Peter Burke (foto de uso promocional)
Los estudios históricos tienen relativo valor en nuestro país, poco dado
a reconocer la riqueza que atesoran las ciencias humanas. No piensan así los
británicos, un pueblo que ha sabido mantenerse en la élite cultural mundial y
que ha alumbrado a los más brillantes historiadores. Uno de los más destacados
de la actualidad, Peter Burke (1937), ha venido a Barcelona a
participar en el debate organizado por el Centro de Cultura
Contemporánea de Barcelona (CCCB), que se celebra hasta marzo bajo el
epígrafe En Común.
El debate busca reivindicar espacios que no se rijan por la medida del
valor de mercado, sino por la noción de lo que es útil para toda la comunidad,
y han dado en el clavo invitando a Peter Burke, un hombre tan culto y de mente
abierta como generoso en conocimiento. El reconocimiento no se hizo esperar:
Burke llenó el aforo.
Esa misma mañana conversé con él sobre su Historia social del
conocimiento I. De Gutenberg a Diderot(Paidós, 2002) y II.
De la Enciclopedia a la Wikipedia (Paidós, 2012), libros de
imprescindible lectura para todo aquél que tenga curiosidad por descubrir cómo
el conocimiento influye en nuestras vidas. La entrevista deriva por derroteros
diferentes: el papel del historiador, la relación entre conocimiento e
imperialismo, la Wikipedia, el pensamiento innovador, la República de las
Letras, los servicios secretos británicos y un escritor por quien Peter Burke
muestra una gran devoción: Javier Marías.
¿La Historia sólo se puede escribir desde la objetividad?
Al contrario, la Historia no puede escribirse desde un punto de vista
objetivo, porque está escrita por seres humanos. Creo que el problema de sesgo,
como nosotros le solemos denominar, es muy grande; y la manera de combatirlo es
presentando diversos puntos de vista, precisamente para evitar presentar uno
único, que es además el nuestro personal. El historiador puede confesar su
punto de vista a los lectores al principio del libro y también puede tratar de
presentar los puntos de vista que son diferentes al suyo; lo que no puede hacer
es ser objetivo, algo que sí se creyeron sin embargo los historiadores del
siglo XIX.
¿Al historiador le mueve la verdad?
Sí, pero sabemos que nunca alcanzaremos toda la verdad; como se suele
decir en la Corte británica sólo puedes aspirar a la verdad, pero la
verdad completa nunca se puede obtener, por eso, los historiadores también
tenemos que explicar a los lectores lo que no sabemos. El famoso historiador de
arte Ernst Gombrich lo dijo en bonito en su célebre frase: “La
Historia es como un queso gruyer, está llena de agujeros“. En este
sentido, la verdad es como un espejismo, nunca se alcanza, pero es bueno estar
orientados por ella, es como vamos a estar más cerca de lograrla.
En 1750 muchos europeos cultos seguían aferrándose a la idea tradicional
de que el mundo tenía seis mil años. Sin embargo arqueólogos, paleontólogos,
geólogos y astrónomos no paraban de hacer descubrimientos que demostraban lo
contrario. Los arqueólogos descubrieron a la humanidad un tiempo profundo más
allá del bíblico, y hubo que admitir una prehistoria.
¿Cuál es el papel del historiador en todo esto?
El de estar como absorbido o “muy metido” en un tema, y a través de la
imaginación poder explicar a los lectores del siglo XXI por qué la gente de
determinada época podía pensar que el mundo sólo tenía seis mil años de
antigüedad. Los historiadores traducen el pasado y lo traen a su propio tiempo.
Su trabajo es hacer inteligible el pasado a sus contemporáneos.
Por eso mismo, en cada generación hay que escribir la Historia, no sólo
porque surgen nuevos descubrimientos, sino porque los lectores son diferentes,
con distintos supuestos, y necesitan que se les expliquen las cosas sobre el
pasado de otra manera, bajo otros parámetros. La Historia es emocionante porque
implica intentar imaginarse a uno mismo en otra época, en otra cultura, para
luego volver y explicar cómo eran las cosas antes y por qué la gente asumía
como natural algo que para una generación posterior supone precisamente todo lo
contrario.
Hace falta imaginación para ser historiador…
Absolutamente, no puedes escribir Historia si no tienes imaginación.
En la época de Napoleón se vivió un intenso proceso de conquista
científica que llenó las arcas de museos y bibliotecas nacionales. Después de
la invasión francesa de los Países Bajos se enviaron cinco vagones de tren
llenos de manuscritos, plantas, fósiles y minerales a París. Después de la
invasión de Holanda se envió a París una colección entera de elefantes fósiles.
Tras ocupar Verona, Napoleón despachó una colección de seiscientos fósiles
también a París. Escribe Burke –con cierto humor- que resulta difícil
imaginarse un período, anterior o posterior en el que los ejércitos se tomaran
los fósiles tan en serio.
Imaginemos pues. Napoleón se hizo acompañar por más de ciento cincuenta
especialistas científicos cuando invadieron Egipto. ¿Qué buscaban?
No sé, tengo que suponer. Pero creo que querían extender el Imperio
francés, y por lo general, primero se conquistaba un territorio y después se
trataba de averiguar cómo era. Como cuando franceses y normandos conquistaron
Inglaterra en 1066, hicieron un inventario de todo, de la gente que vivía en
los pueblos e incluso de los animales. Querían conocer a fondo el territorio que
a partir de entonces tenían que gobernar. Supongo que Napoleón estaba haciendo
algo similar y quería saber qué tipo de lugar era el que se incorporaría al
Imperio francés -lo cual finalmente no sucedió- en su afán de expansión por
Argelia, Marruecos… Así que iban haciendo inventario.
Para el conocimiento es una contradicción estar al servicio del
imperialismo, podríamos decir que es en parte contaminada por él; pero eso no
impidió que se recogieran conocimientos valiosos. Además, muchas veces, estos
científicos que acompañaban al ejército y recogían muestras desarrollaron una
gran simpatía por los habitantes indígenas de estos territorios. Los
antropólogos se formaban para trabajar en el Imperio británico, el Imperio
francés u otro, pero ellos mismos, tras vivir dieciocho meses en contacto con
los indígenas y aislados de sus culturas occidentales, desarrollaron una
relación muy estrecha con ellos y, al regresar a sus países de origen,
defendieron los derechos de los pueblos conquistados contra el Imperio. Así
que, de nuevo, se da la paradoja pero a la inversa, ahora el antropólogo, que
se formó para servir a las necesidades del Imperio, reacciona contra el Imperio
al que sirven.
¿Estos antropólogos y científicos eran conscientes del saqueo cultural?
Es pillaje sólo si se llevan las cosas de allí. Por supuesto, esto
sucedió, pero hay que recordar también que, por ejemplo, en algunos lugares
arqueológicos en Egipto se realizó una férrea defensa contra el saqueo. Pero,
por supuesto, el saqueo se llevó a cabo y a veces como británico que soy me
resulta embarazoso ir al British Museum -visita que hago con regularidad porque
muestra una colección impresionante de artefactos de tantas partes del mundo-,
y me siento avergonzado al descubrir cuántos de esos artilugios o piezas se
encuentran en el museo porque hubo saqueo, porque el ejército enviado al Medio
Oriente saqueó y quemó pueblos y aldeas y se llevaron cosas que ahora se
encuentran en el museo.
Tomemos el ejemplo de los antiguos mármoles del Partenón que se encuentran
en el British Museum. Cuando fueron adquiridos, Grecia no existía como Estado
independiente, sino que formaba parte del Imperio Otomano, y éste no estaba
interesado por las antiguas ruinas griegas. Se podría incluso decir que estas
piezas tuvieron una mejor oportunidad de supervivencia en el British Museum que
en cualquier otro lugar. Pero, por supuesto, una vez Grecia se convierte en un
Estado independiente la situación cambia, sin embargo los británicos nunca se
han mostrado dispuestos a adaptarse a esto. Yo no creo que todas las piezas
deban enviarse de regreso a su lugar de origen, pero sí aquellas que están
particularmente próximas a la identidad nacional. Así sucedió cuando Dinamarca
devolvió a Islandia hace unas décadas los manuscritos de las sagas que habían
estado custodiados en la Biblioteca de Copenhague. En cuanto Islandia alcanzó
la independencia los manuscritos fueron restituidos a la nueva república. Yo
creo que el British Museum debería hacer lo mismo con los mármoles del
Partenón.
Con todo, no creo que el British Museum tenga que ser totalmente
desmantelado. Pienso que ofrece una maravillosa oportunidad para que hoy en día
gente de todas partes del mundo puedan ver todas las piezas que se exponen
juntas, y además, por lo general, muy bien cuidadas.
En su libro hay miles de datos, personajes
históricos, referencias a libros y anécdotas. ¿Cómo ha abordado la gestión del
conocimiento en este libro?
Bueno, como la mayoría de los historiadores de mi generación, soy una
persona esencialmente de biblioteca, sobre todo si se eligen temas de estas
dimensiones más enfocadas a síntesis que a monografías. Yo me encuentro muy
cómodo trabajando en bibliotecas grandes como la de Oxford, Cambridge, Londres,
París, la Library of Congress, y la New York Public Library, entre otras. En
los últimos diez años más o menos, tal vez un poco menos, he comenzado a
utilizar la Wikipedia, especialmente para obtener una primera idea sobre un
determinado tema o área de interés y también por la bibliografía.
Pero soy muy cauteloso a la hora de reproducir o tomar algún texto o
afirmación, ya sea de la Wikipedia o de la Britannica. Antes de reescribir
alguna información chequeo y compruebo la información que reproduzco. Luego,
cuando decido lo que quiero escribir o contar, es cuando comienzo a hacer una
investigación en mayor profundidad. Wikipedia es ideal para ver las conexiones
entre diferentes temas. En una enciclopedia tradicional se presentan por
separado y un artículo aparece junto a otro sólo porque comienza con la misma
letra del alfabeto. Eso ya no pasa con la Wikipedia.
¿Qué le parece la contribución de los wikipedistas?
Es tan grande el número de gente que colabora en Wikipedia que
necesariamente encuentras diferencias en el trabajo que hace cada uno.
Esencialmente, lo que me gusta de Wikipedia son dos cosas. En primer lugar, que
está en constante revisión y actualización, de una manera que una enciclopedia
tradicional en papel nunca podría hacer. Hace unas semanas murió uno de los más
grandes historiadores ingleses; no hubo que esperar ni 24 horas y ya estaba
puesta la fecha de defunción en Wikipedia. Para esta actualización en la
enciclopedia en papel tienes que esperar diez años.
En segundo lugar, me gusta mucho lo que yo llamo las advertencias de
ayuda intelectual (the intellectual help warnings) que señalan en el
propio artículo si éste es parcial o sesgado, si no tiene suficientes fuentes,
o hace falta una verificación de citas, y otras deficiencias. Nuevamente, eso
no se puede hacer con una enciclopedia tradicional impresa y los editores de
enciclopedias en papel deberían tomar ejemplo. Wikipedia se diferencia de las
enciclopedias en papel en que además es más voluminosa, está disponible en más
idiomas y está sujeta a constante revisión y reestructuración, en contraste con
el desfase temporal que afecta a las ediciones de las tradicionales.
Algunos colaboradores de Wikipedia son cuidadosos, pero otros tienen una
desviación muy marcada ya sea política, religiosa, hay un montón de
posibilidades… Pero gracias a esos otros wikipedistas vigilantes se reduce el
peligro de que dure en la Wikipedia un artículo de mucho sesgo o ideología. El
hecho de que la Wikipedia tenga estas advertencias la hace más valiosa que una
enciclopedia impresa tradicional, ya sea la Britannica, la Larousse o la
Enciclopedia Universal.
A partir del siglo XV, la unión entre sabios humanistas y científicos de
distintos puntos del mundo crean un espacio de conocimiento multicultural: la
República de las Letras. Hasta entonces, lo que conocía la gente estaba
estrechamente relacionado con el lugar donde uno vivía. Poco a poco, gracias a
los avances en comunicación, el intercambio de conocimiento empieza a ser muy
importante; tanto, que al principio la Bolsa era un lugar de intercambio de
información, y no de dinero. El libro recoge la creación y transformación de la
República de las Letras, y como ésta transformó los lugares del saber, y por
ende, las ciudades y sus habitantes.
¿Cómo es hoy esa República de las Letras?
Ha sufrido una transformación total en el curso de ahora ya cinco
siglos, sobre todo debido a los medios de comunicación. Yo la divido en cuatro
períodos. La cuarta edad, que es la que vivimos ahora, aparece con la
comunicación online, donde es posible un intercambio de mensajes
con colegas de diversos países y continentes de forma instantánea, lo cual la
hace muy activa. El diálogo entre académicos es más fácil y rápido. Esta
comunicación online facilita un intercambio diferente al de
las conferencias o el intercambio de papers o libros.
Probablemente también tiene un efecto que se me escapa, pero encuentro esta
etapa maravillosa.
¿Y dónde encontramos actualmente el pensamiento innovador?
Hoy en día se sigue produciendo innovación intelectual, sobre todo por
parte de aquellas personas que pueden ver más allá de su propia disciplina de
estudio. Creo que la división del mundo intelectual en disciplinas está bien y
se puede hacer muy buen trabajo dentro de la disciplina de cada uno, pero la
innovación intelectual la desarrollan aquellas personas que tienen el don de
ver más allá de su propia formación hacia otras disciplinas, con las que pueden
trabajar incluso de una forma aún más ingeniosa.
Así que, definitivamente, creo en el mundo del sabio o erudito que
domina varias disciplinas, lo que llamamos hombres del Renacimiento,
aunque es ciertamente más difícil hoy en día debido a la fuerte especialización
y a la gran cantidad de información que nos rodea. Se hace cada vez más difícil
ser un erudito, es una especie en extinción, pero felizmente todavía no ha
desaparecido de la faz de la tierra.
Tenemos buenos ejemplos como Jared Diamond, un hombre de mi
edad, que está formado en fisiología y luego se formó en ornitología y
ecología, para más tarde interesarse en geografía, antropología y ahora en
Historia Comparada, todo esto trabajando en la Universidad de California, en
UCLA, que no sólo toleran sus cambios de interés sino que además le asignan una
cátedra en diferentes departamentos en el mismo campus. Me parece maravilloso
que esto suceda. Algunos de mis colegas historiadores piensan que sus libros
son extraños (deeply fool) y que no siempre lo que escribe es del todo
adecuado, pero yo creo que su trabajo es un estímulo muy valioso para los
historiadores -por ejemplo, el tipo de preguntas que formula sobre el pasado-,
y un ejemplo para alentar a otros estudiosos por el camino de la innovación. En
general creo interesante la resolución de un problema de una disciplina a
través de otra. Aplicar ideas y técnicas de otras disciplinas a una nueva
situación.
En su conferencia en el CCCB, Peter Burke explica que el acceso al
conocimiento se ha ampliado en los últimos siglos gracias a la difusión de la
educación, la democracia y los cambios tecnológicos. Sin embargo, sentirse
triunfalista puede llevar a engaño. Sostiene que es más realista ver el acceso
al conocimiento como un lugar de conflictos. Tres son las amenazas: la censura
por parte de los regímenes autoritarios; la privatización, a través de derechos
de autor y la especialización intelectual.
Peter Burke durante su conferencia en Barcelona (foto: CCCB)
¿Cómo definiría esta época que vivimos?
Como la época de la sobrecarga de información. Es poco romántico, lo
siento. Pero hoy nos encontramos con una cuestión muy importante, que es el
exceso de información. Creo que es necesaria una reforma educativa, sobre todo
en los primeros años de la educación de una persona, para enseñar a los
ciudadanos a discriminar información y saber elegir entre numerosas y
diferentes fuentes de información, porque tendrán que vivir en este mundo de
sobrecarga. Las técnicas de gestión de conocimiento y de información se pueden
enseñar y tiene que hacerse desde una edad temprana. También tenemos que
realizar cambios para introducir perspectivas más globales en los ciudadanos,
pero esa es otra cuestión.
En su libro hay referencias a los servicios secretos. Algunos
comentarios me han hecho recordar la novela de Javier Marías, Tu rostro
mañana.
Me gusta mucho Javier Marías. He leído varias novelas y muchos de sus
artículos. Me gustó mucho, mucho esta novela. En Tu rostro mañana me
sorprendió encontrar retratos de gente que yo conocí personalmente, como el
profesor de Oxford y ex agente secreto Sir Peter Russell(1913-2006)
y el profesor español Francisco Rico. Me gustó tanto esta novela
-que considero la mejor de la primera década de este siglo- que incluso le
dediqué una reseña en una columna de mil palabras que yo solía escribir en el
suplemento dominical del diario brasileño Folha de S. Paulo.
En el artículo señalo por qué me gustó tanto, en parte por sus técnicas
narrativas para dar una ilusión de realidad más fuerte, y también porque Marías
encontró en esa novela una nueva forma de hacer filosofía, sobre todo la ética.
¿El profesorado de Cambridge y Oxford sigue siendo importante para los
servicios secretos británicos?
Si así fuera no lo sabríamos -en cuanto se sabe algo, deja de ser
útil-. Pero lo cierto es que ha tenido una tradición muy importante en el siglo
XX. Muchos en Oxford la llamaban la Spies College, y es por todos
conocido que grandes figuras de Oxford y Cambridge han trabajado durante años
en el servicio secreto, durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra fría.
Supongo que todavía sigue siendo importante, pero no hay que olvidar que
también los servicios académicos británicos están activos en otros servicios
secretos (in other people’s secret services).
Conocí al historiador de arte Anthony F. Blunt (el
“cuarto hombre” de Los Cinco de Cambridge, un grupo de espías que
trabajaron para la Unión Soviética durante la Guerra fría y anteriormente a
ésta. Blunt trabajó para los servicios secretos soviéticos durante cuatro
décadas). Todavía me siento confundido por la conmoción y el horror que causó su
desenmascaramiento. Cuando tuvo acceso al servicio secreto Inglaterra era
aliada de la Unión Soviética. Y para después de la guerra Blunt ya era director
de una institución cultural sin acceso a secretos. Así que el hecho
de que aún mantuviera contacto con los rusos es más bien una información
pintoresca, pero no creo que tuviera nada interesante que pasarles, en general
me parece que se armó un gran revuelo por un asunto de menor importancia.
Mientras nos despedimos, no puedo dejar de pensar en la película El
topo (Tinker, tailor, soldier, spy), basada en la novela homónima de
John Le Carré, quien se inspiró a su vez en Los Cinco de Cambridge,
grupo al que pertenecía Blunt. La cultura británica ha sembrado de
exploradores, espías, historiadores y aventureros nuestro imaginario cultural
europeo. Antes de decirnos adiós le pregunto a Burke si él cree conveniente
para la UK abandonar la Unión Europea. Me contesta que no. Consuela pensar que
hay gente como él que aún apuesta por una comunidad de culturas unida.
Berta Ares
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Apunte biográfico de Peter Burke (tomado de la web del CCCB):
(Londres, 1937) es historiador especializado en la historia social y
cultural de la primera Edad Moderna en Europa y estudioso de la historia social
del conocimiento. Reconocido como uno de los grandes renovadores de la
historiografía por el impulso interdisciplinar que dio a la investigación
histórica, propició la mediación entre la historia, la antropología y la
sociología. Es catedrático emérito de Historia cultural de la Universidad de
Cambridge y miembro del Emmanuel College. Ha sido profesor visitante o
investigador en numerosas universidades de Europa y América. Es miembro de la
Academia Británica y de la Academia Europea, y ha sido distinguido doctor
honoris causa por las universidades de Lund, Copenhague y Bucarest.
Ha publicado 26
libros, que han sido traducidos a más de 31 idiomas. Entre ellos destacan Hablar
y callar. Funciones sociales del lenguaje a través de la historia (Gedisa,
1996), Formas de hacer historia (Alianza, 1999), El
Renacimiento (Crítica, 1999), El Renacimiento europeo. Centros
y periferias (Crítica, 2000), Historia social del
conocimiento. De Gutenberg a Diderot (Paidós, 2002),Una historia
social de los medios de comunicación (Taurus, 2002), Lenguas y
comunidades en la Europa moderna (Akal, 2006), La traducción
cultural en la Europa moderna (Akal, 2010), Qué es la historia
cultural (Paidós, 2010), Hibridismo cultural (Akal,
2010) o, recientemente, Historia social del conocimiento II. De la
Enciclopedia a la Wikipedia (Paidós, 2012).
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Sobre el autor
Berta Ares es
Licenciada en Periodismo (UPSA) y Máster en Estudios comparativos de
Literatura, Arte y Pensamiento (UPF). Realizó estudios y una investigación de
posgrado en Tel Aviv University (TAU), cuyas conclusiones se publicaron en la
prestigiosa 'Qesher' (N. 24) que se edita en Tel Aviv y Nueva York. Trabaja en
el campo de la comunicación cultural y la comunicación corporativa, y escribe
su tesis doctoral, sobre Joseph Roth, en el Departamento de Humanidades de la
UPF. Sus inquietudes literarias se inscriben en el campo de la memoria, el
laicismo, la religión, la modernidad y Europa.
Fuente: http://revistadeletras.net/