo rebasara irremediablemente. Y  un mundo idealizado que siempre será perpetuamente embrionario.  

En la ciudad moderna no hay tiempo para “estar”, no hay un “quedarse” decía el filósofo Karel Kocis, en La ciudad y lo poético, y así tocamos otro punto clave de la postmodernidad, el de la tecnología actual y sus imbricaciones temporales.  La tecnología entre sus muchas consecuencias, ha puesto a correr al tiempo. Hay que ganarle tiempo al tiempo, se oye decir en la esquina de al lado.  Y esto exige otra serie de cuestiones y acarrea otras consecuencias. Por eso, y también lo dijo Kocis, en la ciudad moderna no hay tiempo para la reflexión y menos para la contemplación.

Por supuesto que la ciudad requiere pasar del  Locus Horrendus al Locus Amoenus. Para volver la  ciudad un lugar más fraterno, mas respirable y más artístico. Y esto no solo embona a la ciudad, sino el mundo. Sin embargo, desecho el conjuro seductor de la ciudad, ahora no se sabe para a dónde salir corriendo de ella. Si ahora ya solo hay en el tablero una solitaria  y única ciudad: Urbis et  Orbis. (La ciudad mundo). Un paso aún más allá, es instalar ese binomio en el terreno del pensamiento y lo imaginal. Y acometer la obra artística como una entidad que comporta hallar  el orden sustentable, natural y armonioso  de las cosas. Razón  que no solo está en la naturaleza sino que también habita en potencia en las ciudades. Para zanjar ese orden roto que se ha osificado en  los resquicios del mundo. Yen  que los artistas cuales guerreros ígneos, arremeten por medio del poder sanador del arte, para aliviar esa herida primitiva y profunda, que le dio al mundo, el zarpazo artero de las tinieblas.  Y así rescatar, en sus formas y contenidos,   la paulatina y definitiva arquitectura poética de la ciudad; y por consiguiente, iniciar ese viaje prometeico para  la reconstrucción del alma del mundo.




Poemas inéditos
de Álvaro Calix

Vuelos perdidos

De par en par vuelan estos pájaros grises,
¿A dónde van con su gorjeo seco?,
con su tibia congoja domeñada en alas,
¿Remontarán hasta el horizonte esquivo?
¿Se derretirán con el fuego del astro fuego?
Yo los veo con su aura de mal augurio,
no pretendo que arriben ni que se marchen,
solo deseo saber por qué vienen en días como hoy,
cuando lluvia y cenizas se mezclan en el suelo sin hojas,
cuando mis ojos no distinguen mar de cielo, crepúsculo de alba.

No les pido que me lleven con ellos,
aunque con los ojos quisiera seguir su vuelo,
penetrar valles, cumbres y desiertos,
hondear la mirada en las costas perdidas,
quisiera que me llevarán hasta ti,
hasta donde se pierden tus ojos apagados de pronto.

¿Otearán ustedes pájaros grises, más allá de este hueco?
Donde caen pétalos, años y piel.
Si alzo mis ojos, ¿me llevarán con ustedes?
Me librarán acaso de este lienzo que rehúyo,
¿cambiarán el paisaje de estos setos moribundos?,
¿lo trocarían por un celaje iridiscente frente al mar?
Si no es así, mejor pasad de largo,
Id prestos a adornar otros trazos,
dejad que me hunda en este mar que brota de mis ojos,
dejad que imagine otros pájaros llevándome sin prisa,
al principio-fin de las horas, ahí donde seguro estás tú.




Eternidad del instante

Nadie puede volver atrás las manecillas del reloj
tampoco podemos detenerlas en verdad,
menos hacer que vayan a galope más lento
incluso es imposible doblar su paso para llegar antes al puerto del mañana.
Pero una sola cosa podemos respecto al tiempo:
Respirar profundo cada segundo y así
no se nos esfumaran las horas
las habremos bebido a sorbos,
sin espanto ni tedio
solo así podríamos decir alguna vez:
no existe el tiempo,
Lo que pasó, lo que sucede y lo que vendrá es un mismo lienzo
como una lluvia ligera que vemos desde la ventana
como del sol un rayo sin principio ni fin
No existe el tiempo
Pero qué difícil es darnos cuenta…


Ciudad enferma

Te envuelve este cielo cutre,
de lejos veo la fina cortina de niebla que son tus rejas,
miles de columnas de hormigón ocluyen el paisaje de los montes arcanos,
borras con tu brocha de humo cualquier vestigio de verde vida.
Trazos grises son tus ríos, discontinuos,
qué otra cosa que charcos de los que brotan fétidos vapores,
reflejo infausto de aguas prístinas a inicios de otro siglo.
Acampa la noche en tus márgenes,
desde tu entraña no se ven las estrellas,
¿quién puede acaso soñar en noches como estas?
Los buitres se esconden en sus guaridas,
la serpiente andante con sus luces ubicuas
posa eterna sobre las vías negras,
su vaho ahoga la ciudad, las flores del rincón se marchitan.
Pienso que los minutos se atoran y se pierden en ese vacío de tu ritmo.
Las ratas felices descubren el festín de tu noche,
Millones de cuerpos doblados salen de las fábricas, tiendas y quioscos,
y se meten embutidos en las líneas del metro,
cabeza gacha y la danza de las yemas, tosca reverencia al Dios Móvil,
en pos de novedades que su propio día no vertió.
Ahora van de norte a sur, cruzando tu piel yerta.
Las luces de tus noches atraen a los incautos insomnes,
la pantalla de los sueños vuelve a ponerse en marcha,
y las máquinas marcadoras de crédito dominan el flujo de los cuerpos.
¡La ciudad nunca duerme!, dicen,
aunque algunos tengan que hacerlo.
Suena la alarma… ¡¿Amanece?
Y otra vez la burda trama para ganarle al día el pulso
ahora van de sur a norte las caravanas que galopan hacia la cautiva jornada,
salen de las cuevas-cama, con los relojes a punto, pensando que tal vez hoy 
Los perros calatos dicen adiós con sus ojos sin prisa,
no hay pájaros cantores, ni flores con rocío.
Hoy tampoco asoma el sol, ni tampoco en la noche se verán las estrellas,
y si llueve, las nubes no harán sino destilar tus miasmas.
Un mosaico de paraguas negros, parecerá un segundo cielo,
rostros unísonos se cubrirán del chubasco.
Pronto tendremos hambre, y no dudarás en ofrendarnos tus putrefactas viandas.
Mi único consuelo es que nada es para siempre,
y mañana serás ruinas, y más tarde polvo…




Créditos de las ilustraciones

Pájaro sobre base de madera, por Matt Wilson, trabajo en metal con base a cucharas y tenedores. Artista radicado en South Carolina
Escultura de pájaro sobre carrete,  por Tim y Ton Mullan pareja de artistas de california esculturas steampunk
Tempus fugit,  Imagen de wikipedia  
Fuga (1914), pintura por Vasili Kandinski, Fundación Beyeler, Riehen (Suiza).
El grito, (1893), pintura por Edgard Munch, pintor expresionista noruego, Galería Nacional de Noruega
Pájaro en el aire por Matt Wilson, trabajo en metal con base a cucharas y tenedores.  Artista radicado en South Carolina 
Foto de Ruiseñor, Imagen de Google imagen