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Página Diez. John Keats: La imaginación poética*. (Ensayo) Versión completa. Post Plaza de las palabras


MARIO A. MEMBREÑO CEDILLO**








Total  del texto, 5761 palabras

PRIMERA PARTE

1. Bajo la noche romana: la alta moda del romanticismo

Bajo el cielo azul celeste de Roma, en la Piazza di Spagne, cerca de la Fonte de  Barcaccia, realizada por Bernini en 1598; al pie de la escalinata que da acceso a la Trinita del Monti, tenía su casa el poeta John Keats. En ella murió en febrero de 1821. En esa misma casa, la número 20, vivió 4 años el poeta Shelley. Keats solo vivió 3 meses en Roma, llegó a la ciudad  eterna por prescripción médica,  tenía solo 25 años, había nacido bajo el brumoso cielo de Londres en 1795. Actualmente la casa en que vivió es el Museo Keats-Shelley, al que se puede entrar por 5000 liras. Y  en sus alrededores los vendedores ambulantes ofrecen sus baratijas y flores, creando un concierto móvil de colores y aturdimiento. En la temporada julio-septiembre, en la escalinata de Triniti del Monti, se hilvanan  desfiles de moda, y bajo la noche romana se ilumina una excepcional escenografía, en que desfilan esbeltas modelos, tan bellas que parecen irreales, y tan irreales que parecen un sueño andante bajando nítidamente  por la escalinata ataviadas en sensuales y finos vestidos. Keats muchas veces subió y bajo por esa escalinata, seguramente pensando en su Fanny Brawne.



2. La escudería romántica: la noche imaginada

Nos imaginamos esas noches romanas de luna llena, como aquel memorable paisaje de Henry James, en su Daisy Miller: A Study, en que Daisy  sentada, solitaria y pensativa en el centro  del circo romano  y bajo la luz de la luna contempla un horizonte de piedras. O aquella otra escena en Return Native de Thomas Hardy, en que la heroína, Eustacia Vye ensimismada al  resplandor de una fogata que ilumina la noche cavila ante aquella columna de humo ascendente esperando que la fogata acabe con la noche o la noche con la fogata. O aquella escena  en uno de los cuentos mejor logrados de Joyce. The Death, en que una poderosa, imaginativa y remota mujer, Gretta, parada en el descansillo de una escalera permanece pensativa recordando una tonada recién tocada en el piano: The Lass of  Aughrim, que le recuerda a un joven que conoció en su adolescencia, y que murió de amor por ella.  Esas escenas  bien las pudo haber escrito Keats, si hubiera sido novelista o cuentista, pero Keats solo fue un poeta romántico: sensitivo, exuberante y lírico. Pero también fue un poeta ardientemente vivencial  para capturar las más recónditas sensaciones y ponerlas andar  por la calle, y fue lo suficientemente concreto  para reconocerlas en la esquina  y estrecharles la mano. Poeta siempre atrapado entre  ese ímpetu peregrino por escribir  y seducido por ese derrotero casi fáustico de trasmutar las palabras en seres alados, en manos transparentes que tocan a la puerta y en pies inmediatos  que fatigan la noche  Sus arranques románticos estaban delineados por su propia vida y circunstancias. Keats,  convocaba espontáneamente una pasión equilibrada entre saludar a quemarropa a la eternidad y vivir intensamente  cada instante subido en un carrusel ensamblado de sensaciones y vaivenes.





3. La larga marcha del romanticismo

Cuando, los primeros hombres que poblaron el planeta tierra descubrieron el fuego y encendieron la primera fogata, el primero que pensó al calor de esa fogata, contemplando a trasluz el paisaje contra la noche sideral,  y se preguntó, ¿qué somos?, sembró las primeras semillas del aparato romántico y dio inicio a la silenciosa  marcha, que pondría en operación, tras una prolongada espera, una serie de dispositivos en torno a la conciencia del hombre y de su destino. Romanticismo que se ramifica en innumerables puntos, como las coordenadas de un mapa genético de la conciencia humana, aún por elaborar. Así comenzó esta marcha del romanticismo,  gesta heroica de luz y sombras, que no es más que un recorrido inmemorial por las plásticas praderas de la historia del pensamiento; pero también por los oscuros desfiladeros de la conciencia. En ese pendular paisaje el romanticismo se centra en el individuo y su experiencia personal. Keats una vez dijo «quiero atravesar las nubes y existir» Pero, también fue Keats quien dijo  «Solo es real, lo que se ha experimentado».Una rápida mirada, nos anuncia, entre ambas frases una perenne contradicción, pero una segunda mirada, irrevocablemente, nos revela su cromática complementariedad.  Keats concibe a la experiencia, no como  una simple comprobación en el sentido experimental, sino que le da a la experiencia la categoría de sensible, porque para Keats toda experiencia sensible: es sensitivamente real.






4. El redescubrimiento de la individualidad

Nace, en este período, un redescubrimiento de la naturaleza y una «especial preocupación por el yo y las preguntas que de ellas se derivan», preguntas que ya habían hecho temblar la ciudadela griega, énfasis que se traduce en «la identidad del poeta, su relación con los demás, sus respuesta a los sentimientos de los otros, su capacidad de conocimiento, su entendimiento de la sociedad, del pasado y su futuro» [Martínez Luciano:10] Así la literatura romántica desarrolla un gusto por la individualidad. Sin  embargo, este gusto por lo individual no era enteramente nuevo. Ideas que ya estaban almacenadas en las abigarradas impresiones del  renacimiento: «el descubrimiento del mundo y de si mismo”, por lo que «como los antiguos, los hombres encontraron un franco placer en vivir, sentir el gozo de la belleza sensual, confiar en la naturaleza y los impulsos humanos»  [Phineas Stern:1948:5] El individualismo, «...fue de hecho, casi el trato dominante en el renacimiento, y ha sido a menudo señalado que el romanticismo, esencialmente, no fue una nueva creación, sino una reafirmación que valora ciertos elementos de la experiencia humana y que habían sido subordinados durante la edad de la razón. Pero en el romanticismo,  la recurrencia del individualismo había algo desconocido antes. Ahora incluía algo más que  el individualismo; ello significa el valor de cada individuo como tal.» [Spencer: 8] Sin embargo, hasta entonces el individualismo, había sido de pocos, la novedad con el romanticismo, es que abre las anchas puertas de la ciudadela y se desparrama por el campo, lo peculiar adquiere relevancia, el trato borra diferencias, en términos modernos el romanticismo, asienta una visión más democrática  de la sociedad, y nos devela  al hombre común, como parte integral del universo. Paisaje romántico en que se enfilan, uno a uno : «su concepción del yo, las relaciones con el no yo, la importancia de la imaginación, la nostalgia, el sentimiento, el pasado( la edad de oro), el papel ejemplar de los griegos, la niñez, la inocencia, etc.» [Lapoujade: 1988:196]




5. La ciudadanía de la imaginación

Acentuada la  reacción contra el  neoclasicismo, flameando el naturalismo iniciático de Rousseau y concluido el vértigo de la revolución francesa, se pasa  del jarrón florentino al farol de la  calle londinense, se pasa de la intimidad del salón versallesco a la pluralidad del hombre alegre y anodino de la calle, fundiendo las emociones en un solo cuerpo compacto que  elocuentemente se pasea por la urbe, fabricando  también la empatía con la naturaleza y trenzando en una sola  corriente, los hilos sueltos de la naturaleza y el hombre, otorgándole ciudadanía a la imaginación. Pero el vuelo imaginativo del romanticismo tiene raíces más profundas: una concepción moral del hombre y la naturaleza, este acercamiento a lo natural es una corriente ya instalada en el renacimiento, pero también sombrea la modernidad, y acomete bajo diferentes formas de la conciencia, nuevas ciudadanías poéticas. Por lo que  el romanticismo no se refugia entre las piedras apiladas de las teorías, ni  en  la retórica tórrida de las academias: sino que adquiere una cristalina categoría de autonomía. Por eso Lacan acerca de la imaginación, afirma: «Es esta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que es él: dimensión esencial de lo humano, que estructura el conjunto de su vida fantasmática» [Citado Lapoujade: 188].





6. La doble imagen romántica

En esta última perspectiva, también se produce el entramado entre clasicismo y romanticismo. T.E.Hulme, define acertadamente esta relación misteriosa y simbólica entre clasicismo y romanticismo: «Por una parte la naturaleza del hombre es como un manantial, por otra parte es como un cubeta. Esta visión que considera al hombre como un manantial, una reserva llena de posibilidades, la llamó romanticismo, la otra que lo considera como una finita y fija criatura, es el clasicismo» [T.E.Hulme:964] Además, pervive una faceta descuidada  del romanticismo, y es su vinculación con el modernismo.  T.E. Hulme adelanta una definición,  el  romanticismo es una religión dividida [ibid:965] ¿No suena familiar? Ya a finales de siglo, en 1893 Hugo von Hofmannthal, observaba: « ser moderno significaba  al mismo tiempo dos separadas y distintas cosas [...] moderno podría ser análisis, reflexión, una imagen de espejo, podría significar escape, fantasía o sueño» [Citado: McFarlane: 71] Lo que Hofmannsthal nos esta dibujando con palabras es el retrato del hombre moderno: un hombre dividido. Muy cercano al concepto de Hulme para el romanticismo: una religión dividida. ¿De dónde viene esta escisión religiosa del romanticismo?, ¿adónde conduce este desdoblamiento del hombre moderno?, ¿o dónde concluye el hombre romántico? T.E.Hulme, acertadamente señala: « Usted no cree en un Dios, así que comienza a creer que el hombre es dios. Usted no cree en el cielo, así que comienza a creer que el cielo está en la tierra, en otras palabras usted se vuelve romántico» [T.E.Hulme: 965] A esta corriente se suma el critico Harold Bloom, quien en parte también responde a la pregunta:«El hombre profetizado por los románticos  es un hombre  quien esta siempre en proceso de construcción, de llegar a ser su propio creador, y aunque sus mejores poesías ya han sido escritas, el aún no ha encarnado su profecía, ni probado la forma final de su amor.». [Bloom: 24] Conclusiones que  llevan a decir a M.H Abrams: « La meditación romántica, aunque meditación secular, a menudo se convierte en crisis-alienación, rechazo, perdida de la “luz celestial” o “gloria”, en experimentar  el mundo creado, las cuales son cercanamente emparentadas con las tempranas crisis de los poetas religiosos». [Abrams: 227]  En esta observación  Abrams pone el dedo en la herida romántica: crisis, producida por el contraste entre el mundo idealizado y el mundo real. La cual abre rotundamente una brecha insalvable, espacio superpuesto en  que ha de refugiarse vitaliciamente la conciencia romántica, y en definitiva, escenario real en que ha de pervivir realmente todo  romanticismo.




7. La imaginación romántica

Si el arte por esencia es imaginativo, el romanticismo es el templo de la imaginación. Hay una idea recurrente que asociada  a los románticos, revolotea de arriba abajo; y es que, el romanticismo en sus extremos, impulsa las pasiones, quizá hay que detenerse algunos minutos reloj en  mano, y observar el paisaje con recordada tranquilidad, tal y  como sugería Wordsworth. A la par, en ese paisaje, cuando Petrarca  en 1335 ascendió al monte Ventaux en Francia, lo hizo por el puro placer de la experiencia y este hecho marco un nuevo horizonte entre el hombre y la naturaleza. Para algunos Petrarca es el primer hombre moderno [Phineas Stern:1948:5], pero no podríamos decir igualmente, que esa experiencia por contactar la naturaleza, lo convierten automáticamente en un  romántico porque,  ¿qué diferencia hay entre San Francisco de Asís hablándole a los animales, Petrarca subiendo un monte por puro placer, Wordsworth imaginando los fundamentos concretos de la campiña inglesa, Shelly  para quien un pájaro era  un espíritu, o Keats que deseaba ser pájaro por el puro placer de picotear los granos de su ventana? O cualquier transeúnte de este apresurado siglo XXI, que inadvertidamente se sienta cómodamente en la banca de un parque y mientras alza su vista despreocupada, ve a lo lejos un árbol cuajado de pajarillos que saltan de rama en rama; y se pregunta si aquello que ve no son espíritus saltando de rama en rama.  O aquella mujer moderna que en la prolongada noche, contempla un crepúsculo que nos sugiere amablemente al pintor ingles  Turner. O  aquel  individuo que oye una antigua canción que le hace temblar  a saber que hojas de la conciencia. Los casos podrían ser innumerables y atípicos, casi inverosímiles para la mente moderna, pero estamos ante las sombras del árbol del romanticismo, cuyas raíces son profundas en la psiquis humana y sus vigorosas  ramas, movidas por el viento de la conciencia, abanican un horizonte de petrificados  cielos.





8. El duro acento de la pasión imaginativa

La pasión, es en su manifestación el resultado de emociones y vivencias, pero no es sentimentalismo, y  tampoco un simple impulso dionisíaco, la pasión comporta un orden, una definición, un cierto grado de intensidad. Y si  se establece una diferencia entre pasión y emoción, por la primera entendemos que hay un objeto al cual va dirigida, en cambio la emoción no tiene un sentido de finalidad. La pasión romántica esta dirigido hacia un entorno, hacia un fin lejano, tiene una teleología, no es un simple arranque emotivo, es una partida hacia el molde primigenio de un horizonte de sensaciones. El filósofo ingles Hume una vez recalcó “Sin pasión ninguna idea tiene fuerza”. Por su parte el poeta romántico Coolridge, va aún más lejos al afirmar que no hay ideas profundas sin sentimientos profundos. Uno de los más brillantes pensadores románticos y con una influencia determinante en las ideas poéticas de Keats, fue  Hazlitt, quien  concluye: «La pasión, en síntesis, es la esencia, el principal ingrediente en la verdad moral, y la calidez es segura para encender la luz de la imaginación sobre los objetos que nos rodean. Las palabras que iluminan son siempre inseparables de los pensamientos que encienden» [Hazlitt: 165] Pero a su vez esta pasión tiene un fundamento imaginativo. Hulme lo explicó citando al filósofo Bergson, para el cual hay dos núcleos de conocimiento: los intensivos y los extensivos, para estos últimos el  intelecto solo puede tratar con los extensivos, mientras para los intensivos se debe usar la intuición. [Hulme: 970]




9. La capacidad negativa de la imaginación

Keats afirmaba que lo decisivo en el poeta no es presentar un mensaje personal, filosófico o moral, ni una individualidad interesante y genial, ni siquiera una especial habilidad del lenguaje, sino tener “capacidad negativa”; o sea, «ser capaz de olvidarse de si mismo y sumergirse en las situaciones y cosas para hacerlas poemas» [citado: Martinez: 1997:10, Valverde y Panero:1989]  Por su parte el critico Herbert Reed, sintetizaba: «la capacidad de cambiar sin perder la integridad» [Reed:976]. Hazlitt, a quien Keats leía y estudiaba, observaba: «abstraerme de mi presente ser y tomar un interés en mi futuro ser (solamente ) en el misma sentido y manera, en la cual yo puedo salir enteramente de mi mismo y entrar en las mentes y sentimientos de otros» [Jackson Bate: 339] Pero, Keats, también agregaba en su carta a Dilke:«Lo que yo entiendo por capacidad negativa, es cuando un hombre es capaz de estar en incertidumbre, misterios, dudas, sin que nada irritable alcance los hechos y la razón» [Jackson Bates: 333] Es decir, nosotros deberíamos tener la capacidad de estar  en misterio y duda, sin extender nuestra identidad y racionalizaciones a nuestro conocimiento limitado. Por esto Keats sostenía que, «la excelencia de todo arte esta en la intensidad, capaz de hacer que todos los desacuerdos, se evaporen por estar en estrecha relación con la belleza y la verdad» [Martínez: 1997:11]






10. El saludo de mano del espíritu

Para Keats, la  intensidad era como un “saludo del espíritu”. Keats, mucho antes que  Bergson, le había asignado un papel importante a la intensidad, el duro acento de la tensión, por el cual se encuentran los hilos de la revelación poética. Ese golpe súbito de revelación,  propia de poetas e iluminados, y que le hizo decir a Pound que los poetas son las antenas del mundo, y a Shelly, que los poetas eran, sin saberlo, los legisladores del  mundo. Opiniones que, curiosamente, contrastan con las de Keats, para quien los poetas «eran las criaturas de Dios, menos poéticas de todas, por la razón, que  no tienen identidad, sino que se nutren  de la identidad de otros. El poeta debe tener la capacidad de penetrar en el alma de las cosas y personas y construir  desde ahí  su visión poética» [Jackson Bates: 341]. Esta última afirmación de teoría estética de Keats, la cual  no pudo desarrollar completamente, debido a su corta vida, encuentras su vinculo en el abrazo con otro poeta romántico alemán, Novalis para quien “todo está en todo”, y “el mundo se hace sueño; y el sueño, mundo” y se enrumba, influido por los filósofos  Schiller y Fiche hacia una  estética poética total del mundo real con su abrazo novaliano. «El bien más grande reside en la imaginación».





SEGUNDA PARTE






11. La exploración  romántica de la caverna

Si para Milton la poesía debe ser: “sencilla, apasionada y sensual”. Para  Frost  “la poesía es revelación” Estas ideas nos sugieren que la pasión es también una búsqueda. «La internalización de la búsqueda del romanticismo hace del poeta héroe, un buscador no de la naturaleza, sino de la maduración de sus propios poderes, y así el poeta romántico, da vuelta, no de la sociedad a la naturaleza, sino a lo natural de lo más integral de la naturaleza, que esta dentro de si mismo. La ancha conciencia del poeta no abandona su intimidad de una anterior unión con la naturaleza o la divinidad, sino que busca su propio ser» [Bloom:15] Por su parte Shelley, en su conocido ensayo Defensa de la Poesía, proclamaba: «lo que hace falta es una conciencia imaginativa que nos estimula a poner nuestro conocimiento en acción, y esto es lo que la poesía debe crear» [Spencer:8] Luego Keats afirmaba :«Yo no estoy seguro de nada, solo de la santidad del afecto del corazón y de la verdad de la imaginación- lo que la imaginación toma como belleza ha de ser verdad» [Spencer:12] Esta declaración es fundamental para entender el universo poético de Keats, él no solo asigna a la imaginación no solo una función creativa, sino  que la concibe como un potencia que lleva a la verdad, la estética y el bien moral. Resulta también sorprendente que esa afirmación de Keats, tenga su correspondencia con pensadores posteriores a el, en diversos campos de la estética y el pensamiento. Así el fundador del surrealismo André Bretón, quien al igual que Keats creía: «La imaginación es en si misma la única fautora de la realidad.». [Lapaujade: 236], acompañado de un pensador social del lenguaje como Lacan quien sentenciaba, que el hombre deviene humano al simbolizar, que no es otra manera de decir imaginar, y un filosofo de la estética como  Schiller quien concebía la imaginación como la fuerza desbordante de lo real, y enunciaba  en uno de sus postulados en Cartas sobre la educación estética del hombre: «quien no se atreva a ir más allá de la realidad, jamás conquistara la verdad».






12. La arquitectura de las nubes

Vemos en Keats un anhelo metafísico y colorido  reflejado en sus poesías, pero también como él mismo escribió a sus hermanos, en los últimos año de su vida : «Algunas veces pienso que he perdido el vigor y poder poético, que alguna vez tuve,[...] en su lugar, yo espero sustituirlo por un poder más completo y quieto» [Gettings:336] Finalmente, más que una búsqueda de Keats, hay una persecución poética por los tramos de una realidad que estaba más allá de la comprensión y de los gestos del razonamiento. Keats, fue un formidable cazador de contrastantes realidades y volátiles sensaciones, descubrió fosforescentes islas y recorrió labrados caminos, aprehendió fugaces mentes, vertebró los sonidos del viento y trasmuto sensaciones en elásticas palabras. Keats como ninguno de los románticos ingleses intentó encontrar la arquitectura de las nubes. Y si bien, Keats vislumbró destellos de esa realidad, su muerte prematura, le impidió alcanzar la plenitud de la visión.







13. La belleza como representación de la voluntad

«Lo que la imaginación toma como bello tiene que ser verdad» Esta sentencia de Keats, enlaza la estética y la moral. Keats creía en los lazos imperecederos de este binomio. La belleza, no solo es belleza, sino que tiene que ser verdad. Es por eso que la  belleza acecha en todos los ángulos de la poesía de Keats. Por eso el también afirmaba: «El principio de belleza en todas las cosas» Y en el verso primigenio de su Endymion, predica: «una obra hermosa es eterna alegría». Reafirmaba, estéticamente, «en un gran poeta, el sentido de la belleza domina cualquier otra consideración, o más bien borra toda consideración». Había en Keats un anhelo por una belleza casi etérea, como patrón universal, no la relacionaba con el intelecto, sino «la poderosa idea abstracta en todas las cosas» Sin embargo esta poderosa idea, contrastaba con la capacidad de Keats por los detalles, su contundente visión de lo que lo rodea, su percepción exacta de las cosas, horizonte de revelaciones cotidianas abiertas al influjo de la belleza, y a ensamblar la posibilidad de construcción de un lenguaje intuitivo y dibujar una escena poética basada en las sensaciones, pero sin descartar  lo real de los siglos, la finura  de la brisa y  el poderío de la grama.





14. Lo universal de lo singular

Así su amigo Severn, quien solía acompañarle en sus caminatas, afirma : «Nada parecía escapársele, el canto de un pájaro, el responsivo encubierto seto, el murmullo de algún animal, el cambio de luces de  los verdes y cafés, la furtiva sombra, el movimiento del viento -justo como toman cierta altura las flores y las plantas- el paso de las nubes, aún los gestos de los vagabundos, el color del cabello de una mujer, la sonrisa en la cara de un niño» [Jackson Bates:337]. Esa miniaturización pictórica del detallismo en pleno  movimiento, engarzado con  la poderosa idea abstracta, son potentes indicios para conectarse con  la mente de Keats, y aproximarse a su  concepción poética. A la vista navega la melosa y sobria “Oda a  Una Urna Griega”, en cuyos versos finales, asienta las columnas fortificadas  del  reino de su poesía .Veámoslo:

«La belleza es verdad, la verdad belleza, esto es todo lo que  sabes de la tierra y todo lo que saber necesitas»






15. Un clan de sensaciones

Keats, quien en su vida fue considerado como un poeta sensible, proclamaba una «vida de sensación más que de pensamiento»[Arnold:7] Solo así nos explicamos como un día se le ocurrió decir:  «Nada me sorprende más que el instante [...]el sol, al ponerse, siempre me alegra, y si un gorrión se acerca a mi ventana, tomo parte de su existencia y me pongo a picotear la arenilla» [Arnold:21] Una declaración como esa podría dejar atónito a más de algún poblador de la modernidad  babilónica o de la atlética  postmodernidad; y por eso, perfectamente podemos aceptar ver en el film de Zeffirelli, a San Francisco de Asís, vestido en  blanco camisón, siguiendo como el viento por un empinado tejado a un pajarillo; pero una escena como esa o una sentencia semejante a  la de Keats, llevadas intactas a la calle de lo cotidiano podrían parecer un disparate en  la verticalidad  de piedra del mundo moderno. De ahí que hay que sintonizar la mente de Keats, en función de parámetros más apropiados, tal es la  definición de Schiller, sobre los poetas ingenuos y sentimentales [Jung: 176-179]. Bajo ese diseño de perfiles, Keats estaría más cerca de los poetas ingenuos, ya que él no necesita reproducir la realidad, ´porque él no solo la vive sino que la prolonga, al contrario de los poetas sentimentales, que por no tener la vivencia sensible ni la capacidad de desdoblarse, tienen que imitar la realidad  Igualmente, T.S.Elliot, en su tipología de los poetas,  podría haber colocado a Keats entre los poetas reflexivos, capaces de ser influenciado por  el ambiente, las sensaciones; al contrario de los poetas intelectuales incapaces de reaccionar al estimulo de las sensaciones [T.S.Elliot:934] Por eso vale recordar al mismo Keats, oigámoslo quietamente:


«Puedo tus sonrisas/ buscar como antes las buscaron en griegas islas, /bardos que murieron sobre amable césped/dejando la gran poesía a un pequeño clan, /Oh dame su vigor antiguo y nunca oído». [Fragmento de poesía A Mayo]







16. La canción sólida de los opuestos

Keats ha de haber cavilado mucho, entre ese ancho e inevitable cauce que separaba su amor por Fanny Brawne, y su  eminente muerte, su passaway. Ya en su correspondencia  escribía a su amigo Charles Armitage Brown: «El conocimiento de los contrastes, sentimientos por la luz y sombras, toda esa información [sentido primitivo] necesario para un poema...».En su poema Canción de los contrastes, anunciaba:

«Bienvenida alegría y bienvenida tristeza/ hierba del Leteo y pluma de Hermes/ venid hoy y venid mañana / os amo a ambos por igual /adoro poner malas caras al buen tiempo / y oír una alegre risa en medio del trueno...».

 Esta correspondencia, se da también en su vida, los sentimientos ambivalentes por Fanny Brawne, «él no podía vivir con Fanny y el no soportaría vivir sin ella» [Gittings: 418].Sobre el  amor revelaba: «el cual ha sido, largamente, mi placer y mi tormento» Si bien este mundo de contrastes no es exclusivo de Keats, ronda naturalmente, pictóricamente, vigorosamente  en todo el romanticismo.






17. La música de lo invisible

Pero en Keats, este contraste se magnificaba y llegaba a desnudar parte de la realidad, casi tocando ese mundo sobrenatural presentido pero no visible:

«Son dulces las melodías que oímos, y aún más dulces / las que nunca escuchamos, seguid, pues, tocando, / suaves caramillos, las más apreciadas/ por el espíritu, no las que oímos, sino las inaudibles».

Así se expresaba Keats en una de sus famosas odas, con gran certeza de estar tocando algo rotundamente sólido, aunque no lo viera, habitaba en él ese anhelo, de que tras los límites visibles hay canciones más dulces o palabras más brillantes que brillante, susurraba  un deseo casi platónico por las formas, «pues hay una armonía invisible e inaudible» y citando a Plotino  «la música sensible es creada por una música previa a lo sensible». Pero Keats también  llevaba de la mano una  necesidad súbita por percibir los contenidos; por lo que,  se aventura  lleno  de sensibilidad, flotando  entre ríos de colores de tonos verdes y oscuros y agudos y amarillos y elásticos,  que retumbaran como matemáticos ecos, un siglo después, en las calistenias poéticas de otro precoz lírico ingles: James Joyce,  y su poemario: Música de Cámara. Oigamos suavemente a Joyce:

«String in the earth and air/ Make music sweet/ String by the river where/ The willows met/ There is music along the river / For Love wanders there, / Pale flowers on his mantle/ Dark leaves on his hair».





18. Las bellas damas del romanticismo

En su poema Fancy, Keats se pregunta:

“¿dónde esta la doncella ?/ cuyos labios maduran siempre nuevos”.

Estos versos pudieron haberse escritos pensando en Fanny Brawne, así en una carta le decía «Usted siempre es nueva», pero Keats iba tras  el arquetipo, sin duda escribió muchos versos a Fanny, y sin duda es muy conocida  su correspondencia con ella. Pero, ¿qué era Fanny para Keats? Era un contraste luz y sombra, tormento y placer. Y como ya se dijo anteriormente, «Él  no podía vivir con Fanny y el no  soportaría vivir sin ella». [Gittings: 418]. Sobre las mujeres escribió su poema,  “Mujer, cuando te veo petulante y vanidosa”, del cual se deslizan estos cremosos versos:

«ligero pie, / oscuros ojos violeta y cabello partido/ suaves manos de hoyuelos, / cuello blanco, / y cremoso pecho».

En otro de sus poemas, Lamia, anuda este verso:

«Ella era una gordiana forma de deslumbrantes  matices».

 Verso que nos recuerda aquellos conocidos versos de Wordsworth:

 «Ella era un fantasma de placeres. /Cuando por primera vez relució ante mi visión».

 O aquel otro de Byron: She walks in beauty de su colección Melodías Hebreas:

«Ella caminaba en belleza como la noche/ de un horizonte sin nubes y un racimo de estrellas».

Hay una diferencia entre el poema de Keats y el de  Wordsworth, quien  acepta que “Ella era un fantasma de  placeres”, pero concluye: “con algo de angelical luz”. El poema de Keats, es más nebuloso, menos directo, medianamente idealizado, quizá por su temperamento exuberante, su imaginería vigorosa, su ímpetu inmediato; el cual se aleja de esa calma rupestre y de serenidad de estrellas más propia de Wordsworth. Por su parte el poema de Byron es espontáneamente más directo. Los poemas referidos, Keats-Wordsworth y Byron,  también pintan ecos y nos recuerdan la mirada en movimiento de los poetas italianos del siglo XIV, la poesía del Dolci Stil Nuovo, medievalista, marcada por el To Pass [ella pasa] de Guido Cavalcanti, Guido Guinizelli, Cino de Pistoya. 
Apreciemos:

 « ¿Quién es ésta que llega que todo hombre la mira/ y hace estremecer la claridad al aire/ y trae consigo Amor, de modo que ningún hombre puede hablar/ y todos suspiran?».

Suspiro visual que termina en Dante y su Vita Nova, veámosla:

«Tanto gentile e tanto onesta pare /la donna mia quand ella altrui saluta /ch ogne lingua deven tremando mutua...».





19. La Belle Dame Sans Merci

Keats era un poeta de arquetipos, arrancaba jirones del  pasado, los vestía con los colores de la sensibilidad poética y anhelaba tocar con la yema de sus dedos  las huellas sólidas del  escurridizo futuro. Hay otro poema de Keats: A una Dama Vista por un Instante en Vauxhaul, que nos presenta otra faceta:

“desde que tu hermosura me enredo en su telaraña/y me atrapo en tu mano sin guante”.
 
Preludio de un poema final en que se quita el guante de la mano. Su poema medievalista, irónico y extraño: La Belle  Dame  Sans Merc. ¿Quién sería, en la mente de Keats, esta bella dama sin piedad? ¡Será, acaso la misma Fanny Brawne! A quien le había escrito un poema, en  cuyo verso inicial, invocaba: “A tu piedad me encomiendo” Pero, esto no es suficiente para  etiquetar injustamente a Fanny Brawne, quien incluso, quiso acompañar y cuidar a  Keats en Roma, a lo que él se opuso. Por supuesto, La Belle Dame Sans Merci, va más lejos, bastante más lejos, mucho más lejos que la mirada, y representa, soberanamente un arquetipo universal, cuyos versos finales son:

«Pálidos reyes vi, y también princesas/pálidos guerreros todos ellos con una palidez mortal; /y gritaban: la bella dama sin piedad /os ha esclavizado. / Vi sus hambrientos labios en la oscuridad, /como horrorizados, muy abiertos/ y me desperté y me halle aquí/ en la ladera de la fría colina. /Y así es como aquí permanezco/solitario y pálido vagabundo/ aunque el junco este marchito en el lago/ y no cante ningún pájaro».

Por demás, versos mordaces, remotos e imaginativos, que devuelven una instantánea en blanco y negro del perfil izquierdo de  Keats.





20. El perseguidor infinito

Pero si en los poetas románticos, hay una búsqueda muy visible, como  en Blake y Shelley, con su arquetipos apocalípticos y utópicos, y si en Wordsworth hay una búsqueda descansada y certera por instalarse en  la naturaleza, menos visible es la búsqueda de Keats, el más sensible de los poetas románticos ingleses; y quizá, el más despersonalizado en su trato a la poesía. ¿Qué buscaba Keats? Además de la belleza y la verdad, quizá una pista la encontremos en una frase curiosa pero reveladora, escrita en una de sus cartas a Fanny Brawne, decía Keats: «yo quiero una palabra más brillante que brillante y una palabra más pura que pura» [Gittings:329] Si Keats, quiere encontrar palabras más brillantes que brillantes o escuchar plácidamente canciones inaudibles, nos puede desconcertar, pero pronto repensamos, y verdaderamente que repensamos, más que desconcertados, estamos asombrados, nos damos rápidamente cuenta de que Keats quiere algo más que los recuerdos. Si bien es cierto, que el problema del hombre moderno es que en parte, ha perdido  la capacidad de recordar, y el filósofo checo Karel Kocik en un fino ensayo: “La ciudad y lo poético”, nos lo recuerda. Pero también es igualmente cierto, que el hombre moderno, «ha perdido la capacidad de asombro y el cultivo de los impulsos vigorosos que mueven la civilización» [Karel Kocik, Nexos: 1998:67-73]. Aquí emerge la figura del Thauma de Platón, que no es otra cosa que un llamado, la capacidad de asombro, de admiración, de maravillarse: y el cual es en el pensamiento griego el origen del filosofar. Pero Keats, asombrosamente, va un paso adelante, él no está simplemente recuperando la memoria, él está trascendiendo a la  memoria. No es pues una preocupación de recuperación de vivencias personales, en  el sentido de Proust y su búsqueda del tiempo perdido, sino una búsqueda por la forma eterna, la memoria originaria, y la experiencia fundacional, quizá lo que el poeta de la primera oleada romántica inglesa, Coolridge,  llamaba “imaginación primordial” como «el vivo poder  y agente primero de toda humana percepción» [Lapoujade:1988:137] O lo que vislumbraba tímidamente rebordeando el filósofo Heidegger sobre  el poeta Holderlin, en su ensayo “La esencia de la poesía”. Algo que Holderlin buscaba entre los arrabales de la locura y la catedral de la lucidez: ver el rostro primero que es la esencia verdadera de todas las cosas. Esto nos recuerda los versos simbolistas de Yeats:

«Yo estoy buscando por la cara que yo tuve/ antes que el mundo fuera hecho».

 Sentencia que también nos recuerda lo que afirma Lacan de que el hombre deviene humano cuando simboliza [Citado por Lapoujade: 193]. Pero para completar el círculo también habría que agregar que cuando el hombre simboliza también diviniza.






21. La sonrisa transparente  de la eternidad

Finalmente, convoca Keats una persecución poética por las huellas de una realidad sensible, de la cual solo le llegaban destellos que estaban más allá de lo visible inmediato.  Keats, fue un formidable cazador de realidades contrastantes  y volátiles sensaciones Al respecto, podríamos lanzar una atrevida hipótesis; por ejemplo, escribir que Keats con la potencia de lo  sensible quiso fotografiar  el instante, para encontrarse face to face con la sonrisa de la  eternidad. Si algo podemos agregar, a este mundo de contrastes y sensaciones, aunque podría parecer una hipótesis atrevida, o para abrir  la puerta del mundo de Keats, y “saludarlo coloquialmente en espíritu”; podríamos aventurar la idea de que Keats trasmutaba en la el gesto del instante, la sonrisa de la eternidad. En fin Keats fue un poeta impecablemente remoto e inmediatamente imaginativo, de duro acento romántico, que entre la suave voz de su espíritu y la elocuente expresión de su  sensibilidad, se atrevió a escribir su propio epitafio «Aquí yace un hombre cuyo nombre fue escrito con agua».





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*Un extracto de este ensayo fue publicado en dos partes en la Revista Siempre de Diario el Heraldo, en sus ediciones del 18 y 25 de Enero de 2004. Una versión completa fue publicada en Caxa Real, UNAH,  2005. Versión actualizada, Revista Guaraluna, 2006. También este blog ha publicado fragmentos del ensayo.Y otro post dedicado a la poesía romántica inglesa:  Tres poetas románticos ingleses:Keats,ByronyWordsworth. https://plazadelaspalabras.blogspot.com/2016/09/tres-poetas-romanticos-ingleses.html  También se ha publicado un post sobre los poemas de JAMEames Joyce, https://plazadelaspalabras.blogspot.com/2016/07/poemas-tres-poemas-de-james-joyce.html

**Escritor hondureño.

***Todas las traducciones del español al inglés y las ilustraciones son de Plaza de las palabras.

Derechos Reservados, pero para fines académicos y no comerciales puede ser citado, poniendo la fuente: Mario A. Membreño Cedillo. “John Keats: La imaginación poética”. (2004). Etiqueta Página Diez, Blog Plaza de las palabras.