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Critica y reseña: Mapa dibujado por un espía de Guillermo Cabrera Infante por Ernesto Calabuig

Mapa dibujado por un espía

Guillermo Cabrera Infante

Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores. Barcelona, 2013. 400 páginas. 21 euros

ERNESTO CALABUIG | Publicado el 22/11/2013 |  Ver el número en PDF

Guillermo Cabrera Infante. Foto: Domenec Umbert

Volver a escuchar la voz literaria de Guillermo Cabrera Infante (Gibara, Cuba, 1929 - Londres, Reino Unido, 2005), ocho años después de su fallecimiento, sólo puede ser un motivo de celebración, y más si, como este Mapa dibujado por un espía, se trata de una obra póstuma, la tercera que recupera la editorial Galaxia Gutenberg tras La ninfa inconstante (2009) y Cuerpos divinos (2011). La edición se acompaña de una esclarecedora nota preliminar de su editor, Antoni Munné, acerca de los avatares de este libro casi secreto (guardado en un sobre durante años y abierto cuando el escritor ya no vivía) y el momento y las condiciones que envolvieron su dolorosa gestación. 



Mapa dibujado por un espía narra, en una precisa crónica, los acontecimientos en los que se ve envuelto a sus 36 años el autor de Tres tristes tigres cuando, en el verano de 1965, siendo agregado cultural en la embajada de Cuba en Bruselas (labor desempeñada desde 1962), recibe el aviso de regresar a la isla por la repentina gravedad de la salud de su madre. Tendrá que realizar un complicado vuelo Bruselas-Amsterdam-Praga-La Habana, aunque ya en el aeropuerto de Amsterdam le comunican la muerte de su madre, Zoila Infante. En Bélgica se queda su esposa, Miriam Gómez, y lo que iba a ser una estancia de una semana en Cuba para el entierro y funerales, deviene una pesadilla cuando, inexplicablemente, las autoridades castristas le impiden salir de vuelta a Europa, a sólo quince minutos del embarque con sus dos hijas, de once y siete años. Se trata, pues, de un regreso imposible y hasta fantasmal a un mundo desmoronado, y uno piensa en otros regresos literarios a infiernos diversos como aquel célebre de Alberto Manguel (Bruguera, 2007), o en esa idea tan alemana y sebaldiana de la Unheimliche Heimat, la patria inquietante que ya no acoge, que se vuelve siniestra y ni siquiera puede sentirse más tiempo como propia. “Todos le parecían como agobiados por un pesar profundo (...) El miraba las calles familiares y a la vez ajenas” -escribe Cabrera Infante. 



Con la incertidumbre de si logrará arreglar su situación, y el desconocimiento absoluto de cuál es la falta que le hizo caer en desgracia, la estancia en La Habana se prolonga más de cuatro meses en los que, sin ser un contrarrevolucionario, abre los ojos a la realidad de la Revolución a través de los testimonios de sus muchos conocidos y las mil observaciones y constataciones cotidianas de la escasez, el miedo, las injusticias... Ya en el prólogo del propio autor (páginas 19 a 35) nos brinda la prehistoria de la Revolución, describiendo esa terrorífica figura del agente de seguridad Aldama y los años de hampones de diferentes facciones y siglas empeñados en eliminarse y obtener el poder, entre ellos Fidel Castro. 



Cabrera elige la crónica directa para narrar esta historia, sin la “voluntad de estilo”, los experimentos y los juegos lingüísticos que en otros libros desplegaba. Sin embargo, hay algo envolvente y delicioso en lo que cuenta y en la gracia genuina con la que desgrana su historia, rebosante de talento, ocurrencias y su especial sentido del humor, a pesar de las aciagas circunstancias. Si algo hay en este libro (en el que aparecen y juegan su papel una gran parte de los intelectuales y políticos más relevantes de aquel momento revolucionario) es el registro y la estampa precisa de los movimientos y diálogos de unos y otros, a pie de calle, en un velorio, en un restaurante o cabaret, o en las salas de los ministerios en donde el protagonista trata de solucionar su problema. 

La peripecia es kafkiana por tratarse de una larga espera en la que se sabe deudor y culpable sin que nadie le enuncie la deuda y la culpa por la que cayó en desgracia o las razones para acusarlo. Simplemente choca contra el aparato del Estado, contra la infinita burocracia y el silencio administrativo. Ni siquiera es consciente, aunque lo sospeche, de a qué nivel pudo fraguarse esta venganza que se cuenta en el libro. Mapa dibujado por un espía es un largo relato continuo, sin capítulos ni cortes, que tiene mucho de tristeza y despedida (de sus amistades, de su lugar de origen, de todo un mundo) pero también de la purificación personal de quien aligera peso al narrarlo. Y lo hace además de un modo conmovedor, lúcido, elegante, honrado en la desnudez con la que se muestra ante el lector también para relatarnos sus aventuras amorosas con unas y otras mujeres en esos meses en la isla, al tiempo que su añoranza del amor de su vida, Miriam Gómez. 

El narrador resulta cercano también en sus miedos y premoniciones (como en su temor por una otitis infecciosa que contrae su hija en un día de playa y que casi le cuesta la vida). En paralelo conocemos la peripecia de su hermano Sabá Cabrera, que también queda retenido en la isla, aunque por menos tiempo, cuando llega a La Habana desde Madrid, donde también cumplía misión diplomática.

En el retrato de todo un mundo que se ha vuelto espectral, en el detalle de un reino del terror totalitario donde todos sospechan y desconfían de todos, describe magistralmente el autor los males que va encontrando a su paso: la precaria atención médica, la escasez de alimentos (esa especie de dieta nacional de arroz y frijoles blancos), la imposible e interminable burocracia estatal, la persecución (temibles “recogidas”) de homosexuales por parte del Departamento de “lacras sociales”, las expulsiones de estudiantes universitarios perpetradas en juicios populares sin posible defensa, el monopolio editorial, musical o cinematográfico, el deterioro de la Habana Vieja y el cierre de sus muchas librerías y comercios, los cortes de agua, la vigilancia extrema de los ciudadanos y la obsesión por detectar contrarrevolucionarios, el carácter inflexible de Fidel Castro y sus purgas de aquellos que le oponían mínimas objeciones, le decían la verdad, o sencillamente habían pertenecido en su momento a la órbita o las tesis del Ché Guevara, incluso aquellos revolucionarios que en su día habían ocupado cargos ministeriales (como fue el caso de Oltuski). 

Tiene gran protagonismo Gustavo Arcos, entre los héroes combatientes del 53 que acaban encarcelados por sus viejos camaradas. La reacción de Haydée Santamaría en la Casa de las Américas ante el asunto de los presos políticos, o la expulsión de las bibliotecarias por recomendar tiempo después una novela de Guillermo Cabrera Infante en una lista de lecturas, da cuenta del grado de control y la paranoia que se vivía entonces.

Cabrera muestra el absurdo de aquellas campañas anunciadas por megáfono para que los jóvenes cubanos viajaran a Argelia o tomaran parte en la plantación de un millón de eucaliptos en la propia Cuba (provincia de Oriente), para luego arrancarlos en beneficio de la caña de azúcar, con el único objetivo de mantener entretenida a la juventud. Mucho tiene este libro de la fascinación del premio Cervantes de 1997 por la belleza femenina, pero también, y sobre todo, de las idas y venidas con su numeroso grupo de amigos/as a lo largo y ancho de la ciudad, movimientos que dan pie a una infinita gracia conversacional que construye otro relato dentro de este gran y fascinante Mapa dibujado por un espía. 


Fuente:El Cultural http://www.elcultural.es/

Reflexion: Paris Review




“The light of the day, of the sky. Light is a perceptible unity. When there is more light around you, you are more alert to the world’s situations, to its different aspects, to the mystery of time.” Fuente :Yves Bonnefoy, from the Art of Poetry No. 69: http://tpr.ly/PQK417.


Photography credit Raphael Halin.

Entrevista a William Faulkner

ENTREVISTA A WILLIAM FAULKNER por Jean Stein (The PARIS REVIEW-The Art of Fiction No. 12, 1956)



William Faulkner (1947) por Henri Cartier-Bresson

(Extracto de entrevista)
-¿Existe alguna fórmula que sea posible seguir para ser un buen novelista? 
-99% de talento... 99% de disciplina... 99% de trabajo. El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno puede apuntar. No preocuparse por ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Tratar de ser mejor que uno mismo. Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizarlaobra.

-Entonces, ¿cuál sería el mejor ambiente para un escritor? -El arte tampoco tiene nada que ver con el ambiente; no le importa dónde está. Si usted se refiere a mí, el mejor empleo que jamás me ofrecieron fue el de administrador de un burdel. En mi opinión, ese es el mejor ambiente en que un artista puede trabajar. Goza de una perfecta libertad económica, está libre del temor y del hambre, dispone de un techo sobre su cabeza y no tiene nada qué hacer excepto llevar unas pocas cuentas sencillas e ir a pagarle una vez al mes a la policía local. El lugar está tranquilo durante la mañana, que es la mejor parte del día para trabajar. En las noches hay la suficiente actividad social como para que el artista no se aburra, si no le importa participar en ella; el trabajo da cierta posición social; no tiene nada qué hacer porque la encargada lleva los libros; todas las empleadas de la casa son mujeres, que lo tratarán con respeto y le dirán "señor". Todos los contrabandistas de licores de la localidad también le dirán "señor". Y él podrá tutearse con los policías. De modo, pues, que el único ambiente que el artista necesita es toda la paz, toda la soledad y todo el placer que pueda obtener a un precio que no sea demasiado elevado. Un mal ambiente sólo le hará subir la presión sanguínea, al hacerle pasar más tiempo sintiéndose frustrado o indignado. Mi propia experiencia me ha enseñado que los instrumentos que necesito para mi oficio son papel, tabaco, comida y un poco de whisky.


 -Usted mencionó la libertad económica. ¿La necesita el escritor? 
-No. El escritor no necesita libertad económica. Todo lo que necesita es un lápiz y un poco de papel. Que yo sepa nunca se ha escrito nada bueno como consecuencia de aceptar dinero regalado. El buen escritor nunca recurre a una fundación. Está demasiado ocupado escribiendo algo. Si no es bueno de veras, se engaña diciéndose que carece de tiempo o de libertad económica. El buen arte puede ser producido por ladrones, contrabandistas de licores o cuatreros. La gente realmente teme descubrir exactamente cuántas penurias y pobreza es capaz de soportar. Y a todos les asusta descubrir cuán duros pueden ser. Nada puede destruir al buen escritor. Lo único que puede alterar al buen escritor es la muerte. Los que son buenos no se preocupan por tener éxito o por hacerse ricos.


-¿Qué técnica utiliza para cumplir su norma? 
-Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o a colocar ladrillos. Para escribir una obra no hay ningún recurso mecánico, ningún atajo. El escritor joven que siga una teoría es un tonto. Uno tiene que enseñarse por medio de sus propios errores; la gente sólo aprende a través del error. El buen artista cree que nadie sabe lo bastante para darle consejos, tiene una vanidad suprema. No importa cuánto admire al escritor viejo, quiere superarlo.


-Entonces, ¿usted niega la validez de la técnica? 
-De ninguna manera. Algunas veces la técnica arremete y se apodera del sueño antes de que el propio escritor pueda aprehenderlo. Eso es tour de force y la obra terminada es simplemente cuestión de juntar bien los ladrillos, puesto que el escritor probablemente conoce cada una de las palabras que va a usar hasta el fin de la obra antes de escribir la primera. Eso sucedió con Mientras agonizo. No fue fácil. Ningún trabajo honrado lo es. Fue sencillo en cuanto que todo el material estaba ya a la mano. La composición de la obra me llevó sólo unas seis semanas en el tiempo libre que me dejaba un empleo de doce horas al día haciendo trabajo manual. Sencillamente me imaginé un grupo de personas y las sometí a las catástrofes naturales universales, que son la inundación y el fuego, con una motivación natural simple que le diera dirección a su desarrollo. Pero cuando la técnica no interviene, escribir es también más fácil en otro sentido. Porque en mi caso siempre hay un punto en el libro en el que los propios personajes se levantan y toman el mando y completan el trabajo. Eso sucede, digamos, alrededor de la página 275. Claro está que yo no sé lo que sucedería si terminara el libro en la página 274. La cualidad que un artista debe poseer es la objetividad al juzgar su obra, más la honradez y el valor de no engañarse al respecto. Puesto que ninguna de mis obras ha satisfecho mis propias normas, debo juzgarlas sobre la base de aquélla que me causó la mayor aflicción y angustia del mismo modo que la madre ama al hijo que se convirtió en ladrón o asesino más que al que se convirtió en sacerdote. 

-¿Qué obra es ésa? 
-El Sonido y la Furia. La escribí cinco veces distintas, tratando de contar la historia para librarme del sueño que seguiría angustiándome mientras no la contara. Es una tragedia de dos mujeres perdidas: Caddy y su hija. Dilsey es uno de mis personajes favoritos porque es valiente, generosa, dulce y honrada. Es mucho más valiente, honrada y generosa que yo.


-¿Qué porción de sus obras se basan en la experiencia personal?
-No sabría decirlo. Nunca he hecho la cuenta, porque la "porción" no tiene importancia. Un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación. Cualesquiera dos de ellas, y a veces una puede suplir la falta de las otras dos. En mi caso, una historia generalmente comienza con una sola idea, un solo recuerdo o una sola imagen mental. La composición de la historia es simplemente cuestión de trabajar hasta el momento de explicar por qué ocurrió la historia o qué otras cosas hizo ocurrir a continuación. Un escritor trata de crear personas creíbles en situaciones conmovedoras creíbles de la manera más conmovedora que pueda. Obviamente, debe utilizar, como uno de sus instrumentos, el ambiente que conoce. Yo diría que la música es el medio más fácil de expresarse, puesto que fue el primero que se produjo en la experiencia y en la historia del hombre. Pero puesto que mi talento reside en las palabras, debo tratar de expresar torpemente en palabras lo que la música pura habría expresado mejor. Es decir, que la música lo expresaría mejor y más simplemente, pero yo prefiero usar palabras, del mismo modo que prefiero leer a escuchar. Prefiero el silencio al sonido, y la imagen producida por las palabras ocurre en el silencio. Es decir, que el trueno y la música de la prosa tienen lugar en el silencio.


-¿Puede usted decir cómo empezó su carrera de escritor? 
-Yo vivía en Nueva Orleáns, trabajando en lo que fuera necesario para ganar un poco de dinero de vez en cuando. Conocí a Sherwood Anderson. Por las tardes solíamos caminar por la ciudad y hablar con la gente. Por las noches volvíamos a reunirnos y nos tomábamos una o dos botellas mientras él hablaba y yo escuchaba. Antes del mediodía nunca lo veía. Él estaba encerrado, escribiendo. Al día siguiente volvíamos a hacer lo mismo. Yo decidí que si esa era la vida de un escritor, entonces eso era lo mío y me puse a escribir mi primer libro. En seguida descubrí que escribir era una ocupación divertida. Incluso me olvidé de que no había visto al señor Anderson durante tres semanas, hasta que él tocó a mi puerta -era la primera vez que venía a verme- y me preguntó: "¿Qué sucede? ¿Está usted enojado conmigo?". Le dije que estaba escribiendo un libro. Él dijo: "Dios mío", y se fue. Cuando terminé el libro, La paga de los soldados, me encontré con la señora Anderson en la calle. Me preguntó cómo iba el libro y le dije que ya lo había terminado. Ella me dijo: "Sherwood dice que está dispuesto a hacer un trato con usted. Si usted no le pide que lea los originales, él le dirá a su editor que acepte el libro". Yo le dije "trato hecho", y así fue como me hice escritor.


-Usted debe sentirse en deuda con Sherwood Anderson, pero, ¿qué juicio le merece como escritor? 
-Él fue el padre de mi generación de escritores norteamericanos y de la tradición literaria norteamericana que nuestros sucesores llevarán adelante. Anderson nunca ha sido valorado como se merece. Dreiser es su hermano mayor y Mark Twain el padrede ambos.
-Y, ¿en cuanto a los escritores europeos de ese período?
-Los dos grandes hombres de mi tiempo fueron Mann y Joyce. Uno debe acercarse al Ulysses de Joyce como el bautista analfabeto al Antiguo Testamento: con fe.


-¿Lee usted a sus contemporáneos?
-No; los libros que leo son los que conocí y amé cuando era joven y a los que vuelvo como se vuelve a los viejos amigos: El Antiguo Testamento, Dickens, Conrad, Cervantes... leo el Quijote todos los años, como algunas personas leen la Biblia. Flaubert, Balzac -éste último creó un mundo propio intacto, una corriente sanguínea que fluye a lo largo de veinte libros-, Dostoyevski, Tolstoi, Shakespeare. Leo a Melville ocasionalmente y entre los poetas a Marlowe, Campion, Jonson, Herrik, Donne, Keats y Shelley. Todavía leo a Housman. He leído estos libros tantas veces que no siempre empiezo en la primera página para seguir leyendo hasta el final. Sólo leo una escena, o algo sobre un personaje, del mismo modo que uno se encuentra con un amigo y conversa con él durante unos minutos.


-Y, ¿en cuanto a la función de los críticos?
-El artista no tiene tiempo para escuchar a los críticos. Los que quieren ser escritores leen las críticas, los que quieren escribir no tienen tiempo para leerlas. El crítico también está tratando de decir: "Yo pasé por aquí". La finalidad de su función no es el artista mismo. El artista está un peldaño por encima del crítico, porque el artista escribe algo que moverá al crítico. El crítico escribe algo que moverá a todo el mundo menos al artista.



Fuente: Como convertirse en escritor Blog de Patricia Turnes http://comoconvertirseenescritor.blogspot.com/

Imagen


Honduras is Great 



No son retoques en la foto, es el fenómeno de la bioluminscencia/


¿Te gustaría ver un espectáculo como ese? 
En la isla de Guanaja existe una bahía bioluminiscente donde escenas como la de la foto pueden ser admiradas; este fenómeno se debe a que el micro plancton y algunas pequeñas especies marinas producen luz azul de forma autónoma, su actividad se hace visible con el movimiento y con con solo agitar el agua ellos "se encienden"; las aguas claras de la bahía así como la escasa luz del lugar permiten disfrutar de esta maravilla de la naturaleza que solo es posible ver en 6 lugares del mundo, si bien es cierto que el micro plancton existe en todos los mares, no todos los lugares tienen las condiciones optimas para ver esta belleza de la naturaleza





Compártalo para que el mundo entero se de cuenta


Foto de National Geopgraphic/ Doug Perrine
Los 25 mejores cuentos latinoamericanos





La literatura latinoamericanatiene gran cantidad de maravillosos cuentos, lo que hace difícil seleccionar sólo 25. Sin embargo, nos hemos propuesto a proponer esta lista con 25 de los mejores cuentos latinoamericanos en la que seguro podrían entrar otros muchos cuentos, así que los invitamos a comentar sobre otros cuentos que merecerían estar en la lista. Así mismo, el orden de este listado no es estricto.

¿Qué otro cuento latinoamericano recomendarían que merezca estar en la lista?
1.            El guardagujas - Juan José Arreola
2.            Las ruinas circulares - Jorge Luis Borges
3.            Axolotl - Julio Cortázar
4.            Mr. Taylor - Augusto Monteroso
5.            El banquete - Julio Ramón Ribeyro
6.            Paseo Nocturno - Rubem Fonseca
7.            No oyes ladrar los perros - Juan Rulfo
8.            Sensini - Roberto Bolaño
9.            Sólo vine a hablar por teléfono - Gabriel García Márquez
10.          El almohadón de plumas - Horacio Quiroga
11.          La autopista del sur - Julio Cortázar
12.          La primera nevada - Julio Ramón Ribeyro
13.          ¡Diles que no me maten! - Juan Rulfo
14.          Parábola del trueque - Juan José Arreola
15.          Muchacha Punk - Rodolfo Fogwill
16.          En memoria de Paulina - Adolfo Bioy Casares
17.          El Aleph - Jorge Luis Borges
18.          A la deriva - Horacio Quiroga
19.          Mejor que arder - Clarice Lispector
20.          El jorobadito - Roberto Arlt
21.          En este pueblo no hay ladrones - Gabriel García Márquez
22.          Nos han dado la tierra - Juan Rulfo
23.          A la deriva - Horacio Quiroga
24.          El cocodrilo - Felisberto Hernández
25.          La carne - Virgilio Piñera



100 mejores cuentos,literatura universal


Lecturas indispensables 

Recomendaciones s literarias

100 Mejores Cuentos de la Literatura Universal


Compartimos nuestra lista de los 100 Mejores Cuentos de la Literatura Universal. Como toda lista tendrá sus fallas, pero la idea es ante todo recomendar grandes obras del cuento. Haciendo click en el titulo de cada cuento pueden leerlo.

La lista se ha organizado por orden alfabético.

Si consideran que algún otro cuento podría incluirse en esta lista, no duden en dejar un comentario con sus recomendaciones.

  1. A la deriva - Horacio Quiroga
  2. Aceite de perro - Ambrose Bierce
  3. Algunas peculiaridades de los ojos - Philip K. Dick
  4. Ante la ley - Franz Kafka
  5. Bartleby el escribiente - Herman Melville
  6. Bola de sebo - Guy de Mauppassant
  7. Casa tomada - Julio Cortázar
  8. Cómo se salvó Wang Fo - Marguerite Yourcenar
  9. Continuidad de los parques - Julio Cortázar
  10. Corazones solitarios - Rubem Fonseca
  11. Dejar a Matilde - Alberto Moravia
  12. Diles que no me maten - Juan Rulfo
  13. El ahogado más hermoso del mundo - Gabriel García Márquez
  14. El Aleph - Jorges Luis Borges
  15. El almohadón de plumas - Horacio Quiroga
  16. El artista del trapecio - Franz Kafka
  17. El banquete - Julio Ramón Ribeyro
  18. El barril amontillado - Edgar Allan Poe
  19. El capote - Nikolai Gogol
  20. El color que cayó del espacio - H.P. Lovecraft
  21. El corazón delator - Edgar Allan Poe
  22. El cuentista - Saki
  23. El cumpleaños de la infanta - Oscar Wilde
  24. El destino de un hombre - Mijail Sholojov
  25. El día no restituido - Giovanni Papini
  26. El diamante tan grande como el Ritz - Francis Scott Fitzgerald
  27. El episodio de Kugelmass - Woody Allen
  28. El escarabajo de oro - Edgar Allan Poe
  29. El extraño caso de Benjamin Button - Francis Scott Fitzgerald
  30. El fantasma de Canterville - Oscar Wilde
  31. El gato negro - Edgar Allan Poe
  32. El gigante egoísta - Oscar Wilde
  33. El golpe de gracia - Ambrose Bierce
  34. El guardagujas - Juan José Arreola
  35. El horla - Guy de Maupassannt
  36. El inmortal - Jorge Luis Borges
  37. El jorobadito - Roberto Arlt
  38. El nadador - John Cheever
  39. El perseguidor - Julio Cortázar
  40. El pirata de la costa - Francis Scott Fitzgerald
  41. El pozo y el péndulo - Edgar Allan Poe
  42. El príncipe feliz - Oscar Wilde
  43. El rastro de tu sangre en la nieve - Gabriel García Márquez
  44. El regalo de los reyes magos - O. Henry
  45. El ruido del trueno - Ray Bradbury
  46. El traje nuevo del emperador - Hans Christian Andersen
  47. En el bosque - Ryonuosuke Akutakawa
  48. En memoria de Paulina - Adolfo Bioy Casares
  49. Encender una hoguera - Jack London
  50. Enoch Soames - Max Beerbohm
  51. Esa mujer - Rodolfo Walsh
  52. Exilio - Edmond Hamilton
  53. Funes el memorioso - Jorge Luis Borges
  54. Harrison Bergeron - Kurt Vonnegut
  55. La caída de la casa de Usher - Edgar Allan Poe
  56. La capa - Dino Buzzati
  57. La casa inundada - Felisberto Hernández
  58. La colonia penitenciaria - Franz Kafka
  59. La condena - Franz Kafka
  60. La dama del perrito - Anton Chejov
  61. La gallina degollada - Horacio Quiroga
  62. La ley del talión - Yasutaka Tsutsui
  63. La llamada de Cthulhu - H.P. Lovecraft
  64. La lluvia de fuego - Leopoldo Lugones
  65. La lotería - Shirley Jackson
  66. La metamorfosis - Franz Kafka
  67. La noche boca arriba - Julio Cortázar
  68. La pata de mono - W.W. Jacobs
  69. La perla - Yukio Mishima
  70. La primera nevada - Julio Ramón Ribeyro
  71. La tempestad de nieve - Alexander Puchkin
  72. La tristeza - Anton Chejov
  73. La última pregunta - Isaac Asimov
  74. Las babas del diablo - Julio Cortázar
  75. Las nieves del Kilimajaro - Ernest Hemingway
  76. Las ruinas circulares - Jorge Luis Borges
  77. Los asesinatos de la Rue Morgue - Edgar Allan Poe
  78. Los asesinos - Ernest Hemigway
  79. Los muertos - James Joyce
  80. Los nueve billones de nombre de dios - Arthur C. Clarke
  81. Macario - Juan Rulfo
  82. Margarita o el poder de Farmacopea - Adolfo Bioy Casares
  83. Markheim - Robert Louis Stevenson
  84. Mecánica popular - Raymond Carver
  85. Misa de gallo - J.M. Machado de Assis
  86. Mr. Taylor - Augusto Monterroso
  87. No hay camino al paraiso - Charles Bukowski
  88. No oyes ladrar los perros - Juan Rulfo
  89. Parábola del trueque - Juan José Arreola
  90. Paseo nocturno - Rubem Fonseca
  91. Regreso a Babilonia - Francis Scott Fitzgerald
  92. Solo vine a hablar por teléfono - Gabriel García Márquez
  93. Sobre encontrarse a la chica 100% perfecta una bella mañana de abril - Haruki Murakami
  94. Tlön, Uqbar, Orbis Tertius - Jorge Luis Borges
  95. Tobermory - Saki
  96. Un día perfecto para el pez plátano - J.D. Salinger
  97. Un marido sin vocación - Enrique Jardiel Poncela
  98. Una rosa para Emilia - William Faulkner
  99. Vecinos - Raymond Carver
  100. Vendrán lluvias suaves - Ray Bradbury